¡Buenas! :D Aquí traigo el primer capítulo de este fic, recién salido del horno (?) Se supone que será un fic yaoi (EreRi concretamente) pero este cap es más de introducción de la historia y de los personajes, ya sabéis xD. Soy pésima con los resúmenes y con los títulos, lo sé, pero en fin, se hace lo que se puede u.u
¡Pasen y lean!
Hay muchos tipos de historias. Están esas historias que cuentan los abuelos a sus nietos, y se van traspasando de generación en generación, cambiando detalles hasta que poco o nada queda de lo que antaño fueron. También están las historias que hablan de romances prohibidos, en las que dos enamorados han de imponerse contra viento y marea para poder vivir su amor, superando innumerables obstáculos que siempre terminan con el caballero de brillante armadura, preciosa melena rubia ondeando al viento y corcel blanco, rescatando a la princesa. O las historias de aventuras, en las que un joven muchacho, sin ayuda de nada excepto su astucia, fuerza y picardía, viaja por todo el mundo, conociendo gente, surcando los mares y salvando islas. Esta no es ninguna de esas historias.
En esta no hay un caballero rubio, musculoso y fuerte.
No hay romances imposibles.
No hay muchachos pícaros capaces de todo.
En esta historia solo hay un joven desgraciado, un hombre frío y cortante como el acero, que podríamos calificarlo de todo menos de caballero, y un amor entre ellos, un amor torpe, pero sincero. Sé lo que piensas; ¿pretendes que siga leyendo cuando me estás diciendo semejante pantochada? Imagino que la historia de amor entre estos dos puede parecer poco atractiva al principio y así descrita, pero es algo que… Me contaron hace mucho tiempo, y ahora yo quiero compartirlo con quien quiera que esté leyendo esto.
Y ahora, sin más dilación, el relato comienza.
CAPÍTULO 1: LOS DEMONIOS DEL TÁRTARO.
Era una noche fría y oscura, de estas en las que el frío se te cala hasta los huesos, y se agradece estar al calor de una buena hoguera. La ciudad estaba desierta, a excepción de un muchacho que vagaba por las calles, de casa en casa, pidiendo comida o una simple manta. Era joven, no más de 16 años, de pelo castaño y grandes ojos con un color indefinido entre el azul y el verde. Vestía una chaqueta raída, con la que se cubría como buenamente podía, luchando por mantener el escaso calor corporal que le quedaba. Después de un rato de caminar de casa en casa, recibiendo tan solo una hogaza de pan y muchas negativas, vio al fondo de la calle un local con luz. Era algo más bajo que el resto de casas, y se veía desde fuera que no era una vivienda. Se escuchaba la música, animada que los músicos tocaban dentro y a través de las ventanas se podía observar que era un bar, lleno de gente hablando y bebiendo. Encima de la puerta había un grueso letrero de madera que rezaba "El Tártaro". Precioso nombre para un local, desde luego… A pesar de que tanto el lugar como la gente que había dentro le producían escalofríos al chico, desesperado por un poco de calor y comida como estaba, no dudo en entrar. Pensó en llamar a la puerta con los nudillos antes de entrar, pero con la música nadie le oiría así que respiró profundamente, puso su mejor cara de niño pobre en vías de muerte por inanición (su cara, en realidad) y entró.
Dentro, el aire caliente y el olor a tabaco le golpearon, mas lo segundo no le importó en absoluto, teniendo lo primero. Por dentro el local era más amplio de lo que parecía por fuera, tenía unos techos que daban sensación de ser mucho más altos de lo que en realidad eran, cruzados por unas enormes vigas de madera, había varias mesas desperdigadas por el local, todas ocupadas, y una barra al fondo, dónde se reunía la mayor parte de la gente. El olor a tabaco se mezclaba con el de la cerveza y otros licores, el olor a sudor y el del aceite de las lámparas que iluminaban el bar. En definitiva, un olor fuerte, que en conjunto con el panorama, provocó que el joven se quedara unos segundos aturdido sin saber a dónde moverse, ni cómo actuar. Algunas personas ya se habían percatado de su presencia y le miraban de arriba abajo, preguntándose qué haría un muchachito como él en un lugar sórdido como ese. Cuando recordó por qué se había metido en el bar, decidió acercarse a la barra para pedir algo, lo que el camarero quisiera darle; tenía tanta hambre que en realidad poco le importaba. Caminó hasta la barra y se abrió paso entre la gente, no sin dificultad. Ya había abierto la boca para pedir limosna al tabernero cuando notó el tacto de algo frío en su nuca.
