SPOOK YOU 6

Este fanfic participa en el reto "La maldición del de abajo" del foro "I am SHER locked".


6: La persona que me hace feliz

Patético.

Si pensó que su cumpleaños diecisiete fue triste porque Mycroft lo único que pudo hacer fue llamarle por teléfono, este era patético. El año pasado había tenido una fiesta con sus amigos nuevos de la escuela y había recibido regalos y el pastel había sido fenomenal. Aunque sin Mycrof todo se vio un poco opacado.

Si, está bien, este año había recibido como cien felicitaciones por Facebook, pero no era lo mismo, Tenía dieciocho años, estaba en Berlín y el día se terminaba, eran las ocho de la noche y la soledad de su pequeño departamento era opresiva.

Debía aceptar que no era tan sencillo como parecía, irse a vivir solo a un país desconocido, aunque estuviera trabajando en lo que le gustaba. Tuvo que enseñarle a usar el Skype a Mycroft porque mandarse mensajes de celular no era suficiente, necesitaba verlo para evitar morir de la tristeza. Y todavía faltaban seis meses más. No sabía si lo toleraría. Aunque de regreso a Londres estaban en la misma situación, Mycroft en Oxford y según lo que le decía, le quedaban aun por lo menos dos años para concluir los estudios.

Claro, todo eso era normal, para lo que no estaba preparado era para que, durante el verano, hiciera una estancia en el Palacio de Westminster durante las reuniones extraordinarias del Parlamento. Se la pasó hablando como veinte minutos de la emoción que sentía por realmente estar en contacto con la vida política del país y que de verdad quería dedicarse a mover los hilos de poder en un futuro. Ni siquiera se dio cuenta de que las sesiones del Parlamento se extendían hasta una semana después de que pasara su cumpleaños y el plan que tenían, de que Mycroft fuera a Berlín, quedaba cancelado.

La llamada del día anterior fue muy corta, le contó del problema que hubo con una fuga de agua y si bien terminó de decirle lo que pasó, sólo obtuvo de respuesta un "es tarde, me tengo que ir". Greg casi avienta la computadora por la ventana. ¿Tarde? Cortaron la comunicación a las 9:30 de la noche y se la pasó dando vueltas en la cama sin poder dormir hasta que dio la media noche y era oficialmente su cumpleaños. Su mamá llamó en cuanto creyó que era buena hora, a las seis de la mañana recibió las felicitaciones de sus padres y la promesa de que el fin de semana estarían ahí y podría partir un pastel y celebrar.

Harry llamó y la verdad le levantó un poco el ánimo pero cuando dieron las ocho y no volvió a sonar el teléfono, tuvo que salir de su departamento sintiéndose miserable. Salió a la calle y se dejó llevar por la gente que caminaba a su lado, tomó el metro y se bajó siete estaciones después, caminó hasta el sitio de la construcción. Cuando entró a la oficina del arquitecto responsable, varios de sus compañeros estaban ahí con una rebanada de pastel y una vela. Sonrió y la apagó, probó el pastel de chocolate, una delicia y recibió los abrazos de la personas con las que trabajaba, a quienes les era difícil creer que sólo tuviera dieciocho años.

El resto del día transcurrió con normalidad, sin sorpresas por fugas de agua o hundimientos del terreno. En la hora de la comida le llevaron varios sándwiches y recibió más abrazos por parte de las secretarías de la oficina. Había aprendido alemán muy rápido, Mycroft lo había ayudado el verano anterior. Durante las semanas previas a su ingreso a The Bartlett y antes de que él regresara a Oxford, se habían divertido, todas las tardes las habían pasado juntos y los fines de semana se escapaban a diferentes lugares. Aunque el primer viaje fue muy interesante, totalmente inesperado y alocado.

No le sorprendió que cuando vio llegar a Harry y Clara, fuera John también y por lo mismo, fue normal que al ver llegar a Mycroft, Sherlock estuviera ahí de la misma manera. Eran las ocho de mañana y tenía ya los boletos para el viaje de casi tres horas a Blackpool. Se dio cuenta de que Mycroft lo miraba como si tratara de disculparse, pero no había problema, lo que quería era estar a su lado, aunque los dos torbellinos estuvieran corriendo alrededor. Además Blackpool era considerado un destino familiar y los parques acuáticos seguramente los iban a agotar.

