Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer


Capítulo beteado por Esmeralda Cullen.

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Capítulo 1

Edward regresó a su país después de varios años de ausencia, se había ido a estudiar al extranjero cuando cumplió dieciocho años; ahora volvía para hacerse cargo de la empresa de su familia.

Con una sonrisa en los labios bajó del avión, con la esperanza de reencontrarse con las personas que tanto había extrañado. Tomó su maleta mientras miraba a su alrededor y no encontró a nadie esperándolo, decepcionado llamó a su amigo Emmett, quien había quedado en ir a recibirlo, marcó a su celular varias veces, pero no recibió respuesta alguna de él ni de nadie de su familia. Molesto, salió del aeropuerto, no podía creer que todos se hubieran olvidado de su llegada, alquiló un auto y compró un mapa, comenzando a conducir sin prestar atención al camino.

Sin darse cuenta tomó la dirección equivocada, de pronto su auto se descompuso en medio de la carretera, observó el lugar y no vio más que árboles. Sacó su celular para conseguir ayuda pero no tenía señal, no sabía nada de mecánica de autos, así que no se molestó en intentar encontrar el problema. Esperó por varios minutos a que alguien pasara y le brindara ayuda, sin embargo, todo estaba desierto y, resignado, empezó a caminar, esperando encontrar algún teléfono para poder llamar a sus amigos. No estaba seguro en dónde se encontraba, por lo que primero debía encontrar una persona que le dijera el nombre del lugar.

Una hora después seguía sin localizar a nadie, estaba cansado, así que decidió parar y por unos largos segundos observó detenidamente el sitio, frustrado, suspiró, pensando que lo mejor era regresar a donde había dejado el auto, pero antes debía descansar para recuperar un poco el aliento.

Se sentó en una roca, deseando que el sol desapareciera, la sed que sentía era insoportable, se arrepintió de no haber esperado en el aeropuerto. Finalmente, y después de varios minutos, escuchó el llanto de una persona, se levantó y a lejos divisó la figura de alguien, apresuró su paso y mientras se acercaba, se dio cuenta de que se trataba de una mujer.

Trató de llamar su atención, pero ella no lo miró, se encontraba ajena a la realidad, miraba al suelo mientras sus lágrimas caían, el cabello le cubría el rostro.

"¿Qué le ocurre?"

Se preguntó mentalmente, quiso hablarle sin saber por qué, tal vez su tristeza lo conmovió. ¿Qué le estaría haciendo daño? Seguro que un amor… Pero ¿si no fuera así?

No lo dudó, se acercó y se animó a saludarla.

—Hola, seguro te puede molestar que te pregunte si necesitas charlar con alguien —dijo con amabilidad cuando llegó a su lado, quedaron frente a frente, pero ella aún miraba al suelo.

Ella había pasado horas caminando sin rumbo fijo, como lo hacía cada año desde lo sucedido, se alejaba de todos para poder llorar tranquila, cuando se sintió segura se detuvo, las lágrimas de sus ojos no cesaban, sus piernas no respondían, escuchó el sonido de unos pasos acercarse, quiso gritar: ¡Ayuda! Pero algo se lo impedía.

—¿Me está hablando a mí? —preguntó, mirando a su alrededor para asegurarse. ¿Por qué un extraño le hablaría? La respuesta llegó a su mente al instante, "quiere hacerme daño", pensó, mientras sentía cómo el miedo invadía su cuerpo—. Hola —respondió, evitando su mirada.

—No nos conocemos, pero te vi y no sé por qué te quise hablar, sé que no es el lugar ideal, ¿te parece tomar un café y conocernos? —mencionó nervioso, por algún motivo desconocido quería permanecer a su lado.

—¿Un café? —preguntó incrédula, ¿en serio piensa que confiaría en él?

—Creo que te sentirás más cómoda en un lugar público. —Trató de acercarse, pero cada paso que avanzaba era uno que ella retrocedía—. Soy Edward.

Se presentó y extendió su mano, pero ella no se movió, por lo que la siguió hablando.

—La tarde está hermosa y podría ser una charla interesante. —Se encogió de hombros, intentando restarle importancia, olvidó por completo el cansancio y el auto averiado.

"Genial, ahora sé su nombre", pensó ella sarcásticamente antes de hablar.

—Soy Bella.

—Hola Bella, insisto en una charla cordial. —Sonrió, parecía una buena persona, pero ella aún desconfiaba—. No me miras. ¿Acaso me temes?

—No me gusta mirar a las personas —confesó e inmediatamente se arrepintió, él no tenía por qué saber eso, lentamente comenzó a caminar en dirección contraria.

¿Miedo? "Sí tengo miedo" admitió internamente, "tengo miedo a conocerlo y que me guste, no quiero encariñarme con alguien que al final se marchará."

