Muchas gracias a todos por los reviews que habéis dejado. Lamento no haber podido actualizar antes, pero este año ha sido... algo caótico. En fin, espero poder actualizar más este verano y espero que la historia os siga gustando. Sin embargo, antes del nuevo capítulo, hay algunos reviews en concreto que necesito responder, así que...

hilda12: Me alegro de que te guste la idea de Tom, porque es bastante probable que la implante en la historia. Sobre Draco, todo depende de eso. Si Harry y Tom se juntan, probablemente dejen atrás sus diferencias y formen una buena amistad. Sin embargo, Draco está en lado Oscuro y eso no cambiará.

SaoCa: Me temo que Harry no será el dominante en la relación. Soy una fan de Harry como submisivo e, incluso aunque siempre lo hago poderoso, me gusta que sea un chico inseguro y dulce en lo que respecta a sus relaciones. Además, es probable que Tom sea su pareja ya que no ha habido una fuerte oposición a la idea.

Erandy c: Gracias por tu apoyo a esta historia y, por supuesto, Tom recuperará el cuerpo que tenía de joven. No hay necesidad de traumatizar al pobre Harry juntandolo con cara de serpiente.

Tracy Cullen Malfoy: Todavía no estoy segura de lo que haré con Molly, aunque es una gran posibilidad que forme parte de los traidores más adelante. Lo que te puedo asegurar es que no seguirá formando parte de la vida de Harry por mucho tiempo. Al menos él ya no la considerará parte de su familia.

mar91: He leído un par de historias en las que Harry está en una relación con Susan Bones o Daphne Greengrass y, aunque me han gustado y llegué a plantearme la idea, no son de mis favoritas así que, si Harry no acaba con Tom, no tendrá ninguna pareja.

mariposa de cristal: Bueno, aquí está el nuevo capítulo, como prometí. Estoy trabajando en el resto de mis historias en español, pero no sé cuando podré actualizarlas. Espero que sea pronto y gracias por tu gran apoyo a estas historias.

lobita22: He de decir que me sorprendió tu review, es el más largo que me han escrito nunca y me hizo mucha ilusión. La verdad, casi no sé por dónde empezar para responderte, así que si olvido algo, no dudes en preguntarlo de nuevo. Por supuesto que se llevarán a Remus de compras, aunque aún no sé cuando. Sobre Tonks, bueno, creo que este capítulo ya lo responde. Dumbledore debería jugar un papel más importante en el siguiente capítulo, aunque aún no es seguro. Sin duda, no va a estar muy contento después de cierto que Arthur no ha tenido mucha importancia en la historia hasta ahora, pero estoy barajando un par de ideas y, por supuesto, Bill y Charlie tomarán parte en la historia. Siempre me han parecido dos magos muy independientes, con ideas propias. La idea de la hermana de Remus me pareció fantástica y creo haber leído un fic de ese tipo hace tiempo, pero me temo que incorporarla a la historia será imposible puesto que cambiaría mucho la idea que tengo. Además de que un personaje así sin duda recibiría bastante protagonismo y me gustaría centrar todo eso en Harry. Quizá deberías proponer un reto en fanfiction para que otros autores escriban una historia con esas características tan concretas. Muchas gracias por compartir tus ideas y espero que sigas disfrutando de esta historia.

Gracias de nuevo por vuestros reviews y espero que disfrutéis este nuevo capítulo.

Y ahora, de vuelta con Harry...

Capítulo 4

Los días pasaron rápidamente en una cómoda rutina. Por la mañana, Harry se levantaba a desayunar y luego seguía discutiendo leyes y costumbres del mundo mágico con Remus y Sirius, incluso algunas que no servirán de nada, mientras que los demás creían que Harry solo estaba aprendiendo sobre el Estatuto Internacional del Secreto y la Razonable Restricción de Magia Menor de Edad.

Después, bajaban a comer y Harry y Ron jugaban al ajedrez antes de que subiera para, supuestamente, seguir discutiendo los enfoques más probables de la vista. En realidad, Harry pasaba unas horas trabajando en el material de ese año y aprendiendo el contenido de los dos años pasados en Aritmancia con Remus y Runas Antiguas con Sirius. Había descubierto que le gustaban esas asignaturas y pensaba tomarlas como optativas después de dejar Adivinación.

También solía pasar un rato con los gemelos para idear nuevas bromas y Sirius lo había sacado a escondidas a ver a la madre de Tonks, que insistía en que la llamara tía Drómeda. Andrómeda le había enseñado cómo moverse y como usar Flu y Trasladores sin caerse.

Por las noches, Harry seguía escabulléndose a la habitación de Regulus y leía hasta que se quedaba dormido, a menudo acurrucado con Serán o Déstar. Sirius ya había recogido a Rhasto y Gardan, pero ellos pasaban todo el tiempo en el jardín.

Así, estando siempre ocupado, el tiempo se le pasó rápido y el día de la Vista llegó sin que se diera cuenta.

Harry lo había estado esperando con nerviosismo e impaciencia.

Se despertó en la habitación de Regulus y se puso las túnicas formales que Kreacher había preparado para él. Presionó cada anillo sobre la insignia y luego los ocultó mediante un glamour.

El elfo le había hablado de su tío Reg y ahora era mucho más amable, aunque solo con él.

Una vez vestido, bajo a la cocina, donde la mayoría de la casa ya se encontraba reunida. Al parecer, un delicioso e inusual olor a comida había hecho que todos se levantaran antes de lo normal. Molly y Sirius estaban discutiendo y nadie excepto Remus lo notó entrar, por lo que esperó a escuchar cuál era el problema.