Era lindo recordar como había aventado sus cosas en las habitaciones sin ni siquiera fijarse, no les importaba mucho ni el hotel ni nada que se relacionara, por lo mismo, salieron corriendo lo más pronto posible y se fueron al instante al parque acuático más cercano. Tenía toboganes inmensos y recorridos a toda velocidad con nombres como las Cataratas Azteca y el Duelo del Dragón. Al principio casi tuvo que arrastrar a Mycroft para que se pusiera el traje de baño, como si de verdad ese fuera un problema, lo había conocido con lo que el llamaba "diez kilos de más" y ahora ya no los tenía aunque para él jamás estuvieron "de más" y no le molestaría para nada que los volviera a subir.

Después de subir a todos los juegos detrás de Sherlock y John, las chicas los llevaron a comer con un críptico "para que descansen" por parte de Clara. Lo que hicieron fue formarse de nuevo en los toboganes verticales que alcanzaban un velocidad extrema y para los cuales, había que hacer una fila de subida para alcanzar la punta del juego. Era el único juego al que no podían subir Sherlock y John por ser para mayores de doce años y el chiste era una especie de competencia, los toboganes eran gemelos y ganaba el primero en chocar con el agua sin ahogarse.

Detrás de ellos iba una familia, madre, padre y dos hijas de aproximadamente trece o catorce años. Una de ellas, la más grande, comenzó a mirarlo y sonreír, así que sin perder tiempo le dio la mano a Mycroft, quien hasta ese momento se había mostrado de lo más recatado. Después de unos momentos de estar sosteniendo su mano, la tentación fue demasiada y se acercó para darle un beso, uno muy rápido y solamente tocando sus labios. Se quedaron mirando los ojos del otro, perdidos en esa extraña relación que habían construido de la nada y aun así, parecía destinada a ser.

Cuando la señora comenzó a decir cosas como "esto es un lugar familiar" y "que le daba asco ver esas cosas", por un momento sintió ganas de voltear y decirle algunas verdades. Fue sorprendente cuando la hija mayor le respondió algo muy sencillo "pues entonces cierra los ojos madre y cállate o empezaré a decir lo mismo cuando beses a papá". Casi sueltan la carcajada pero se aguantaron estoicamente, Mycroft tuvo que permanecer mirando hacia delante para que su gran sonrisa burlona no se notara. Y él, pues aventuró una mirada atrás para encontrarse con la de la hija, quien se encogió de hombros y sonrió de igual manera.

Cuando después de subir y subir llegaron hasta la entrada de los toboganes gemelos, cada uno tomó su lugar y se aventaron. Gritó con todo lo que su garganta y pulmones le permitieron y al chocar con el agua, se hundió como bala de cañón. Al salir escuchó que "la serpiente" ganó, demonios, era el tobogán de Mycroft, quien lo miraba contento y lo esperaba en la orilla.

Por la tarde, antes de que se ocultara el sol, intercambiaron los besos más tiernos mientras John y Sherlock corrían por la playa persiguiendo gaviotas y el pensamiento más cursi de su existencia se cruzaba por su mente.

¿Y si así fuera nuestra vida en veinte años, vacaciones con nuestros hijos?

La alarma interrumpió sus pensamientos, era el aviso de que la jornada se reanudaba y que los trabajadores subirían al esqueleto de metal para continuar su avance. La verdad iban muy rápido, aunque el trabajo no estaría terminado hasta dos años después, tendría que regresar a Inglaterra dejando una estructura que prometía ser un inmenso rascacielos inteligente.

A las seis de la tarde, con suficiente luz aun, los trabajadores bajaban de la estructura y media hora después se cerraba el sitio de la construcción. Las personas con que trabajaba, todos tenían casi la edad para poder ser sus padres y le preguntaron que si tenía planes para la noche, para festejar, pero no había hecho más amigos, gente de su edad. Les dijo que no y ellos ofrecieron recibirlo para cenar en sus casas, para que no estuviera solo, pero declinó la invitación y se dirigió a su departamento, aunque esta vez caminando, no tenía ninguna prisa por llegar a encerrarse en aquel diminuto lugar.

