I- Bitter endings


Apenas había un alma en el bar y el único sonido que se podía escuchar en aquel lugar era el de una radio con el volumen bajo, transmitiendo un partido en vivo de una forma pésima y molesta. Tobio limpiaba con un trapo la barra mientras se entretenía imaginando como se desarrollaba aquel partido aunque los detalles que los interlocutores no lo permitieran. Limpió alrededor del vaso casi vacío de su único cliente, mirando con una sonrisa su cejo fruncido y su cara de pocos amigos habitual en él cuando bebía.

Era normal que estuviera malhumorado cuando iba a beber a su local, pues trabajaba de policía en aquel pequeño barrio. Eso suponía que lo único que hacía día a día era recibir visitas de una veintena de vecinos ancianos, siempre los mismos, que tenían miles de protestas acerca de absolutamente todo y que no tenían nada que ver con lo que podía hacer como policía. Aquel hombre era conocido por su paciencia. Desde que le conocía, siempre había sido el líder de otros, aguantando sus problemas, tratando de ponerles solución y recibiendo todo el peso de los problemas que no le concernían. Si bien en el instituto podía permitirse perder los estribos, en aquellos momentos no podía así que sonreía no importaba cuan quemado de su empleo estuviera y lo liberaba todo con el alcohol al terminar su turno, dándole la tabarra por costumbre.

—¿Otro mal día el de hoy, capitán?—preguntó con sarcasmo el barman, recibiendo un gruñido como respuesta.

El policía cogió el vaso de cristal y se lo llevó hasta los labios, dejando que el licor ambarino cayera hasta el interior de su boca, sofocando su enfado. No le estaba prestando mucha atención al partido aunque mirara fijamente el aparato que lo retransmitía. Solo andaba pendiente de un jugador con cierto numero al cual mencionaban entre halagos bastante a menudo.

—Hinata está haciendo un buen partido—contestó con voz ronca su cliente, desviando el tema.

Kageyama asintió recogiendo el vaso vacío del otro. El único motivo por el que seguía aquel partido era que su mejor amigo era el jugador estrella de uno de los equipos. Sería una molestia tener que escuchar sus protestas días después si no lo hacía. Incluso después de haber pasado todas sus vidas jugando al voleibol, ninguno de los dos hombres de aquel bar seguían el deporte ahora que eran adultos, centrados en su vida cotidiana y en sus problemas diarios antes que en el deporte de su infancia. De hecho, el único de todos sus compañeros del equipo que había seguido con el deporte era Shoyo. El resto habían seguido su trayectoria escolar y apenas tenían contacto entre ellos. Y de no vivir en el mismo barrio, ellos dos tampoco tendrían contacto.

—Espero que no se le suban los humos esta vez—suspiró el barman.

Daichi sonrió. Le parecía gracioso que aquellos dos, los que habían ocasionado muchos problemas por lo mal que se llevaban al intentar entrar en su equipo, acabarán convirtiéndose en mejores amigos para el tiempo de su graduación y que, incluso diez años después, fueran tan íntimos que compartieran piso. Miró de nuevo al que un día fue su kouhai. Tobio había cambiado mucho con el paso de los años. Seguía siendo casi igual físicamente, quizás un poco más alto y con unos rasgos menos infantiles, pero en personalidad no era nada parecido a aquel chico arrogante y gruñón que una vez tuvo que amedrentar. Era más social y sonreía más a menudo. Hacía más bromas y se se había vuelto una persona bastante humilde en comparación a su yo pasado. Probablemente fuera por la influencia de Hinata en su vida, pero eso no le importaba mucho. Le gustaba el nuevo Kageyama, era más fácil de tratar y más sencillo dejar salir sus problemas con él.

—Otra más—pidió.

—¿Problemas con Kiyoko?—preguntó sorprendido el regente de aquel local.

Sawamura no solía pasar de la tercera cerveza a menos de que tuviera problemas con su esposa.

—Ya es oficial—protestó con un gesto de resignación, no parecía muy dado al tema—. El divorcio, digo. Se ha marchado a la casa de su madre con la niña.

—Entonces si que es un mal día.

