El laberinto del Minotauro

Capítulo 1: Vienen por mí

Rhia Hox, 15 años –Hija del Presidente de Panem

Día 1 de la Rebelión, Mansión Presidencial, 3:00 am.

Los gritos de mi madre logran despertarme, pero son los insultos que profesa mi padre los que me indican que algo está mal. Los gritos de papá no son extraños para mí, pero estos son diferentes: no es solo enojo lo que brota de su garganta, es también miedo.

Y si papá tiene miedo, yo debo tenerlo también.

El reloj de pared marca exactamente las tres de la mañana y nos han encontrado. El asistente de papá advirtió que podría pasar, pero él no lo escuchó. Mamá le suplicó que nos fuéramos a un sitio seguro, pero él insistió en que era su deber permanecer en el Capitolio en tiempos de crisis como estos.

"Soy el Presidente de Panem, y si se niegan a amarme, al menos van a temerme" dijo dando por terminada la conversación aquella noche cuando pensaban que dormía plácidamente en mi habitación, en lugar de seguir la conversación como si estuviese en la recámara con ellos.

Solía decir que el amor no garantiza respeto, pero que el miedo sí lo hace. Ese había sido su mantra durante los últimos cinco años en los que había sido Presidente de Panem y parecía dar resultado. Cada acto de las personas que nos rodeaban estaba diseñado para agradarnos, y de no ser así, bastaba un gesto para que la actitud fuese cambiada o, en su defecto, se cambiaba a las personas.

Papá disfrutaba el atemorizar a los distritos, en especial a los de la periferia. Llamaba su "entretenimiento matutino" el recortarles sus ingresos, hacer escasear los artículos que a nosotros en casa nos llovían al por montón e incluso, autorizando homicidios y ataques injustificados, principalmente bombas y tiroteos.

Decía que el miedo era necesario, que garantizaba la estabilidad del sistema y que estaba haciendo un buen trabajo. Sin embargo, el asistente de papá, Kristlan –más acostumbrado que mamá a llevarle la contraria- dijo que al parecer no estaban lo suficientemente asustados.

Parecía que iban a luchar.

Si me quedo aquí, bajo mis sábanas fingiendo dormir ¿me encontrarán? ¿Lucharía? ¿Me llevarán cautiva para extorsionar a mi padre o acabarán conmigo en el acto? Si puedo elegir yo misma, prefiero morir ahora y no después.

Espero que sea rápido, el sufrir me aterra, así que cuento los segundos que pasan desde que he despertado, esperando a que me encuentren. Esperando morir como una cobarde, y no como la hija del Presidente de Panem que se supone que soy.

Escucho murmullos y mi cuerpo entero se contrae. El miedo experimentado mientras papá o mamá me reprendían por ser mala niña no se compara con esto en absoluto. Estoy paralizada y me pregunto si podré moverme a voluntad.

Lo intento y efectivamente no puedo. Las lágrimas han empapado mis sábanas color rosa tiñéndolas de un tono más oscuro y la puerta cerrada de mi habitación no me permite ver qué pasa afuera, pero el escenario que se plantea en mi mente es de lo más aterrador. Los imagino entrar a mis aposentos por la fuerza, los veo disparándome con sus armas, me veo sangrar hasta quedar completamente seca por dentro.

Estoy atrapada. Vendrán por mí, estoy segura de eso.

Han pasado 197 segundos desde que desperté. No escucho más gritos y comienzo a temer por mis padres ahora. Me siento mal por pensar en ellos hasta el último momento, pero mamá ha dicho que a veces está bien ser egoísta y pensar primero en nuestro bienestar, antes que en el de los demás, aún y cuando sean personas a las que creemos amar.

Voy a morir pronto, ellos me encontrarán y me harán pagar por los crímenes que mi padre ha cometido creyendo que eran correctos…Supongo que este es un buen momento para comenzar a ser egoísta. Justamente el final de todo.

Pero claro, es también egoísta pensar que "mi final" es "el final de todo". Es egoísta, narcisista y estúpido. El mundo seguirá girando después de que me encuentren y acaben conmigo. Mi mundo no, ese se extinguirá como una vela al viento, pero el mundo de los habitantes de Panem continuará igual o mejor cuando me haya ido.

