Nueva Generación.
Capítulo 31: Cambios y consecuencias.
Max se encontraba aún en la fiesta de Ellie, mirándola convivir con su familia con una bebida de jugo de frutas en la mano. La fiesta estaba en su apogeo, muchos ya estaban borrachos y la temperatura en el ambiente comenzaba a subir, por lo que las familias ya se habían marchado y solo quedaba la gente que únicamente quería divertirse.
Ya se habría ido a estas alturas, desde que su mejor amiga se notaba un poco incómoda con su presencia, pero estaba esperando a que Anni apareciera para volver juntos, y ella simplemente hacía rato que había desaparecido.
Suspiró, sorbiendo desanimado de su bebida, cuando de repente notó a dos personas acercándosele.
Era, sorpresivamente, Brun, en compañía de Artemisa, que según tenía entendido era algo así como su prometida.
-Max…- dijo él secamente a modo de saludo. Asintió, esperando a que explicara por qué rayos le estaba hablando cuando podría no hacerlo y sabía que ambos lo preferían así. –Umm… ¿has visto a mi Russecita?- preguntó notándose preocupado y entonces Max entendió todo.
-Oh… no, no realmente. Pero es probable que esté con Anni, a ella tampoco logro encontrarla.- sopesó.
-Eso no me tranquiliza para nada…- bufó el Krill, que desconfiaba absolutamente de Anni y su tendencia a meterse en problemas y arrastrar a todo ser que este cerca de ella a los problemas también. –Solo avísale que la estoy buscando si la ves, por favor…- realmente debía estar preocupado para mostrarse amable con él, aunque lo comprendía, también se estaba alterando por haber perdido de vista a su hermana ¡y eso que él era el menor! Brun debía estar ahogándose en la desesperación.
-Claro.- accedió amablemente.
El guerrero se retiró jalando a su acompañante consigo.
El rubio suspiró, ¿dónde se habían metido su hermana mayor y la chica que le gustaba? Y Raquel tampoco se veía por ningún lado… Algo en esto le daba muy mala espina.
Después de media hora de hartarse con las comidas y bebidas de las mesas, finalmente se cansó de esperar, ellas aparentemente no iban a llegar de un momento a otro, por lo que tendría que salir a buscarlas.
Se paseó por todo el salón y subió por las escaleras hasta el balcón, pero de inmediato salió de allí al encontrar una pareja en actividades románticas, tuvo que ir afuera y buscó en los alrededores, pero nada.
Bufó y se dejó caer sentado sobre el césped y contra la pared. Se pasó una mano por el pelo.
Rayos, le gustaría haber traído su celular, sabía que Anni no tenía el suyo pero al menos podría preguntarle a otras personas y no sentirse tan inútil e impotente.
¿Tal vez se fueron a casa sin avisar a nadie? No, su hermana no haría eso, ella en su lugar ya estaría teniendo un paro cardiaco y además no sabía que sus padres se habían ido, por lo que debería tener en consideración que la matarían si no regresaba pronto.
Pero, ¿y Russ? Ella también debía saber que su hermano tendría un paro cardiaco si no llegaba pronto (en eso Brun y Anni se parecían aunque jamás iban a admitirlo). Y probablemente estuvieran con Raquel… ¿A dónde fueron? ¿Por qué no avisaron a nadie? ¿Cuándo tenían planeado volver, siquiera tenían planeado volver?
Suspiró y decidió quedarse fuera a esperar, ver si aparecían, al menos así no incomodaría a Ellie, porque por más que quería irse no lo haría sin su hermana, su padre lo mataría. Y su madre también, y Jiu también…
Bostezó cansado pero se resistió a quedarse dormido y permaneció vigilante y alerta a que alguna de las tres se apareciera. Si no estaban juntas al menos debían saber dónde estaban las demás.
Pronto escuchó pisadas, pensó que podrían ser ellas pero solo eran personas de adentro retirándose.
Le dedicaron miradas extrañadas pero lo despidieron, a lo que agitó la mano y murmuró sus adioses cortésmente.
Ya se estaba haciendo muy tarde, Brun no tardaría en perder la cabeza de la preocupación y ponerse peor que él, sospechaba que de no ser porque Artemisa lo acompañaba ya lo habría hecho.
Como sospechaba, pronto Brun salió, solo, lanzándole una mirada de ansiedad en vez de su habitual llena de desprecio.
-¿No la has visto, verdad?- preocupación fraternal destilaba de su tono.
Suspiró otra vez y negó con la cabeza.
-Lo siento, pero debe estar con Anni, seguramente.- eso solo pareció preocupar más a Brun. –Y Raquel.- agregó y eso lo calmó.
-Bien.- sorpresivamente se dejó caer sentado a su lado. –Annaisa no hará nada estúpido con Raquel allí, suerte que ella está embarazada.- se cruzó de brazos. –Aunque eso parece que le dio más carácter, así que pobre Terrence.- sonrió de medio lado como divertido por algo.
-¿Qué quieres decir?- preguntó aunque sintiéndose extraño por estar llevando una conversación civilizada con el pelinegro.
-El tipo finalmente quiere hacer las cosas bien con ella, pero las mujeres se vuelven leonas cuando son madres, seguro lo mandó a la mierda…- rió entre dientes como si disfrutara la desgracia de Terrence aunque era su mejor amigo.
-¿Tienes mucha experiencia con eso?- preguntó en tono agradable, divertido de la situación de Terrence a su pesar, porque el tipo medio como que lo merecía, siempre fue muy arrogante con las mujeres.
-Soy guerrero de plata, las mujeres se embarazan jóvenes, y muchas veces, tengo a varios amigos en situaciones difíciles.- sonrió burlón mirando al cielo, seguramente pensando en esos amigos.
-Brun, aprovechando que estamos sosteniendo una conversación normal sin asesinarnos con la mirada…- comenzó a decir ganándose que el mayor perdiera la sonrisa y lo mirara con una ceja en alto. –Hay algo que he estado queriendo preguntarte desde hace mucho.-
-Habla, niño nefilim.- se frotó la barbilla, intrigado.
-Tú… Artemisa y tú… ¿Realmente tienen que casarse obligatoriamente?- Brun alzó ambas cejas, pareciendo muy sorprendido.
-¿Quién dijo eso?- parecía perplejo.
-Russ.-
-Oh.- sonrió entendiendo todo. –Russ quiere que me case con Artemisa, porque la adora.- se cruzó de brazos y pareció querer decir algo más pero justo en ese momento su vista se desvió y sus ojos se ampliaron. -¡Russ!- se levantó de un salto.
Max lo siguió con la mirada, notando a su hermana mayor y a Raquel venir de camino a la fiesta en compañía de una Russ que estaba siendo sofocada en un abrazo de su hermano.
-¡Anni!- alivio lo inundo al verla, sus padres ya no lo matarían, oh, y ella estaba bien, claro. Pero entonces notó como ella se fijaba en él y le dedicaba una mirada de profundo enojo y decepción. Rayos, ¿ahora qué hizo? -¿A-Anni?- tartamudeó sin animarse a ir hacia ella, se veía muy furiosa.
Anni se acercó a él con Raquel pisándole los talones, ambas parecían mirarlo como mirarían al villano de su telenovela favorita.
-Tú y yo nos vamos a casa, niñito.- la rubia le lanzó una mala mirada. –Quel, ¿vienes?- contrario al mirar a su amiga sonrió llena de dulzura y calidez.
-Adelántense, chica, voy por Harry y Kairi.- le sonrió antes de retirarse dedicándole una última mala mirada al rubio.
Él solo alzó las cejas.
No entendía por qué estaban tan molestas.
-Vamos.- Anni lo tomó por la muñeca, comenzando a jalarlo para irse de allí.
-¿Ni siquiera vas a despedirte de Ellie?- inquirió incrédulo mientras lo arrastraba.
Pudo notar mirando hacia atrás como Brun y Russ volvían al salón pareciendo discutir en voz baja.
-Estoy segura de que tú ya le diste suficientes saludos de parte de toda la familia.- comentó con sequedad.
¿Eh?
-Anni, ¿qué pasa?- ladeó la cabeza. -¿Por qué estás tan molesta? ¿Por qué habían desaparecido?- quiso dejar de caminar pero era inútil resistirse a ella, era más fuerte que él así que solo dio un tirón y lo tuvo de nuevo en movimiento, haciéndolo sentir como un niñito de seis años otra vez.
-Cierra la boca, Max.- ella volteó a verlo con una mirada de algo peor que furia, sino que de pura decepción y algo de frialdad. –No me hagas darte un golpe, no quiero romperte la mandíbula.- su advertencia fue completamente como si en serio estuviera conteniendo las ganas de hacerlo.
Max la miró con los ojos muy abiertos. ¿Por qué su hermana parecía detestarlo tanto de repente?
-¿Ann?...- la miró desolado. -¿Qué hice?-
Anni volteó a verlo y su mirada se ablandó por un momento, pero de inmediato se volvió a un más dura que antes.
-¿Que qué hiciste?- de un solo movimiento de su brazo lo lanzó al suelo entre los árboles delante de ella. -¡¿Qué hiciste?! Eso debería preguntártelo yo, Maximus. ¡¿QUÉ MIERDA HICISTE?!- pisoteó agrietando el camino de tierra donde estaba parada.
Max se asustó, nunca la había visto tan enojada con él.
-A-Ann…- tartamudeó encogiéndose en su lugar.
-Nada de "Ann", ya no me tragare tu jueguito del niño inocente.- su ceño estaba fruncido a más no poder. -¡Ya no eres mi hermanito! ¡Solo otro patán!- bajó la tenue luz de la luna pudo notar sus ojos llenos de lágrimas. -¡Otro maldito patán!- estrelló su puño contra el tronco de un árbol, atravesándolo sin dificultad.
