Capítulo 1.
"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante."
—Oscar Wilde.
Recuerdo que cuando tenía diez años —o quizá más. No es como si me importara realmente la edad que tenía en ese momento— una amiga de quien en ese momento todavía se hacía llamar padre —dejó bien claro que un hijo homosexual era la peor desgracia para un padre. Criar a un mocoso para que luego confiese su atracción hacia los hombres. Eso no era aceptable. 'Tú no eres mi hijo, Levi. Sólo vete, estás a un año de la mayoría de edad. Puedes vivir por tu cuenta'— me dijo que en la vida la gente de buen corazón suele irse más rápido de nuestras vidas porque los que seguimos viviendo hasta tener más arrugas y enfermedades que dinero somos lo suficientemente diablos para romperlos. Y con nuestras malas intenciones no merecemos a esas personas.
En ese momento ella intentaba explicarme por qué mi madre ya no despertaba y estaba siendo cubierta con tierra.
Y ahora intento explicarme qué hice en el pasado para tener que conocer a ese chico de cansados pero vivos ojos. Aquel que con un montón de problemas encima pudo romper mis barreras y enseñarme todo ese lado que la vida siempre me negó antes.
Sigo inseguro sobre si buscar una explicación es correcto o no. No estoy seguro si es para agradecer lo que sea que hice en ese momento o para evitar hacerlo...
Comparado con otros días del Invierno de agosto, este día parecía menos frío que los anteriores. En ese momento no lo admití, pero luego supe que ese día no era distinto a otros. Ningún día es distinto al otro. Sigue amaneciendo a la misma hora —quizá unos cuantos minutos de diferencia—, el Sol sigue saliendo por el este y ocultándose en el oeste dando paso a un cielo oscuro y cargado.
Pero ese día que sentí diferente a otros y menos frío fue especial. Especial y en un futuro doloroso. Malditamente doloroso. Malditamente injusto. Tanto para él, tanto para mí. Injusto, doloroso y especial.
El amor es dolor. Y el dolor es especial. Y todo lo especial vive con amor.
Desde un comienzo la presencia del adolescente castaño llamó mi atención. En un primer momento no fue que él llamara mi atención por su apariencia. No pensé "¡qué chico tan lindo! Quiero besar sus labios." Al contrario, cuando giré mi cabeza para mirar su rostro y su cuerpo sentado junto al mío en una banca del parque sólo pude pensar en su apariencia tan extraña.
Miré desde sus ojos fijos en como unos perros jugaban con su dueño. Pasé a notar sus labios un poco secos y a su abrigado pecho. Una bufanda azul de lana protegía ese cuello que pronto llegaría a conocer con mis labios.
En ese momento mi mirada estuvo más tiempo en su mano descansada sobre su pierna. Un mancha casi morada cubría parte de su mano, donde pasaban sus venas. Quedé mirando y noté que eran los recuerdos que se graban en la piel después de ser inyectada constantemente.
Cuando estoy en la calle me fijo en las personas que están a mi alrededor. Puedo parecer el tipo desinteresado que está molesto con todos y no le interesa nada, pero la verdad es que nunca ha sido así. Y ahora tenía un ligero interés en saber sobre él.
No miré hacia otro lado cuando sus ojos curiosos conectaron con los míos. Me gusta el contacto visual con la gente. Aunque a ellas no les gusta tener contacto visual conmigo debido a que mi mirada puede espantar demonios. Me pregunto si ellos algunas vez se han detenido a preguntar qué en esta maldita vida causó que mis ojos siempre fueran indiferentes y fríos. No nací con una mirada aburrida y asesina. El mundo se encargó de hacerla crecer y yo consentí para que así fuera.
—¿Hola?
Su voz. Su juvenil voz llegó a mis oídos y pude sentir que algo fuera de este mundo hablaba para mí.
Ahora que lo pienso, sentir eso fue idiota. Todos somos humanos o monstruos. Y los monstruos no suelen tener tan dulce voz pero si tan suave y gentil rostro, como él. Pero en esos momentos él no era un monstruo, todavía.
Respondí a sus palabras con un movimiento de mi mano. Si hubiera sido otra persona, tan solo frunciría el ceño y los espantaría con mis ojos que nunca he logrado querer porque no tienen sentimiento y no pueden expresar nada —poco después descubriría que podían contar una historia y que el problema era la gente que no se detenía a leer—.
