III- Childish behaviour


—¡No me jodas!—masculló.

Si todo el restaurante no se giró para ver al chico que había gritado aquello era por puro milagro pues el pelirrojo pasó a ser el centro de atención absoluto de la sala. El chico sentado a su derecha estalló en una sonora carcajada mientras que el que se encontraba a la izquierda se tapó la cara avergonzado por el comportamiento de esos dos. Ni siquiera sabía qué hacía allí exactamente a parte de pasar vergüenza.

—Chicos, la voz...—riñó por lo bajo.

—¡Lo que escuchas!—contestó Noya quien parecía no haber escuchado nada de lo que había dicho el mayor de todos—. Tendrías que haber visto la cara de Asahi... ojalá haberle hecho una foto...

—Pobre Azumane. Ni en un millón de años viviría contigo, Yuu—inquirió el pelirrojo con una enorme sonrisa.

Suga rodó los ojos. Había quedado con sus dos antiguos kouhais para que le pusieran al día y le acabaran de contar lo que tenían planeado para la reunión (aunque siendo ellos no le extrañaba que realmente no tuvieran nada planeado) pero no había podido sacar nada claro. Casi todo lo que habían hablado era acerca de como les iba en sus vidas con la colaboración de la facilidad de Ishinoya para atraer la atención de la gente gritando cosas comprometidas o los problemas que le daba a su pareja. Cosas que Suga desearía no saber por el bien de la imagen que conservaba del chico.

—A todo esto, ¿qué tal va con Kageyama?—preguntó de sopetón—. Creo haber escuchado que os vais a mudar pronto, ¿no?

Desvió la mirada. Se había olvidado del detalle de que Hinata también tenía novio. En el instituto no había pensado nunca que a los dos chicos les podrían gustar los chicos como le gustaban a él. De haberlo sabido probablemente se habría sentido aliviado de poder hablar con alguien. O al menos con Hinata ya que Suga tenía la sensación de que a Noya no le gustaban los hombres, solo Asahi. En ese mismo instante era algo incomodo saberlo. Los dos tenían relaciones serias con sus novios desde hacía un tiempo y, en cambio, él estaba buscando cada día chicos con una app para quedar y hacerlo solo. Empezaba a preguntarse cual era su problema. ¿Por qué no se decidía en tener una relación seria si envidiaba a los menores por tenerlas?

—Discutimos a menudo pero en realidad nos queremos mucho—puntualizó el menor en edad—. Nos vamos a un apartamento en el bloque donde tiene el bar y que esta más cerca del bus que cojo para ir al estadio, así que esperamos que nos vaya bien allí.

—Hablas como si estuvieras casado—bromeó Suga con una ligera risa que Yuu acompañó.

—Lo hemos estado pensando...—murmuró sonrojado, desviando la mirada al trozo de tarta de arandanos que tenía delante.

—¿Pensar?—preguntó sin entender el menor en estatura.

—¿En casaros?—preguntó el mayor, entendiendo mejor que el otro la frase.

Hinata asintió. Los otros dos se miraron sorprendidos antes de volver la mirada al chico que había dicho aquella revelación.

—¿Pero eso no es ilegal aquí?—cuestionó el antiguo libero.

—Tenemos planeado hacerlo en los Estados cuando vayamos de viaje en unos meses...—confesó.

—¿Estáis seguros? Solo lleváis dos años juntos...—Suga no estaba del todo convencido. Si bien era cierto que ambos chicos se habían estado queriendo desde el instituto (según le habían contado), no sabía cuanto llevaban de relación pero aún eran algo jóvenes y les quedaba mucho por vivir como pareja—. ¿No es un poco precipitado?

El pelirrojo negó con la cabeza.

—Le amo y quiero hacerlo—dijo, esta vez mirando a su senpai decidido.

