¡Hola a todos! ¡¿Se acuerdan que les dije que tenía un nuevo proyecto AU en proceso?! ¡Pues aquí está el proyecto terminado! Basado en algunos dibujos vistos en referencia a los FanFics de R9K (FanFics que no he tenido el gusto de leer, pues la temática es ELSANNA [Si, anteriormente he dicho que me llega a gustar esto, pero aclaré que sólo friendship] y además está en inglés y Zakuro es una mugre vaga que hasta le da flojera alcanzar su móvil a veces teniéndolo en frente), ya que me gusta la manera en la que presenta a nuestra querida Reina de las Nieves, y poniendo un toque de JELSA (Obviamente, esto será un JELSA) ha nacido este extraño AU.

Aclaraciones antes de empezar a leer:

1.- No, la autora no se drogó antes de escribir esto.

2.- Los personajes no son míos (algún día los compraré, lo sé[?]), todo es propietario de sus respectivos creadores.

3.- El FanFic ocurre en "la época moderada"

4.- Jack no está muerto, está más que vivito y coleando.

5.- Espero y disfruten que con esta obra, ya que lo hago para pasar el tiempo y hacer que ustedes pasen un buen momento leyendo lo que sale de mi mente atrofiada.

Sin más por el momento, ¡buena lectura!

҉ Rosas de cristal. .҉

Rosa uno: Una y otra vez. El mundo es frío. Pero lo intentaré por ti, mi adorada hermana.

El cielo era gris, era invierno, mi estación favorita. Estaba apoyada en la pared de afuera de mi casa, tenía entre mis manos en cigarrillo que le había quitado a Anna cuando la sorprendí a punto de probar tal veneno, lo arrojé al suelo con odio y pasé mis manos por mi cabello. ¿Cómo es que mi hermana era tan ingenua? Quería matar a su novio por darle semejante cosa. Me quité mi guante de malla, pues era la única forma de controlar estos extraños poderes con los que nací. Extendí mi mano y lancé un rayo con furia. Anna seguía siendo una niña. A mi alrededor empezó a nevar, más nadie le tomó importancia, era invierno después de todo. Los copos nevados empezaron a cubrir mi chaqueta de cuero negra y mis pantalones de igual color. En mis botas empezaron a aparecer pequeñas gotas por la nieve que se derretía arriba de ellas. Me agaché en mi lugar y estallé en llanto congelando el pequeño espacio que estaba a mi alrededor. Odiaba pelear con Anna, ya que ella era lo único que me quedaba después de la muerte de papá y mamá en ese feo accidente de carro.

Recordé toda mi vida en ese momento: Desde que tengo memoria, he poseído esta habilidad de poder crear, controlar, la nieve a voluntad. Claro. A menos que experimente alguna emoción a tal grado que mi don hace que todo lo que en mi interior hay salga de forma nevada, gélida y violenta como ahora. Cuando tenía tres años, algo muy especial pasó el día de mi cumpleaños. Mi hermanita Anna nació, si, cumplimos años el mismo día. Nos volvimos muy unidas y siempre jugábamos en casa, pues adoraba ver hacer "la magia", como ella le llamaba, y jugar entre la nieve haciendo hombres de dicho material y peleando con esta. Un día, mientras Anna y yo jugábamos, pasó un accidente que hasta la noche de hoy torturaba mi corazón. Ella estaba saltando de montículo en montículo de nieve que yo hacía, pero me resbalé, ya que habíamos estado patinando, y, en un intento de que Anna no terminara estrellada contra el suelo, lacé un rayo y le di en la cabeza. Me aterré. Mis padres llevaron a mi hermanita con un viejo chaman el cual le borró sus recuerdos con su magia. Lo malo. Es que me advirtió que el temor sería mi peor enemigo. El miedo de mi misma.

*Los años pasaron y me encerré del mundo que me rodeaba para no herir a nadie. Sobre todo, me alejé de Anna. En la escuela dejé de relacionarme con mis compañeros, a lo mucho hablaba con dos o tres de ellos. Llegaba a mi casa e iba directo a mi habitación a encerrarme del mundo, mis padres, en su afán de que mi encierro fuera más plácido, me llenaron de artefactos tecnológicos. Desde los ordenadores más sofisticados, las consolas más novedosas y los celulares más caros de la marca de la manzanita. Gracias a aquello, pude hablar con mi hermana y rescatar un poco nuestra relación que estaba casi muerta. También me regalaron el objeto que cambiaría mi vida, una pequeña guitarra acústica, pues las normales eran demasiado grades para mi. Mientras crecía, mi gusto por la música fue creciendo, y también, gracias a mi ordenador e internet, descubrí un cierto género musical que demostraba mayormente mis sentimientos. El rock and roll. Pero no sólo escuchaba éste, a pesar que era mi predilecto, descubrí la música clásica, que ayudaba a veces a calmarme y apreciar la hermosura de la música. Pero, también descubrí que mediante crecía, mis poderes también lo hacían, así que desde mis ocho años, mi padre me acostumbró a usar unos guantes que ayudaban a mantener bajo control mis poderes.

Por no tener contacto con nadie, desarrollé una clase de complejo antisocial. Cuando tuve edad suficiente para entrar a la secundaria. Ya no hablaba con nadie. Mi aspecto, por influencia de mis gustos, era más que raro. Usualmente llevaba chamarras, por precaución por sí alguien me tocaba no terminara congelado, jeans, tenis, mayormente usaba camisas y llevaba el pelo amarrado en un peinando que sólo mamá sabía hacer. Mis rasgos eran fríos, escuchaba rumores de mi, me decían "la reina de las nieves" por carácter de expresiones faciales o de esa chispa luminosa en los ojos. Ya quieres ver que alguno de esos chicos viviera encerrado como yo, a ver si no desarrollaban problemas para comunicarse con los demás. En esta etapa, nació mi gusto por el arte. Adoraba ver las pinturas, las obras de teatro, y los escritos tanto líricos como dramáticos. Era un buen medio para sacar todos los sentimientos que mi corazón reprimía.