—Si le pidieras permiso, Molly. Kreacher es el encargado de la cocina y no puedes acapararla sin pedirle permiso.

Ah, Sirius estaba haciendo de las suyas otra vez. Aliándose con el elfo antes que con la señora Weasley.

—Ese elfo no utiliza la cocina. Merlín sabe para qué está preparando esa comida. Ya has visto que no nos permite ni acercarnos y si no va a preparar el desayuno para nadie…—argumentaba la señora Weasley.

—La cocina sigue siendo de Kreacher y él decide quién la usa y quién no, Molly. —zanjó Sirius.

—Voy a hablar con Dumbledore sobre esto. Estoy segura de que coincidirá conmigo en…—amenazó la señora Weasley.

— ¿En qué, señora Weasley?—preguntó con frialdad haciendo que todos lo notaran. —Como Sirius ha dicho, la cocina es de Kreacher. Y Dumbledore no tiene nada que decir en esta casa.

—El desayuno está listo, amo Harrison. —intervino el elfo con una sonrisa satisfecha al oír a su amo defenderlo. Su relación sin duda había mejorado mucho en la última semana.

—Gracias, Kreacher.

— ¡Harry! ¡Tú no eres su amo! ¡No debes engañar al pobre elfo! ¡Ni darle órdenes! —chilló Hermione.

Harry permitió que un poco de magia se filtrara de su control, haciendo que un suave viento moviera sus túnicas. Sabía que transmitía una imagen imponente de esa forma, vestido con túnicas formales y la construcción natural de su cuerpo. Hasta entonces nadie había notado que Harry se veía más alto y menos delgado.

Su mirada fija acobardó a la bruja y el chico casi se rió de ella.

—Creo que tu inteligencia, Hermione, llega para notar que Harry no le ha ordenado nada a Kreacher. —dijo Remus. —Además de que es imposible engañar a un elfo sobre la identidad de su amo.

Harry le dio una mirada burlona a la chica y se sentó a la mesa.

—Nada de eso importa ahora. —interrumpió la señora Weasley. —Necesito usar la cocina para preparar el desayuno para todos. Harry, querido, no te comas eso. —se apresuró a intentar quitarle el plato la señora Weasley. —Merlín sabe lo que le habrá hecho.

Harry se metió el tenedor a la boca, desafiante, y se dio cuenta de que Kreacher era un gran cocinero.

—Esto está delicioso, Kreacher.

Los presentes lo miraron con sorpresa y Remus se rió un poco.

—Bueno, Molly, ¿vas a pedirle a Kreacher que te permita usar su cocina?

La señora Weasley lo hizo a regañadientes y el elfo mostró más elegancia que ella al aceptar dejársela tan solo para preparar el desayuno. Harry fue consciente de que Kreacher disfrutaría de hacer que la bruja le pidiera permiso cada vez que quisiera usarla.

La señora Weasley comenzó a cocinar, pero todo el mundo disparaba miradas nerviosas a Harry, que los ignoró y continuó disfrutando sus huevos revueltos.

—Harry, compañero, ¿qué…?

— ¿Te importa guardar silencio, Ron? Estoy un poco nervioso por la Vista y necesito concentrarme. —lo interrumpió Harry y notó que Hermione iba a regañarlo. —Y tú cierra la boca, Hermione, no tardarás mucho en saber que está pasando aquí.

Terminó su desayuno y habló un poco con Sirius y Remus en voz baja. Ambos le recordaron un par de consejos antes de que el flu se activara y una mujer lo atravesara con elegancia.

Al instante, las varitas de todos la apuntaban excepto la de Sirius, Remus y Harry, que la habían estado esperando, y la de Ron, que estaba demasiado ocupado comiendo.

La mujer se parecía mucho a su hermana, Bellatrix Lestrange, pero su rostro reflejaba una amabilidad que no creía que Bellatrix hubiera poseído jamás. A pesar de esa amabilidad, su porte era orgulloso.

—Bajad las varitas. —ordenó con voz fría.

—Buenos días, tía Drómeda. —saludó Harry acercándose a besarla en la mejilla.

—Buenos días, Harrison. ¿Estás listo para irnos?

— ¿Iros? ¿A dónde?—preguntó Charlie confundido.

—Al Ministerio, por supuesto. —respondió Sirius. — ¿Estás listo, Harry?

—Dadme solo un segundo, por favor.

Harry se levantó para recoger su capa cuando la señora Weasley volvió intervenir comenzando a irritarlo.

—Arthur va a acompañar a Harry al Ministerio, no usted. Albus ha dado estrictas instrucciones de…

—Las instrucciones que Dumbledore haya dado tienen la misma importancia en esta casa que si las hubiera dado un mortífago. —replicó Harry para escándalo de la mayoría. —Él no tiene nada que decir en lo que respecta a mi vida. Y ahora, si no le importa, tengo prisa.

Cogió su capa, que Kreacher le había traído, y se la puso. Se acercó a Sirius y Remus y les dio un abrazo.

—Buena suerte, Cachorro.

—No olvides todo lo que has aprendido y no te pongas nervioso. —instruyó Sirius mientras lo abrazaba con fuerza. —Amelia Bones es una mujer justa.

Harry asintió y se acercó a la chimenea con un puñado de polvos flu.

—Ah, Remus. —recordó girándose hacia el hombre. — ¿Podríais explicarles un poco las cosas a los presentes antes de echarlos de esta casa? No me apetece tener que explicarles yo mismo porque algunos de ellos no deberían volver a acercarse a mí. Especialmente Ron y Hermione.