Cogió uno de los vasos limpios que habían tras la barra y lo llenó de alcohol de nuevo, sirviendo al momento a su cliente. Conocía desde hacía tiempo los problemas de la pareja y la noticia no le pillaba para nada por sorpresa. Aquellos dos habían estado saliendo juntos desde el instituto y se habían casado en la época en la que ella acabó sus estudios en la universidad. Se podía decir que al principio les iba todo bien, eran felices y no tenían muchas preocupaciones. Pero la llegada de su hija suponiendo gastos y problemas financieros, junto al hecho de que Daichi empezaba a odiar su trabajo y a que Kiyoko no amaba más a su esposo y nunca se había dado cuenta, hicieron que las discusiones y los problemas vinieran más a menudo. Problemas que, según podía ver, habían llevado a la separación.

—Ojalá volver al instituto—pidió, tomando el vaso en el momento en el que lo depositó en la barra—. Los problemas con las chicas parecían menos importantes que los problemas del deporte. Añoro eso.

Su mirada se volvió ausente mientras lo decía, como si estuviera recordando algo que le requiriera su atención absoluta. Por unos instantes, Tobio viajó también entre sus recuerdos, encontrando los que su antiguo capitán repasaba. También se le antojaba lejana pero cálida los recuerdos del equipo de voleibol de Karasuno, sobretodo el primer año en el que estuvo en el equipo y que pudo compartir con aquel chico junto a Asahi y Suga, quienes se graduaron al final de este. Recordó la imagen de Daichi, capitán del equipo al que todos respetaban y temían pues cuando perdía la paciencia se volvía un demonio aterrador y no pudo evitar compararla con la imagen del policia gruñón que se sentaba en la barra de su bar cada noche, lamentando que no hubiese acabado mejor. Al menos, Kageyama era feliz rigiendo aquel bar y viviendo junto a Hinata. Pero Sawamura no era para nada feliz.

—Eso me recuerda...—comentó recordando algo que creyó que animaría al otro, atrayendo su atención—. Hinata mencionó algo de una cena para el equipo del Karasuno de nuestro primer año. Incluso se puso en contacto con Tanaka y Noya...

—No iré—afirmó cortando, tan rápido que incluso le asustó.

—Bueno, en algún momento de tu vida debiste de sentir como de pesado se puede volver Shoyo cuando se empeña en algo y no se lo conceden...—comentó al aire, haciendo saber al mayor que no importaba el motivo por el cual no quería asistir porque acabaría yendo de todas formas.

—Soy policía—gruñó, dejando el vaso con el entrecejo fruncido.

—Y Hinata un grano en el culo—respondió, escuchando que el mencionado había marcado el punto que daba final al partido retransmitido por la radio.

Daichi se limitó a gruñir y a volver a dar un trago largo a su vaso. Si creía que su día no podía empeorar por su trabajo y el tema del divorcio, estaba completamente equivocado.


—Buenas noches, Sugawara—una voz consiguió que Koushi quedara desorientado por unos instantes y apartara la vista de aquel montón de hojas escritas.

—A... ah... buenas noches, Satsuki—deseó con una sonrisa en cuanto vio a su compañera de trabajo en la puerta de la sala, entendiendo que se iba a su casa a descansar.

Él debería de hacer lo mismo pero corregir exámenes a aquellas horas de la noche era lo único que le mantenía con la mente despejada. Incansable, volvió su mirada a su trabajo por completar. Al contrario que el resto de sus compañeros, Suga siempre trataba de tener todos los exámenes de su clase corregidos al par de días de haber realizado el control, por lo que entre los profesores de aquella facultad existía la comidilla de que era El Corrector Incansable. Y para su desgracia, aquella no era la única comidilla que tenían.