Un día, papá y mamá tuvieron que viajar por cuestiones de trabajo, ya que éramos los dueños de una empresa multimillonaria de estatus mundial. Aún recuerdo aquel día, Anna había cumplido quince años y yo los dieciocho. Vestía con un pantalón azul, unos convers de igual color, una blusa blanca que no se veía, pues tenía una sudadera azul con una raya negra en medio que mantenía cerrada hasta el cuello que me llegaba hasta la mitad de este. Tenía mi pelo amarrado como mamá me había enseñado y unos guantes negros de cuero que papá me había regalado para mantener a raya mis poderes, pues ya eran lo suficientemente poderosos como para traspasar los guantes de tela que siempre usaba. Los esperé abajo de la escalera de nuestra casa de dos pisos, a pesar de tener dinero para derrochar, teníamos una casa cotidiana de dos pisos. Anna había ido a despedir a nuestros padres a su alcoba, y no quise interrumpir ese precioso momento con mi presencia, así que preferí estar ahí abajo. Vi a mis padres descender de las escaleras mientras un de los empleados bajaba sus maletas.

— ¿Tienen que viajar? — Interrogué con ojos suplicantes, si hubiese sabido que pasaría en su ausencia, les hubiera rogado quedarse.

— Confiamos en ti, Elsa. — Soltó papá con una sonrisa tranquila.

— Cuida de tu hermana, que no se vaya a meter en problemas. — Me pidió mamá con una sonrisa en la cara.

— Haré mi mejor esfuerzo. — Prometí de corazón.

— Se una buena niña. — Y antes de que se fueran, les di un abrazo que deseé nunca acabase.

— Ser una buena niña siempre debo ser... Cuidaré a Anna... — Susurré mientras veía a mis padres subir en el carro que sería su tumba.

No pasaron ni dos días entes de que uno de los empleados de nuestros padres llegara a casa. Yo estaba en mi habitación escuchando la canción de "world so cold" de 3DG, jamás pensé que esa canción llegaría a ser la más apropiada para esa situación. Escuché tocar la puerta, así que bajé al recibidor gritándole a Anna que no abriese la puerta, me puse mi chamarra azul y abrí. Parada adelante de mi. Con los ojos llorosos y rojos. Estaba el mismo empleando que nos llegaba a hacer la comida y a ver si nos hacia falta algo. Era ya de mayor edad y calvo. En su expresión se veía una tristeza inmensa y mi corazón de estrujó.

— ¿Señorita? — Me llamó con voz entrecortada.

— ¿Si? — Le respondí algo asustada.

— ¿Se encuentra la señorita Anna en casa? Debo darles una noticia, a las dos. — Las lágrimas volvieron a asomarse en los ojos del anciano.

— Claro, pase. — Mi hice a un lado para darle paso.

Guié al anciano por la sala hasta la pequeña cocina, era un cuarto de unos escasos tres metros de largo, en medio había una mesa de madera clara, en la pared se apreciaba una televisión y los artefactos culinarios relucían. Le dije que se sentara y yo salí para buscar a Anna quien hablaba con sus amigas de la escuela. Toqué la puerta de su habitación y vi su enorme cuarto color verde. Muy diferente a mi cuarto que era de color blanco. Tenía una televisión que rara vez usaba, un ordenador abandonando -en ocasiones me daba pena el pobre artefacto-, su ropa estaba regada por todos lados y se veía que acababa de terminar de hablar por celular, pues el pobre estaba casi echando humo. Le dije que se vistiera y bajara, ya que aún estaba en su short de pijama verde y una blusa de tirantes de un color más bajo. Cerré la puerta tras de mi y bajé las escaleras de nuevo, en el pasamanos pude ver un rastro de escarcha. Estaba nerviosa y eso no era bueno. Antes de encontrarme con el viejo traté de tranquilizarme, aunque él ya sabía de mi situación, no quería preocuparle.

Al estar ambas ya reunidas con el anciano, él nos narró que mientras nuestros padres conducían por la carretera, un trailer se les interpuso y, tratando de evitar un choque, papá dio vueltas al volante, pero fue en vano, el trailer se puso de forma paralela a ellos provocando que ambos se estrellaran. Nuestro padres murieron de forma instantánea. Lo único que se pudo recuperar del accidente fueron sus anillos de casados. Anna dio un grito de terror mientras decía que todo era mentira, pero el señor traía consigo los anillos de papá y mamá cubiertos de sangre. Mi hermana se puso pálida y salió del lugar corriendo en dirección a su habitación, ya que se escuchó el estrellar de su puerta. Yo, por mi parte, me quedé ahí, en shock. Me paré tranquilamente, como si me hubiesen dicho que mis padres llegaron a salvo a su destino, le di las gracias al anciano y le di el día libre, ni Anna ni yo teníamos ganas de comer. Lo despedí y subí a mi cuarto donde sonaba a todo volumen aún "world so cold". Conecté mis audífonos -que se llenaron de escarcha a mi tacto para evitar que con el frío se descompusieran- y, por primera vez en mi vida, me dejé llevar por ese sentimiento que transmitía la canción, que yo sentía y que desde ese día se volvió mi canción favorita.

