¡Buenas! ¿Cómo han estado? Espero que bien :D Aquí un nuevo capítulo de la historia…Prometo mucho drama (cómo siempre e.e) pero también espero que se rían con ciertas partes xD en fin, sólo espero que la pasen bien al leer ésta creación jajaja

Les deseo una bonita lectura y un gran fin de semana :D Ya estoy empezando a trabajar en el siguiente capítulo, así que trataré de no tardarme mucho en subirlo :) A continuación, les dejo la lista de canciones mencionadas a lo largo del capítulo… Sin más, los dejo leyendo! :D

* Love me like you do – Ellie Goulding (Tanner Patrick cover)

* Let it be – The Beatles (Philharmonic Orchestra version)

Se mencionarán también "Run" de Snow Patrol nuevamente y se hablará con profundidad de "Hey, you" de Pink Floyd. :)


Guía Narrativa:

─Diálogo.

«Pensamiento»

"Énfasis"


La desesperación recorría su cuerpo sin que hiciera nada por detenerla, era una sensación horrible pero se sentía merecerlo porque no leyó las señales previas. Se repetía internamente que tuvo que haber obligado a Yolie a decirle aquello que la angustiaba para no estar con el corazón en la garganta buscándola en esos momentos. Sus ojos se movían a su alrededor, intentando percibir algo más que oscuridad y soledad por donde miraba. Se maldijo internamente para luego levantar la visera de plástico que tenía sobre sus ojos, como si ésta fuese la única responsable que la impedía hallar a su mejor amiga.

¿Alguna vez se veía a sí misma montada en una motocicleta? Si su yo del futuro venía a decirle semejante cosa, era obvio que se reiría en su cara por semejante disparate, porque lo más opuesto que encontraba para describir a una motocicleta, era ella. Sin embargo, no vaciló ni un instante al momento de montarse en aquel móvil, con la única idea de encontrar a Miyako. Tensó su cuerpo al recordarla en el baño del Instituto, cómo se veía al borde del llanto, intentando no llamar su atención en el partido de basket.

—Tachikawa, —Mimi volvió a la realidad con la voz de Yamato frente a ella. La cabellera rubia se mecía con el viento a causa de que no traía puesto el casco al habérselo entregado a ella. Punto número dos por el que Tachikawa Mimi era todo lo contrario a una motocicleta: ella no usaba casco. ─sé que estás nerviosa y preocupada por tu amiga ─fue diciendo el muchacho, pudiéndolo oír a pesar del viento que chocaba contra sus cuerpos. ─, pero no conseguirás nada al estrujarme entre tus piernas.

Ante la simple acotación de Yamato, ella se sonrojó con furia al darse cuenta que estaba utilizando sus piernas como tenazas, apresando su cuerpo como si su vida dependiera de ello.

—N…No lo hice a propósito. —se defendió ella. Enseguida suavizó la contracción de sus piernas e iba a hacer lo mismo con el agarre que ejercían sus manos sobre el abdomen del muchacho, pero antes de conseguirlo, una de las manos de Matt la detuvo de hacerlo, sujetando la suya y volviéndola a colocar donde reposaba anteriormente.

─No me sueltes; ─habló con seriedad, no consiguiendo más que aumentar el sonrojo ya presente en ella. Era un alivio que él no pudiera verla, o eso pensaba hasta que sus ojos dieron con los del rubio gracias a uno de los espejos retrovisores. ─no es que me moleste, es sólo que no veo que angustiarte ayude en algo.

─Para ti es fácil decirlo. No es tu amiga la que está perdida en algún lugar de toda Odaiba. ─Volvió a mirar a su alrededor. El frío que ingresaba al casco le fue ayudando a bajar la temperatura del rostro y tranquilizar los latidos acelerados que oía haciendo eco en su interior. Cerró un momento sus ojos, concentrándose en la respiración de Yamato, intentando imitar la supuesta calma que él expresaba, aunque la sorpresa se topó con ella al percatarse que él poseía los mismos latidos acelerados que en ella bombeaba.

─Lo sé, pero la encontraremos. ─Respondió él. —La encontraremos, te doy mi palabra.

«Te doy mi palabra» Resonaba en su cabeza y eso la hizo abrir los ojos, mirando las cosas pasar frente a ella.

—¿Puedo confiar en ella? ─Preguntó en tono bajo, sin intenciones de hacerse escuchar.

—No —dijo con una sonrisa en los labios que bien ella reconoció como altanería, consiguiendo que también esbozara una pequeña sonrisa, porque esperaba que dijera algo como eso. ─pero en éste caso, puedes hacerlo.

Ella guardó silencio solamente, encariñándose con los latidos que Yamato desprendía al igual que el aroma de su fragancia, una mezcla de colonia y la esencia fresca de su piel. La desesperación fue aplacándose, pero sin que la angustia desapareciera. Es como si de repente Miyako haya sido tragada por la misma tierra, ya que incluso su línea daba fuera de servicio. Llegado a cierta altura de la avenida que transitaban, Mimi pidió a Matt que detuviese la marcha de su moto para iniciar la búsqueda a pié. Él la obedeció y al momento de hacerlo, ella descendió del móvil casi echando a correr lejos, si no fuese porque Yamato la tomó de la muñeca prohibiéndole dar otro paso más con libertad. Ella se volteó a verlo molesta, sin inmutarlo en absoluto.

—No hagas nada estúpido y escúchame. —sentenció el Ishida con tono firme. Mimi lo desafió con la mirada pero acabó por encogerse de hombros, sin disminuir la intensidad de sus ojos. —No puedo arriesgarme a perderte del mapa también a ti, así que si vamos a separarnos debemos regresar de nuevo aquí con o sin Inoue, ¿está bien? —Mimi bajó la vista con decepción aunque un ligero sonrojo se dibujó en sus mejillas ante la idea de que Yamato de verdad pudiera preocuparse por ella. ─Te daré cuarenta y cinco minutos para que la busques por tu cuenta. Pasado ese tiempo, regresarás aquí o yo iré a buscarte a ti.

—¡No me trates como una niña indefensa! —recriminó muy molesta, zafándose de su agarre con un tirón. Suspiró con exasperación para sacar su teléfono del bolsón y con un gesto, exigió el suyo. Matt la miró un momento, pensando, para luego sacarse el móvil del bolsillo de su pantalón y así tendérselo. —Si tanto te preocupa, guardaremos nuestros números en el teléfono del otro, así me llamarás si la has encontrado o no. Yo haré lo mismo.

—Bien. —tomó de regreso su teléfono y se lo guardó en el bolsillo de su chaqueta negra, para tenerlo más a la mano. Antes de que Mimi se moviera un paso, volvió a recalcarle. —Cuarenta y cinco minutos, Tachikawa.

Ella rodó los ojos ante claro fastidio, sacando una pequeña e imperceptible sonrisa de él, viéndola marchar; por su parte, el líder de la banda retomó la marcha de su moto, yendo al sentido contrario a la que Mimi eligió y así cada quién tomó su camino.


Yamato miraba a su alrededor, manteniendo la velocidad reducida mientras avanzaba por las calles, buscando algún rastro que la llevara a Miyako sin conseguir demasiado avance. Miró su teléfono y apenas habían transcurrido diez minutos, recalculando que aquellos cuarenta y cinco minutos que cantó al inicio eran pocos para desarrollar una búsqueda de tal magnitud, pero no podía imaginarse a Mimi perdida en lo que respectan las calles de Odaiba, rememorando el poco dominio que ésta poseía de lo que la llamada "vida normal" implicaba.

Cuando acabó por darle la vuelta al parque, decidió descender de su motocicleta y comenzar a echar un vistazo por los alrededores a pie. Trató de que el tiempo no se le acabara en el trayecto, así que fue avanzando con presura entre la penumbra de su entorno. Cuando detuvo sus pasos, pudo ser consciente de que el Hospital Central no estaba muy alejado de allí, teniendo la débil inquietud por ir hacia allí, pero se recordó que de seguro alguno de los otros estaría cubriendo esa zona.

Iba a regresar por donde estaba caminando cuando al volverse sobre sus pies notó que el parque poseía calles partiendo de su centro, como arterias que acababan en él. Se alejó un poco para visualizar mejor lo que tenía enfrente y fue cuando encontró el sentido de esas calles, cada una llevando a un sitio importante de Odaiba. Uno iba a la zona de centros comerciales, el otro al Hospital, pero el que llamó más su atención era la calle donde la iluminación estaba muy presente al igual que la vistosidad de la misma. Se fue acercando hasta aquella calle y leyó el letrero donde la indicación decía "Odaiba Kaihin Koen"[1]. Miró a sus espaldas, enfocándose en el recorrido de calles que involucraban la zona del colegio y contabilizó el tiempo transcurrido después de que perdieran contacto con la Inoue. Volvió a leer el nombre del parque y un «no pierdo nada en intentarlo» lo impulsaron a dirigir sus pasos hacia aquella calle.


Detuvieron la marcha del vehículo cuando su primer recorrido finalizó sin conseguir absolutamente nada. Taichi bajó del auto, tomando su teléfono en mano, esperando por algún mensaje o llamada que acabara con aquella tortura. Nada, sin embargo, fue lo que recibió y eso sólo empeoraba su humor. Oyó a Michael cerrar la puerta que correspondía a su lado del auto y enseguida lo vio frente a él. El rubio miró a su alrededor con el mismo pesar que él, buscando alguna solución a su estanqueidad.

Sin poderlo evitar, Tai lo fue estudiando en silencio; en parte, sentía que tuviese que estar haciendo esa búsqueda por la Inoue, siendo que no tenían mayor relacionamiento que su cercanía con Mimi. Por supuesto, no podía simplemente dejar a su suerte siendo que ahora la Tachikawa era su novia.

—Podríamos dar una vuelta a pié. —sugirió Mike con una sonrisa cansada, provocando que el Yagami se preguntara si aquel sujeto no podía estar dos segundos sin sonreír. Asintió a la sugerencia del Borton y tras aplicarle el seguro al vehículo, empezaron a caminar por los alrededores de la zona.

Estaban sumidos en un silencio que sólo se rompía con el sonido de la ciudad, de los coches transitando, de las personas riendo o hablando, algunos animales merodeando pero ningún sonido proveniente de aquellos dos. Taichi miraba cada tanto a Mike, como cual centinela a su cautivo, esperando por aunque fuese un movimiento en falso para arremeter contra él, mas la simpleza del chico era tal que estaba perdiendo el interés, o eso fue hasta que Michael habló.

—Es lindo que protejas a Mimi de esa manera. —Tai volvió su rostro hacia el Borton cuando lo oyó, volviéndose a encontrar con la afable sonrisa de comercial de dentífrico que poseía. —La tratas como si de tu hermana fuese; lo corroboré ésta noche.

—Si, bueno, somos amigos desde hace unos años y creo que eres consciente del encanto que posee Mimi, una vez la conoces bien. —Vio asentir al rubio entonces creyó dio por sentado el asunto.

Siguieron caminando cuando Michael detuvo sus pasos y habiéndolo notado, Tai lo imitó, mirando a sus espaldas, intentando hallar la razón por el repentino cese de movimiento por su parte; mas al hallar a Mike cabizbajo con las manos hechos puños, frunció el ceño.

—¿Ocurre algo? —Inquirió el Yagami, pero aun habiendo hablado, Mike no levantó la mirada.

—Ese sujeto… Ishida, ¿no? —Ante el inicio de su pregunta, Tai comenzó a maldecirse por haber escogido a Michael como compañero de búsqueda, pues sabía a dónde se estaba queriendo dirigir la pregunta del norteamericano y no, él no quería tener que lidiar con un triángulo amoroso de tal magnitud.

—Hablas de Matt, —Mike asintió. —¿qué hay con él?

—¿Crees que… —se aclaró la garganta. —Crees que él pueda sentir algo por Mimi?

Tai volvió a maldecir su mala suerte y a desear estar en otra parte justo en ese momento. Intentó, inútilmente, parecer indiferente con una risa que acabó por ser forzosa, mientras pensaba en alguna forma de responder a aquella pregunta. Miró a su alrededor, buscando algún objeto no específico que lo ayudara a mentir con mayor soltura.

—¿Matt? ¿Por qué lo dices? Es decir, —Comenzó a caminar, dándole la espalda a Michael, pensando en qué más podría decir porque ni él estaba seguro de los sentimientos de su mejor amigo; mas de algo estaba seguro, Yamato no veía a Mimi como uno ve a una amiga o a una desconocida. —Esos dos tienen tanto en común como el agua y el aceite; es más, su relación es comparable con ello. Yo que tú, no me preocupaba por eso.

—Oh… —Respondió simplemente Mike pero aún con aquella pesadez en su voz. Tai lo pensó un momento y en parte, todo lo que dijo, era cierto. Debía estar tranquilo. —Debo sólo estar alucinando. —Dijo el Borton, forzando una sonrisa. —Creí ver… Bueno, no importa. Sigamos buscando.

—Así se habla. —respondió con un ímpetu demasiado sobreactuado como para considerarlo oportuno en ese momento, pero no le interesó pues lo único que deseaba era cambiar el tema de la conversación.


Sora observaba detenidamente una de las taza de té que tenía frente a ella, viendo como el vapor se desprendía de su superficie oscura y su imagen era reflejada en ella. Hikari, Juri y ella se habían dirigido a la casa de Miyako ante la idea de que haya regresado, pero al llegar no hallaron más que a una familia dolida. Cuando Chizuru, la hermana que seguía a Miyako, informó que iría a preparar te, Sora se ofreció en ayudar, intentando bajar un poco la ansiedad y desesperación que corría por la familia; no era mucho, pero vio en los ojos de la mujer su agradecimiento, quizá no por el hecho de que prepare te, sino porque estaban allí.

Ella no conocía a la afamada escapista que ahora era protagonista de la noche, sólo era acompañante de Hikari y Juri, quienes sí frecuentaban a Miyako en el Instituto. No podía sacar un juicio apresurado de la muchacha, sin embargo el congregar a su familia a semejante tortura, era un golpe bajo. Pero ¿qué sabía ella sobre honrar a la familia? Era la menos cualificada para dictaminar una opinión al respecto. Suspiró rendida.

─Onee-san, ─su atención fue depositada hacia la niña pequeña que la miraba con curiosidad. ─¿también estás triste porque mi tía no está?

La pequeña no ha de tener más de tres o cuatro años de edad, mirándola con la inocencia propia de su ser. Sora sonrió a la niña para asentir, aunque en realidad no conocía a la chica desaparecida.

─De seguro volverá pronto. ─Alegó Sora para tranquilizarla, recibiendo un asentimiento por parte de la menor.

─Así es. Ella nunca faltaría a mi cumpleaños. ¿Sabes? Cumplo cinco. ─Dijo con emoción, enseñándole su palma abierta.

─Hana, ya le has dicho a todo el mundo que cumplirás cinco años. ─Dijo Chizuru bromeando, consiguiendo que la menor se sonrojara.

─Quiero que onee-san venga a mi fiesta, Chizuru Obasan[4]. ─Exigió la pequeña para sorpresa de ambas. La pelirroja sonrió con ternura a la pequeña.

─¿Y ya le has preguntado a onee-san si quiere venir? ─Preguntó la mujer sirviendo el té en cada taza. La niña miró a Sora.

─Me sentiría muy feliz de venir, Hana. ─Respondió la muchacha para alegría de la más pequeña. Vio que la mujer iba a cargar la bandeja, así que Sora se ofreció a llevarla ella.

─Qué pena, ─habló la mujer. ─eres la invitada, pero eres quien está sirviendo a todos. [5]

─No se preocupe, por favor. Es un momento en el que la familia no necesita estar preocupándose por otra cosa que no sea por el bienestar de su hermana. ─Habló Sora haciendo una reverencia que fue bien recibida por la mayor.

Chizuru agradeció a Sora por tal gesto y así tomar de la mano a su pequeña sobrina Hana e ir de regreso a la sala. Sora las vio marcharse, para congregar, seguidamente, su atención en la escena que tenía frente a ella, oyendo a Hikari y Juri hablando con la madre de la familia sobre la chica desaparecida; la mujer estaba tomada de la mano de su esposo y sus tres hijos mayores junto a ellos. La pequeña con la que entabló una corta conversación, se ubicó junto a la hermana mayor de todos, Momoe, suponiendo que se trataba de la madre de la niña próxima a cumplir sus cinco años.

Sora, por su parte, aguardaba en la cocina con la bandeja de té en sus manos, incapaz de avanzar hacia la sala y sin saber por qué. Fue escuchando como cada uno de los Inoue iban diciendo que no habían reconocido ningún indicio que pudiese alertarles acerca de su repentina desaparición.

Cuando se sintió capaz de avanzar, salió de su letargo y fue hasta la sala, pero al llegar allí sintió a su pecho contraerse al divisar a la madre de los cuatro Inoue, conteniendo las lágrimas a causa de la impotencia. La imagen de su propia madre atacó su mente, con una latente pregunta en su interior: «¿Yo también causé éste dolor a mi madre? Claro que sí» se respondió a sí misma y eso sólo hizo que un temblor invadiera su cuerpo.

Sintió las manos Mantarou, el único hermano varón de la familia, tomando la bandeja que ella estaba por echar y con un agradecimiento por lo bajo, lo tomó para depositarlo sobre la mesa de centro. Sora se estrujó con fuerza el cuello de su playera, animándose a intervenir en la conversación.

—…No entiendo… Yo… Yo siento que he fallado con ella… ─Gimoteó con su mano sobre los labios, conteniendo los sollozos.

—Por favor, Señora Inoue, —Habló Sora acercándose hacia ella para hacerle entrega de un pañuelo blanco que cargaba consigo. —no se eche la culpa que usted no es la responsable de ésta decisión. ─La mujer tomó la tela entre sus manos, mirándola a los ojos con dolor. ─Si su hija desapareció ha de tener otros motivos.

—Es una buena hija, —siguió hablando la mayor con la voz rota, recibiendo el tacto de su hijo por la espalda, intentando tranquilizarla. —suele ser un tanto escandalosa e impulsiva, pero no puedo quejarme. Y es verdad que a veces solemos discutir a causa de tonterías, pero no creo que ella haya tomado la iniciativa a marcharse por esa razón.

—Mamá, —habló Momoe con voz comprensiva. —sabes lo melodramática que puede llegar a ser Yols, pero no ocurrió nada los últimos días.

—Entonces no hay motivos de discusión. —Dijo Hikari pensativa. Su teléfono comenzó a sonar, despertando el interés de todos los presentes así que, lo tomó y al ver el nombre de su mejor amigo, miró a los dueños de casa para hacerles una reverencia en forma de disculpa, levantándose a contestar. [6]

Hikari, soy Ken —pero en lugar de oír la voz de Tk, oyó la del Ichijouji. —estoy con Takeru y Wallace camino hacia la zona de su Instituto.

—¿Sucedió algo? —Inquirió la Yagami, preocupada y con su reacción, transmitió lo mismo a sus acompañantes, quienes no podían apartar la mirada de la quinceañera al estar pendientes de lo que le pudieran informar.

Aún no tenemos noticias de Yolei, pero creo saber la razón por la que se fue y el lugar donde puede estar.

—¡¿Lo dices enserio?! ─Dijo exaltada.

Así es, pero no es algo seguro. —Siguió hablando el Ichijouji. —Ahora, necesito que hagas un favor por mí.

—Lo que sea, dime. —respondió la muchacha.

Tranquiliza a la Señora Inoue, dile que Miyako está bien, pero no le digas que ya dimos con ella.

—¿A qué te…?

Sólo hazlo, yo llevaré a Miyako de regreso. No se alejen de su lado, por favor. Debo colgar. —Y así la señal se perdió. Hikari miró la pantalla de su teléfono, aún procesando lo que Ken le había pedido sin comprender realmente lo ocurrido.

—¿Encontraron a Miyako? —La voz de Mantarou fue la que trajo a la realidad a Hikari, pudiendo apreciar la preocupación latente en los presentes.

Kari estrujó su teléfono entre sus manos, pero recordó las palabras de Ken, intuyendo a que él tendría sus razones por las cuales pedirle tal cosa. No hizo más que transmitir la sonrisa más apacible que pudo, para entonces hablar.

—Aún no, pero la hallarán pronto.


—¿Por qué no quieres decirle la verdad, Ken? —Preguntó Tk a son de reclamo ante lo que el Ichijouji encomendó decir a la Señora Inoue.

El azabache le tendió su teléfono y con seriedad dijo.

—Yo soy el causante de que Yolie haya desaparecido, debo enmendar éste error. —Le señaló su teléfono. —¿Podrías marcarme a Yamato?

—¿A mi hermano? —Preguntó al tomar nuevamente su celular en mano.

—Has dicho que él fue hacia el Instituto y los alrededores, ¿no es así? ─Tanto Takeru como Wallace asintieron a su pregunta. ─Entonces es quién se encuentra más próximo a dónde creo que Yolie se encuentra. Necesito hablar con él. —cuando Takeru le tendió el número de su hermano, Ken lo marcó pero no pudo concretar la llamada. —Vaya, no me da.

—¿Se escucha tono?