Un hombre de su edad soltero, viviendo solo y que no tiene nunca una cita. No interesado en babear sobre las chicas en las salidas de la plantilla, sin opinión aparente acerca de las famosas y el único profesor que no hacía bromas de aquel tipo con sus compañeras de trabajo. Todo el mundo podía intuir el por qué, se hacían bromas a sus espaldas y se rumoreaba mucho acerca de sus gustos. Rumores que, por lo general, daban en el clavo. No les podía negar que lo hicieran, era tan evidente que era homosexual que incluso parecía que llevaba la bandera gay tatuada en la nuca. Lo único que odiaba de que fuera tan evidente era cuando sus alumnos, chicos para más inri, se le confesaban, haciendo que el mirarles a la cara de nuevo durante unas de sus lecciones le costara perder la concentración y los nervios.

Un pitido proveniente del bolsillo de sus pantalones le interrumpió mientras pasaba el bolígrafo rojo por la hoja. Deslizó su mano hacía su bolsillo y se recostó en la silla mientras desbloqueaba su teléfono móvil, viendo que tenía un mensaje nuevo en cierta red social. Cierta red social para gente homosexual como él. Dio círculos con la yema del dedo por la pantalla táctil de su teléfono móvil sin estar muy seguro de si abrir o no aquel mensaje. Hacía varias semanas que tenía abandonada aquella aplicación y no se había olvidado de borrar su cuenta. Después de todo ya no estaba interesado en lo mismo en lo que todos los usuarios de allí parecían interesarse. El sexo rápido sin compromiso le había empezado a parecer frío y había dejado de disfrutar de aquello.

Sin embargo la curiosidad le pudo y apretó la notificación para ver el mensaje que le habían mandado. Un simple "Hola, ¿qué tal?" llenó el espacio casi vacío de la conversación de aquel hombre con el nick Leo26. Antes de contestar, Suga deslizó su dedo hacía el botón de "ver perfil" para ver más sobre aquel desconocido. La foto de un chico de edad cercana a la suya con los cabellos negros y tez masculina ocupó casi la mitad de la pantalla. Segundos después se dio cuenta de que aparte del rostro también se podía ver un cuerpo desnudo tonificado y ancho, totalmente afeitado. La foto, para su suerte, acababa antes de que se pudiera ver alguna zona más comprometida, aún así bajó el teléfono para que nadie pudiera verlo.

—Se parece a Daichi...—susurró para si mismo embobado, comprobando lo parecido que le resultaba aquel hombre con el chico que un día fue su mejor amigo.

Su gesto se volvió molestó por unos instantes, deslizando el dedo hacía abajo en la pantalla para dejar de mostrar el rostro de aquel chico. Por supuesto que se parecía a Daichi, siempre se buscaba a los chicos que se parecían a él. Corpulentos, no muy altos y con aquel rostro varonil. Ojos oscuros y cabello negro corto. Era una clase de rasgos muy comunes, sobre todo porque eran estándar, pero aún así eran los que más le atraían en los chicos. Suponía que era culpa de que el primer amor de su vida, y el primero en despertar deseos no inocentes, tenía aquellos rasgos que se sintiera tan atraído sexualmente. Aunque sabía que no era sano porque significaba que aún no había superado que le rompieran el corazón diez años atrás.

Otro pitido vino cuando aquel contacto le envió un mensaje, seguramente al ver que le había estado cotilleando el perfil. Deslizó el dedo para abrir de nuevo la ventana de chat leyendo el "Eres bastante guapo" que le había escrito. Rodó los ojos. No se podía quejar, al menos no le había escrito si quería hacerlo o que tenia una boca para partirla con cierta parte de su cuerpo como le había llegado a pasar. Un saludo decente y un halago era de lo mejor que se podía esperar en una de aquellas redes.

No estaba interesado en lo que le podía ofrecer, ni siquiera quería responder pero aún así le envió un "Gracias. Estoy bien, ¿tú?". Dejó el móvil boca abajo en la mesa y subió la mirada a su portátil, viendo que le había llegado un mensaje nuevo de propaganda sobre vuelos a Miami. Borró el mensaje y escuchó un nuevo pitido que indicaba que le habían respondido. Bajó la pagina de su mail en busca del último trabajo del alumno al que estaba corrigiendo el examen mientras con la otra mano cogía de nuevo el aparato electrónico y lo desbloqueaba. Respondió con un rápido "En el trabajo acabando unos asuntos" a su "Bastante bien. Estamos bastante cerca, ¿vives aquí o donde estás?". Volvió a fijarse en los títulos de los correos, encontrando uno que había olvidado por completo.