¿Por qué el mundo era así de frío? Mamá y papá ya no estaban a mi lado. Todo a mi alrededor se empezó a llenar de nieve y hielo, quería quedarme congelada en ese momento. Escuché que Anna tocaba mi puerta y me rogaba hacer un muñeco de nieve con ella, sólo yo sabía el significado de esas palabras. Desde mi encierro, siempre me pedía hacer lo mismo. Abracé mis rodillas y el dolor, la tristeza y la culpa me invadieron. Me sentía triste por la perdía de nuestro padres, el dolor de no poder hacer nada para ayudar a superar la muerte de mamá y papá me consumía. Y la culpa. Porque no podía hacer nada. Mi mundo era muy frío para el calor de Anna. Mi alma estaba destrozada, sabía que ahora, que a partir de ese momento, tendría que enfrentar el mundo del cual me ocultaba. Y eso no sería fácil. A parte de que ahora estudiaría en casa, ya que yo era la segunda al mando en ausencia de papá para dirigir la empresa. Escuché los sollozos de Anna y los míos combinados. Había olvidado su calor ya, ¿cómo se sentía abrazarla cuando lloraba de pequeña? No lo recordaba. Era demasiado joven para experimentar tales cosas, pero sabía que no podía hacer nada.

Pasó un años y dejé de lado mis jeans para usar pantalones de vestir pegados, ahora era una señorita que tenía bajo su yugo a la más poderosa empresa de todos. Por obvias razones, dejé pasar tiempo con Anna -no es como sí pasara mucho tiempo con ella- y me concentré en dirigir la empresa. Pero como los de mayor edad no deseaban que una cría fuera quien manejara la empresa, mientras llegaba a una buena edad poder dirigir de manera física la gran corporación Arendell, ingresé a una universidad para futuros empresarios. Y en ese momento deteste ser la presidenta de la empresa. ¡Las materias que llevaba eran más que aburridas! ¡Jamás en mi vida me aburrí tanto! Además de que todos mis compañeros de clase me evitaban, a todos les daba miedo. Bueno, mi cara no era la más expresiva de todas, y además, tenía cierto poder que debía ocultar ante todos. Me compraron una motocicleta para poder transportarme, ya que de la escuela iba a la empresa para tratar algunos asuntos y regresaba a la universidad. Ese año fue uno de los más asqueroso de mi vida.

Conocí a todas las empresas con las cuales teníamos negocios, desde la empresa de Corona, cuyos dirigentes eran las personas más amables del mundo, hasta las corporaciones de Las Islas del Sur. Sus dueños eran muy amables, y sus doce hijos, quienes dirigían las pequeñas empresas y sucursales de ellos, eran igual de buenos. Descubrí que en nuestra empresa formaba parte de un círculo de elite formado por varias empresas sostenida por tres "pilares" -la mía el pilar principal- donde sólo podían ingresar aquellos quienes nunca realzarían un negocio sucio, como se le llamaban a las extorsiones o chantajes, y que jamás traicionarían a las empresas con las cuales habían entablando un contrato. Aquello me tranquilizó enormemente. Papá había sido quien dio la idea de aquel grupo juntó con el presidente de la empresa de Corona. También me enteré de que cuando Anna cumpliera los dieciocho años, ella adquiriría el puesto de vicepresidente de la compañía, y yo, por ser la mayor, conservaría mi puesto de presidenta de la componía internacional Arendell.

Un día, mientras iba de regreso a la universidad, una canción me llamó la atención. La conocía. Vi la hora desde mi móvil y noté que tenía aún tiempo de sobra. Seguí la dirección del sonido y llegué a un bar que se llamaba "Rise of the Frozen Heart", las letras eran azules con blanco emulando al hielo. Estacioné mi motocicleta y me quité mi casco, vi mi atuendo y me percaté que aún llevaba mi ropa de oficina: Un pantalón de vestir azul, una blusa blanca con cuello "v" de botones, un saco de igual color que el pantalón abierto para dama con hombreras y unos zapatos de color negro. Miré a mi alrededor donde encontré una tienda de ropa estilo rock ochentero. Entré donde me compré un conjunto que consistía en una blusa que tenía logo de los Gun's n' roses, ese de las pistolas cubiertas de rosas, una chaqueta de cuero, un jeans negros pegados, unas botas y una mochila para poner la ropa que antes cargaba, me despeiné dejando sólo mi trenza y me eché el pelo para atrás. Estaba lista. Soy la presidenta de una empresa multimillonaria, tenía que cuidar mi imagen, además de que no iba a entrar con ropa de oficina a un bar donde sonara música rock.

Entré en el bar y me quedé impresionada, estaba practicante vacío, a lo mucho habían dos personas en todo el lugar. Era realmente amplio, tenían pocas mesas, una barra, un escenario donde podía ver una batería vacía, una rockola de dónde venía el sonido, como decoración habían guitarras colgadas, reconocí una x-plorer negra y una "V" blanca, también observé varias fotos de bandas que fueron grandes emblemas del rock. Me acerqué a la barra para pedir una soda, el alcohol no me gustaba para nada, escuché más detenidamente la canción que estaba sonando. "Living in a world so could". Era la canción que transmitía lo que sentía. En algún momento, empecé a seguir el ritmo tocando mi uña notablemente larga contra la barra. Me sabía esa canción de memoria. Un día, incluso, llegué a aprenderla tocar. Mi cabeza al igual que mi dedo empezó a moverse con el ritmo mientras escuchaba la canción. Cuando terminó, sonó "Pain" de la misma banda. **Mi cabeza se volvió más rápida en sus movimientos y el mundo se volvió negro a mi alrededor. La música era demasiado buena. Estaba tan concentrada en apreciar la canción que no noté cuando un joven de puso a mi lado y pidió otra soda.

— ¿Te gusta Three days grace? — Escuché una voz preguntar haciendo que me desconcertara.

Mi corazón latió, jamás había visto a un chico tan atractivo en toda mi vida. Tenía el pelo blanco, quizá se lo tiñó de aquel color, porque las raíces las tenía castañas, unos ojos penetrantes azules tan cálidos que podrían quemarme, una tez blanca como la mía. Tenía una sudadera azul con algunos adornos nevados, un pescador entallado y llevaba unos convers sin calcetas.

— Si. — Contesté seca y fría mente. Era realmente estúpida con los chicos.

— ¿Cuál otra canción has escuchado de ellos? — Se interesó sonriéndome.

