Hola, espero que estén muy bien, les traigo la segunda y última parte de éste fic, ojalá les guste.

Por cierto, gracias por todas las alertas, favoritos y reviews que me mandaron, ya extrañaba esa sensación en el estómago de cuando abro mi correo y están sus reviews esperando que los lea.

Ya saben, solo la idea retorcida es mía, todo lo demás le pertenece a Rowling y a la Warner.

¡Que lo disfruten!

ESTÚPIDOS

Parte II

VIII

¡ESTÚPIDOS BUENOS CONSEJOS QUE LA CONFUNDÍAN AUN MÁS!

Siguió mirándola desde el otro lado de la oficina, claro que se veía fascinante, igual que siempre, pero también se veía, triste.

— ¿Pasó una mala noche, Hermione? —Le preguntó, ella lo miró distraída, luego asintió —hay algo que la está molestando, ¿porqué no me lo dice?

Si hubiera podido elegir a un confidente, Hermione jamás lo hubiera elegido a él, era Snape, por Merlín, pero no era solo el hecho de que fuera Severus, sino el hecho de que era él precisamente el causante.

Hermione sacudió la cabeza alejando ese pensamiento, no, el causante era Ronald, si Ron la hubiera cuidado, si hubiera sido de verdad una pareja en lugar de una carga ella jamás se hubiera fijado en nadie más, pero Ronald la había alejado con sus actitudes y ella había reflejado gran parte de sus deseos en Severus.

Snape la entendía, respetaba su intelecto, la trataba como a un igual, incluso algunas veces Hermione lo había sorprendido mirándola, creía, más que saber, que él la deseaba.

Severus siguió con la mirada los gestos de Hermione, medio año había pasado desde que había llegado a trabajar con ella, sabía que en ella había una discusión, decirle o no decirle, confiar en él o no confiar.

—Tal vez no sea el confidente que usted quisiera —le dijo mientras se acercaba al escritorio de Hermione y aparecía una silla al lado de la de ella —tal vez tampoco sea un buen consejero —Severus tomó asiento y con su varita atrajo un par de vasos que llenó de agua, ofreciéndole uno a la bruja —recuerde que pasé gran parte de mi vida fingiendo ser como los mortífagos, ese papel me salió bien porque hay algo de mortífago en mi. Pero aun así, estoy disponible. Y al parecer, —dijo Severus haciendo un gesto a la oficina en la que solo estaban ellos dos —soy lo único que tiene a la mano.

Hermione lo miró y vio reflejadas en sus ojos las largas tardes que pasaban juntos trabajando en el laboratorio, las veces que habían compartido la comida en la oficina, las largas miradas que Severus le daba cuando pensaba que ella no se daba cuenta.

—Ron y yo hemos peleado —Severus asintió, pero no dijo nada —ya no lo amo —confesó ella y luego se mordió los labios, como arrepintiéndose de haber hablado de más.

—Debo confesarle —murmuró Snape —que me sorprendió mucho cuando usted y el Señor Weasley se casaron. Todos los periódicos hablaban del suceso —aclaró él sobre la forma en que se enteró —. Claro que yo sabía desde que usted era mi alumna que había un interés especial de su parte hacía él, pero sinceramente pensé que cuando usted madurara ese interés pasaría.

— ¿Porqué pensó eso?

—Bueno, usted es una bruja inteligente, sus ideales, sus metas son mucho mas amplias que las de su marido, además, se ha convertido usted en una mujer hermosa —Hermione levantó la vista y lo miró, él se aclaró la garganta y desvió la mirada —siempre supe que había más en usted que una simple ama de casa, Hermione, sin embargo es obvio que el Señor Weasley, que siempre ha sido un poco demasiado ególatra para mi gusto, —torció un poco la boca en un gesto y Hermione sonrió —necesita alguien que esté exclusivamente atenta a su necesidades.

Hermione siguió mirando a Severus que a su vez seguía empeñado en no mirarla.

—No puedo decir que no lo sepa, ni que no lo sabía —le respondió Hermione —más bien es que me he aferrado a que ya estoy casada y a que me comprometí a que estaría con él siempre. Pero esto no es justo, es como estar sola aunque esté en su compañía.