-Anni, ¿qué pasa, qué te hice?- se estaba desesperando, ¿por qué estaba así?
-A mí no me hiciste nada más que decepcionarme.- se cruzó de brazos, seguramente para detenerse de atravesar más árboles. –Es lo que le hiciste a Russ…- volvió a mirarlo con rabia. -¿Cómo pudiste, Max?...- susurró. -¿Cómo pudiste besar a Ellie?...-
-Tú…- amplió muchos los ojos, de repente comprendiendo todo. -¿Estuviste espiándonos?- susurró aterrado, y sonrojado.
-¡Claro que sí! ¿Quién me crees?- alzó la barbilla orgullosa. Claro, debería haberlo sabido, era típico en Anni espiar a la gente. –Solo me arrepiento de haber llevado a Russ conmigo…- susurró mirando al suelo.
-¡¿Russ vio ESO?!- se horrorizó.
-Jo, ahora el señorito parece avergonzado, ¡pero bien que no parecía importarte mientras se metían la lengua hasta la garganta!- le recriminó atravesando otro árbol.
-¡N-no… no hubo lengua!- chilló espantado y rojo.
-Pero bien que igual parecías estar disfrutándolo.- frunció el ceño con frialdad.
Max se puso serio.
-Escucha, Anni, no voy a mentir, me gusto besar a Ellie y…-
-¡Y te atreves a decir eso!- prácticamente estaba escupiendo fuego por la boca, y de una patada sacó un árbol de raíz.
El chico tragó saliva.
-Anni… ¿se quedaron hasta después del beso?- se puso serio.
-¡No! ¡¿Crees que queríamos ver cómo ustedes…?!...-
-Anni…- la interrumpió. –Yo rechace a Ellie…-
-¡JA! ¿Me vas a decir que la rechazaste después de que vimos que la besaste?- se cruzó de brazos otra vez y crujió los dientes.
-Sí, porque eso pasó.- lo miró confundida. –La bese, sí, pero… la besé… tratando de… sentir algo… sentir… que podía corresponderle…- se mordió el labio. –Yo… no te mentiré, quisiera corresponderle a Ellie, tenemos muchas cosas en común y ella es hermosa y divertida… y la amo, pero no de la manera en la que a ella le gustaría, y yo no quería lastimarla. ¿O tú querías que la lastimara?- la miró fijamente, esperando su respuesta.
Anni retrocedió un paso.
-Claro que no.- susurró apenas, pero siguió viéndose molesta.
-Y otra razón por la que me gustaría amar a Ellie, es porque sé que ella no me lastimaría.- frunció el ceño dolorosamente. –Tal vez tú te lo tomes como un juego, pero para mí no es un juego, Ann. ¡A mí me duele!- enterró el rostro entre las manos. –Cada vez que Russ me rechaza a ti te parece otra partida perdida, pero a mí me parece otro partida de mi corazón en pedazos.- apretó los dientes. –Trató de tolerarlo y superarlo pero… duele…- suspiró, volviendo su mirada a su hermana que ahora parecía mucho más tranquila pero seria. –No te pido que me entiendas, pero… solo… deja de recordármelo.- se paró y trató de pasar al lado de su hermana, pero lo tomó de la muñeca y lo volteó hacia ella, abofeteándolo fuertemente en el rostro.
Gimió de dolor.
-Lo siento, pero después de hacer llorar a Russ por el código de amigas tenía que hacerlo.- frunció el ceño. –Por lo demás, ya no te molestare más.- suspiró. –Vamos a casa. Y no me hables.- declaró solemne.
-Espera, ¿Russ estuvo llorando?-
-¡Dije NO me hables, Maximus!- volteó a verlo con una mirada matadora y luego volvió su vista al frente.
A Max lo carcomía la curiosidad, pero solo bajó la vista y, sabiamente, decidió callar.
.
Llorar... No era algo que Jiu estuviera acostumbrado a hacer. Normalmente cuando estaba triste sofocaba sus ganas de llorar y le abría paso a la furia, un sentimiento que consideraba mucho más útil y menos frágil que la tristeza. Cuando estaba demasiado deprimido para incluso estar furioso, simplemente tomaba una de sus libretas y un lápiz y se ponía a dibujar o tratar de idear una runa anti-depresión. Pero llorar… no lo hacía desde los siete años.
Conocía a Evelyn desde que tenía memoria, era la única persona cerca de su edad a la que podía realmente llamar una amiga. Ella siempre lo toleró pesé a su carácter, no le hacía preguntas, y jamás lo había insultado de ninguna manera… a diferencia de todas las personas que conocía, a excepción de su madre, claro. No muchos podían aguantarlo sin querer matarlo por mucho tiempo.
Desde que tenía diez y ella once, Evelyn decidió que estaba enamorada de él y empezó a perseguirlo y querer besarlo y abrazarlo siempre. Como era un niño, obvio que eso le daba asco absoluto, pero aun así la quería. Ella era su mejor amiga.
Evelyn era una chica buena y dulce, aunque un poco loca por estar enamorada de alguien como él… Y acababa de quedarse sin padres… se convirtió en huérfana, por su culpa.
Sabía que era una molestia… sabía que sacaba a la gente de sus casillas… sabía que era insoportable y ya habría recibido varias palizas de no ser porque era un niño y sus hermanos lo protegían… sabía que su actitud tan descarada e inconsecuente le traería problemas.
Pero nunca pensó que las consecuencias las tendría que pagar alguien que no fuera él mismo.
Encogido en el rincón más oscuro de su habitación, sollozó sin ser capaz de controlar sus emociones, sin ser capaz de controlar las lágrimas. Llorando como hace años no lo hacía… siendo débil… porque no tenía fuerzas.
Dos personas inocentes habían muerto ese día, hace solo unas horas. Los padres de su única amiga de verdad. Una niña se había quedado huérfana. Y todo por su culpa, por sus actos inconscientes.
Realmente, ¿en qué estaba pensando? ¿En serio creyó que se saldría con la suya después de tanto provocar la ira de una peligrosa bruja? Estaba jugando un juego de vida y muerte como si no pudiera perder, como si no tuviera que sacrificar.
Juego… ¿realmente había estado creyendo que esto era un juego? Esto era la vida y la muerte, y dolían. Tenían consecuencias.
Abrazó sus piernas y enterró el rostro entre sus rodillas, sin dejar de llorar.
¿Por qué no pudo escuchar más a la gente, a su familia? Todos le decían que cuidara más su boca, que no provocara al enemigo, pero no, él no escuchó. Él realmente se pasó de arrogante esta vez.
¿Qué creía? ¿Qué podía con todo, qué estaba listo para todo?
Tal vez si lo había creído… pero ahora se daba cuenta de que solo había estado siendo el bastardo arrogante que todos decían que era y no un jodido genio como él creía.
El dolor de que gente inocente muera por su culpa era insoportable y pesaba duro en su pecho, y lo hacía replantearse el sí sería capaz de llevar a cabo el plan que desde hacía mucho venía trazando con Russ y Terrence.
Si no podía tolerar el odio justificado de Evelyn, dudaba tolerar el de Max.
Pero bueno… eso realmente no era su decisión, era la de Russ y ya la tomó.
Oyó golpes en la puerta y trató de secarse las lágrimas del rostro, pero como no lo consiguió, simplemente optó por ignorar a quién quiera que fuera el que golpeaba.
-¿Jiu, cariño?- era su madre, pero ni a ella la quería ver en este momento. ¿Cómo podría mirar a la cara a una madre tan buena cuando él era el peor hijo del mundo, el peor amigo del mundo y el futuro peor hermano del mundo? –Hijo…- podía saber por su tono que había estado llorando, pero eso solo lo hizo sentir más miserable. Tanto sufrimiento por su culpa… -Jiu… es Evelyn.- eso llamó su atención. –Avisamos a la Consul sobre… la tragedia, y… llevaron los… cuerpos… a Idris para preparar el funeral. Evelyn no quiere escuchar a nadie, pero necesitamos saber si planea asistir a la ceremonia formal o qué quiere hacer. Necesitamos que hables con ella… Tal vez te escuche, tal vez…-
-¿Por qué me escucharía?- finalmente habló en nada más que un susurro, aun llorando, pero el Instituto estaba tan silencioso que seguro se escuchó perfectamente. –Lo de sus padres fue mi culpa, tiene derecho a odiarme… y a odiar al mundo.- trató de sofocar un sollozo para que su madre no lo escuche pero fracaso de manera monumental.
-Cariño, no voy a tratar de convencerte de nada si no quieres, ni siquiera te diré nada más, pero por favor… trata de hablar con ella.- suplicó con voz llorosa, luego pudo oír sus pasos alejarse.
¿Hablar con Evelyn?... No, no podría… no tenía el valor para mirarla a la cara, ¿cómo osar hablarle? Ya no sería tan cínico.
Oyó más golpes en la puerta y frunció el ceño entre medio de su sesión de llanto patético incontrolable. ¿Qué más podría querer su madre? Esta vez no le iba a responder por más que sintiera curiosidad.
O al menos ese era su plan hasta que reconoció cierto patrón en los golpes que solo una persona podía conocer…
Se puso en pie lo más rápido que pudo y corrió a abrir la puerta, encontrándose cara a cara con Evelyn.
-Johan…- susurró ella con voz monótona, rastros de lágrimas junto con el leve maquillaje que había estado utilizando esparcidos por su rostro vacío y demacrado. –No llores…- pidió con un tono tan bajo que apenas la oyó.