— Never too late y over in over. — Fue mi respuesta.

— ¡Qué buenas canciones! ¿Te gusta rock? — Aquel joven se acercó más a mi.

— No puedo decir que me guste, ya que no tengo ningún género musical favorito, pero si tengo cierta debilidad por el rock. — Dije mientras escuchaba el cambio musical a "welcome to the jungle" de Gun's 'n Roses.

— ¡Genial! ¿Reconoces esa canción? — La charla empezaba a tener un poco más de fluidez.

— ¿Quien no la reconocería? Bienvenido a la jungla de la ciudad. — Respondí algo temerosa de su respuesta.

— ¡Excelente! ¡Tu sí sabes de buena música! Por cierto, me llamo Jack Frost. — Se presentó el joven.

— Soy Elsa, un placer. — Me presenté sin decir mi apellido, ya que era el nombre de la empresa.

— ¿Qué más cosas te gustan? — Interrogó poniendo su codo en la barra y apoyando su cabeza en su mano.

— La música, obviamente. — En ese momento noté que en su camisa había un logotipo de cierta casa de animación infantil. — ¿Te gusta Disney?

— ¿Eh? — Miró su camisa y sonrió. — Claro, son muy divertidas sus películas. Aunque me gusta en general todo lo infantil, los niños son tan divertidos.

— ¿Cuál es tu película favorita? — Interrogué.

— Me gusta mucho la Princesa y el Sapo, el príncipe Navee es tan despreocupado. — Me contestó.

— A mi me gusta mucho La Bella y la Bestia, Bella es un personaje estupendo. Y la primera en no enamorarse del príncipe a primera vista... — Respondí moviendo los ojos con lo último.

— Ahí tienes un buen punto. — Me halagó.

Nos pasamos un buen tiempo hablando, fue la charla más interesante que había tenido en mi vida. Hablamos de nuestros demás gustos. Descubrí que tenía la misma debilidad por el invierno que yo, pero algo en él me decía que no me estaba diciendo todo exactamente, pero no quise interrogarle pues apenas nos estábamos conociendo. Descubrí que también en un gran fan de las series animadas, y que ambos concordábamos que ahora la animación perdió mucha de la belleza que tenía, ya que ahora eran más simples los dibujos comparados a los de antaño que eran más que exquisitos en detalles. Ambos disfrutábamos de pasar horas navegando en internet buscando cosas de nuestro agrado, éramos aficionados al arte de maneras totalmente distintas, yo buscaba la belleza y la esencia del artista, y él, solo se buscaba que tan divertida era la obra. Jack también disfrutaba de leer libros de ficción y de aventuras, mientras que yo, era más del estilo de mitología épica y romance. Así nos pasamos durante horas.

— Elsa, ¿cuantos años tienes? — Se interesó.

— Los suficientes para entrara a un bar, ¿no? — Me miró alzando la ceja. — Vale, tengo diecinueve.

— ¡Ja! ¡Yo tengo diecisiete! — Respondió alegre.

— ¿¡Qué haces entonces en un bar!?

Le interrogué curiosa antes de que un joven de aproximadamente veinte años, una barba, sonrisa sacarrona, una camisa verde de botones abierta y camisa blanca de magas largas abajo, pantalones cafés claros y botas entrara. Tenía rodeada a una joven de cabello castaño corto, la chica poseía unos pircings en la oreja y muchas manchas de pintura en todo su traje rosa pastel, que era conformado de una blusa de mangas largas, unos jeans de igual color que habían conocido mejores épocas y unos zapatos de un rosa más oscuro.

— ¡Ey, chico! — Escuché hablar al hombre. — ¿Ya tan rápido ligando? Pensé qué estabas interesado en las niñas que caían rápidamente ante ti.

— Vamos, Eugene, que estoy aquí para que me pagues los servicios de mi banda. — Me encogí en mi lugar incómoda, la charla no tenía nada que ver conmigo.

— Tranquilo, Jack, que nos has tocado ni una sola vez, además, Merida y tú no son una banda. Un guitarrista y baterista no son nada. — Quería preguntar si en serio tenía una banda y saber más, pero me contuve ya que Jack estaba ocupado hablando con el hombre llamado Eugene.

— ¿Y tú quien eres, pequeña? Nunca te había visto en mi bar... — Me iba a presentar, pero el peliblanco se adelantó.

— Ésta es Elsa. Le gusta todo lo que a nosotros, chicos. — Dijo sonriente.

— ¿Esla? ¡Vas a la universidad de futuros empresarios! Te vi un día en mi taller de artística, tus dibujos son realmente hermosos, y no sólo eso, tus narraciones y las composiciones que te han tocado interpretar son hermanas. ¿Por qué rayos estás con los estirados de gris? ¡Tu debes estar con nosotros, los artistas! — Expresó la joven, también la había visto por mi universidad más jamás le presté tanta atención.

— Tengo planeado dirigir mi propio negocios, eso es todo... — Dije la mitad a medias.

— Genial, otra rara al grupos. ¿Eres antisocial como nosotros? Si es así, te damos la bienvenidos oficial. — Bromeó Eugene.

— No es que sea antisocial... Sólo me cuenta comunicarme abiertamente con las personas. — «Y no quiero lastimar a nadie más, a parte de que lo cierto poder que tengo me cambiaban a diario de escuela...», pensé en mis adentros.

— En ese caso, considera este bar de mala muerte tu segundo hogar. Me presento, soy Eugene y tengo veintidós años, y ésta es mi novia, Rapunzel. — Dijo señalando a la joven.

— ¿Qué tal? Tengo veinte años, un placer.

— Soy Elsa, es un gusto... — Iba a terminar de hablar cuando mi celular sonó.

