"El deseo de un delfín" [Makoharu]

Resumen: Makoto es un tierno entrenador de delfines, y su favorito era el pequeño Haruka, un delfín malcriado que le da muchos problemas. Sin saberlo, Haru se da cuenta que tiene fuertes sentimientos hacia el castaño, y gracias a un milagro, el delfín tiene una oportunidad única y limitada para declararse y poder estar con el amor de su vida. [MakoHaru]

Advertencias: AU. Fantasía. OoC. Posibles faltas de ortografía.

Free! ni nada me pertenece, sólo los utilizo para esta historia.

Comentarios e información al final de la página.

Espero les guste.


Capítulo 1: Un día más

— ¡Nos vemos más tarde, los quiero!~

Ya desde temprano la casa de la familia Tachibana se encontraba activa y llena de vida. Desde la puerta de su casa, dos pequeños niños se despedían aún adormilados de su hermano mayor, quien agitaba su mano de un lado a otro al tiempo que corría apresurado rumbo al trabajo.

El sol apenas comenzaba a salir, todavía podían apreciarse algunas luces encendidas por las calles, las cuales iban apagándose de a poco, y aun cuando Makoto corría más aprisa para poder pasarlas, éstas siempre terminaban ganándole, como cada mañana. La sonrisa de su cara aparecía desde que despertaba, incluso ahora, aún con él frío de cada amanecer. No...No le gustaba tomar el tren, era demasiado lento y desesperante, podía llegar mucho más rápido corriendo y brincando muros y un par de casas para acortar camino. No importaba cuan cansado podía ser, ni siquiera el horario que lo consumía día enteros.

— ¡Buenos díaaas!

La puerta del zoológico siempre estaba abierta unas horas antes para dar paso a sus empleados, y como de costumbre, Makoto era de los primeros en llegar. Puntual y sin detenerse, saludó como siempre al guardia que le permitía el paso, hasta llegar a los vestidores donde se sacaba toda la ropa de encima hasta quedar en su típico traje de baño de cuerpo entero. No hizo falta que sirviera y escogiera él montón de pescado en el cuarto de los alimentos, pues siempre...antes de irse, dejaba un balde listo y preparado, con el cual salió en dirección al acuario.

— No, no, chicos, lo siento, esta comida no es para ustedes — pedía perdón una y otra vez, cuando algunos animales asomaban sus cabecitas y los que podían salir del agua, se acercaban al joven entrenador rogando un poco del delicioso manjar. Claro que era horrible para él tener que negarse, pero sería peor si su delfín se molestara con él por llevar su desayuno a la mitad.

— ¡Haruuu! Llegué un par de minutos más temprano que ayer, ¿No te alegra? Ya sé que no es mucho pero eso significa que hoy podremos pasar más tiempo juntos — habló como tonto, abrazando inconscientemente el balde con pescaditos contra su pecho, para después reír como estúpido hasta llegar a la orilla de la enorme piscina en la cual descansaba su compañero. Hundió los pies en el agua, mientras colocaba la cubeta a un lado suyo. No tuvo que esperar mucho más, segundos después él delfín a quien tanto había deseado ver se le había lanzado prácticamente encima, al cual atrapó en un abrazo húmedo y resbaloso, chirreando de felicidad.

— ¡Te extrañé tanto! — le dijo al tiempo que lo miraba a los ojos y depositaba un beso dulce y largo en su hocico mojadito. Por fin podría dejar de gritar para hablar normal, él mismo sabía que era demasiado escandaloso cuando se trataba de ese precioso delfín pero era algo que no podía evitar. Acarició la suave piel de su cabeza y le hizo un par de cariños más, para después tomar uno de los pescaditos con la mano él cual en menos de un segundo Haru ya había devorado.

— ¿Tenías mucha hambre ya? Perdón, debí venir antes, mañana estaré aquí más temprano entonces~— no dejaba de sonreír como idiota mientras le seguía alimentando y acariciando con amor infinito. — ¡Ah, es cierto! mis hermanos te mandan saludos, quizás más tarde pueda traerlos para que te vean, no dejo de hablarles de ti durante todo el día y ahora quieren conocerte. — uno a uno, los pequeños bocaditos se fueron terminando, acompañados de una agradable conversación entre ellos dos. Haru se veía tranquilo, aun cuando terminó de comer no se despegó un centímetro de su entrenador, y éste sabía que su delfín escuchaba atento todo lo que él siempre le contaba.