"Asunto: ¡Cena Karasuno!" rezaba en la pantalla. Se mordió el labio mientras abría de manera inconsciente aquel mail. Si bien tenía costumbre de responder todos los mensajes que le llegaban excepto los 'noreply', ese era el único que había dejado sin contestar. No sabía como se las había apañado Hinata para conseguir su dirección de correo electrónico, pero ahí estaba la invitación a un evento en el que estarían todo el equipo de su último año en el equipo de voleibol del instituto. Eso incluía a Daichi.

Volvió a mirar la foto del perfil de Leo26. Se parecía mucho a Daichi. Tanto que hasta podía llegar a fantasear que era él. ¿Pero cuál era el punto de que lo hiciera? Se había propuesto terminar con aquel tema que había estado incordiando por una década entera, que siguiera imaginando que encontraría un día a Daichi en aquel tipo de redes no le servía de nada. Solo eran seguir dándose vanas esperanzas. "¿Quieres venir a tomar algo al acabar?" miró el mensaje con detenimiento mientras pensaba que una vez más no importaba. Después de todo quizás aquel chico podía ser el definitivo y podría empezar algo con él. Le parecía majo y no le daba mala espina por su forma de escribir. Dejaría de estar solo recordando que solo había amado a un hombre con el que nunca había tenido oportunidad alguna.

Dejó el móvil en la mesa después de escribir un "No gracias, quizás en otra ocasión" que finalizó la conversación entre los dos. Suspiró mientras cerraba la pestaña del correo electrónico. Se propuso borrar la cuenta de aquella red social gay al día siguiente aunque le había dicho a Leo26 que quedaría con él en otra ocasión. No le hacía ningún bien conocer chicos por ahí.

—Se te ve disperso, Sugawara—apreció una voz al otro lado de la mesa—. ¿Por qué no vas a casa y descansas por hoy?

—Tienes razón, Jinguji—accedió con una sonrisa nerviosa pues no había pensado en lo que sus compañeros pensarían de los mensajes que recibía a aquellas horas—. Creo que iré a descansar a casa, gracias por preocuparte por mi salud.

—No es nada, anda con cuidado no desfallezcas antes de corregir esa pila—bromeó el profesor acompañando sus palabras con una ligera risa a la que Suga se unió.

Recogió los papeles y los colocó en su casillero sin apenas esfuerzo y colocó el portátil en su mochila cuando llegó un nuevo pitido de su teléfono móvil. Lo desbloqueó esperando leer una contestación pero esta vez no era Leo26 sino un SMS de un desconocido.

"¿Vendrás a la cena, senpai? PD: ¡Mi equipo ha pasado a las nacionales!" rezaba el mensaje alegre del que identificó con Hinata Shoyo. De todos los que conocía era el único que seguía jugando al voleibol después del instituto e incluso seguía usando el senpai para referirse a él. Igual que con su correo, no sabía de donde había conseguido su número de teléfono pero notó que no tenía otra que acceder a ir. Siempre había intuido lo persistente que podía llegar a ser el menor, eso le había llevado a donde se encontraba en aquellos instantes y le había ocasionado grabar su nombre en el Karasuno. Tecleó un rápido "Cuenta conmigo. ¡Enhorabuena!" antes de cargarse su bandolera al hombro derecho.

—Buenas noches, Jinguji—deseó, recibiendo la misma respuesta.

La cena era en cinco días. Por algún motivo, Suga sintió que iba a ser el segundo momento más incomodo de su vida.


Lanzó el móvil a la mesita de noche junto a la cartera y se abalanzó sobre la cama con un gruñido. Sintió como el alcohol se le bajaba ligeramente pero no lo suficiente, ejerciendo una ligera molestia en su estomago y una sensación de flotar ligeramente. Algo en su cabeza bombeaba con persistencia, pero no era su corriente sanguínea, y eso le quitaba el sueño, obligando a su cuerpo a mantenerse alejado del descanso que necesitaba tomar.