Eso terminó de sumir la habitación en el caos, lo cual los gemelos aprovecharon para lanzarle a Hermione el hechizo que Harry les había enseñado.

Harry ignoró todo y se acercó a la chimenea para activar el flu y viajar a casa de Andrómeda, seguido por ella. Allí cogieron un traslador al Atrio del Ministerio de Magia para impedir que pudieran seguir su rastro hasta Grimmauld Place, además de limpiar los restos de hollín de sus túnicas.

Cuando llegaron al Atrio, este estaba lleno de magos y brujas que iban de un lado a otro. También vio una enorme fuente con estatuas de oro que de lejos parecía bonita, pero al acercarse le pareció grotesca y de mal gusto. No entendía como los magos soportaban ver eso cada día.

Se veían un mago y una bruja con rostros llenos de superioridad y vanidad, así como un goblin y un centauro mirándolos con adoración y estupidez. Lo más parecido a la realidad era la posición de servidumbre del elfo doméstico e incluso eso estaba exagerado.

—Es la fuente de los Hermanos Mágicos. —explicó Andrómeda con disgusto en su voz.

Harry pensó que, si todo salía como pensaba, vaciaría su cartera en la fuente como donación a San Mungo.

En silencio, siguió a Andrómeda sin dejar de notar que los magos se apartaban en el momento que la veían.

En el mostrador de recepción comprobaron sus varitas antes de dejarlos pasar y ambos subieron a un ascensor. Todos los que estaban allí se alejaron de ellos en cuanto entraron y escucharon una monótona voz de mujer anunciar cada planta.

—Queda una hora antes de tu vista. Vamos a ver a mi hija, así no tendremos que esperar solos.

Cuando fueron a bajar del ascensor, todos se apartaron para dejarles pasar y Harry notó un par de miradas curiosas dirigidas a él. Un par de aviones de papel, que Andrómeda le había explicado que se usaban para enviar mensajes entre departamentos, se bajaron con ellos.

El Departamento de Aurores no tenía mucho movimiento, habiendo pasado ya el cambio de turno. Tonks estaba sentada en un cubículo cerca de una esquina, rellenando unos papeles y con su pelo del color rosa habitual.

—Buenos días, Nymphadora. —saludó Andrómeda.

— ¡Mamá, no me llames así!—siseó la auror antes de notar a Harry y sonreírle. —Buenos días, Harry.

Harry ya había sido advertido de no saludar a nadie de la Orden que no conociera antes de ese verano, pero su padre había coincidido en que sería raro hacer lo mismo con Tonks teniendo en cuenta que iba acompañado por su madre.

—Buenos días, señorita Tonks. —devolvió el saludo besando su mano con cortesía.

—Harry, te he varias veces que me llames Tonks. —le siguió el juego la joven. — ¿Qué estáis haciendo aquí, madre?

—Aún queda una hora hasta la Vista y pensé que a Harrison le gustaría conocer tu Departamento. —respondió Andrómeda.

—Oh, bueno, ahora mismo no hay mucho movimiento, como podéis ver. Tengo que rellenar un montón de papeles. —suspiró consciente de que muchos aurores seguían la conversación. —Últimamente no hay tanto trabajo de campo

—Estoy seguro de que pronto lo habrá. —comentó Harry misteriosamente haciendo que las mujeres le dirigieran miradas calculadoras.

Pero ninguna de las dos pudo decir nada porque justo en ese momento un avión de papel aterrizó sobre la mesa de Tonks de parte de Kingsley.

Disimuladamente, mientras le daba un abrazo de despedida, Tonks metió el papel en el bolsillo de Andrómeda antes de girarse hacia Harry.

—Espero que nos veamos de nuevo pronto, señor Potter. —murmuró con un guiño la metamorfomaga.

—Si mi padre tiene algo que decir, no pasará mucho tiempo, señorita Tonks. —respondió devolviéndole el guiño y desconcertando definitivamente a todos los demás aurores.

Tonks rió un poco y Andrómeda y él se marcharon hacia el ascensor. Andrómeda sacó el papel de su bolsillo y su rostro se llenó de furia.

— ¿Cómo se atreven? —siseó con frialdad. —Debemos darnos prisa, Harrison. Han cambiado la hora y el lugar de la Vista. Empezó hace cinco minutos en las antiguas salas de audiencia.

Ambos se apresuraron a subir al ascensor. A Harry no le sorprendía el cambio, aunque lo enojara. Sirius ya le había advertido de que Fudge trataría de ridiculizarlo ante el Wizengamot.

Bajaron en la planta del Departamento de Misterios. Al menos luego no tendría que bajar allí de nuevo.

Siguieron caminando hasta llegar a la sala de audiencias y Andrómeda se detuvo en la puerta.

—Buena suerte, Harry. Estaré esperándote cuando acabe la Vista.

El chico asintió, tragó saliva una vez más y entró en la sala con el rostro serio. Allí se encontraba todo el Wizengamot, sentado cada uno en su asiento familiar, así como el ministro y algunos funcionarios más. En cuanto entró, todos dejaron de hablar para mirarlo.

—Llegas tarde. —ladró Fudge.

—No fui notificado del cambio de hora y lugar hasta hace un momento. Pero estoy seguro de que ha sido un simple error y de que la lechuza que el ministerio envió con cuarenta y ocho horas de antelación indicando el cambio de hora y lugar de la Vista, como exige la ley, se perdió. —respondió con calma sentándose en la silla del acusado donde las cadenas tintinearon, aunque por suerte para Fudge no lo ataron. —Si no fuera el caso, haría responsable al ministro ya que es el quien llamó a esta Vista y quien debió enviar el aviso sobre el cambio. Es una suerte que yo ya estuviera en el Ministerio. Quizá deberíamos revisar el registro de salida de esa lechuza…

—Muy bien, ya hemos oído suficientes tonterías. —lo cortó Fudge con aspecto agrio.