Tres chicas jovenes que habían en la mesa continua aplaudieron y una de ellas gritó "¡Así se hace!", volviendo a atraer las miradas del local sobre ellos. Noya echó a reír de nuevo mientras que los otros dos desviaron las miradas incómodos. Aunque había mucha más aceptación a la homosexualidad en aquellos tiempos seguía siendo incomodo que el resto de personas supieran de su condición. Aunque Suga no pudo evitar sonreír por las palabras que Shoyo había dicho. Había olvidado lo que era amar a alguien hasta el punto de saber con convicción que querías pasar el resto de tu vida con ella. Por lo menos, el pequeño tenía la oportunidad de ser correspondido y envidiaba eso de él.

—¿Y ese rubor? ¿Quieres que te haga juego con el pelo, Shoyo?—comentó burlona una cuarta voz.

Suga miró a la persona recién llegada, más bien personas, y se sorprendió al no esperar verlos de nuevo en aquel lugar. El que había hecho la broma (que Hinata respondió con una mueca) era Tsukishima Kei. Seguía tan alto como siempre o quizás había crecido incluso más, Suga tenía miedo de levantarse y comprobar que no le llegaba ni al pecho después de no verle en una década. Parecía que no había cambiado nada desde que lo conoció en el instituto, quizás el cambio más notable era que ya no llevaba gafas. También conocía a su acompañante, aunque solo pudo estar un tiempo con ella. Yachi se había hecho toda una mujer. Se había dejado el cabello largo, ya no llevaba el peinado de chica mona que solía llevar cuando estaba en el instituto y su rostro angelical había cambiado al afilado de una mujer hecha y derecha.

Tardó en darse cuenta de que había un tercer miembro del curioso grupito: un bebe rubio dentro de un carrito que él empujaba, completamente dormido. Se fijó en sus manos, descubriendo anillos en ellas.

—¿Senpai?—preguntó la montaña andante, dedicando una sonrisa de sonrisa a Suga—. Cuanto tiempo.

—¿Sugawara?—preguntó su esposa, centrando su mirada confusa en él. Su confusión se convirtió en una sonrisa sincera—. No te había reconocido, ¡qué sorpresa verte!—comentó, demostrando al mayor que había dejado de ser la chica tímida de diez años atrás al menos hablando.

—¡Yo tampoco!—coincidió el mayor—. No sabía que os habíais casado, qué sorpresa más agradable. ¿Y ese pequeño? ¿Cómo se llama?—preguntó, desviando su mirada al bebé durmiente.

—Syo—respondió la rubia—. Que lastima que esté dormida y no haya forma de despertarla...

—¿Tanto duerme?—preguntó burlón Yuu.

Tsukishima suspiró.

—A veces llego a preguntarme si es hija mía o de Hinata porque su sueño no es normal—contestó bromeando el padre de la chiquilla arrancando un par de risas.

—¡Oye!—protestó Hinata—. Tampoco duermo tan mal...

—Tobio no dice lo mismo—aseguró la chica.

Suga empezó a sentirse un poco incomodo en aquel instante. Era el único en aquel momento que no tenía pareja y, como siempre pasaba cuando salías con gente de parejas, la conversación se estaba desviando demasiado en una dirección que le acabaría deprimiendo si se quedaba. Aprovechó el hecho de que solo había un asiento libre para levantarse. Tsuki, quien se había quedado de pie para que su esposa se sentara se dio cuenta y negó con la cabeza, creyendo que le estaba cediendo el asiento.

—Siéntate—ordenó el mayor con una sonrisa—. Si yo me tengo que ir de todas formas.

—¿Y eso?—preguntó el pelirrojo sorprendido.

—Mañana es la cena, ¿no? Tengo que poner al día un par de cosas antes o tendré una montaña de trabajo al volver—mintió.

—¡Qué aplicado, Suga!—comentó Yuu recibiendo una mirada de advertencia del chico de pelo gris.