—Sí, pero no me atiende. —volvió a tenderle el aparato. —¿Alguien más está con él?

—Así es, —Habló Wallace uniéndose a la conversación. —Mimi está con él.

—Tengo registrado su número. —Habló Ken, haciendo uso de su propio teléfono y así buscar el contacto de la Tachikawa. —Bien, necesitamos ir hacia donde ambos se encuentran.

—Llamaré a Mike, él tiene el auto. —Habló Wallace, alejándose de los otros dos para hablar con su primo.

Ken y Tk guardaron silencio hasta que en la otra línea se oyó la voz de Mimi. Ken habló con ella y la decepción fue tal al saber que Mimi y Yamato tomaron caminos separados.

¿Qué hacemos entonces? —Inquirió Mimi desde la otra línea.

—Ve hacia Odaiba Kaihin Koen y ve si Yamato se encuentra por allí. —Ordenó Ken, generando una duda colectiva.

¿Por qué estaría allí?

—Porque creo que allí está Miyako. —Antes de que Mimi preguntara algo más, Ken la despidió para cortar la llamada.

—¿Por qué crees que mi hermano dio con Yolei? —preguntó Tk cuando Ken finalizó su llamada con Mimi.

Ken suspiró y se tomó el tabique de su nariz con los dedos, intentando calmar el dolor de cabeza que estaba emergiendo en él a causa de todo aquel asunto.

—No conozco demasiado a tu hermano, pero si mi juicio lo estudió bien, entonces creo que tiene una percepción terriblemente buena. —Sonrió a Takeru. —No puedo evitar estudiar a las personas.


Cuando Matt llegó hasta el centro mismo de Odaiba Kaihin Koen, la iluminación ya se había extendido por todo su alrededor, compensando el camino hecho penumbras que resultó ser el inicio del trayecto hasta allí. Las personas iban y venían, todas ellas emocionadas con la grandiosa vista que el centro de Tokio les brindaba. Era un lugar, cuya organización, permitía que las personas gocen de un trayecto panorámico con todo lo que Odaiba podía ofrecer, todas sus atracciones más extravagantes que la hacían lucir la enérgica ciudad que era. Claro que el exceso de personas propio del sitio, lo incomodaban, todos caminando en direcciones tan distintas, con tantos destellos de flashes de cámara por doquier o el excesivo y distinto conglomerado conjunto de aromas que emergían de todos lados, lo agobiaban.

Un grupo de chicas se acercó a él para pedirle unas fotos y sin que pudiese responder, arremetieron contra él sus cámaras en conjunto con ellas mismas. Suspiró rendido para hacer pasar el momento, pidiéndoles que se apresuraran pues tenía muchas cosas por hacer. De esa manera, éstas se despidieron entre risas y coqueteos. Las personas en ese lugar parecían tan despreocupadas de todo y eso lo enfermaba.

Se dirigió hacia uno de los taludes que contaba la grandiosa plaza y admiró la altura que poseía, diciéndose que quizá, desde ella, podría apreciar con mayor posibilidad a las atracciones turísticas que Odaiba ofrecía, así como Tokio, no muy lejos de allí.

Seguía en su labor de observar cuando una figura a la lejanía, precisamente hacia donde la plaza tomaba mayor altura entre altos árboles que oxigenaban a la vista, se hallaba sentada y con la vista al frente. Agudizó la vista para que, al reconocerla, dejara escapar su frustración con un sonoro suspiro. La protagonista de todas las preocupaciones de aquella noche había aparecido. No esperó ni un segundo más para retomar la marcha de sus pasos con presura dirigiéndose hacia ella.

Una vez arriba, Yamato iba a ir directo hasta Yolei a bajarla de inmediato y entregársela a Tachikawa para acabar de una vez por todas con aquel manojo de nervios, pero al estar a centímetros de poder hacerlo, la majestuosidad de Tokio lo encandiló. Era como un baile interminable de movimiento y luces, toda una metrópolis en pleno apogeo enseñando la belleza de la que se sentía orgullosa. Viró la vista hacia lo que rodeaba aquel sitio y su sorpresa no cesó al ver cuanta belleza enseñaba la propia Odaiba. Siempre se había quejado de que Odaiba no era más que el consumismo hecha ciudad y que todas las personas allí estaban vacías, mas cuando sus ojos dieron con la verdadera ciudad pudo cerciorarse de que quizá tenga razón, pero había mucho más que él no conocía de aquel sitio, mucha más belleza y profundidad de la que creyó ver anteriormente.

—¿Qué haces aquí, Ishida?

Yamato volvió en sí cuando la voz de Miyako lo despertó de la realidad, viéndolo con ojos suspicaces. Él dejó de mostrarse sorprendido por lo que lo cautivó en primera instancia y así volverse a ella con toda la seriedad que podía.

—¿En serio me lo estás preguntando? —ella lo miró con una ceja enarcada, claramente confusa. —Nos hemos pasado casi dos horas buscándote.

—¿Dos horas? —tomó su teléfono en mano pero se percató de que estaba apagado. —Demonios, me quedé sin batería. ¿Qué hora es?

—Las diez de la noche. —Los ojos de Miyako se mostraron sorprendidos con su respuesta y eso lo hizo suspirar, cayendo en cuenta de su total desligo de la realidad. —Se nota que eres amiga de Tachikawa.

—¡¿A qué viene eso?! —Ladró molesta la Inoue, fundamentando aún más al comentario del Ishida.

—Olvídalo. —se acercó hasta ella, bajo la atenta mirada de la Inoue, como aguardando a que éste hiciera algo de lo cual se arrepentiría toda su vida. —Tranquila, no es que quiera hacerte nada.

—¿Qué haces aquí entonces?

—¿Qué parte de "casi dos horas buscándote" no has entendido? —Miyako se sonrojó ante su respuesta, avergonzándose de su propia pregunta. Antes de que ella pudiera decir algo más, él volvió a hablar. —¿Entonces?

—¿Qué quieres decir? —Preguntó Yolie, viéndolo sentarse junto a ella manteniendo una muy prudente distancia entre ambos, sólo para aclararle de que venía en son de paz.

—Espero que tengas una buena excusa para haberte fugado de ésta manera. —Miyako se encogió de hombros al suspirar, dejando ir todo el aire que había congregado dentro de ella. Si, pensar en lo que tendría que decir a todas las personas a quienes había preocupado. Era difícil lidiar con tal presión, pensó Yamato, claramente nostálgico del deja vu que a él llegó.

—Yo sólo… —Inició la muchacha sin apartar la vista del suelo donde estaba jugando con el césped. —Necesitaba pensar…

—Maravilloso lugar. Sí, con tantas personas y tanto ruido. —Comentó más para sí mismo, sin poder comprender el por qué la chica recurría a tal lugar para "pensar". Sintiéndose ofendida, ella lo increpó molesta.

—¡Sólo quería estar aquí, ¿de acuerdo?! ¡Si te molesta, puedes marcharte! —Bramó Yolie, esperando verlo marcharse y que la vuelva a dejar sola. Pero a diferencia de eso, él la observó en silencio, estudiándola atentamente. Sin poder contenerse, sus ojos avellanas comenzaron a humedecerse y la idea de que Yamato la viera llorando era denigrante, así que sólo pudo desviar la vista de regreso al frente, donde toda la ciudad era la protagonista, sacándose los lentes para limpiarse los ojos. —Quería recordar a… —Susurró con un hilo de voz, pero al darse cuenta de lo que estaba por decir, se detuvo abruptamente, esbozando una sonrisa cargada de ironía. —No sé por qué te estoy hablando de esto, siendo que a ti no te interesa…

—Tienes razón, no me interesa; ni siquiera te conozco. —respondió tajantemente, también mirando a la ciudad frente a ellos. —Pero hay personas a las que sí les interesas. Ellos sí quieren saber lo que te preocupa, lo que te agobia y atemoriza y son esas mismas personas las que, en éstos momentos, están desperdigados por las calles gritando tu nombre, intentando dar contigo.

Yolei apretó con fuerza sus rodillas flexionadas delante de su pecho, tratando de contener las lágrimas que ya iban desprendiéndose del rabillo de sus ojos, cerrados con firmeza.

─¿Acaso tratas de hacerme sentir culpable? —Inquirió ella, más con tono de reclamo, tratándose de mostrar fortaleza a pesar de estar cayéndose a pedazos.

—No, —Respondió él dejando escapar un suspiro cansino. —trato de hacerte entender que no seas una tonta. —Yolei lo miró con la boca abierta por su tan poco tacto a lo que él se encogió de hombros. —Ya sabes por qué no soy alentador vocacional… Pero si quieres un consejo de alguien a quién no le interesas… Entiendo que no quieras ser una carga para nadie, pero piensa en esas personas y no como a quienes debas pedirles disculpas; más bien, en quienes puedes confiarle tus asuntos.

Miyako lo miró en silencio un momento, procesando sus palabras, que al principio les sonaban meras estupideces, acabaron por retumbar en su interior. La imagen de sus padres, de sus hermanos, de su querida Hana, todos ellos formaban parte de su vida, de su día a día, la conocían y amaban. Yamato tenía razón, ella no quería ser una carga para nadie, razón por la cual estaba en ese lugar, intentando hallar el consuelo que no se había permitido buscar en sus seres amados. Bajó la mirada a sus manos echas aún puños sobre sus rodillas y vio que un pequeño cristal húmedo descansaba sobre una de ellas, percatándose que una lágrima había caído ya.

—Dios, de verdad eres terrible para dar consuelo a las personas… Pero, gracias. —Habló Yolei sin poder borrar la sonrisa de los labios, mientras se limpiaba los ojos. Yamato la miró y supo que estaba riéndose.

Su labor allí, había acabado, pensó y de esa manera, estaba por reincorporarse del suelo para marcharse, pero Miyako habló antes.

—¿Y si aún no estoy lista? —Matt detuvo todo movimiento, volviéndose a verla, hallándola aún cabizbaja. —¿Q…Qué pasará si yo no…?

Él comprendió a lo que estaba temiendo, asintió a sus palabras y enfocó su mirada hacia el frente, apreciando nuevamente la vista. Hubo un momento de silencio en el cual Yolei limpió sus ojos, conteniendo las lágrimas que deseaba seguir sacando. Aquellas horas en las que estuvo fuera del conocimiento de las personas tuvo tiempo para sí misma, para pensar y llorar la frustración que en su casa no deseaba mostrar, ni con Mimi o con otra persona.

—Creo que te subestimé, Inoue… —La voz de Matt la trajo a la realidad, girándolo a verlo sorprendida, mas éste seguía mirando al frente, jugando con lo que parecía ser una pequeña roca entre sus dedos. —No creí que éste fuese un lugar al cual una persona podría recurrir con el objetivo de pensar, pero creo que me está ayudando bastante.

—Si… —sonrió, aflojando la tensión que en su cuerpo se había anidado, incapaz de creer que fuese Matt el que la esté tranquilizando. —Hacía tiempo que no venía aquí.

—Al principio habías dicho que éste lugar te recuerda a alguien, ¿es verdad? —Miyako asintió. —¿Te costó volver aquí? —La pregunta le supo algo extraña a la Inoue, quien miró sin comprender al muchacho junto a él. Por su parte, Yamato notó la duda en su acompañante por lo que añadió. —Yo… Es difícil ir a los lugares donde tienes demasiados recuerdos sobre alguien que ya no está. —Yolei se volvió abruptamente hacia él, sin comprender lo que estaba diciendo hasta que el vago recuerdo de las personas mencionando al afamado "Ishida Yamato" en los pasillos, donde su trágica historia estaba en boca de todo el mundo, la hicieron moderse la lengua con pesar, apartando la vista de él. —Te subestimé porque te ves tan debilucha y sosa que, bueno, no creí que aun teniendo un pesar tan grande, como el que pareces tener, puedas animarte a afrontarlo. ─ Continuó diciendo él con el susurro de una sonrisa en los labios. ─Y es duro admitir que me causa envidia que puedas hacer esto. ─La miró entonces. ─Si puedes hacer esto, ¿por qué no podrás hacer lo demás?

Miyako, que en un principio se ofendió al oírle decir cómo él la veía, acabó por soltar toda tensión del cuerpo con sus últimas palabras. ¿Con qué derecho ella podía reclamarle el tener un mal concepto suyo, si ella lo juzgo sin conocer absolutamente nada de él, sin detenerse a analizar más allá de su superficialidad? Dejó escapar un suspiro rendido de su interior, sintiéndose culpable y más aún al oírlo decir de que ella podía ser tan valiente como quisiera. Tanta peste había lanzado contra Yamato que era irónico que sea él quien esté allí, consolándola.

—Ishida…

—Escucha, puedes seguir aquí pensando en lo que te aterra por toda la vida, seguir escondiéndote pero sólo te mentirás a ti misma. —Sonrió divertido, llamando a la atención de Yolie. —Y yo soy un hipócrita por estarte diciendo qué hacer cuando soy peor a ti. No me hagas caso, pero si te sirve de motivación, de seguro en cualquier momento vendrán por ti. Así que debes saber qué vas a hacer ahora. —tomó su teléfono en mano y le mostró la cantidad de llamadas perdidas que tenía registradas en pantalla. Miyako se colocó de vuelta los lentes, incrédula al leer tal cantidad. —Oh, si. Tachikawa está como fiera ahí fuera, pero no te preocupes que primero se lanzará por mí por rechazar todas sus llamadas y luego si, irá derechito a ti.

—¿Por qué no atendiste las llamadas? —preguntó conteniendo la risa por el comentario del chico, pues era lo más certero conociendo el temperamento de Mimi cuando rechazaban sus llamadas y de forma consecutiva como lo había hecho él.

—Creo que tenías que tener un momento a solas antes de que…

—¡Ishida! —El bramido de Mimi se oyó a la lejanía, haciendo que no sólo ellos voltearan a ver a sus espaldas, sino las personas que andaban a su alrededor, preguntándose si de algún triángulo amoroso se estaba llevando a cabo delante de sus narices. Poco y nada le interesaba a Mimi, quien avanzó a zancadas bien marcadas por el sulfuro que traía encima, dándole razón a Yamato y en la descripción que dio sobre cómo la ira de la Tachikawa caería sobre ellos. —¡¿Por qué demonios no me contestaste, maldito?! ¡Yolei, ¿dónde demonios te metiste?!

—Te lo dije. —Susurró Yamato a Miyako al tiempo en que ambos se estaban parando del suelo, limpiándose la ropa para ganar tiempo a una buena excusa qué decir a Mimi. La castaña fue aproximándose cada vez más a ambos, por lo que Matt se dirigió a Yolei. —¿Quieres seguir sola? Porque puedo llevármela.

—¿Cómo lo harías? —Tentada a la propuesta, lo miró con una ceja enarcada aunque ver la sonrisa altanera de Matt, sabía que eso no era problema.

—Sólo observa. —Y dicho esto, comenzó a caminar en dirección opuesta a la que veían venir a Mimi. —Tachikawa, mejor nos vamos yendo. Tienes que ver algo allí abajo.

—¡Estás bromeando si crees que yo—

Pero antes de que pudiese terminar de hablar o continuar amenazando con su cercanía, Yamato se agachó delante de ella tomando presa sus piernas, congregando todo el peso de Mimi en él para así colocarla sobre su hombro, con tanta facilidad que por un momento se sintió culpable; mas al oírla maldecirlo en inglés, supo que la culpa desaparecería enseguida. Por su parte, Mimi no comprendió por qué Matt se agachó frente a ella en un principio, pero al sentir a sus pies lejos del suelo, pegó un grito de sorpresa al verse levantada por Yamato y reposada contra el hombro del muchacho, avergonzada de estar llamando la atención de tal manera como lo estaban haciendo en esos momentos.

—¡Ishida, ¿qué demonios estás haciendo?! ¡Bájame, idiota! ¡No soy un costal de arroz!

Yolei no pudo contener su risa, teniendo que sostener su estómago a causa de ésta. Yamato se volvió a ella para despedirse mientras una muy furiosa Mimi pegaba gritos a sus espaldas y pataleaba sin sentido hasta que Matt, con su brazo libre de sostener la espalda de Mimi contra su propio hombro, sujetó sus dos piernas, aprisionando toda movilidad.

Miyako lo despidió mientras un pensamiento surgió en su mente, junto a una sensación de culpa a causa del prejuicio que mantuvo en contra del Ishida y de que no pudo disculparse como debía. Yolei giró sobre sus pies y regresó su atención a la ciudad, contemplándola por un momento más hasta que oyó los pasos acelerados de alguien que iba acercándose a ella. Se armó de valor para encarar al enojo de Mimi, pues era muy probable que la chica haya conseguido librarse de Yamato para volver junto a ella; sin embargo, su sorpresa fue mayor al ver a Ken plantado a unos metros de ella con la respiración entrecortada y el pecho subiendo y bajando en forma acelerada.

—¿Ken?

—Sabía que te encontraría aquí… Es el lugar favorito de Osamu, después de todo. —Dijo esbozando una sonrisa en los labios.

Yolei se sonrojó ante la afirmación del Ichijouji, dándole la espalda y enfocarse en el horizonte luminoso que Tokio le enseñaba.

—Éste lugar… Desde que sucedió aquel accidente, no he podido venir hasta aquí. —confesó Yolei, cabizbaja.

—No te culpo. Yo tampoco. —Ken fue acercándose hasta quedar cerca de ella, pero sin mirarla. —Osamu tiene una debilidad por lo extraordinario. Buscaba las mejores vistas vaya donde vaya. —Sonrió. —En lo personal, no soy partidario de las grandes masas ni las luces en exceso.

—No puedes pretender que te guste lo mismo que a tu hermano. —Respondió Yolei enseriando su voz. Al darse cuenta de que su comentario pudo ser algo rudo, miró a Ken con toda la intención de disculparse.

—Tienes razón. Osamu y yo somos completamente diferentes… —Ken desechó un suspiro guardado para cerrar los ojos. —Toda mi vida traté de igualarlo, de ser como él; Osamu tiene su propio encanto e inteligencia. Es increíble la cantidad de amigos que hacía con sólo hablarles y no precisamente eran nerds. —rio divertido, consiguiendo que Miyako sonriera a su par. —Todos los vecinos lo admiraban y tenía una cantidad de admiradores… Pero lo más increíble es ver cuánta cantidad de personas suelen ir a visitarlo.

—Osamu es tu modelo a seguir. Es normal que sientas admiración hacia él, Ken. —apretó sus manos en dos puños, intentando contener la seguridad que corría por sus venas en esos momentos. —Pero no eres él. —Ken la miró sorprendido y eso valió todo para ella, recriminándose haber sido demasiado directa. —Lo lamento, fui una grosera. Será mejor que me marche. —con aquella disculpa, retornó sus pies para alejarse de allí, pero Ken la detuvo al hablar.

—¿Sabes…? —Ella detuvo sus pies al escucharlo, pero no pudo voltearse. Él, en cambio, agradecía que se haya quedado y con aquella misma motivación, continuó hablando. —Desde que tengo uso de razón he tratado con todas mis fuerzas de parecerme a Osamu, porque todos lo admiraban… Yo quería ser admirado de la misma forma, ser visto como era visto él. No tenía otro propósito más que ese… Hasta que una persona hizo que me diera cuenta que mis esfuerzos eran en vano. —Miyako abrió los ojos sorprendida, girándose de a poco a verlo, encontrándose con sus ojos oscuros y profundos, fundiéndose en ellos, contemplando el nacimiento de una sonrisa tierna en sus labios. Verlo avanzar en su dirección la hizo entrar en pánico, pero tampoco hizo nada por apartarlo. —Recuerdo a esa niña… Era un tanto escandalosa y enérgica, de las que te hacen sostener la cabeza con las manos. —Irremediablemente, acabó sonriendo, riendo por lo bajo pues ella era consciente de lo que en muchas personas causaba su personalidad enérgica. Él la contempló un momento en silencio y eso la hizo sonrojarse, darse cuenta de la manera en la que la miraba, era abrumante pero se sentía en el aire. Quiso apartar la mirada, pero sintió la mano de Ken sobre su mejilla, impidiendo todo rompimiento en su contacto visual. —¿Sabes qué me dijo ésta niña impertinente el mismo día que la conocí? —Ella negó con la cabeza así que él amplió su sonrisa, quizá rememorando aquel momento. —Dijo: "Vaya, sí que eres completamente distinto a Osamu..."; adivina qué pensé al oírla decirme eso.

—¿"Odio a ésta chica"? —preguntó Miyako divertida.

—Además de eso… —dijo sin borrar su sonrisa y de esa manera, rompió la distancia que restaba entre ambos, acariciando con su pulgar a los labios de la Inoue. —Pensé: "si ésta chica no limita sus pensamientos al agrado de las personas, entonces… Es alguien a quién me gustaría conocer."

—Entonces, tú… —La idea resultaba estúpido hasta en su cabeza, por eso no terminó de decirlo por miedo a quedar en ridículo, mas él la presidió.