Harry quiso sonreír al ver la mueca en el rostro del ministro. Las cosas indudablemente no habían empezado como el ministro había esperado.

—Comencemos. Vista disciplinaria ante el Wizengamot por el delito contra el Decreto para la moderada limitación de la magia en menores de edad y contra el Estatuto Internacional del Secreto. Preside la sesión el ministro de magia Cornelius Oswald Fudge. Interrogadores: Cornelius Fudge; Amelia Susan Bones, jefa del Departamento de Ley y Seguridad Mágica; subsecretaria del ministro: Dolores Umbridge. Escriba del tribunal: Percival Ignatius Weasley…

—Testigo de la Defensa: Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore.

Harry giró la cabeza como todos los demás y observó con disgusto cómo su director entraba en la sala con el habitual brillo en sus ojos. La aparición del viejo iba a complicar las cosas, pero no iba a dejar que interfiriera con sus planes.

—No tengo ninguna necesidad de su ayuda, Señor Dumbledore. —anunció para regocijo de Dumbledore. —En realidad le agradecería si no interfiriera como es tan habitual en usted.

Esa última frase provocó un revuelo entre los miembros del Wizengamot, aunque varios parecían satisfechos con que se hubiera opuesto al director.

—Harry, muchacho… —comenzó con preocupación.

—Creo que el acusado ha dejado claro que su ayuda no es bien recibida, Dumbledore. —lo cortó Fudge casi relamiéndose de placer.

—Puede ocupar su asiento en el Wizengamot o abandonar la sala, señor Dumbledore. —indicó Amelia Bones educadamente.

Resignado, el director ocupó su asiento y miró a Harry con profunda preocupación, aunque él sabía que era fingida en su mayor parte. Una vez libre de los métodos del hombre, Harry volvió a mirar al ministro.

—Acusado: Harry James Potter.

— ¿Es usted Harry James Potter, residente del número cuatro de Privet Drive, Little Whinging, Surrey? —preguntó Amelia Bones.

—No.

— ¿No? ¿Qué significa eso, muchacho? ¿Qué quieres decir con…? —protestó Fudge acallando los murmullos en la sala.

—Que mi nombre no es el que han dicho. —respondió con simplicidad.

— ¿Y cuál es entonces? —se burló el ministro.

—Mi nombre es Harrison James Black-Potter. —respondió sin dejar de mirar a Dumbledore.

Al instante, el rostro del anciano mago se contorsionó de furia. Fue solo un momento, antes de que pudiera controlarlo y poner una cara inexpresiva, pero Harry pudo verlo. Si hubiera podido albergar alguna duda sobre él, su reacción la disipó.

— ¡No seas mentiroso! ¡Tú no eres un Black, muchacho! —gritó Fudge por encima del ruido.

—El Ministerio debería ser más cuidadoso con los archivos que valida, ministro. —respondió con frialdad. —Si se fijara en el acta de nacimiento de Harry James Potter, se daría cuenta de que una de las firmas de mis padres no es válida y que el acta de nacimiento de Harrison James Black, que se encuentra clasificado como confidencial, sí lo es. Ese mismo archivo cambió el nombre a Black-Potter en el momento en que mi padre, James Potter, me adoptó sanguíneamente.

—Un cuento muy bonito, señor Potter, pero no hay pruebas que demuestren que...

Antes de que el ministro pudiera terminar, Harry levantó la mano, mostrando claramente el anillo de Heredero Black. Los miembros del Wizengamot se quedaron sin aliento.

—Ajá, así que has robado un anillo familiar. Eso es un delito castigado con…

—Los anillos de una familia no pueden ser robados. —replicó la señora Bones mirando al hombre con disgusto. —La única explicación posible para que lleve ese anillo y no esté muerto es, de hecho, que sea un Black.

—Gracias, Señora Bones. Como puede ver, ministro, no estoy mintiendo.

—Muy bien. —gruñó el hombre frustrado. —Continuemos con esto.

—Señor Black-Potter, se le acusa del uso de magia durante el verano siendo menor de edad y en presencia de un muggle.

— ¿Usó el encantamiento patronus este verano? —preguntó el ministro.

—Sí.

— ¿A sabiendas de que era ilegal?

—Sí.

— ¿Sabiendo que se encontraba en presencia de un muggle?

—Sí.

— ¿Después de haber recibido un aviso por el uso de magia siendo menor de edad hace dos años?

—Sí.

— ¿Y a pesar de esto realizó el encantamiento patronus este verano?

—Sí.

— ¿Un patronus corpóreo? —interrumpió la Señora Bones. — ¿Realizaste un patronus corpóreo?

—Así es, señora. Mi patronus toma la forma de un ciervo desde que me encontraba en tercer año.

—Eso es una gran hazaña.

—Eso ahora no tiene ninguna relevancia. —gruñó Fudge. —Procederemos a votar si el acusado…

—Disculpe, ministro. No me ha preguntado en qué circunstancias usé el encantamiento patronus…

—No veo que importancia…

—Su importancia reside en que la ley estipula que, en caso de peligro, un menor de edad puede hacer uso de su magia.

— ¿Y en qué circunstancias, si puede saberse, habría de utilizar usted un encantamiento patronus?

—Dementores.

— ¿Dementores? ¿En Little Whinging?