Los otros tres rieron y se despidieron del profesor, quien no tardo en abandonar el restaurante para coger un metro de vuelta a casa. Aquel día no le había aportado nada al final. Solo había dado vueltas como un tonto y comido un poco de helado, aunque debía de admitir que había sido un día divertido no como el resto. El problema quizás era que le hacía sentir mal que todos sus kouhais o compañeros hubieran tenido una vida feliz al contrario que él. Hinata había conseguido convertirse en jugador profesional y, aunque Kageyama lo pasó mal con una lesión, ambos pudieron ser felices juntos y tener trabajos que les llenaran. Noya acabó con Asahi (aún no sabía como) y parecía que les iba muy bien aunque el primero estuviera siendo ama de casa actualmente. Y ahora sabía que Yachi y Tsuki habían acabado casados (lo cual no se esperaba para nada pues nunca les había visto de esa forma) y parecía que les iba bien con su pequeña hija.

Él era el único que no había forjado una vida feliz.

Sacó el movil de su bolsillo y le quitó el silencio (manía que tenía siempre que salía con alguien), descubriendo que tenía varios mensajes de la aplicación para buscar chicos gays cerca de él. Pensó en pasar de mirar el mensaje cuando la imagen de Daichi cruzó su cabeza. Suspiró. No sabía a qué jugaba teniendo esperanzas de que acabaran juntos ahora que él estaba divorciado. Había tenido sueños y fantasías muy raras desde que lo supo unos cuantos días antes, sabiendo que todas ellas eran estupideces que debía cortar.

Ni siquiera era probable que hiciera las paces con él, menos aún era que saliera con él cuando los chicos no le gustaban. Era una estupidez que estuviera evitando quedar con chicos o hablar con ellos, nunca iría a ocurrir nada entre ellos. Lo mejor era que cortara el rollo y volviera a su vida normal. La noche del día siguiente sería un fracaso absoluto, lo sabía. Al menos no iba a ir con los ánimos bajos.

Abrió el mensaje, parándose en seco en mitad de la calle.

—Va a ir el resto del equipo, veeeeenga—pidió su kouhai al otro lado del teléfono.

Suga contuvo la respiración sintiéndose culpable. No le sorprendía que el equipo siguiera quedando después de la despedida, todos sabían que realmente nunca había despedida como tal. Tampoco era la primera vez que rechazaba salir con ellos, llevaba dos semanas evitando ver a alguno de ellos. En especial a Daichi. Ni siquiera podía oír mencionar su nombre sin echar a llorar como un idiota y sus padres se habían empeñado en hacerlo bastante a menudo para su desgracia. No les podía culpar, el chico había sido su mejor amigo desde hacía mucho tiempo.

—Lo siento Hinata, tengo que ir a casa de mi abuela hoy, se lo he prometido ya—mintió.

—¿Ya no sabemos nada de ti, senpai? No es justo...—protestó el pequeño.

—La próxima vez iré—prometió.

—¡Genial! Pásalo bien, senpai—exclamó el chico momentos antes de colgar.

Koushi se quedó mirando el teléfono móvil en su mano. Ni siquiera había dicho la verdad acerca de sus planes, simplemente había mentido a alguien que no tenía nada que ver con el hecho de que fuera un imbécil.

Se encontraba sentado en el banco del patio interior de la que iba a ser la biblioteca de su futura universidad. No sabía que hacer aquella tarde así que había cogido un tren para poder relajarse pensando en la vida que tendría en unas cuantas semanas. En aquel lugar no tendría que ver a Daichi de nuevo, conocería nueva gente y podría olvidarse de sus grandes errores del pasado. La universidad era la oportunidad que tenía de empezar desde cero y abandonar el estado anímico en el que se encontraba aquellos días. Pero parecía que no estaba funcionando pues se encontraba allí sentado, pensando en su ex-mejor amigo tanto como en lo hacía en su cuarto.

—¿A qué viene esa cara tan larga?—preguntó una voz.