No puedo dejar de llorar y me reprendo por hacer tanto ruido, a este paso me encontrarán más rápido y pasaré mis últimos minutos de vida como una niña demasiado asustada como para abandonar la cama.

No han subido. Si han entrado por la puerta del frente deberían haber visto primero las escaleras de caracol que llevan a los aposentos principales. Atravesarían el corredor hasta dar con la habitación de mis padres, y al otro lado del pasillo, me encontrarían durmiendo, pero no lo han hecho.

Mi padre decía que ningún distrito era tan maravilloso como el Capitolio, pero que el Distrito 13 era el más peligroso de todos. Un ataque que involucrase armas nucleares sería devastador, no solo para la capital sino para todo el país como constaba en la historia del antecesor de Panem, Estados Unidos, así que era necesario convencerlos o exterminarlos.

Papá hablaba de los habitantes de los distritos como si de plagas se tratase y eso solía hacer enfadar a mamá.

Pero ya no importa, plagas o no, nos han vencido.

Soy consciente de mi paranoia unos minutos después. No hay nadie extraño aquí, no puede haberlo. Los treinta y seis Agentes de Paz que custodian nuestra casa día y noche no lo permitirían. Son hombres altos, grandes y fuertes que arriesgarían su vida por la nuestra sin dudarlo. También son atemorizantes, pero estamos a salvo, ellos van a cuidar de mí.

Mi madre deja de gritar y es en medio del silencio que me doy cuenta de que el sonido gutural que nacía en su garganta y salía por sus labios hasta hace unos instantes, era mi nombre.

"Rhia, Rhia", se lo ha llevado el viento. Mamá ha dejado de gritar, y eso solo puede significar que estamos a salvo; los treinta y seis hombres han hecho su trabajo y en unos segundos vendrán a rescatarme.

Pienso entonces en las clases de Historia que he recibido en la escuela, e intento repetir en mi interior la lista de distritos y sus ocupaciones, solo para entretenerme y dejar de pensar en ataques terroristas y muertes ridículas.

Distrito 1, artículos de lujo. Distrito 2, armas….armas y Agentes de Paz.

La realidad me golpea de lleno en la cara y al instante el rompecabezas de los acontecimientos previos comienza a armarse en mi cabeza, incapacitándome para continuar con el Distrito 3.

No estamos a salvo.

Se han infiltrado.

Ellos están dentro de la casa.

La puerta de mi habitación se abre de golpe, y olvido por un momento a los demás distritos mientras el hombre vestido de blanco y con un arma en su mano se acerca a mí, intentando agarrar alguna extremidad de mi cuerpo en medio de la oscuridad que reina en mi habitación, decorada con flores y mariposas multicolores.

Me han encontrado, están aquí y vienen a matarnos.

Están enojados, el asistente de papá ha dicho que estaban enojados y que se alzarían en guerra si no hacían algo.

Están enojados y vienen a destruirlo todo, empezando por mí.

Issaian Hox, Presidente de Panem – Capitolio

Día 1 de la Rebelión, Mansión Presidencial, 3:18 am.

Intento convencer a la criatura aferrada a mi cintura de que estamos a salvo. La sujeto por los hombros separándola de mi cuerpo para estabilizar su figura temblorosa, pero mis manos tiemblan más que las suyas por la ira contenida y comienzo a hacerle daño.

No ha dejado de llorar desde que Gyan, el Agente de Paz encargado de sacarla de su habitación a salvo, la ha cargado en sus brazos y la ha depositado en el regazo de su madre. Me gustaría que fuesen ambas más fuertes, que dejaran de llorar y me dejaran pensar en lo que es verdaderamente importante como la rebelión, pero mi cuerpo me traiciona también y se mueve de forma involuntaria de un lado hacia el otro.

De tres docenas de Agentes de Paz que resguardaban mi casa y a mi familia, doce han sido infiltrados con órdenes de matar a los otros veinticuatro y de asesinar a mi familia y a Kristlan, mi mano derecha, que se hospeda con nosotros para efectos técnicos como estas reuniones inesperadas en medio de la madrugada.

Gyan se ha autoproclamado líder del pequeño grupo leal a mí y ha pedido refuerzos al sospechar de los demás. Han muerto hombres leales a mí esta noche, pero soy incapaz de sentir gratitud o dolor por estas bajas honrosas. Mi cerebro solo es capaz de enviarle impulsos a mis ojos para que recorran los rostros de los traidores que yacen frente a mí, algunos muertos, otros esperando un castigo que sin duda les llegará en algún momento.