—Yo me pregunté lo mismo, Señora Bones. La única conclusión a la que pude llegar es que alguien los hubiera enviado.

— ¡Eso son patrañas! ¡Los dementores están bajo el completo control del ministerio!

—Lo que hace que me pregunte que hacían dos dementores a miles de kilómetros de Azkabán en una zona muggle si se encuentran bajo el completo control del ministerio. —la insinuación de que alguien del ministerio los hubiera enviado no pasó desapercibida para nadie y el ministro comenzó a ponerse rojo de furia.

Una mujer junto al ministro se inclinó hacia delante y Harry no pudo evitar notar el gran parecido que tenía con un sapo.

—La presidencia reconoce a Dolores Umbridge.

—Disculpe si me equivoco, señor Potter, pero tengo la impresión de que ha insinuado que el ministerio haya enviado esos dementores a por usted.

—Bueno, señora Umbridge, si el ministerio está en pleno control sobre esas criaturas, al menos tendría que plantearme esa posibilidad. Aunque también cabe la posibilidad de que estuvieran siguiendo órdenes de una tercera persona…

— ¡Ya basta de tonterías! ¡El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado no ha vuelto y…!

—Ese asunto es para discutirlo en otro momento, ministro. Yo no he dicho nada sobre Voldemort. Ahora, si no le importa, quizá deberíamos continuar con el asunto por el que me ha hecho venir. —dijo ridiculizando al ministro y ganándose algunas risas del Wizengamot.

—Señor Potter, es el ministro quien decide si…

—Es Black-Potter, señora Umbridge, le agradecería que usara mi nombre correctamente. Y el ministro no decide nada desde que solicito una reunión del Wizengamot completo para tratar un simple caso de magia de un menor de edad.

—Señor Black-Potter, —dijo la señora Bones con severidad, aunque parecía a puno de sonreír. — ¿por qué no presenta al Wizengamot su defensa?

—Por supuesto, señora Bones. Este verano hice uso del encantamiento patronus para librarme de dos dementores que trataban de darnos el Beso a mi primo y a mí. Si no me equivoco, el Decreto sobre la Razonable Restricción de la Magia estipula que, en caso de peligro para la vida, el uso de la magia por parte de los menores de edad está justificado. También se ha mencionado el Estatuto Internacional del Secreto, pero puesto que el muggle era mi primo materno Dudley Dursley, quien ya conocía la existencia del mundo mágico, ninguna ley ha sido realmente violada. Estoy dispuesto a realizar un juramento mágico, de ser necesario. También me gustaría que el cargo de mi segundo año sea retirado ya que fue en realidad un elfo doméstico quien realizó la magia que el ministerio detectó.

Al notar que el ministro se disponía a protestar, la señora Bones se apresuró a continuar.

— ¿Conoce los riesgos de realizar un juramento mágico?

—Sí.

—Muy bien, entonces proceda. Y sea lo más concreto posible.

—Yo, Harry James Black-Potter, juro por mi magia haber utilizado el encantamiento patronus este verano solo para proteger mi vida y la de mi primo, Dudley Dursley, y no haber utilizado magia durante el verano posterior a mi primer curso en Hogwarts. Así sea.

Después, Harry realizó un sencillo hechizo 'lumos' para demostrar que no había perdido su magia y la sala se sumió en el caos. No se le escapó que Dumbledore seguía tratando de mantener el semblante inexpresivo.

— ¡Silencio! —ordenó la señora Bones con un hechizo 'sonorus'. —Vamos a proceder a votar. Aquellos a favor de un veredicto de culpabilidad lancen chispas rojas. A favor de no culpable, chispas verdes.

Harry respiró hondo y se dispuso a contar, pero no fue necesario. Solo Fudge y Umbridge habían votado en su contra. Suspiró en silencio y se permitió una breve sonrisa.

—El acusado queda libre de todos los cargos y el primer aviso será borrado de su expediente. —declaró Fudge a regañadientes.

—Si se me permite, me gustaría preguntarle algo a la jefa del Departamento de Ley y Seguridad Mágica.

—Adelante, señor Black-Potter. —indicó la señora Bones.

—Todos los miembros de las Más Antiguas y Nobles Casas tienen derecho a ser oídos y aun juicio por sus crímenes.

—Así es.

—E ignorar el derecho a un juicio de uno de estor miembros es ilegal sin importar los crímenes supuestamente cometidos por él.

—Exactamente. ¿A dónde quiere llegar, señor Black-Potter?—preguntó la señora Bones confundida.

Pero Harry pudo ver que el director Dumbledore abría los ojos con comprensión y quizá un destello de miedo.

—Lo que quiero saber es por qué esto no se cumplió durante la primera guerra cuando se envió a Azkabán sin un juicio al actual Señor de la Más Antigua y Noble Casa de Back, Sirius Orión Black.

Tras su afirmación la sala entera volvió a sumirse en el caos. Ninguna de las anteriores declaraciones había causado tal revuelo. Todo el Wizengamot estaba indignado.

No importaba si Sirius era inocente o no, lo que les molestaba era que se hubiera ignorado una de las antiguas leyes. Si había ocurrido una vez, ¿qué impediría que se repitiera?

— ¡Sirius Black es un asesino! ¡Había suficientes pruebas para enviarlo a Azkabán!

— ¡Silencio!—volvió a acallar la sala la señora Bones.

—Solicito una revisión inmediata del caso contra el Señor Black, para el cual poseo nuevas pruebas que respaldan su inocencia.

—Señor Potter, usted no es un miembro de este órgano del gobierno y no puede pedir nada. —exclamó Umbridge con voz empalagosamente suave.