-E-Ev…- abrió mucho los ojos, más lágrimas escapándosele. –Ev…- bajó la cabeza. –C-como lo s-siento…- sollozó evitando su mirada.
-No es tu culpa, Johan…- musitó distraídamente, como si no le importara realmente, como si nada le importara. –Fue mi culpa… yo debí haberme quitado del camino junto contigo, pero no…- sonrió amargamente, sus ojos desenfocados. –Me quedé allí como una idiota, y claro que mis padres me salvarían, aún a costa de sus vidas.- soltó un sonido escalofriante entre una risa y un sollozo. –También, la culpa la tiene la maldita bruja…- de pronto, su gesto se retorció en odio. –Por eso vine contigo, Johan.- lo miró fijamente.
-¿Eh?- pestañeó, finalmente secándose las lágrimas.
-Tú eres el mejor cazador de sombras que he conocido nunca.- oh, por cierto, Evelyn también siempre lo había tenido en un altar, muy alto. –Y el único que accedería a ayudarme a lograr lo que quiero ahora.- su gesto se oscureció.
-¿Y… qué es lo que quieres?- preguntó casi con miedo.
-La bruja…- apretó sus puños hasta el punto que la sangre goteó de ellos. –Quiero matarla.-
-T-tú…- amplió sus ojos verdes mirando los celestes llenos de odio. -¿Q-qué…?...-
-No estoy jugando, Johan.- podía ver en su mirada que no. –Quiero que me entrenes, quiero volverme fuerte y arrancar el corazón de esa maldita bruja.- escupió con repulsión. –Voy a matarla, y vas a ayudarme.- lo miró ferozmente, pero luego sus ojos se suavizaron un poco y por un momento casi pareció su antigua Ev. –Hagamos esto juntos, Johan.- pidió con las manos juntas.
Lo que ella estaba haciendo era pensar con la cabeza caliente, y eso siempre era una muy mala idea, aparte que él ni de lejos era el mejor cazador de sombras y ambos solo eran unos mocosos, pero… Jiu nunca más iba a arriesgarse a hacer o decir algo que pudiera lastimar más a Evelyn, se lo debía.
-Hare lo que tú quieras, Ev.- sonrió accediendo sumisamente.
Ella podría querer usarlo de tapete ahora y no se opondría en lo absoluto. Haría lo que fuera por ella, desde ahora en adelante.
-Bien.- Evelyn sonrió complacida, su rostro de nuevo con ese tinte oscuro, pero él fingió no notarlo. –Ahora, quiero que salgamos a ir a… algunos lugares… No voy a ir al funeral para que me tengan lastima.-
Jiu miró la hora en su reloj de muñeca, faltaba poco para que amaneciera, no era buena idea dos niños tan tarde en medio de las calles… pero si era lo que quería…
-De acuerdo, lo que digas.- por una vez, dejaría de manipular gente y sería el manipulado a voluntad.
Se lo debía.
.
Raquel llegó al Instituto con Kairi y Harry siguiéndola de cerca. Se habían retrasado un poco más de la cuenta porque Harry se había dormido bajo una de las mesas y les costó encontrarlo, por lo que el sol ya comenzaba a asomarse en el horizonte en cuanto entraron a la residencia y tomaron el ascensor.
Se abrazó a su vientre levemente abultado mientras subían, suspirando cuando notó con pesar que sus pensamientos nuevamente se desviaron hacia Terrence. Le era difícil pensar en algo más que no sea él desde esa… esa estúpida propuesta de matrimonio.
Imbécil. ¿Qué creía? ¿Qué ella no sería capaz de criar a su hijo por su cuenta? Ja, ya le enseñaría. Iba a ser una excelente madre.
No necesitaba casarse solo por conveniencia con un anticuado vampiro egoísta, tenía familia, casa y un sueldo, no iba a estar sola en la maternidad, no necesitaba ni quería la caridad de Terrence. En serio, ¿qué se creía?
Estúpido Ren… y estúpida ella por no poder dejar de pensar en eso.
Salieron del ascensor y Raquel se tomó un momento antes de dar un paso fuera de él, extrañada por el silencio. A esta hora deberían estar despiertos varios, más teniendo en cuenta las visitas, haciendo el escándalo de costumbre.
-¿Pasa algo?- preguntó la mayor con gesto de preocupación.
-Umm… no, solo me extraña el silencio.- se cruzó de brazos inconscientemente aun abrazando su vientre, era raro como sus manos siempre parecían gravitar hacia allí. –Pensé que mis tíos ya estarían regañando a Anni por la hora en que llegó, pero…-
-Hay mucho silencio…- acotó Harry, de inmediato corriendo a abrazarse a la mayor de sus hermanas. –Eso es extraño en este lugar.- informó a Kairi, como si no fuera normal que hubiera mucho ruido en un lugar lleno de niños… y adolescentes… y Kevin.
Tal vez todos estuvieran muy cansados después de semejante fiesta… pero algo no se sentía bien.
Caminando a través de los pasillos su mal presentimiento solo aumentó.
Jiu normalmente ya estaría despierto y haciendo volar cuchillos en la sala de entrenamiento, porque incluso si solo dormía dos horas ese chiquillo siempre estaba despierto al amanecer. Denisse ya debería haber despertado a medio Instituto llorando. Anni debería estar roncando por el amor del ángel. Pero nada, ni un comentario egocéntrico, ni discusiones ni nada se escuchaba. Extraño… mucho.
Buscó en la habitación de su parabatai y la encontró vacía, igual que la de Max. Bueno, eso era lo más raro de lo raro, Max tenía el sueño pesado, no hay modo en el infierno de que no estuviera durmiendo a esa hora no importa cuál sea la circunstancia. Cuando tocó en la habitación de su tía Clar y tío Jace, nadie le contestó.
-Busquemos en la biblioteca.- sugirió a sus hermanos, que no parecían dispuestos a irse a dormir o volver a su hogar y la seguían a donde vaya.
Llegaron a la biblioteca rápidamente y la Beller se alegró de por fin encontrar a alguien, aunque solo sea una sola persona. Lucily, la chica ángel, sentada en uno de los sofás como si fuera una estatua, sin pestañear y casi pareciera que sin respirar.
-Bienvenidos.- musitó amablemente en cuanto se fijó en ellos.
-Lucily, ¿sabes dónde están todos?- preguntó apresuradamente. ¿Por qué tenía un presentimiento tan malo?
-No.- contestó ella en un primer momento, pero luego pareció pensar mejor la pregunta. –Pero sé dónde están algunos…- agh, a veces olvidaba que ella no era como todos y tenía que explicarle mejor las cosas.
-Lucily, necesito que me digas, si lo sabes, dónde están mis tíos, o mi padre, o mis amigos, o alguno de los que normalmente merodean por este Instituto.- murmuró tratando de ser especifica sin perder la paciencia.
-Sé que los viajeros en el tiempo están en el santuario…- ¡el Santuario, claro! Allí es donde solían reunirse todos ahora. –Lo dijo…-
-¡Gracias, Lucily!- decidida a no escuchar más de los divagues de la chica angelical se retiró de la biblioteca siendo seguida siempre por sus hermanos.
-¿No crees que deberíamos haberle preguntado qué demonios está pasando aquí?- inquirió Kairi con una ceja en alto.
-¿A Lucily? Olvídalo, prefiero preguntarle a cualquier otra persona que esté disponible. La chica es encantadora pero francamente un poco frustrante…- hizo una mueca.
-Yo creo que es bonita.- Harry sonrió con un pequeño sonrojo. –Pero no más bonita que ustedes.- rió tomando las manos de ambas.
-Aww.- Raquel se enterneció mientras que Kairi solo le alborotó sus oscuros cabellos.
Tuvieron que volver a usar el ascensor y tomar bastantes escaleras antes de poder llegar al Santuario entre las quejas de la de ojos celestes por la sobreprotección de los hermanos de ojos grises cada vez que siquiera tenía que pasar por un escalón.
Raquel se preguntó distraídamente cómo sería si Terrence fuera el que tuviera que cuidar de ella y no otras personas.
Cuando entraron al lugar, cualquier pensamiento sobre Terrence o sus problemas personales se esfumaron ante la visión tan confusa como deprimente que se encontró.
En el Santuario estaban solo los viajeros en el tiempo y nadie más, y ellos parecían… completamente devastados, por decir lo menos. Clary se encontraba abrazando a un cabizbajo Simon y Magnus sanaba a Jace, que tenía una gran mancha de sangre en su camisa.
-Raquel.- Alec fue el primero en notar su presencia. –Y…- miró interrogante a sus hermanos.
-Soy Harry Grey.- se presentó el niño. –Y ella es mi hermana Kairi. Somos sus medios hermanos.-
-Oh.- Alec asintió educadamente. –Llegan tarde, los demás ya se fueron.-
-¿Se fueron a dónde? ¿Dónde están todos?- Raquel se estaba impacientando en serio.
-¿No lo sabes?- sus ojos azules se ampliaron para luego estrecharse cuando ella negó. –Sabía que no querían interrumpir la fiesta por ahora, pero pensé que te lo dirían al menos por una llamada.-
-Y-yo no tengo celular.- se frotó el brazo. Los celulares no le duraban mucho, ella era de las personas que no dudaban en triturarlos contra la pared en un arranque de ira. –Pero, ¿por qué interrumpirían la fiesta? ¿Qué pasó?-
Alec miró a sus amigos como queriendo pasarles la responsabilidad de tener que contestarle, pero ellos solo se hicieron los desatendidos sin importarles las malas miradas que el Lightwood les mandaba.