— ¿Con quién se comprometió, Hermione? —dijo Severus. La chica lo miró sin entender la pregunta — ¿con quien hizo ese compromiso, Hermione? Con el Señor Weasley, con la familia del chico, con sus amistades, con sus padres, con usted, ¿con quién?

Hermione lo miró pero siguió sin decir nada.

—Si usted me dice que ese compromiso lo hizo con alguien más que no sea usted misma entonces ese compromiso está viciado. Uno no puede comprometerse con nadie mas, porque las personas solo podemos ser responsables por nuestros propios actos, si nos comprometemos con los demás, o por los demás estamos equivocados, porque cada quien es dueño de sus acciones, y no podemos influir en las de los demás.

—Pero si estás enamorado de alguien, tienes que comprometerte con esa persona.

—Oh, claro, si usted está enamorada puede comprometerse a amar a esa persona por siempre, si usted se comprometió con usted misma a amar por siempre al Señor Weasley, entonces va a sobrellevar este bache y saldrá airosa y con el paso de los años logrará de alguna manera equilibrar lo que usted quiere con lo que el Señor Weasley quiere. Pero si usted está comprometida a estar con él porque piensa que es lo correcto, porque creyó estar enamorada y se comprometió por que era lo que se esperaba de usted, entonces, probablemente esté equivocada.

Hermione miró al vacío de la oficina. Snape se puso de pie, y se dirigió hacia la puerta.

—La dejo sola con sus pensamientos —murmuró él, mientras tomaba la túnica y se la echaba sobre la levita.

—Profesor Snape —dijo Hermione y el la miró, con una ceja alzada y ella se sintió muy pequeña junto a él.

—Si Señorita Granger —respondió el sonriendo de medio lado, sintió de nuevo como si estuviera en Hogwarts a punto de responder una pregunta de la sabelotodo.

— ¿Qué pasa si creí que lo amaba pero ahora ya no lo amo? Creí que cuando amabas, era por siempre.

—Tal vez yo no sea el más calificado…

—Pero usted amó a la mamá de Harry aun después de muerta.

Snape aspiró ruidosamente.

—El amor es algo cambiante Señorita Granger, yo le debía a Lily velar por su hijo porque la culpa me perseguía, fue un compromiso que yo hice conmigo mismo, pero no creo que si ella hubiera seguido viva el amor hubiera perdurado, ahora con el paso de los años sé, que no hubiésemos sido compatibles. Conforme los estadios de nuestra vida van pasando nosotros necesitamos cosas distintas, conforme maduramos nuestros ideales van variando. Si nuestra pareja no madura y evoluciona al mismo ritmo que nosotros las desavenencias suceden. –Snape se encogió de hombros —nadie va a lapidarla por ya no amar al Señor Weasley, Señorita Granger.

—Pero creo que amo a otro hombre.

—Bueno usted es joven y bella, tiene ese derecho —concluyó él como si se considerara a si mismo indigno del mismo derecho.

— ¿Qué hay de usted? —preguntó Hermione antes de que cerrara la puerta.

—Yo he vivido y visto demasiado, contrario a usted que peleó en la guerra por un ideal yo peleé por mis remordimientos. No creo que se apliquen las mismas reglas.

Luego de su respuesta dio media vuelta y salió de la oficina dejando a Hermione envuelta en confusos pensamientos. Demasiados consejos, demasiados buenos consejos, ¡Estúpidos buenos consejos que la confundían aun más!

IX

¡ESTÚPIDA LAVENDER BROWN QUE CREE QUE SE SACÓ LA LOTERÍA!

Cuando Hermione volvió a casa no creyó lo que escuchó, sonaban a gemidos.

Subió sigilosamente la escalera, sabía lo que encontraría y aun así una parte de su cerebro no deseaba saber, abrió la puerta de la habitación y miró, tuvo que parpadear para comprender la imagen que su razón se resistía a procesar. En su casa, en su cama, Lavender Brown recostada sobre la cama se dejaba amar o más bien montar por Ronald, la chica gemía como posesa.

–Ronald –dijo Hermione bien alto, escandalizada, como se atrevía el muy imbécil a hacer aquello en SU cama.

Ronald se movió echando a Lavender a un lado, la chica se cubrió con la sábana lo mejor que pudo.

–Hermione, yo, creí que llegarías tarde.

Hermione estaba petrificada en la puerta, sin saber que decir o que hacer.