Suga se asustó por un segundo. El parecido del chico que se había situado delante de él con Daichi era bastante razonable. Misma expresión, misma constitución, incluso tenía la misma sonrisa. Pero también era bastante distinto. Era un poco menos musculoso y se notaba en su rostro que tenía un par de años más. Incluso sentado podía apreciar que era más alto que su antiguo mejor amigo.

—Lo siento si te he asustado...—se disculpó.

Su voz era más suave que la del capitán e incluso su tono era más dulce. Suga negó con la cabeza.

—No lo has hecho, tranquilo. Solo me he sobresaltado—dijo desviando la mirada.

Por algún extraño motivo le había aparecido un ligero rubor en sus mejillas. Se parecía tanto al chico que le gusta y le había roto el corazón que no podía evitar pensar que era irremediablemente guapo. colocó el móvil boca abajo en las palmas de sus manos para ocultar la imagen de fondo de pantalla sin darse cuenta de que lo hacía y se lamió el labio inferior nervioso. Ni si quiera entendía por qué estaba así pero ya no pensaba en Daichi por más que ese chico frente a él fuera una versión un par de años más mayor.

El chico le dedicó una risa, Koushi se giró para verle de nuevo. Visto de nuevo no era tan parecido como había creído aunque eso no le importaba.

—¿Es tu primera vez aquí?—pregunto tendiendo una mano para que se levantara del banco—. Si quieres te puedo enseñar esto.

No dudó un segundo en coger la mano, asintiendo con la cabeza. Creía haber encontrado algo que hacer aquella tarde.


—Parece ser que ni Chikara ni Yamaguchi vendrán a la cena—comentó Kageyama para romper el silencio, bebiendo después de su lata.

Por algún extraño motivo había llegado a aborrecer el alcohol desde que trabajaba como barman así que se dedicaba a beber un extraño refresco de coco con plátano que le gustaba bastante. Al menos no eran tan dulce como parecía y no le empalagaba tanto como el resto de refrescos que había probado, en especial la cola.

—¿Y eso?—preguntó el hombre a su lado sin despegar la vista de su hija pequeña, quien jugaba despreocupada con unos niños en una especie de T-Rex donde podían trepar y lanzarse por el tobogán de su cola.

—Chikara ahora vive en Francia, se ve que se ha casado con una chica de allí y está muy ajetreado con su trabajo y sus mellizos de cuatro años—comentó sin mucho entusiasmo, mirando a los niños desganado—. Y Yamaguchi sigue en Canadá con su prometida, se ve que han cancelado los vuelos de mañana por peligro y no se restauran hasta dentro de un par de días así que vendrá de visita en unos meses...

—Pareces muy bien informado—comentó el hombre vestido con el uniforme de la policía.

—Es lo que tiene vivir con Hinata, siempre acabas enterándote de la vida de los demás lo quieras o no—protestó después de darle un trago a su bebida—. Al menos, Tsuki y Yachi vendrán menos a vernos ahora que nos mudamos. Tenerlos de vecinos ha sido un poco tortuoso desde que nació el bebé.

—Parece que odias a la pobre criatura—comentó con una sonrisa y saludó por cuarta vez a su hija cuando esta lo hizo.

—Son muy monos y me gusta tener bebés por un par de horas pero ni loco viviría cerca de uno—comentó soltando una ligera sonrisa—. Al menos Hinata dice de adoptar a un niño que tenga más de cinco años...

—¿Adoptar? ¿Después de la boda?—preguntó Daichi desviando su atención al chico moreno que había sentado a su lado.

—¿Cómo has sabido que nos vamos a casar?—preguntó este confuso pues aún no lo había contado al mayor.

—¿Cuánto lleváis juntos? ¿Ocho años?—preguntó riendo—. Ya iba siendo hora de que te pusieras el anillo de una vez.