—Así es. Comencé a buscar maneras de poder hablarte, de conocerte mejor sin interesarme que seas amiga de Osamu; quería saber qué más había de ti que yo debiera conocer… —Las mejillas de Yolie fueron tiñéndose de carmín al oírlo decir todo lo que realmente sentía, siendo la primera vez que Ken se abría a ella de esa manera. Él suspiró para enseriar su rostro. —No quise comprenderte, de la manera que merecías porque creí que ya conocía todo de ti y que estarías junto a mí sin tener que pedírtelo como si ya hayamos firmado un acuerdo que te comprometía a tal cosa. No pensé más que en mí mismo, en mis propios problemas y… Dejé que mis propios miedos se interpusieran entre los dos. Lo lamento, Miyako. Tú no merecías nada de esto, lo sabía pero no quise darme cuenta. Sólo me estaba volviendo intocable porque creí que yo era el único quién estaba sufriendo y el que merecía ser el centro de atención. —Se mordió el labio inferior con angustia y Yolei supo lo arrepentido que estaba, así que ella tomó las manos de Ken con las suyas e hizo que la mirara.

—Te agradezco que te sinceres conmigo de ésta manera, pero no tienes que disculparte porque si yo permanecí a tú lado es porque lo quería, no porque me viera obligada a ello, Ken. —entonces, Yolei dejó ir las manos del Ichijouji, creando confusión en éste. Cuando él iba a preguntar al respecto, ella siguió hablando. —Pero la que debe disculparse aquí soy yo, porque fui yo quien no supo comprenderte. Pedí algo que no era oportuno cuando Osamu debía de ser lo más importante para todos. —Miró a las luces de la ciudad que contempló aquella tarde con ojos nostálgicos. —Venir aquí me hizo pensar en todo ello y me he dado cuenta que lo mejor será esperar a que Osamu se recupere para… Ya sabes, pensar en nosotros.

—Yols… —Trató de hablar, pero ella no había terminado.

—No quiero que pienses que lo hago por despecho ni nada; porque no dejaré de visitar a Osamu ni de verte, sólo… Creo que lo mejor será qué—

Y cuando Yolei iba a concretar su decisión, Ken tomó su rostro y plantó en sus labios los suyos propios, impidiendo que siguiera hablando, que dictaminara algo irreversible de lo que ambos podrían arrepentirse. Cuando Miyako sintió los labios de Ken, quedó atónita mirando sus ojos cerrados y no bastó mucho tiempo para que ella lo imitara, sintiendo como su corazón bombeaba con mayor fuerza. Ella rodeó el cuello de Ken con sus brazos y él tomó posesión de la cintura de Yolei con sus manos, pudiéndose sentir con mayor libertad, como nunca antes se animaron a hacerlo. Sin darse cuenta, Miyako entreabrió sus labios y dio paso a que Ken profundizara aún más aquel beso que los consumió hasta el alma. Y por si ambos se olvidaran de respirar, tuvieron que separarse para mirarse con aquel sonrojo que denotaba su pequeña travesura. Él sonrió, casi externalizando una risa.

—Si mi padre nos viera, sin duda estaría en problemas.

—Tienes mi permiso para seguir metiéndote en problemas. —Respondió ella, causando que ambos rieran. Ken la abrazó con fuerza y besó su cabeza.

Él la observó en silencio hasta que comenzó a susurrar los versos de "Love me like you do", una canción conocida por ella y una de aquellas que él calificaba como música masa, de aquellas que escuchas porque todo el mundo lo hace. Ella lo miró asombrada pero él seguía cantando, seguía diciendo "love me like you do" mientras acariciaba los labios de la chica, haciéndola sonrojar.

—¿Qué estás cantando? —preguntó ella confundida.

—Sé que es raro, pero cuando veníamos hacia aquí ésta canción sonó y no pude evitar pensar en ti, en todo lo que tú querías decir pero yo no te daba la oportunidad para hablar… —Él volvió a besarla pero con delicadeza y posesión, con la misma necesidad con que uno preserva un tesoro. —No podía permitirme verte partir sin hacer algo por impedirlo. —susurró. —No quiero que te alejes de mí, Yolie. Te necesito más que nunca, porque te has vuelto imprescindible para mí…

—Ken… —Miyako se separó un poco para verlo a los ojos con asombro.

—Así que, ¿quieres amarme como siempre lo has hecho? O mejor dicho… ¿Me permitirías amarte como tú lo haces?

—Ken, yo no…

—Te advierto que no hay devolución o marcha atrás.

—Es uno de esos contratos que se deben leer muy bien las letras minúsculas, ¿no? —preguntó con diversión.

—Algo así, pero no tienes opción. Tienes sólo cinco segundos para responder.

Los ojos de la muchacha se humedecieron de la emoción y sin proferir palabra alguna, se lanzó a abrazarlo con fuerza, besándolo con demandante necesidad.

—¿Eso es un sí? —Yolie asintió para besarlo nuevamente, fundiéndose en los labios del otro.


—¡Eres un condenado atrevido! ¡¿Cómo se te ocurre levantar a una chica de ésta manera?! ¡Mira si traía puesta una falda o algo así! —Seguía quejándose Mimi, dándole golpecitos a la espalda de Yamato, quién aún seguía cargándola contra su hombro.

Cuando dejaron a Yolei atrás, Mimi no dejaba de quejarse y Matt no tenía de otra más que soportarla pues si la bajaba, lo muy probable era que corriese hacia Miyako para recriminar su desaparición. Matt chasqueó la lengua contra el paladar, externalizando su hastío pero siguió caminando hasta descender de aquel talud gigante y fue cuando Mimi detuvo sus quejas. En parte agradecido, continuó caminando hasta que Mimi lo golpeó en la cabeza levemente.

—¡Eres insoportable, mujer! —Gruñó Yamato, pero al dirigir sus ojos a ella, Mimi le señaló con una mano a las alturas del talud donde Miyako debía hallarse sola, o eso creían pues la muchacha de lentes se encontraba acompañada de alguien más.

—Es Ken. Está con ella.

—Vaya, no creí que todo mi plan pudiese salir tan bien. —comentó divertido, recibiendo otro golpe por parte de Mimi en la cabeza. —¡¿Y por qué fue eso?!

—¡Porque sigues cargándome como a una bolsa de arroz! —Respondió molesta y con una mirada de odio por parte de ambos, Yamato suspiró.

—No es que quisiese cargar con tu peso, Tachikawa, pero te bajaré si prometes no ir a interrumpirlos.

—Ja, en primer lugar no tendrías que tener problemas en levantarme siendo que tengo un peso envidiable; y en segundo lugar, no me especializo en desbaratar relaciones, más bien en hacer de Cupido. —Matt la dejó en el suelo sin demasiada gracia, casi haciéndola trastabillar por el repentino cambio de nivel de no ser porque él la sujetó de su muñeca y la atrajo hacia él.

—¿Cupido? —Dijo con una sonrisa ladina. Mimi no podía con aquella sonrisa sacando siempre sonrojos en ella; así que lo empujó para alejarlo. —Sí, claro. Yo fui el verdadero autor de que eso —dijo señalando la dirección en la que Ken y Yolei se hallaban. —fuese ahora real.

—¡Oh, por supuesto! ¡¿Cómo pude olvidarme que tú, Ishida Yamato, eres la representación del amor?! Ja. —Al tiempo de decirlo, Mimi fue alisándose las prendas que, según su ojo crítico, estaban arrugadas. Cuando Mimi se irguió, fue consciente que Yamato la observaba detenidamente, haciendo que ella enarcara una ceja, confusa. —Perdona, ¿acaso tengo un mono en la cara?

—Un mono no, pero creo que una gran arruga te saldrá aquí mismo. —Dijo indicándole con su índice al entrecejo de la joven, consiguiendo acrecentar la viveza de su rubor. Mimi lo apartó de un manotazo, furiosa.

—Mira quién habla; eres quien tiene el ceño más fruncido. Ash, ni siquiera sé por qué sigo hablando contigo. —La castaña se giró sobre sus pies con clara intención de marcharse; por su parte, Matt suspiró exasperado, diciéndose que lo mejor era que se marchara, mas sus impulsos fueron más fuertes que él.

—Espera, Tachikawa. —La muchacha se volvió a verlo con el entrecejo fruncido. —Déjame acompañarte hasta donde sea que se encuentre tu novio.

—¿Por qué querrías hacer eso? —Inquirió dudosa, cruzándose de brazos.

—Porque le prometí que te cuidaría. —Mimi no dijo nada, sólo lo miraba suspicazmente y verla acechándolo, acabó por hacerlo sonrojar. —¿Qué tanto me ves? Quiero ser amable.

—¿Quieres ser amable? Perdona si me río en tu cara, Ishida, pero "amabilidad" no está dentro de tu conocimiento. Además puedo cuidarme sola, muchas gracias. —Le dio la espalda entonces, comenzando a caminar para ir dejándolo atrás.

Yamato contuvo su respiración un momento, conteniendo las ganas de iniciar otra discusión con aquella chica, pero recordó las palabras de Kazu y la situación que se estaba viviendo en la nueva formación de músicos. Maldijo en su interior y comenzó a caminar, siguiendo los pasos de la castaña. La chica, al oír los pasos del muchacho, se volteó a verlo por encima del hombro, recibiendo una mirada inexpresiva por parte del Ishida, de esa manera ella no dijo nada, sólo aceleró el paso. Matt suspiró una vez más y apuro su caminata para seguirle las huellas, porque sabía que la chica tenía tanto de orientación como él, de agradable.

—No vayas por allí, —habló Matt prediciendo los pasos de Mimi. —acabarás perdiéndote.

—¿Desde cuándo eres tan conocedor de calles, Ishida?

—Desde que tengo uso de razón. Vivo aquí, a diferencia tuya, Tachikawa.

—¡Oh, suficiente! —se volvió a verlo molesta. —¡Si tanto sabes de—

Sus palabras se detuvieron abruptamente cuando una gota de lluvia cayó sobre la mejilla de la castaña, helándole la piel. Yamato notó aquel mutismo repentino en la muchacha y al levantar los ojos al cielo fue consciente de las nubes oscuras cubriéndolos.

—Maldición… —Murmuró entre dientes, regresando su atención a Mimi, pero la chica no se hallaba plantada delante de él, sino que echó a correr. —¡Tachikawa, espera! —Pero ella no se detuvo, corrió con la fuerza que su miedo le permitía. Y así como sus pisadas se fueron acelerando, el agua comenzó a caer con la misma intensidad, oyendo por lo bajo los gruñidos que el cielo emitía en clara señal de que una tormenta se avecinaba.

Mimi corría con la respiración desbocada, buscando con desesperación algún lugar donde pudiera refugiarse, olvidándose de todo lo que la rodeaba, incluso el hecho de que su cabello como sus prendas se hallaban mojándose con el paso de los segundos. Cuando estuvo a punto de cruzar la avenida de Daiba Avenue, Matt la sujetó del brazo y la hizo girar hacia él con tanta fuerza que la inercia pudo más que ella y fue a parar contra el pecho de Yamato, estrujando la camiseta que él traía puesto, sintiendo su mano humedecerse aún más al sentir cómo el agua desbordaba la prenda. Y cuando menos lo había pensado, a sus espaldas cruzaron varios vehículos a altas velocidades, meciendo su cabello en el trayecto. Mimi desvió la vista hacia donde éstos se perdieron a la lejanía, conteniendo el aliento al imaginarse ser aplastada por ellos, si Yamato no la hubiera detenido a tiempo.

—¿Cuándo dejarás de darme problemas? —Oyó decir a Yamato, entonces ella levantó sus ojos hacia él. —Escúchame, te llevaré al lugar más próximo donde puedas estar segura, mientras tanto no te alejarás de mí, ¿de acuerdo? —Mimi no dijo nada, sólo pudo temblar a causa del miedo y el frío que su cuerpo húmedo causaba; él lo notó así que se deshizo de la chaqueta que lo cubría para colocárselo a ella, impidiendo que la lluvia siguiese mojándola, a diferencia de él que con el pasar de los segundos, todo su cuerpo. fue humedeciéndose, viendo como la tela de su playera se ceñía a su plano abdomen. Mimi lo miró atentamente, pero él ya no dijo nada más, sólo tomó su mano y comenzó a caminar en sentido contrario al que ella echó a correr.

Fueron andando a paso acelerado, esquivando personas para alejarse del centro del parque e ir hasta donde él tenía aparcado su motocicleta. Cuando llegaron hasta él, Yamato la hizo sentarse de lado sobre el móvil de tal manera que ella estuviese delante suyo, y así conseguir cubrirla con su propio cuerpo. Antes de partir, Matt sacó del bolsillo de su chaqueta (la cual Mimi tenía encima de su cabeza) sus auriculares y conectándolos a su propio teléfono, hizo que Mimi escuchara sólo música, una selección de alternativos que la alejaban de la realidad.

—No me sueltes. —Habló Matt colocando la mano de Mimi contra su pecho, invitándola a tomar posesión de éste. El tacto de Yamato era algo tosco y demandante, haciéndose con su cuerpo. Mimi no podía evitar apreciarlo y por mucho que tratara de ocultarlo, verlo de esa manera provocaba en ella una pequeña sonrisa, pudiéndose olvidar de los ruidos que la aterraban.

Cuando Matt encendió el motor y prontamente la marcha del vehículo, Mimi hizo lo que Yamato le indicó, sujetándose de la camiseta mojada que lo cubría; pues al estar sentada de lado, la única protección verdadera era el propio cuerpo del Ishida. La lluvia seguía cayendo y fue la primera vez que pudo contemplarla con tanta tranquilidad, sintiendo el calor que Yamato, a pesar de estar mojado, le transmitía, oyendo con claridad los latidos acelerados del rubio como cuando partieron de su departamento.

No supo cuánto tiempo estuvieron andando, pero de seguro no fue demasiado. La palabra de Matt fue cumplida cuando detuvo la marcha en el estacionamiento de una farmacia. Los colores rojo y verde titilaban en el letrero a la entrada del negocio invitándolos a pasar, de esa manera Matt y Mimi dejaron el vehículo e ingresaron al recinto farmacéutico con el recibimiento de una alarma que los sensores de la entrada emitieron.

Una mujer de mediana edad les sonrió desde el mostrador así que Matt caminó hasta ella seguido por Mimi, quién aún portaba la chaqueta del joven encima de su cabeza. La castaña miraba a su alrededor, curiosa por ver tanta cantidad de cosas en lo que debería de ser un centro especializado en medicamentos y derivados.

—¿Puedo ayudarlos en algo, jóvenes? —Inquirió la farmacéutica con voz amable.

—Sólo queremos refugiarnos de la lluvia, gracias. —Habló Matt, volviéndose hacia Mimi para estudiar su aspecto. —Vaya, luces terrible.

Ella se crispó ante tal acotamiento, regresándole el calor a las mejillas por el sulfuro.

—Creo que no te has visto a ti mismo. —Respondió indignada, mirándolo de arriba a abajo, aunque aquella sensación pasó enseguida al percatarse de lo mojado que estaba y de cómo su playera enmarcaba con total detalle el pecho fuerte y bien marcado del muchacho. Se sonrojó al verse pensando en esas cosas, dirigiendo sus manos a la chaqueta que Matt le hizo entrega al inicio de su viaje, entregándoselo. —Gracias por ello, pero será mejor que te seques.

—No es nada; no es que me enferme con facilidad. —Respondió con una leve sonrisa en los labios, los cuales estaban perdiendo su color; darse cuenta de aquel detalle la hizo alarmarse, acercándose a él para dirigir sus dedos a los labios de Yamato. Él la miró sorprendido ante su repentina cercanía.

—Tus labios…

—No sucede nada, Tachikawa. —Insistió apartando su mano con delicadeza, pero para ella no fue suficiente. Frunció su ceño, redireccionando su atención hacia la encargada de la farmacia. No lo dudó, sólo fue hasta la mujer.

—¿Tendría una toalla o algo para que mi amigo pueda secarse? —Preguntó con la urgencia calando en su voz.

—Déjalo, Tachikawa. —Lo oyó suspirar y eso la ponía más molesta.

—Cállate. —miró a la mayor. —¿Tendría?

La mujer la miró un momento sin borrar la sonrisa del rostro. Mimi iba a volver a pedírselo sin tanta amabilidad ésta vez, harta del mutismo de la empleada, pero fue cuando la ésta habló.

—¿Qué le gustaría comprar, entonces?

Mimi parpadeó sin comprender y así volver a hablar.

—No quiero comprar nada, sólo quiero una toalla para que mi amigo se seque. ¿O acaso no ve lo mojado que está? —Dijo para hacerse a un lado y señalar a Yamato.

—Tachikawa… —Volvió a advertirle el Ishida mas ella no le prestó atención.

—Lo que veo —habló la encargada, manteniendo la sonrisa pero dejando a un lado el tono amable. —es que usted no sabe la política de éste lugar. No damos servicios o atenciones a personas que no sean clientes. —finalizó de mala gana la mujer, haciendo retroceder a la muchacha.

—¡¿Cómo se atreve?! —Enfurecida por tal traro, volvió a encarar a la mujer señalando una de las mercaderías ubicadas en una estantería a espaldas de la mujer. —¡Bien! ¡Deme una caja de eso, entonces!

Tanto Yamato como la farmacéutica dirigieron su vista hacia donde Mimi indicó, reconociendo lo que acabó de pedir. Yamato enarcó una ceja ante el pedido que hizo la muchacha, pero ya era tarde para pedirle explicación, pues la farmacéutica se había dirigido a tomar lo que Mimi le pidió. Enseguida, vio la pequeña caja cuadrada y rosada junto con una toalla media descansando sobre el mostrador.

—Aquí tiene su toalla para que seque a su amigo. —habló la encargada, realizando cierto énfasis en la última palabra. Mimi no le prestó atención y fue cuando Yamato trató de hacerse oír.

—Tachikawa, mejor no…

—Cállate. Si tanto quiere que compremos algo, pues que sean esas gomas de mascar. —Respondió de mala gana, sacando de su bolsillo su billetera. —¿cuánto me alcanza?

—270 ¥[2]. —Respondió la farmacéutica volviendo a la sonrisa falsa de hace un momento.

Yamato no podía creer lo que estaba sucediendo, así que sólo se llevó sus dedos a su tabique nasal para apretárselo, mientras negaba con la cabeza. Por su parte, Mimi yacía buscando en su bolsón a su bendita billetera, repitiéndose el precio en la mente sin caer en cuenta del verdadero valor de éste. Al tener la cartera en mano, recalculó y miró sorprendida a la encargada.

—Espere… ¿270? Serían como ocho dólares americanos. Es un precio excesivo para un paquete de goma de mascar, ¿no cree? —Acotó Mimi con total seriedad.

Yamato la miró un momento, intentando procesar la información, porque de verdad no sabía si debía echarse a reír o no. Optó por dirigir su mano hasta el hombro de la castaña, llamando su atención.

—Tachikawa… No se trata de un paquete de goma de mascar…

—¿Entonces, qué—

—Son condones. —Finalizó Yamato con total seriedad, aunque un ligero sonrojo se hizo notar sutilmente en sus mejillas. Mimi parpadeó un par de veces para regresar la vista a la cajita rosa donde figuraba "Sabor Fresa" escrito en él y acabar por mirar a la farmacéutica.

—L…Lo sabía. Por supuesto. —Respondió Mimi, intentando parecer lo más relajada posible, riendo con falsedad. —¿Qué se pensaba? ¿Qué no se diferenciar entre goma de mascar y…? —Volvió a mirar la cajita rosa y todo su rostro de tornó rojizo a causa de la vergüenza que la embargó, aunque aquel sonrojo sólo fue en aumento cuando se imaginó todas las posibilidades que aquella pequeña caja permitía y juntando esas ideas con el torso mojado de Yamato…

—¿Lo llevará? —Volvió a preguntar la mujer con tono divertido.

—¡…P…Por supuesto! —Respondió para sorpresa de Matt.

Mimi dejó el dinero sobre la mesada y así tomar el paquetito que le tendió la mujer, guardándoselo en su bolsón. Tomó la toalla en mano para lanzárselo a Yamato a su sonriente rostro.

—Toma tu maldita toalla. —De ésta manera, cruzó frente a él hasta ir al otro extremo del salón, sentándose en una silla que iba destinado a la zona de estar.


Michael volvió a discar el número de Mimi recibiendo la misma voz de la contestadora donde desviaban su llamada a causa del mal tiempo, impidiendo concretar cualquier tipo de llamadas. Con frustración miró la pantalla de su teléfono celular, memorizándose la hora que figuraba delante de él, viendo al tiempo cruzar sin que pudiese hacer nada por evitarlo.

Involuntariamente, el recuerdo de Reiko asaltó su mente al momento en que se encontraron con ella en el partido de basket. Aunque, antes de recordar aquel momento como algo grato, las palabras que la Kurosawa le dirigió consumó toda posibilidad. Cerró los ojos mientras estrujaba su teléfono en su mano derecha.

«—Así que, tu novia es amiga de Ishida Yamato, ¿no? —Dijo Reiko una vez dejaron atrás el predio deportivo para ir en dirección a la cantina en busca de comida. Cuando las palabras de la Kurosawa fueron dichas, Mike trajo a la mente la poco conocida imagen del vocalista al cual su padre fue a ver en busca de una disquera que quisiese firmar con su grupo.