-Veras…- sus hombros se desplomaron en la resignación de tener que ser quien contestara, aparentemente ajeno a como la ansiedad estaba matando a los tres medios hermanos. –Cuando volvíamos del Instituto…- entonces, le contó todo. Raquel se quedó con la boca abierta y no pudo evitar derramar unas cuantas lágrimas. Conocía a Elliot y Evangeline desde los cuatro o cinco años, ellos eran de las personas más bondadosas y el modelo perfecto de una familia feliz. ¿Por qué tuvo que terminar así? –…Vinieron a llevarse los cuerpos a Idris, el funeral será allá. Ya todos fueron allá pero pensé que se quedaría alguien a avisarte.- concluyó con su relato.
La embarazada secó sus lágrimas y asintió.
-Gracias por contármelo.- le agradeció apreciando su esfuerzo, sabiendo que le había costado puesto que no era de lo más bonito para hacer. –Supongo que Lucily me lo hubiera dicho si yo no le hubiera hecho preguntas…- bajó la cabeza para evitar llorar más. Estúpidas hormonas que la ponían híper-sensible… Eran nefilims, se supone que estaban acostumbrados a estas cosas…
-¿Cómo están Evelyn y Jiu?- preguntó Harry preocupado, también habían lágrimas en sus ojos.
-Ambos están muy mal.- dijo Clary con pesar. –Jiu no quiere hablar con nadie y Evelyn ni siquiera quiso ir a la ceremonia formal de tan mal que está…- suspiró tristemente. –Todo fue tan repentino…-
-Y no solo dos personas murieron.- Jace apretó la mandíbula con rabia. –Sino que también Izzy sigue desaparecida.-
Simon, que había permanecido con su cabeza escondida entre los rizos rojos de Clary, se estremeció ante la mención de su novia.
-¡Shh! ¡Jace!- regañó la Fairchild a su novio en un susurró, frotando reconfortantemente la espalda del vampiro deprimido.
-Esto es deprimente.- masculló Kairi con sequedad.
Magnus finalmente pareció terminar de curar la herida del rubio y se incorporó sentándose al lado de Alec y tomando su mano, debido a que también parecía más afectado desde la mención de su hermana menor.
-Sumamente deprimente.- el brujo estuvo de acuerdo con la pelinegra mayor.
Estuvieron en silencio unos minutos, cada uno hundido en sus propios pensamientos, antes de que oyeran pasos acercándose y de repente los Tres Maestros ingresaran al Santuario.
-Señorita Beller, al fin llegas.- dijo el hermano mayor, Hakuro Taichi, según recordaba.
-Hola, Kairi.- saludó el hermano menor, Taiyo, a su media hermana, que lo ignoró olímpicamente.
-Ahh… Maestros.- Raquel agitó una mano hacia ellos.
-Tu padre nos pidió que te informáramos de la situación, pero veo que ya te lo han contado.- Hakuro ajustó sus lentes.
-Bien por mí, odio dar malas noticias.- Tai hizo un mohín, antes de regresar a su sonrisa perpetua. –Estoy aliviado de que zafé de eso.-
-Cállate, Tai. Este no es momento para que nos cuentes tus inquietudes.- el mayor dio un golpe en la nuca al menor. –Ten más sensibilidad, la gente está de luto por aquí.- suspiró y volvió a ajustar sus lentes. –Mis disculpas, Taiyo es un poco inmaduro.-
-Con todo respeto maestro Hakuro, creo que acaba de citar el eufemismo del milenio.- murmuró Kairi de brazos cruzados.
Hakuro se le quedó mirando por un momento, luego miró la cara de perro mojado que había puesto Tai, antes de finalmente estallar en estrepitosas carcajadas, cosa que sorprendió a Raquel, que había pensado que el hombre era bastante serio. Aunque si casi le da un patatús de la sorpresa cuando notó al hermano del medio, Tak, que era el más frío, esbozar algo muy parecido a una sonrisa.
-Disculpen, lo siento.- se disculpó el mayor de los hermanos con un carraspeó luego de acabar de reír. Se notaba avergonzado, seguramente por haberse carcajeado justo después de haberle dicho a su hermanito que tuviera más respeto por la gente de luto. –De todos modos, señorita Beller, tenemos un portal esfera que tu padre dejó si es que planeas asistir al funeral.-
-Oh, sí, claro, voy a ir.- asintió. –Pero antes me gustaría prepararme y eso…-
-No es ningún problema, la ceremonia formal no es sino hasta más tarde.-
-Bien, entonces iré a cambiarme y luego voy a partir.- suspiró y luego miró a los demás. -¿Ustedes no van?- preguntó a los viajeros en el tiempo.
-Simon no quiere ir y yo no voy a dejarlo.- aclaró Clary de inmediato.
-Si Clary no va yo no voy.- acotó Jace.
-Si Jace no va tampoco yo.- secundó Alec.
-Lo mismo por aquí.- terminó Magnus. –Esto ya es lo suficientemente deprimente, no quiero ir a un funeral, muchas gracias.-
-Hmm…- Raquel rodó los ojos, ellos sí que venían en conjunto. -¿Ustedes no quieren ir?- preguntó a sus medios hermanos.
-Yo no, pero puedes llevarte a Harry, sé que él quiere ir.- Kairi declinó mientras que Harry asintió de acuerdo a sus palabras.
-Bien, ¿tienes ropa de luto, Harry?- sonrió a su hermanito.
-No aquí.- el gesto del pequeño decayó. –Tendría que ir a buscarla a casa…- no parecía contento con la idea.
-Yo te la traeré, ve a dormir un poco.- Kairi le revolvió el cabello aunque con gesto apático.
-Eh… ¡Gracias!- Harry sonrió pero quitó su mano lejos de su cabello, con las mejillas enrojecidas.
Raquel rió.
-Ven, puedes dormir en mi habitación mientras me preparó, suelo tardar un poco mucho…- tomó su mano y aunque sonrojado Harry lo siguió.
-Maestros, ¿podrían hacer un portal para mí?- oyó preguntar a Kairi por lo que se detuvo antes de salir del Santuario a espera de su respuesta.
-Eso es muy lento.- se quejó Tai, de nuevo con su sonrisa aunque bastante menos alegre. –Si quieres yo te llevó con tele-transportación.- ofreció con una mirada pícara.
-Preferiría ir a pie.- rechazó con sequedad su media hermana.
-Tiene que ser rápido y seguramente tú la distraerás, Tai.- cortó el Maestro mayor al menor antes de que pudiera decir nada. –Tak, ¿crees que podrías llevarla tú?- ante esa pregunta Kairi se sonrojó, Taiyo gimió y Raquel rodó los ojos. Tak solo se encogió de hombros. –Bien, entonces. ¿Eso está bien contigo?- preguntó a Kairi, que asintió rápidamente, su cara cada vez más roja.
La Beller negó con la cabeza, tirando a Harry para salir del Santuario de una vez sin querer ver más del espectáculo lamentable de la chica tan feminista ilusionándose con lo que claramente era un bastardo frío que no sería amable a la hora de romper su corazón.
Era un poco triste, pero bueno, cosas de la vida, como estar embarazada… o perder a tus seres queridos… Todo solo era un ciclo repetitivo sin fin.
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Kairi detectó las miradas que le estaba lanzando Raquel antes de que por fin se retiró y frunció el ceño. Ella probablemente seguía creyendo que Hakuro Tak le rompería el corazón, cosa que le parecía ridícula, porque para que te rompieran el corazón primero tenías que enamorarte, y ella simplemente no se enamoraba, menos de uno de esos tres hermanos.
-Esto no es justo, hermano. Parece que ustedes dos están conspirando para quitarme a la chica.- se quejó el idiota de Hakuro Taiyo.
-No empieces, Tai.- suspiró el respetable Taichi. –Tak, por favor lleva y trae a la señorita Grey.- dijo al más frío. Tak se acercó a Kairi y la tomó de la cintura ignorando sus protestas. –Llévala a su Instituto.- indicó amablemente el mayor. –Era el de… ¿Nueva Jersey, verdad?- recordó.
-Umm… si.- confirmó nerviosa por los brazos del hermano del medio rodeándola, su agarre la hacía sentir mucho frío… pero a ella siempre le había encantado el frío.
A penas terminó de decir eso vio brillar los ojos de Tak y de pronto sintió una pequeña sacudida que la hizo cerrar los ojos. Cuando volvió a abrirlos se encontró en la entrada de la familiar construcción donde se había criado.
Se separó de Tak de inmediato y no pudo evitar quedársele mirando. Él le parecía muy atractivo, con sus ojos ambos de colores diferentes y extravagantes y su cabello extraño gris que ella quería acariciar para comprobar si era suave o tan áspero como se veía y…
-De prisa.- fue todo lo que dijo él sacándola de sus divagaciones para señalar su irritación.
Ella frunció el ceño. Sí, él era guapo, pero no le gustaba con esa actitud tan… inhumana.
Entró al Instituto cautelosa por sí veía a su madre o su hermano dando vueltas por ahí, pero muy probablemente siguieran durmiendo, no eran personas madrugadoras en lo absoluto. Se sorprendió de que el Maestro la siguiera dentro, pensó que esperaría fuera pero parece que no.
Tomó las escaleras hacía las habitaciones retorciéndose las manos con nerviosismo. Estar sola con Tak realmente la afectaba de un modo que no comprendía del todo, y no quería ni imaginar la cara de su madre o hermano si la pescaban con tal chico guapo.
Llegó a la habitación de su hermano, pero antes de que pudiera abrir la puerta una voz la detuvo.