Rhia sigue temblando, pero ha dejado de llorar desde que su madre terminó de explicarle lo que ha pasado esta noche. Ahora mira expectante a los hombres malheridos a los que Gyan y los demás han esposado al final de columnas de mármol que sostienen la estructura de nuestra casa. Hay una mezcla de odio y de repulsión en su mirada que me permiten identificar mis genes en su pequeño cuerpo, pero hay miedo, mucho miedo, como el que nubla los ojos de su madre.

-¿Quién los ha enviado?- resuena la voz de Gyan y me recuerdo mantener a este hombre cerca en el segundo en el que noto a los demás retorcerse ante el tono autoritario y amenazante de su voz.

-Hablen ahora antes de que pierdan la lengua- les dice a los que en algún momento fueron sus compañeros de distrito y de guardia, pero que ahora representan una amenaza que hay que eliminar.

Una risa sorda inunda el salón, y a mis espaldas Rhia y su madre se retuercen ante el sonido. Las odio a ambas momentáneamente por verse débiles, especialmente a la pequeña por cuyo cuerpo corre mi sangre. Me niego a pensar que la sangre débil de su progenitora haya sido suficiente como para contrarrestar la mía propia.

Ahí, en algún lado, bajo ese exterior frágil está la merecedora de mi nombre, de eso estoy seguro.

-Vas a caer- amenaza el hombre de la risa seca, un segundo antes de que Gyan acate a disparar su arma, impactando su cabeza justo en medio de los ojos.

La sangre se apresura a salir por el agujero que han abierto en su frente como si se tratase de la salida del agua en una presa. El líquido rojo y viscoso se abre paso hacia mí, empapando mis zapatos y los pies desnudos de Rhia quien ha saltado de su asiento buscado protección a mi lado ante el impacto de bala.

-Siempre imaginé que la sangre de traidor sería negra- le comento a Gyan mientras, con un ademán, le pido un arma. Él me la ofrece, dudoso en un principio, pero los perros obedientes jamás cuestionan a su amo a menos que quieran ser sacrificados y sin duda, Gyan es el perro más obediente que he conocido hasta el día de hoy.

Rhia enmudece a mi lado y su madre se retuerce desde su asiento mientras apunto al segundo traidor con el arma. – ¿Quién los ha enviado? –repito mirándolo a los ojos en busca de algo, pero están vacíos, no puedo ver más que el miedo con el que contempla el arma que empuño en su contra.

-Los distritos –dice con voz entrecortada, tiene miedo, y por esa cobardía me permito odiarlo aún más que al traidor charlatán que continúa desangrándose en el suelo de mi casa. –Se han organizado- completa sin mirarme, sus ojos están clavados en mi hija a quien el escrutinio le ha detenido la respiración.

-¿Para qué?- pregunta el Agente de la Paz que acompaña a Gyan. A ese lo necesito lo más lejos posible de mis fuerzas armadas, nadie lo suficientemente estúpido como para preguntar las bases de una organización merece estar cerca mío. El nuevo líder de los Agentes de Paz, exasperado, le indica a los sobrantes de su pequeño grupo que se retiren.

Me permito sonreír cuando le obedecen sin chistar.

-Están enojados y van a luchar- dice sin mirar a nadie en específico, su respiración es irregular, está aterrado y el olor a miedo que despide cada poro de su cuerpo me alimenta como combustible. Me teme, jamás me desafiará de nuevo, aún y cuando los demás traidores lo maten por haber hablado de más. Claro está, si después de esta noche continúa con vida.

-Me alegra que te excluyas de ese grupo- digo bajando el arma hasta apuntar el suelo. –Porque tú no vas a luchar contra mí- el asiente con la cabeza y comienza a murmurar un juramento sobre lealtad eterna y honor.

Cree que su honor ahora me resulta valioso. Se equivoca.

-¿No va a asesinarlo, señor?- Pregunta Gyan con impaciencia y un poco de desilusión. Sus ojos oscuros se abren de par en par y su rostro empalidece cuando con un movimiento de cabeza, le aseguro que no voy a tocarlo.