–Te lo dije Hermione –dijo el pelirrojo apuntándola con el índice acusador –si tú ya no me amas habrá otras que lo harán.

Hermione parpadeó aun incrédula se sacó la varita de la manga del saco y la apretó en la mano, Lavender chilló y se puso detrás del desnudo pelirrojo que se cubría con una mano la entrepierna.

Aquello era hilarante

—Hermione –tragó ruidosamente Ron –tu no quisiste entenderme, pero podemos… hablarlo –sus ojos estaban fijos en la varita de Hermione.

Pero la chica sonrió.

—Hablar, por Merlín, esto es lo mejor que me has hecho, ahora puedo desembarazarme de ti sin ningún remordimiento.

Hermione empezó a empacar.

—Pero Hermione –dijo Ronald, era obvio que esperaba que Hermione llorara o suplicara —creí que… tu y yo estamos casados.

—Desafortunadamente –le respondió Hermione –pero me encargaré de eso en la semana, no tenemos hijos y la casa puedes quedártela y compartirla con esa zorra –dijo Hermione señalando con la cabeza a Lavender –yo no quiero este lugar.

—Pero tu y yo…

—No hay tú y yo Ronald, nunca lo hubo. Existió un tu y tu. Solo eso.

—Acaso eres tonta –dijo Lavender con voz chillona –es un héroe de guerra, pero si tu no lo quieres yo me lo quedo. Ven WonWon, yo quiero estar contigo siempre.

Ronald miró dolido a Hermione pero se dejó arrastrar por Lavender hacia la cocina, aun desnudo.

— ¿Hay alguien más cierto? —murmuró el pelirrojo antes de abandonar la habitación, de la mano de Lavender.

—No de la manera que tú crees, —le respondió Hermione –no estoy con nadie, siempre he respetado nuestro matrimonio, ni salgo con nadie, así que ya puedes decirles a tus compañeros aurores que dejen de seguirme –acotó Hermione, Ronald la miró sorprendido de que ella supiera que la seguían, —crees que sobreviví a la guerra y no sé cuándo me siguen, —le dijo Hermione burlonamente —pero si quieres saber, si, estoy interesada en alguien más.

— ¿En quién?

—Imagínatelo, piensa lo que quieras, la verdad no me importa.

Cuando Hermione bajó con su maleta en la mano, los miró estaban en la cocina, Ronald llevaba el pantalón de la pijama, estaba sentado con la mirada en el vacío. Lavender llevaba la camisa del pijama hacía algo de comida sobre la estufa y se movía parlanchinamente hablando de hijos y chismes.

Ron la miró con tristeza, pero ella se sentía satisfecha, libre al fin. Lavender en cambio la miró como si la considerara retrasada.

Hermione tomó sus maletas y cruzó la puerta, no miró atrás, sonreía. ¡Estúpida Lavender Brown que cree que se sacó la lotería!

X

¡ESTÚPIDA GENTE QUE NO TIENE NADA MEJOR QUE HACER!

Después abandonar la casa detuvo el autobús noctámbulo y se dirigió al caldero chorreante a alquilar una habitación.

El día siguiente era domingo, así que se levantó tarde, por una vez en años, se levantó casi al medio día, había dormido como una bebé.

Era increíble la sensación de libertad que su ser despedía, era la primera vez en toda su vida que era Hermione por si sola. No había padres a los que pedir permiso para ir o venir, no había maestros a los que dar explicaciones sobre lo que se hace o deja de hacer, no había un Harry Potter que tuviera que correr por su vida al cual proteger, no había un Ronald Weasley por el cual preocuparse, no había una casa que recoger, no había un marido al que alimentar, nadie por quien preocuparse salvo por sí misma.

Caminó sin rumbo durante la poca mañana que quedaba, por el callejón Diagon, luego de curiosear por las tiendas sus pies la llevaron a su lugar favorito Flourish y Blotts caminó por aquí y por allá, de vez en cuando la gente la señalaba al final de cuentas, después de la guerra, se había convertido en una figura pública.

Compró un libro en Flourish y Blotts y caminó hacia la cafetería de Florean Fortescue, bueno, de su familia, él nunca había sido encontrado, se presumía después de tantos años que los mortífagos lo habían asesinado, sus hijos y viuda continuaban con el negocio.