— Hoy debo preparar el tanque, es día para niños y pasaremos un gran día. Trata de jugar más con ellos esta vez por favor. — sintió como el cuerpo del mamífero se tensaba sobre él, demostrando lo poco y nada que le agradaba esa idea — Ya sé que es agotador después de un rato, pero recuerda que se emocionan mucho cuando te ven, eres la estrella de todo el zoológico. —Makoto se levantó lentamente de la piscina, para después recibir un par de chasquidos de desaprobación del animal — No voy a tardarme Haru, al volver prometo nadar un rato contigo, con la condición de que más tarde hagas bien tu trabajo...recuerda que somos un equipo.

El acuario comenzaba a llenarse de cuidadores y entrenadores, los cuales se dirigían con su respectivo animal. No era raro que varios de estos se acercaran a molestar al muchacho ojiverde.

— Ojalá ese delfín malcriado decida salir a jugar esta vez, ya sabes que si no lo hace vas a tener problemas Makoto... Lo consientes demasiado.

Aun cuando sabía que era cierto que tendría problemas, él jamás lo obligaría a hacer algo que no quisiera

— No lo podemos obligar si no quiere hacerlo, afortunadamente hoy está de buen humor~ — respondió de la forma más educada que pudo al entrenador de lobos marinos, mientras éste caminaba en dirección contraria a la suya. Volvió a la piscina del animal — No lo escuches Haru — se agachó una vez más, para darle un par de palmaditas y dedicarle una cálida sonrisa antes de desaparecer tras la puerta de la pequeña oficina que separaba el área de cuidado de los tanques de exhibición.

...

Sentía como el agua de forma lenta se iba volviendo cada vez más cálida, señal del que el amanecer ya estaba comenzando. Los débiles rayos del sol podían subir la temperatura del agua, pero es imperceptible para un humano, en cambio, un delfín lo nota al instante.

Los delfines descansan con la mitad del cerebro funcionando, por lo cual están despiertos y a la vez dormidos.

El pequeño Haru se fue despertando poco a poco, de forma algo perezosa, pero una sensación molesta en el estómago lo hizo reaccionar.

-Ugh... Que hambre...

Se sumergió hasta el fondo del estanque y dio unas cuantas piruetas para despertar los músculos. Al salir a la superficie, miró el cielo, el cual comenzaba a ponerse cada vez más naranjo, dejando atrás el cielo nocturno.

Tenía hambre, pero debía esperar, se despertó más temprano de lo usual, y no le quedaba de otra que ser paciente. Tenía que esperar si quería verle.

El sonido de unos pies veloces chapoteando en los pequeños charcos en el suelo lo alertaron.

— ¡Haruuu! ¡Llegué un par de minutos más temprano que ayer!

El tono de voz se hacía más alto mientras se acercaba, y la sonrisa del castaño lo puso más ansioso.

¡Llegaste! ¡Ya era hora! — pensaba alegre y emocionado aleteando con su cabeza fuera del agua con el hocico abierto mientras su entrenador se acercaba hundiendo sus pies en el agua. Rápidamente se acercó a él, saltándole encima.

— ¡Te extrañé tanto! — el chico abrazó al animal y le dio el cálido besito que le daba todas las mañanas. Haru se movía ansioso, exigiendo su desayuno — ¿Tenías mucha hambre ya? Perdón, debí venir antes…— lo seguía alimentando sin dejar de hablar ni sonreír, como todas las mañanas. Cuando terminó la porción del balde, se quedó sobre su entrenador mientras éste le hacía cariños.

—...Hoy debo preparar el tanque, es día para niños y pasaremos un gran día.

— ¡¿Qué?! ¡¿Hoy toca con los mocosos?!

— Trata de jugar más con ellos esta vez por favor~ — Haru se tensó bajo sus palabras. — Ya sé que es cansado después de un rato, pero recuerda que se emocionan mucho cuando te ven, eres la estrella de todo el zoológico — decía junto a una sonrisa forzada. Makoto sabía más que nadie lo mucho que Haru odiaba a los infantes.

El castaño se levantó y se alejó del animal, quien no dejaba de quejarse con chirridos de enojo.

-¡No! ¡No quiero estar con los niños!- reclamaba enojado mientras el chico se alejaba.

Su entrenador se retiraba por las escaleras, mientras Haru no lo quitaba la mirada hasta que ya no pudo verlo.

-Tsk... No los niños... Gritan mucho y golpean el estanque, me acarician con sus sucias manos y nunca quedan satisfechos con nada...

Haru no tenía buena experiencia con los infantes, los veía llorar empujando a su madre de la muñeca para que o le compre tal juguete, o le compre tal cosa para comer, o regresen a ver a tal animal que quedó atrás. No los soportaba. Debía entretenerlos, no sabía por qué, pero no importaba cuanto hiciera siempre le exigían más y más hasta el agotamiento.