Saqué del bolsillo de mi chaqueta mi celular negro con el logotipo de la manzanita, revisé que había sido, era sólo un correo de una compañía industrial que estaba interesada en negociar con la empresa Arendell. Lo ignoré, pues ya antes me había negado el trabajar con la sub empresa del hijo menor de los dueños de la corporación de Las Islas del Sur. Era un dolor de cabeza. Antes de guardar mi teléfono, miré la hora y casi se me cae el móvil de la impresión. Era ya pasado de las ochos y las puertas de la universidad cerraban a la siete. «Maldición», pensé rápidamente. Guardé mi móvil y me despedí de mis nuevos conocidos, ese bar me había agradado y no me molestaría volver, sobre todo, si eso implicaba tener otra conversación con Jack. A pesar de tener un poder que consumiría a cualquiera, seguía siendo una chica y podía sentir atracción hacia el sexo opuesto. Y aquel peliblanco no era nada feo, incluso, se podría decir que había sido el primero en despertar que una parte de mi que sintiera atracción hacia el cuerpo de otra persona.

Salí del bar y me puse mi casco, hace mucho que no dormía en casa. Más exactamente. Hace un año que no ponía un pie en mi hogar. ¿Cómo estaría Anna? ¿Habría crecido? ¿Maduró en mi ausencia? Ella entraría dentro de dos años más a la misma universidad que yo, pues también tenía que ser instruida en los mismos artes, ya que ella iba a ser la vicepresidente, y como tal, debía saber las funciones que yo venía aprendido hace un año. Recordé la prosea hecha a mis padres de siempre cuidarla, mientras yo estudiaba, mantenía la mantenía vigilada por el viejo que siempre nos cuidó. Me subí en mi moto, me ajusté el casco y miré le cielo. Era ya invierno y el frío empezaba a sentirse, pero para mi, era algo bueno. Podía ceder un poco ante mis sentimientos en esa estación del año. Arranqué y me dirigí a mi hogar pensando en una excusa para que Anna no me interrogara ni pidiera pasar tiempo juntas, debía ser una buena chica en todo el sentido de la palabra y no demostrar mi cansancio ante ella, ni tampoco demostrar ese pequeño momento "normal" que había vivido, aunque en ese instante rompí aquella promesa por no percibir el paso del tiempo. Los ancianos que me supervisaban me iban a reprende de una muy fea manera por no pasar la noche en la universidad.

Al llegar a mi casa, vi que Anna igual estaba llegando, ¿qué hacía a esas horas fuera? Me quedé escondida en la esquina de mi cuadra, tenía curiosidad de saber que se traía entre manos mi hermana. Con cuidado, me fui acercando hasta llegar a unos cuantos metros de mi hogar. Agudicé mi oído y percibí que Anna estaba hablando con alguien por teléfono. Lo que escuché me dejó más helada de lo que ya era. Anna le decía a una de sus amigas que había conocido a uno de los hijos de los empresarios de donde trabajaba hace unas horas, se había enamorado y que dentro de nada estaría en casa para poder realizar su acto de amor. «¡¿Es qué está idiota?!» pensé antes de dejar tirada mi moto a medio camino, pues vi al presidente de la empresa industrial que me había mandado en mensaje tratando de unirse a la corporación Arendell. Hans era su nombre, y yo tenía entendido que su reputación con las mujeres no era para nada buena. Se había tratado de acerca a mi en esa forma en más de una ocasión, pero por mi trato tan antisocial a las demás personas, siempre terminaba huyendo de la situación cuando tenía oportunidad.

Esperé a que el joven entrara a la casa, cuando éste penetró en mi vivienda, me acerqué con cuidado y abrí la puerta. No había nadie en la sala. Escuché unas risitas desde la habitación de Anna y eso me preocupó aún más. Subí tan rápido como pude las escaleras y me paré en la puerta de mi hermana. Era la misa puerta verde con adornos primaverales de siempre, en su interior podía escuchar claramente la voz de Anna quien estaba cantando alguna extraña canción pop de amor de las que estaban de moda. Realmente, no le veo objetivo al pop comercial, tengo que enseñarle a mi hermanita mejores gustos musicales, pero eso será después. Tenía que salvarla de es hombre que se viste como buen chico. Tragué saliva y miré mis guantes, llevaba los de cuero, no tenía idea de que tan peligroso era aquel joven, pues se corría el rumor de que siempre cargaba una navaja consigo. Así que antes de entrar, fui a mi habitación por mis guantes de malla que me llegaban hasta por debajo del codo. Eran de un hermoso color azul.

Ya equipada, tomé la perilla y noté que mis poderes ya se estaban drenando. El picaporte se llenó de escarcha. Suspiré para tratar de tranquilizarme, pero lo que escuché en ese momento me hizo abrir la puerta de golpe sin detenerme a pensar que podía pasar. Había escuchado a Hans decirle a Anna que tenía un pequeño juguetito para ella. Yo lo sabía. Todos lo sabían. Él era un fumador de las peores cosas que el hombre pudiese inventar. Y Anna era una ingenua que pensaba que todos éramos buenos. Tengo que pasar más tiempo con ella y enseñarle muchas cosas, pero no sería este día ni otros, no quiero volver a herirla con mis poderes. Abrí de golpe la puerta y descubría Anna con un cigarrillo en la mano. Pero no cualquiera. Yo conocía ese mortal objeto. A muchos artistas les había causado la caída de su carrera por esa cosita. Era largo y su envoltura negra, el mundo en el que me había sumergido me había enseñado varias cosas que cuales persona normal ignora: Las adicciones jamás son buenas, pues nunca las puedes dejar, y eso, algún día, te costará la vida. ¿No es así, querido Kurt Cobain?

— ¡Anna! — Le grité.

— ¡Elsa! — Gritaron ambos en unísono.

— ¡¿Qué le querías hacer mi hermanita, maldito pedazo de escoria?! — Usualmente no tiendo a insultar ni a maldecir, pero en esa situación no lo podía evitar. Estaba realmente enojada.