Sawamura golpeó la espalda de Tobio y este se sonrojó ligeramente, desviando la mirada hacía los niños de nuevo. No le gustaba mucho hablar del tema porque todo el mundo solía mencionar lo mucho que había tardado en proponerse a su pareja. Seguía sin entender por qué todo el mundo había esperado que fuera él el que lo hiciera, incluso su novio lo había estado haciendo.

—¿No tienes ningún problema con eso?—preguntó Kageyama, recordando el por qué no se lo había contado.

—¿Yo?—jadeó confuso—. ¿Por qué tendría que tener un problema?

—No sé, pensaba que quizás no estabas tan a favor de los gays...

La sonrisa de Daichi se congeló y volvió a mirar a su hija que parecía estar haciendo amigos nuevos pues los lideraba como si hubiera nacido para ello.

—Me equivoqué al rechazar a Suga, fui un mal amigo y me dejé llevar por el susto del momento. Pero sabía que era gay antes de eso. Siempre lo supe—confesó con el semblante completamente serio—. No tengo nada en contra de ellos, siguen siendo personas aunque no les guste el mismo genero que a mi y no son malas por ello. Quería a Koushi como mi mejor amigo y que fuera gay nunca ha influenciado en nuestra relación. Lo que me acobardó fue que...

—¿Te amara?—continuó la frase el menor, golpeando la espalda de su cliente fiel.

El hombre asintió.

—¿Crees que me perdonará?—preguntó algo afligido.

—La cosa es si tú te lo perdonarás a ti mismo—respondió Tobio.

—¡Papá, papá!—llamó la hija de Daichi, acaparando la atención de los dos adultos.

Volvía corriendo con una sonrisa enorme y con algo de tierra en las rodillas. Parecía haber acabado de jugar pues los niños habían empezado a jugar a la pelota como ella les había indicado que hicieran antes.

—¿Lo has visto? ¿Lo has visto?—preguntó con una enorme sonrisa llena de ilusión.

—¡Claro que si! ¡Eres toda una capitana guiando a tu equipo!—exclamó él, sabiendo que es lo que su hija pretendía hacer y decirle.

—Soy la mejor capitana—aseguró sin pizca de humildad la pequeña—. De mayor seré la capitana de un equipo de volley en el insti, ¡como tú!—anunció con mirada decidida, cosa que hizo que los dos adultos se echaran a reír.

—Pobre del equipo al que le toque tenerte de capitana—dijo Kageyama recibiendo una burla de la pequeña.

—Tobio idiota, no entiendes a la mujeres—protestó, imitando lo que había oído decir a su madre—.

Daichi soltó una sonora carcajada que se pudo escuchar en gran parte del parque y el otro adulto no pudo evitar reír ante el comentario de la pequeña.

—No necesito entenderlas, he acabado con el Tío Hinata—bromeó golpeando la frente de la pequeña.

Esta infló sus mejillas.

—Mamá dice que el Tío Hinata está contigo porque aparte de él nadie te soportaría—comentó antes de sacarle la lengua y hacerle una mueca.

La carcajada de Sawamura se intensificó al escuchar aquello último. Su hija huyó de nuevo con sus subditos canturreando mientras que el ofendido se quedó en el banco sin saber qué responder a aquello. Podía parecer que la hija de su mejor cliente era un poco inocente pero se empezaba a notar de qué par era hija, al menos en cuanto a lo mordaz que podía llegar a ser y su basta forma de hablar en ocasiones. Se cruzó de brazos pensando que tenía que hablar seriamente con Shimizu sobre lo que le decía a su hija y lo que conseguía que repitiera.


—¿Si le amas por qué te has divorciado de él?—le preguntó el chico de melena rubia a su lado.

La mujer alzó la ceja, sosteniendo el vaso de cristal lleno de bebida alcohólica que tenía colocado cerca de su rostro.

—Ya lo sabes—protestó, volviendo a colocar el recipiente sobre un posa-vasos, girando su mirada después hacía la cara del host de aquel local—. Nuestra relación era dañina para los dos. Si hubiese seguido con él, hubiésemos acabado odiándonos. Aunque creo que él ya me odia. No le culpo—afirmó, encogiéndose de hombros al decir lo último.