Sus pensamientos iban desde lo molesto que era sentirse así a lo absolutamente mal que le iba en su vida. No solo porque Kiyoko le había dejado incluso cuando tenían una niña pequeña de por medio, también porque tenía que asistir a una dichosa reunión en la que vería la cara de la última persona a la que quería ver en aquellos instantes. Pensaba que iba a ser horrible ver a todo el mundo de nuevo, felices con sus vidas. Sobretodo a él. Sabiendo que su trabajo era una mierda, que su esposa le había abandonado y que estaba solo con el corazón roto. No soportaría ver su rostro y notar como el karma le había devuelto lo que había sembrado diez años atrás.

El destino había sido cruel con Daichi y este sabía que estaba pagando por haberle roto el corazón sin piedad a su mejor amigo.

Un sonido captó su atención, logrando que su mano se moviera e intentara buscar en la oscuridad el objeto que lo produjo. La iluminación de su móvil hizo que le fuera más fácil llegar a él y cuando lo miró, algo confuso por la luz directa sobre su cara, pudo leer el mensaje de un desconocido en la pantalla de bloqueo. Deslizó su dedo dibujando el patrón de desbloqueo y entró dentro del chat. Al lado del numero desconocido se encontraba una imagen de dos hombres a los cuales no prestó mucha atención y debajo el mensaje que había recibido.

Respondió con un "Puede. ¿Eres Hinata?" a aquel "¿Irás a la reunión del club de volley?" y giró su cuerpo sobre el colchón, quedando en posición fetal. Volvió a mirar a los dos chicos que había en la imagen de perfil, viendo a un hombre alto de cabellos cortos vestido con un traje y a un hombre mucho más bajo que llevaba un distintivo mechón rubio. No tardó en identificar a ambos incluso cuando uno había sufrido un cambio de look apreciable. No le extrañó ver a Asahi con una imagen de perfil en la que Noya salía con él incluso cuando la última vez que había hablado con él no mantenía contacto con el libero de su antiguo equipo. De todo el equipo, eran los dos a los que más probabilidades de seguir en contacto había visto siempre.

En vez de recibir otro mensaje de Azumane, recibió una llamada que cogió a regañadientes, ya que el otro sabía que estaba disponible.

—¿Daichi?—preguntó la voz del que una vez fue el as de su equipo—. Habla Asahi.

—Buenas—dijo con brevedad, esperando que no se notara en su voz que estaba borracho.

—Me he enterado por Kageyama del asunto divorcio—afirmó, con tono preocupado.

Sawamura maldijo. Se suponía que pocos mantenían contacto después del instituto o así lo creía él. parecía ser que de alguna forma todos habían quedado conectados y que no se podría librar de aquello. Incluso cuando lo que menos le apetecía en aquellos instantes es que sus viejas amistades se compadecieran de él y vieran que era el único que no había conseguido ser feliz a pesar de ser el capitán al que tanto admiraban.

—Ya... gracias por preocuparte por mí—agradeció, aunque le apetecía más colgar y dejar la conversación en aquel punto.

—Los divorcios son duros pero se pueden superar—dijo Asahi intentando animar—. Siempre has sido una persona muy fuerte, no tengo duda alguna de que volverás a ser feliz.

No respondió a sus palabras, solo calló hasta que un 'Gracias' breve y conciso salió de entre sus labios. A Daichi le encantaría creer que podría ser feliz después de haber perdido al amor de su vida después de haber hecho que ella se sintiera tan infeliz como él por puro egoísmo. De hecho, sabía que era lo ideal. Superar aquel vacío en su vida conociendo a alguien que pudiera llenarlo, darle una patada al karma en su orgullo y poder volver a la felicidad que sentía en sus primeros años como policía, cuando todo era perfecto.

Pero sabía que así solo se estaría engañando a si mismo y maquillando la realidad a su antojo. Siempre había sido una persona directa y sincera.

—¿Vendrás a la reunión este sábado? Todos quieren verte y darte ánimos en persona—aseguró cambiando de tema.

Estuvo a punto de decir "todos menos Suga" en voz alta pero se calló. Cerró los ojos unos instantes sin responder a la pregunta de su ex-compañero.

