Hola de nuevo a los que me leen.

Se que muchos se van a molestar porque escribir una nueva historia, sin actualizar las que tengo pendientes y créanme, tienen todo el derecho a hacerlo; pero la inspiración me tomó por sorpresa y simplemente no pude dejar de escribir esta historia, la cual prometo hacerla lo más corta posible (a menos que me pidan que la escriba como va)

Sin más introducción, les dejo este nuevo Fanfic de Arnold y Helga.

Disclaimer: Hey Arnold y sus personajes son propiedad de Nickelodeon y Craig Bartlett. A excepción de los creados por mí para este fanfic.

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INSOMNIO

Primera Noche: Sorpresa

A lo largo de los lúgubres pasillos del viejo edificio estudiantil, el cual fungía como dormitorios mixtos, se escuchaban los ecos de varias voces a altas horas de la noche.

En general, era costumbre por parte de los estudiantes, reunirse los viernes por la noche para pasar el rato; ya sea platicando, viendo películas, u organizando una de las famosas fiestas de fraternidades. En esta cálida noche de verano, el tema principal en el pequeño salón de descanso estaba centrado en historias o leyendas sobre la antigua construcción, que había albergado a una gran cantidad de estudiantes desde finales de 1880, originando un sin fin de relatos, que han ido pasando en muchas generaciones de universitarios.

– La universidad de Boston tiene muchos años fundada, y se dice que hay almas de estudiantes, vagando por los viejos pasillos de los dormitorios – menciona Valerie, una bella chica latina, de cabello lacio, negro azabache, y unos dulces ojos castaños. Da un sorbo a su lata de cerveza, acomodándola con cuidado al costado del enorme sillón desgastado, color rojo canela, donde esta holgadamente sentada – …y lo interesante es, supuestamente, hay una historia de amor trágico, ocurrida en este mismo piso.

– ¿Y cuál es esa historia de amor? – pregunta con entusiasmo Eduina, joven afroamericana con unos inquietantes ojos azules – no había oído de una, por lo menos no en esta parte del edificio.

Sentándose cómodamente, Valerie levanta sus contorneadas piernas y posa sus pies en la mesita de centro – bueno, dicen que un estudiante bastante acomodado, se enamoro perdidamente de una hermosa joven que trabajaba aquí, pero sus padres no la aceptaban porque, pues él tenía un futuro brillante, y bueno… ella… pues su piel…

Haciendo ojos al cielo, Eduina suspira al entender el porque de los titubeos de su compañera – Oh sí, déjame adivinar, era afroamericana ¿verdad? – La madre de Eduina es blanca, casi transparente; mientras que su padre es el dueño de las raíces africanas – …lo bueno es que mis padres nacieron en otra época jajaja.

– Diantres, racismo… pero que estupidez – menciona Helga, cruzando sus piernas sobre el regazo de su mejor amigo Eliot. La rubia ahora tiene el cabello a nivel de la cintura, sus facciones se han suavizado un poco, pues aunque las cejas ya no estaban unidas, Helga no era lo suficientemente cuidadosa en cuanto a mantenerlas perfiladas – mejor continua con esta boba historia, Valerie.

Después de tomar otro trago de la embriagante bebida, Valerie limpia con sus delicados dedos, la pequeña gota de cerveza, que bajaba indiscreta de su labio inferior – pues según cuentan, durante mucho tiempo ellos mantuvieron su relación oculta, incluso se dice que se casaron en secreto, ya que ella estaba embarazada. Estos rumores llegaron a los oídos del padre del muchacho, quien era un frío y cruel empresario. El furioso hombre dijo en venganza, a los directivos de la universidad, que esa chica entraba en las noches y robaba dinero a su hijo.

Valerie detiene su relato por un segundo, al ver una conocida cabeza, con cabellos rubios alborotados, llegando despacio a donde estaban reunidos.

– De inmediato… – prosiguió la chica – un grupo de policías entro al dormitorio del joven y al encontrarla, se fueron sobre ella y esta puso resistencia, gritando desesperada el nombre de su amado. Los policías sacaron su pistola con la intención de asustarla, sin saber que esta se iba a activar y… ¡BANG! – de repente Valerie golpeo la mesa, para hacer el sonido de la bala imaginaria, dando algo de profundidad a su historia. Dirigió la vista al rubio, quien le dio una cansada sonrisa.