—Un americano —dijo Hermione a la mujer que atendía y se acercó hacia la terraza en donde comenzó a leer.

Al poco rato la mujer le acercó el café y un platón de galletas.

—Disculpe —le dijo Hermione a la mujer —solo pedí el café.

—Las galletas son cortesía de la casa Hermione Granger.

Ella sonrió a la mujer y la mujer le devolvió el gesto, siempre la población se identificaba con sus héroes, héroes conocidos y anónimos, todos habían perdido algo o a alguien durante la guerra.

La dependienta había llenado su taza al menos una vez mas mientras ella continuaba leyendo ajena a su alrededor, hasta que escuchó una voz conocida.

—Expreso por favor —la voz de Severus flotó como un listón de terciopelo hasta los oídos de Hermione.

Ella lo miró, llevaba bajo el brazo un libro que parecía muy antiguo tomó la pequeña tacita de café y miró alrededor buscando una mesa, su mirada se topó con la de Hermione y frunció el seño. Él se acercó.

—Buen día —dijo como tanteando el terreno, no estaba muy seguro como comenzar una plática, después de la conversación del día anterior, había sido algo demasiado personal.

—Severus ¿como está? —Snape la miraba ella resplandecía. Al fondo un grupo de muchachitas señalaba a Snape y lanzaba ruidosos suspiros y risitas.

—Muy bien —Hermione le señaló la silla de enfrente y él tomó asiento a su lado.

Las muchachitas del fondo resoplaron disgustadas, al ver que el héroe de guerra estaba acompañado.

—Lamento si espanto a sus seguidoras —observó Hermione mirando la mesa del fondo.

—No se fije. Es una locura, —confesó y luego añadió retórico — ¿acaso tengo cara de estar desesperado por encontrar a una mujer? —Hermione negó con la cabeza sonriendo —pues esas niñas parecen pensarlo, lo peor es que me topo con un grupillo como ese cada dos pasos.

—Son los costos de ser un héroe de guerra —Hermione continuaba sonriendo. Severus que iba de pantalón de vestir y camisa negra, pero sin levita ni capa, parecía relajado.

—Deduzco por su sonrisa que sus conflictos han mejorado.

—Bueno en realidad mejorado es poco —le contestó Hermione —creo que mis conflictos han terminado.

Severus bebía de su café, negó imperceptiblemente con la cabeza.

—Los conflictos nunca terminan, solo varían.

—Creo que tiene razón, pero al menos los conflictos de los que hablamos han terminado o están por terminar.

—Usted y el Señor Weasley han hecho las paces.

Ella negó con la cabeza.

—El Señor Weasley y yo nos hemos separado.

Hermione le contó la situación en la que había encontrado a su marido.

—Ayer le dije que consideraba al Señor Weasley alguien excesivamente egocéntrico, tengo que decir que además de egocéntrico es obviamente alguien excesivamente estúpido —continuó —ningún hombre en su sano juicio la dejaría a usted con su belleza y su inteligencia, —Hermione agachó la mirada turbada ante los halagos inesperados —por alguien con la escasa inteligencia, belleza y reputación de la Señorita Brown.

Hermione sonrió, no porque insultaran a Lavender, sino por que Snape la alababa.

Luego de eso cambiaron de tema, intercambiaron libros rieron, la muchachas del fondo, dolidas de que Hermione acaparara a Snape se marcharon al paso de un par de horas, pero ellos siguieron bebiendo café y charlando, hablaron de la guerra, de sus vidas, y extrañamente acabaron rememorando su amor por Hogwarts. Ambos ansiaban ver de nuevo el castillo, ambos confesaron que abandonarían el ministerio solo para volver a Hogwarts.

Hermione soltó una lágrima.

— ¿Qué le pasa? —preguntó Snape con delicadeza alcanzándole una servilleta para que ella limpiara su llanto.

—Es solo que tanto se perdió en la guerra.

—Si algunos perdimos, -Snape miraba algo al fondo del callejón desde la terraza, que quedaba oculto a la vista de Hermione –pero mire, se acercó a la baranda de la terraza e invitó a Hermione a que mirara, allá al fondo las muchachas que se habían ido del café chacoteaban con Rita Skeeter —si algunos no hubiéramos perdido un poco de nosotros en la guerra, la gente común no podría seguir con sus vidas comunes gracias a nosotros ellos pueden continuar.