El chico esbozó una sonrisa y volvió a mirar hacia otro lado. Sentí su incomodidad en un primer momento por tener a un extraño con la mirada fija en él. Sin embargo, no me importó. Quería seguir posando mis ojos sobre él y descubrir qué lo hacía resaltar del resto.
No era amor a primera vista. Cosas como esas no existen. No lo llegué a querer tanto en dos segundos ni dos horas ni dos días. Lo que yo sentía en ese momento era interés en una persona que parecía tener una soga en su cuello y que aun así seguía contento con su vida.
Yo estaba viendo mi imagen opuesta.
No.
Yo estaba viendo quien me enseñaría a sonreír y a llorar por igual.
Yo estaba viendo quien me arrastraría a un mundo del cual huí desde pequeño y me arrastraría con su mejor ingrediente de doble efecto: amor.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunté esperando que él no se cohibiera o asustada por mi repentina pregunta. A nadie le gusta que un desconocido pregunte por tu nombre.
—Eren —respondió él simplemente, sin ningún tipo de miedo o vergüenza. Incluso me atrevo a decir que la pregunta quitó la incomodidad que él estaba sintiendo—. ¿Cuál es el tuyo?
—¿Sólo Eren? ¿Sin apellidos? —más que una pregunta era una burla. Quería saber todo él—. Levi. Sin padres. Sólo Levi —respondí y agregué antes de que él pudiera responder con la misma pregunta.
Eren asintió y no preguntó por mis padres. También me dijo que su apellido era 'Yeager' y que si cambiabas unas letras, en alemán significaba cazador. Así que le gustaba bromear haciéndose pasar por un cazador cuando estaba con amigos.
Y yo iba a ser su presa al tiempo después. Con su personalidad y su apariencia atravesó la muralla que me separaba del resto para cazar mi corazón, guardarlo en una jaula y llevárselo con él para siempre.
Si alguien en ese momento me hubiera dicho que él sería mi Jäger —busqué la palabra cuando llegué a casa—, entonces yo no hubiera seguido la conversación y, una vez más, habría arrancado de las pocas personas —cosas, hechos, posibilidades— buenas e importantes que la vida me ofrece.
—¿A qué te refieres con que esta es una de las pocas veces que puedes estar solo? —no entendía por qué él estaba feliz de poder andar solo por las calles. A nadie le gusta la soledad. Yo estaba cansado de estar solo pero también estaba cansado de estar junto a máscaras que se hacen pasar por humanos hechos de escoria.
—No es una gran historia, sabes... Así que puedes callarme si te aburro —Eren rascó su nuca e hizo una mueca—. Durante cuatro meses he hablado con la misma gente así que tener a alguien nuevo está causándome euforia —él rió por sus últimas palabras y quise reír con él. No lo hice—. Como sea. Volviendo a tu pregunta —se acercó más a mí—. Estuve en el hospital casi cuatro meses y hace un mes obtuve el alta, así que mi padre y hermana no me dejan hacer mucho solo. Les preocupa que pueda ocurrirme algo si es que me alejo cuatro metros lejos de su vista —ahora Eren parecía estar conteniendo su molestia—. Son demasiado protectores. No soy un muñeco de porcelana, no soy frágil. No voy a romperme y caer en pedazos por caminar solo unas cuantas veces al día. Ugh, realmente no me agrada que no pueda tener un poco de libertad. El próximo año cumpliré diecisiete y me gustaría actuar como un adolescente de diecisiete, Levi —mi nombre en sus labios sonó distinto—. Por lo que me gusta estar unas horas solo.
—Están preocupados, niño. Tendrías que estar agradecido de que ellos están poniéndote primero a ti antes que a ellos.
—No me digas niño. No soy un niño —respondió como un niño. Dejé salir lo más similar a una carcajada.
¿Cuánto tiempo pasó? Más de una hora puedo decir. Luego de que me encogiera de hombros ante su respuesta, él siguió hablando sobre su vida. Escuché cada palabra con atención aunque según Eren mis ojos decían lo contrario.
Malditos.