No sé si llamarlos amigos precisamente. No es que se lleven muy bien. Siempre me habla de lo desagradable que es con ella y de lo mucho que lo detesta.

Reiko rio por lo bajo llamando su atención. Ella lo miró con diversión para darle unas palmaditas en la mejilla.

Oh, cariño. Eres tan inocente.

¿A qué viene eso? —preguntó Mike, mientras en su rostro iba ganando una ligera pigmentación rojiza a causa de la forma en la que Reiko lo miraba.

Cuando un hombre, o mejor aún, una persona se muestra ciertamente desagradable con otro, no necesariamente lo desagrada. —Mike enarcó una ceja a modo de duda, así que la muchacha, sonrió. —Tómame como ejemplo. Soy desagradable contigo, pero no es que no me agrades… Sólo encuentro divertido hacerlo. —Finalizó guiñándole un ojo, sacando de él una sonrisa.

Entiendo a lo que te refieres, pero no veo que Mimi e Ishida interactúen…

Eso es lo que tu mentalidad de "novio perfecto" te hace ver. Pero la otra ocasión, los vi muy amenos. —Respondió simplemente.

Al oírla, Mike detuvo su andar y a los pocos segundos, Reiko lo notó, girándose a verlo, intentando comprender por qué se quedó estático de repente, pero al ver el rostro de Mike enseñando un semblante sorprendido, la hizo retroceder hasta él.

¿La otra vez? ¿Los has visto juntos?

Si, en Pallete Town estaban juntos. Además van al mismo Instituto, suelen verse muy seguido. —Sonrió con falsa inocencia. —No entiendo tu sorpresa, si son muy buenos amigos.

Vaya, no lo sabía. —respondió algo aturdido rascándose la nuca. Ella se acercó a él.

Eso es extraño. Quizá no quiso preocuparte. Ya sabes, tener novio hace que una chica frecuente a escondidas a sus amigos hombres. No le des tanta importancia, sólo no quería preocuparte. —Alegó la muchacha tomando el brazo de Michael y seguir avanzando llegando hasta la cantina. Siendo un momento después cuando la llamada de Mimi se dio, informándole del ataque de ira que Taichi enseñó, teniéndose que despedir de Reiko para ir en su búsqueda.»

Contempló el cielo oscuro sobre él, dando libre albedrío a las gotas de lluvia que de él caían. Suspiró profundamente y se sentó en aquella banca que tenía a su disposición. Miró a su alrededor apreciando el pequeño paseo techado en el cual se hallaba, mientras su vehículo yacía estacionado frente a él. Las voces tanto de su primo como la de Takeru y Tai se oían detrás suyo en una amena charla; se giró a verlos y le resultó increíble que hace menos de una hora Taichi fuese junto a Tk con clara intención de hacerle pagar por un supuesto beso ocurrido entre él y la hermana del Yagami, viéndolos en ese momento, parecía que todo aquel circo sólo fue un rumor fantástico que nunca tuvo lugar.

Tai se percató de la mirada de Michael y dejó a un lado la conversación con los dos quinceañeros para centrar su atención en él, acercándose con su característico andar.

—Tranquilo, Mimi está bien; Matt está con ella. —Habló para tranquilizarlo, mas la simple mención del Ishida acrecentaba la preocupación en él.

Hubo un momento de silencio que Tai no sabía que más podría decir, enfocándose en la lluvia que caía delante de ellos. Y entre el silencio, el sonido del teléfono de Michael irrumpió el mutismo, quien lo atendió con presura.

—¿Meems? —Tai vio el alivio en el rostro del norteamericano, también pudiendo compartirla. —Bien, iremos por allá. —Al colgar la llamada, miró a Taichi. —Están en una farmacia no muy lejos de aquí.

—Pues ¿qué estamos esperando? —Habló Tai con entusiasmo, llamando la atención de los más jóvenes. Volteó a verlos para anunciarles su nuevo rumbo.


Matt la vio discar en su teléfono varias veces sin conseguir un resultado oportuno, divirtiéndose con verla sulfurarse; de esa manera, comenzó a caminar hacia Mimi mientras secaba su rostro y su cabello con la toalla que valió una caja de preservativos. Ante el simple recuerdo, no pudo contener una risa interna. Cuando se plantó delante de la chica, ésta se apresuró a hablar.

—No te atrevas a decir ni una palabra.

—No lo haré. —Dijo simplemente con tono divertido, haciéndola enfadar aún más.

—Si lo compré es porque ya se lo pedí, no porque fuese a usarlo. —Siguió excusándose la muchacha, añadiendo más gracia al Ishida.

—Lo sé, Tachikawa. No tienes que excusarte. —la miró entonces y apreciar el sonrojo aún latente en su rostro, lo hizo sonreír. Era adorable. —Sabor fresa, ¿eh?

—¡Creí que se trataba de una goma de mascar! —Chilló iracunda, consiguiendo que Matt riera por lo bajo. —Prometiste no decir nada. Dijiste que podía confiar en tu palabra. —Acusó. Yamato sonrió de costado y se sentó en el suelo, junto a la silla donde ella se hallaba.

—En primer lugar, te di mi palabra de que encontraría a Inoue y que te cuidaría. En segundo lugar, te dije que no siempre debes confiar en mí palabra. —Ella lo miró, encontrando una sonrisa altanera en sus labios.

Mimi delineó cada detalle de aquella sonrisa, deleitándose con la esencia atrevida que lo caracterizaba; y por si no tuviese suficiente, las imágenes que la sola idea que aquel paquete de preservativos inició en su mente, regresó. La chica apartó la mirada avergonzada de sus propios pensamientos, intentando pensar en otra cosa que no tuviese que ver con él.

Él notó aquel cambio brusco en ella, intrigándolo, mas cuando iba a hablar, la chica se llevó el teléfono a la oreja para comenzar a charlar con el que parecía ser su novio. Yamato contrajo la mandíbula al oír tras la línea la voz del norteamericano, apartando la mirada de la Tachikawa y poniéndose de pie, caminó alejándose de ella. Estaba llegando al sector de perfumes cuando la voz de Mimi le fue dirigida.

—Ishida, ¿dónde estamos? —preguntó, regresando a ella el alivio y la seguridad de niña consentida. Yamato no la miró, sólo respondió.

—Por si no lo has notado, es una farmacia.

Ante su respuesta, Mimi rodó los ojos hastiada, exhalando un suspiro.

—La calle o alguna referencia de dónde estamos varados.

—Dile que estamos a una cuadra del Fune-no-kagakukan Station[3]. —Respondió de mala gana, odiándose por ser tan ingenuo con aquella chica, por olvidarse que ella era "Señorita Perfección" y de que sólo lo necesitaba para ciertas ocasiones en las que ella se sentía indefensa, porque su "Principe Azul" no estaba para socorrerla. La idea de imaginarse a Michael abrasando a Mimi en días de lluvia, lo hizo tensar todo su cuerpo, su mandíbula contraer y a sus puños cerrarse con fuerza a cada lado de su cuerpo.

—Bien, Mike vendrá a buscarnos y—

—A buscarte. —corrigió el rubio de forma tosca, dirigiéndose hacia el mostrador de la encargada para devolverle la toalla que le había tendido tendió. —Gracias y disculpe las molestias. —Hizo un leve asentimiento de cabeza en forma de respeto para luego encaminarse hacia la salida, causando que Mimi comenzara a desesperarse.

—¿A dónde vas? —Preguntó levantándose de su sitio.

—Por si no lo sabes, tengo mi motocicleta y me iré con ella. —Respondió enseñándole las llaves de su vehículo.

—¿Ahora? Es decir… —Se relamió los labios con ansiedad. —¿me dejarás sola?

Yamato, que estaba a punto de marcharse, detuvo su paso. Una sonrisa cínica afloró en su rostro, hiriéndola.

—Me pediste que no te tratara como a una niña y eso lo haré. —levantó su mano en forma de despedida. —Espero que a tu gringo le guste el sabor fresa que elegiste.

Mimi lo miró sorprendida pero su rostro no tardó para sonrojarse por la vergüenza que sus palabras le causaron. Apretó los puños con rabia con clara intención de no quedarse con las palabras en la boca, así que dijo lo primero que se le vino a la mente.

—¡Ja, créeme, nos la pasaremos genial!

Matt fingió una risa exagerada cuando la escuchó, girándose a verla con mofa en su rostro.

—¿A cuánto que no sabrán cómo usarlo? Como sea, sólo no pienses en mí cuando lo hagan. —Le dedicó una última mirada, de esas cargadas de ira para caminar bajo la lluvia aún continua, permitiendo que su cuerpo acabara humedeciéndose sin importarle en lo más mínimo.

Mimi vio su figura empapada montándose sobre su motocicleta, colocándose el casco y partir de allí, con la lluvia aún cubriendo su cuerpo, se marchó. Mimi lo siguió con su mirada, maldiciéndolo en su interior por acabar siempre haciéndola sentir de esa manera tan frustrante, como si le arrebatase todo lo que pudiese en tan sólo un segundo. Volvió a sentarse en la silla con los brazos cruzados sobre su pecho y conteniendo la rabieta que ardía en su interior. Sintió los ojos de la encargada sobre ella así que la miró molesta, acrecentando su frustración al verla con esa sonrisa en sus labios.

—¿Qué tanto mira? —Bramó, sobándose los brazos pues el frío comenzó a calar en su interior. —Esto fue culpa suya, de todas maneras.

La mujer no dejó su sonrisa a un lado, sólo se enfocó en revisar unos papeles que tenía a la mano, fingiendo no prestarle atención a la chica de cabello castaño y aspecto mojado.

—No hay peor ciego que el que no quiere ver. —Soltó la encargada sin apartar la mirada de sus asuntos.

Mimi, que estaba mirando por la ventana, volteó a verla cuando escuchó sus palabras, pero la mujer había tomado el tubo del teléfono contra su oreja, quizá fingiendo estar hablando con otra persona para no recibir ninguna reprimenda por parte de la estudiante. Por su parte, la Tachikawa suspiró con exasperación, volviéndose a fijar en la lluvia que apreciaba por la ventana. Era extraño que ya no le aterrara ver el agua caer del cielo.

Se llevó una mano al pecho y sintió sus latidos tranquilos y acompasados, pudiendo recordar los acelerados bombeos que el corazón de Yamato daba. Pero él ya no estaba allí. Quizá ya no sentía el terror inicial, porque la imagen de Yamato marchándose era lo que la hacía estremecerse.


La motocicleta de Matt daba ronquidos a cada vuelta que su mano derecha ejercía sobre su manubrio, acelerando cuanto más podía la velocidad en su vehículo. La lluvia lo empapaba con mayor libertad gracias a la rapidez que fue tomando, pero no le importaba; es más, se sentía un poco mejor la violencia del agua contra su cuerpo en conjunto con la del viento, amortiguando las emociones desgarradoras que en su interior se debatían por matarlo.

Sólo tenía en su cabeza el anhelo de un baño caliente que le arrebatara el frío para así pasarse otra madrugada ejecutando a su amada guitarra, buscando una salida a su frustración por más que su madre lo llenara de reprimendas por andar despertando a los vecinos. Estaba molesto y todo por culpa de ella. En verdad, aquella chica lo podía hacer sentir de mil y un maneras en tan sólo un segundo y reconocer aquel poder que ella ejercía sobre sí mismo, era torturante y aterrador.

Llegó hasta la calle de su departamento cuando vio al auto de su madre inmiscuirse dentro del estacionamiento del predio habitacional. Eso sólo lo hizo fruncir el ceño. Ingresó detrás de ella y cuando apagó el motor de su moto oyó a su madre bajándose del vehículo, mientras luchaba por encontrar la llave de la casa en su bolsón. Él dirigió su atención a la hora marcada en su celular y al ver las once de la noche figurando en él, chasqueó la lengua contra el paladar, deshaciéndose del casco en su cabeza. No le interesaba que su madre lo viera o notara su presencia, sólo continuó ejerciendo los mismos procedimientos empleados para asegurar su móvil.

Cuando se encaminó hacia la escalera metálica que llevaba a los siguientes niveles del complejo habitacional, su madre dio con su figura, retrocediendo un paso a causa de la sorpresa.

—¡Yamato! —La escuchó decir conteniendo una sonrisa al sentirse sorprendida por su hijo. La mujer se notaba muy alegre a pesar de estar llegando a altas horas de la noche. —¿Por qué estás todo empapado? No me di cuenta que eras tú. —Ella trató de acercar su mano al rostro de su hijo, pero éste dio un paso en retroceso, haciéndole ver el vacío que existía entre ambos. Natsuko borró la sonrisa de su rostro ante el repentino alejamiento de Yamato.

—¿Como tampoco te diste cuenta de que son las once de la noche y que tu hijo menor tenía un partido de basket hoy? —Acusó Yamato con la gravedad en su voz. Su madre lo miró sorprendida y su mano, que había extendido para tratar de tocarlo, se dirigó a su pecho para apretarlo con pesar. Los ojos de Natsuko acabaron en el suelo, incapaz de dirigirle la mirada a Yamato y eso sólo la hacía verse más culpable.

—¿Era hoy? —preguntó en un hilo de voz, cuando el silencio se hizo entre ambos. —Vaya, lo olvidé por completo… T…Tuve mucho trabajo el día de hoy y—

—¿Mucho trabajo? —Preguntó Yamato con cinismo. Natsuko lo miró a los ojos y halló sólo gelidez en ellos.

—Sí, mucho trabajo. —Repitió, ofendida. La mujer centró su atención en seguir buscando la llave que aún no hallaba en su bolsón. —Pero no fue un partido importante, ¿no es verdad? A Takeru no le importará.

Yamato cerró los ojos cómo sus manos en dos fuertes puños, conteniendo la ira que la indiferencia de su madre, enseñaba. La mujer había dado por fin con la bendita llave, levantando nuevamente su rostro a Yamato, encontrando a su hijo caminando hacia la escalera metálica.

—Yama—

—No soy padre pero si mi hijo me espera a un partido suyo, entonces todos los partidos son importantes. —Habló con firmeza, habiéndola interrumpido. Prefería darle la espalda que verla al rostro y decir algo que sea peor. Continuó subiendo las escaleras cuando el sonido de un auto estacionándose frente al edificio le hizo saber que Takeru había vuelto. Escuchó su voz desde lo alto despidiéndose de los demás y agradeciéndole a Michael por haberlo acercado hasta su casa. No esperó a poder verlo, sólo continuó subiendo hacia su casa con la llave de la misma en la mano.

Natsuko, por su parte, se había quedado estática con las últimas palabras que su hijo le dirigió, no pudiendo apartar de su mente la frialdad con la que él volvía a hablarle. Sus ojos comenzaron a humedecerse por la frustración que sentía en ella, pero antes de poder permitir que las lágrimas afloraran, la voz de Takeru la hizo contenerse.

—¿Mamá? Al fin llegas. —Alegó el menor entre sus hijos para ir hacia ella y abrazarla. Su tacto, a diferencia del de Yamato, era cálido y ameno, la reconfortaban.

—Lamento no haber ido a tu partido, cariño. —Dijo Natsuko correspondiéndole al abrazo. Tk negó con la cabeza para alejarse de ella y mirarla.

—No te preocupes. Tenías mucho trabajo de seguro. Será la próxima. —Sonrió con ternura y eso la hizo sentir mucho más culpable. Abrazó nuevamente a su hijo y de esa manera, comenzaron a subir por los escalones.

Yamato vio aquella escena desde el corredor, no pudiendo ocultar el enojo que sentía contra su madre; de esa manera, retornó los pies hacia su habitación, cerrando la puerta de la misma con tanta fuerza que por un momento creyó romperla sin interesarle en lo más mínimo.

Caminó hacia su ropero mientras iba despegando la tela mojada de su cuerpo, para finalmente quitársela y arrojarla a una esquina. Se concentró en buscar ropa limpia que vestir luego que saliera del baño, pero cuando abrió la hoja de su armario, se encontró con el reflejo que el espejo interno le enseñaba. No pudo evitar quedarse observándose a sí mismo, pudiendo ver el estado de su rostro y de su cuerpo. Se notaba cansado, con la piel mucho más pálida de lo que acostumbraba verse; sus labios estaban descoloridos y podía se veía con claridad las ojeras que amenazaban sus ojos.

Su mano derecha fue dirigiéndose hacia las bolsas que se generó bajo sus ojos, bajando hasta la fina línea que conformaban sus labios. No podía verse más deplorable, pero no es que se esté sintiendo de maravilla. Apartó la vista del espejo, dirigiéndola hasta su hombro. Dudó un momento, eso estaba claro en la forma con la que tragó saliva dificultosamente, pero acabó por hacerlo, acabó por girar su cuerpo para permitirle al espejo reflejarle sus espaldas. Y allí estaba, el lugar donde unas líneas negras definían la abstracción de un sol que sólo él comprendía su significado y cada vez que lo veía, recordaba por qué había cambiado, por qué había dejado de ser aquel idiota del que se avergüenza haber sido.

«No seas como Pink Floyd» pensó, pero prefirió hacer caso omiso a ello. Ya tenía la cabeza bastante enredada como para darse más motivos de acrecentarlo.


Cuando el domingo se iniciaba con presura, todo y todos iban con más lentitud que de costumbre. No era para menos, siendo domingo el preámbulo para el inicio de otra semana más a la espera del corto fin de semana que se veía cada vez más anhelado. Él no esperó a que su hermano entrara a su habitación a despertarlo y mucho menos su madre, pudiendo degustar la deliciosa sensación que su cama, en domingo, le permitía. Exhaló un suspiro de alivio y volvió a removerse sobre el colchón a sus anchas, emitiendo gruñidos que su cuerpo provocaba al estirarse. Estaba tan a gusto, tan cómodo y pretendía seguir estándolo pues se trataba del mejor día para reposar.

O eso fue hasta que oyó sonoras pisadas deambulando por el pasillo, como si Godzilla acabara de reaparecer para arruinar la calma y quietud que se instauró a su alrededor. Prefirió cubrirse con la sábana hasta la cabeza y fingir que se fusionaba con ella, pasando desapercibido ante la realidad pero cuando la puerta de su habitación se abrió violentamente, supo que no se trataba de Godzilla.

—¡Takeru! ¡¿Qué haces todavía en la cama, viejo?! —Así era. Godzilla se quedaba pequeño junto al alboroto que en un segundo armaba su mejor amigo. —¿Cómo pudiste olvidar que hoy era "el día"? —Lo oyó decir y para su respuesta sólo emitió un gruñido de protesta al haberlo despertado de su adorado sueño. Su quietud se rompió cuando sintió cómo Daisuke comenzó a jalar de su pierna fuera de las sábanas, arrastrándolo cama abajo. —¡Qué te levantes, maldito!

—¡Daisuke! —Gritó Takeru cuando su cuerpo no sólo conoció el frío fuera de las sábanas, sino que también la dureza del suelo. Se llevó una mano a la espalda para luego mirar ceñudo a su mejor amigo, quien estaba de pie con la más amplia sonrisa de todas, enseñándole una caja rectangular y fina, que al parecer era motivo de dicha. —¿Qué es eso? Y ¿quién te dejó entrar? A todo esto. —Inquirió al ver el objeto que aún no asimilaba, mas al hacerlo se enderezó sobre el suelo casi de golpe para tratar de arrebatarle la caja al moreno, pero éste lo apartó enseguida.

—No tan rápido, vaquero. ¿Sabes cuánto esperé porque salga al mercado Battle Academy?[7] —Preguntó divertido y confiado en sus reflejos. ─Yamato estaba de salida cuando llegué, así que… ─Sus palabras fueron interrumpidas cuando el capitán del equipo de Basket aprovechó su baja guardia y la diferencia de altura que los diferenciaba, para arrebatarle el videojuego de un momento a otro.

Cuando Daisuke ya no poseía la caja rectangular en su mano, vio a Takeru apresurar el paso hacia su puerta, mirándolo por encima del hombro con una gran sonrisa, enseñándole la caja del videojuego en su diestra.

—¿Piensas quedarte allí todo el día o vendrás a jugar a la sala? —Preguntó Takeru, echando a correr fuera de su cuarto, seguido por su mejor amigo hasta la sala donde se hallaba su consola Xbox.

Con presura, encendieron la consola para situarse frente a la gran pantalla y dar inicio a lo que sería su "tradicional domingo". Transcurrió el tiempo con sus risas y protestas lanzadas al aire como dictaba la costumbre entre ambos, sin mencionar apuestas absurdas que debía pagar el que perdiese alguna misión y que en su mayoría, era Daisuke quien acababa cumpliéndolas.

Los pasos de Natsuko se escucharon a las afueras para entrar a su casa y hallar a sus, prácticamente, dos hijos sentados frente a la televisión, sin sentir siquiera su presencia. Negó con la cabeza para cruzar el pasillo que la llevaba a su cuarto, buscar unas carpetas y regresar a la sala donde aún, ninguno de los quinceañeros se jactaba de su persona.

─Takeru, ─llamó al rubio, pudiendo por fin hacerse con la atención del chico. ─saldré nuevamente a una reunión con un cliente. Traeré para la cena, ¿bien?

