Autora: Kayazarami

Pareja: Harry Potter/Draco Malfoy

Tipo de historia: Long-Fic de capítulos cortos.

Advertencias: Slash (relación chico/chico), lemon, romance, angustia, UA (del sexto libro en adelante).

Resumen: Mientras la Segunda Guerra Mágica contra Voldemort azota Inglaterra, Harry permanece oculto. Aunque no esta solo. Draco Malfoy se encuentra en la misma situación que él. O quizás peor.

Notas: El sistema de los capítulos es un poco raro, va por días y noches, pero creo que os gustará. Está historia se basa en un sueño que tuve hace mucho tiempo. Normalmente escribo cosas con más acción, pero este desarrollo es un poco más lento y más cargado de intrigas.

Publicación: Lunes y jueves. Pero, como siempre, puede ser más frecuente. Con Cuida tus palabras acabó siendo diario, pero es que comentaban mucho. *¬*

Disclamer: Ni Harry ni Draco ni el universo de HP me pertenecen. Son obra y propiedad de J. K. Rowling y yo escribo sin ánimo de lucro.

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Voluntad

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Día I. Harry Potter

Despertó sobresaltado.

Se llevó las manos a la cabeza, intentando tranquilizarse. Cerró los ojos con fuerza y notó como su corazón latía furiosamente en su pecho.

Había sido un sueño tan real, que casi lo confunde con una de sus visiones. Afortunadamente, tiempo atrás Severus le había señalado de mala gana que cuando su subconsciente conectaba con el de Voldemort, su cicatriz siempre ardía o sangraba. Y menos mal que lo hizo por que si no, habría abandonado la casa meses atrás, al rescate de cualquiera de sus soñados amigos en peligro.

Pero su frente estaba perfectamente, de modo que había tenido una simple pero desagradable pesadilla.

Dispuesto a olvidarla lo más pronto posible, se levantó y se dirigió a la pequeña cocina de la planta baja, sin preocuparse de cubrir su pecho desnudo con una camisa. Total, nadie iba a verlo de todas formas.

Lavó los platos de la noche anterior y se preparó unos huevos revueltos con un par de tostadas untadas de mermelada de fresa y un vaso de zumo de naranja. Tenía que alimentarse adecuadamente antes de su entrenamiento.

Devoró el desayuno en silencio, ojeando un viejo libro muggle sobre cocina que había encontrado un mes atrás.

A las diez en punto se dirigió al sótano de la casa, cogiendo su varita de la mesita en donde solía dejarla. Bajo las escaleras y abrió la puerta manualmente. Luego entró y cerró tras él. Las antorchas prendieron mágicamente nada más poner un pie dentro.

La habitación subterránea era larga y ancha. Las paredes estaban cubiertas por estanterías y estanterías repletas de libros sobre artes oscuras, con algunos cómodos sillones dispersados por aquí y por allá. Había una puerta en uno de los lados que llevaba a laboratorio, pero estaba sellada. En un rincón, había varios aparatos muggles para fortalecer la fuerza física, entre ellos un juego de pesas.

En el centro de la estancia, había un círculo celta de complicados símbolos y gran tamaño dibujado con sangre. Siempre que lo veía, Harry recordaba por qué estaba ahí y no fuera, como habría sido su deseo.

Lo primero que hizo fue tomar uno de los gruesos volúmenes de un estante y sentarse a leerlo con tranquilidad, memorizando unos cuantos hechizos e intentado realizarlos hasta que lo consiguió. Ocupó cuatro horas de su tiempo en ello, hasta que fueron las dos y subió a prepararse la comida; un plato de espaguetis y una ensalada.

A las tres, regresó al sótano con una botella de agua, está vez dedicándose por entero a aumentar su fuerza con los aparatos muggles de hacer gimnasia, bebiendo de tanto en tanto para no deshidratarse, pues a esas horas el calor era insoportable. Y no podía bajar la temperatura con un hechizo porque había libros muy antiguos que podían deteriorarse con los cambios bruscos de temperatura.

Y entonces tendría que enfrentar a un muy furioso Severus Snape, algo que no le deseaba ni a su peor enemigo.

A las siete finalizó sus ejercicios del día y abandonó su centro de entrenamiento hasta la mañana siguiente. Se dio un largo baño de una hora, relajándose tras el considerable esfuerzo y tras vestirse adecuadamente, se dispuso a hacer la cena, esta vez para dos.

Se decantó por una receta del libro que había ojeado en la mañana y a las nueve, cuando ya había oscurecido, puso la mesa y sirvió dos generosos filetes de ternera en salsa acompañados de una buena ración de patatas. Se aseguró de no haberse servido a él por accidente la carne más cruda y se sentó a esperar.

Apenas cinco minutos después, escuchó la puerta de la tercera habitación de la casa abrirse y unos cansados pasos que se aproximaban al comedor.

Harry suspiró aliviado cuando un pálido y desmejorado Draco Malfoy se sentó frente a él y se dispuso a comer.

Continuará…