La música del pub sonaba escandalosamente alta y yo, sin ni siquiera poder ver por dónde andaba, estaba muy perdido. Sentía las manos de mis hermanos arrastrarme por todo el recinto, y a veces también como paraban de andar y saludaban a más personas que yo tampoco podía reconocer. Se oían los gemidos de alguna pareja liándose en el baño, y también un hombre meando en un conducto de ventilación. El conjunto de berridos resultaba no muy hogareño.
Caminamos por diversas estancias, cada cual más abrumadora que la anterior, y el conjunto de colonias baratas y bebidas caras era nauseabundo.
Un empleado de la taquilla nos revisó y de arriba abajo antes de entrar en la supuesta "Sala privada", que no era más que la continuación del gentío anterior, pero con la puerta cerrada. Al fin, entre tanto barullo de alcohol, pervertidos que sonaban como metiéndose mano y una pareja contando varias poesías mal recitadas, pude distinguir el suave aroma de Sakura acercándose. Dos tacones pisaban con seguridad el suelo, tratando de no aparentar su ya muy obvio estado de embriaguez. Por mi nariz se coló el humo de un porro muy demasiado cargado y por detrás se avecinaba el tufo a queso de alguien que acababa de vomitar. Podía sentir la luz latiendo encima mía, y poco a poco mi corazón se fue acompasando a aquel rápido y holotrópico ritmo
—Buenas noches señores- dijo ella, con una voz alegre y nasal, mientras la escuchábamos beber alguna clase de licor extraño-, que bien que hayáis venido.
Que mal disimulaba estar pedo. Mi amor platónico e inocente de esta mañana se acababa de convertir en algo parecido a un alma en pena, algo muy propio de una discoteca.
Y aquello no hiciese más que sumarle puntos a su irresistibilidad y a su extraña fragancia, que para mí tapaba todos los demás olores. Realmente, aquella muchacha sabía guardar las formas cuando le convenía.
—Teníamos muchas ganas- contesto Temari, tal vez demasiado cortés. No tenía idea de cómo se había vestido ella, pero seguro que demasiado de etiqueta, contando que estábamos en un bar con gente potando por las esquinas y que el barman le acababa de pegar una hostia -que se había oído desde la otra punta de la sala- a un hombre porque le había tocado el culo a una chica en la que él se había fijado primero.
Noté como mi hermana era remolcada rápidamente hacia delante, y traté de no soltarme de ella mientras nos dirigíamos a la esquena más recóndita del lugar, hacia uno de los abaratijados sillones. De vez en cuando me chocaba con algún borracho o alguna que otra parejita, que me gritaban que mirase por donde iba, mientras que yo me disculpaba al vuelo.
Temari se dejó, con un sonoro choque, sobre el cojín y yo, al notar que no quedaba más espacio en este, me conformé con sentarme en la moqueta del suelo. Kankuro me imitó, y Sakura tomó asiento lo más delicadamente que pudo.
—Aquí estaremos a salvo de violadores y exs- bromeó, tratando de iniciar alguna conversación. No tenía idea de que las que por el día eran unas delicadas y pijas bailarinas, por la noche se convertían en las amas y señoras de los clubs privados. Sin embargo, ella era como diferente a todo aquello. Su voz, ya muy trastocada por el alcohol, me seguía pareciendo suculentamente atractiva y el aura que la rodeaba era como una pompa de jabón que la protegía de toda la inmundicia de aquel lugar.
De pronto y sin ningún aviso, Kankuro se levantó y salió corriendo, supuse que detrás de alguna muchacha, cosa que hizo que las dos chicas rieran, y que me fijase en que Temari se había hecho con el monopolio de la botella de vodka, que no paraba de beber y que estaba hablando de una forma cada vez más extraña.
—Bueno -dijo mi hermana al cabo de unos minutos, ya un poco pasada de rosca-, cuéntame ¿Qué coño te pasa con tus ligues?
Aquel "cuéntame" me excluyó completamente de la conversación, y acabé por sólo escuchar a Sakura carcajear y dar más tragos a su botella. Sentí cómo su postura se iba volviendo cada vez más y más melosa, y cómo los músculos de su cuerpo hacían una agradable musiquilla al relajarse.
—Con mis ligues bastante mal, la verdad -comentó, como si mi hermana fuese una amiga de toda la vida- aunque no son ellos los que me dan dolores de cabeza.