Los miembros del Wizengamot sentados tras ella la miraron con disgusto y repugnancia. Algunos otros se rieron y ella lo miró con satisfacción, pero Harry tuvo la impresión de que se reían de ella.

—Para empezar, le repito que no es Potter sino Black-Potter. —remarcó. —Y, por supuesto, supongo que no puede ser culpada por su ignorancia. —las risas aumentaron y la cara de la mujer adoptó una mueca amarga. —Mientras que usted solo está sentada aquí por su puesto en el ministerio, yo tengo derecho a ocupar varios asientos familiares. Por tanto, yo sí soy miembro de este órgano del gobierno.

Los pocos miembros del Wizengamot que no se habían dado cuenta lo miraron boquiabiertos y, el resto, divertidos por su forma de poner en su lugar a la mujer sin dejar de ser perfectamente educado. Umbridge y Fudge lo miraban como si los hubiera golpeado.

—Aurores, —llamó la señora Bones a unos hombres al fondo de la sala. —vayan a traer el expediente de Sirius Black, las pruebas contra él y al auror sénior retirado Alastor Moody.

—Amelia, no puedes estar…—trató de detenerla Fudge.

—También se debería retirar la Orden de Beso en Vista. Al no haber recibido un juicio, se consideraría un asesinato y estoy dispuesto a responsabilizar al ministerio por ello. —recordó Harry con seriedad.

—Por supuesto, Señor Black-Potter.

—Amelia, no puedes hablar en serio. Sirius Black es un asesino…

—La Vista ha finalizado. —anunció la señora Bones ignorando completamente al ministro. —Funcionarios del ministerio, ocupen los asientos de invitados. Usted también ministro Fudge. Señor Black-Potter, por favor, ocupe su asiento. Se convoca una reunión urgente del Wizengamot.

Los Señores y Señoras ocuparon de nuevo sus asientos y Harry se sentó en el asiento de la familia Potter.

—Propongo que la Señora Bones dirija esta sesión, habiendo sido quien la ha convocado.

—La Casa de Longbottom secunda la moción. —declaró la que debía de ser la Regente Longbottom, la abuela de Neville, poniéndose en pie.

Como nadie se opuso, continuaron así. Dos aurores volvieron a entrar y entregaron a la Señora Bones la evidencia que había pedido mientras Moody ocupaba su asiento de invitado. La Señora Bones comprobó que, efectivamente, Sirius Black no había recibido un juicio.

—Los cargos contra Sirius Black son traición al Señor James Potter, la Señora Lily Potter y su Heredero Harry Potter al entregar su ubicación a Lord Voldemort, el asesinato de doce magos y el asesinato del mago Peter Pettigrew. Las pruebas presentadas fueron el testimonio de Albus Dumbledore de que Black era el guardián secreto de los Potter, el testimonio de unos muggles de haberlo visto matar a otros doce muggles y Peter Pettigrew y el hecho de que él fue el único que sobrevivió. —leyó Amelia con disgusto. —Esas no son pruebas suficientes para enviar a un Señor a Azkabán, menos aún sin un juicio.

—Black es un asesino sin escrúpulos, Amelia. Todos lo vieron matar a Pettigrew.

—De todas formas no son pruebas suficientes. ¿Alguien comprobó si llevaba la marca tenebrosa? ¿Se comprobó su varita con el Priori Incantatum? —preguntó Amelia. —Señor Moody, usted capturó a Black. ¿Qué notó?

—Señora Bones, Black no tenía la marca tenebrosa, yo mismo lo comprobé. No tardamos en encontrarlo, su rastro era muy evidente. Eso me pareció muy irregular porque yo mismo lo entrené junto con James Potter y sé que, si Black no hubiera querido ser encontrado, no lo habríamos hecho.

— ¿Comprobó su varita?

—Sí, sus últimos hechizos fueron… —Ojoloco miró a Harry. —fueron un encantamiento de curación usado en niños y un hechizo 'protego'.

Harry esta vez se sorprendió y no pudo contener una sonrisa de cariño al pensar en su padre.

—Muy bien. —murmuró la Señora Bones mirando también a Harry de reojo. — ¿Hay alguna otra prueba sobre el caso?

—No, los muggles fueron obliviados.

—Yo quisiera presentar varias, Señora Bones. —indicó Harry alzándose de su asiento.

—Adelante, Señor Black-Potter.

Harry sacó dos pergaminos de su túnica y se los entregó a la Señora Bones, que los duplicó y repartió las copias. Los documentos llevaban el sello de autenticidad de Gringotts demostrando su veracidad.

—Estos son los testamentos de James y Lily Potter, —arriesgó una mirada al rostro blanco y asustado de Dumbledore y no quedó decepcionado ante lo que vio. —ilegalmente sellados por el Señor Dumbledore la noche de sus muertes. Dice claramente que Sirius Black no era el guardián secreto, sino Peter Pettigrew.

Los testamentos también explicaban que Harry era hijo de Sirius y adjuntaban una lista de personas que podrían obtener su custodia en caso de que los tres fallecieran entre los cuales se encontraban su padrino, su madrina, Amelia Bones, Minerva McGonagall, Filius Flitwick y varios más. Su custodia no se le daría a Dumbledore y, bajo ninguna circunstancia, a los Dursley.

Harry vio que Amelia Bones y muchos otros parecían sorprendidos, pero también enfurecidos de que se hubiera ignorado la última voluntad de un Señor y Señora. Dumbledore tuvo que tragar saliva ante algunas de las miradas que recibió.

—Discutiremos su comportamiento en la próxima sesión, Señor Dumbledore. —dijo la Señora Bones con voz dura. —Esto demuestra que no traicionó a los Potter, pero no que no matara a trece personas.