Hace un tiempo dejó de ponerle entusiasmo a los shows, ignorando alguna que otra orden. Escuchaba las voces descontentas del público, pero no le importaba. Cuando se acercaban para acariciarle él se sumergía para así evitarlos; él seguía nadando a su manera, de forma libre.

Sin embargo, hace unos días el señor gordo y viejo vino a hablar con Makoto, exigiendo que Haru diera más, o estaría en problemas.

-Delfín malcriado me llamó...- recordaba enojado.

Makoto se disculpó y protegió, diciendo que no le podían obligar. Fue entonces cuando una emoción de culpa inundó el pecho del animal.

-Recuerda que somos un equipo...

Haru había sido egoísta y lo puso en problemas, mientras él lo cuidaba y consentía. Incluso con sus rabietas, él le prometía cuidarlo y acompañarlo cuando el chico debería de estar trabajando con los demás entrenadores para ayudar en el show. Ya se había llevado varios retos por eso.

Debía devolverle el favor, demostrarle que estaba agradecido, que lo quería, más que a nada, que quería estar con él todo el día y nadar juntos.

Tendría que aguantar a los tontos mocosos, todo sea por Makoto.

...

Los chalecos salvavidas estaban listos, él alimento para animales para repartir al público, y las bolsitas de regalo para los pequeños espectadores estaban en su lugar, también él agua y la temperatura, así como a Haru le gustaba. Si, se tomaba demasiadas molestias para hacer que este se sintiera cómodo pero debía conseguir que el delfín estuviera cómodo y a gusto.

— ¿Ustedes también vendrán con nosotros a la tarde, muchachos? — preguntó Makoto a una parejita de leones marinos que quedaba a un lado del hogar de Haru, a los cuales regaló unos cuantos pescaditos pues se los había quedado debiendo en la mañana, para después retomar su camino a una de las zonas más grandes, donde su mejor amigo podía nadar a gusto y sin ser molestado. Éste lo estaba esperando justo en el lugar donde lo había dejado, y nadó hacia él centro de la piscina al ver que Makoto caminaba más rápido, tomando impulso para dar un chapuzón él cual salpicó agua por todas partes.

— No vas a estar solo, por suerte, tus vecinos también pasarán la tarde con toda la gente. Esperemos que ellos llamen la atención de todos y así no debas preocuparte tanto — nadó un poco hasta conseguir llegar a su lado, donde lo abrazó una y otra vez— ...Eres muy lindo Haru, no entiendo por qué no puedes ser así con los demás, si ya sabes que eso...evitaría muchos de los problemas que ya tenemos.

Aguantó la respiración unos antes de nadar hasta el fondo, para recoger los juguetes del delfín y algunos objetos que había robado a las personas que habían intentado acercarse a molestar. Era bastante profundo, pero Makoto podía aguantar bastante sin respirar. Unas cuantas pelotas, una aleta para pies, un visor, y una cámara se encontraban allí, aún cuando él día anterior se había asegurado de limpiar bien el lugar.

—...Ya te he dicho muchas veces que no es correcto que robes las cosas de las personas. Haru — le reprendió en cuanto salió del agua, dejando las cosas en una de las orillas, y Haru bajó, como si evitara escuchar lo que él castaño le decía — Es en serio, van a reducir tus porciones de comida si sigues actuando así, y no me va a quedar de otra que robar alimento para que no te quedes con hambre.

Suspiró antes de dejarse flotar en él agua, tranquila y fría. Sintió como él delfín golpeó su espalda desde abajo, y Makoto solo soltó una risita mientras hacía un movimiento con su mano para salpicar agua.

— Sé que no estás a gusto Haru, pude notar eso desde que comencé a trabajar aquí. Falta mucho todavía...la verdad no tengo idea…— cerró los ojos pues él sol comenzaba a elevarse más, lastimando sus ojos— Además...me pondría muy triste si tu…

— Déjame recordarte que esa piscina es el hogar de ese delfín, no para tu disfrute propio, Tachibana.

Sin poder evitarlo se hundió, pataleó un par de veces e incluso tragó agua sin querer. Haru dio vueltas alrededor de él, y no parecía estar muy a gusto con el jefe, quien daba vueltas para supervisar los hábitats todos los días, y cuyo preferido era el del joven entrenador, para siempre estar sobre él y remarcarle sus faltas.

— S...Si, disculpe. — salió tosiendo de la piscina, escurriendo agua y con algo de vergüenza en la cara. Ya había recibido gran cantidad de castigos por hacer eso, y la única razón por la cual no le habían despedido, era que él delfín más solicitado del zoológico solo lo obedecía a él.