—Pero no pueden dejarnos en paz —comentó Hermione al ver que las chicas apuntaban hacia donde ellos estaban y Rita Skeeter comenzaba a caminar del fondo del callejón hacia donde ellos se encontraban.

—Creo que lo mejor será irnos —Hermione asintió y sacó su cartera para dejar el pago —por favor, permítame pagar —Severus puso su mano sobre las de Hermione incitándola a que cerrara la cartera.

Entonces ella lo hizo, sin pensarlo, solo lo hizo, dio un pequeño beso a Snape, un beso de colegiala, casi esperando el rechazo de su maestro.

—Vámonos –Snape dejó un par de galeones en la mesa.

Caminaron por la calle con el paso apresurado hacia el Caldero Chorreante. Estaban tan bien en la terraza ¿Por qué habían tenido que interrumpirlos? Se preguntaba Hermione. ¡Estúpida gente que no tiene nada mejor que hacer!

XI

SERÍA DE ESTÚPIDOS ESPERAR

Entraron abruptamente al Caldero Chorreante, Tom, el tabernero los miró.

—Disculpe Tom, —dijo Hermione con educación —Rita Skeeter nos está siguiendo.

Tom torció la boca, alguna vez Rita Skeeter había publicado un artículo sobre una plaga de cucarachas en el Caldero Chorreante, pasaron meses antes de que los parroquianos decidieran volver a comer ahí.

—Escóndanse en su habitación —dijo Tom —haciendo ademán hacia las escaleras, les diré que salieron al Londres Muggle.

Hermione tomó a Severus de la mano sin pensarlo y corrió a su habitación. Antes de cerrar la puerta oyó que Rita Skeeter entraba y le preguntaba por una pareja que había entrado corriendo a Tom.

—Salieron por esa puerta, —Tom apuntó hacia la entrada que daba a Charing Cross Road, —pasaron como lunáticos.

—Pero eran Hermione Weasley y Severus Snape ¿verdad? —preguntó Rita Skeeter como una arpía.

—No los vi —respondió Tom con indiferencia —pasaron como un remolino.

Rita resopló con enojo, y la escucharon taconear hacia la salida.

— ¿Cuándo vendrá a comer aquí Rita? —Preguntó Tom —prometo no cobrarle las cucarachas.

Después de eso solo oyeron el portazo e imaginaron que Rita se había ido.

Severus cerró despacio el resquicio de la puerta por el que habían estado escuchando y se volvió a mirar a Hermione.

—Eso que hizo fue muy inapropiado —se acercó a ella, se veía menos intimidante sin su interminable túnica, pero aun así su mirada era muy pesada. Hermione asintió en silencio.

—Cierto —dijo —pero aun así no me arrepiento y le diré una cosa más, Severus, en cuanto sea una mujer divorciada pienso hacerlo de nuevo —se acercó a Snape —muchas veces más a menos de que a usted no le haya gustado.

Severus no necesitó ningún otro catalizador, se abalanzó sobre ella y la besó, sus labios tocaron los suyos con demanda contenida, la deseaba tanto, Hermione se dejó hacer, sin pensarlo.

—Hermione —murmuró Severus contra sus labios.

Ella se separó de él y lo acarició, sus mejillas, sus ojos ardientes, sus labios entreabiertos, quería memorizarlo cada centímetro de su rostro, bajó sus manos lentamente hasta los botones de su camisa, Severus la miraba en silencio, pronto Hermione empezó a desabotonar uno por uno, por suerte él no usaba una de sus levitas de botones interminables.

— ¿Segura? —preguntó él, ella frunció el entrecejo.

— ¿No lo deseas? —le respondió

—Te deseo mas que a nadie hechicera —respondió el con la voz ronca. Luego aclaró —Dicen que después de una relación hay un periodo de luto y que es dañino embarcarse en otra relación de inmediato…

—Y bla bla bla —terminó Hermione —por primera vez veo claro Severus, no hay nada en este momento que enturbie mi vista, ni mis sentimientos. Somos dos adultos, te deseo como hombre desde hace demasiado, si tu estás disponible para mi no veo porque esperar. Si además de eso tú quieres esperar a que yo esté divorciada y comenzar una relación conmigo voy a ser muy feliz. Pero —Hermione dijo —si lo único que deseas es sexo, puedes decirlo también y en este momento puedo decidir si lo quiero o no.