—Estoy siendo aburrido con mis historias —por cuarta vez Eren usó la palabra aburrido, historia y como receptor a mí. Y por cuarta vez le dije que estaba escuchando con interés. Incluso le expliqué que no soy de esas personas que por educación se quedan escuchando. Si estuviera aburrido, él ya sabría que lo estoy.
Eren tomó mi muñeca y acercó su rostro. No lo suficiente para sentir su respiración ni para besarlo. Ni siquiera estábamos cerca. Seguía existiendo una distancia prudente entre nosotros.
—Hagamos esto justo y cuéntame sobre ti —noté que la petición de Eren no era falsa. Él no estaba fingiendo querer saber tan solo para hacerme sentir cómodo o para él no quedar como un egocéntrico que solo tiene oídos y boca para él mismo.
Busqué entre mis recuerdos algo positivo. No quería que Eren se hiciera una mala opinión sobre mí —siempre me ha dado igual como la gente me ve. Sólo yo sé qué es verdad o qué es mentira—. No quería apartar a Eren. No me importaba que fuera nuestro primer encuentro. Si quería podía conseguir otra ocasión con él.
—No hay mucho que decir —dije cuando no encontré nada que recordara claramente. Mi mente estaba plagada de recuerdos negativos: corazones rotos, peleas, muertes, desinterés. Oscuridad.
—Eres mayor que yo —aclaró él—. Tienes mucho qué decir. Yo desearía poder llegar a ser mayor y tener historias que contar —bajó su mirada y su rostro se oscureció.
—No seas idiota. Llegarás a tener mi edad.
Eren negó y siguió esquivando mi mirada. La mayor parte de la luz en él se apagó.
—Cuatro meses rodeado de médicos me dejó claro que si llego a los dieciocho es por suerte. Y la suerte es el azar. Además, ni siquiera tengo un dios al que rezarle y pedirle esperanzas —su voz se debilitó a medida que hablaba. Quise acariciar su cabello y hacerlo sonreír. Me contuve de hacerlo—. Voy a vivir. No tengo dioses, no tengo suerte, pero me tengo a mi. A mi y mi obstinada mente. Voy a vivir lo más que pueda. Me aferraré a algo o alguien y viviré.
Ese alguien fui yo. Él se aferró a mí.
Y yo a él.
Cambiamos el tema porque ninguno estaba cómodo hablando sobre que Eren tenía sus días contados.
Antes de que él se fuera, cuando ya comenzaba a oscurecer, me confesó que yo era de su agrado y que tenía que dejar de fruncir tanto el ceño o terminaría con arrugas en la frente antes de los cuarenta. Respondí que no fruncía mi ceño por voluntad, siempre había tenido así aquella parte. También confesé que quería volver a verlo porque el tiempo con él se hacía agradable. Él sonrió y dijo que el viernes —estábamos en miércoles— estaría aquí, esperándome.
Pensé que el Jueves sería eterno por la ansiedad que me estaba invadiendo por el viernes. Volver a hablar con Eren me entusiasmaba y quitaba un poco de oscuridad a mis días.
Odio los Jueves. Es el día en que más personas aparecen en mi trabajo y tengo que tratar con la mayoría. Debo ser educado porque son mis superiores, pero nunca he sido así con nadie. Tengo educación, solo uso un vocabulario más 'descortés' con la gente; Erwin detesta que trate con malas palabras a esos idiotas.
Así que ahora me encontraba contándole eso a Eren. Partí la historia desde que me encontré con Petra discutiendo con Auruo en la entrada hasta que volví a casa con un humor de los mil demonios.
—Entonces renuncia —comentó Eren una vez que terminé de hablar.
Tomé mi taza y bebí un sorbo del té negro antes de responder.
Ahora estábamos en un cafetería porque las nubes grises avisaban que en cualquier momento comenzaría a llover y, además, yo no quería estar en ese mismo lugar otra vez.
Eren masticó parte de su sándwich con ganas y siguió así hasta que ya no quedaba rastro del sándwich.
—¿Quieres otro? —ofrecí.
—No, fue suficiente. Ya llevo tres -se pasó una servilleta por sus labios para limpiar los restos de miga.
Sus labios no estaban tan secos y pálidos como la primera ocasión. Quería tocarlos. Y lo hice.