─Claro. ─Dijo simplemente, volviendo a centrarse en la pantalla.

─Adiós, señora T. ─Escuchó a Daisuke decir, levantando una mano a modo de despedida, pero no había atención por parte de los ojos de ambos.

La puerta volvió a cerrarse, sin que ellos se preocuparan de nada más que la misión que estaba llevando a cabo sus personajes, moviéndose de un lado a otro como si fuesen ellos los que estaban metidos en aquel bosque con sus correspondientes armas, aguardando a los enemigos.

—¿Era tu madre, no? ─Preguntó el Motomiya.

─Creo que sí. ¡Allí están! ¡Dispara! ─Contestó Takeru, concentrado más en lo que tenía frente a él que en su madre.

─Bien, escucha… El que pierde ésta —dijo Daisuke sonriente, completamente confiado en que su mala racha de estar cumpliendo las apuestas, cambiaría para bien. —, debe revelar su anhelo más vergonzoso.

—¿A qué viene eso? —Preguntó Takeru sonriente, esquivando una balacera del bando contrario.

—Quiero reírme un buen rato de ti, sólo eso. —Respondió su amigo haciéndose con unos soldados, reduciéndolos a nada con su personaje.

—¡Detrás de ti! —Gritó Takeru al tiempo en el que divisó a un puñado de soldados enemigos operando tras su compañero, mas la advertencia no fue lo suficientemente rápida y el personaje de Daisuke acabó por los suelos, asesinado por balas adversarias… Otra vez.

—¡Maldición! —Vociferó iracundo el moreno para tomarse de los cabellos, impotente. Claro que a su lado, la sonrisa de Tk no ayudaba para nada. —¿Por qué me miras así?

—Oh, quiero reírme un buen rato de ti, sólo eso. —Respondió el rubio repitiendo las palabras de su mejor amigo, haciéndolo rabiar mucho más.

—No sé cómo todos pueden creerte el papel de ángel. —Soltó Daisuke para luego deshacerse con un suspiro y dar apertura a un sonrojo avergonzado a sus mejillas. —M…Mi anhelo es… —Tragó saliva dificultosamente y verlo así, llamó la atención de Takeru. —¡Quiero saber de qué sabor son los labios de Hikari! ¡Ya, lo dije! ¿Tienes hambre? —Dijo enseguida para levantarse del suelo y caminar rumbo a la nevera, bamboleándose como si de su propia casa se tratase.

Takeru, al oír las palabras de su mejor amigo, quedó helado en su sitio sin poder procesar del todo la información. Sin desearlo, quedó inmerso en sus propios pensamientos, mirando a la nada. Una pesadez desconocida comenzó a sentir en el pecho ante tal mención, trayendo a su mente la imagen de Hikari debajo de él, sintiendo sus labios tocando los suyos en un acto torpe e improvisado. Fue algo tan efímero, pero no podía dejar de pensar que podría pasar la eternidad completa pudiendo sentirla nuevamente así.

—¿Takeru? —Preguntó Daisuke desde la puerta de la cocina, mirándolo con una ceja enarcada. —Te pregunté si no quieres nada.

—Emh… No, gracias. —Dijo con timidez, agradecido de que su mejor amigo no fuese tan detallista como para notar el rubor en sus mejillas. Se pasó una mano por el rostro y trató de ordenar sus ideas, porque el pensar en Hikari sólo lo pondría en evidencia frente a Daisuke. Elevó su mirada hacia la puerta de la cocina donde el sonido de los cubiertos y la nevera cerrándose se escapaban. ¿Qué pensaría Daisuke de él al saber que besó a Hikari? Se lamentó internamente para así suspirar a modo de congregar la serenidad en su pecho.

Se puso de pie para ir hacia la cocina donde se hallaba su amigo, con los latidos de su corazón a viva voz a causa de tantas cosas y todas ellas tenían una sola razón de ser. Al buscar a Davis con la mirada lo encontró preparando un emparedado de jamón y queso, tarareando el opening de Kamen Rider.[8] «Está de buen humor» Pensó Tk con pesar y cuando Davis vio entrando a su amigo a la cocina, lo miró sonriente.

—Espero que a tu madre no le moleste que coma sus cosas light. —Bromeó divertido. —Siempre creí que ésas cosas no tenían sabor y que tu madre sólo tenía un espejo que deforma la figura y por eso se ve gorda. Ya sabes, como en la casa de los espejos y—

—Daisuke. —Llamó Takeru, interrumpiéndolo. El moreno dejó de untarle hellmans light a su panificado integral para mirarlo curioso, pues muy pocas veces lo había oído tan serio y eso sólo lo corroboró cuando vio a la angustia tomando posesión del semblante del Takaishi.

—Ey, sólo bromeaba con lo de tu mamá, viejo. —Dijo Davis con pena, ignorando la verdadera preocupación de su amigo. —Sabes que para tener casi cuarenta ella—

—No se trata de mi madre, Daisuke. —Lo volvió a interrumpir, bajando los ojos al suelo, sin poder mirar a su amigo al rostro. Se llevó una mano al pecho, estrujando su camiseta con fuerza, intentando poder confesarle a su amigo su pesar.

—Ey, me estás asustando, Takeru… —Y no mentía. Era la primera vez que lo había visto tan angustiado. El moreno dejó el cuchillo con mayonesa sobre el plato y fue hasta su amigo para posar su mano sobre el hombro de éste, intentando darle apoyo.

—Hice algo malo, Daisuke. —Murmuró Tk a lo que su amigo trató de sonreír para hacer pasar la tensión.

—No puede ser tan malo. No mataste a nadie, ¿verdad? —Dijo a son de broma, pero cuando el rubio lo miró, supo que de verdad había pasado algo grave.

—Besé a Hikari… —Soltó, Takeru, con la misma rapidez con que uno se saca la costra de una herida, intentando que el dolor pudiese desaparecer tan rápido como se deshizo de la cascarilla; sin embargo, esa rapidez no se aplicó en ésa ocasión.

Daisuke no borró la sonrisa del rostro, aunque en él se leía más bien la confusión; no podía procesar la información, así que negó con la cabeza, riendo por lo bajo.

—Me asustaste, Takeru —Dijo entre risas, poco naturales. —En la mejilla no son—

—No, no fue en la mejilla…—El que Daisuke esté buscándole dos colas al gato, hacía más difícil todo. Tk cerró los ojos al tiempo en que apretaba sus manos, cerrándolas en puños fuertemente armados, conteniendo la culpabilidad que sentía.

La mano de Davis fue retirándose de su hombro con lentitud y escuchó que sus pies habían retrocedido unos dos pasos de él. Al abrir los ojos, lo vio dándole la espalda, mirando perdidamente su emparedado de jamón y queso.

—Dai—

—¿A qué sabían? —Lo interrumpió Daisuke rápidamente. La pregunta le supo confusa al rubio, así que iba a preguntar a qué se refería, pero el Motomiya posó con fuerza sus manos sobre la encimera, recargando con fuerza su voz. —¡Sus labios! ¡¿A qué sabían?!

—N…No hagas ésto, Daisuke…

—¡Respóndeme! —Bramó iracundo, sin darle otra alternativa al rubio, quién, cabizbajo, respondió.

—Dulce… Sin llegar a empalagar. —Se pasó una mano por el cabello. Había visto hacer aquel gesto a su hermano un millón de veces y nunca entendió por qué; al hacerlo en ese momento, lo supo, supo que era su único método para tratar de calmarse y pensar con claridad.

—¿P…Por qué? Es decir… Tú sabías… —la voz del Motomiya se había convertido en un murmullo dolido, mirando a su amigo con ojos sorprendidos. —Tú sabías que estaba enamorado de ella, Takeru… Desde el primer momento en el que la vi.

—¡Fue un accidente, Daisuke!

—¡¿Un accidente?! ─Explotó él.─ ¡¿Acaso te caíste precisamente sobre su rostro?!

—Algo así… —ofreció Tk rascándose la mejilla.

Daisuke se revolvió los cabellos con rabia y eso sólo hizo que Takeru se encogiera en su sitio, como cual niño al que lo estaban regañando.

—¡Ésto es fantástico! ¡Simplemente perfecto! ¡El primer beso de Hikari y lo toma alguien que no está enamorado de ella!

Davis pasó junto a él, golpeándole el hombro con el suyo propio, yendo de regreso a la sala. Las palabras de Daisuke hacían eco en su interior y un extraño calor comenzó a levantarse. De prisa, lo siguió a la sala y al verlo juntando sus cosas, no lo soportó más.

—¡Ni que fuese tan malo el que yo haya sido su primer beso! ¡Estás sobreactuando, Daisuke!

—¡¿Sabes qué es lo peor de todo esto?! ¡Qué no te das cuenta de lo grave que es! ¡Se trata de Hikari, maldita sea! ¡Ni siquiera te gusta como para—

—¿Quién lo dice? —interrumpió Takeru con seriedad a lo que Daisuke lo miró sorprendido. —¿Quién decide quién me gusta y quién no? ¿Tú? Si viene al caso, lo que tú sientes por Hikari no es más que un enamoramiento pasajero, un gusto superficial…

—¡Cállate! ¡¿Tú qué sabes de mí?! ¡Tú no puedes estar diciendo la manera en la que me gusta Hikari! —A cada palabra dicha, iba subiendo los decibeles de su voz, aproximándose entre ambos como dos torbellinos a punto de enfrentarse.

—¡Tú crees conocer a Hikari pero en realidad, no sabes diferenciar cuando ella está feliz o está fingiendo! —explotó Takeru molesto, haciendo que sus veraces palabras, detuvieran el avance de su amigo. Viendo que Daisuke comenzó a bajar los niveles de su temperamento, él también lo hizo para poder continuar. —Cada vez que está nerviosa, juega con sus dedos a modo de tranquilizarse… Y cuando tiene miedo, busca el silbato que de pequeña colgaba por su cuello… La gente no la ha escuchado reírse verdaderamente, porque cuando lo hace acaba sonando como un cerdo y eso la avergüenza… Aunque no se da cuenta que tiene la risa más bonita… ─Dijo con una sonrisa involuntaria en los labios, recordando las tantas ocasiones en las que Hikari se echó a reír frente a él, emitiendo aquel sonido que ella tanto detestaba en sí misma. ─Ella no demuestra mucho afecto físico, no porque no quiera, sino porque la hicieron crear un muro que la impidan lastimarla. Era muy enfermiza de niña, la mantenían en una caja de cristal con tal de que no sea dañada.

─Sé que era muy enfermiza, Takeru. No desconozco todo sobre Hikari. ─Contraatacó Daisuke, pero el rubio lo miró nuevamente con seriedad.

─Entonces, ¿sabes que tras haberla alejado del mundo por su cuidado, la hicieron sentir ajena a todo? ¿Qué creció con inseguridad y temor a tantas cosas? ─Negó con la cabeza. ─Si no fuese por Taichi, ella seguiría creyendo que todos la alejarán con el paso del tiempo, pero eso sólo la hizo volverse dependiente de él, de todos con quienes ella se sienta en confianza. —Miró a Daisuke con determinación. —Yo tampoco conozco demasiado a Hikari, pero cada día aprendo cosas nuevas de ella… Pero no pretendas que todo lo que ves, es lo único que hay. Y el beso… —suspiró. —Fue un accidente, pero… ─Apretó sus manos hechas puños, comenzando a comprender tantas cosas en sí mismo, que anteriormente no se había puesto a pensar. ─fue el mejor accidente que me pudo haber pasado, porque ella… Ella me gusta, Daisuke. Y creo que estoy enamorado… No, creo que siempre lo he estado.

El sonido de la puerta abriéndose los hizo voltear a ver a quien había llegado, encontrando a Yamato con una playera negra y su chaqueta en la mano. El rubio no se fijó en los menores hasta entrar por completo a la morada, sonriéndoles a modo de saludo.

—Ey, si salen, llévense algo encima. Está haciendo frío afuera. —Señaló con su pulgar a sus espaldas, estornudando seguidamente; mas su información no pareció relevante para ninguno de los dos.

Daisuke tomó sus cosas y salió corriendo fuera de la casa, pasando por Yamato, quien se tuvo que hacer a un lado para dejarlo pasar sin que lo arrollara en el proceso. Extrañado, vio cómo el Motomiya iba descendiendo con presura la escalera metálica hasta la planta baja, alejándose sin nada más qué decir; su azulina mirada pasó entonces a su hermano menor que se deshizo en el sofá de la sala sin humor alguno para hablar.

Yamato cerró la puerta detrás de sí y dejó sus cosas sobre la mesa ratona que estaba a pocos centímetros de tocar las rodillas de su hermano menor. El chico estaba mirando a la nada, inmerso en sus pensamientos y no creía que lo más recomendable sea preguntar al respecto, así que sólo se sentó a su lado para cambiar al primer canal que tuviese a la mano.

—Sora te envía sus saludos. —Habló Yamato sin apartar la vista de la pantalla.

—Que linda. —Comentó simplemente. —¿Fuiste a pasar con ella el día?

—Así es. Necesitaba ayuda con un proyecto para su Instituto.

—¿La pudiste ayudar?

—Sí, no es que fuese difícil. Ya sabes, sólo—

—Le dije a Daisuke que besé a Hikari. —Cortó Takeru de golpe y aquella noticia era poco novedosa para Yamato.

A diferencia suya, su hermano no podía vivir con la conciencia pesando ni aunque fuese por una pequeñez. Cuando Taichi se enteró de la efímera relación que Sora y él tuvieron, no se enteró por su boca y mucho menos enseguida; la idea de que Tai lo odiara era algo que lo hacía resguardarse aquella verdad y acabó por lastimarlo más. Takeru, por otro lado, era muy noble y aquel beso, que en realidad fue más bien un accidente antes que algo provocado, no pudo aguantarlo más y acabó por sentenciarse culpable.

Fue inevitable el sonreír ante la imagen de su hermano con aquel semblante triste y dolido. Recordaba las ocasiones en las que Taichi y él peleaban, claro que las disputas con el Yagami llegaba a puños limpios ya desde pequeños.

Llevó su mano hasta la cabeza de Tk y acarició lentamente su superficie, haciendo que lo mirara algo desconcertado. No lo culpaba, pues Yamato no era la personificación de la ternura.

—No le des tantas vueltas al asunto. Estamos hablando de Daisuke después de todo. —Takeru bajó la vista a la mesa ratona que tenía frente a él. —Daisuke se asemeja mucho a Taichi, así que cree en mí cuando digo que lo que más necesita en estos momentos es estar sólo y procesar la idea.

—Quizá tengas razón… ─Suspiró.

—¿Quizá? Soy tu hermano mayor, enano. Siempre tengo razón. —Dijo revolviéndole los cabellos para ponerse de pie.

Tomó sus pertenencias de la mesa y fue camino al pasillo cuando Takeru volvió a hablar desde la sala.

—Oh, por cierto, mamá salió ésta tarde por un llamado del trabajo de último momento. Dijo que traería para la cena.

Yamato detuvo sus pasos al oírlo y la pesadez en su cuerpo aumentó. Apretó con fuerza los puños para luego soltar toda tensión y caminar a su cuarto en silencio.


Corría con todas las fuerzas que su cuerpo podía dar, respirando como siempre lo hacía cuando entrenaba, pudiendo soportar largos recorridos como lo era aquel. El frío golpeaba sin piedad su piel pero no le importaba; es más, le gustaba encontrar aquella anestesia física que el frío provocaba en él, un distractor a su mente, concentrándose nada más que en la fuerza arrolladora del clima.

Llegó hasta su departamento y prefirió tomar el camino de las escaleras que el del ascensor, pues el ejercicio le sentaba bien cuando de mantener la mente ocupada se trataba, sin mencionar que lo último que quería era tener que ser amable con quien fuese a compartir la cabina. Llegó hasta el tercer piso y al pararse frente a su puerta para buscar la llave de ésta, su madre la abrió y halló a su hijo con el rostro sonrojado a causa del frío junto con la respiración agitada por el esfuerzo. Su madre no pudo decir nada, pues Davis avanzó al interior con un "debo hacer tarea" para correr escaleras arriba y entrar de un tirón a su cuarto, aunque la tranquilidad no lo esperaba dentro.

—¡¿Qué no tocas la puerta, duende?! —preguntó Jun en el suelo de su cuarto, hurgando en el cajón de su mesita de noche.

—¡Ésta es mi habitación, Goliat, no tengo por qué tocar la puerta! —Bramó su menor dejando sus cosas sobre su cama echa aún un revoltijo de telas. Jun le lanzó un par de calcetines hecho ovillo por haberla llamado "Goliat" para continuar en su búsqueda; no tendría que sorprenderse, Jun no le prestaba atención en lo más mínimo y menos cuando él trataba de "imponer respeto" y eso lo hizo enfurruñarse aún más, así que, con zancadas bien marcadas, fue hasta ella para estirar de su playera. ─¡Que te salgas, maldición!

─Ya, ya. Sólo quiero tu cable USB y te dejaré de molestar. ─Se soltó del agarre de su menor, regresando su atención a la mesita de noche.

─¿Y para qué la quieres? ¿Tienes la tuya, no? ─Estaba perdiendo cada vez más la poca paciencia que traía encima y su hermana no caía en ello o mejor aún, no le interesaba.

─Necesito pasar unas fotografías de mi cámara a la notebook, ¿contento, Sherlock Holmes? ─Contestó Jun sin mirarlo. —Al parecer alguien no está de buen humor.

—Oh, cállate.

Suspiró con resignación. Sabía que su hermana mayor no saldría de su cuarto ni de casualidad, así que no tuvo de otra más que esperar a que encontrara lo que sea que estuviese buscando. Rendido, fue a sentarse sobre su cama, recostándose sobre ésta, concentrando toda su atención en mirar el techo. Poco tiempo el silencio reinó su alrededor, pues su hermana volvió a hablar.

—¿El problema se llama "Hikari", por si acaso?

—No, el problema se llama "mi hermana no sale de mi cuarto" —Respondió sin la bravura inicial. Estaba agotado por todo el trote que dio de la casa Takaishi hasta la suya, sin mencionar el agotamiento mental que traía de estar congregado en una sala con Battle Academy toda una tarde, así que el mirar a la nada lo ayudaba a tranquilizar la mente y cuerpo que aún estaban alterados.

—Cuando vaya a la Universidad, serás el primero en lamentarse. —Comentó divertida Jun. Daisuke rodó los ojos, sin importarle que ella no lo vea. —Como sea, si no fueras tan desordenado, no estaría sentada aquí buscando una aguja en un pajar. Demonios, ¿por qué no puedes ser como Takeru?

Y nuevamente, comparándolo con el chico perfecto.

—Ya, no me hables de él. —Daisuke se sentó sobre la cama, fulminándola con la mirada para después centrar su atención sobre sus cosas junto a él.

—Wow… ¿Problemas en el paraíso? —Jun tomaba muchas cosas a la ligera, mucho más que él y precisamente en ése momento no deseaba escuchar sus bromas al respecto ni su supuesta sabiduría de hermana mayor, así que prefirió enfocar su atención en Battle Academy, mientras la pelirroja expandía su gran sabiduría de hermana mayor al aire.

Daisuke iba a tomar la caja de su nueva adquisición cuando la imagen de la cámara de Jun llegó a él. Sin pensarlo demasiado la tomó entre sus manos y la encendió para tocar los botones que ya conocía, reproduciendo todas las últimas imágenes que captó la Kodak semi-profesional de su hermana. Al principio, las fotos de ella con sus amigas y compañeros no le resultaron para nada raro, pero al ir pasando de éstas con el botón de "next", su sorpresa y confusión no tenía explicación.

—…¡Bingo, lo encontré! Vaya, creí que…—Jun volteó a ver a su menor con el cable negro en su mano, abriendo los ojos como platos cuando reconoció su cámara en las manos de Daisuke. —¡Suelta eso! —Bramó con fuerza, abalanzándose hacia él como si su vida dependiera de ello.

El menor se sorprendió de oír a su hermana gritándole de esa forma, así que no opuso resistencia cuando ella le arrebató el aparato de las manos. Jun era una persona despreocupada de la vida, era divertida y alegre, casi nunca se molestaba por las cosas, así que oírla gritar de esa manera lo sorprendió tanto así que no tardó en mirarla con el ceño bien fruncido. Su mayor le dio la espalda para apagar la cámara y buscar su estuche, teniendo a un Davis confuso detrás suyo.

—¿Qué eran esas fotos? ─Preguntó el muchacho pero Jun prefería hacer de cuenta que no lo escuchaba mientras metía el aparato en su estuche negro. Harto de ser ignorado por su hermana, la tomó del brazo para conseguir su atención. ─Respóndeme.

—Nada que te interese, duende. —Contestó ella riendo, tratando de volver a su tono normal, pero sin conseguir demasiado. Daisuke no pensaba dejarla marchar sin que le respondiese con total veracidad, así que cuando ella trató de soltarse, él aumentó la fuerza del agarre que ejercía.

—¿Por qué tienes tantas fotos de Mimi ahí, eh?

—No son—

—No juegues conmigo, Jun. —amenazó Daisuke sin paciencia, soltando su agarre. —Ella no se nota estar al tanto de esas fotografías… ¿Las sacaste a escondidas? ¿Acaso la estás acosando?