Un grito de júbilo se escapa por la garganta del traidor, mientras que el tercer hombre esposado a la parte baja de la columna de mármol me mira con desconfianza, es el último que queda con vida. Los demás han muerto o están a punto de hacerlo.

-Yo no voy a ponerle una mano encima-digo mirando a Rhia quien se ha quedado muy quieta a escasos dos pasos de mi cuerpo. Busca protección en los brazos de su madre, quien ha vuelto a llorar y grita mi nombre en medio de una súplica.

–Hoy vas a ser fuerte- le digo a la pequeña de cabellos negros y ojos del color de las hojas secas que me mira como si fuese el enemigo.

-A partir de hoy ya no tendrás miedo - le digo tendiéndole el arma y apuntando al hombre que ha enmudecido, ni siquiera llora, no suplica por su vida, solo tiembla desde el mismo lugar y toda la casa parece temblar con él.

-Papi- dice mi hija quedamente. Hoy asesinaré también a esa niña indefensa y paralizada por el miedo y la convertiré en alguien digna de utilizar mi apellido, digna de abrazar mi legado. –No quiero –dice bajando el arma y dejando caer sus hombros.

Es pequeña, tal vez demasiado para su edad. Su cuerpo es menudo a pesar de que jamás en su corta vida ha perdido un tiempo de comida. Despide, igual que la familia de su madre, un aura de tranquilidad y bondad que me hace enfermar.

Aun así la amo, aunque sea débil.

La amo lo suficiente como para querer que nadie robe su tranquilidad como lo han hecho esta noche, y la única forma de garantizar esa tranquilidad es que pueda defenderse sola, ya que no siempre estarán mis hombres para cuidarla.

Yo tampoco estaré por siempre para protegerla.

Tomo con rabia el arma de entre sus delgados dedos y apunto al hombre. En menos de un segundo el casquillo se ensarta en su estómago y su cuerpo cae sin fuerzas hacia un lado, incapaz de sostenerse. Rhia ha vuelto a llorar y su madre contempla el escenario en silencio desde el sofá.

El pecho blanco de mi esposa comienza a enrojecer por la ira contenida y por primera vez en mi vida, siento que he visto una faceta suya que no me desagrada ni me hace enfermar. No dice nada, pero puedo garantizar que parte de ella ha muerto un poco esta noche, al igual que la pequeña que hasta ayer me miraba como si fuese un héroe, y que ahora me dice "monstruo" en mi cara.

Si su quijada no temblase mientras me grita, o si no se tendiese a llorar después, podría pensar que he logrado mi cometido, pero Rhia sigue viéndose como un pajarillo asustado que ha encontrado calor en el nido y que no piensa salir jamás.

-Señor –llama Gyan con su voz grave de antes y su rostro inexpresivo que ha recuperado el color habitual. Me saca al menos una cabeza de altura y sus brazos son fuertes y fornidos, tanto que creo que podría partir mi cuerpo en dos sí se lo propusiera. Pero Gyan me teme, me teme y por eso me respeta.

Se nota cómodo rodeado de cuerpos sin vida, personas agonizantes y charcos de sangre. Mi hija debería ser así de fuerte para que nadie jamás piense siquiera en hacerle daño.

–No lo ha matado-señala el soldado apuntando con su cabeza al segundo traidor que aún respira con dificultad.

-Lo sé-aseguro- Rhia ahora deberá vivir con el sufrimiento del hombre al que no quiso darle una muerte rápida-digo antes de llamar al soldado con una seña para que escolte al tercer rebelde hasta mi despacho para interrogarlo. El hombre me dedica una mirada envenenada mientras Gyan lo obliga a ponerse de pie.

El tercer rebelde espera hasta que su cabeza esté a la misma altura que la mía para profetizar -Vendrán por ti, y lo voy a disfrutar-

A mis espaldas, escucho como el segundo traidor se ahoga con su propia sangre al reír ante la amenaza, mientras mi esposa e hija continúan llamándome monstruo en medio de las lágrimas que tanto desprecio.

Kristlan Jein, Asistente del Presidente de Panem –Capitolio

Día 1 de la Rebelión, Mansión Presidencial, 10:24 am.

-Necesitamos hacer algo al respecto –grita el Presidente y en mi interior ruedo los ojos por el ataque tan infantil que protagoniza.