Temari bebió nuevamente y oí como se recostaba hacia atrás, visiblemente feliz. Hacía mucho que no salía de fiesta. Me sentí un poco culpable por ser tan lastre y habérselo impedido todo aquel tiempo.
—No me digas que es por ese subnormal -volvió a reír, aunque parecía que ya lo hacía sin motivo alguno-. El sasuko, sanuke ese...
—Hmmm, es posible -dubitó, muy de cachondeo-. Ya sabes lo que dicen, los capullos no regalan flores-.
Percibí como ponía la cabeza en el regazo de mi hermana, durmiendo la mona básicamente, y entonces Temari rompió en contacto con mi mano, completamente ida.
De pronto, cuando ya no tuve agarre alguno con ella, me sentí completamente patético en aquel lugar y, sobre todo, profundamente desprotegido, aunque poco a poco comenzase a adaptarme a él. El aroma de Sakura, mezclado con cientos y cientos de vasos de whisky, resultaba un tanto embriagador.
Agarré el vodka que mi hermana había dejado a medias, y me bebí lo que quedaba en él. El ardor aguardentoso me recorrió la garganta. Aunque ellas estuviesen acostumbradas, yo nunca había tomado nada tan fuerte. Un mareo muy agradable se fue apoderando de mí, y eché la cabeza sobre la pata del sillón mientras disfrutaba de aquella sensación.
Cuando volví a levantarla, sentí como si todo el cuerpo me pesase mucho, y tanteé los cojines en busca de las piernas de mi hermana. No noté nada y, desesperado, comencé a moverla por todo el sillón, hasta que localicé dos pies pequeños y fríos.
—Vaya vaya- bostezó Sakura, medio en broma- parece que estamos juguetón.
Rápidamente, solté su extremidad, y un calor sofocante y vergonzoso se extendió por mi cara. Me cubrí los ojos con las manos y volví a caer a mi pozo de la vergüenza. De pronto comprendí una grave verdad.
Mi hermana se había ido. Estábamos completamente solos.
Sakura levantó grácilmente su pié y me acarició con él un omóplato, haciendo círculos con el dedo gordo. Sentí como el cerebro se salía lentamente de mi cabeza y como mi aliento se volvía más denso y caliente.
—Así que, aparte de ciego, eres mudo.
Aquel comentario me podía haber parecido muy cruel en otras circunstancias, pero en por entonces sólo se me asemejaba una agradable carta de bienvenida.
—No- respondí, lo más secamente que pude- no soy mudo.
A ella pareció divertirle mi respuesta, y se acercó a mi colocando su rodilla a la altura de mi oído, pasando la parte más suave de sus muslos por toda mi mejilla. Mi aparato sanguíneo no tardó en empezar a funcionar y a enviar sangre a cada específica parte que ella tocaba con su piel.
Acercó su dedo índice al lóbulo de mi oreja y apretó el cartílago entre sus largas uñas, casi haciendo sangre. Reaccioné con un suave sonido gutural.
—De modo que sabes hablar -reflexionó, con voz ida y juguetona-. No te había oído en todo el día.
Pasó su pié derecho por encima de mi cabeza y colocó mi nuca en la parte que desocupaba del sillón, justo en medio de sus piernas. Atrajo su mano hacia mi pelo y bordeó la espiral que se formaba en el centro de mi cabello, despeinándolo hacia todos lados. Contraje mis pantorrillas y alcé mi pecho, tratando de que me entrase todo el oxigeno que me estaba comenzando a faltar. Mi estómago comenzó a hervir todo el vodka a fuego muy rápido y básicamente me quemaba todo, mientras ella descendía suavemente por mi frente. Tomé una fuerte bocanada de aire, casi instintivamente, y noté como ella se divertía con mi respuesta.
—¿Sabes? Eres muy mono -me informó, con una calma ya demasiado empalagosa. Separó una de sus manos de mí y encendió algo que olía como, y probablemente fuese, un cigarro mezclado con María-. Podría tirarme encima tuya y estar toda la noche acariciándote el pelo, y viendo como tratas de ventilarte de esa forma tan graciosa.