— ¿Ya está listo el escenario?

— Todo en su lugar y listo para la tarde, señor.

— ¿Entonces qué haces aquí? Ve a ayudar a los otros entrenadores a preparar a sus animales

— Disculpe pero, esas no son mis responsabilidades...

— Pero yo te lo estoy ordenando... — habló de golpe y molesto, era un hombre con poca paciencia. De repente, miró al suelo, donde se topó con una de las pelotitas de juguete del delfín. Se acercó a ella, para patearla en dirección al animal, logrando chocar contra él, directo entre los ojos, y gracias al cielo solo era de goma. Al instante de recibir el golpe, el pobre se sumergió para esconderse de otro posible ataque, complemente aterrado.

— ¡Ha! ¿Qué le pasa? ¿Eso va a hacer con los niños más tarde? ¿Por qué no haces bien tu trabajo, Tachibana?

— Ey….Ey, no vuelva a hacerle eso a Haruka. — de verdad ese hombre lo sacaba de su casillas más rápido que cualquiera en toda su vida.

— Es un animal, por Dios, deja de hablar de él como si fuera una persona…— dio un paso para acercarse a él, imponente — No me hagas perder la paciencia, muchacho.

No era nadie, solo era un tipo odioso y con mal carácter, pero era su jefe a fin de cuentas. Y él...lo había desobedecido como de costumbre. No podía quejarse ni reclamar. Como castigo le había mandado a otra área, lo que significaba estar lejos...lejos de Haru. Lo conocía perfecto y sabía que ese animal era su debilidad. Para su desgracia él no se fue, y se quedó esperando, para ver y asegurarse de que Makoto fuera a donde le había indicado. Ni oportunidad tuvo para despedirse. Solo pudo desviar la mirada y obedecer. Pasaría toda la mañana ocupado y trabajando...pero al menos así él tiempo pasaría rápido. Pudo ver como Haru se asomó un poco desde la piscina, y entonces hizo su mejor esfuerzo para ponerle una buena cara, soltando un ligero bye con los labios.

...

Makoto volvía corriendo hacia la gran piscina donde se encontraba el delfín, y de un brinco se sumergió a su lado.

Haru lo miraba atento, alegre de tenerlo a su lado. Nunca se llevó muy bien con otros humanos, en cambio el castaño era diferente, era especial, lo entendía como nadie, y era más que un entrenador, era su amigo, a la persona que más quería en el mundo. Miraba como el agua se deslizaba por sobre los músculos del chico, y sus cabellos castaños ondulantes por la corriente de agua. Un collar de burbujas salía hacia la superficie. Haru podía apostar, que comparado a todos los humanos que ha tenido la oportunidad de observar, Makoto era más guapo que ninguno. Hasta cómo delfín podía notarlo, que su físico era impresionante.

Subieron juntos a la superficie y de nuevo se lanzó a sus brazos, sintiendo sus dulces caricias.

— No vas a estar solo, por suerte, tus vecinos también pasarán la tarde con toda la gente. Esperemos que ellos llamen la atención de todos y así no debas preocuparte tanto...

Ojalá que así sea... — pensaba feliz mientras restregaba su cuerpo contra el del chico demostrándole cariño. Estar entre sus brazos lo relajaba, le encantaba, era como estar en el paraíso, en el cielo de los delfines.

— Eres muy lindo Haru, no entiendo por qué no puedes ser así con los demás, si ya sabes que eso...evitaría muchos de los problemas que ya tenemos. ..

Haru ya lo sabía, pero simplemente no podía. Era una rara sensación tener a todos los bichos tirándose encima y gritando, sólo pensarlo lo incomodaba y desagradaba. Pero Makoto, era especial, sólo con él puede ser así, cariñoso, juguetón, amigable y hasta divertido, con él todo era diferente, disfrutaba de su compañía y de su atención.

Makoto de repente se sumerge hasta el fondo de la piscina. Entonces Haru entiende lo que hace.

Uuy...

El chico toma todos los juguetes del suelo de la piscina, sacándolos a la superficie.

— Ya te he dicho muchas veces que no es correcto que robes las cosas de las personas — le regañó apenas salió, mostrando en especial la cámara fotográfica.

Aah~... Aquella cámara... — recordó malhumorado.

*Flashback*

-¡Mamá mamá! ¡Quiero una foto con Haruka!

El pequeño se acercó, y acarició la cabeza del delfín con su mano, la cual estaba manchada con helado de chocolate. Haru sintió esa asquerosa sensación en su piel, sin contar que el niño no acariciaba, si no palpaba de forma bruta y fuerte; su paciencia ya se estaba agotando.