Y así fue como le dieron las ocho de la noche y miraba su computadora encendida, esperando la llamada por Skype que debía tener con Mycroft. ¿Debía tener? Se jaló los cabellos y se dio cuenta de que necesitaba un corte, de la misma manera que necesitaba poner en orden la pequeña sala porque parecía una explosión de papeles y ropa. Se entretuvo en eso mientras echaba miradas furtivas a la pantalla, donde no pasaba nada. Claro, también pensó en el hecho del deber de Mycroft hacia él, no tenía idea porqué pensaba eso, tenían dieciocho años, no era como si estuvieran casados.

Para cuando se dio cuenta de la hora eran las nueve de la noche y no había ninguna noticia de Mycroft. Revisó su correo, su perfil de Facebook, murió de la vergüenza cuando a manera de felicitación, Clara subió varias de las fotografías que se tomaron en Blackpool, con plastas enormes de bloqueador porque el día anterior se había quemado la nariz y unos lentes oscuros que no ocultaban su identidad. A las diez de la noche había respondido todas las felicitaciones, se había sacado una foto con la tarjeta que le dieron en la construcción y había jugado Candy Crush por diez minutos antes de desesperarse.

Gruñó, si, hizo un sonido gutural y aventó un plato de plástico que había junto a la computadora y entonces se fue a entretener limpiando su cocina y lavando los trastes. Abrió el refrigerador y lo único que había ahí eran latas de refresco y yogurt, a su madre le daría un infarto de ver aquello. Fue a ver si había suficiente ropa sucia para que valiera la pena la vuelta a la lavandería y junto todo en una cesta y la puso junto a la puerta. Bajó corriendo y caminó la media cuadra hasta el lugar, se sentó a esperar su ropa y la fue acomodando conforme fue saliendo, como hacían todos, sin sentir la mínima vergüenza por doblar su ropa interior frente a otras personas.

Eran las once y media cuando regresó y de verdad esperaba ver la llamada en espera en la pantalla de su computadora y simplemente no había nada. Nada. La cerró de un manotazo sin preocuparse por apagarla, desconectó el cable del Ethernet y lo dejó tirado. Estaba enojado, muy enojado, ¿es que no se merecía ni una llamada de cinco minutos el día de su cumpleaños?

Golpearon a la puerta justo a las 11.45 de la noche y creyó reconocer esa manera de golpear pero no quería hacerse ilusiones. Cuando vio por la mirilla casi se le sale el corazón y abrió con rapidez. Por supuesto, era de esperarse aquello, aunque todo el día se hubiera pasado pensando que lo iba a decepcionar. Debió saber que nunca lo iba a hacer, que aunque estuvieran lejos, en los momentos que lo necesitara, iba a estar a su lado.

-Feliz cumpleaños –dijo y se veía como si hubiera corrido, agitado y con las mejillas coloradas.- El vuelo se retrasó, lo siento.

Entonces sonrió y lo abrazó con todo lo que era, con todo lo que sentía, porque se sentía muy feliz de tenerlo a su lado, de que fuera parte de su vida, de que no lo hubiera alejado como al principio. Tenía ganas de llorar o de gritar que era muy feliz, lo primero que sucediera, quería comunicarle al mundo que tenía al novio más maravilloso del mundo y que si para los demás era difícil verlo, porque aparentaba una frialdad e insensibilidad tremendas, para él era evidente que lo amaba más que a nada, más que a nadie.

De otra manera, habría recibido una llamada por Skype en vez de tener que tomar el último vuelo de Londres a Berlín para poder estar con él aunque fuera unos minutos de su cumpleaños.