Severus la tomó de la mano y la llevó hasta la cama.

—Quiero hacerte mía cada día de mi vida.

Hermione sonrió.

—Seríamos estúpidos si esperáramos.

Ella se tumbó en la cama al lado de él, Severus se entretuvo largo rato desvistiendo, prenda por prenda, averiguando por fin que era lo que se escondía debajo de la ropa de Hermione, lentamente saboreó el triunfo de poseerla por fin, de que estuviera dispuesta para él. La chica se dejaba hacer en las manos del pocionista. Mientras el atacaba su cuello con labios y dientes ella se encargó de despojarlo de la camisa, Hermione ahuecó la mano y tomó su erección.

— ¿Se te perdió algo hechicera? —preguntó él.

—Acabo de encontrarlo —le respondió ella con una sonrisa pícara.

Se despojaron de los pantalones y Severus se acercó a Hermione pero ella negó con la cabeza.

—Túmbate —le dijo.

Severus sonrió —No olvide con quien está hablando Señorita Granger.

Ella se estremeció.

—No lo olvido, Profesor —respondió, —quizás podamos endulzar un poco al amargado Severus Snape.

Él se tumbó sobre la cama y Hermione se sentó sobre su entrepierna, mientras el hombre sonreía de medio lado. Era obvio porqué las mujeres lo seguían, taciturno, guapo, con su porte de chico malo, su estatus de héroe y el enorme bulto sobre el que Hermione estaba sentada.

— ¿Dominante, Señorita Granger? —dijo él socarronamente, como burlándose.

—Es la primera vez que voy a hacer lo que yo quiera, estoy cansada de esperar que alguien más se haga cargo de mi placer –respondió ella.

Snape gruñó en señal de aceptación deslizó las manos por las caderas de Hermione, ella tomó el miembro de Severus en las manos y lo colocó directamente en su entrada, sintió como lentamente mientras ella descendía era colmada por él.

Hermione jadeó al tenerlo por completo dentro, empezó a subir y bajar sobre el centro de Severus, el hombre gruñía y apretaba las caderas de la chica.

Pasaban los minutos y los movimientos se hacían erráticos. Hermione lo sintió entonces, pulsaba dentro suyo, podía sentir cada una de las venas del miembro de Snape palpitar dentro de su cuerpo.

Él tenía los ojos fijos en ella, no podía desviar la mirada, Hermione poseyéndolo era la cosa más sensual que había visto en su vida, apretó aún más su cadera y la guió, acelerando, ella apretó en torno a él y echó la cabeza hacia atrás, como si ofreciera sus pechos, no pudo evitarlo, deslizó las manos de la cadera de ella hacia sus pechos, en cuanto los tocó sintió el clímax llegar.

Desfalleció encima de él, echo su cabello a un lado para evitar que cayera en la cara de Severus y se concentró en cómo se escuchaban los latidos de su corazón.

No supieron ninguno de los dos en que momento cayeron dormidos, lo único de lo que ambos estaban seguros era de que habría sido de estúpidos esperar.

XII

¡ESTÚPIDO PELIRROJO COBARDE!

A la mañana siguiente ocurrió lo inevitable.

Ambos despertaron acurrucados en la cama sin estar seguros de cuándo se metieron bajo las cobijas. Se alistaron entre mimos, Severus apenas y pudo refrescar su ropa pues no tenía nada que ponerse, y se dirigieron con tranquila cordialidad hacia el trabajo.

Tuvieron una mañana tranquila, fueron y vinieron, hicieron su rutina de cada lunes ambos encerrados en la oficina, prácticamente ajenos a todo lo que ocurría fuera.

De pronto la puerta crujió, como si una tromba se hubiera estampado contra la madera.

—Así que eso era –Ronald acababa de cruzar el umbral y se abalanzó hacia Hermione –por eso los chicos nunca vieron que fueras hacia ningún otro lugar, porque no lo hacías, venías aquí y te cogías a Snape. Zorra.

—¿De qué hablas Ronald? –respondió Hermione.