— Elsa, tranquila. — Trató de resonar mi hermana. — Hans es mi novio, solo quería enseñarme a usar esto…

Me acerqué con paso firme, donde pisase se formaba una capa ligera de hielo con escarcha a su alrededor, pero al parecer mi rostro era más interesante que lo que pasaba en el suelo. La temperatura empezaba a descender, lo sentía a través de mi chaqueta.

— ¡Dame eso! — Le arrebaté el cigarrillo de las manos a Anna. — Te ruego que te retires y no vuelvas a poner un pie en mi casa. La corporación Arendell jamás trabajará contigo, Hans. Lo sabes bien. Y esto fue muy bajo, usar a mi hermana, la futura vicepresidenta de la empresa para alcanzar un maldito pedazo de papel. Que bajo. — Argumenté, después de un año en el mundo de los negocios sabía que tan sucios pueden llegar a ser. Y porque mi padre llegó a desarrollar el grupo elite el cual ahora tendría que dirigir yo.

— ¿De qué hablas, Elsa? ¡Hans no es dueño de nada! ¡El está aquí porque es mi novio y me ama! — Estaba a punto de responderle pero una risa sínica de Hans me desvió de mis pensamientos.

— Vaya, vaya. No por nada eres la presidenta de la corporación Arendell… La empresa multimillonaria la cual es dirigida por una chica de universidad… — Anna volteó a ver al pelirrojo y yo me interpuse en su camino.

— ¿H-Hans? — Tartamudeó mi hermana.

— Oh, Anna… Si tan solo hubiera una persona que te amara… — Dijo con cinismo.

— ¡Si lo hay, Hans, yo! — Le grité dejando impresionada a mi hermana.

Es cierto, la amaba, y por eso, estaba en esa citación en ese momento. Dejé a Anna de lado para que ella pudiese disfrutar un poco más su vida sin el pendiente de su hermana que no salía de su habitación, sin el peso de manejar a mi lado una empresa multimillonaria a mi lado, sin el peso de saber mi oscuro secreto. En mi mente pasaron todos los años que dejé a lado a mi hermana por mis extraños poderes, los cuales empezaban a ponerse en evidencia, pues estaba empezando a nevar… adentro de la habitación.

— ¡Ahora, vete, a menos que quieras saber el significado de un mundo frío! — Amenacé alzando mi mano. — Sabes bien que nuestra empresa tiene los mejores artefactos de autodefensa, y estos guantes están cargados por laser minúsculo que lanza rayos de nitrógeno líquido. Ahora, vete. — Si, lo sé, debo dejar cómics de acción. Pero era lo más lógico que se me había ocurrido en vez de decir que tenía poderes raros y que lo congelaría.

— Lo sé… Así que me retiro. Adiós, Anna, nos veremos luego. — Y el pelirrojo se fue de la habitación dejándome a mí con esa cosa en la mano y con una Anna a punto del llano.

— Elsa… — Escuché susurrar mi nombre, pero solo la ignoré, no estaba de humor para hablar con ella. — ¡Elsa!

— ¡Basta, Anna! ¡Déjame sola!

Salí de la habitación, de la casa y me acurruqué en una esquina. Y aquí es donde estoy ahora. Me agaché y abracé mis piernas mientras lloraba. ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba llorando? Lo sabía, esas lágrimas eran todas las que en todos estos años retuve en mi ser. Era tiempo de dejarlo ir. Tomé mis audífonos y me los puse, era hora de escuchar mi canción. Me senté mejor y eché mi cabeza para atrás mientras sentía como salían las gotas saladas de mis ojos. Ahora cobraba tanto sentido. Era demasiado joven para sentir esto. El mundo era demasiado frío. Luego a mi mente vinieron las reacciones de Anna. Jamás estuve a su lado, jamás sintió de nuevo el calor de su hermana. Era un asco. Sólo le grité que me dejara sola y Lugo me fui, ¿cómo es que fui tan egoísta? Era realmente una idiota. Ese era el momento perfecto para tomarla entre mis brazos, abrazarla y decirle que todo estaría bien, que la iba a cuidar como le prometí a mamá. Pero no. Estaba tan enojada que la dejé sola para evitar que terminara como la pared que ahora estaba repleta de hielo.

Extendí mis piernas para tener más espacio, las lágrimas ya habían parado, pero los pensamientos de culpabilidad me consumían. Hans había llegado a ese punto por un maldito contrato. Hablaría luego con sus padres para que le pusieran un alto. Había normas que seguir, y él había caído en los bajos negocios. Quería matarlo por darle denegara cosa a mi hermana. Pero a la vez. Quería morirme. Había roto mi promesa de ser una buena niña al dejar que Anna se involucrase con ese tipo de personas, sobre todo, la había puesto en peligro. Me quité el guante de malla y miré mi muñeca tan pálida que se podía ver las venas que la atravesaban. Sería tan sencillo acabar con esto. Una simple cortada. Tan solo eso bastaría para abandonar este mundo cruel y sin calor. Ya no tenía más calor. Era un tempano de hielo sin alma. Recordé que a veces me daban ataques de pánico cuando no podía controlar mis poderes cuando era más joven, llegaba a rasguñarme los brazos de tanta frustración que sentía. Las marcas habían desaparecido, pero ahora las ansias de romper algo, de acabar con mi vida aún seguía ahí. Todo estaría mejor sin mi. Anna sería una buena líder, era más amable y cálida que yo. Todo sería mejor. Anna estaría mejor protegida.

— ¿Elsa? — Escuché una voz masculina llamarme. Pero no contesté. — ¡Elsa!

Alcé la mirada y me quedé fría. Si mal lo recuerdo, el nombre del chico de pelo blanco era Jack. Tenía sus manos dentro de su chaqueta, un extraño bastón en forma de signo de interrogación y su sonrisa era más que grande, pero al ver mi estado de ánimo se desvaneció. Me quise parar, pero mi mente estaba hecha un caos entre pensamientos suicidas, que desde que inicié la universidad no tenía, y entre el saber cómo rayos el joven que había conocido apenas hace unas horas me había reconocido. Se acercó a mí a paso lento y serio, ¿tan mal estaba mi cara?