-¿Kairi?- se paralizó de horror ante la voz de su hermano mayor. –Creí que estarías en Nueva York con la bastarda.- musitó el hombre alto pelirrojo de ojos grises.
-No llames a Raquel así.- frunció el ceño aunque abrazándose a sí misma, incómoda por estar con aquel vestido escotado.
-Pff, en serio, no sé porque tú y Harry quieren tanto a la bastardita.- sonrió y luego fijó su mirada en Hakuro Tak, finalmente percatándose de su presencia. -¿Qué hace este aquí? ¿Finalmente has decidido revolcarte con alguien?- apretó la mandíbula, visiblemente molesto.
-No digas idioteces, él es un hechicero, solo vino a traerme aquí y yo solo vine a buscar ropa de Harry para un funeral, luego nos iremos de regreso a Nueva York.- ni siquiera debería estarle dando explicaciones, sabía que realmente no le importaba.
-Aja, seguro te creo.- furioso, se acercó a ella y la tomó de la muñeca. –Creí habértelo dicho, hermanita. Quiero ser el primero…- sonrió de una manera escalofriante, acercándola a él demasiado cerca.
-Quítate, me das asco.- se zafó de su agarre. -¿Por qué no vas a divertirte con madre, escoria?- escupió al suelo.
-Aww, no tienes que ponerte celosa… Eso es solo diversión, a ti realmente te quiero.- agarró su barbilla, con fuerza. -¿Por qué no le demostramos nuestro amor a tu amigo el brujo?- se inclinó para besarla.
-¡Aléjate!- cerró los ojos con miedo y la cara roja. ¿Por qué tenía que hacer esto frente a Tak?...
De pronto, una ráfaga fría pasó por su lado y de inmediato abrió los ojos, sorprendiéndose de que el frío maestro se interpusiera entre ella y su hermano, colocando un dedo en la frente de su hermano.
-Ella dijo que te alejes.- solo tuvo que murmurar él mientras un poco de escarcha se extendía por la frente de su hermano mayor.
No necesitó otra palabra, su hermano era un cobarde, así que rápidamente se alejó con una mirada asustada.
-Tsk.- su gesto se arrugó en odio y la miró con profundo desprecio. –Ya volverás sin tu amigo, y veras lo que te espera.- sin más caminó hacia su habitación que quedaba solo a unas pocas puertas de distancia.
Kairi pudo respirar tranquila en cuanto se fue, pero sabía que iba a cumplir con su amenaza, así que no pudo evitar mostrarse abatida. Al menos Harry no estaba aquí…
-¿Sufres maltrato doméstico?- preguntó con insensibilidad Tak. Ella lo miró de reojo pero no contestó y simplemente entró a la habitación de su hermanito y se puso a buscar por su ropa de luto. -¿Has sido abusada sexualmente o cometido incesto?- siguió preguntando sin ningún tipo de tapujo.
-¿Por qué demonios te importa?- chilló sonrojada, antes de volver a su tarea.
-Taichi me dijo que no debó dejar que una dama sea maltratada si puedo evitarlo.- murmuró él como si fuera obvio.
-Ya no hay damas.- contrarrestó con sequedad. –Las mujeres se dividen entre decentes y zorras.- bufó. –Y yo no soy exactamente decente…- susurró más para ella.
Tak frunció el ceño.
-No te comprendo.- finalmente dijo.
-¿Qué quieres decir?- lo miró perpleja.
-Yo te atraigo.- dijo como cuestión de hecho ignorando como sofocaba una exclamación y se sonrojaba por su descaro. –Y sin embargo me rechazas. Rechazas mi ayuda, ignoras mis intentos de conversación, y no eres nada agradable conmigo.- señaló sin tacto.
-Vaya, gracias.- rodó los ojos. –Si te parezco tan desagradable no me hables.- masculló entre dientes.
-Sigues rechazándome…- él entrecerró los ojos. -¿Por qué? Si estás enamorada de mí, entonces…-
-¡Quieres parar con eso!- finalmente perdió los estribos y se volteó a verlo. -¡No estoy enamorada de ti, yo no me enamoro! ¡De hecho, yo no amo a nadie!- tomó una gran bocanada de aire. –Solo a Harry, y tal vez estoy queriendo a Raquel, pero por lo demás… desde que mi padre murió… yo no amo a nadie…- bajó la cabeza.
-Así que ese es el problema.- pesé a que seguía comportándose monótonamente, parecía finalmente haber resuelto el más grande de los misterios. –Tienes miedo de amar. Porque eres abusada y sufriste una perdida.- dedujo. –Llevas una relación incestuosa con tu hermano porque te recuerda a tu padre y…- no pudo terminar de hablar cuando una bofetada le atravesó el rostro.
-¡AUCH!- Kairi se frotó la mano con cariño después de que casi se rompiera y se le entumeciera por la fría y dura piel de Tak. -¿Tú en serio estás hecho de hielo o qué?- besó su mano con cariño. Él solo se le quedó mirando.
-¿Por qué hiciste eso?- inquirió perplejo.
-¿Aún tienes el descaro de preguntar eso?- lo miró indignada. –Deja de asumir cosas de mí, imbécil. No lo sabes todo, ¿de acuerdo? No eres mejor que yo, no me importa cuánto hayas vivido.- lo miró con lágrimas en los ojos. –Ya tengo suficiente con ser tratada como zorra por mi hermano, muchas gracias.-
-Yo no te estaba tratando como ningún tipo de animal.- argumentó.
-Olvídalo.- Kairi suspiró. –Si tanto te importa, para tu información, mi madre y mi hermano llevan una relación incestuosa, sí, son unos depravados, y mi hermano solo quiere que yo sea como mi madre.- apretó su puño. -¿Feliz?- volvió a buscar la ropa.
-¿Ellos te han lastimado?- siguió preguntando, viéndose nada impresionado por la situación.
-¿Nunca se te acaban las preguntas?- gruñó, pero decidió contestar, no es como si iba a ponerse a llorar o algo, ella era fuerte… esperaba. –No me han hecho nada muy grave aún, solo quieren que sea como ellos, gracias al cielo Harry y Raquel se salvan de esos dos, porque apenas se me ocurra una excusa para decirle me lo llevaré lejos de aquí.- revolvió la ropa de los cajones hasta que finalmente halló los pantalones y la camisa abotonada de colores blancos hechos un revoltijo.
-Eso es ser considerada.- él estaba siendo bastante conversador. –Me recuerdas a Taichi, siempre cuidando a los hermanos menores aun sacrificando sus propias necesidades. Nunca entendí la razón de eso.-
-Es lo que los hermanos mayores hacemos.- negó con la cabeza, doblando cuidadosamente la ropa. –Eres un hermano mayor también, ¿no cuidas del idiota de Taiyo?- preguntó desinteresadamente.
-Nunca he tenido que hacerlo, Taichi nos cuida a los dos.- se encogió de hombros.
-Él es un muy buen hermano mayor.- cerró los ojos dolorosamente. –Es nuestro trabajo cuidar a los menores cuando no hay padres competentes para hacerlo.-
-Pero tu hermano no cuida de ti.- argumentó él.
-Pues no.- suspiró. –Es que también hay malos hermanos.-
-¿Quién cuida de ti, entonces?- inquirió curiosamente.
-¿Eh?- pestañeó.
-Todos necesitamos a alguien que nos cuide, incluso yo, y con Tai cuido de Taichi también. Tú cuidas a tu hermano, y estabas cuidando a Raquel todo el tiempo. ¿Quién te cuida a ti?- Kairi metió la ropa bruscamente en su bolso.
-Mi padre cuidaba de mí cuando lo necesitaba. Ahora ya no está y yo no necesito a nadie que cuide de mí. Soy fuerte.- apretó los puños. –Ya tengo la ropa, vamos.- evitó sus ojos.
-¿Por qué dices que eres fuerte? Estabas temblando como una hoja cuando tu hermano te asustó.- señaló haciéndola sentir sumamente humillada.
-Sabía que él no me iba a hacer nada, está convencido de que en algún momento me arrastrare a él por mi propia cuenta.- rodó los ojos. -¿Podemos volver ya?-
-Si necesitas a alguien que te cuide, nosotros podríamos hacerlo, Taichi siempre nos ha cuidado.- siguió insistiendo.
-Oye, entiéndelo, no necesito tus limosnas, no soy una niña, y tengo que cuidar de Harry. Ahora llévame de vuelta al Instituto, por favor.- ya la estaba hartando.
-Pero tú me quieres, ¿por qué rechazar esa oportunidad si vas a estar conmigo?-
-¡Por última vez, yo no te quiero!- pisoteó. –No quiero a nadie. Sácame de aquí.- le exigió.
-¿Por qué no quieres hablar de eso? ¿Qué te da tanto miedo?- alzó una ceja con frialdad.
-¡No tengo miedo, solo…!... solo…- su voz se fue haciendo más y más pequeña. –Es doloroso, ¿de acuerdo? No esperó que alguien sin sentimientos como tú lo entienda.- lo miró mal. –No tengo porque decirte nada, no te conozco, y tú eres muy raro.- lo atacó.
-Eso es cierto. Pero yo no soy como mis hermanos, ni como nadie, y tú me intrigas.- tomó su muñeca. –Si te interesa conocerme, te estaré esperando en el Invernadero del Instituto de Nueva York, a mí me interesa conocerte.- sin más sus ojos dispares brillaron y ella sintió una sacudida, y al segundo siguiente estuvieron de nuevo en el Instituto.