–¿Quién eres y qué haces en mi bar? –Una voz fría como el hielo sonó a su espalda.
–¡No es tu bar, Levi! –Río el camarero desde detrás de la barra.
El chico, helado de miedo, se dio la vuelta lentamente. El cañón de la pistola, que antes apuntaba a su nuca, ahora estaba fijo en su frente. Delante de él, había un hombre, más bajito seguramente, aunque debido a la posición en la que se encontraban (Eren ligeramente agachado) le encañonaba desde arriba. Tenía los ojos ligeramente rasgados, de un tono entre azul y grisáceo, el pelo, negro y lacio, le tapaba la frente y parte del ojo izquierdo. Su cara y todos sus rasgos eran finos y afilados, daba la impresión de que si lo tocabas te ibas a cortar.
–Te he hecho una pregunta, niño. –Sí, definitivamente su voz también era afilada. Escupió cada palabra y la mueca de disgusto en su rostro era tremenda, como si el pobre chaval fuese un pedazo de basura podrida que alguien había arrojado a sus pies.
–E-Eric, señor… –Mintió el chico. Su verdadero nombre era Eren, pero hacía mucho que no lo utilizaba. Había pegado los brazos al cuerpo y estaba agarrado a la barra, intentando alejarse de la pistola amenazante que tenía entre los ojos.
–¡Levi! ¿Se puede saber qué estás haciendo? – Una mujer apareció entre la gente abriéndose paso a codazos. Era alta, al menos más alta que el tal Levi, tenía el pelo castaño recogido en una coleta y llevaba gafas. Levi se giró sin dejar de apuntarle, distrayéndose un segundo de la batalla de miradas que mantenía con Eren, porque a pesar de estar aterrado, el joven le había mantenido la mirada en todo momento. Ese segundo de distracción fue más que suficiente para que el chico cogiese un cuchillo de detrás de la barra, y blandiéndolo con decisión, lo dejase justo encima de la nuez del hombre. Ahora estaban empatados. Un solo paso en falso y el más lento de los dos podía ir directo al hoyo. Se miraban como dos perros de presa, en especial Levi, que tenía los ojos tan entrecerrados que eran apenas dos líneas, y una mueca de desdén en la boca. A esas alturas, todos los presentes en el local habían enmudecido y observaban con interés la pelea entre ambos. La mujer de gafas, abrió mucho los ojos, sorprendida ante la reacción de Eren, que había cambiado su expresión de niño asustado por un rostro fiero y desafiante. Sin pensárselo dos veces, se interpuso entre ellos, antes de que la cosa terminara en un disgusto…
–¡Caballeros, caballeros! ¡Un poco de calma, por favor, aquí no tiene por qué morir nadie!
–Tsk, ¡cállate, Hanji! –Le ladró Levi, sin apartar sus ojos de las orbes verdes de Eren, que continuaba callado sin mover ni un ápice el cuchillo de su garganta, no mientras siguiera notando el frío metal del cañón de la pistola en su frente.
Hanji, sin hacerle ni el más mínimo caso, se metió de por medio, como si ni los cuchillos ni las pistolas pudiesen hacerle nada en absoluto.
–¡He dicho que os estéis quietos antes de que tengamos que salir de aquí con un par de cadáveres!
Levi rió con burla ante su comentario.
–¡Oh, tú tranquila! No habrá que sacar dos cadáveres, solo uno: el de este bastardo insolente. – Pronunció estas dos últimas palabras con todo el odio y la bilis que puede tener un ser humano, al menos uno de su altura.
–No, tendremos dos, porque como le hagas algo, ¡te mataré yo! ¡Y separaos ya, no quiero tener que enviaros al rincón de pensar! –Gritó Hanji con autoridad, con tanta que Levi chasqueó la lengua y bajó el arma. Apartó la mirada, aunque la mueca no desaparecía de su cara.
Cuando Eren se sintió fuera de peligro, con alivio, apartó el cuchillo y lo volvió a dejar en la barra. Su rostro seguía serio, pero, a diferencia del de Levi, no tenía un rictus de odio en él. Hanji se giró para hablarle, y la voz de la mujer le sobresaltó.