-Te amo –dijo de repente sin darse cuenta de que lo había dicho en voz alta y sin esperar respuesta porque de inmediato lo empezó a besar con más ganas de las que se percataba, lo jaló dentro de su departamento y cerró la puerta de una patada. No había dicho que lo amaba para escuchar una respuesta, no necesitaba una respuesta, lo había dicho porque de otra manera explotaría con el sentimiento atrapado. No se dio mucha cuenta en que momento las manos de Mycroft lo había empezado a desnudar, de todos modos el corto trayecto hasta su cama lo hicieron pegados el uno al otro, sin dejar de besarse ni tocarse, porque la última vez que se habían visto fue en año nuevo, antes de salir hacia Berlín y sentía que había pasado media vida lejos de él.

Y a pesar de eso, sentía que Mycroft tenía mucha más prisa que él.

Porque se deshizo de su ropa en un parpadeo, cosa sencilla porque tenía puesto un pants y una playera, sin ropa interior porque la lavó aprovechando el viaje y aunque se sorprendió ligeramente al bajarle los pantalones y encontrarlo desnudo de una vez, comprendió todo al ver la cesta de la lavandería. Así que estaba en la cama, sin nada encima y viendo como Mycroft perdía prenda por prenda hasta quedar en su misma situación y atacarlo con besos desesperados y mordidas posesivas.

Atrás había quedado ese chico tímido al que había literalmente atacado en la casa de los sustos un año antes, que evitaba mirarlo de frente y enrojecía con sus provocaciones. Ahora lo que tenía sobre de él era un hombre que no temía tomar lo que era suyo sin siquiera darle tiempo de hablar. OK, hablarían después, cuando él regresara a Londres y de nuevo no les quedara más que el Skype para acompañarse por la noche.

Y ahora, porque lo importante era el ahora, Mycroft había traído en la bolsa de su abrigo una botella de lubricante, lo imaginaba guardándola en su equipaje, y después, poniéndola en su bolsillo al bajar del avión para tenerla a la mano en el momento adecuado. Por alguna razón lo imaginaba dando vueltas con sus dedos a ese botellita, pensando en lo que haría con ella al llegar a verlo.

Todo lo demás pasó muy rápido, entre beso y beso sus manos lo tocaban, lo estimulaban, lo dejaban en un estado de perfecta agonía, deseando más y deseándolo ahora. En parte se sentía casi sin poder, como si estuviera a merced de Mycroft, era como si un huracán hubiera entrado por la puerta de su departamento y lo estuviera ahora deshaciendo de deseo. Al sentir sus dedos en su esfínter, fríos y húmedos con el lubricante, se estremeció por completo y no le costó demasiado tiempo a Mycroft dejarlo listo para ser penetrado.

Y no se tomó su tiempo, se comenzó a mover con rapidez, encontrando sin gran dificultad el ángulo para atacar su próstata sin miramientos y lo tenía gritando y gimiendo en cuestión de minutos. Y fueron otros pocos minutos los que necesitó para hacerlo eyacular y para que la misma fuerza de su orgasmo hiciera que lo acompañara unos segundos después.

Había sido extraño, intenso, de una manera rápida y casi necesitaba por lograr sentir todo en el menor espacio de tiempo posible. No creía recordar que alguna de las veces que lo había hecho hubiera sido así, por lo mismo, ahora trataba de recuperarse pero su respiración agitada no lo dejaba ni siquiera pensar.

Entonces lo escuchó decir:

-En cuestión de minutos llegarán tus padres, le di mal la dirección al taxi en el que subieron pero aunque fueron del otro lado de la ciudad, hay poco tráfico y deben estar ya en camino hacía acá.

-¿Qué? –dijo sin que su cerebro hormonalmente atacado por el placer pudiera entender nada.

-Que tenemos que vestirnos –dijo Mycroft y fue comprendiendo que estaba por recibir la visita sorpresa de sus padres en su minúsculo departamento que seguro apestaba a sexo y que su novio se le ocurrió decirle después de haberlo transportado al éxtasis más perfecto del mundo, para luego bajarlo a la realidad.

-También te amo –dijo entonces Mycroft besándolo y tirando de él para que se levantara de la cama. Sonrió y por esas tres palabras, sería capaz de ponerles cara de inocencia a sus padres aunque ellos supieran muy bien que no era para nada sincera. Bueno, por lo menos su madre, que con ese instinto y poderes extrasensoriales, sería capaz de saber todo lo que había sucedido.