— ¿Estás bien? — Me preguntó, pero no podía contestar.

Se acercó a mí y se puso a mi lado, pero yo solo me alejé de él y me abracé a mi misa. Sentí como me rodeó los hombros y me hizo poner mi cabeza en su hombro. Las lágrimas me traicionaron y seguí llorando. Le conté lo que había pasado con mi Anna, con mi hermanita, con mi mundo. Si. Por eso estaba triste. Le había fallado a mi ser amado más importante del mundo.

No supe de tiempo.

No supe de temperatura.

Solo sabía que una parte de mi estaba más que triste y por alguna extraña razón, y la otra, realmente enojada por ser tan cerrada. En algún momento, me quedé profusamente dormida. Jack era de una temperatura tan fría como yo, pero aquel frío transmitía algo cálido. Todo en mi sueño era oscuro, a lo lejos, escuchaba la canción que alguna vez llegó a ser mi favorita, pero había cambiando. "Over and over". Esa era la canción que sonaban. Y me ayudó a darme cuenta de algo muy importante. Amo a Anna. Una y otra vez había caído en estas depresiones después de que mis padres murieron. ¿Pero qué era lo que me hacía ponerme de pie? Mi amada hermana que siempre me llamaba cuando se sentía sola, y entendía que yo no me podía permitir deprimirme, tenía que ser fuete por ella. Una y otra vez los pensamientos mutilantes y culpables venían a mi mente, pero cuando iba a visitarme a la oficina mi mundo se iluminaba con su sonrisa. Una y otra vez traté de vivir alejada de ella, pero eso solo me mataba más de lo que ya estaba. Una y otra vez me negué a sentir, pero ella y, esta noche, un joven me hizo notar que aún tengo sentimientos en este frío cuerpo. Una y otra vez me hacía la misma: "¿Por qué sigo con esto?" Y la respuesta era ella.

Los rayos del sol empezaban a molestarme, maldito sol. Reaccioné en que me había quedado dormida, más no le di mucha importancia. Abrí despacio los ojos y me paré de golpe al darme cuenta que estaba en mi habitación. ¿Cómo demonios había llegado allí? Miré mi ropa y era la misma con la que me quedé ayer, a mi lado estaba Anna dormida en la misma cama que yo abrazada de mi brazo como cuando éramos niñas. ¿Qué demonios había pasado? Miré a mi alrededor donde vi en mi mesa de noche una rosa cristalina. Era realmente bella. Extendí mi mano y, al tener contacto con ésta, sentí el frío que sólo un material en la tierra podía transmitir. Una rosa fábrica con hielo. A lado de ésta, había una carta perfectamente doblada, la tomé y la abrí con cuidado de no molestar a Anna para que no no se despertara. Agudicé mi visión, pues estaba aún media dormida y veía todo borroso. La carta olía exactamente igual a alguien, pero en ese momento no recodas quien poseía ese aroma tan dulce y fresco como la nieve recién caída. Cuando pide visualizar bien las letras, pude leer el contenido de la carta que decía así:

"Para: Elsa Arendell. Mi nueva amiga.

De: Jack Frost.

Elsa, te quedaste dormida en mi hombro anoche, así que me tomé la molestia de cargarte hasta tu casa (por cierto, debes alimentarte más porque casi no pesas, ¡le diré a Eugene que te prepare dos hamburguesas la próxima vez que vayas al bar! ¡Porque espero que regreses!) donde me encontré a tu hermana que se veía realmente preocupada por ti, y me confundió por tu novio. ¿Quieres intentarlo? Mira que yo no me molesto, eres realmente sexy y te gustan las mismas cosas que a mi... ¿quién sabe? Quizá y nos vamos por ahí a rentar una habitación de hotel. Estoy jugando. Anna te aprecia mucho, es bueno ver que adoras tanto a tu hermana, y ya que estas leyendo esto sin ver mi rostro, te contaré que tengo igual una hermanita pequeña y sé lo que se siente ser el responsable de su bienestar. Aunque siendo sinceros, tu lo haces mejor que yo, capaz y yo soy tan estúpido que provoco en mi hermana una adicción. Espero y sea a la buena música, porque si la veo con un cigarro juro que la regaño y a amarro a mi para mantenerla vigilada.

Bueno, eso sería todo. Nos venos hoy en ROTFH.

Saludos: Jack Frost. Hijo de los dueños de corporaciones Frost y miembros del grupo elite.

PD: Si, te reconocí apenas entraste al bar, por cierto, quisiera hablar más contigo. Nos vemos, Elsa."

Casi doy un grito, pero preferí conservarlo en mi garganta. Las empresas Frost son el tercer pilar de la elite. La corporación Arendell es el pilar principal, el segundo la industria de Corona y la tercera los Frost. ¿Cómo es que no me di cuenta? Sabía que el señor Norte, presidente de corporaciones Frost, tenía un hijo, pero jamás me habló de él, ya que no quería que empezara con su empresa hasta que el chico tuviese por lo menos veintiséis años y hubiese acabado la universidad. ¿Ese chico que había conocido sería uno de las tres personas que trabajarían conmigo? Si así era el hijo de Norte, ¿cómo sería la hija de los dueños de Industrias Corona? ¡No quería ni imaginármelo! Miré la rosa que estaba a nada de derretirse, la tomé y, con un pequeño esfuerzo, la volví a congelar para que no perdiera esa hermosos forma. Aquella rosa de hielo era hermosa, ¿cómo le había hecho Jack para hacer semejante obra de arte? Luego le preguntaría, planeaba regresar a ese bar y hablar más con él, además de que esas hamburguesas me estaba tentando mucho.