—Acércate —dije a Eren.
No toda la gente trata de esta manera a una persona que conociste hace un día y algo de horas. Quizá no debía querer tocar los labios de Eren porque seguíamos siendo desconocidos. Pero desde nuestra conversación algo se conectó entre nosotros. Algún hilo invisible nos unió sin que nos diéramos cuenta.
Era la segunda vez que nos veíamos pero yo me sentía cómodo con Eren. Y él conmigo. Ambos nos tratábamos como si esta fuera ya la incontable vez que estamos juntos.
Si sigo en el tema, llego a la conclusión de que esta conexión es a causa de que cada uno tiene lo que el otro no. Eren sabe el cariño de una familia, yo no.
Yo sé lo horrible que llega a ser la vida, Eren recién está aprendiendo. Eren sabe como sonreír, yo no. Yo sé decir la verdad aunque sea cruel, Eren necesita eso.
Él mismo en nuestra conversación anterior me dio a entender que toda la gente siempre le hablaba con palabras suaves y bonitas. Siempre buscando una manera de decirle que no iba a morir, de que todo iba a estar bien. Y Eren odiaba eso. Odiaba que cambiaran su verdad.
—Levi —Eren llamó mi atención a través de mi nombre en sus deseables labios.
En algún momento me perdí pensando porque ahora Eren estaba inclinado sobre la mesa, cumpliendo mis palabras. ¿Qué iba a hacer? ¿Por qué estaba cerca?. Eren con su mirada intrigada también se preguntaba lo mismo, supongo. Nos miramos confundidos por unos segundos y cuando él sonrió, recordé.
—¿Por qué estamos así? —él estaba divertido.
Y su diversión desapareció cuando con mi dedo indice delineó el contorno de sus labios. Recorrí la superficie de su labio inferior un par de veces y entendí lo que estaba haciendo.
Quité mi dedo y él retrocedió.
Esperaba que él se fuera por mis acciones, pero él no se fue. Se sentó y mordía sus labios. Ver a Eren avergonzado fue un momento tierno para mi. Y debido a la ternura no pude contener que mi comisura se levantara en una sonrisa de lado.
—Has sonreído —olvidó su vergüenza y se levantó del asiento para caminar hasta mi lado. Me obligó a mirarlo y colocó sus manos tibias en mis mejillas.
Nunca había sentido un contacto tan relajante. Donde Eren tenía sus manos ardía. Y me gustaba sentir que ardía.
—Sonríe, otra vez.
Levanté una ceja y quedé mirando, sin decir palabra. Eren volvió a insistir y quitó una mano para levantar parte de mi comisura con su dedo mientras reía.
Nadie se burlaba de mi por lo que aparté ambas manos de él.
—Vuelve a tu asiento, crío —espeté volviendo a beber de mi té negro.
—No estoy molestando —Eren siguió a mi lado— Quiero verte sonreír otra vez.
Suspiré y negué con la cabeza. No volvería a sonreír ni aunque él me lo pidiera con esa voz que me gustaba y su ojos interesados que tenían la intensidad de todo un océano.
Él sacó su celular del bolsillo de su pantalón, colocó su cabeza contra mi hombro -aquel contacto agitó mi respiración y tuve miedo de que todo lo corrompido de mi interior pudiera pasar a Eren. Otro pensamiento estúpido- y sacó una foto con la cámara de su celular
Eren sonreía y yo no. En la imagen vi la diferencia entre nosotros.
'Polos opuestos se atraen, Levi', me dijeron una vez.
'Somos personas, no química', respondí porque no me gustaba 'polos opuestos se atraen'. Tenía dieciocho años y encontraba imposible que alguien tan negativo, corrompido como yo pudiera ser compatible con alguien positivo de buenas intenciones.
Es imposible que exista una persona para mí. Siempre estaré solo...
—Conmigo no tendrás que conocer la soledad otra vez, Levi. Yo seré quien te haga olvidar todo lo malo de tu pasado. Ya sé en qué usaré mi vida. La usaré en ti. Te cambiaré. No, no te cambiaré. Te mostraré quien realmente eres, Levi. Y me lo agradecerás —en el décimo día Eren respondió cuando le conté sobre la persona que me habló de polos opuestos y luego rompió mi corazón.