Severus se había puesto de pie y se paraba detrás de Hermione, listo para intervenir en cualquier momento. Ron estampó contra el pecho de ella una de las secciones del profeta en ella una fotografía en la que se veían Hermione y Severus caminar apresuradamente por el callejón Diagon rumbo al Caldero Chorreante, ocupaba toda la primera página. En grandes titulares se pregonaba la probable infidelidad de Hermione a Ronald.

—Es él ¿no?, —Ronald gritaba —es él el culpable.

—No seas imbécil –dijo Hermione con fastidio –el culpable eres tú, tú y tu estúpido quidditch y tus salidas con los muchachos a tomar un trago y tu falta de sensibilidad y tu falta de amor y tu falta de interés y tu estupidez. No lo culpes a él.

—Lo defiendes –Ron la apuntó con el índice acusándola.

—Le parece –Severus dio un paso al frente y habló por primera vez –que necesito que la Señorita Granger me defienda.

—Señora Weasley –le aclaró Ron.

—No por mucho –respondió Severus.

—No me asusta Snape, no es mi maestro –Severus se acercó aún más y se irguió cuan largo era, mientras Ronald parecía encogerse, —yo soy un auror –la voz de Ron salió demasiado aguda.

—Exacto —dijo Snape y su voz se volvió baja y aterciopelada, —no soy más su maestro, y ambos, creo, —luego hizo una mueca como si evaluara a Ronald —somos caballeros, le parece si dirimimos esto entre usted y yo y dejamos fuera a la Señorita Granger. No hay necesidad que ella presencie como lo convierto en una asquerosa comadreja.

Ron dio un paso atrás lanzó una mirada de despreció a Hermione y una que pretendió ser de odio a Severus, pero en realidad más bien pareció de temor.

Dio media vuelta y se alejó para no volver, en la mente de Severus resonaba una sola frase: ¡Estúpido pelirrojo cobarde!

XIII

¡QUÉ ESTÚPIDO SE SENTÍA EN AQUEL MOMENTO!

Las cosas se salieron de control para el día siguiente, Ronald se había andado pavoneando el día anterior con Lavender, prefería que le dijeran infiel a que le dijeran esposo engañado. Hubo necesidad de poner detectores de hechizos en las entradas del Ministerio, pues todos los periodistas del Mundo Mágico deseaban saber quién había sido la verdadera manzana de la discordia en el matrimonio Weasley-Granger. Si el muy codiciado Severus Snape o la desconocida Lavender Brown.

Rita Skeeter se había encargado de hacer de aquello toda una telenovela, Granger al parecer ya tenía debilidad por los magos famosos, Potter, Krum y Weasley solo eran parte de su colección, Snape la última adquisición.

Y no era lo único

Había reportajes sobre la debilidad que Severus sentía por las hijas de muggles, la posibilidad de que en realidad su relación hubiera empezado muchos años antes cuando aún eran alumna y profesor, la codicia que empujaba a Hermione hacia aquella relación, la posibilidad de un embarazo por parte de Lavender Brown, y los ríos de tinta corrían y corrían hasta que la bomba explotó.

—No pueden continuar aquí –les decía el ministro a Hermione y Severus un mes después.

Las cosas seguían sin serenarse, Rita Skeeter se encargaba de una vez por semana revivir la flama de aquel culebrón.

—Ya soy una mujer divorciada —respondió Hermione cuyo divorcio había sido rápido, había renunciado a todo cuanto había hecho con Ron. Ahora era libre —no veo cual pueda ser el problema —aunque Ronald aun rumiaba por los rincones del ministerio lo muy zorra que había sido.

El pelirrojo no lo había puesto fácil, había gritado, pataleado, incluso suplicado que no lo dejara, pero Hermione, tomada de la mano en todo momento por Severus no quería saber nada de él. ¿Qué podía pelear, qué podía hacer para evitar el divorcio? Ella le dejaba todo, ella no quería volver. Además el muy imbécil se había puesto a gritarle en una de las juntas con los abogados y el ministro que era una adúltera lo cual era una de las causas que ocasionaban el rompimiento del vínculo del matrimonio, no había más que decir, se divorciaron en menos de una semana.

—Por políticas están prohibidas las relaciones entre trabajadores –Kingsley los miró a ambos –entiendo de verdad que hayas dejado a Ron y puedo entender que quieran estar juntos, —Kingsley los miraba desde el otro lado del escritorio —pero al menos uno de ustedes, tiene que irse para que el otro pueda quedarse.