— ¿Elsa? — Escuché a Anna llamarme mientras se tallaba los ojos.

— Buenos días, mi copito de nieve. — Le saludé sonriendo, sostener aquella rosa me hacía feliz.

— Elsa, no tengo tres años, ya no me llames así. — Se quejó ante de volver a caer dormida arriba de mi.

— Anna, arriba... — Le reprendí, pero sólo conseguí que me abrazara.

— No. — Me respondió con voz aguda. — Quiero quedarnos así un rato más... Te he extrañado, Elsa. Las llamadas y visitas casuales no son iguales a tener aquí a mi lado.

Al escuchar aquellas palabras mis lágrimas brotaron sin premios. Era realmente estúpida. ¿Qué debía hacer? ¿Negarme ante la necesidades de Anna? No. Ya no más. Una y otra vez me negué a esto. Pero ya es tiempo de que acabe.

— ¿Quieres que me quedé aquí, Anna? — La vi alzar el rostro. También estaba llorando.

— Eres mi hermana, te necesito a mi lado. Papá y mamá ya no están, eres todo lo que tengo. Sólo tu y yo. Debemos estar juntas. — La abracé con fuerza y sentí como ella hacía lo mismo. — ¿Quieres hacer un muñeco de nieve?

— Por supuesto que quiero hacer un muñeco de nieve. Es más. Quiero mostrare porque me he estado ocultado de todos... — Me separé un poco de ella y, en su mano, formé un pequeño hombre de nieve.

Su cara se puso en blanco, y yo me arrepentí de hacerlo hecho. «Maldición, pensará que soy un monstruo o un fenómeno», pensé al no escuchar ninguna palabra proveniente de su boca. Sus ojos se turnaban de mi rostro al pequeño hombre de nieves que sostenía en sus manos, así por un buen rato estuvo hasta que por fin de sus labios salió la voz que tanto había esperado.

— ¿C-Cómo? — Interrogó.

Pero no tuvo mucho tiempo, la escuché dar un grito y agarrarás la cabeza, ¿qué demonios pasaba? La abracé y la coloqué en mi regazo, puse mis manos en sus cabeza para tratar de calmar un poco su dolor. La escuché quejarse. Tenía miedo. ¿Qué le pasaba a mi hermanita? ¿Por qué estaba en esa situación? ¡Lo más estrésante ante es que no tenía respuesta alguna! Era desesperante. Vi como se dejaba de quejar y abría sus ojos completamente, mantenía la boca abierta como tratando de decir algo, pero sólo salí mi nombre de aquellos labios rosados.

— E-Elsa... — Me llamó.

— Aquí estoy, Anna. — Le dije sosteniendo su mano.

— Lo recuerdo. — Comentó impresionada. — Recuerdo tus poderes. El accidente. — Escondió su cara entre mis piernas y la volví a escuchar llorar. — Fue mi culpa. Si no hubiera saltado tan rápido, te hubiese dado tiempo de que firmara otra montañita de nieve, por mi culpa te encerraste y te volviste una antisocial en general. Me gusta tu magia, te hace especial, era nuestro secreto. Perdóname, Elsa. Por favor. Perdóname por ser tan egoísta y echarte en cara que no pasabas tiempo conmigo, no recordaba nada, y ahora entiendo que tu sola te marginaste por mi bienestar.

— ¡Oh, Anna!

Ambas nos abrazamos y empezamos a llorar, un sentimiento cálido invadió mi corazón. Extrañaba el calor de mi hermana. Tantos años lejos nos habían cambiado, yo había seguido un camino lleno de oscuridad, donde todas las personas eran malas a mi juicio, donde todo lo cruel y despiadado podía pasar, un mundo donde sólo el arte me rescataba de caer ante el juego de la muerta. Un mundo frío y los colores que tanto me gusta apreciar. Y Anna, ella había elegido el camino con miles de colores, donde las personas eran bondadosas y nadie te lastimaba, un mundo lleno de tanta felicidad donde yo no cabría, pues mi alma sería tan blanca que todo lo convertiría en colores monocromáticos. Mi mundo era frío. El de ella era cálido. Una y otra vez me lo repetí por tantos años que llegué a pensar que su me abría ante Anna ella me rechazaría. Pero lo iba a intentar. Volvería a pararme de esta tormenta que ocasioné y la pararía definitivamente. Lo iba a intentar por mi pequeña hermanita que ahora estaba entre mis brazos. Iba seguir adelante sin aquel miedo de expresar quien soy yo en realidad. La protegería bien esta vez. No dejaría que otro maldito viniera a querer dañar lo más amado que tengo en la vida.

¿Continuará?

NOTAS DE LA AUTORA:
Primer*: Bueno, ¿cómo demonios no quieren que Elsa no desarolle un maldito complejo antisocial si se pasó años encerrada? D:
Segundo**: xD Y yo sé que a muchas o muchos de estudes hacen lo mismo, de manera personal, lo hago muy seguido... lo estúpido en mi caso es que mi madre me segue la corriente... Y se ve muy raro.

DELIRACIONES Y ANECDOTAS CÓMICAS DE LA NARRACIÓN PRESENTADA:
Bueno, mientras escribía pasó algo chistoso. Estaba escribiendo en el cuarto de mi madre, la la la la, cuando me pregunta: "¿Con quién chateas?" Y le contesté que no estaba hablando con nadie, sino estaba escribiendo una historia de frozen… a lo cual me respondió: "Ah… Tenía la esperanza de que hablaras con alguien…" xD Hahahaha no sé porque les comparto esta historia, pero es que fue tan chistoso que no pude evitar no decirles.

Y bueno. ¿Les gustó? ¿Quieren continuación? Comenten si la quieren, y también si tienen más ideas para nuestra friki Elsa adicta a los videojuegos, tecnología, libros, música rock…. Etc…

Zakuro Hatsune.