Issaian ha estado jugando a los Conquistadores desde que fue nombrado Presidente hace cinco años y esta es la primera labor real que debe desempeñar que no consiste en ofrecer una extravagante fiesta que todos sabemos, organiza su esposa.

-Eso es bastante obvio- digo en un murmullo a su lado y el hombre con el cabello encanecido que se refiere a sí mismo como "mi jefe" suspira sonoramente ante la observación.

Cualquier otra cabeza hubiese sido cortada al instante ante un comentario así, pero no la mía. Issaian y yo somos más que amigos, somos compañeros de batalla, y con el paso de los años ha aprendido a necesitarme casi tanto como necesita respirar segundo a segundo o alimentarse con una ostentosa cena.

No consigo entender hasta qué punto lo necesito yo a él, pero me aterra el pensarlo. Supongo que más allá de un plano efectivo, lo aprecio porque me es útil.

La presencia de Issaian es imponente como la del sol; temida y admirada por los humanos que entienden que lo necesitan, pero que reconocen que si se acercan demasiado, pueden morir quemados. Relacionarse con Issaian es, para fines prácticos, como recibir la cantidad necesaria de luz de sol diaria sin protector solar; no hace daño siempre y cuando tengas cuidado.

El hombre enorme como una casa que sigue al Presidente como si se tratase de su sombra no reacciona bien ante el intercambio. Aprieta sus puños y probablemente fantasea con matarme en ese mismo instante. Es solo un perro rabioso que sigue órdenes, si tiene cerebro, prefiere no usarlo para ser un siervo.

Patético, simplemente patético.

-¿Qué propones tú, asistente?- me pregunta Issaian. Insiste en llamarme por mi cargo cuando se siente amenazado, probablemente en ese momento espera que le conteste "Lo que a usted le parezca conveniente, Señor Presidente", pero lo conozco demasiado bien y él me conoce también y sabe que no lo haré.

Yo no soy uno de sus perros sin cerebro que le siguen solamente deseosos de lamer su mano, él lo sabe y le aterra. Por eso prefiere tenerme de su lado.

-Dales algo porque luchar-digo encogiéndome de hombros como si fuese algo obvio, a pesar de que he pasado la mañana en vela desarrollando la idea que ahora nubla mi juicio. –Algo que les de esperanza pero que los aterre al mismo tiempo- concluyo convencido.

Es una idea ganadora. Mi nombre sin duda estará en los libros de historia después de este día. Las madres nombrarán a sus hijos en mi honor y en años, nadie recordará el nombre de Issaian Hox, Presidente de Panem durante los primeros juegos anuales.

-¿Matarlos a todos?- pregunta el sabueso irguiéndose y exponiendo su prominente pecho al aire. Sin duda la naturaleza es sabia: a los hombres con enormes cerebros no se nos da cuerpos poderosos ni viceversa, tal combinación sería mortífera, pero si debo elegir, prefiero mi mente vertiginosa antes que los músculos que el uniformado exhibe.

-¿Qué hay de esperanzador en eso?- pregunto mientras los presentes me miran horrorizados. Caras regordetas y llenas de arrugas me miran expectantes, preguntándose cuando terminará esta reunión para poder ir a merendar.

Issaian parece seguir mi línea de pensamiento, ya que asiente levemente al añadir –No podemos matarlos a todos. Soy un Presidente y necesito gobernar. ¿A quién voy a gobernar si los asesinamos a todos? –el sonido de los murmullos incrementa mientras todos toman su turno para alabar al jerarca. Los ignoro y continúo.

-Si comienzas a matarlos, se rebelarán –la sala entera se calla ante mi comentario. Podrías escuchar el aleteo de una mariposa en la parte de afuera del salón, mientras los capitolinos están resguardados en sus casas, muertos de pánico por los recientes ataques.

Anoche durante el altercado en la Mansión Presidencial, ataques simultáneos en los diferentes residenciales de la capital exterminaron al 5% de la población capitolina. A nadie parece importarle, aunque todos ellos consideran a nuestros vecinos una "raza privilegiada" por encima de los habitantes de los distritos.

Ninguna muerte ha sido mencionada hoy, aunque todos sabemos que las hubo.

-Entonces no los mates-digo mirando directamente a mi amigo y compañero. Como siempre, todos los caminos me llevan a él y los suyos parecen apuntar hacia mi dirección. Somos las dos caras de una misma moneda y aunque lo rechazo, sé que estoy conectado a él de formas que no alcanzo a comprender.