De repente, el potente flash de la cámara le dio directo a los ojos. Aquella sensación fue mil veces peor. Se sentía algo aturdido. El pequeño después de la foto río agudamente, de manera desagradable para el oído de cualquiera.

Ahora si estaba molesto.

La madre se acercó para ahora ella sacarse una foto, cuando en un descuido suyo, el mamífero le arrebata la cámara con su hocico, la suelta en el agua, y esta sehunde hasta el fondo del tanque.

Los gritos histéricos de la mujer y del niño fueron su trofeo satisfactorio...

*Fin flashback*

Mientras Makoto nadaba con todo hacia la orilla, Haru sabía que venían más regaños, y odiaba que lo retara. Rápidamente se sumergió para evitar oír su voz enojada, sin embargo...

-...es en serio, van a reducir tus porciones de comida si sigues actuando así, y no me va a quedar de otra que robar alimento para que no te quedes con hambre.

... podía escucharlo con toda claridad.

Si se pudiera describir al mamífero en una palabra, sería "terco".

Sin embargo, odiaba pelear con su humano, sabía que lo regañaba porque se portaba mal, pero a veces no podía evitarlo, y el que pagaba al final era el castaño.

Vio la sombra de la gran espalda de Makoto bloquear la luz del sol, y entonces subió, chocando su hocico directo en su espina para llamar su atención.

Hey... Perdón ¿ok?... — Salió a su lado. Se mostraba arrepentido, como un perro con la cola entre las patas.

Recibió una risa de parte del castaño, y se pegó a él nuevamente, pidiendo cariño, el cual recibió al instante.

— Sé que no estás a gusto Haru, pude notar eso desde que comencé a trabajar aquí. Falta mucho todavía...la verdad no tengo idea…

Espero que así sea... — se acurruca cual cachorro con su amo. No le gustaba pelear con él, odiaba eso, lo único que quería era estar así con él todo el día, nadando juntos.

—...además...me pondría muy triste si tu...

— Déjame recordarte que esa piscina es el hogar de ese delfín, no para tu disfrute propio, Makoto...

La voz grave de un hombre ya en sus años los alarmó de repente, y los hizo separarse, llevándose a Makoto con una orden.

Uuggh... — si había algo que odiara más que a los niños, era a aquel hombre. Él era quien le ponía problemas a Makoto siempre, al parecer su "jefe" como recuerda alguna vez le mencionó.

Los veía charlar, y Makoto estaba claramente incómodo y tenso, lo cual se transmitía al pequeño delfín. El señor con ceño fruncido caminaba hasta el tanque, y antes de que se diera cuenta, una de las pelotas de goma le llegó directo entre los dos ojos, dándole un gran susto.

¡¿QUÉ DEMON-...?!

Rápidamente se sumergió para ponerse a salvo, aterrado. Si antes lo odiaba, ahora lo detestaba con su vida.

— Ey….Ey, no vuelva a hacerle eso a Haruka…

La voz de Makoto defendiéndolo lo hizo salir a verlo. No tenía derecho, Makoto no tenía por qué defenderlo. Lo observaba, con miles de emociones que nunca había sentido. Oír sus palabras lo ponía triste y preocupado, pero a la vez condenadamente feliz. No tenía idea de que "eso" que sentía ahora se pudiera llegar a experimentar.

— Es un animal, por Dios...deja de hablar de él como si fuera una persona... No me hagas perder la paciencia, muchacho.

Vio como el castaño agachaba la cabeza, y se dirigía a buscar unas cosas, ignorando por completo al delfín.

¿Eh?.. ¿Q- Qué haces?...

Makoto finalmente volteó a verle, y le sonrió de forma triste. Entonces comprendió lo que sucedía. El chico se alejaba siguiendo al hombre.

¡No! ¡Makoto! — Aleteaba para llamar su atención y le gritaba, juraba que lo llamaba, pero no había caso, su humano se alejaba sin voltear — ¡No te vayas! ¡Regresa!

Se sumergió para verlo caminar a través del vidrio del tanque, dejándolo atrás.

¡MAKOTO, VUELVE!

No hubo caso, sin importar cuánto intentara hablarle no salía nada más de su boca que chillidos, cosa que los humanos no entienden.

Por primera vez en la vida, experimentó en carne propia la desesperación, por primera vez tuvo un deseo y un objetivo. Por primera vez, quería ser humano para decirle a Makoto cuando lo quería, que lo necesitaba, que lo amaba.


Espero les haya gustado, y nos leemos en la siguiente!

Los quiero mucho!

Emilia