NA: Este fanfic es una cosa muy rara que se nos ocurrió a Kittie y a mi después de ver Breaking Bad y escuchando la canción de Dope de Lady Gaga (Escucharla repetidas veces porque yo no sé decir basta, pero Kit cerró el spotify la octava vez). En este prólogo aparecen Karkat y Terezi, pero no son los protas de la historia. Trabajaremos, porque lo escribo con Kit en especial las partes de Gamzee, sobretodo con Tavros, Vriska, Eridan, Kanaya y Gamzee. Las parejas es algo un poco ambiguo, porque aun que tengo una ligera idea de que va ha haber lemon, pero no se aún que. Evidentemente habrá de todo, gay y no gay, porque en mi vida no tendría sentido que todo fuera gay o que todo fuera hetero.

En realidad creo que es una de las cosas más raras en lo que se refiere a orden cronológico que he escrito en mi vida, por no hablar de algunos conceptos que no sé de dónde los he sacado. Así que una vez avisados….

¿Debo decir que no me pertenecen estos personajes? Na, pronto me enrollaré con Hussie y me dará permiso para vender mi fanart barato de sus personajes.

Procuraré actualizar seguido, pero he empezado a leer Juego de Tronos y… Acabo de redefinir mi forma de vida.

Prólogo:

Eran las tres de la mañana, en la ciudad de Las vegas. Las parpadeantes luces de los casinos se podían ver desde aquella ladera, donde Terezi y Karkat trataban de dormir en la parte trasera de un Chevrolet Nova del 85, que imitaba las líneas de aquellos viejos autos de los años sesenta.

Terezi se acurrucó sobre el cuerpo de Karkat, Le gustaba el contacto de la piel desnuda del chico. Quizá él era la única escusa por la que aún no se había marchado de Nevada. Odiaba vivir en aquel lugar, huérfana desde pequeña no tenía precisamente lo que se llamaba casa y se sentía aburrida enseguida de los lugares en los que pasaba demasiado tiempo, pero cuando el amor llama a la puerta siempre te sientas y esperas un rato más. Las Vegas era la ciudad donde la habían abandonado tantos años atrás aquellos progenitores con dudoso concepto de la responsabilidad, no quería quedarse más allí, era de todo menos un lugar al que llamar hogar.

— Oye, Karkat ¿Estás despierto? — dijo ella paseando su dedo por el contorno del brazo del chico.

—Si no lo estaba, ahora sí gracias a tu voz — contestó con desgana. No entendía por qué Terezi nunca quería que se quedaran a dormir en su casa, pero le gustaba demasiado como para replantearse si aquellas peculiaridades trascendían a alguna enfermedad mental. Después de todo Gamzee y Vriska, con quien vivía, tampoco eran las personas más geniales del universo. Más bien eran un sinónimo de problema, y él ya tenía suficientes problemas después de haber dejado el trabajo para Dualscar vendiendo metanfetaminas pero continuando en la misma ciudad.

— He estado pensando que…— Terezi posó un dedo en los labios de Karkat, sabía que hablaría antes de que ella terminase y quería evitarlo —. Tenemos toda esa pasta de Dualscar en casa, ¿Por qué no la pillamos y nos vamos a otro lado?

Karkat apartó el dedo de Terezi se su cara y se dispuso a gritarle. Estaba loca si pensaba robarle a Dualscar y sobrevivir. Aquel tipo era un maníaco, un asesino despiadado y sin lugar a dudas no le daban miedo las chicas como Terezi. La chica tapó de nuevo la boca del moreno y le miró fijamente.

—Podríamos irnos a Europa o a la Polinesia francesa — dijo ella con seguridad — Gamzee y Vriska cargarían el muerto y estoy muy harta de ellos.

— ¿Te das cuenta de lo cruel que es eso? — preguntó él pasándole la mano por el pelo. Quizá lo que le gustaba de ella era eso, que estaba como una jodida regadera, pero no podía decir que sí sin más. Como mínimo tenían que replantearse los pros y los contras, aunque la idea de salir huyendo con ella fuera mucho más increíble que asumir que a sus casi veinticinco años trabajaba en un Kentucky Fried Chicken y sus posibilidades de ascender se limitaban a encargado de cocina.

— ¡Oh! Vamos, Dualscar no será duro con ellos — Terezi y besó levemente el cuello de Karkat, quizá para persuadirle en aceptar. — Gamzee, el niño predilecto de su socio Highblood y Vriska, la niña de sus ojos.

— Pero una paliza no se la quita nadie — dijo Karkat estirando la cabeza y mirando el cielo desde la ventana del coche. Él sabía perfectamente que Dualscar no trataba precisamente a su hija como "la niña de sus ojos", era más bien su saco de puñetazos cuando no tenía alternativas a hacer lo que quería. Había visto las marcas en el cuerpo de la chica, que indiferente, fingía que eran de peleas en el gueto cuando trataba de vender mercancía o cicatrices de cuando era pequeña. Aunque por lo que hacía a Gamzee, su papi le echaría un sermón moral sobre aquella religión tan jodidamente rara que practicaban y Dualscar se sentiría satisfecho.

— Vamos, Karkat — dijo ella estirándose sobre él y besándole en los labios despacio. Acarició el desordenado pelo del chico y enredó sus piernas a su alrededor. Un calambrazo de calor atrapó al chico, odiaba que hiciese aquellas cosas mientras hablaban, le costaba concentrarse pero no parecía que hablase en serio. — Lo he contado esta tarde mientras te duchabas, hay suficiente como para vivir el resto de nuestra vida en la isla de pascua, sin trabajar.

El moreno miró fijamente a la chica, si hasta hacía un segundo estaba excitado y pensaba que aquello era hablar por hablar, la mirada que había puesto su novia le decía que iba en serio.

—Has metido toda esa pasta en el coche ¿Verdad? — dijo él mirando en dirección al maletero. La conocía mejor que a él mismo.

Terezi asintió con una sonrisa inocente. Sabía que aquello era robar, pero en cierto modo Dualscar también lo estaba estafando al haber hecho un pacto con el Gran Highblood para fijar el precio de la mayoría de productos que entraban en el estado. En realidad, si lo analizaba estaba robando a un traficante rico para que dos personas pobres dejaran de serlo. En realidad estaba pagándose un billete de libertad, ya que odiaba tener que trabajar para aquel hijo de puta egocéntrico. Porque la pelirroja debía demasiado a Dualscar como para salir de la familia con solo una explicación…

— Está bien, si hemos llegado hasta aquí…— contestó Karkat casi para sí mismo.

En pocos minutos se vistieron y encaminaron sus pasos hacia otros lares, olvidando Las Vegas, a Vriska Serket, a Gamzee Makara y todos los demás.