—Ahora me gustaría presentar un recuerdo de mi propio encuentro con Sirius Black.

Harry entregó el recuerdo e hizo un juramento en su magia de que no había sido manipulado. Cuando todos hubieron visto el recuerdo, la mayoría parecían aturdidos por las revelaciones.

—Someteremos a votación la inocencia de Sirius Orión Black. Quienes estén a favor de…

— ¡Amelia! ¡No puedes hacer esto! Black es un asesino…

—Acabamos de ver la prueba de su inocencia, ministro Fudge. Será el Wizengamot quien decidirá si Black es o no un asesino y, si continúa oponiéndose, tendré que pedirle que abandone esta sala.

—No puedes hacer eso, Amelia, querida. El ministro Fudge…

—El ministro Fudge no es un miembro del Wizengamot por mucho que esté presente y pueda participar en sus reuniones así que sí puedo hacer eso, subsecretaria Umbridge. Y es Señora Bones para usted. —la interrumpió con frialdad. —Miembros del Wizengamot, procederemos a someter a votación la inocencia de Sirius Orión Black. Quienes se encuentren a favor de un veredicto de culpabilidad, lancen chispas rojas. A favor de no culpable, chispas verdes.

Algunas chispas rojas brillaron en la sala y Harry memorizó los rostros de estos. Eran un par de familias de la Luz demasiado leales a Dumbledore para admitir que el hombre pudiera equivocarse y un mago de la facción Oscura demasiado imbécil para darse cuenta de que si enfrentarse a un Black era casi un suicidio político, ya no digamos enfrentarse a dos.

El resto del Wizengamot había lanzado chispas verdes, incluso Dumbledore, habiendo intuido lo que el mago oscuro no. Ni siquiera los mortífagos se habían opuesto, sabiendo que eso los delataría.

Dumbledore, Harry notó, había estado inusualmente silencioso durante toda la reunión. El anciano no había esperado perder el control de esa manera y sabía que lo mejor era cerrar la boca hasta tener una idea de a qué se enfrentaba.

—El veredicto es de inocente. —declaró la Señora Bones. El Señor Black recibirá una compensación de 100.000 galeones por cada año pasado en Azkabán. También tendrá que pagar una multa de 20.000 galeones por el delito de ser un animago no registrado y registrarse lo antes posible.

La mujer empezó a firmar los papeles ante la atenta mirada de todos.

Harry miró la cara de Dumbledore y supo que era algo que no olvidaría nunca. La cara de Fudge y ese sapo de Umbridge tampoco se quedaban atrás.

— ¿Hay algún otro tema que deseen tratar? —consultó Amelia al terminar.

Harry se planteó mostrar su recuerdo de la tercera tarea, pero eso podría hacerlo en otro momento. Voldemort permanecía inactivo y sería mejor que afianzara su base de poder político antes de confirmar su regreso. Además, hacerlo ahora ayudaría a Dumbledore a librarse de los cargos en su contra.

También se moría de ganas por sorprender a Sirius con su nueva libertad.

—Bien, ya que no hay más temas que tratar… el Wizengamot se reunirá de nuevo dentro de una semana. —anunció la Señora Bones dando por terminada la sesión.

Harry se levantó de su asiento y se apresuró a descender, rogando porque algún otro mago quisiera hablar con el viejo y lo entretuviera un poco.

La señora Bones lo detuvo unos segundos para transmitirle sus disculpas por el trato que habían recibido él y su padre y recordarle que Sirius debía pasarse por el Ministerio lo antes posible para recibir su custodia, pero debió de notar que tenía algo de prisa y que trataba de evitar a Dumbledore porque no tardó en despedirse e ir a hablar con el viejo tras guiñarle un ojos discretamente.

Harry agradeció mentalmente a la mujer y caminó hasta la salida con la elegancia que Andrómeda le había enseñado.

Allí estaba la persona a la que buscaba: el director del Departamento de Misterios.

— ¿Quería hablar conmigo, Señor Black-Potter?

Harry no se preguntó cómo lo sabía. Sirius y Remus ya le habían advertido sobre el extraño comportamiento de los Inefables.

—Sí, director Gizem. Mi padre me comunicó que su Departamento guarda algo con mi nombre que me gustaría recoger.

El hombre lo miró con seriedad.

— ¿Está seguro de que lo quiere?

Harry asintió y lo siguió. El anciano lo condujo hacia un pasillo frente al que había pasado antes con Andrómeda y en cuyo final una puerta era visible.

Harry se preguntó dónde estaba Andrómeda por un momento, antes de ver a Malfoy hablando con el ministro en mitad de su camino.

El director los rodeó y Harry lo estaba imitando cuando el señor Malfoy lo detuvo.

—Señor Potter…

—Black, Black-Potter en realidad. —lo corrigió con soltura.

—Sí, Cornelius acaba de informarme de tu… parentesco. —murmuró el hombre arrastrando las palabras con desprecio.

El director Gizem y el ministro lo miraron esperando una reacción de su parte y Harry sonrió.

—Cierto, olvidaba que no es funcionario del ministerio y su familia tampoco es lo bastante antigua para formar parte del Wizengamot. —replicó con elegancia y con la misma sonrisa serena. — ¿Qué le trae al Ministerio, señor Malfoy?

—Eso no es asunto tuyo. —respondió el rubio con frialdad.

—Deberíamos continuar hablando en mi despacho. —murmuró el ministro mirando al chico con los ojos entrecerrados.

—Eso sería lo mejor, ministro. Esta zona está restringida. —le recordó educadamente el Inefable.