—Seguramente—decidió responder, sin afirmar su asistencia.

—Me alegro de oír eso. Noya decía que no vendrías y Hinata temía que te negaras—su voz se le antojaba lejana. No quería prestarle mucha atención incluso cuando le estaba ofreciendo su compañía, se encontraba mejor en la oscuridad sintiéndose miserable en soledad que hablando con su viejo amigo—. Solo era eso, hablamos la próxima ocasión mejor de esto.

—Buenas noches, Azumane—deseó, llevándose la mano a la cabeza, sintiendo como el sueño empezaba a vencer la incomodidad a la que se encontraba sujeta su cuerpo.

—Déjame decirte algo antes de cortar—pidió el otro—. No sé que pasó entre vosotros dos cuando nos graduamos pero, deberías arreglar las cosas con Sugawara.

El pitido que indicaba el fin de la llamada retumbó contra su oído aunque fue leve y el peso de las últimas palabras de Asahi se dejó caer sobre su mente logrando desbordar un torrente de emociones que le quitó el sueño de nuevo. Dejó caer el teléfono a su lado en la cama y enterró su rostro en su mano derecha, buscando refugio aun sabiendo que no lo había.

Alguien le dijo una vez que no había forma de escapar del pasado y eso era lo que estaba viviendo en aquellos instantes.

Siempre se había sentido culpable de haber sido una persona egoísta cuando su amigo de toda la vida le confesó estar enamorado de él. La culpa había estado evitando que disfrutara del todo su vida y el perderle seguía doliendo incluso en aquellos instantes. Sobretodo en aquellos instantes. Suga fue la persona más importante para él y en la que más confiaba, pero eso no le impidió que decidiera romper toda relación con él cuando se enteró de que estaba enamorado de él (incluso cuando sabía que era homosexual desde un tiempo atrás). No hubo día en aquellos diez años que no recordara la cara de dolor de su ex-mejor amigo cuando le rompió el corazón.

—Ojalá fuera tan fácil arreglarlo...—lloriqueó.


—¿No te sientes más libre ahora que no tenemos que preocuparnos por nada?—preguntó con una enorme sonrisa.

—Como si me hubieran quitado un elefante de encima—bromeó Suga antes dar un nuevo trago a la bebida alcohólica que sostenía en su mano.

—Más bien cinco—indicó el chico de cabellos cortos y oscuros, moviendo la pequeña botella de alcohol en círculos.

Hacía mucho que no veía a Daichi con aquella mirada llena de calma. Aunque siempre aparentara estar calmado, sabía que su mejor amigo siempre tenía los nervios a flor de piel y que se desvivía por sacar buenas notas y hacer que el equipo de voleibol del instituto diera lo mejor incluso en cada entrenamiento. Solo era un pasatiempo de instituto, ya que no quería dedicarse a ello en el futuro, pero aún así siempre había puesto por encima de todo el equipo del Karasuno y se había entregado completamente a ayudar a cada miembro a sacar lo mejor de si. Suga siempre le había admirado por eso.

Llevaba un tiempo enamorado de aquel tipo a pesar de que solía cargarse de problemas y preocupaciones innecesarios y no fuera un chico que resaltara físicamente. Aparte de ser un gruñón cuando perdía la paciencia y ser tan directo que algunos de sus comentarios podrían herir de por vida a alguna pobre alma que no estuviera acostumbrada a sus criticas constructivas. Para él era el chico ideal aún sabiendo todos sus defectos y le amaba por ellos, siempre ayudando a intentar que fuera feliz a pesar de su personalidad. Por eso había estado junto a Sawamura tantos años como su mejor amigo, cuidando de él como este le cuidaba y brindando su apoyo siempre. Aquella relación había durado por tanto tiempo que no le importaba seguir con ella para siempre si eso significaba seguir juntos de aquella forma.