–¡Tienes muchas agallas! ¿De dónde has salido,…?
–Eric. Y he salido de la calle. –Respondió él, esbozando una pequeña sonrisa.
–¡Eric! Un placer, yo me llamo Hanji Zoe. –Le devolvió la sonrisa y le tendió la mano, amistosa. –Y ese elemento de ahí… –Continuó, señalando a Levi, que continuaba con cara de odiar al mundo y todos sus habitantes, su cara habitual, por otro lado… –Es Levi. Me disculpo por su comportamiento, porque sé que él no lo va a hacer. –Suspiró resignada, sacudiendo la cabeza.
–Puedes apostar que no lo voy a hacer. No tengo ningún motivo para ello y aunque lo tuviera, preferiría la muerte antes que disculparme ante este niñato. –Habló el aludido, lanzándole una mirada despectiva al pobre Eren.
El chico, por su parte, sí dio un paso adelante hacia él, encarándole.
–Yo sí me disculpo por haberle puesto un cuchillo en la nuez, señor. Lo lamento. –Su tono de voz era firme y muy maduro, un tono que pocas veces escuchabas en un chaval de 16 años.
Levi resopló exasperado, le apartó de un empujón y se sentó en la barra, para pedirle al camarero un vaso del whisky más fuerte que tuviera, ganándose una mirada de reproche por parte de Hanji. Ella hizo un gesto con la mano como diciendo "Bah, te doy por perdido" y se giró hacia Eren de nuevo con una sonrisa.
–Eric, realmente creo que eres valiente, hay que serlo para enfrentarse a ese energúmeno… –Hablaba deprisa, gesticulando muchísimo con las manos. –Por curiosidad… ¿Tienes alguna experiencia con las armas?
Eren la miró un tanto extrañado, pero asintió con la cabeza
–Soy medianamente bueno con la espada…
Los ojos de la mujer, literalmente hicieron chiribitas. Le faltó tiempo para coger una de las espadas que ostentaba la armadura decorativa junto a la puerta y ponérsela en las manos a un sorprendido Eren.
–¿Podrías hacerme una demostración? Porfa, porfa, porfa… –Le miró suplicante, como una niña pequeña, y ante eso Eren no pudo más que sonreír divertido y darle una afirmativa. –¡Bien! Auruo, por favor. –Un hombre adulto, de la edad de Hanji más o menos, se acercó a ellos, empuñando una espada y con una sonrisa de suficiencia que resultaba un tanto pedante. –Auruo es el mejor espadachín aquí, si puedes con él, tendrás mi respeto. –Parecía muy convencida. Eren miró a Auruo, y luego su propia espada, evaluándola; era un poco vieja pero parecía buena. Se colocó en posición de guardia para comenzar el combate.
–¡En garde! –Gritó Hanji emocionada, cuando los dos estuvieron colocados. Ni corto ni perezoso, Eren dio un rápido movimiento de muñeca que hizo que el sonido de metal contra mental resonara por todo el local, desestabilizando durante unas milésimas de segundo a Auruo. El hombre se tomó esto como una especie de ofensa, ¿cómo se atrevía este mocoso que vete a saber tú de dónde viene, a dejarlo en ridículo delante de Petra? No, desde luego que no iba a permitir algo como eso. Rápidamente se enzarzaron en un combate; las hojas de las espadas resonaban entre sí y el brillo del acero deslumbraba, era prácticamente lo único que permitía seguir la pelea, pues se movían tan deprisa que costaba diferenciar quién hacía qué. Todos los presentes los observaban ensimismados en sus movimientos, incluso Levi había dejado de lado un momento su expresión de indiferencia y su vaso de whisky para mirarlos con interés. Los movimientos de Eren eran precisos y elegantes, mientras que los de Auruo, aunque eficaces, resultaban más descoordinados. Esta diferencia acabó decidiendo el combate, que terminó con la espada de Auruo volando por los aires, y clavándose en una mesa a su izquierda.
–Touché… -Susurro Eren , que hizo una reverencia ante su público, mientras Auruo lo miraba iracundo, no tenía muy buen perder…
–¡Madre mía, Eric, eso fue increíble! –Hanji corrió hacia él y le cogió de las manos, mirándole ilusionada. –Esto es un proposición seria: Eric no-sé-tu-apellido, ¿querrías unirte a la Resistencia?