—No veo motivo entonces para que el "Señor Black-Potter" esté aquí. —dijo Malfoy.

—Hay dos motivos, —lo corrigió pensando en la Vista y lo que fuera que el Departamento de Misterios escondiera. —que son dos más de los que tiene usted para estar aquí, señor Malfoy.

El hombre lo miró con rabia unos instantes antes de volver a colocarse una máscara de frialdad.

—Los motivos del señor Malfoy para estar aquí no son de su incumbencia. —indicó el ministro.

—Cierto, igual que mis motivos para estar aquí no son de la incumbencia de ninguno de ustedes dos. —contraatacó mirándolos con indiferencia. —Así que, si nos disculpan, tenemos asuntos importantes que atender.

Se dio la vuelta y cruzó la puerta del Departamento de Misterios tras Gizem, ignorando totalmente a los otros dos.

Se detuvieron en una habitación redonda llena de puertas y Harry siguió a Gizem cuando caminó con confianza hacia una de ellas.

Pensándolo bien, no era nada difícil averiguar lo que Malfoy intentaba. Era seguro que trataba de colarse en el Departamento de Misterios para conseguir lo mismo que él venía a buscar.

Al cruzar la puerta se asombró al ver una enorme sala llena de fila tras fila de estanterías con montones de bolas llenas de niebla blanca. ¿Qué eran aquellas cosas?

—Bienvenido a la Sala de las Profecías.

¿Profecías? ¿Era eso por lo que sus padres habían muerto? ¿Era eso lo que Voldemort buscaba y Dumbledore ocultaba? ¿Una profecía que hablaba sobre ambos?

—Por tu cara de sorpresa no sabías lo que era, ¿verdad? —preguntó el director caminando entre las estanterías.

—No, mi padre está bajo un juramento inquebrantable. No podía decirme qué es, pero sí como conseguirlo. —se excusó encogiéndose de hombros.

— ¿Aún lo quiere? Las profecías son posibilidades, señor Black-Potter. Podría no llegar a cumplirse nunca, pero si la oye, lo más probable es que las cosas ocurran de forma que todo encaje con la profecía.

—No se trata de que quiera o no saber lo que dice, director Gizem. Voldemort y Dumbledore creen en ella y harán lo que sea necesario para que todo encaje. No quiero conocer la profecía para cumplirla, solo para saber a lo que me enfrento.

El Inefable lo miro con ojos penetrantes y sin parpadear, de un modo que le recordó mucho a Ollivander.

—Supongo que es un buen motivo.

— ¿No va a decirme que estoy loco por creer que Voldemort esté de vuelta? —consultó.

—Las señales están ahí, para aquellos que sepan verlas.

Harry lo miró con curiosidad, pero guardó silencio. Era bueno saber que no era solo la gente de Dumbledore la que le creía.

Caminaron un poco más en silencio y, finalmente, se detuvieron junto a una estantería.

—Puesto que habla del Señor Oscuro y usted, ustedes dos son los únicos que pueden cogerla. —explicó el Inefable indicándole que cogiera una de las bolas.

Harry lo hizo y la observó unos segundos antes de guardarla en un bolsillo interior de su túnica. Harry volvió a seguir al hombre y miró alrededor con confusión al notar que iban por un camino diferente.

—Supongo que no le gustaría volver a encontrarse con el señor Malfoy. —dijo el director Gizem con una leve sonrisa.

Harry asintió, agradecido. Probablemente el mortífago sospechaba lo que había ido a buscar y, si Voldemort tenía realmente tantas ganas de conseguirlo, Malfoy no dudaría en hacer lo posible por arrebatarle el orbe.

Llegaron de nuevo al Atrio y se sorprendió. Al parecer los Inefables tenían pasadizos secretos que los demás magos no veían. Debían de resultar muy útiles.

—Muchas gracias por su ayuda, director Gizem.

—No tiene que dármelas, señor Black-Potter. Espero que le sea de utilidad. —respondió el Inefable antes de desaparecer.

Harry se quedó unos segundos más mirando el lugar por el que había desaparecido, pensando que debía de tener un hechizo para que la gente no lo notara, y se giró hacia la multitud.

Algo más lejos el ministro estaba rodeado de periodistas y, por su bien, era mejor que estuviera anunciando la inocencia de su padre.

Agradecido de que estuvieran demasiado distraídos para verlo a él, observó el lugar hasta que localizó a Andrómeda junto a la fuente de los Hermanos Mágicos.

Caminó con confianza hasta ella y sonrió ante su cara de alivio.

—Harrison, ¿qué ha pasado? He visto a Fudge con la prensa, pero no te veía por ningún sitio.

—Todo ha ido bien, tía Drómeda. Mejor que bien, en realidad. Tengo buenas noticias, pero mejor esperamos a llegar a casa.

—Como quieras, Harrison. —respondió ella mirándolo extrañada. —Me hubiera gustado esperarte abajo, pero es una zona restringida y los Inefables me echaron de allí.

—No te preocupes, tía Drómeda. De todas formas he tenido que hacer otra parada.

—Muy bien, entonces, ¿nos vamos? —murmuró ella sin preguntar sobre el asunto que lo había retenido.

—Solo un segundo más. —dijo recordando lo que había pensado al llegar.

Sacó su monedero y lo vacío en la fuente, con lo que hizo una donación de unos cuarenta galeones a San Mungo.

Andrómeda asintió aprobadoramente y caminaron juntos hasta el punto de aparición, donde volvieron a usar un traslador para ir a casa de Andrómeda y el flu hasta Grimmauld Place.