Vamos


Disclaimer: FMA no es mìo, ni su anime, ni el manga, ni OVAs ni nada. Ya saben, todo es propiedad de Hiromu Arakawa.


Tabla Edwin #94


Winry recorrió la habitación sin nada más por hacer. Contrario a lo general, en vacaciones, Winry se aburría como una ostra. Durante los meses más ajetreados del año ésta no paraba de decir que necesitaba tomarse unos días pero era incapaz de dejar trabajo sin terminar. Pero cuando, finalmente, se tomaba más de una semana de descanso… bueno, no descansaba.

Se aburría.

La joven mujer abrió las cortinas del cuarto de hotel que ocupaban ese día y se regocijó con los matices del atardecer sobre el cielo de otoño. Un momento poco común para irse tres semanas a unas cabañas en busca de descanso, pero allí estaban. Edward había salido solo a comprar algo para cenar más tarde mientras ella se bañaba intentando alejar la pereza.

Su cabello rubio goteaba, hundiéndose entre sus ropas hasta desaparecer. La muchacha se reprendió a sí misma, quejándose de su propia vagancia, y se obligó a secarse el cabello. No hacía frío y no se enfermaría por dejarse en cabello húmedo, pero sentía que estaba demasiado tiempo haciendo absolutamente nada. Nada de nada, un desperdicio de tiempo que no regresaría.

Ella podría estar diseñando un nuevo modelo de automail, o cocinando, quizá incluso armando aquel prototipo que tenía pensando en su mente. Winry se sentó con las piernas cruzadas poco elegantemente en la cama tratando de menguar la humedad de su pelo con una toalla. Con tranquilidad y poco entusiasmo empezó a tararear.

¿Por qué estaba tan cansada todo el tiempo? ¿Era el sopor del cargado clima sureño en dónde estaban? La joven esposa se dejó caer vencida en la cama, dejando la toalla caer descuidadamente al suelo. Bufó, fastidiada. Había tenido el absurdo pensamiento que, tras bañarse, ella podría animarse un poco e incluso volver a recorrer las calles de la ciudad como la turista que era.

Disfrutar un rato con su esposo, a quien podía escuchar en el pasillo.

—¿Todo bien, Winry? — Preguntó él, olvidando la bolsa de compra en la mesada de la cocina.

—Ajá.

La imagen que Edward Elric veía no coincidía con el comportamiento normal de su cónyuge. Ella estaba desparramada sobre la cama, apenas vestida, y con el cabello húmedo sin cepillar esparcido. Winry era de naturaleza enérgica, y tenía un alma electrizante que no parecía conocer el auténtico reposo. Sonrió y se paró a un lado de la cama, dónde su cabeza reposaba a la inversa; con los pies apuntando a la cabecera ornamentada de la cama.

—Vamos. — Murmuró él, inclinándose hasta su oído.

—¿A dónde? — Preguntó, sin ánimos de ir a ningún sitio que no fuera esa cama.

Edward se rió.

—¿A ser felices? —Se burló. — A comer, mujer.

—Siempre tan romántico, Elric. —Respondió, recuperando un poco de su buen humor.

Ella se levantó arrastrándose hasta la cocina mientras trataba de arreglarse un poco el cabello. Edward la abrazó por la cintura y le besó las mejillas en uno de esos gestos afectuosos que tenía sólo en momentos de intimidad. Ella infló las mismas y él las mordió levemente en signo de juego.

—¡No fastidies! — Se rió ella, intentando apartarlo.

—¿Te vas a levantar o no? — Bromeó.

Terminaron en la cocina, con ella despeinada y descalza; con la cara lavada y en pijama. Pero Edward nunca la encontró más bella.

—Vamos. — Lo instó ella, tomándolo de la mano y comenzando a guiarlo.

—¿A dónde?

Winry lo guió hasta la puerta de la habitación que compartían, con una sonrisa traviesa inundando su cara hasta hacer a Edward sonrojarse. Nunca se acostumbraría, pensó.

—A ser felices, Ed. — Insinuó, burlándose de él, y dejando definitivamente la pereza atrás.

¿No había estado pensando antes en, precisamente, disfrutar un rato con su esposo?