Issaian y yo nos conocimos durante nuestra infancia. Parece que ha pasado una eternidad desde entonces, más teniendo en cuenta que juntos vimos la muerte de un gobierno y el nacimiento de otro. Padecimos juntos durante nuestra niñez de las enfermedades propagadas por el aire usadas como armas biológicas, peleamos las mismas batallas durante nuestra juventud, compartimos enemigos en ese entonces y ahora, más cercanos al ocaso que al amanecer, gobernamos juntos todo Panem.

-No tienes que ensuciarte las manos para transmitir el mensaje-añade Issaian y sé que lo ha entendido todo. Su mente converge con la mía mientras intercambiamos una mirada que el resto de los presentes ignora. Solo el perro faldero lo nota y está visiblemente molesto por perderse la conversación.

-Uno a uno, los habitantes de Panem reconocerán la supremacía del Capitolio-dice Albian Mahr, su cara enrojecida evidencia la vida de excesos a la cual los capitolinos nos hemos acostumbrado. No terminan de entender la magnitud de lo que aquí se discute, pero el sentirse fuera de la conversación no es una opción para estas personas.

-¿Recuerdas la historia de Teseo y el Minotauro?-le pregunto al hombre a mi lado. Claro que la recuerda. Vivimos juntos tiempos diferentes a estos, en los cuales a los niños se les enseñaba sobre historias magníficas que narraban las hazañas de dioses, bestias, ninfas, semidioses y héroes. En su lugar ahora los infantes aprenden sobre los doce distritos de Panem y sus respectivas industrias.

-¿De qué rayos estás hablando, Kristlan?-pregunta Albian, noto como los ojos de Issaian, perpetuamente rojos por la ira, resplandecen ante la idea que no he llegado a exteriorizar. Mi compañero me conoce y conoce la historia que de jóvenes nos hacía enmudecer.

-El rey Minos de Creta tenía varios hijos, príncipes y princesas que le daban honor y gloria al nombre de su padre, pero entre todos, su preferido era Androgeo, joven fuerte y valiente vencedor de su Gimnasio de Entrenamiento –la voz del Presidente resuena en el salón contando la magnífica historia. Los presentes lo escuchan embelesados e incluso yo me permito soñar con el relato-. Año a año se realizaban los Juegos en honor a Palas Atenea-digo interrumpiendo a mi compañero quien sonríe de medio lado. Las piezas van calzando en mi mente como si de un rompecabezas se tratase y me juzgo por no haber pensado en esto antes

–Androgeo, deseoso de medirse con los más grandes de toda Creta, deja la casa de su padre y logra vencer todas las pruebas presentadas, derrotando a todos los competidores atenienses. Su camino presagiaba ser glorioso, sin embargo los atenienses, humillados por la derrota en sus propias tierras, hicieron recaer su furia sobre él y le dieron muerte.

La impaciencia comienza a reinar en la sala. Las muestras de pánico y admiración no se hacen esperar. Algún día, en un futuro no muy lejano se recordará este como el momento en el que Kristlan Jein salvó al Capitolio y a todo Panem, de eso estoy seguro.

-Esa misma noche Minos, furioso y dolido por la muerte de su hijo predilecto, marchó hacia Atenas con su ejército y sometió al pueblo ateniense, imponiéndoles un terrible castigo.

Eso es. Los distritos se han enfrentado al Capitolio y ahora deben pagar. La moneda de cambio será la sangre, y la muerte el único castigo digno por su rebelión.

-Minos dicta entonces, que durante nueve años, y de manera anual, los atenienses deberán enviar a siete jóvenes y doncellas quienes serán tributo para el Minotauro, la bestia más temible de toda Creta: mitad hombre, mitad toro, sediento de sangre encerrado en un laberinto alimentándose de carne humana – y las muecas de asco no se hacen esperar en la sala.