El grupo de jóvenes dio un pequeño salto, pues no esperaban la acción de su compañera, pero animo un poco el relato. Valerie sonrío ante esto y continuo – todo el mundo había quedado en silencio, asustados y al mismo tiempo sorprendidos, ya que la bala atravesó su abdomen… y el de su novio, que estaba detrás de ella, abrazándola para ayudarla a escapar de sus captores.

– Uh, que mala suerte – comenta Eliot, muchacho apuesto de cabellos castaños, piel bronceada, barbilla partida, sonrisa perfecta y unos profundos ojos verdes – yo no hubiera dejado que me apartaran de esta enojona jajaja.

– Cállate baboso, si tú y yo no somos nada – Helga levanta un sucio cojín, golpeándolo con el y sacando una nube de polvo, provocando que él, junto con otros tres acompañantes, comenzaran a toser – cof, cof, cof.

Albert comenzó a agitar su mano, para dispersar la nube de polvo, mientras que Julius y Grace cubrieron sus bocas – ¿qué no sabes que hay muchos ácaros en estos muebles viejos, Helga? – reclama la chica.

Arnold frunció el entrecejo al ver esta acción. Él había llegado por una de las dos entradas alternas al salón de descanso, y el enorme sillón donde se encontraba Helga, daba la espalda a ese pasillo; además que la rubia estaba prácticamente acostada sobre Eliot, por lo que no se había percatado de su presencia. Valerie bajo los pies de la mesita de centro y se movió, para hacerle un espacio al recién llegado – déjenme continuar chicos, mph, mph… Ambos quedaron heridos de muerte y los policías los llevaron de vuelta a la habitación del joven antes de salir por ayuda, pero cuando llegaron los doctores ya era demasiado tarde; ambos habían fallecido en la misma cama donde se amaron, quedando abrazados y dándose un último beso, que se volvería eterno. Sin embargo, el padre se rehuso a que fueran sepultados juntos, por lo que las almas de los jóvenes enamorados, deambulan por los pasillos de este piso, ayudando a los jóvenes que no pueden expresar su amor.

– Pero que sarta de tonterías, fantasmas deambulando por los pasillos... Pfff, y de seguro que ustedes bola de zoquetes se lo creen todo – expresa Helga, cruzando sus brazos.

– Vamos Helga, no seas así – dice Grace, linda joven de rojiza cabellera y con un poco de sobrepeso – yo creo que es una historia muy romántica.

Julius abraza a su novia, otorgándole un beso en la mejilla – yo no dejaría que me alejaran de mi Grace.

– por amor a Dios… ¡criminal! de haber sabido que iban a contar puras estupideces, hubiera ido a aquel bar que tanto mencionan en la facultad, y no estaría perdiendo mi tiempo con todos ustedes.

Esa semana, precisamente esa semana había sido de las peores semanas en la vida de Arnold P. Shortman. Y esa noche en especial, estaba tan hastiado y malhumorado, que lo único que pedía era que el fin de semana llegara, para poder relajarse aunque fuese un poco; ya que aun tenia muchas tareas pendientes, además que aquel trabajo en el despacho jurídico no lo dejaba descansar entre semana, y solo lo llenaba de estrés.

No, definitivamente Arnold no estaba de humor; es más, estaba de pésimo humor, y de haber sabido que Helga se encontraba en el salón de descanso, se habría regresado por donde vino y no tendría que estar allí, fingiendo la poca tolerancia que le tenía a la joven Pataki – pues sí no te gusta escuchar este tipo de historias, no es necesario que estés presente cuando las relatan – comenta Arnold, sintiendo repulsión en cada palabra. Camina directo hacia Valerie, sentándose junto a ella y tomando su mano. Esta era una curiosa costumbre que ambos habían adoptado, desde que se hicieron inseparables en San Lorenzo.

– Vaya, vaya, miren quien es el que sale a la defensa de la pobre Valerie – sin voltear siquiera a ver a Arnold, Helga junta sus manos, poniendo ojos soñadores, provocando algunas risas entre los presentes – ¿y a ti quién te invito, cabeza de balón?

– Calma Helga, que todos somos amigos – le anima Eliot, sonriéndole a la rubia al tiempo que comienza a darle un masaje a sus pequeños pies, que descansan ahora en sus manos – además, te invite a ese bar y no quisiste ir.