Él corrió hasta alcanzarla, caminó junto a ella mientras admiraba el paisaje, un cómodo silencio invadió el ambiente por varios minutos.

—Me da que nos parecemos —agregó inesperadamente—. Hay momentos en que somos golpeados y tememos que se repita. —La sostuvo del brazo para evitar que siguiera avanzando y la evaluó con la mirada—. No respondas si así lo deseas, pero es eso, ¿no? Me ha sucedido lo mismo. —Ella se mantuvo en silencio por lo que él continuó hablando—. Seríamos dos almas gemelas, dos perfectos desconocidos que la vida cruzó en este lugar, hoy quizá compartamos nuestro dolor, o no, pero podría ser algo diferente y terminar como buenos amigos, ya sé, dirás que desvarío… es que soy así.

—¿Amigos? —lo consideró por unos segundos, hacía mucho que no escuchaba esa palabra, sus compañeros del instituto eran simples conocidos, nunca los consideró amigos—. ¿Por qué quieres ser mi amigo? —exigió saber.

—¿Y por qué no? —replicó.

—Porque no me conoces —susurró tristemente al recordar al que fue su único amigo.

Las imágenes llegaron a su mente al instante, podía verse ella cuando tenía ocho años corriendo cerca del río, gritando el nombre de Seth mientras él luchaba contra la corriente.

—¿Tienes amigos? —preguntó con curiosidad, sacándola de sus pensamientos mientras intentaba ver su rostro—. Me refiero a ese que te brinda su pecho por si quieres llorar, alguien con quien charlar sin sentirse atado, el que está contigo en tus buenos y malos momentos.

Cada palabra la lastimó. ¿Por qué tenía que venir a hablarle de amigos precisamente ese día?

—Ninguno, y tampoco los necesito. —Se apresuró a decir, emprendiendo de nuevo su caminata.

—¡Qué carácter!

Por alguna razón él no podía dejarla ir, así que continuó siguiéndola.

Nuevamente llegó a su lado, sabía que la había lastimado y estaba dispuesto a ofrecerle una disculpa, pero ella no se lo permitió.

—Lo siento, no te convengo como amiga —explicó, tratando de contener las lágrimas.

—¡Mírame!—pidió al escuchar un sollozo.

—No puedo mirarte —contestó mientras calmaba su errática respiración—, hablo demasiado cuando veo a las personas, siento que pueden ver a través de mis ojos.

—Siento tu dolor, por eso no quieres mirarme —afirmó con frustración.

—No quiero la lástima de nadie —dijo al recordar la manera en que todos la miraban después de aquel accidente.

—¿Y quién te dijo que lo mío es lástima? —cuestionó exasperado, aunque logró mantener un tono de voz mesurado.

—Sólo déjame sola y sigue tu camino, ¿acaso no tienes nada más que hacer? ¡Déjame tranquila! —gritó llevándose las manos al rostro para evitar que las lágrimas se escaparan.

—Ok, pero antes quiero que me mires y me lo digas a la cara, ¿te animas? —la desafió como último recurso, no quería dejarla sola, sentía unas inmensas ganas de abrazarla pero se contuvo.

—No puedo —admitió después de un largo silencio.

—Lo imaginaba.

—Si te miro, tal vez pida que te quedes —dijo con rabia. "¿Por qué tengo que ser tan débil?", se preguntó.

—Lo haría con gusto… La invitación sigue en pie, ¿tomamos un café?

La esperanza era perceptible en su voz y una pequeña sonrisa se instaló en sus labios, ya no estaba cansado, ahora sentía que podía caminar junto a ella por siempre.

—Realmente no comprendo. ¿Por qué sigues aquí? —preguntó confundida, nunca antes había hablado tanto tiempo con un desconocido, ella conocía bien aquel lugar y jamás escuchó una voz tan hermosa, por lo que estaba segura de que sólo estaba de paso.

—Tampoco yo lo sé… ¿Qué te parece si lo averiguamos? —propuso animado, ordenando en su mente todas las preguntas que tenía para ella.

—¿Cómo?

—Una simple charla y veremos qué piensa cada uno, prometo ser un caballero, no te voy a seducir.

"¡Cómo si eso fuera posible!". Pensó ella y, por primera vez en el día, se permitió sonreír.

—Wow, nunca pensé que conocería a un caballero —agregó sinceramente y con un tono divertido en su voz, los pocos hombres a los que conocía no se podían llegar a considerar de esa manera, a excepción de su padre.

—Sólo una cosa te pido, que levantes la cabeza y me mires.

—¿Es una condición que debo cumplir? —inquirió enojada. ¿Quién se creía para imponerle algo?