–De no cumplir con el mandato, el Minotauro sería liberado del laberinto y arrasaría con toda Atenas hasta que no quedase nada-agrega con una sonrisa en sus labios imposible de borrar. -Esclavos, guerreros, jóvenes atenienses. Todos aperitivos para la bestia hambrienta-completa el Presidente y los demás asienten. Incluso el perro faldero sonríe ante la expectativa. -Año a año los mensajeros de Creta arriban Atenas en busca de los jóvenes tributos durante dos años sin inconvenientes. Todos y cada uno de ellos es arrebatado de los brazos de sus madres y enviado a morir en el laberinto, alimentando a la bestia que jamás estará satisfecha. Pero al tercer año, el príncipe ateniense, Teseo, se ofrece como voluntario para ir al laberinto y enfrentarse al Minotauro. Minos enfurecido, le dice que está eximido de ser elegido por ser de la realeza, pero como se presenta voluntariamente a enfrentarse a la bestia, aunque gane jamás podrá salir del laberinto y que ese será el castigo por su desobediencia

Los ojos inyectados de sangre de Issaian brillan. Imagina el caos, la revoluta, el dolor de los distritos al separarse de sus hijos predilectos. Ese dolor le alimenta el alma y le da consuelo, puedo verlo. Quiere venganza, así como Minos desea venganza por lo que le hicieron a su hijo. Él planea acabar con la felicidad de los distritos, una muerte inocente a la vez, y yo le estoy ayudando a hacerlo.

-La bella Ariadna, hermana de Androgeo escucha la conversación que mantiene Teseo con su padre, y le da al príncipe un puñal mágico para que atraviese el corazón del monstruo y un ovillo de hilo para que encuentre la salida y salga con vida del laberinto, terminando la injusta tradición. –La voz de mi compañero de batallas se apaga y sé en ese momento que piensa reservarse para sí mismo el final. La historia de cómo Teseo sale victorioso del laberinto y como los atenienses no deben de separarse de sus hijos e hijas nunca más.

Nadie dice nada, a nadie parece importarle si Teseo vive o muere. Están concentrados en la bestia come carne que, para efectos prácticos, somos todos nosotros.

-¿De dónde planean sacar un Minotauro? –pregunta Albian que se arrepiente de inmediato, tras la mirada envenenada que le dedican Issaian y el perro faldero que imita sus movimientos. –Es una metáfora-digo secamente –Una que tomaremos al pie de la letra.

-Trece distritos-recuerda el Presidente sacando cuentas mentalmente -Un hombre y una mujer de cada uno, elegidos al azar de entre la población. Enfrentándose a muerte hasta que solo uno salga-Sus ojos brillan como jamás los he visto brillar, ni siquiera cuando nació Rhia.

-No tenemos por qué dejarle algo tan importante como esto al destino- dice el perro faldero desde su extremo del salón y la multitud asiente entusiasmada –Al menos no en todos los casos-añade con una sonrisa que hace que sus ojos se inyecten de sangre ajena.

-No hombres ni mujeres –añado también, impaciente ante el protagonismo que he perdido mientras avanza la conversación –Si quieres matar a un hombre, atraviesa su cabeza con una bala. Si quieres que él mismo desee la muerte, quítale a lo que más quiere en este mundo. -Issaian calla. Sé que está pensando en Rhia ahora y me pregunto si he ido demasiado lejos.

La sala entera calla esperando su respuesta. Esperan todos y cada uno de ellos que ordene mi muerte ahora. Están deseosos de ver mi cabeza rodar por el piso y alzarla como si de una bandera de conquista se tratase.

Issaian ríe complacido. –Una chica y un chico de cada distrito serán –el nudo en mi pecho se deshace. Viviré para contar un día más, aunque no puedo decir lo mismo de los chicos cuyo destino hoy estamos decidiendo como propio.

-De doce y hasta dieciocho años –indica escribiendo algo en la vieja libreta que lleva en el bolsillo y que hasta este momento, había permanecido en su lugar. – ¿Hasta los dieciocho años, señor?-pregunta el perro faldero, probablemente usando como propia la voz del colectivo.

-Hay que darles algo que añorar, ¿no?-Es perturbador cuan semejantes en realidad somos. Es como si compartiésemos una mente y un corazón, aún separados en dos cuerpos distintos. Se me ocurre otra historia griega para esto que siento, pero decido guardármela para mí mismo.

-Si no logramos quitarles su vida, al menos les robaremos su infancia-añado con una sonrisa, pues caigo en cuenta de que he callado por mucho tiempo y después de todo, esta es mi idea. No dejaré que Issaian se quede con el crédito esta vez.