– No Eliot, no todos somos amigos – escupe Arnold, arrojando veneno en su comentario, apretando la mano de su amiga, a modo de calmarse a sí mismo.

Helga no iba a esperar a que el rubio hiciera otra 'no tan amigable' observación, por lo que levanto sus largas piernas y se puso en pie – mejor me largo de aquí, el ambiente se ha puesto bastante 'pesadito' – de inmediato, fue seguida por Eliot, que pronto alcanzo a la rubia que sin despedirse, se fue por el mismo pasillo por donde Arnold llego. En cuanto al chico cabeza de balón, este no le dirigió la mirada en ningún momento; ni cuando llegó, ni cuando se sentó con Valerie, ni cuando la chica se fue.

A ninguno le pareció extraña la actitud de ambos, y menos la de Arnold, ya que todo mundo sabia una gran verdad: Arnold P. Shortman odiaba a Helga G. Pataki.

Después del beso en Industrias Futuro, y el beso que él le dio en San Lorenzo, hizo que ambos se sinceraran e iniciaron una infantil relación. No obstante, el pequeño noviazgo de Arnold y Helga tuvo más bajos que altos; y aunque él intento acercarse de diversas maneras a ella, la actitud de la rubia (cada que se enojaban o tenían la más mínima discusión) fue cavando una brecha entre los dos, a tal grado, que cuando ella quiso reparar el daño, era demasiado tarde. Arnold finalizo la relación y Helga, dolida, incremento sus ataques hacia él, sin saber que a la larga lo terminaría cansando y el amable, atento, comprensivo, y buen samaritano que alguna vez conoció, ya no estaría disponible para ella.

Simplemente, lo había hartado.

Finalmente, Arnold se fastidio de su abusan particular, y no fue hasta en una fiesta de Rhonda, que tuvo la oportunidad de decirle (sin remordimientos) que la odiaba, desatando una fuerte controversia, que lo seguiría hasta sus primeros meses en la universidad. Es decir ¿él cálido y servicial Arnold podía sentir odio? ¿era eso posible?

La respuesta a esta pregunta, se veía reflejada en su notable actitud hacia ella, además claro, de la marcada distancia que él puso entre los dos. Nadie creería en el campus, que ellos tuvieron un romance, y mucho menos que él lucho por mantener la relación.

Siempre que podía la evitaba, pero para su mala suerte, Helga había decidido ser escritora. La facultad de Filosofía y Letras es parte del área de Leyes y Humanidades, y él, estudiante de Derecho, tenía que verla de vez en cuando, ya sea en el edificio de dormitorios, o en las áreas que colindan con ambas facultades. Por fortuna, momentos como este eran casi inexistentes, y Helga tenia novio, lo que la mantenía ocupada en sus ratos libres, fuera de su vida cotidiana. Por lo menos hasta hace un mes, que según se comentaba, ella había roto con Dan.

– Arnold, te ves bastante cansado – Valerie empezó a acariciar la mano de él, que seguía unida a la suya, logrando un efecto tranquilizante – ¿No crees que deberías descansar?

– De hecho… – Arnold pasa una mano a nuca – venia a preguntarte si tenías pastillas para dolor de cabeza, me esta matando.

– Bueno amigos – Julius se levanta del enorme sillón puff, donde estaba sentado con Grace – será mejor que nosotros nos vayamos a dormir.

Todos comienzan a despedirse y Valerie se pone de pie, jalando a Arnold. Ambos suben las escaleras y se dirigen al dormitorio de la chica – Eduina ¿donde dejaste las aspirinas?

– En el botiquín del baño – sale la mencionada y le entrega el pequeño frasco, al tiempo que mete un cepillo de dientes a su boca.

– Ten Arnold y por favor, trata de descansar, se te están marcando unas horribles ojeras que no van con tu lindo rostro – pasa una mano por su mejilla, desatando una dulce sonrisa en la boca del chico.

– Gracias Valerie – se acerca a ella, la abraza y le da un tierno beso en la frente – duerme bien, nos vemos mañana.