—¡Daisuke, estás delirando! —Dijo su hermana, pasando de él, intentando mostrarse calmada sin verdaderamente estarlo. Él la conocía.

—¡¿Estoy delirando?! ¡¿Y cómo explicas el hecho de que ella nunca mira a la cámara o son tomas entre arbustos?! ¡¿Por qué vi a Taichi en algunas de ellas o a Yamato?! —Explotó Daisuke, consiguiendo que su hermana se volteara a verlo con ojos furiosos.

—¡Me pidieron que haga un álbum de fotos de ella, ¿contento?! —Respondió.

—¿Quiénes?

Jun suspiró rendida para tomar sus pertenencias, mientras hablaba.

—Los del club de periodismo quieren hacerle un homenaje a la Presidenta Tachikawa, sin que ella se dé por enterado. Hizo muchas cosas buenas y todos le guardan un gran cariño, así que por esa simple razón, todo se está armando en secreto. —finalizó molesta y sin darle tiempo a responder, dijo. —Espero que guardes bien el secreto, hasta llegado el momento. —Sonrió finalmente.

Daisuke la miró un largo rato para así suspirar rendido.

—Bien. —la vio sonreír con emoción a lo que él, le señaló su puerta. —¡Ya vete!

Jun le sacó la lengua para así mancharse, dejándolo nuevamente sólo. Daisuke se sentó sobre la cama y miró el techo. «Ella está mintiendo.»


La sinfonía atrapante que Bach interpretaba se introducía con ahínco en su interior, meciendo su cuerpo con la gracia que debía enseñar. Sus pies en punta se movían pausadamente a grandes distancias, mientras sus brazos, firmes y gráciles, se mostraban por encima de la cabeza. Elevó su pierna derecha cuando así la velocidad de la pieza lo dictaba, y giró sobre sí misma para regresar a su centro y evocar la templanza.

Volvió al movimiento cuando los violines indicaron mayor velocidad y el chelo la hizo marcar saltos a cada compás que su gruesa voz decía. Se movía de un lado a otro, explayándose en el amplio escenario que tenía para ella sola, volviéndose una con la música que la envolvía. Volvió a girar sobre sí para después traer quietud a su cuerpo, elevando los brazos por encima de su cabeza, con la misma elegancia con que erguía su espalda.

La música se detuvo y ella también, pudiendo recuperar el aliento que el constante movimiento le arrebató. Oyó a su maestra aplaudir haciéndose con el escenario hasta llegar a ella. Zoe se enderezó sobre sus pies oyendo el eco que los aplausos de su mentor retumbaban en la amplia habitación vacía, siendo la única en hacerlo, pues la otra figura trajeada que ocupaba la última fila de asientos en el teatro, sólo se limitaba a mirarla desde lo alto en silencio.

—Eso estuvo fantástico, Izumi. —Felicitó la mujer con emoción y aunque la rubia le agradase escuchar esas palabras, no estaba tranquila. —Creo que ya has practicado lo suficiente que amerita este día, así que—

—No es suficiente. —las palabras de la maestra fueron interrumpidas por la potente y grave voz proveniente del fondo de la sala. La mujer se volteó a ver al anciano hombre de traje, recordando su presencia en aquel sitio siendo que durante las cinco horas de prácticas seguidas, él no dijo absolutamente nada. Por su parte, Zoe no apartaba la mirada del piso conociéndose las manías de su abuelo cuando de cumplir con sus ensayos se trataba. —Zoe ha faltado a su práctica de ayer; necesita compensar las horas perdidas.

La maestra frunció el ceño algo molesta por las palabras del hombre y cuando iba a decir algo, sintió la mano de su alumna sobre su muñeca, llamando su atención.

—Déjelo. Será peor si le lleva la contraria.

—Pero… —Ver la súplica en los ojos de Izumi para que guardarse silencio fue lo que la detuvo para hablar, asintiendo a su petición. Miró al hombre. —Una hora más de ensayo.

—No, deben ser dos horas más. —volvió a hablar el italiano y aunque la maestra iba a protestar por aquel abuso, Zoe volvió a llamar su atención.

—De acuerdo. Pondré de inicio la música. —Dijo mirando ahora a la menor, quien asintió con una pequeña sonrisa, viéndola marcharse hacia el estéreo, quedando a plena vista de su abuelo.

No levantó la vista del suelo, no cuando tenía los ojos del siciliano sobre ella, mostrando aquella desaprobación en sus orbes verdes. Él seguía molesto con ella por haberse saltado sus clases de ballet y de violín, pues al irse con Koji a su casa y haber pasado la tarde con él, el tiempo se le fue de las manos como agua entre los dedos. El no ir a sus respectivas clases iba en contra al acuerdo que tenía con su abuelo e incumplía con la promesa que le había hecho bajo la condición de vivir en Odaiba.

La música clásica volvió a sonar por los parlantes, llenando la amplia sala perteneciente a su estudio de ballet y con ella, Zoe se colocó en posición para iniciar con el baile al ritmo de la melodía. Amaba bailar y sentirse una con la música, pero si tenía a los ojos de su abuelo encima de ella, más la presión que ejercía en todo lo que ella hacía, provocaba en Zoe un sentido de la responsabilidad que iba destruyendo el gusto, convirtiéndose en una sensación desagradable cada vez que debía ponerse sus zapatillas de ballet o colocar su mentón sobre la barbada del violín y eso no estaba bien. Pero al hacerlo, estaba cumpliendo su parte del trato, entonces ese sacrificio valía la pena.

Contaba los compases en su mente mientras su cuerpo se movía a su conteo, repasando en su interior cada movimiento que debía hacer con la precisión necesaria. Pensaba en todo lo que conoció en Odaiba, en todas las personas que le agradaban de allí, en todos los pocos sitios que llegó a ir, en todas las cosas que estaba haciendo, organizando y en…

El recuerdo de su relicario llegó a su mente, el único recuerdo tangible que poseía de ellos. Sonrió sin darse cuenta, porque pensar en el relicario era recordar que fue gracias a éste que pudo por fin acercarse a Koji, porque tanto tiempo había soñado con poder hablarle, conocerlo más y ese día lo consiguió. Su mente fue rememorando cada momento de aquel día, vívido y lúcido, aunque fue esa misma lucidez la que la llevó a recordar que la tan amada y preciada pieza de valor estaba escondida entre sus prendas, todas ellas metidas en el bolsón que, en esos momentos, yacía junto a su abuelo.

El terror caló por ella al imaginarse al anciano arrebatándole aquel único recuerdo tangible que tenía de sus padres, porque la tenencia de aquella pieza era desconocida por él. Trató de calmarse, pensar que no había razón para que su abuelo hurgara en sus pertenencias o eso fue hasta que su teléfono, también metido dentro de su bolsón, comenzó a sonar a viva voz.

Vio a su abuelo tomar su bolsón con clara intención de buscar el bendito aparato que no daba tregua con una música electrónica a la qué se refería como "sonido hilarante y de mal gusto". Perdió los estribos y la concentración cuando el pensamiento de un "Detente" resonó en su cabeza con deseos de ser gritado para evitar que su abuelo conociera su secreto y fue aquel mismo miedo el que la llevó a tropezar y caer sobre su propio cuerpo, al mismo momento en el que un desgarrador sonido salió de su garganta por el dolor concentrado en su pierna derecha.

Ya no se fijó en si su abuelo siguió hurgando en sus cosas, porque lo único en que podía concentrarse era en el dolor experimentado. Se hizo un ovillo en el suelo, sujetando su pierna lastimada cuando su maestra corrió a socorrerle, intentando dar con el problema. La recostó contra el suelo y extendió su pierna con mucho esfuerzo ya que la sensación era horrible. Su llanto llenó el lugar como el palpitante suplicio que sentía.

—Zoe, escúchame —hablaba la mujer cuyo rostro veía sobre ella de forma distorsionada a causa de las lágrimas que empañaban su visión. —iré a llamar a una ambulancia. Te torciste el tobillo pero no sé qué tan grave es el asunto.

─¡Primavera! ─La voz de su abuelo la fue escuchando con mayor fuerza, fijándose que éste estaba aproximándose a ella al paso que sus gastadas piernas le permitían. Vio preocupación en sus ojos y sintió una pequeña calidez que amortiguaban momentáneamente su dolor. El hombre subió al escenario para ir hacia ella y tratar de flexionar las piernas para poder acercarse a la altura de su nieta. ─¿Qué sucedió?

─La maestra dice que me torcí el tobillo… Llamará a una ambulancia.

─Bien. ─Miró la pierna lastimada de su nieta y fue consciente de la gravedad de su lesión conforme la hinchazón tomaba lugar en el tobillo de la rubia. ─¡Por eso estoy en contra que dejes tus clases, Primavera! ¡Esto te pasa por no cumplir conmigo!

Y allí estaba nuevamente su tan conocido abuelo, el hombre que la culpaba de todo. Lo escuchó maldecir en italiano, mientras seguía echándole la culpa sobre todo lo sucedido.

—Tienes que concentrarte más, niña. No puedes estar lastimándote cada rato. ¿Sabes cuánto tiempo tardará en recuperarse tu pierna?

—L…Lo siento… —Las lágrimas corrían con mayor abundancia por la comisura de sus ojos, empapándole el rostro. —¿Quién llamó? —alcanzó a preguntar.

—No lo sé, no alcancé a encontrar tu teléfono en tu bolsón. —oír sus palabras hicieron más llevadero aquel suplicio que experimentaba la rubia. Cerró los ojos y entonces su maestra regresó con la seguridad de que la ambulancia estaba en camino.


—Maldición, no contesta. —se quejaba Mimi sentada en el asiento correspondiente al de la Presidenta Estudiantil. Dejó su teléfono sobre la mesa para pararse y caminar hacia la ventana que daba al patio del colegio, admirando como cada miembro se encontraba trabajando en la rutina correspondiente al festival del Hanami.

—Es extraño que no conteste. —alegó Miyako desde su asiento, recibiendo varios asentimientos por parte de los demás miembros de la mesa directiva.

—Tampoco ha venido a clases ésta mañana. —informó uno de los presentes que sería compañero de clase de la rubia.

Mimi observó un momento a los reunidos en aquella sala. No eran demasiados ya que la mayoría se encontraba con su respectivo club, practicando. Se encogió de hombros, suspirando. Tenía la cabeza hecha un lío y el que Zoe no haya venido a clases, sólo lo empeoraba aún más siendo ella la organizadora principal del evento. Yolei leyó la frustración en su amiga así que se puso también de pie para ir junto a ella.

—Escucha, no tienes por qué hacerlo de la manera en que él quiere. —Habló su amiga y aunque sabía que sus palabras eran ciertas, no podía simplemente hacerse con el papel del coordinador de la Banda y quedar como una autoritaria.

—Lo odio. —Habló entre dientes. Dirigió su atención a su reloj de muñeca y verificó que la hora de ensayo para todos los clubes había dado inicio hace unos treinta minutos. Miró a Yolei y finalmente, caminó hasta su pupitre para tomar su teléfono. —Bien, necesito una copia del cronograma de actividades y una con los nombres de los miembros de la banda de músicos del Instituto.

Ante su reciente orden, todos se pusieron en marcha para hacer las respectivas copias mientras Miyako miró sorprendida a su amiga.

—¿Lo harás entonces?

—No siempre podemos hacer lo que queremos. Y si quiero que todo salga bien, debo hacer sacrificios… —sonrió al mirar a su amiga. —¿Me acompañarás al nido de serpientes? —Miyako correspondió a la sonrisa de su amiga para asentir.

Cuando le entregaron las copias que había solicitado, uno de los presentes se acercó a la presidenta con una notoria preocupación en su rostro. Mimi le preguntó qué sucedió a lo que el alumno respondió.

—Ningún músico se encuentra en la sala del club de música, salvo los miembros propios de ésta.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿A dónde fueron? —Preguntó de inmediato Yolie.

—He oído que se marcharon a sus antiguos clubes. —fue la simple respuesta que dio el chico y aunque Miyako le seguía preguntando al respecto, Mimi sabía qué estaba sucediendo.

—Olvídalo, Yols. Debemos ir a solucionar primero ése asunto. —agradeció al informante para así tomar sus cosas y mirar la lista con los nombres de los músicos y sus anteriores clubes.


El único sonido que se oía en la sala era la improvisación de batería de Hirokazu, jugando con sus "bebés" mientras todos los demás integrantes se hallaban en sus respectivos lugares en silencio. Koichi miraba a sus costados, claramente preocupado por el mutismo excesivo que tanto su gemelo como el líder de la banda experimentaban, sin saber muy bien qué decir. La tensión que en un principio se sintió con el número excesivo de miembros con énfasis en instrumentos clásicos, se redujo al habitual número de cuatro chicos movidos por el rock y metal; aunque claro, en esos momentos el único movimiento que los mantenía allí era el berrinche que Kazu había hecho para hacerlos quedarse.

Una mirada de soslayo por parte de los dos "lobos solitarios" para que luego, cada uno, virase su mirada a polos apuestos. Koichi era el menor en aquel lugar, pero muchas veces era el más maduro cuando el infantilismo reinaban las esquinas con discusiones estúpidas como lo era aquella. El Kimura le dirigió una mirada cargada de preocupación al batero que prefería no darse por enterado de aquella batalla de silencios, intentando que el chico hiciese más que pasarse agitando átomos y calentando el aire. Kazu se encogió de hombros y dio un último golpe, poniéndose de pie con fuerza, convocando la atención de los presentes quienes lo miraron con duda.

—Ésto es ridículo. —Espetó molesto, siendo la primera vez que lo veían portando un semblante semejante. Se cruzó de brazos y aunque pareciese que nuevamente ninguno de los dos guitarristas lo tomaban enserio, alegó. —¿Estarán todo el resto de hora así? ¿Sin hablarse o mirarse?

Yamato se enderezó sobre sus pies para pasar por alto a Hirokazu e ir hacia la pared que el batero tenía a sus espaldas, ya que el Ishida tenía su teléfono cargando a través del enchufe múltiple. Se recostó contra la maciza estructura mientras tecleaba su móvil de forma indiferente.

—La única razón por la que sigo aquí es porque Koichi me lo pidió. —Alegó el Minamoto perdiendo la paciencia con la actitud del líder.

—Nunca has dependido de nadie, Minamoto. Puedes marcharte si quieres. —Respondió Yamato sin apartar la vista de la pantalla de su teléfono.

Koji iba a responder a sus palabras cuando Kazu intervino acercándose hacia Matt y en un rápido movimiento, le arrebató su teléfono de las manos. Yamato vociferó para que le devolviera su celular pero lo único que Hirokazu le permitió fue quedarse con el cable del cargador pendiendo de su mano.

—Ya tuvimos suficiente de ustedes dos actuando como cuales niños y créanme que el que yo lo esté diciendo habla de lo muy cansado que estoy de esto. —Recriminó el batero.

—Cállate y devuélveme mi teléfono. —Exigió nuevamente Yamato avanzando hacia el menor pero éste comenzó a esquivarlo por toda la habitación, anteponiendo instrumentos en su camino. —¡Deja de actuar como un niño y dame mi maldito celular!

—¿Piensas llamar a Tachikawa? —preguntó Hirokazu detrás de su batería y ante la negativa del líder, sonrió. —Bien, lo haré yo.

—¡Ni se te ocurra, idiota! —Bramó el Ishida persiguiendo al menor, quien se abría paso entre instrumentos con una agilidad increíble, mientras buscaba entre los contactos el nombre deseado.

—¡Bingo! —Gritó con emoción Kazu, apretando el ícono verde en la pantalla. Yamato no iba a dejar que eso acabe allí, así que se lanzó a por el chico para tomar su teléfono aunque no contaba con que el batero fuese tan rápido como para esquivarlo.

Matt acabó tendido en el suelo mientras una sonrisa triunfal se desataba en el rostro de su oponente, con el teléfono al oído.

—Ey, Tachikawa. ¿Cómo estás, preciosa? Te habla Shiota Hirokazu, el baterista más atractivo que conoces. —Hablaba el muchacho paseándose a sus anchas por la habitación, siendo observado por los presentes.

Yamato se puso de pie y se limpió los pantalones, al tiempo en que asesinaba con sus ojos a su batero. Por supuesto, Kazu no entendía de remordimientos así que su sonrisa sólo podía ensancharse conforme hablaba.

—Oh, ¿lo dices enserio? Perfecto. —Kazu apartó el teléfono de su oreja para lanzárselo a Yamato, éste tomándolo con una mano. —No me lo agradezcas.

—Eres un idiota. —Sentenció Yamato con poca gracia, caminando hacia la salida para marcharse de allí. Sin embargo, al abrir la puerta casi chocó con la figura de Mimi, quien tenía una mano hecha un puño en alto, con clara intención de llamar a la puerta. La atención que puso sobre la chica rápidamente fue dirigida al tumulto de personas detrás de ella, cada quien cargando el estuche de su instrumento. —¿Que hacen aquí? —Fue su pregunta y varias sonrisas se dibujaron en los rostros delante de él.

—¿Eso es todo lo que dirás? —Preguntó Mimi cruzándose de brazos y mirar a todos los músicos presentes con una gran sonrisa. —Espero que no se les haya subido los humos al creer que sólo ustedes tocarán el día del Hanami.

Yamato la miró con clara duda, no pudiendo creer lo que estaba escuchando y a sus espaldas, la curiosidad de Hirokazu y la de Koichi se visualizó por encima del hombro del vocalista, sonriendo con notoriedad.

—Demonios, no creí que la transmisión de pensamiento pudiese ser tan efectiva. —Comentó Kazu riendo, a lo que Yamato se volvió a él.

—De verdad eres un idiota sin remedio. —Espetó suspirando, claramente resignado. Miró a Mimi y ésta enarcó una ceja. Estaba esperando que le diese paso, así que sólo se hizo a un lado para que ésta ingresara con toda su gracia al recinto, siendo seguida por los demás miembros de la orquesta.

La habitación, que resultaba gigante para los únicos cuatro integrantes del club de música del Instituto, acabó por ser diminuta ante tanta cantidad de personas dentro. Yamato podía ver clara comodidad en todos, mucho más decididos a hacer que aquello funcionara y todo gracias a la presidenta. Buscó la figura de Mimi quien se hallaba observando el viejo piano en desuso, cuya única función en aquella sala era la de acumular polvo. La chica, en cambio, lo miraba con facsinación, como si estuviese delante de la octava maravilla del mundo hecha instrumento, viéndola pasar sus finos dedos por la repisa de madera que cubrían las teclas.

Quería acercarse a ella, quería agradecerle por haber hecho aquello posible, pero cuando se disponía a avanzar, la castaña lo miró y enseguida caminó hacia él con paso firme, con la misma decisión que la caracterizaban. Al plantarse delante suyo, extendió su mano y lo miró con seriedad. Al principio no comprendió sus acciones, pero fue cuando ella habló de tal forma sólo él pudiese oírla por encima del rugido propio de los presentes.

—Pedir que olvidemos todo para hacer de cuenta que nunca sucedió nada y fingir que somos los mejores amigos es pedir demasiado. Sé que acabaríamos odiándonos mucho más de lo que ya lo hacemos actualmente, así que te propongo esto… —Hizo una pequeña pausa para respirar con profundidad. —Hagamos una tregua temporal, a lo que va la organización. Hagamos nuestro mejor esfuerzo porque esto salga de la mejor manera y así regresaremos a ser como éramos antes, mucho antes de conocernos. Puedes hacer de cuenta que no existo para ti, como lo haré yo, pero mientras tanto, una tregua es lo que propongo.

Yamato la observó un momento sin decir nada, sólo contempló su rostro y la seriedad con que lo decía. Su propuesta no era para nada mala, sólo involucraba el tiempo necesario para dedicarlo al evento y pasado el tiempo, todo volvería a ser como antes, como cuando él no tenía otro problema que no sean su banda o sus calificaciones. Miró la mano de Mimi extendida delante de él y por más que en su mente la idea de que Mimi dejara de pertenecer a su vida resultaba algo idóneo, no podía procesarla del todo. Pensar que quizá se hubiese arraigado a su persona, hería enormemente su orgullo, así que no dejó espacios para sus caprichos y estrechó la fina y delicada mano de la muchacha, viéndola sonreír en el acto.

—Tenemos una tregua. ─Habló Yamato.

─Perfecto. —Miró a su alrededor cuando todos se hubieran ubicado en sus asientos, aguardando porque alguien encabezara el asunto. —¿Podría ver la lista de canciones que prepararon?

Koichi se dirigió hacia su mochila y sacó de ésta un papel algo arrugado con una lista de palabras en él. Se abrió paso entre la multitud a entregárselo a Mimi, quien al ver el estado de la hoja, se encogió de hombros. La muchacha caminó hacia el piano que tanto le gustaba para extender el papel sobre su lisa superficie, mientras era observada por todos los presentes.

—¿Ésta lista la hicieron ustedes? —Inquirió sin apartar la vista de la hoja.

—Así es. —Contestó Matt.

—¿Y progresaron desde el primer ensayo? —preguntó Mimi tranquilamente, volviéndose a los alumnos y recibiendo una negación colectiva. —No me extraña.