—No lo hace—afirmó Tanaka. La chica no pudo evitar reír ante su comentario—. Aún le llora a Kageyama que te echa de menos.

—No os ocultáis nada, ¿no?—bromeó la mujer—. Parecéis un club de niñitas pijas americanas con tanto chisme...

—¿Volverás con él cuando vuelva a ser el Daichi de antes?—preguntó el chico con algo de impaciencia, interrumpiendo las palabras de su "clienta".

—¿Y ese interés?—respondió ella, arrancando un rubor al chico que le indicó que este seguía interesado en ella como en el instituto—. No, no lo haré—aseguró, desviando su mirada a la mesa sin mucho entusiasmo—. Sería repetir la misma historia. Por más que le quiera, no estamos hechos para estar juntos. Además, ¡acabo de volver a la soltería! ¿Por qué iba a querer tener un hombre de nuevo? Tsk—bromeó al final con una sonrisa traviesa, tomando de nuevo el vaso y dando un largo trago.

—Él querrá volver...

—Él lleva queriendo hacer las paces con Sugawara durante diez años y no lo ha hecho aún—protestó la mujer—. A Daichi le faltan agallas.

El chico desvió la mirada a lo que ella le tomó la mejilla y le giró el rostro. Sus labios se encontraron durante unos segundos en los que Tanaka saboreó el aroma a frambuesa de su perfume y el sabor ligero del pintalabios a melocotón. Los pensamientos que habían en su cabeza se esfumaron tan rápido como llegaron y no se instauraron de nuevo cuando la chica se separó de su rostro.

—Además, Honoka no se merece crecer en una casa en la que hay amor pero no buena convivencia—finalizó, dando a entender al chico que la conversación había terminado.

—Si estás segura de ello, adelante—contestó con una sonrisa el host—. Pero no te arrepientas luego de tu decisión.

—¿Cuándo me he arrepentido yo de algo?—comentó Kiyoko con sarcasmo—. Habló aquí el experto en buenas decisiones, Ryunosuke Tanaka el que escogió el camino correcto.

—Ser host es el mejor trabajo del mundo, solo que tú no lo entiendes—respondió herido en su orgullo.

—Lo que tú digas—dijo mientras se colocaba un mechón detrás de la oreja.

—¿Te imaginas que Daichi ahora acaba con Suga?—bromeó el rubio con una pequeña risa, desviando el tema.

—No me extrañaría, ¿qué clase de hombre se arregla para tirar la basura?—comentó con sarcasmo riendo del asunto con el host.

Se miraron riendo y se acabaron el alcohol que había en los vasos. Se suponía que Tanaka no debía de beber mucho dado que nunca debía ponerse al mismo nivel de embriaguez o superior que la mujer (u hombre, Tanaka no hacía diferencias aunque estos no le atrajeran) a la que acompañaba. Pero se suponía que tampoco podía darse un beso con sus clientes y Kiyoko no parecía respetar mucho ese punto.

—Eso seguro que haría que Suga deje de estar tan malhumorado...—dijo entre risas.

—¿Sigue enamorado de Daichi el probre?—quiso saber ella, sorprendida.

—Completamente—afirmó—. El otro día se puso a pensar qué llevar puesto para la cena y luego me respondió que no tenía nada que ver con el hecho de que Daichi iba. ¡Me lo dijo sonrojado! Parecía una colegiala tsundere enamorada de su senpai...—soltó una carcajada—. Como si fuese a necesitar un conjunto especial para la ocasión...

—¿Aún no saben dónde es la cena?—preguntó la chica con una sonrisa divertida cruzando su rostro.

Tanaka levantó la mano indicando al camarero que le trajera dos bebidas más y negó con la cabeza. El hecho de que ni Suga ni Daichi supieran a donde iban les parecía gracioso a los dos pues se miraron con complicidad y se echaron a reír, algo idiotas con la ayuda del alcohol.