-¡¿Por qué tardaron tanto?!- les chilló Taiyo apenas los vio regresar. –No me dejaron llevarla a mí porque dijeron que la distraería pero tú te vas y te la pasas media hora con ella.- se cruzó de brazos y volvió su vista al mayor. -¿Y tú no vas a decir nada?- hizo pucheros.
Kairi solo enrojeció y de inmediato abandono el lugar, apenas logrando escuchando la escueta respuesta que Tak formuló para decirle a sus hermanos.
-Tuvimos un contratiempo.- fue su excusa, pero ella no se molestó en tratar de dar una mejor explicación y solo fue a llevarle la ropa de luto a Harry, y luego ya vería qué hacer, una parte de ella le gritaba no involucrarse más con esos extraños hermanos, pero otra parte realmente… realmente quería saber más de Hakuro Tak, y encontrarse con él en el Invernadero.
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Debra se sentó con mala cara en su silla frente al escritorio, mirando delante de ella a sus tres secuaces. Reedee se abrazaba como un niño pequeño al libro frío y a la lanza blanca, como si pudieran quitárselos en cualquier momento. Los gemelos solo estaban envueltos en un tenso silencio, intercambiando miradas entre ellos.
-Como ya sabrán, estoy de vuelta después de haber fingido ser Isabelle Lightwood por un corto periodo de tiempo, con el objetivo de asesinar a Johan Lightwood sin ser detectada por los Tres Maestros que ahora se han vuelto sus guardianes, cometido que no logré llevar a cabo exitosamente debido a que tuve que conformarme con un momento donde la rata pelirroja estuvo rodeado de demasiada gente y me costó perder un brazo temporalmente.- bufó. –Pero en fin, he regresado, y quiero que me pongan al día con las órdenes que nuestro señor nos tiene.- los miró expectante.
-Ehh, si, señora.- Reedee dio un paso al frente. –No nos ha dicho mucho a nosotros, pero nos pidió que te entregáramos esto.- sacó de su ropa desaliñada una carta firmada con una letra impecable.
Debra la tomó con el ceño fruncido y la abrió, leyendo su contenido con una expresión seria, que pasó a ser una sorprendida, para luego convertirse en una sonrisa absolutamente llena de crueldad y complacencia malvada.
-Nuestro señor siempre ha estado lleno de sabiduría y sabe tomar las mejores decisiones, sin duda.- se contuvo de reír. –Creth, Crethus, traigan a la alimaña nefilim del cuarto de los ángeles ante mí, ahora.- mandó a los gemelos anaranjados.
-Sí, señora.- gruñeron entre dientes, a ellos no les gustaba seguir órdenes pero sabían lo que les convenía.
-Reedee.- dijo una vez los otros dos se fueron. -¿Has tenido algún éxito recuperando el espejo deslucido o rastreando los otros utensilios Hu'kou?- preguntó apoyando su mejilla en un puño, bastante aburrida, sabiendo de antemano la respuesta de este inútil.
-Uh… me temó que no, señora.- se inclinó respetuosamente. –Trate de usar los hechizos de rastreo del libro, pero no lo conseguí, los utensilios están protegidos, incluso de ellos mismos.- se excusó.
-O tal vez tú solo eres un gran inepto.- apretó la mandíbula. –No te acostumbres a esos utensilios, Reedee. Apenas logremos apoderarnos de Russelia tú volverás a ser únicamente un soldado más, así que ahora aprovecha y has algo útil mientras puedas si quieres ser recompensado gratamente una vez todo termine.- le lanzó una mirada de advertencia, a lo que él asintió frenéticamente.
-Disculpe que pregunte, pero… ¿cómo van los planes para tomar posesión de la descendiente?- indagó no sin miedo.
-Eso aún tomara algún tiempo, de todos modos, no se te asignara a ti, tú única misión es proteger la lanza y el libro y seguir mis mandatos, nuestro señor no quisiera que lo eches a perder.- lo miró despectivamente y Reedee bajó la cabeza.
Iba a decir algo más cuando de repente los gemelos llegaron arrastrando a una violenta Isabelle Lightwood con ellos.
-¡Suéltenme, horrorosas naranjas mutantes!- ella se revolvió furiosamente tratando de escapar de sus garras. -¡Se arrepentirán de esto, voy a matarlos, apenas tenga mis armas VOY A MATARLOS!- amenazó y realmente los cobardes de Creth y Crethus hasta se estremecieron por sus amenazas.
Debra rodó los ojos y se acomodó mejor en su silla, sonriendo cuando la chica nefilim la notó por fin.
-Isabelle Lightwood del pasado, esperó que estés disfrutando de tu estadía aquí.- rió burlonamente. –Es una pena que no puedas disfrutar de todas las maravillas que el futuro tiene para ofrecer, pero como comprenderás tu situación aquí es bastante… especial.-
-Lo importante es que pronto disfrutare de volver a desfigurarte el rostro con mis dos puños de mis dos brazos.- se burló cínicamente.
-¡Cierra la boca! Debra graznó, apretando defensivamente lo que quedaba de su brazo. Maldito Johan, algún día encontraría la forma de matarlo. –Debería matarte, mocosa insolente. Pero tienes suerte de que en este momento te necesito con vida.- eso hizo a la pelinegra entrecerrar los ojos. –Pronto volverás con tus patéticos amigos, solo si ellos logran hacer lo que tienen que hacer, claro…- su sonrisa perversa regresó.
-Tú…- Isabelle se horrorizó. -¿Piensas utilizarme como carnada para hacerle algo horrible a mi familia y mis amigos?- su mirada se volvió feroz y quiso lanzarse contra ella, pero los gemelos de piel anaranjada la tenían bien sujeta. -¡Monstruo, miserable!- Debra solo rió, burlándose de su desesperación. -¡Fea, horrible!- eso paró sus carcajadas.
-¡Cállate!- indicó con la mirada a uno de los gemelos que la golpeara y así lo hizo, dándole una fuerte bofetada, pero la chica no se inmutó en lo más mínimo pesé a que su mejilla se estaba hinchando. –Maldita pequeña perra…- la miró con profundo desprecio, y rencor. –Por defenderte a ti el miserable Herondale asesinó a mi querida Letice…- se levantó de su escritorio para acercársele a la adolescente y tomó su barbilla, haciendo que la mirará. –Sería muy fácil para mí matarte ahora, así, tal vez podría cambiar todo y mi hermanita estaría conmigo…- miró soñadora a la nada, sus ojos llenos de lágrimas de nostalgia. –Solo tendría que hacer algo tan simple, como matarte, y ya.- raspó su afilada uña contra la suave piel de su mentón. –Pero tendrá que esperar hasta que tus amigos fallen su misión, solo entonces tendré el placer de matarte frente a ellos, y alterar el curso de la historia.- sonrió peligrosamente. –Todo gracias a ti, dulce Isabelle.- rió antes de volver a su asiento. –Creth, Crethus, ya saben que hacer.- mandó a los gemelos.
Ellos asintieron, y empezaron a moler a golpes el bonito cuerpo de Isabelle Lightwood ante la mirada complacida de Debra.
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-Cielos, creo que este es el funeral más deprimente al que hemos asistido hasta ahora, y hemos asistido a muchos…- murmuró Raquel en el oído de Anni mientras oían el discurso que estaba dando la Consul para conmemorar a los caídos Elliot y Evangeline.
-Sí, bueno, seguramente tendrá algo que ver con que este es el primer funeral doble al que asistimos.- suspiró sombríamente. –Es increíble que esto pasara tan de repente, aún me maldigo por no haber estado allí. Las cosas habrían sido muy diferentes.- apretó los puños con fuerza. Maldita Debra.
-Deja de culparte de todo, por el ángel. Todos en tu familia son demasiado arrogantes.- la Beller le lanzó una mirada de desaprobación. –Ustedes se culpan si estaban o si no estaban en un sitio donde pasó algo malo, nada los complace.- bufó, apretando levemente sus agarres en el hombro de su hermanito Harry y en su vientre. –Son muy queribles y todo, pero deben dejar esa mala costumbre, no quiero que mi hijo crezca rodeado de esa forma de ver la vida.- frunció el ceño.
-Quel…- pesé a lo deprimente de toda esta situación, Anni no pudo evitar soltar una pequeña risita baja casi inaudible. –Ya estás empezando a sonar como una mamá.- sonrió levemente. –Qué lindo.- la abrazó ignorando su sonrojo, pero afortunadamente ella no protestó mucho y la dejó reposar su cabeza en su hombro, volviendo su atención a la Consul.
Cremarían los cuerpos de Elliot y Evangeline para enviarlos a la Ciudad de Hueso, y se supone que arreglarían la tenencia de Evelyn para algún familiar o con quién quisiera ir la niña recientemente huérfana, pero pareciera que ella había tenido demasiado dolor como para ni siquiera asistir al funeral de sus padres, pero en cierta medida era comprensible.
Pobre niña… y era la mejor amiga-casi-novia de Jiu, él también estaba destrozado. Debra había hecho todo solo para acabar específicamente con él, imaginaba que la culpa debía estarlo matando. Si tan solo ella hubiera estado allí….
Se abrazó más a su parabatai y decidió mirar a su alrededor para distraerse de sus pensamientos tan desalentadores, a ella no le gustaba deprimirse ni en los funerales.
Había mucha gente, a pesar de que todo había sido tan repentino, el matrimonio había tenido muchas amistades. Su madre continuaba llorando, pobre, había estado bajo mucha presión en todo este tiempo, ella no era de llorar mucho antes del asunto de cuando Debra la había hecho perder un bebé, luego empezó a ser mucho más fácil de quebrar, por lo que su padre e hijos la sobreprotegían enormemente, pero con todo este asunto de viajes en el tiempo y Mike, viejas heridas se habían abierto en su corazón, y la muerte de dos cercanos amigos sin duda no la estaban ayudando en nada. Su padre trataba de consolarla, pero no podía lograr más que el que dejara de sollozar, porque sin importar el tipo de consuelo, las lágrimas seguían bajando del rostro de su amada madre, sin que ninguno de ellos pudiera hacer nada.