Pero en unos meses irían a universidades distintas y se verían pocas veces después de aquello. Perderían el contacto, inevitablemente y, lo que un día fue una gran y fuerte amistad, se convertiría en amigos ocasionales que se verían alguna que otra vez. Era consciente de ello y por eso había atesorado cada uno de los momentos que habían tenido aquel año. Sin embargo, no era suficiente. Suga quería más. Quería algo tan fuerte que les mantuviera juntos aunque no compartieran clases. Y sabía que para ello tenía que arriesgarse a perderle si Daichi no le correspondía.

Pero era mejor nada que ver como se iban separando y sufrirlo en silencio.

Se miraron el uno al otro unos instantes. Ambos vestían un yukata y nada debajo, aunque aquello no ocupaba ningún pensamiento en la mente de Suga en aquellos instantes. En aquella habitación todo era más relajante. Se había asegurado de que estarían en la misma habitación para la cena de despedida que hacían tanto Azumane como ellos dos en aquel hostal con la predisposición a confesarse cuando el alcohol hiciera efecto en su mejor amigo. Esperando poder confiar en que olvidara que se le había confesado si le rechazaba y que creyera que era una broma.

—Tengo algo que contarte—anunció el chico de cabellos grisáceos.

—¿Sabes? Yo también—comentó su amigo, girando para verle.

Por algún extraño motivo, aquel comentario le hizo tener esperanzas. Se sonrojó ligeramente, sus rostros apenas estabas separados.

—Mmmm... si quieres...

—Tú primero—dijo Sawamura con una sonrisa de oreja a oreja.

Tragó saliva. Ahí iba. El momento de la verdad.

—Me gustas, Daichi. Me gustas mucho. Estoy enamorado de ti—dijo con los ojos cerrados y de un tirón, casi atropellando sus palabras.

Respiró aliviado una vez lo dijo y abrió los ojos. Lamentó haberlo hecho.

Nunca había visto a Daichi mirarle con tanto horror. Parecía que estuviera viendo un fantasma o que le acababa de confesar que había matado a sus padres a sangre fría. La boca de su amigo estaba ligeramente entre abierta y sus ojos abiertos de par en par. Hasta aquel momento, Suga siempre había leído la mente de su mejor amigo. Era capaz de saber qué ocurría por su cabeza hasta cuando este estaba enfurecido y con los nervios a flor de piel. Pero, en ese momento, no podía ver sus pensamientos. Solo espanto.

—Da...

—Estoy saliendo con Kiyoko—dijo este casi en un grito, interrumpiendo a Suga—. Llevo saliendo con Kiyoko mucho tiempo. Es serio.

Esta vez fue Suga el que abrió los ojos de la sorpresa, mirando al chico al que amaba con miedo. Le había perdido por completo y estaba siendo consciente de ello.

Daichi no le amaba como temía. Amaba a Kiyoko, la manager del equipo. Sintió el doloroso rechazo como un golpe en su corazón que hizo temblar su estabilidad emocional, pero se mantuvo firme y fuerte. No mostró sus sentimientos y pensó mejor la situación en la que estaba. Ahora que el otro sabía que le amaba, lo único que podía hacer para no perderle era alegrarse por él. Incluso podría fingir que era una broma el hecho de que le amaba.

Se separó bruscamente, echando hacía atrás como si en cualquier instante le fuera a besar. Como si le aterrara que fuera a hacerlo.

—Enhora...

—Tengo que irme a comprobar que Tsukishima y Kageyama no se están matando. Adiós—ni siquiera dejó que le felicitara. Asustado, el ex-capitán se alejó casi corriendo de allí, huyendo del chico que se acababa de confesar a él.

Suga miró como se alejaba con los ojos empezando a humedecerse. El chico salió de la habitación en un instante y escuchó sus pasos alejarse por el pasillo. No hizo ningún ademán de levantarse ni de seguirlo. Sabía que lo había estropeado todo y que no tenía solución alguna. Se maldecía a si mismo por haberlo hecho.

Abrió la puerta de su casa con desgana mientras los recuerdos del pasado cruzaban su mente. No había día en el que no se maldijera a si mismo por no haberse callado, pensando en si podría haber seguido siendo amigo de Daichi en esos instantes. Sacudió su cabeza mientras cerraba la puerta tras de si y procedía a quitarse los zapatos, notando algo bastante extraño.