—¿A qué te refieres? —Preguntó Matt, cruzándose de brazos, no muy creyente de sus palabras o intuición. Ella le enseñó la hoja para decir.

—Porque son músicas a la que ellos no están acostumbrados, ni que ustedes tienen mucho conocimiento.

—Son las que la directora Oda aprobó, músicas tradicionales y algo antiguas. —Se apresuró a decir Iori, uno de los violinistas, tomando la palabra.

Mimi volvió a releer la lista y frunció el ceño, claramente dudosa de que pudiese dar resultados positivos. Estaba concentrada en sus pensamientos cuando vio a Yamato acercarse hacia ella, reconociéndolo por el rabillo del ojo.

—Mira a tu alrededor, Tachikawa, no somos músicos tradicionalistas… Conocemos éstas canciones pero no podremos ponernos de acuerdo porque, en primer lugar, ellos —Habló al indicarle con la cabeza la dirección donde se ubicaban los instrumentistas. —no tienen nuestra misma visión de la música. Somos estilos completamente distintos.

Mimi asintió a sus palabras hasta que finalizó, de esa manera ella se cruzó de brazos y se acercó un poco más a él, mirándolo con una pequeña sonrisa en los labios que bien él no supo a qué venía.

—No es necesario que me digas lo distinto que son ustedes con ellos, pero no trates de separar a la música como si de un bando se tratara. —Yamato abrió los ojos sorprendido ante la respuesta de la muchacha, haciéndola sonreír más. Alejó sus ojos del rubio para centrarse en los demás presentes, todos atentos a sus palabras. —La música es un sólo lenguaje y es el único que te hace semejante a otro. Eso dice mi tía Ritsuka. —Seguía hablando cuando caminó hacia el piano, sentándose sobre la butaca de éste, mirando a los instrumentistas. Una muchacha de entre los flautistas fue hablándole, diciéndole lo que creía sobre las canciones mientras ella la oía atentamente.

Yamato la observaba con disimulo, pudiendo percatarse que Mimi, a pesar de estarle observando a su interlocutora y asentir a sus palabras, su mano acariciaba lentamente la tapa del piano. ¿Tanto amor podía sentir una persona hacia un objeto material? Recordó inmediatamente el bajo que anteriormente pertenecía a su padre y de la manera en la que éste lo cuidaba, a pesar de ser un instrumento viejo y en desuso.

Trató de apartar la vista de Tachikawa, pero la sonrisa que ésta enseñaba era hipnotizante. Al parecer, el piano traía buenos recuerdos a la castaña y por más que tratara de ocultarlo, estaba presente en ella. Yamato no podía dejar de verla tan compenetrada con el instrumento, sonriendo de aquella manera tan angelical.

Sintió cómo sus latidos comenzaron a acelerarse, como cuando sintió sus brazos alrededor de su cintura al ir en motocicleta en busca de Inoue, o cuando la contuvo contra su cuerpo bajo la lluvia en busca de algún lugar donde resguardarla. «Maldición…» bramó en su interior, cansado de tener que estar a merced de tantas emociones contradictorias cuando de Mimi se trataba. Apartó, finalmente, sus ojos de ella. Sentía su rostro arder y eso no era bueno; para su suerte, todos estaban concentrados en las palabras de la flautista que hablaba con Mimi.

—Las canciones no están mal, —volvió a hablar Mimi con su voz firme pero dulce a la vez, ganándose la atención de todos sin emplear demasiado esfuerzo. Y por cómo se daba cuenta, todos los hombres presentes no apartaban sus ojos de ella, siguiéndola con la mirada por donde circulara. Ignorante del efecto que ejercía sobre la población masculina, continuó hablando. —Pero Yamato tiene razón… Quiero decir, Ishida… —la muchacha se dio cuenta de que lo llamó por su nombre, así que rápidamente se enmendó para intentar hacer como que no sucedió nada. ─, el repertorio es demasiado anticuado para lo que ustedes están acostumbrados… Así que podríamos centrarnos en cosas que ambos puedan manejar correctamente.

—¿Por ejemplo? —preguntó Koji uniéndose a la conversación.

Mimi le dio la razón al Minamoto, indicándole con su índice para así girarse sobre sí misma, volviendo a tener frente a ella al piano y dándole la espalda a la sala entera. La chica levantó la tapa del instrumento y así, comenzó a tocar la tan conocida melodía de Let it be. La mirada de la chica fue dirigida al público a sus espaldas, sonriéndoles de esa manera tan coqueta que podría hacer delirar a cualquiera.

─Todos en la sala lo conocen, ¿no? ─Habló ella, sonriendo aún más al ver la afirmativa respuesta de sus acompañantes. Sus castaños orbes fueron a parar exclusivamente en dos personas. ─Hirokazu, márcame el ritmo, por favor y Tomoki, ¿puedes seguirme con el violín? —preguntó Mimi, dirigiéndose a los dos estudiantes que se hallaban sentados uno junto al otro.

─Una chica con decisión, me gusta. ─Alegó el batero entusiasta para posicionarse tras la batería y hacer girar sus palillos en cada mano, lanzándose a marcar el ritmo de la Tachikawa.

Por su parte, el joven muchacho de primer año que sostenía su instrumento en mano, colocó la barbera bajo su mentón y a la base contra su hombro, permitiendo mayor comodidad a la hora de desplazar el arco sobre las cuerdas y producir su agudo sonido, yendo a la par con la melodía que Mimi estaba tocando.

La combinación entre los instrumentos de distintos estilos era sublime, tranquilo y pulcro, todos se deleitaban con la improvisación o eso fue hasta que Mimi volteó a ver a la chica flautista que había hablado hace un momento, indicándole que los siguiera; la muchacha de segundo asintió a la castaña para ejecutar las tan conocidas notas de aquel clásico de The Beatles.

Todos fueron conscientes de la espontanea creación que estaba surgiendo, siendo contagiados por la sensación inexplicable que la música generaba en aquella sala. Junpei Shibayama tomó su trombón y se unió a la agradable sinfonía; su agravado tono contrastaba con la finura inicial, pero hizo un dúo perfecto con las flautas que lo precedían, recibiendo a Tomoki en compañía con otros instrumentos de viento, dándole más cuerpo a la música.

La batería se hizo sonar con más fuerza y a ella, los demás instrumentos se hicieron escuchar, sonando cada vez más entusiastas y transmitiendo la emoción que reinaba en ellos. La melodía volvió a la tranquilidad de los violines y flautas, susurrando el coro de la canción para que interpretaban. Mimi volteó a ver al resto de los integrantes de The Warrior Wolf, para instarlos a que se acoplen y movido por la música, tanto Koichi como Koji se hicieron notar con su bajo y guitarra respectivamente. La suma de aquel nuevo cántico que de la mano del Minamoto y Kimura se oyó, cambió completamente la esencia angelical que predominó en un principio, de ésta manera, el rugido sensual de su guitarra otorgó el sentido de lo extraordinario, lo atrevido y poderoso. Había magia en el aire y todos no dejaron que ella se marchara, pues enseguida, todos los que aún no se entremezclaron en la melodía, tomaron en mano sus respectivos instrumentos o situándose con éstos, comenzaron a ir al mismo compás, sumándose al deleite sonoro que estaban experimentando.

Yamato miraba a su alrededor y por primera vez pudo ver armonía fluyendo con la melodía, apreciando la belleza casi palpable que el sonido emitía. Todos estaban a gusto tocando, disfrutando del momento tan sublime que la música les permitía, conectándose por primera vez en todo el tiempo que llevaban practicando. Matt sonrió al ver la escena, realmente sorprendido de que en cuestión de segundos, todo pudiese ir como viento en popa.

La música fue encontrando su final y todos dieron de sí para que su desceso fuese lo más hermoso que hayan escuchado alguna vez. Las miradas que fueron compartiéndose entre todos expresaba emoción y alegría, porque al fin sonaban como uno, como un solo ser.

─Vaya… Nunca creí que la música clásica pudiese combinarse con lo que ustedes tocan. ─Alegó una muchacha, dueña de un chelo que traía entre las piernas. Muchos asintieron a sus palabras, también sorprendidos de que la combinación que hicieron no les haya explotado por la cara.

─De hecho, ─habló Yamato. ─el heavy metal surgió a base de la música clásica. Compositores como Beethoven, Mozart, Dvorak, Tchaikovsky entre otros han inspirado a los actuales compositores de metal.

─Eso es verdad, ─lo respaldó Kazu desde su "trono". ─Beethoven's Nightmare de Dragonland es un tributo a éste.

─¿Qué me dices de Angra, Therion o Apocalyptica? ─Aportó Koichi emocionado.

Todos los clasicistas se enviaron miradas sorprendidos de lo que estaban escuchando, aún procesando tal información. Mimi no podía resguardarse la sonrisa del rostro, pues ver que ambos mundos por fin comenzaban a girar en un mismo sentido, era alentador.

─Es fascinante oír que entre el clásico y el metal hay tantas cosas en común, ─alegó una muchacha, sentada junto a Jumpei, poseedora de su mismo instrumento. ─pero la directora Oda no estará tan convencida de que toquemos alguna música que no se haya aprobado anteriormente, ¿me equivoco?

Al terminar de hablar, o mejor dicho, al terminar de mencionar a la mujer encargada del Instituto, todos fueron encogiéndose de hombros con decepción pues la muchacha tenía razón: Oda jamás permitiría que sus órdenes fuesen abolidas. Los músicos comenzaron a enviarse miradas dubitativas entre ellos y aquello no pasó desapercibido por Mimi. Ella posó sus dedos superficialmente sobre las teclas, pudiendo no hacer más que mirarlos en silencio, conteniendo la angustia que en ella iba ganando terreno.

A su mente se revolvieron las palabras amenazantes que Oda le había dirigido aquella ocasión en donde el proyecto Hanami se le fue informado. Sin embargo, el oír la armonía que tantas personas tan diferentes podían crear, era sublime y algo que nunca había presenciado antes. No podría perdonarse el ser la razón por la que algo tan hermoso deba morir sin haber podido siquiera existir más allá que un triste salón. No podía hacerles esto a ellos. Dirigió sus ojos hacia Yamato y vio la preocupación en sus orbes azules, enviándose miradas con Koji y el resto de los muchachos de la banda. Apretó con fuerza las manos encerradas en puños.

Giró su cuerpo nuevamente, pudiendo mirar a todo y cada uno de los presentes, siendo visualizada por ellos de igual forma; congregó todo el aire que pudo en sus pulmones y dejó escapar un pequeño suspiro, enseñándoles seguidamente una de sus mejores sonrisas.

—No se preocupen por la Directora que yo hablaré con ella. —finalizó para guiñarles coquetamente.

Un suspiro unánime se oyó en el lugar seguido de una carga de sonrisas y alivios colectivos que la hicieron sentir que estaba haciendo algo bueni, algo bueno por alguien más que ella misma y esa sensación fue algo maravilloso. Se enderezó entonces y aplaudiendo, llamó la atención de todos.

—¡Bien, hagamos bien esto y mostremos que la música es un lenguaje universal! —Todos asistieron a sus palabras, mostrándose realmente a gusto con los cambios realizados.

—Renovaremos las canciones —habló Yamato a lo que Mimi afirmó sus palabras para tomar nuevamente la lista.

—Viendo que muchos serán los cambios a realizar, los horarios de ensayo se ampliarán hasta los fines de semanas y… —La emoción inicial fue puesta en duda cuando la presidenta extendió los ensayos, mostrándose claramente inconformes con ello.

Yamato no los culpaba, pero Mimi tenía razón; si querían hacer un buen trabajo, necesitan esforzarse el doble, así que su voz se levantó con fuerza.

—No sé ustedes, pero el Hanami está a la vuelta de la esquina. El que salga algo decente del interior de estas cuatro paredes, depende de ustedes y del nivel de sacrificio que den. Además —sus orbes azules acabaron por centrarse en Mimi al opuesto de donde se encontraba él. —,en lo personal, no encuentro sacrificado el tiempo que le dedico a la música. Si esto es lo que verdaderamente les gusta… Una eternidad se volverá un segundo.

Mimi no contuvo la sonrisa del rostro al oírle decir esas palabras, porque ella también creía en ello.


Cuando la maestra de cálculo acabó de transcribir los últimos dígitos del resultado, la campanilla sonó para alivio multitudinario, incluso para la mujer con sus cuarenta y tantos años encima. Las estudiantes no esperaron a ninguna invitación para levantarse de sus lugares y comenzar a amontarse en la salida en busca de un respiro para que la siguiente clase las volviera a congregar sobre sus respectivos asientos. Sora guardó sus cosas bajo su pupitre, mirando la hora en su teléfono, suspirando. No podía esperar a que aquel día acabara para irse a su casa, pero al parecer el tiempo no estaba a su favor.

Se levantó de su asiento para caminar hacia la salida; ya tenía previsto ir a la sala de su prima para almorzar con ella, siendo la única compañía con la que no se sentía completamente fuera de lugar. Mirara donde mirara, todas las chicas a su alrededor lucían accesorios de diseñador y eran poseedoras de cosas costosas que a ella no le interesaba porque simplemente no era como ellas. Mirarlas midiendo su valor a partir de su tenecia era enfermizo, así que prefería reducir su compañía a la de su querida prima, pues si ella no soportaba estar entre aquellas muchachas pretenciosas, Ruki las aborrecía a muerte. Sonrió al pensar en la Makino y en su arisca personalidad, totalmente ajena a lo que los demás pudieran pensar de sí misma.

A ella, el recuerdo de aquella chica, Tachikawa Mimi llegó y no podía evitar ver su rostro en cada una de las estudiantes que conformaba su sofisticado Instituto. Refunfuñó molesta, cruzándose de brazos al imaginarse a Taichi junto a ella, babeando como lo hacía en el partido de Basket de Takeru.

Negó con la cabeza al hallarse pensando en esas cosas como si fuese a preocuparse con quien estuviera él. Echó un suspiro y siguió caminando, doblando la esquina que la dirigiría al salón de su prima aunque no contaba con el chocarse con otra persona.

─L…Lo siento ─Se disculpó mientras se recriminaba internamente por el estar con la cabeza en el aire. Cuando se fijó a quién había chocado, se sorprendió y así mismo Reiko quien acabó sonriendo con esa ligereza y frescura que la caracterizaba.

─Ey, Sora. ¿Cómo estás? ─Habló ella. Sora sonrió al igual que a las chicas que acompañaban a la muchacha.

─Bien y ¿tú?

─Bien, gracias. ─La chica apoyó todo su peso sobre una pierna, mirándola con confianza, haciéndola sentir ciertamente intimidada. ─¿Qué me dices? ¿Te gustan las fiestas, Sora?

─Pues, sí. ¿A quién, no? ─Respondió, intentando apartar de su cabeza la voz de Ruki diciéndole que se alejara de la Kurosawa.

─Me gusta tu actitud. Escucha, mi banda y yo estamos buscando recaudar fondos para un concierto que habrá en Octubre, así que organizaré una fiesta. Aún no tenemos fecha, pero ¿te gustaría ir?

La mirada de todas sus acompañantes se centraron en ella y eso hacía mucho más difícil la permanencia en aquel sitio. Sonrió, intentando parecer relajada, pero antes de responder sintió una mano jalando de su brazo.

─Sora. ─La voz de Ruki intervino, haciéndose notar frente a Reiko y las demás muchachas. La Kurosawa sonrió de costado al ver a su prima, pero enseguida regresó su vista a Sora.

─Avísame si te apetece la idea. ─Se despidió de ambas primas para retirarse en compañía de sus amigas.

Ruki las vio marchar con el ceño muy fruncido, demasiado para su gusto y eso sólo la hacía sentir más curiosidad por lo que su prima sabía y no le ha querido decir. La Makino se volvió a ella con fuerza.

─¿Qué te dije de andar con ella?

─Ey, tranquila, solo hablábamos. No eres mi madre. ─Respondió enseguida, molesta por lo estoica que podría llegar a ser Ruki.

─Tch. Me lo agradecerás. ─Volvió a mirar por donde se marchó la Kurosawa. ─¿De qué hablaban?

─Sólo de su banda. ─Dijo y aunque la idea de ocultarle sobre la fiesta no le sentaba de maravilla, sabía lo exagerada y sobreprotectora que podía llegar a ser Ruki, así que prefirió obviarla. ─A todo esto, ─cambió de tema enseguida. ─Takato hizo un pedido a la florería. ─La atención de Ruki que estaba por donde Reiko se marchó, se vino con urgencia sobre su prima cuando el nombre del Matsuda se oyó, haciéndola sonreír divertida.

─¡¿P…Por qué estás sonriendo, tonta?! ─Reclamó la pelirroja, sacando de la mayor una sonora carcajada, que sólo hizo rabiar más a Ruki. ─Tch. ¿Y…?

─¿Y qué? ─Preguntó Sora haciéndose la tonta, consiguiendo que la menor la comenzara a fulminar con la mirada por estarle haciendo esas cosas. Rió un poco más para así contestarle. ─Sólo eso. Vino ayer de tarde para hacerme un pedido de crisantemos blancos y se veía bastante sonrojado. ¿Sabes algo al respecto, Ruki? ─Preguntó lo último de forma cantarina, avergonzándola por completo.

─¡¿Cómo podría saber eso?! No es que seamos nada más que amigos. ─La mirada pícara de Sora no ayudaba con su sonrojo, así que comenzó a caminar a grandes zancadas sin interesarle que esté llevando falda.

─¡Ey, espérame! ─Gritó Sora detrás suyo, no pudiendo contener la gracia que los arranques de su prima le provocaban.


─Buen ensayo, muchachos. ─Dijo Mimi una vez que todos comenzaron a guardar sus instrumentos de regreso a sus estuches con la intención de marcharse.

El ambiente era armonioso y agradable, pudiéndose leer eso mismo no sólo en el ensayo que tuvieron, sino en el rostro de todos los presentes que, a diferencia de los anteriores encuentros, no veían la hora por que acabara. Los estudiantes fueron saliendo, despidiéndose de Mimi quien estaba ayudando a Koichi a juntar los cables para colocarlos en sus respectivos lugares, como de Yamato también, estrechando su mano o dedicándole un pequeño cabeceo en forma de respeto.

Hirokazu miraba a lo lejos cómo los saludos al líder pasaban a segundo plano para éste, pues su atención sólo podía centrarse en un figura en específico y no se trataba de Koichi, sino en la muchacha que reía a su lado. Kazu sonrió ampliamente para acercarse hasta el Ishida, quien no había notado tal detalle por estar observando a Mimi. El Shiota sonrió para propinarle un golpe a las costillas a su líder con su codo, consiguiendo que el rubio lo fulminara con la mirada.

─¿Por qué mierda hiciste eso, Kazu?

─Oh, vamos… Yo que tú diría "Oh, Hirokazu, eres mi héroe". ─Yamato rodó los ojos hastiado, volviendo a su labor de meter a su guitarra de regreso a su estuche.

─Por favor. ─Respondió Yamato.

─Es la primera vez que diré esto ─Dijo Koji acercándose a sus compañeros con su bajo a cuestas. ─pero el idiota tiene razón. No ibas a ceder de no ser porque él te obligó.

─Mira quién ya habla. ─Dijo el Ishida con una sonrisa divertida, viendo como un pequeño sonrojo se apoderaba de su bajista. ─Bien, bien… ¿Quieres un agradecimiento, Kazu? Pues─

─¿Agradecimiento? ─La voz de Mimi uniéndose a ellos, lo interrumpió. La mirada de los miembros de The Warrior Wolf se volcó sobre ella, siendo los únicos restantes en aquel cuarto. ─¿Me he perdido de algo?

─Sin duda, muñeca. ─Habló Hirokazu rodeando con su brazo los hombros de Mimi, sin apartar la vista divertida de Yamato. ─Estás por presenciar un momento histórico. A ver, Yama… Dilo lento y sabroso.

Yamato se apretó con fuerza el puente de su nariz para intentar contener cualquier instinto homicida contra su batero, repitiéndose lo tedioso que sería hacer de vuelta un casting en busca de un reemplazante. Suspiró finalmente y al levantar la vista, encontró a todos mirándolo atentamente, incluso a Mimi.

─Maldita sea… ─Murmuró entre dientes.

─¿Perdona? ─Hirokazu no se lo estaba poniendo fácil. Negó con la cabeza para encogerse de hombros.

─Bien. Hirokazu, yo… Yo te lo agradezco. ─El aullido que pegó el batero fue algo para recordar mientras comenzaba a bailar en su lugar.

─A que no fue tan dificil. ─Habló Koichi divertido, ganándose una mirada ceñuda por parte de su líder.

─Ya, ya. Levantaste el ego de Kazu, ya has contribuído con la humanidad. ─Respondió Koji restándole importancia, encaminándose a la salida junto con su gemelo. ─Nos veremos mañana.

─Hoy, definitivamente, dormiré con una sonrisa en el rostro. ─Vociferó Hirokazu siguiéndolos, pero antes de marcharse, se volvió al Ishida. ─Ey, Matt…─Lo llamó y cuando éste lo miró, vio como Kazu le indicaba con la cabeza la dirección en la que Mimi se hallaba de espaldas. ─De nada, Viejo. ─Susurró para salir, finalmente.