—Así se mantiene la sorpresa—aseguró Ryunosuke.

—No sé si os matarán u os dejarán de hablar. Yo creo que haría ambas—apuntó la chica, aceptando el nuevo baso de bebida que le acercó el camarero.

—Fue idea del tonto de Hinata—protestó—. Solo espero que no salgan huyendo en cuanto lleguen, en especial Daichi. Creo que es el menos apego le tiene al lugar.

Los dos se echaron a reír de nuevo. Habían empezado a imaginar las caras que pondrían cuando llegaran al lugar de la cena. En especial la de ogro molesto de Daichi.


—¿Entonces estarás todo el fin de semana fuera?—preguntó desde el baño.

Suga suspiró. Solo llevaba puestos unos boxers mientras yacía en una cama que no era suya, con el pelo aún mojado de la ducha que se acababa de dar. Podía ver mitad de la espalda del chico con el que había quedado en un arrebato de desesperación. Era más alto que él, mucho más construido, según le había dicho era jugador profesional de basket. No le extrañaba, había podido ver por si mismo como de desarrollado estaba aquel hombre como para no creer que se dedicaba al deporte.

—Tengo asuntos importantes—aseguró el del pelo gris, girándose para quedarse boca abajo.

No se podía creer que siendo un adulto seguía haciendo eso. ¿Ir a un motel a hacerlo con un desconocido y mantener una conversación trivial con él? ¿Por qué seguía comportándose como si se acabara de graduar en el instituto? Además, ni siquiera sabía que edad tenía el chico pero estaba seguro de que al menos era cuatro años menor que él. Se estaba empezando a sentir culpable por dejarse llevar de aquella manera por su mente. ¿No había otra forma de desahogarse que ella? Ni siquiera tenía un motivo real para querer hacerlo de aquella forma tan desesperada, hacía tiempo que tenía asumido el tema con Daichi.

—¿Y esos asuntos son tan importantes?

El chico, de cabellos oscuros y constitución más que deseable se acercó a la cama. Suga tuvo la sensación de que haría lo que mayoría y se tumbaría encima suya, cosa que acertó de lleno. Sintió su pecho ligeramente húmedo contra su espalda y otra zona sobresaliente cerca de su única zona cubierta por detrás. No le extrañaba, aquel jugador era joven, energético y seguramente muy activo en ese campo. Una vez no sería suficiente para él. O un día solo.

—Porque podríamos pasar varios días aquí...—susurró en su oído de forma seductora—. Hasta que tengas que volver a trabajar...

Suga soltó una risita ligera. Siempre le decían lo mismo y alguna vez había cedido, aunque aquel no era el caso. Se removió para que le dejara espacio y pudiera girarse, quedando cara a él y apoyó ambas manos en su pecho para tirarle de encima.

—Quizás la próxima ocasión—dijo con una sonrisa traviesa al incorporarse en la cama. Se había olvidado de la hora que era, quizás le sorprendía y todo lo tarde que se había hecho—. Me temo que me has pillado el fin de semana equivocado—comentó al salir de la cama agachándose para coger la camiseta que había tirado en el suelo.

—Veamos si hay más ocasión y te pillo en el correcto—comentó él con una sonrisa pervertida, mirando su trasero.

Sugawara rió. No sabía si pensar que era tonto o simplemente pensaba con el pene, al menos era agradable no como otros que eran más directos y rudos. A veces impacientes y estúpidos. Se colocó la camiseta sin ninguna prisa y cogió los pantalones que habían parado al lado de una silla blanca que había cerca de la cama junto a una mesa y otra silla. Buscó en su bolsillo derecho, encontrando el teléfono móvil que sacó para mirar la hora que era. La una de la mañana. No estaba mal, había estado dos horas en aquella habitación y cerca de unas seis con el chico aquel. Sonrió en su interior, ni siquiera recordaba su nombre y lo tenía al lado. Se estaba pasando de inmaduro.