Max estaba en silencio en el asiento tras ella, probablemente también culpándose por no haber estado ahí cuando se lo necesitaba, o quién sabe, tal vez pensando en Ellie o en Russ, Anni ya ni siquiera estaba segura de lo que quería o merecía su hermano menor. El pensamiento de ellas la hizo voltear estirando más su cuello primero a la izquierda, donde Russ y Brun junto con la chica Artemisa mantenían la cabeza baja oyendo el discurso de la Consul, habían sido invitados y quisieron venir, incluso hasta se vistieron de blanco para la ocasión, y luego volteó a la derecha, viendo a Ellie y Kith apoyados en su madre hablando en voz baja entre ellos, Tomiko estaba con ellos, pero le sorprendió no ver a Misaki ni a Kiatsuki allí, siendo que hace un minuto ahí habían estado, hasta Kevin, que solía estar sentado junto a Raquel, ya no estaba.
Extrañada, dejó el hombro de su parabatai y se retiró rápidamente, sorprendida de notar que Kith se había levantado también y parecía seguirla. Salieron lejos del tumulto de gente hasta unas calles desiertas, a lo que dejó de caminar y se giró expectante a su primo de menor edad, esperando una explicación.
-Annaisa, sé que eres la reina de las chismosas.- dijo sin sensibilidad alguna, importándole poco que lo fulminara con la mirada. –Y por eso quiero que me ayudes.-
-¿Tú? ¿Tú quieres mi ayuda?- bueno, esto era inesperado… y realmente le gustaría tener una cámara para conmemorar este inesperado acontecimiento de los más sorpresivos en la historia de los nefilims. –Wow, ¿y qué se supone que hice yo para ser digna de proporcionarte mi ayuda?- enarcó una ceja sonriendo con arrogancia.
-No tengo tiempo para esto.- se frotó las sienes. –Iré directo al grano. Estoy preocupado por la señorita Misaki, un tipo vino a buscarla muy angustiado y le dijo algo que la dejó tan asustada que hasta Kiatsuki y el señor Beller la siguieron, yo… quiero asegurarme de que todo estará bien. Solo eso.- suspiró tensamente.
-Ohh…- Anni captó lo que quería de inmediato. –Quieres espiar.- rió cuando él se sonrojó. –No te preocupes, has acudido a la persona indicada, solo dime a dónde fueron.- sonrió y guiñó un ojo con complicidad.
-Pff, como sea… Es por aquí.- la guió hacia una casa bastante grande. –No sé muy bien en qué parte de la casa están, así que… ¿Qué hacemos?- la miró con sus ojos oscuros extrañamente inocentes.
-Novato.- la rubia reprimió una sonrisa. –Examinemos todas las ventanas. Y veamos si podemos hallar una buena vista o una pista de donde están.- lo tomó de la muñeca y lo jaloneó por todo el perímetro de la casa.
Su mente agradecía esta distracción, para ella, cualquier cosa siempre había sido mejor que deprimirse. Y aunque normalmente Kith y ella tenían sus diferencias, le gustaba pasar tiempo con la familia. Su primo era demasiado mimado por su madre y muy apegado a su propia familia, y cuando estaba con ellos, antes de pelearse por Russ, siempre se la pasaba pegado a Max, él solo había sido muy lindo con ella cuando era un bebé o de los tres años para abajo, más precisamente.
Pasaron por cada ventana de la planta baja, pero no vieron a nadie.
-Esto no está funcionando…- masculló de forma malhumorada el Lewis.
-Ahh, tranquilo. Seguro están en el segundo piso.- le restó importancia al asunto.
-Tú tienes demasiada experiencia en esto, ¿eh?- Kith rodó los ojos. -¿Pero cómo se supone que espiaremos si están en el segundo piso?- se cruzó de brazos con escepticismo.
-¿Qué no eres un cazador de sombras o qué? Podemos hacer lo que sea, nene.- fácilmente se sujetó a la maleza arraigada en las paredes y comenzó a trepar. -¿Qué esperas? ¡Ven, sígueme!- lo llamó y pudo escucharlo maldecir entre dientes, pero la siguió, no obstante. –Ahí hay una ventana, echemos un vistazo.- treparon hasta la ventana más cercana, asomando las nariz solo para ver una habitación vacía.
-Es la habitación de Kiatsuki.- reconoció Kith.
-¿Cómo lo sabes? ¿Has estado aquí antes?- bromeó lanzándole una mirada pícara, sorprendiéndose cuando en serio se sonrojo.
-¡N-no!- tartamudeó, pero luego volvió a fruncir el ceño. –Q-quiero decir… es obvio, está llena de zapatos y cosas rosas.- evitó mirarla.
Anni alzó una ceja con interés. Oh, no sabía que hubiera algo más que bromas entre esos dos, luego indagaría, ya habían despertado su metiche curiosidad de casamentera.
-Aja… Vamos, niño raro, busquemos otra ventana.- iban a bajar para buscar otra ventana, porque la maleza no abarcaba tanto como dejarlos transportarse lateralmente, pero entonces Anni logro vislumbrar una sombra a través de la rendija de la puerta y sujetó el hombro de Kith para que no bajara. –Espera.- le dijo. –Creo que están hablando frente a esta habitación.- oía leves murmullos. –Entremos.- escaló por la maleza para entrar a la habitación por la ventana.
-¡Esta es una mala idea, Annaisa!- chilló Kith en un susurro, pero la siguió, realmente debía estar preocupado. –No debí haberte pedido ayuda…- se lamentó una vez estuvieron dentro del cuarto de Kiatsuki.
-Shh.- le chitó, sacando su estela. –Voy a hacer la pared transparente, así que cállate para que podamos escuchar.- el menor la obedeció, aunque con mala cara, y se acercó a la pared para ver a través de la ventana que había creado. –Mira, qué te dije, ahí están.- presumió un poco lo buena que era espiando, era la mejor.
Kith no contestó y solo se quedó mirando a través con suma atención, a lo que ella decidió también prestar atención y escuchar.
Se podía ver a Misaki abrazando a Kiatsuki mientras Kevin les frotaba la espalda reconfortantemente a ambas hermanas pelirrojas, dos hombres desconocidos se encontraban hablando con ellos, y lo que sea que les estuvieran diciendo, no parecía ser nada agradable para las mujeres.
Anni forzó su oído a escuchar con atención.
-… Esa es, básicamente, la razón por la que ya no hay mucho que se pueda hacer por ella. A la pobre mujer solo le queda disfrutar de los pocos meses que le queda de vida. Lo lamento mucho.- dijo uno de los hombres.
-Afortunadamente pudieron volver a Idris justo a tiempo, ella no había querido informarlas de la situación, pero las encontramos en buen momento. No le queda mucho. Lo mejor es que se queden con ella lo más posible, en el fondo las quiere desesperadamente a su lado.- dijo el otro hombre.
-Sí…- murmuró Misaki quedamente. –Lo mejor será quedarnos aquí. Tengo a quien me reemplace para manejar el Instituto de Tokio, y la misión que nos confirió la Consul ya está en manos mucho más capaces, sé que los Tres Maestros no necesitaran de mi ayuda.- suspiró. –Me quedare aquí para cuidar de mi madre, muchas gracias por su bondad.- dio una pequeña inclinación de cabeza a los hombres, que correspondieron el gesto.
Oh, con que todo este asunto era por su madre, la señora Hachimao. Por lo que Kiatsuki le había contado, vivía enferma desde hacía muchos años y hace solo dos o tres la había enviado a ella y a Tomiko a vivir con su hermana mayor en Tokio, cuando su condición empeoró al punto que ya no podía cuidar de ellos correctamente, pero aun así siempre estaban en contacto y los tres querían mucho a su madre. Pero parecía que la enfermedad finalmente estaba acabando con esa fuerte mujer.
Suspiró con tristeza, la muerte estaba tocando mucho a la puerta de personas muy cercanas a varios miembros de su familia. Miró de reojo a Kith, él estaba pálido.
-Así que… ¿Se van a ir del Instituto, eh?- habló Kevin, tan pálido como su primo Lewis.
-Me temó que es inevitable.- la asiática bajó la cabeza con pesar. –Sé que están pasando momento difíciles, pero no podemos dejar a nuestra madre, menos a estas circunstancias.- sus ojos parecieron aguarse un poco. –Los extrañaremos…- soltó a su hermana menor para abrazar a Kevin, que correspondió el abrazo de un modo extrañamente apagado para tratarse de él, que era una persona muy efusiva que adoraba abrazar. Se separaron inmediatamente, sin embargo. –Supongo que Tomiko estará destrozado, luego veré como darle la noticia… Kia, si quieres tú puedes quedarte por un tiempo en el Instituto antes de venir a instalarte de nuevo aquí, sé que te has vuelto muy unida a los Lewis y tienes amigas muy queridas ahí.- eso era cierto.
-Oh, no. No creo que sea buena idea, iré solo a empacar mis maletas, me despediré rápidamente y mañana vuelvo aquí. No quiero estar más tiempo lejos de mamá.- decidió Kiatsuki con una mirada de determinación en sus ojos azules.
Anni oyó a Kith aspirar aire como para expresar una mezcla de emociones entre la sorpresa y la indignación.