¿Ser mono es bueno? Cuando a una chica le atrae un chico, se suele decir que es "Hot", sensual, que "esta bueno" o cosas así, pero mono suena más como si fuese mi segunda hermana mayor ¿Y eso de estar toda la noche acariciándome el pelo? Ojalá fuese así, aunque después de mi patética forma de oxigenación, creo que lo más probable es que se ría de mí.
—Tienes mi permiso- le contesté, tratando de remendar mi antiguo error -.
Sakura simplemente volvió a reír, y, soltando el porro en un cenicero cercano, pasó ambas manos por mi cara, rodeando todo el busto y bajando hasta mi mandíbula, para dejar su rostro en paralelo al mío.
—Y, aunque tu actitud sea tan infantil -creo que eso no es bueno-, tienes una cara muy sexy -y eso me ha pillado desprevenido- y, la verdad es que, desde que te vi sentado en el suelo esta mañana, casi sin dejar que te tocase, tengo verdadera curiosidad por saber cómo son tus ojos.
Lo de la cara sexy fue como un flechazo directo al ego, que me aturdió e impidió que reaccionase acerca de lo de los ojos que, realmente, es algo bastante peliagudo. No es muy común que los ciegos se venden la vista.
Traté de bajar mi cabeza de entre sus brazos, huyendo de cualquier intento de descubrirme, pero ella la aprisionó con más fuerza todavía. Había algo intuitivo que me gritaba que huyera, que aquello no acabaría en nada bueno, y otro instinto todavía más fuerte que me apegaba a su delicioso olor, como una abeja hacia la miel.
Pasó sus finos dedos por la zona que separaba mi frente de mis orejas, acariciándola y engañando a todos mis sentidos. Los músculos, antes completamente rígidos y preparados para escapar, se habían relajado y ya no respondían a ninguna de mis súplicas. Agarró el nudo fino que sujetaba el lino detrás de mí, y lo deshizo rompiéndolo con sus afiladas uñas. Lo llevó hacia adelante y comenzó a desenrollarlo lentamente.
Aquella locura era social y médicamente -podía infectarse- incorrecta. Y, sin embargo, en vez de el pánico de hace segundos, ahora sentía un extraño morbo enfermizo, deseando conocer su expresión al ver la monstruosidad que se ocultaba detrás de aquella tela. Se acercó más a mí, hasta que mi nariz rozaba su frente con suavidad. Entonces, de un tirón, retiró la gasa restante.
—Es asqueroso- la oí murmurar.
Y, con la misma delicadeza con la que había acariciado mis pómulos, sus labios rozaron los míos, componiendo toda la melodía interna que anteriormente había silenciado.
Fue un beso rápido y casto, incluso menos de un segundo, como el empujón que le das por error a un desconocido por la calle. Tal vez hasta con un "Oh lo siento, me he caído, ha sido sin querer" habría resultado hasta más creíble. Pero para mí, aquel instante fue largo y profundo, rogando al tiempo para que se parase y a Sakura para que continuara, aunque, ciertamente, no lo hizo.
Se limitó a dejar caer la venda de nuevo sobre mis ojos, con la misma pasividad de antes.
Un gemido ronco salió de mi garganta, probablemente la acumulación de tensión de todo aquel rato.
—No me digas- casi afirmó, en el mismo tono de broma de todo el rato- que ha sido tu primer beso.
Y lo cierto es que sí. Que había sido mi primer beso. Que había sido delicioso y que aún tenía en mis labios el sabor del vodka, que se había impregnado de su boca a la mía y, aún más al fondo, el aroma que por fin logré reconocer.
Olía a cereza. De hecho, no sólo olía y sabía a cereza, sino a otra cosa más precisa. Desprendía olor a hembra.
Y puede sonar un poco basta la palabra, pero os juro que fue lo que sentí en aquel momento. Que ella era chica, y yo chico, y que aparte de chica era una chica que olía y sabía muy bien, y que su piel era extremadamente suave y que me acababa de besar.
Mis hormonas se marcaron un tango por mi estómago.
—¿No me vas a contestar? Vaya, ya que me había acostumbrado a tu voz, y vuelves a dejarme hablando sola.
—Si- fue lo único que logré articular.