–No importa cuán fuerte peleen, al final, solo uno saldrá con vida-dice Issaian asintiendo con la cabeza, ha comenzado a garabatear en su libreta todo lo que le viene a la mente. – ¿Uno, señor?-pregunta el perro. – ¿Por qué no matarlos a todos?

-Les da esperanza pensar que pueden ser Teseo y salir victoriosos del laberinto –añade sin titubear. Está riendo, hace mucho no ríe así y todo es gracias a mi idea. –Al final, solo un vencedor –completo y el garabatea en su libreta con una expresión triunfante en su rostro.

-Enfrentándose a muerte en mi propio laberinto-dice con una mueca diabólica en su rostro avejentado diez años en las últimas horas y los presentes asienten solemnemente. –Mi arena. Mis reglas.

Así se siente hacer historia. Así se siente tener en tus manos el destino de la gente a la que más odias.

-El Minotauro jamás está satisfecho. Siempre tiene hambre- dice en un susurro que deja morir en el aire.

- Los Juegos del Hambre-concluye orgulloso de sí mismo y debo de reconocerle esto. Es perfecto. Lo que hemos creado hoy es perfecto.

Señores-digo alzando la voz mientras todos los hombres de la sala aplauden y se vitorean entre ellos - Bienvenidos a los Primeros Juegos del Hambre-

¡Hola humano! Gracias por leer. Antes de empezar con las preguntas y demás formalidades características del primer capítulo, quiero darles las gracias a los 24 estupendos autores que me confiaron a uno de sus hijos e hijas y que hicieron esta historia posible.

Aprovechar también para darles la bienvenida a todos los nuevos que se suman hoy al mundo SYOT, espero que les guste tanto como a los que ya tenemos un poco más de experiencia en esto

Un especial agradecimiento a Elenear28, HikariCaelum, Alphabetta, Siri Tzi y Darkmatter Black quienes fueron las lectoras del borrador de este capítulo, sus comentarios realmente me impulsaron a continuar. Además, las primeras dos fueron quienes me ayudaron a contactar a la algunas de las personas que hoy participan de mi SYOT, en verdad gracias!

A los demás, decirles que estoy muy emocionada/nerviosa por este primer proyecto que les traigo (con suerte, apoyo y comprensión no será el último) y que espero que hayan disfrutado el leerlo como yo disfruté el escribirlo.

Adelantarles que el próximo capítulo seguirá ambientado en el Capitolio ya que falta contar una parte muy importante de la historia que cambiará muchas vidas y que es fundamental para la fundación de los Juegos y de Panem como lo conocemos (o leemos) en la actualidad. Según mis cálculos, comenzaremos las cosechas en el capítulo número tres así que falta un poco para conocer a los chicos.

Por último (felicidades si han llegado hasta aquí) Las preguntas:

1)¿Cuál fue tu punto de vista (POV) favorito de este capítulo y por qué?

2)Hasta el momento ¿Cuál es tu personaje favorito? ¿y el menos favorito?

3)¿Qué piensas de la historia en la que se basan –al menos en este caso- los Juegos del Hambre?

Lo olvidaba, muchos me han dicho que son fans de la mitología y que están emocionados por esta historia ya que combina esos dos mundos. Algunas de esas personas me preguntaron cuál era mi leyenda griega favorita y en su momento no supe responderles, ahora lo sé: me encanta "La leyenda del Rey Edipo", "Teseo y el Minotauro" y "Perséfone" creo que esos serían mis tres favoritos sin ningún orden en particular. Para esas personas, les recomiendo también "La casa de Asterión" de Jorge Luis Borges, que cuenta también la historia de Teseo y el Minotauro pero desde el punto de vista del Minotauro, es una de mis favoritas y creo que lo único rescatable que leí durante el colegio.

Pregunta adicional si deciden leer "La casa de Asterión", ¿Qué les pareció? A mí en lo personal me encanta, creo que es muy útil para ponerlo todo en perspectiva. Así que: ¿Teseo o el Minotauro?

El final de "La casa de Asterión" es la introducción del capítulo que sigue así que si lo leen verán un poco de que va tratando…

Prometo que las notas de autor serán más cortas en un futuro, esto era introductorio y para que me conocieran un poco más. Como ven, hablo demasiado. Nos leemos… Ah sí, comenten o sus niños mueren, broma, comenten o seré muy infeliz ;)