—Si quieres… —Parecía desinteresado, pero en el fondo lo único que quería era ver directamente aquellos ojos.

—Tal vez más adelante, por ahora prefiero seguir segura. —Lo había juzgado mal y lo sabía, pero jamás lo admitiría.

—¿No me digas que eso te da seguridad? —Más que una pregunta fue una afirmación, se sintió feliz por haber realizado ese pequeño descubrimiento.

—La seguridad de no ver a alguien que luego se irá, así no tendré un rostro que recordar —dijo, pero moría de ganas por verlo, aunque fuera una sola vez.

—Recordarás mi voz y yo tu perfume, sabrás que estuve aquí y que tu cobardía te impidió conocerme —reprochó sin ocultar su molestia.

"¿Dónde quedó el caballero?", quiso preguntar ella, pero lo descartó, no quería pelear con él.

—Estoy segura de que me olvidarás tan pronto termine nuestra charla —espetó amargamente.

—Te puede parecer estúpido, pero sé que te he soñado… —comentó y comenzó a recordar aquel sueño en el que aparecía una chica, dueña de unos profundos ojos color chocolate, le pedía ayuda, pero siempre desaparecía en el momento que empezaba a acercarse a ella.

—Tienes razón, me parece estúpido —dijo en medio de risas, volviendo luego a su postura seria.

—Eres tú quién me olvidará—la acusó inmediatamente.

—Yo jamás olvido —aseguró.

—¿Qué te haría recordarme? Sólo soy una brisa que pasó un instante a tu lado, no tengo nada que te interese, no recordarás mi rostro porque no lo viste, sólo seré una sombra que te habló; en algún momento nos volveremos a cruzar y no me reconocerás. —Parecía dolido, pero era imposible saber si su rostro mostraba expresión alguna.

—Recordaré el día en que alguien se preocupó por mí, la voz será inconfundible —aseguró porque nunca había escuchado una voz tan hermosa.

—Eso significa que fui algo importante en tu vida, sólo un sueño que duró un instante… A pesar de todo fue un placer conocerte, me llevo el sonido de tu voz.

"¡Se está despidiendo!", pensó alarmada. No sabía qué hacer ni qué intentar para mantenerlo unos minutos más a su lado.

—Pronto te marcharás —susurró, pero él alcanzó a escucharla.

—¿Cómo puedes saber qué pasará? No eres vidente —expresó como si fuera lo más obvio del mundo.

—No lo soy, pero es fácil imaginar.

"Quédate" gritó mentalmente y empezó a jugar con su cabello para distraerse.

—No es necesario que me lo pidas, aún no pensaba marcharme —comentó sorprendiéndola, no era posible que pudiera leer sus pensamientos, no dijo nada y él prosiguió—: Pienso que luchas con tus sentimientos, crees que "él volverá", pero temes que lo haga y no te encuentre.

"¿Cómo podía saber eso?", pensó, y con dificultad respondió:

—Nadie volverá. —"Porque los muertos no regresan", quiso agregar, pero se contuvo, en lugar de eso preguntó—: ¿Por qué piensas eso?

—Porque lo demuestra tu actitud, estás dolida, pero aún conservas la esperanza.

Colocó una mano en su hombro, aunque lo que realmente quería era abrazarla.

—Pues te equivocas, nunca hubo nadie en mi vida —mintió, rogando para que la lluvia cayera rápido y poder ocultar sus lágrimas.

—Y si es así… ¿por qué no me miras?

—¿Por qué debería hacerlo? —replicó, evitando así responder.

—Porque lo deseas… —Esas simples palabras la dejaron atónita, ¿deseaba conocerlo?—. Pero temes que al mirarte tus ojos me lo cuenten, estarías desprotegida.

—No sabes nada sobre mí como para afirmar eso —reclamó llena de ira.

—¿Qué debería saber?

—Nada, tú no tienes por qué saber nada —contestó más para ella misma que para él, suspiró fuertemente, no tenía sentido seguir con la conversación, pero lo quería un poco más de tiempo a su lado y, contra todo pronóstico, dijo—: ¿Sigue en pie la idea del café?

—¡Por supuesto! —exclamó triunfal con una gran sonrisa.

—Estoy segura de que me arrepentiré más adelante, pero quizá hoy sea buena idea seguir conversando contigo.

Le dijo, y no había vuelta atrás.

—También yo lo espero, ¿vamos?

—¿Conoces algún lugar? —cuestionó divertida—. Disculpa, pero pensé que estabas de paso y como puedes ver estamos lejos de la ciudad.

Señaló a su alrededor, no se veía más que árboles.

—Estoy de paso, pero encontraremos un buen lugar. —"Al menos eso espero", agregó internamente—. Tú conoces quizá más estos alrededores, cualquier sitio es bueno… en buena compañía.