Sentí que ella sonreía con prepotencia, y también cómo alejaba su rostro lentamente del mío, forzándome a seguirla para mantener la distancia y, cuando vio que ya no podía subir más, tomó una profunda calada de su porro, abrió mis mandíbulas lentamente y depositó en mi boca aquel humo tan denso y delicioso, sin ni si quiera rozar mis labios
—¿Ves a aquel chico de pelo negro? -dijo de repente, sin nada que viniese a cuento
—Ver lo que es ver... no puedo verlo- contesté, avergonzado-.
—Bueno, pues, por allí -me indicó, cogiendo mi mano y alzándola hacia mi derecha- hay alguien a quien yo odio mucho. Y creo que lo ha visto todo.
—¿Lo has hecho sólo para que él lo viese?
—Es posible- me informó, bastante serena-. Pero a ti tampoco parece haberte desagradado
Pues no, el beso no me había desagradado para nada, pero esto que me acababa de decir sí, y mucho.
—Cortó conmigo hace unos meses - me aclaró. Noté una nota de tristeza en su voz- y se ha tirado a medio casting desde entonces.
Otra ex celosa. Qué común. No me esperaba esto de ella.
—¿Y tú? -cuestioné, sin darme cuenta del descaro que estaba teniendo- ¿también te has tirado a medio ballet desde entonces?
—Ya veo por qué sueles mantener la boca cerrada- rió, con sorna- Porque cuando la abres no paras de cagarla -y cierto era- Pero lo cierto es que no, que llevo todo este tiempo a dos velas.
Vale, lo reconozco, la había fastidiado bastante. Pero al menos no parecía estar enfadada.
Y además, creo que me había formado una mala imagen de ella después de su beso.
¿Tan desesperado estoy, que cuando alguien me besa pienso que tiene que ser muy puta?
Y lo cierto es que ni siquiera me había besado porque le gustase, sino para que aquel chico se pusiese celoso. Aunque a mí tampoco me había venido tan mal
—¿Y... entonces -dije, con la lengua trabada- esto...?
—¿Que a qué ha venido?- completó ella- Supongo que porque me siento más cómoda contigo.
"Más cómoda"
Dejando las cosas claras desde el principio.
Ahora me dolía la cabeza del vodka, y cada vez me sentía peor. No sé si hubiera preferido que no me hubiese tocado.
Me puse lentamente en pie, apoyándome en la parte del sillón más alejada a ella, y comencé a andar tratando de no desviarme.
—¿A dónde vas?- me preguntó, todavía sin moverse del sillón.
—Temari -fue lo único que contesté. Noté como agarraba mi mazo derecha y tiraba de mi hacia otra dirección.
—Hace un rato que se fue con otro chico -me informó, mientras continuaba andando-. Te va a ser difícil buscarla con los ojos así.
Claro que me iba a ser difícil. Y es que no era aquella mi intención. Tan sólo estaba tratando de alejarme, antes de que fuera demasiado tarde.
—Puedo yo solo- murmuré, demasiado bajo y cortado como para aparentar que fuese verdad.
—¿Te doy miedo?- de pronto, dio una vuelta sobre sus pies y volvió a colocarse justo enfrente mía. Podía oler perfectamente el perfume que emanaba su respiración-.
Acercó su mano hacia mi cintura y, con poca delicadeza, coló su dedo índice por dentro de mi cinturón y tiró de él con fuerza, ejerciendo una rápida y deliciosa presión sobre toda mi cadera, hasta que oí la voz de mi hermana justo detrás mía.
—Creo que te estaba buscando- afirmó Sakura, de nuevo en una dolorosa tercera persona-.
—Oh, lo siento, se nos ha hecho tarde- dijo divertida, y también oí una risa masculina detrás de ella. Parece que no éramos los únicos que estábamos "pasándolo bien"-.
El chico que se encontraba con ella se despidió tan rápido como nos había saludado, y dándole un demasiado apasionado beso, se largó de la, si se le puede llamar así, conversación.
Mi hermana tiró de mí hacia la puerta, y yo corrí tras ella, deseando que aquella noche acabase. Y, antes de que desapareciese de su vista, y a espaldas de mi hermana, rozó por última vez mi boca con sus uñas esmaltadas, y, seguidamente, se esfumó del lugar.
Temari y yo nos dirigimos hacia el coche, y poco a poco, con el traqueteo y la velocidad, mis mente se fue apagando.
No sé cuando caí dormido, ni cuánto tiempo estuve, pero en mi cabeza sólo recordaba el cálido sabor de los labios de Sakura.