La niña de las flores

—¿Se encuentra Loke?

Mira giró sobre su hombro al escuchar la voz de la jovencita. Su pelo castaño hacía contraste con sus ojos verdes, y disimulaba su delicada figura adolescente con un vestido blanco holgado que tomaba forma por una cinta en la cintura. Llevaba una cesta con rosas blancas atadas en ramilletes con limonium y lazos de colores y se le notaba nerviosa.

—No. Lo siento ¿puedo ayudarte en algo?

Ella desvió la mirada, aunque eso no evitó que la maga notara un rubor en sus mejillas.

—Escuché que había vuelto a la ciudad.

Mira asintió.

—Estará por aquí un tiempo, pero justo ahora está en una misión. Le diré que viniste a buscarlo.

La chica movió la cabeza de un lado a otro.

—No creo que me recuerde, pero quería saber si estaba bien— entonces tomó una de sus rosas y se la entregó a Mira —. De cualquier forma ¿podrías darle esto? Escuché que se enteró de lo de Lilibeth. Fue difícil para todos, pero me imagino que es peor para él.

Mira tomó la flor y se apresuró a rodear la barra para alcanzarla antes de que se fuera. Necesitaba que le explicara a qué se refería, para saber a qué atenerse cuando Lucy llegara, seguramente con el peso de cualquier problema colgando sobre ella.

La jovencita se llamaba Anne Lavender, conocía a Loke porque desde siempre se había dedicado a vender flores y, con cierta frecuencia, él le compraba las que regalaba a sus novias. Por aquél entonces, ella no tendría más de siete años y vivía con su madre en una pequeña floristería que habían heredado de su abuela. Lilibeth trabajaba por temporadas en la floristería, al menos hasta que su hermano decidía que había pasado mucho tiempo fuera de la casa.

—Lilibeth era rara, casi nunca hablaba— dijo —, pero cuando Loke nos visitaba, se le iluminaba la cara. Al morir mamá, ella cuidó de mí.

Mira sintió ganas de acariciar su pelo cuando sus ojos se volvieron acuosos.

—Cuando Loke se fue, fue difícil, pero no podíamos detenerlo, sabíamos que iba a hacer algo muy importante, aunque no sabíamos qué.

Evidentemente, la maga no se lo iba a decir.

—Yo sé que te recuerda— le dijo con toda la dulzura de hermana mayor que poseía —, y sé que apreciará tu preocupación.

Entonces, las puertas volvieron a abrirse, se trataba de Lucy y Elizabeth, que daba vueltas alrededor de la maga, insistiendo con algo mediante los gemidos que era capaz de emitir. Lucy, en determinado momento, la tomó por los hombros y la sentó en una de las mesas haciendo un gesto severo para que guardara silencio y le pusiera atención, luego le quitó el cuaderno de las manos y empezó a escribir.

Con Elizabeth mirando por encima, Mira se alarmó a medida que los ojos de la chica se hacían más grandes y llorosos, así que tocó el brazo de la jovencita a su lado, un gesto para que esperara, mientras ella se acercaba para averiguar qué sucedía.

Cerró los ojos en cuanto el relato terminó, uniendo los detalles con la conversación que acababa de tener con la chica de las flores.

—Hablaré con el maestro— dijo tras un momento —. Lucy, no puedes hacer esto sola. Es grave.

La expresión siempre amable de Mira se enfrió levemente, lo que era una señal inequívoca de que se avecinaba algo verdaderamente serio.

—No pensaba ir a enfrentarlo— respondió Lucy con media sonrisa —. Necesito información, pero quería explicarle a Elizabeth lo que sucedió, he decidido que tomaré este trabajo.

Mira se quedó en silencio. Lucy era del tipo de personas que querían arreglar todo, que creían en la justicia y mantenían la fe en que todas las personas, tarde o temprano, encontraban su camino en la vida.

—Ella es Anne Lavender, amiga de Loke, y de Lilibeth— le dijo acercándose a la muchacha de las flores que no se había movido de su sitio —. Anne, ella es Lucy Heartfilia.

Lucy la invitó a acercarse con ellas, y pasaron cerca de tres horas charlando.

—Estoy feliz— dijo Anne, sonriendo de una forma peculiar en la que inevitablemente cerraba los ojos —. Loke, quiero decir, Leo, es una persona muy especial ¿sabes? ¡Claro que lo sabes, es tu compañero! — y rio un poco, para luego quedarse mirando su regazo.

—Mamá le decía que era un sinvergüenza, pero igual le agradaba. Nos echaba una mano siempre que podía.

Lucy no la quiso apresurar con el tema de Lilibeth, había dicho algunas cosas, la mayoría solo enfatizando lo que Aries ya le había contado sobre el hermano abusivo.

—Sucedió en el invierno de hace casi dos años. Estábamos preparando los corsage para la fiesta de noche vieja de la familia Orchid, Lilibeth nos ayudaba. Terminamos tarde porque teníamos que entregarlos a la mañana siguiente, serían casi las dos de la madrugada cuando ella se despidió. Sabía que tendría problemas con su hermano, pero necesitaba más el dinero. Esa fue la última vez que la vimos. Encontraron su cuerpo la mañana de año nuevo a las orillas del río.

Lucy se llevó el dedo índice al mentón, con gesto meditabundo.

—¿Por qué dicen que fue su hermano?— preguntó.

—Los siguientes días estuvo borracho, andaba de bar en bar diciendo que se había deshecho de un problema, que su vida sería más fácil sin ese lastre. Solo fue una asociación, porque esas palabras eran con las que normalmente se refería a ella. Además, la forma en la que encontraron en su cuerpo fue… extraño.

—¿Extraño?

—Como si su sangre se hubiera vuelto negra y marcara las venas así. Pero su hermano no tiene esa magia, él solo tiene esa espada que explota.

—¿Y alguien más del gremio sí?

Anne se encogió de hombros.

—No son buenas personas. Son arrogantes y se sienten superiores a todos, así que la mayoría los evita.

—¡¿Cómo se convirtieron en el gremio principal de la ciudad?!

—Acaparando a los clientes más adinerados, que son los que solicitan misiones con más frecuencia, y las mejor pagadas. Ellos no toman las que consideran "poca cosa".

Lucy torció la boca. Tenía que encontrar qué clase de magia podía dejar esas marcas, encontrando al mago, encontraría la relación.


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