Había un par de zapatos desconocidos.

Miró al frente para descubrir que la luz de su sala de estar encendida. No había posibilidad alguna de que la dejara encendida por la mañana ni tampoco la posibilidad de que un familiar o amigo le visitara aquella noche. Ni nadie tenía la llave de su apartamento como para poder entrar sin él. Caminó por el pasillo intentando hacer el menor ruido posible, escuchando la televisión encendida retransmitiendo unos chillidos que identificó como los típicos gritos que se daban en las series infantiles animadas. Llegó a la puerta del pequeño salón y miró al fondo, viendo a alguien sentado en el sofá mirando aquel programa con total atención.

El desconocido tenía el cabello rubio y largo, con parte de este recogido en una coleta detrás de su cabeza. Se apoyaba con los dos brazos en el respaldo del sofá y tenía ambos pies subidos a la pequeña mesita que separaba el mueble con la pantalla. Parecía estar en su propia casa, aunque Suga sabía que no era así.

—¡Bienvenido! ¿Qué tal el trabajo?—preguntó como si fuera su esposa, echando la cabeza hacía atrás para verle.

Reconoció ese rostro y esa voz al instante a pesar de su cambio de look.

—¿Tanaka?—preguntó sorprendido, permaneciendo inmóvil en la puerta de su habitación, mirando a su antiguo amigo ocupando su sofá despreocupado.

—¡El mismo!—exclamó.

Sin mucho entusiasmo sacó el móvil y deslizó el dedo sobre este hasta encontrar el mensaje de Hinata.

—Recibí esto y decidí que era hora de hacer una visita a mi mariquita favorito—afirmó encogiéndose de hombros con una media sonrosa creída dibujada en sus labios.

—No entiendo por qué se ha empeñado tanto en cambiar habitaciones... maldito Daichi...

Escuchó la voz de Ryunosuke desde la habitación y se intentó secar las lagrimas como pudo, sin resultado. La puerta corredera de aquella habitación se deslizó mientras su compañero de equipo entraba algo ebrio, andando con algo de dificultad y con el rostro algo ruborizado por la cantidad de sake que había ingerido a lo largo de la noche. Suga rezó para que no notara que había estado llorando, pero la suerte no estaba de su lado aquella noche.

—¿Suga?—preguntó el chico mientras se acercaba—. Oye, ¿estás llorando?—su sonrisa de borracho se volvió en un gesto serio de preocupación.

Tanaka nunca había visto llorar a Suga. No sabía que algo podía herirle o afectarle tanto como para hacerle llorar.

—Hey, Suga, ¿qué ha pasado?—tomó los hombros de su senpai y le hizo mirarle, viendo su rostro manchado de lagrimas secas y alcohol.

Entonces lo entendió todo. No era la persona más lista del mundo pero pudo completar el rompecabezas. Comprendió por qué Suga siempre estaba al lado de Daichi sin rechistar. Por qué siempre se aseguraba de estar juntos para todo. Por qué siempre que tocaba jugar a la botella, a Suga le tocaba besar a Daichi. Por qué aquella noche el capitán se había puesto tan pesado con cambiarle la habitación para no dormir con Suga y por qué este estaba llorando desconsolado en la habitación.

A Suga le gustaba Daichi. A Daichi no le gustaba Suga.

En silencio, abrazó a su amigo y dejó que llorara en su hombro sin decir nada al respecto. Por una parte quería golpear a Sawamura hasta que aprendiera a no romperle el corazón a Koushi pero por la otra le comprendía. Siendo ambos hombres era difícil que le correspondiera a sus sentimientos, sobretodo porque el capitán era heterosexual como él. Entendía por qué había corrido a su habitación y le había pedido que le cambiara de habitación. También pensaba que podía llegar a ser algo sorprendente que tu mejor amigo te confesara que estaba enamorado de ti y que era homosexual y que estuviera aún conmocionado por la confesión. Pero no podía ser parcial teniendo al otro llorando de dolor por la perdida entre sus brazos. Obviamente se preocupaba por él.

Lo único que podía hacer por Suga era dejar que llorara por su amor imposible aquella noche.