Yamato suspiró rendido. No había caso con su amigo, era un idiota sin remedio. Pero a pesar de decirse eso, no pudo evitar buscar la imagen de Mimi, encontrándose con la muchacha acariciando las teclas del piano con tanta delicadeza y dulzura. Se maldijo internamente y la maldijo por ser condenadamente hermosa, volviendo la atención a su guitarra para cargarla en su espalda.

─Tachikawa, ─llamó Yamato, viéndola girarse hacia él con sobresalto. La muchacha miró a su alrededor buscando la imagen del resto de músicos. ─debo cerrar la sala.

─Entiendo. ─Respondió, pero antes de tomar su bolsón para marcharse, se detuvo en el último instante para cerrar su mano en un puño y morderse los labios con indecisión. ─Podrías dejarme la llave y yo la cerraré. ─Ofreció de última instancia sin mirarlo.

─¿Qué tu novio no te espera afuera? ─Inquirió con duda a lo que ella negó con la cabeza.

─Tuvo un imprevisto que solucionar, así que llegará tarde. ─Lo miró entonces y la distancia en ambos parecía ser tan escasa por más que estuviesen en polos puestos de la sala. ─Prometo cerrarla. ─Finalizó.

Yamato se pasó los dedos por el cabello como siempre lo hacía cada vez que estaba nervioso, sujetándose la nuca con éstos. Miró el techo y se odió por ser tan débil. ¿Es que acaso él no podía negarle nada?

─Bien. ─Ella lo miró entonces a lo que él le lanzó las llaves, las cuales atrapó con algo de torpeza, pues lo suyo no era precisamente la agilidad. ─Ciérrala cuando te marches.

─Te dije que lo hare. ─Respondió ella hastiada, pero sin borrar la sonrisa en el rostro y de ésa manera, regresó su atención de vuelta al piano, levantando la tapa.

Él la vio un momento más para así encaminarse hacia la salida, pero cuando estuvo por cruzar el umbral, se detuvo pues Mimi comenzó a ejecutar el piano con aquella melodía de Snow Patrol que ella no pudo cantar en la competencia de canto. Su mano se posicionó sobre el contramarco de la puerta y la estrujó con fuerza recordando la forma en que Mimi quedó helada aquel día, como si estuviese siendo expuesta a una tormenta. Entrecerró los ojos y la miró por sobre el hombro.

Mimi, por su parte, fue tocando con delicadeza cada tecla, rememorando la misma melodía que en algunos sueños recordaba a su tía cantar con las lágrimas a flor de piel. Inmersa en sus memorias, no se percató que Yamato no había dejado la sala cuando creyó que lo hizo y fue consciente de ello cuando éste se acercó hasta ella, dirigiendo su atención a un enchufe por el cual conectó el cargador de su teléfono. Mimi dejó de tocar cuando lo vio recostado contra la pared.

─Creí que te marchaste. ─Habló ella.

─¿Por qué te detienes? ─Dijo, ignorando sus palabras. Él fingía que la pantalla de su teléfono era mucho más interesante que ella, así que comenzó a teclear sin sentido para mantener aquella mentira. Mimi lo estudió un momento más hasta que él enterró su mirada azulina sobre ella.

Enseguida, la muchacha reactivó sus dedos sobre las teclas, continuando con la misma melodía.

─El idiota de Hirokazu desconectó mi teléfono para llamarte, así que─

─¿Para llamarme? ─Inquirió ella, confusa. Él lo miró con la misma sorpresa. ─Él no me llamó y menos de tu teléfono.

─Entonces, tú…

─Vine por mi propia cuenta. ─Finalizó ella regresando su atención sobre sus propios dedos, meciéndolos con ligereza.

Un momento de silencio se acomodó entre ambos, respaldado por las notas que Mimi se encargaba de realzar y durante aquel mutismo, cada uno tenía la mente llena de pensamientos al respecto. Yamato se aclaró la garganta en un intento vano por estabilizarse, mas al mirarla, su mente pareció desconectarse.

─Ese idiota me obligó a agradecerlo, cuando en realidad… Debería de agradecerte a ti. ─Mimi abrió los ojos sorprendida, pero sin atreverse a mirarlo a él, no pudiendo detener el sonrojo que comenzaba, de a poco, a teñir sus mejillas. ─Hoy fue uno de los mejores ensayos a los que alguna vez participé y fue gracias a ti. ─Él cerró los ojos, maldiciéndose por no poder expresarle todo lo que realmente sentía. ─T…Tú… Debiste haber ganado cuando─

─No digas eso. ─Ella lo frenó de inmediato. Él abrió los ojos para mirarla y se encontró con sus castaños orbes puestos sobre él, con aquella belleza ingenua que muy pocas veces dejaba verse. ─Eres un buen líder. Vi como todos te guardaban un gran respeto.

─Por supuesto… ─Dijo con sarcasmo, sonriendo de costado.

─No miento, Ishida. ─Ella dejó de tocar para girar su torso por completo a su dirección, mirándolo detenidamente. ─La razón por la que todos acabaron molestos, fue porque tenían grandes expectativas de ti. Lo sé.

Él no podía dejar de mirarla y ella tampoco rompió el contacto; es más, la vio sonreír de una manera que hizo a su corazón bombear con mayor fuerza, sintiendo el ardor en sus mejillas.

─Deberías de tenerte más confianza, Yam… Ishida. ─Se corrigió, siendo ahora ella quien acabó sonrojada, bajando la mirada. ─Aquella canción de Pink Floyd… Creo que te identificaste un poco, ¿no?

La sorpresa que sus palabras generaron en él, no tenía precedentes. Ella ya no ejecutaba el piano, pero fue delineando con su dedo índice los sostenidos. Mimi pudo ver a través de él con tanta claridad que tuvo miedo; sí, miedo a que ella supiera lo débil que él era muy en su interior. Su corazón no dejaba de bombear con fuerza, sintiendo el eco del mismo, junto con la voz de su padre diciéndole que no sea como Pink Floyd.

Hey you es sin duda la pieza clave del álbum de The Wall… Tiene una fuerza descomunal. ─continuó diciendo Mimi para sorpresa suya.

─¿P…Por qué lo dices? ─Preguntó, más a modo de entender qué creía ella a otra cosa.

─Bueno, es la canción que explica cuál es la razón de ser de las demás canciones; quién es el verdadero enemigo, siendo una petición de ayuda antes de caer definitivamente. ─Sonrió para sí misma. ─Mi padre solía contarme con profundidad sobre esto. Lo tengo grabado desde niña. ─Suspiró. ─Es… Básicamente un reclamo por ser ayudado antes de ceder a la oscuridad del mundo que presenta; sin embargo, la ayuda que podría recibir sólo es una fantasía… Su muralla es demasiado alta y demasiado fuerte.

─¿Su muralla? ─preguntó sin darse cuenta a lo que ella asientió, para mirarlo con aquellos ojos avellanas.

─Pink se da cuenta de su error al construir una pared completa que lo alejó de todo; porque la gente se necesita los unos a los otros, pero si uno trata de hacerse independiente a la ayuda de los demás, caerá. ─La vio encogerse de hombros, mirando sutilmente al suelo. ─A veces creo que habla de mí… De que─

De que eres Pink Floyd. ─Susurró, rememorando la voz de su padre al decirlo. Ella dirigió sus ojos hasta él, para asentir.

─Así es. ─Esbozó una sonrisa, negando con la cabeza. ─Es ridículo, pero…

─No, créeme. ─Habló él al pasarse una mano por el rostro, intentando contener la conmoción que en él iba aumentando. Darse cuenta del significado real que las palabras de su padre le dijo alguna vez, era abrumador; pero siendo ella quien se lo haya dicho, sólo causaba un sentimiento nuevo. ─Oírte hablar de Pink Floyd es extraño.

─Lo sé. No es tanto mi estilo, pero su profundidad es innegable. ─Nuevamente, sus miradas se cruzaron y la conexión que existía en ambos, la evidente conexión, volvió a hacerse presentes. Él sonrió ligeramente.

─Puedes… ─Se aclaró la garganta, sintiéndose como un idiota. ─Puedes llamarme por mi nombre, si es que…

Ella se sonrojó con fuerza ante sus palabras y eso sólo hacía más divertida la situación. Le gustaba ponerla nerviosa, verla indefensa bajo su presencia, pero cuando ella iba a decir algo, el sonido de la puerta al ser golpeada por alguien, los alertó.

La imagen de Michael parado en la puerta, hizo que Mimi se pusiera de pie casi de inmediato, alejándose de Yamato enseguida. Matt la vio alejarse y entonces supo que debía de hacer lo mismo.

─¿Lista? ─Preguntó él con una sonrisa amable, pero aquello se puso en duda cuando sus ojos esmeraldas se posaron en los del Ishida. ─Ishida Yamato, ¿no?

─Así es. ─Respondió simplemente, viéndolo ingresar a la sala a paso ligero, bamboleándose con aquel aire de príncipe encantador que lo hastiaba. Frunció el ceño cuando el norteamericano extendió su mano delante de él.

─Soy Michael Borton. Conoces a mi padre, pero aún no tuve el agrado de presentarme a ti. ─Yamato estudió la mano del extranjero por demasiado tiempo para finalmente tomarla en forma de saludo. ─Mimi me ha hablado de tí.

─¿Oh, enserio? ─Preguntó y la comisura de sus labios trató de curvarse hacia arriba, mas la sensación que le producía el norteamericano no ameritaba a nada.

─Si. Normalmente, es para quejarse, pero me pareces agradable. ─Finalizó, soltándolo y así centrar su atención de regreso a su novia.

─¡Michael! ─Reclamó por haber dicho esas cosas, ganándose la mirada de ambos rubios. Ella no pudo mirar más a Yamato a los ojos y eso sólo lo hizo fruncir el ceño.

─¿Lista, princesa? ─La chica se acercó para que Michael la sujetara por la cintura de una forma posesiva, algo muy extraño en él. Miró a Yamato con una sonrisa ciertamente desagradable, al decir. ─Bien, fue un gusto, Ishida.

Sin más, comenzó a caminar con Mimi de vuelta hacia la salida. Yamato los vio marcharse y a cada segundo que pasaba, una furia calaba con ardor en su interior. Cerró los puños a cada lado suyo, hincándose las uñas en sus palmas, conteniendo las ganas de acertar un golpe limpio en el rostro del gringo. Cuando estuvo finalmente solo, se recostó contra la pared y se llevó ambas manos al cabello, intentando tranquilizarse pero sin conseguir resultados positivos. Odiaba a aquel chico.


Aclaraciones:

1.Odaiba Kaihin Koe: Es uno de los sitios más importantes de Odaiba. Un espacio que permite disfrutar de la vista de Tokio desde otro angulo, pudiendo apreciar la zona de Tsukiji y Ginza desde la distancia. Para fotografiarse junto a la Estatua de la Libertad japonesa y recorrer un sendero verde con ciruelos que explotan en Abril. La puerta de entrada a una isla artificial que impresiona por lo futurista y ordenada.

2. 270 yens: Equivale más o menos a 8 dólares. En Japón es poco comercializado el asunto de los preservativos últimamente, así que su precio es algo elevado. Según estuve leyendo, la venta de condones está hundiéndose cada vez más a causa de que los nipones prefieren el ciber-sexo… Sep, es raro ._.

3. Fune-no-Kagakukan Station: Es una estación de la línea Yurikamome en Koto, operado por Tokyo Waterfront Ner Transit Corporation.

4. Obasan: Es la forma poco formal de referirse a una Tía.

5. Hospitalidad Japonesa: Los invitados no deben hacer absolutamente nada en la casa, sólo los miembros de la familia son quienes se encargan de abastecer al recién llegado de todo lo que necesite.

6. Contestar el celular entre varias personas: Los japoneses son amantes de la tranquilidad, así que contestar llamadas en una reunión podría ser considerado como falta de respeto, así que lo mejor sería pedir permiso para contestar la llamada a los que yacen presentes.

7. Battle Academy: El único juego de estrategia por turnos basado en la Segunda Guerra Mundial que está disponible para consolas. Battle Academy es un auténtico clásico.

8. Kamen Rider: es una de las más populares series japonesas del género Tokusatsu. Un Kamen Rider es un súper héroe biónico, normalmente basado en un insecto que monta una motocicleta y que combate a una organización malvada.

Notas de la Autora:

¡Hola, Hola!

Lamento la tardanza, pero aquí traigo otro capítulo más :D Yey!

Época de parciales acarrea… ¡Epoca de finales! Y para nada divertidas u.u fue una tortura, pero al menos ya pasó xD

¿Cómo han estado? Espero que bien :D por aquí con muuucho frío, pero me encanta en frío *w* ya, ya, hablemos del fic que les hice esperar mucho (lo sientooo)

¿Qué les ha parecido? ¡Mucho drama, nuevamente! Y ahora se está yendo en picada la super amistad entre Daisuke y Takeru e.e Lo sé, sé que me pidieron que no lo arruinara, pero lo hice u.u mas no desesperen que esos dos son super amis xD Ya verán e.e

Y qué tenemos por aquí… ¡Si, Kenyako! Bien dulce, dulce para compensar el tiempo que no les puse al frente. Y es que Ken ya tenía que ponerse los pantalones en su relación con Yolei. Oh y el Taiora (amors) se está moviendo por lo bajo y por lo silencioso, tranquilos que pronto los pondré al frente también.

Pero hablemos de lo más importnate… ¡Mimato! ¿Qué les pareció la interacción entre esos dos? Yo diría "indecisa", que se odian, que se aman, que se tienen ganas que no sé…

En fin, agradezco a todas las personas que me leen y que le encuentran entretenido el hacerlo :D Así también, le agradezco a las personas que se toman el tiempo para dejarme un comentario A

Y bien, me despido para ir a escribir el siguiente capítulo :D

Un beso! ^3^


Nuevamente gracias por los comentarios, principalmente a:

* Nanamisama: Holaaa! ¿Cómo estás? Me alegra tanto que te enganches con la trama :3 gracias por tu comentario jajaja todos estamos odiando a Yamato, bueno, con éste capítulo puede que se haya redimido. Espero que te haya gustado el capítulo de hoy y ten *le regala uñas postizas* para compensar las que comiste xDD naah, bromeo. Espero tu comentario para saber qué te pareció :D Nos leemos!

* Hivari: Holaa! Gracias por tu comentario, Hivari :D Y sí, Matt se pone cómo perro muchas veces, pero ya sabemos que Mimi lo endulza todo cuanto toca, así que juju qué se cuide xD Taichi y su complejo de padre sobreprotector jajaja Espero que te haya gustado el nuevo capítulo! Nos leemos! :3

* Stephanie: ¡Qué meme más adecuado para éstas situaciones! Holaa! Tienes toda la razón xD Awww no sabes lo feliz que me hace saber que te leíste todo con las canciones mencionadas *w* Es gratificante y me alegra que te hayan gustado :DDD Oh, sí… Yama + Jazz = Todas con sangrado de nariz xD jajaja y eso no excluye a Tachikawa, no no no. La moto siempre es oportuna y diste en el blanco! Bien que les gustó abrazarse en el biciclo e.e Koji y Zoe *salen corazones por todas partes* son tan tiernos y se complementan tanto xD Si, Takari es amor! Ahora Takeru se puso los pantalones porque los tenía bien flojos xD Pobre Daisuke :c Jajaja Sora, pobre xD habrá roces feos entre ellas, ya se comienza a sentir el odio xDDD Muchas gracias por tu comentario, linda! Nos seguiremos leyendo! Un beso!

* Mimato Bombon Kou: Hola, Holaa! Gracias por dejar tu comentario :DDD Si, esos dos no pueden pasar ni dos minutos sin estarse peleando por cualquier mosca volando e.e Yolei necesitaba pensar y Yamato la supo comprender, dando inicio a un fogoso Kenyako! *0* Oh, niña, el lemon *3* por qué hacer la guerra si pueden hacer el amor! Oh, hell yeah! xD jajaja Espero que te haya gustado el capítulo nuevo, trataré de subir el próximo un poco más rápido :D Aww, yo también extrañaba leerlos! Hasta la próxima! Un beso!

* Kiriha-chan: Hola, holaaa! Suele pasar, me ha pasado y cuando me di cuenta ya el autor iba a por el décimo cuarto capítulo u.u toda una madrugada leyendo pero quién cuenta horas cuando de leer se trata? :D Gracias por pasarte a dejarme un comentario! Me hace feliz saber que te gustado la historia y la trama TT3TT *llora de felicidad* Es que tiene personalidades tan distintas y eso de seguro provoca muchos choques, creando tensión, tensión y finalizar en amor *3* aaash! Creo que es la mejor pareja de Digimon, tienen tanto potencial juntos y tanto balance! Taichi, oh, Taichi, ¿por qué eres tan jodidamente adorable? Yo amo su personalidad tan impetuosa y me lo imagino tan sobreprotector con todo aquel a quien guarde un gran cariño, principalmente a las chicas (conociendo el carácter machista de los japoneses e.e) Muchas gracias, nuevamente, por pasarte a dejar un comentario y nos seguiremos leyendo! Espero te haya gustado el capítulo nuevo! Hasta otra! :3

* AllyzA: ¡Hola, Ally! Muchas gracias por tu comentario :3 Me ha hecho muy feliz jaja Ahora Ken se redimió con Miyako xD Yamato está comenzando a hacerlo e.e Yamato no Baaaaaka xD "Corderito vestido de Lobo malo" me gustó esa frase xD tienes razón! Y Mimi lo va descubriendo aunque él no lo quiera e.e oh, Mimi… Yamato siempre necesitará de ella aunque no lo quiera admitir kukuku Y ese Michael declarando la guerra a Yama -_- ajajaja Oh, sii… Esos gemelos están caminando sobre terreno pantanoso y no se dan cuenta de ello e.e de seguro se dan de lleno contra la pared del Brotherhood *o* jajaja Arderá Troya pero de arriba a abajo si Yamato sabe lo de su madre *0* uhhh… Y la única en saberlo es Mimi…Mother of God! Taichi se ganó el premio al mejor personaje del capítulo con su sobreprotección xDDD naaah, no te preocupes! No son incoherencias, es divertido leerte! :D Uhhh tengo una nueva lectora cofcofacosadoracofcof eso es taaan genial *llavea la puerta de su habitación y se mete bajo las sábanas* naah, estoy bromeando xD Muchas gracias por tus buenos deseos y también espero que todo te vaya bien! Nos seguiremos leyendo! :DD

* Damae: ¡Holaa! :DDD Sep, Reiko le da mala espina a más de uno, empezando por Ruki xDD Jajaja Oh, Michael, no fue tu culpa, fueron los 90' xDDD es que es cierto :/ le hubieran dado un poco más de cariño… entiendo que no es un personaje principal, pero no hay que negarle amors xD En mi mente me lo imagino bien sexy con esos bucles no tan de nena, ok no. Lo sé, en el anime Zoe (junto con Timothy/Tomoki) era la porrista de Takuya y Koji, tipo su personaje pudo haber sido explotado mucho más, pero boaaah… Dos factores resaltantes en ella, sep, Mary-Sue, oh pobre jajaja Yo pongo en Zoe todo lo que no soy, así que eso de ser activa tampoco se me da demasiado bien que digamos e.e Sora se merece un buen lugar dentro del Mimato, odio cuando la hacen de mala y esas cosas -_- sí, entiendo eso de que el Sorato aburre xDD oh, si, me gusta verla más, como dices sobre su emblema del amor, más despierta y activa que otros roles que le han dado e.e Me alegra tanto que te haya gustado el asunto del Hanami *0* son tradiciones tan geniales que me encantaría experimentar también, así que lo máximo que llego es a escribir sobre ellos xD Y sobre sus voces, aunque lo hayamos hablado/escrito en el topic, he recurrido a los covers porque son las voces que más o menos me los imagino en ellos: a Yamato una voz ronca y gruesa, mientras que en Mimi más dulce y aniñada. Había sugerido un video, un cover de demons de Imagine Dragons donde una pareja la canta y es la que más allegado al headcanon que tengo sobre sus voces :D Yamato y Mimi no pueden estar sin armar jaleo entre ambos xD es que sus personalidades podrían chocar tanto y acabar tan bien igual jajaja en este fic, para llegar al "final feliz" los hará odiarse para luego… Ejem, ya tu sae xD El rock/metal puede ir acorde con lo clásico, sólo necesitaban de Mimi para que todos pudiesen entonarse *0* Mimi lo resuelve todo, qué bella! Jajaja Y entre Koji y Koichi habrá un ligero desajuste de intereses… Porque sus intereses apuntan a la misma dirección xD Así como Takeru y Daisuke lo demostraron en esta vuelta! Oh, claro que no me molesta que me digas donde me he equivocado! Me gusta que lo hagan, porque así puedo corregirlo y mejorar :DDD Gracias por decírmelo porque sino se queda así bien feíto xDDD ya lo arreglaré! Muchas gracias por tu comentario, Damae! Nos leeremos prontamente! :DDD Un beso! Byee!

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