¿Qué pasaba con él? Nunca lo había visto tan emocional.
-Bien, entonces supongo que iré por Tomi, ¿podrían quedarse con mi madre mientras tanto?- pidió Misaki a los dos hombres desconocidos, que asintieron cordialmente.
-Te acompañó.- saltó Kevin de inmediato, su tono todavía extrañamente hueco y desanimado.
-Uhh… claro.- ambos adultos se retiraron, y entonces Anni notó a Kiatsuki dirigirse directo a la habitación.
-Oh, rayos, viene hacia aquí, hay que irnos.- indicó y saltó fuera de la ventana a velocidad increíblemente rápida incluso para un nefilim, dándose cuenta demasiado tarde de que el Lewis no la había seguido.
Bueno, esto era inesperado.
Confundida, mantuvo su cabeza debajo del margen de la ventana, aferrada a la maleza de la pared, esperando por oír algún sonido.
-¡¿Kith?!- el sonido no se hizo esperar como un agudo chillido de parte de su amiga Kia. -¿Qué haces en mi cuarto, o aquí, para empezar?- se oyó aún más sorprendida y confundida de lo que Anni se sentía.
-¿Te vas a ir de Nueva York?- fue todo lo que Kith dijo.
Hubo un tenso silencio por lo que para Anni se sintió como una completa eternidad aunque probablemente fue solo un minuto o dos.
-Yo… lo siento…- dijo la pelirroja, en un tono que llamó mucho la atención del corazón casamentero de la rubia. –Sé que te había dicho… bueno, ya sabes, eso. Pero… mi madre me necesita, yo necesito estar aquí para ella. ¿Lo entiendes, verdad?- su tono era muy bajo, algo demasiado raro en Kiatsuki.
-Lo entiendo, claro que lo entiendo. Pero tu hermana te dio tiempo para despedirte, ¿al menos pensaste en mí cuando rechazaste la oferta al instante?- sonó enojado.
-¡Y-yo tengo que pensar en mi madre! ¿Y por qué habría de pensar en ti? Sé que cuando bailamos en la fiesta te dije que me gustaría salir, pero lo cierto es que ambos sabemos que no puede ser porque no es el mejor momento y… nunca nos hemos llevado bien. Lo sabes.- su voz era difícil de descifrar, pero a Anni le daba la impresión de que le costaba hablar.
-¿Nunca? ¿Tengo que recordarte lo que pasó en mi casa en el verano?- su voz vino con un toque de veneno.
-¡Ni se te ocurra! ¡Acordamos jamás hablar de eso!- ¿hablar de qué?
-Sé lo que acordamos. Y ahora te tengo un nuevo acuerdo: no vuelvas a hablarme nunca.- susurró en un tono indescifrable y de repente pudo escucharlo aproximarse a la ventana y supuso que ya estaba listo para marcharse, por lo que decidió que ya era momento de la retirada.
-¡Espera! ¡Kith, no es que yo no quiera…!...-
-¡Ya no me importa! ¡Y te dije que no me hables! Fenómeno de circo.- la insultó y pudo verlo comenzar a bajar por la maleza mientras que ella ya casi estaba tocando el piso.
-¡Pues bien! ¡Tampoco me importa lo que pienses, mocoso malcriado mimado de mami!- también lo insultó antes de cerrar con fuerza la ventana.
Anni esperó con los brazos cruzados desde el suelo a que su primito terminara de bajar y no pudo evitar una sonrisa.
-¿Con qué Kia, eh?- su sonrisa se agrandó pesé al gesto agrio del pelinegro. –Me alegra finalmente descubrir que no estás detrás de Russ como te gusta pensar.- él solo gruñó, comenzando a caminar para alejarse de la casa. -¡No te preocupes, primito! ¡Apenas acabe con los otros tortolitos que quiero juntar te ayudare con tus problemas con Kia!- canturreó alegremente siguiéndolo.
-¡Ni se te ocurra meter tus narices entre nosotros, Annaisa! ¡Ya tengo suficientes problemas con todas las oportunidades que me arruinas con Russ!- la fulminó con la mirada. –No debí pedirte ayuda…- siguió arrepintiéndose.
-No volverás a engañarme con eso, ahora sé quién realmente te gusta.- sonrió petulante. –Y créeme que no pienso olvidarlo, primito.- le guiñó un ojo.
-Entrometida.- rodó los ojos y volvió directo al velatorio.
Anni también volvió al funeral y se sentó junto a Raquel, poniendo una cara seria pero ahora con pensamientos mucho menos deprimentes que antes, cosa que le agradaba pues no le gustaba deprimirse, en lo absoluto.
Notó a su madre muy tensa con la mirada perdida, pero no le prestó atención, no quería imaginar las cosas que debían estar pasando por su mente atormentada.
Por el momento mantendría sus pensamientos ligeros, porque sabía que debía aprovechar cada segundo de lo más parecido a la paz que tuviera, quién sabe cuánto iba a durar.
.
-¿Segura que esto es lo que quieres, Ev?- preguntó Jiu en un susurro, sosteniendo la mano de su amiga con una de las suyas mientras que con la otra sostenía su estela. –Todo cambiara cuando te coloque está runa.- dijo seria pero aún muy mansamente.
-Por algo te pedí que la idearas para mí. Estoy segura.- dijo sin ni una sombra de duda en sus ojos celestes apagados. –Quiero esto, quiero cambiar.-
Él la miró. Ella sin duda ya había cambiado, su mirada no era la misma, y aparte de eso hace poco le habían teñido el cabello completamente de negro con franjas violáceas atravesándolo aquí y allá, también decidió usar maquillaje muy distinto al suave que solía ver en su rostro, ahora sus labios estaban pintados de violeta oscuro y sus ojos delineados de negro.
Ahora, Evelyn le había pedido si podía crear una runa para olvidar el dolor de la muerte de sus padres y concentrarse en su objetivo, que era hacerse fuerte y matar a Debra, y pesé a que no le había parecido una buena idea, la runa inevitablemente se le ocurrió y él inevitablemente tuvo que decírselo.
La había ideado para ella, una runa a la que le gustaba llamar "reconstrucción mental", que básicamente reestructuraba la mente del nefilim para pensar principalmente en cierto objetivo, y poner ese objetivo en primer lugar, relegando los sentimientos y por lo tanto volviéndolos irrelevantes, solo dándole importancia a los sentimientos necesarios para ejecutar el objetivo.
No le gustaba nada esto, sentía que perdía a su Ev, pero era lo que ella quería, y él iba a hacer lo que ella quisiera, se lo debía y planeaba pagar esa deuda, la seguiría hasta el final en lo que sea que decidiera.
Su madre seguramente también había pensado la runa también, no, no seguramente, sino que ya la pensó, y seguramente sabe que él la ideó con un propósito… que ciertamente no es muy difícil de adivinar para alguien tan inteligente como su mamá.
Tenía que hacer esto antes de que su progenitora se decidiera a tomar cartas en el asunto, no debía fallarle a Evelyn, independientemente de lo que creyera, ¿quién era él para negarlo algo? Solo era el parasito culpable de la muerte de sus padres, e iba a hacer lo que sea para redimirse.
-Es inevitable…- suspiró y comenzó a trazar la runa encima de la suave piel de Evelyn. –Hay que renovar la runa cada unas cuantas semanas. Pero creo que por lo demás está bien. Tu mente solo se centrara en un objetivo, y tu cuerpo te obligara a cumplirlo, y no tendrás que preocuparte por los sentimientos innecesarios, solo sentirás lo más conveniente en beneficio a tu objetivo.- informó de una manera casi robótica. No le gustaba lo que estaba haciendo, pero debía hacerlo.
-Bien.- la runa terminó de ser trazada, y la mirada de Evelyn se tornó más oscura, siendo poco ayudada por su nuevo look gótico. –Ahora, quiero que me entrenes, Johan. Quiero y voy a ser más fuerte.- se dijo a sí misma. –Mataré a esa bruja.- masculló rencorosa.
-Haré lo que me pidas, Ev.- siguió asintiendo sumisamente. Ahora era la marioneta de Evelyn, y a plena consciencia y voluntad.
Continuara...
Bueno... al menos no ha pasado casi un año desde la última vez q actualice xP Solo medio año, creo ._.
Y bueno, realmente esperó que les haya gustado este capítulo, pero estuve debatiendo con la persona que me ha estado alentando todo este tiempo para escribir Nueva Generación, y he decidido poner en Hiatus oficial el fic hasta nuevo aviso -.-
Realmente lo siento, no sé cuanto tiempo va a tardar esto, pero si no me odian o tienen cualquier pregunta o simplemente quieren tener una forma de contactarme, busquen mi pagina recien abierta en Facebook con mi mismo nombre de autora en Fanfiction, solo que es Celeste y no CELESTE :P
No voy a dejar el Fic, nunca, no importa cuanto me tarde, siempre voy a volver, a pesar de que el Fandom y yo misma ya no es lo que solía ser, voy a terminar esto como sea, solo quería aclararlo :)
Gracias por sus reviews y nuevamente lamento la tardanza, y ahora lamento el Hiatus ;-;
Este cap fue más q nada relleno, cuando vuelva prometo q será con actualizaciones regulares y un mayor avance en la trama, a pesar de que nadie siga leyendome, pero volvere :3
Lo Vivido tambien queda en Hiatus, por si ya no era obvio, pero algún día tambien lo terminare n.n
Y... nada más, hermosos lectores, aquí el cap, nunca me atrevería a subir solo una nota para anunciar el hiatus, así q aquí tienen n_n
Los personajes de Cassie :D
COMENTEN! *o*
CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!