–¿La Resistencia? –Una chica, con los ojos y el pelo de color miel, Petra, se acercó. –Creía que éramos la Rebeldía.
–No, no, si no recuerdo mal la última vez quedamos en que éramos los Renegados. –Respondió un hombre alto, de pelo claro, Eld.
–¿Los Renegados? ¡Eso suena fatal! –Protestó Gunter.
De un momento a otro, todos estaban hablando a voces, sobre qué nombre era el mejor para su grupo… equipo… Lo que quiera que fuesen. Por su puesto Hanji era la que más gritaba de todos.
–¿Pero qué dicen? ¡El que mejor queda es la Resistencia!
Levi ya se había desentendido, le pidió otro vaso de whisky al camarero, exasperado y sintiendo vergüenza ajena de sus compañeros.
–¡DE ACUERDO, CALLAOS! –Chilló Hanji, intentado poner algo de orden en el gallinero que se había montado de buenas a primeras. Se volvió a girar hacia Eren que había observado la escena divertido. –Seamos lo que seamos, ¿quieres unirte a nosotros?
Antes de que tuviera tiempo de responder, del piso superior del bar, que había resultado ser una posada, bajo un chico. Uno de su edad, más o menos, rubio y con unos enormes y curiosos ojos azules.
–¡Armin! –Le saludó Hanji cuando le vio entrar. –Pensé que estabas arriba.
–Bueno, y lo estaba… Pensaba leer el libro que me dejaste Hanji, parecía interesante… Pero con el ruido que se ha montado aquí debajo de repente me ha resultado imposible concentrarme… –Esbozó una sonrisita, tenía una bonita sonrisa; de estas que se contagian y te dan ganas de sonreír a ti también cuando las ves.
–Aaaah, ¡lo sentimos! –Hanji juntó las palmas de las manos y se inclinó ante él, en un gesto muy teatrero. Armin se limitó a reir y en ese momento, se dio cuenta de la presencia de Eren. Hanji volvió a enderezarse e hizo un gesto de muñeca, señalando al de ojos verdes. –En fin, como has bajado así puedo presentaros. Armin, este es Eric, un espadachín de primera; Eric, este es Armin, mi aprendiz, por llamarlo de alguna manera.
–Encantado, Eric. –Armin le tendió la mano, dedicándole una de sus contagiosas sonrisas.
–Igualmente. –Se la estrechó, tenía un apretón firme. Eren se giró hacia Hanji. –Antes de decidir si unirme a vosotros o no, al menos me gustaría saber qué conlleva eso…
–¡Oh, claro, no te lo he explicado! ¡Qué cabeza la mía! –La mujer se dio un golpe en la frente, la expresividad de sus gestos era increíble, parecía que podías mantener una conversación con ella sin decir palabra. –Básicamente, somos un grupo de personas que, cada uno por sus motivos, no aguantamos a la realeza. El actual rey, ese maldito tirano, es casi peor que du padre y que el padre de su padre… Actualmente estamos planeando dar… un golpe, una revolución, no sé si me explico. Tenemos gente que nos apoya por todo el reino y no nos vendría nada mal contar con tu ayuda.
Eren no necesitaba saber nada más.
–Me apunto. –Dijo casi al instante. Comprendía perfectamente el odio que esta gente sentía hacia el rey, oh, vaya que si lo entendía…
–¡Estupendo, no pensé que fuera tan fácil convencerte! –Hanji le pasó un brazo por los hombros, dándole un amistoso apretón. –¡Bienvenido a la familia! –Señaló a sus compañeros con un amplio movimiento de su brazo.
Todos se acercaron a dar la bienvenida a Eren, incluso Auruo, a pesar de que seguía rencoroso por la humillante manera en que antes le había derrotado. Alrededor del chico todo eran sonrisas y buenas palabras, que él correspondía , presentándose e intentando recordar todos los nombres. Al fondo del bar, Levi, considerado el "jefe" de dicho movimiento o revolución, a todo esto, observaba la escena con aire crítico. "Este chico… Tiene algo que me hace desconfiar…"
Heeey! ¿Y bien? No sé si me quedó muy corto, muy largo o muy meh. Esta historia está pensada para ser larga, no sé exactamente cuántos capítulos, pero tendrá varios xD. Así que si tenéis ideas, observaciones, críticas, opiniones o tomates para tirarme, estaría bien que los dejaseis en un bonito review n3n ¡gracias!