—Veamos—comentó girándose al chico para ponerse los pantalones al tiempo que le veía.

El jugador se levantó de la cama y le besó los labios con delicadeza, pasando la lengua por su labio inferior al terminarlo. Muy cerca de su boca, sonrió travieso y le agarró de la base de la espalda, situando su mano muy cerca de su trasero. Suga soltó una risa leve y se separó, dirigiéndose a la puerta de la habitación sin decir nada, consiguiendo que el menor le siguiera.

—¿Me llamarás?—preguntó, apoyándose en el marco de la puerta una vez estuvo abierta.

—Claro—mintió Koushi.

No tenía intención de volverlo a ver en su vida.


Sintió el alcohol bajar por su garganta y maldijo la baja calidad que tenía la cerveza en lata en la oscuridad de su sala de estar.

Odiaba tener que beber solo pero a aquellas horas de la noche no había ningún bar abierto aquella noche y, aunque estaba soltero, no quería ir a beber a algún antro en el que le fueran a tirar los tejos (ya que era lo que podía esperar si iba a alguno). Ni siquiera había encendido la luz de la sala en la que estaba ni tampoco la televisión, no tenía humor de nada. Durante días había estado irritado o nervioso respecto al tema de la cena que tenía al día siguiente aunque tuviera claro que Suga no asistiría porque él iría.

Sin embargo, una parte de él esperaba que si que fuera y pudiese al menos disculparse.

Tenía en cuenta de que no le perdonaría pero sabía que se sentiría mejor una vez pudiese decirle que no le odiaba por ser gay y que se asustó por su confesión, que por eso se marchó corriendo y que lamentaba muchísimo haberlo hecho. Otra parte de él le intentaba tranquilizar diciendo que el otro lo habría olvidado. Habían pasado diez años, ¿alguien podía arrastrar rencor o rabia durante tanto tiempo? Suponía que si dado que él seguía arrastrando el malestar que le produjo no poder perder a su mejor amigo por una tontería.

Dejó caer su espalda en el mueble acolchado cerrando los ojos. Kageyama se había asegurado que Hinata conseguiría que Koushi fuera a la cena pero él lo dudaba. Hinata siempre había tratado de convencerlo a ir a cualquier lugar pero Suga había puesto una escusa al saber que él iría.

Tocó el timbre de la casa dos veces seguidas, como era costumbre en él.

La madre de su mejor amigo abrió la puerta, sorprendiéndose al encontrarle allí. No le extrañaba que lo hiciera pues su hijo le habría dicho que no quería verle en la vida. Saludó con una inclinación de espalda ligera y preguntó por el chico en cuestión, recibiendo una respuesta negativa por parte de la mujer. Le explicó que se había ido a la universidad en la que había entrado para conocerla mejor.

Daichi resopló en cuanto se despidió de ella y la puerta evitó que le viera. Sabía que Suga mentía al decir que debía de ir a casa de su abuela pero esperaba que fuera verdad para que sus pensamientos no fueran verdad. Le estaba evitando, eso significaba que aún no se habían relajado las cosas entre ellos como había pensado. Se llevó ambas manos a los bolsillos para sacar su teléfono móvil y unos cascos que se colocó de camino hacía la esquina de aquella calle.

El ruido de un motor llamó su atención y se giró para ver que aparcaba delante del hogar que acababa de abandonar. Suga bajó del vehículo de color rojo, por lo que estuvo a punto de gritar su nombre. Le frenó el hecho de que otro chico salió del coche. Uno un poco parecido a él pero más alto.

—Si quieres divertirte de nuevo, llámame—le dijo con una sonrisa fanfarrona.

—Lo haré—aseguró el del pelo gris con un rubor en sus mejillas.

Daichi entendió la escena al instante. Por algún extraño motivo, una llama de ira se encendió en su interior.