En un instante se acercó a ella y la miró con ternura.

—Perdona que te toque, tienes algo en el cabello —añadió él, retirando una pequeña ramita—. Es muy suave —comentó mientras acariciaba su pelo.

Ese contacto la estremeció, una extraña corriente eléctrica recorrió el cuerpo de ambos, sin pensarlo dos veces ella se apartó, ninguno dijo nada. Él le ofreció su mano, Bella, cautelosamente, se mantuvo apartada, mientras decidía qué hacer.

—Vamos —repitió ella, levantando la mirada para verlo por primera vez justo cuando la lluvia empezó a caer.

Se encontró con el rostro más hermoso que podía existir, sus ojos color esmeralda tenían un brillo especial, la sonrisa que le brindaba la hacía sentirse en casa. Tomó su mano permitiéndose disfrutar de aquel instante ¿de felicidad?... Él descubrió el rostro del ángel que tanto había soñado, unos profundos ojos color chocolate lo hipnotizaron al instante, entonces supo que no debía buscar más, que aquella extraña era la mujer de su vida y haría todo lo que estuviera a su alcance para hacerla feliz.

Ambos quedaron mirándose por un largo tiempo, entonces Bella recordó que había caminado sin rumbo aquel día por lo que no estaba segura de su ubicación, sabía que debía estar cerca del pueblo, pero no recordaba el camino exacto, sonrió ante aquella situación, él estaba encantado mirándola, no quiso decir nada que la molestara para poder ver su sonrisa por más tiempo.

Ella le contó el pequeño problema y ambos comenzaron a platicar mientras caminaban en busca del pueblo, Bella le contó sobre su familia, el instituto y, en contra de todo pronóstico, habló de la muerte de su amigo, sucedido años atrás.

—No tienes que decir nada —agregó Bella al notar su silencio, sin saber que él recordaba que había escuchado esa historia en un sueño, pero cuando iba a decir algo ella se lo impidió y continuó hablando de otra cosa.

Siguieron un sendero y, al final, se encontraron con un hermoso prado lleno de flores, Bella no recordaba haberlo visto antes, pensó que un lugar tan especial sólo se podía encontrar en compañía de alguien especial, sonrió ante la idea, al igual que él. Se sentaron para admirar el lugar, mientras que él la hablaba de su vida, la muerte de sus padres, la vida de su hermana y cómo fue crecer con sus tíos y prima, el motivo de su viaje y su reciente regreso. Le comentó del auto averiado y de cómo llegó hasta aquel lugar.

—Después de todo creo que voy a tener que darle las gracias a Emmett —comentó sonriéndola.

La lluvia se había detenido y ellos se dispusieron a seguir buscando el camino correcto para llegar al pueblo, él se incorporó y extendió la mano, ella la tomó sin dudar y rápidamente se puso de pie a su lado, aún sentían la corriente eléctrica recorrer sus cuerpos, pero ninguno de ellos mencionó nada, estaban cómodos el uno con el otro.

Emprendieron de nuevo su caminata, no sin antes mirar por última vez aquel prado que desde ahora jamás olvidarían, después de varias horas y de un largo camino recorrido, cuando el cielo empezaba a oscurecer y, para sorpresa de ambos, llegaron al pueblo, caminaron lentamente, sabiendo que se aproximaba la despedida. Nadie habló, sólo iban tomados de las manos hasta que quedaron parados frente a una cafetería.

—Creo que aquí podrás encontrar un teléfono —dijo Bella, dejando de caminar, se posicionó delante de él y soltó su mano—. Tengo que irme, mis padres deben estar preocupados —mencionó mientras evitaba verlo, aunque estaba segura de que nadie había notado su ausencia.

—¿Te vas a ir? —preguntó, sin saber qué hacer para retenerla, había pasado todo el día a su lado, pero aun no conocía su apellido ni tenía su número telefónico, pensó en acompañarla hasta su casa, pero antes de que pudiera decirlo ella agregó:

—Es mejor así, de todos modos no nos volveremos a ver, estoy segura de que no regresarás por este lugar. —Se dio media vuelta para no verlo—. Esta vez no quiero que me sigas. Que esta sea nuestra despedida.

—Pero… —La iba a tomar del brazo, pero ella fue más rápida y se apartó.

—Fue un placer conocerte —susurró antes de salir corriendo sin mirar atrás, dejando a un atónito Edward plantado en aquel sitio.


Hola, este es el inicio de una nueva historia, espero les haya gustado.

Quiero agradecer a Esmeralda por sus buenos consejos y la paciencia que tiene conmigo, y a un buen amigo que no tengo idea si algún día leerá esto, pero gracias a él inicie esta historia.

Estaré esperando sus comentarios.