Y es que de verdad se amaban y la distancia y sus obligaciones no importaban gran cosa. Como aquella vez en la feria de Greenwich después de no verse por un año, cuando lo encontró junto a Sherlock, supo que tenía la oportunidad de demostrarle lo que sentía. Con ese primer beso en la oscuridad de la casa embrujada, donde el tener unidos sus labios se convirtió en lo mejor que le había pasado en la vida.

En diciembre regresaría a Londres y cuando ambos se graduaran y tuvieran sus trabajos ridículamente bien pagados y Mycroft fuera primer ministro de Inglaterra y él hubiera construido rascacielos ecológicos en todo el mundo, seguramente seguirían sintiendo aquello que los había unido la primera vez.

La sensación de haber encontrado a la persona que los hacía felices.


Gracias por acompañarme en este viaje Mystrade que llega a su fin.

Espero que haya sido de su agrado y si, yo soy de lemon incompleto con una historia de fondo, romance y muchos pensamientos felices y luego destrozo sus corazones, pero no lo hice. Porque esta vez se merecían sonreír y sentir que todo estaba bien a pesar de que normalmente la vida, nos da pruebas para mejorarnos y permitirnos aprender. En esta historia, todo está bien y tal vez algún día, Greg pueda ver su sueño convertido en realidad y pueda pasear en la playa con sus hijos y con Mycroft a su lado.

Y si, lo sé, me vi suave con la chica que golpeó a Sherlock, pero no era mi intención seguir por esa línea argumental. Por eso acá hice que la chica callara a su madre que empezaba a ponerse grosera.

mashimaro: Mil gracias por tu constante apoyo, por tus comentarios siempre presentes, de verdad, eres una gran motivación. Y si, soy doctora en un centro de salud donde siempre vemos llegar adolescentes embarazadas de menos de 14 años, lamentablemente es la realidad del país.

pervertida yaoista: Esta vez me tome mi momento de "educación" jejeje gracias por leerlo, pensé que me tirarían de a loca pero veo que no fue así. Y si, incompleto, lo siento, de por si no me siento muy buena escribiendo descripciones gráficas jejeje.

Veroniklor: Creo que este par siente que tiene toda la vida para hablar jajajaja.

BeneBells: Muchas gracias por leer mi nota, la puse porque en el la ficción todo está permitido, finalmente son letras y no pasa nada, pero en la realidad debemos ser responsable por lo que nos pasa y lo mejor es prevenir.

Runa: Pues amiga, tiene que terminar o no cumplo el reto jejejeje. Y si, la intolerancia es lo peor pero estamos educados en la intolerancia, es un largo camino para sacarnos ese lastre de encima.

Isa no Tenshi: Si, de nervios, es un amorcito jejejeje. Me estoy haciendo adicta al Mystrade pero, ¿imaginas lo rotos que estaría después de perder a John y Sherlock? (refiriéndome a A time to love) No sé si me anime ... lo pensaré.

MareeZoleeil: Ufff, que bueno que lo consideres así, tenía muchos nervios jejeje.

NatLB: Odiaste a Daphne por es un claro reflejo de los conflictos que vivimos a diario, intolerancia y doble moral. Y perdón el viaje tenía que ser familiar, al que le pegaron fue a Sherlock jejeje.

ladyblue: Jocoso time! Es genial me encanta y sigo creyendo que soy mala describiendo la jocosidad pero bueno jejeje.

Gracias a todos los que me comentan en los grupos de Facebook igual que en el página de Fuck Yeah Sherlock, como a mi prima Annita y a Lily y no se olviden pasar por el foro de aquí este mismo sitio, I am SHER locked. En la orilla superior derecha pueden buscarlo, cambian a Forum y ponen el nombre y listo, es el único que aparece. Luego vendrán las votaciones y espero que puedan leer el resto de los fanfics y votar cuando sea el momento, si votan por mí estaría muy agradecida jejejeje.

Bueno pues es todo, muchas gracias a todos de nuevo, y sería lindo que comentaran, aunque nunca lo hayan hecho, para dejarme saber si les gustó o no.

Saludos a todos.