—Para hoy por la tarde tendrás la dimisión de uno de nosotros, Kingsley –le respondió Severus –no te preocupes.

Hermione bajó la mirada entristecida pero asintió. Dicho esto abandonaron el despacho del Ministro y el Ministerio.

Cuando la tarde llegó Kingsley recibió no uno sino dos sobres en su escritorio, la dimisión de Hermione Granger y la dimisión de Severus Snape, se sintió defraudado acababa de dejar ir a los dos mejores pocionistas de la actualidad y se había quedado con un verdadero imbécil en el cuerpo de aurores. ¡Qué estúpido se sentía en aquel momento!

EPÍLOGO

¡ESTÚPIDO SOMBRERO SELECCIONADOR!

Abandonaron la oficina de Minerva McGonagall aquel mismo día por la noche, siempre serían bienvenidos en Hogwarts.

Hermione tendría un lugar apoyando a Minerva en transformaciones mientras que Severus tomaría su lugar en defensa contra las artes oscuras. Fue pura suerte que hubiera vacantes en Hogwarts, de hecho no había nadie que quisiera hacerse cargo del puesto de Defensa, aun tenían miedo de la maldición de Voldemort y aunque entre Minerva, Slughorn y Flitwick, habían sacado adelante las clases en los años anteriores todos estaban exhaustos, fue una bendición para ellos que Severus y Hermione llegaran.

Luego de un año de vivir en habitaciones separadas decidieron casarse, una pequeña ceremonia con unos cuantos amigos, y colegas, en los jardines de Hogwarts.

Severus miraba a su alrededor, a su antigua mazmorra, a su antiguo laboratorio todo aquello ahora era su hogar. Ahora entendía lo estúpido que había sido al huir de Hogwarts pensando que la soledad estaba ahí, cuando en realidad la soledad estaba en él, al menos hasta que la encontró.

Hermione se sentía feliz no había ningún otro lugar en la tierra que amara tanto como aquel castillo. Compartirlo con Severus era un sueño hecho realidad.

Dos años después llegó el primer crío, un niño de ojos cafés y cabello negro delgado y alto igual que su padre, amante de jugar con la colección de libros de su madre.

Al año siguiente llegó la niña una pequeña de pelo castaño y ojos negros pequeña y cachetona que adoraba los elfos y demás seres desvalidos como su madre.

No podían quejarse, su única queja era lo estúpidos que habían sido al no haberse dado cuenta que eran el uno para el otro antes.

—Slytherin —decía Severus a su mujer a lo largo del pasillo, ambos caminaban hacia el gran comedor.

—Gryffindor —debatió Hermione negando con la cabeza.

—Por Merlín —respondió él —un Snape en Gryffindor para nada.

—Hay un Severus, no veo porque no pueda haber un Snape —le dijo socarronamente Hermione al referirse al hijo de los Potter. Albus Severus Potter.

—Calla mujer, aun siento acidez en el estómago cada vez que lo recuerdo. Severus Potter —bufó —siempre supe que Harry Potter era solo un nombre famoso, sin un gramo de cerebro.

—Pues nunca he visto un Slytherin al que le guste el chocolate con leche, todos toman café —Hermione reía —y tu hijo lo adora.

—Ya lo verás hechicera.

Ambos llegaron al comedor justo a tiempo para la selección, su hijo mayor Severus Aramis Snape estaba en la fila de los novatos.

McGonagall con el pergamino que tenía los nombres de todos los nuevos estaba parada a un lado del taburete y con el sombrero seleccionador en la mano.

—Severus Aramis Snape —dijo la directora, el chico caminó y tomó asiento, el sombrero seleccionador apenas había tenido oportunidad de rozar el cabello del primogénito Snape cuando gritó:

— ¡RAVENCLAW!

Severus y Hermione aplaudieron como si se sintieran profundamente orgullosos de su retoño, pero intercambiaron una mirada cómplice que claramente decía: ¡estúpido sombrero seleccionador!

FIN

Jejeje, bien, espero que se hayan divertido leyendo tanto como yo me divertí escribiendo, mil gracias a todas por su tiempo y por sus amables comentarios. Les mando un gran saludo y un gran abrazo.

Nos veremos pronto.

Adrel Black