Con pesadez, Arnold se encamino a su dormitorio, el cual era un verdadero desastre. Normalmente mantenía cierto nivel de orden, ya que siempre ha sido una persona muy pulcra, pero últimamente no había tenido tiempo de prácticamente nada. Tomo el tiradero de ropa que estaba sobre la cama, y lo arrojo al único sillón que tenía. Se acerco a la mesita de noche, abrió el frasco que su amiga le entrego, puso una pastilla entre sus labios (apretándola), y tomo el vaso de agua que tenía en la mesita, empujando la pastilla de un solo trago. Apago la lámpara que reposaba en la mesita, se arrojo sobre su cama y cerro los ojos, con la esperanza de que ese terrible dolor de cabeza se esfumara y por fin pudiera dormir una larga siesta.

Pasada alrededor de una hora, Arnold volvió a abrir los ojos. El dolor de cabeza había disminuido, pero aun estaba la punzante molestia y no lo dejaba descansar. En completa oscuridad, busco a tientas el frasco de medicina, empujando sin querer el vaso de vidrio, rompiéndose en el acto.

– ¡Mierda! – expresó el rubio, sentándose de golpe y prendiendo la lámpara – perfecto, simplemente lo que me faltaba… ¡grrr!

De inmediato, Arnold rodó por el otro extremo de su cama y se puso sus pantuflas. Prendió la luz de su habitación, se dirigió al baño y saco una gran cantidad de papel higiénico. Con sumo cuidado, se arrodillo y fue recogiendo los restos del vaso, al tiempo que secaba el líquido derramado. Jalo su bote de basura y tiro el desastre, recargo su frente en el borde de la cama, suspiro molesto y desvió la vista al pequeño frasco – no me queda de otra, tendré que ir por agua.

Fastidiado, tomo el frasco y salió al pasillo rumbo a la cocina, que estaba junto al salón de descanso. Iba tan ensimismado, que no se percató de la persona que venía en sentido contrario, chocando discretamente su hombro con esta, provocando que se vire hacia ella – ¿podrías tener más cuidado? – dice con enojo.

La otra persona solo se detuvo una fracción de segundo, antes de continuar su camino. El pasillo estaba poco iluminado, por lo que no se dio cuenta de quien se trataba, y francamente no le importaba.

Ya en la cocina, tomo otro vaso (esta vez de plástico) y se sirvió un poco de agua. Una vez que se tomo la segunda pastilla, metió el frasco en la bolsa de su pijama y se regreso a su alcoba. Si no fuera porque estaba tan distraído, se habría dado cuenta de que su puerta estaba abierta, además que la luz de la habitación ya no estaba encendida, como él la había dejado; solo era iluminada en forma tenue por la lámpara de noche.

– Dios por favor, necesito dormir – dijo suplicante una vez que cerró la puerta, se giro hacia su cama y lo que vio, suscito que el vaso resbalara de sus dedos, cayendo sin piedad, mojando sus pies. A media luz, se podía apreciar la delicada figura femenina, de una invitada no tan bienvenida. Recostada en su cama, con el dorado y desordenado cabello sobre su almohada, estaba Helga G. Pataki.

Sin darle crédito a lo que veían sus ojos, se aproximo con cautela a su cama, cayendo en cuenta de que solo llevaba puesto una holgada y enorme camiseta desgastada (probablemente de su ex-novio), que dejaba a relucir su pálido hombro derecho, remarcaba con osadía sus pechos, y delineaba en forma tenue sus pequeños pezones. Al bajar la vista, observo con sorpresa que la parte inferior de la camiseta estaba remangada al nivel de su cadera izquierda, dejando a simple vista las féminas pantaletas color de rosa, corte bikini, con figuras de moños blancos y borde inferior de encaje, también blanco.

Ante esa visión, el rubio sintió que la temperatura del lugar se elevo de golpe. Rápidamente bajo su mirada y notó que una pierna de Helga colgaba fuera de la cama, llamándole la atención una pequeña mancha, que estaba entre los dedos de su pie – ¿eso es…? ¡los vidrios!

Sin meditarlo dos veces, Arnold se apresuro al baño y cogió lo necesario. Se arrodillo y comenzó a curar las tres diminutas cortadas, tratando de ser lo más cuidadoso posible para no despertarla. Al inspeccionar más de cerca, pudo apreciar los delicados y suaves que eran los deditos de su pie, y como dato extra, reconoció el caprichoso diseño de flores en sus uñas.

De pronto, Helga puso sus pies en el piso, haciendo que Arnold se levantara como resorte, cruzando miradas con los hermosos azulejos que poseía la rubia, que lo veían en silencio.

Ambos estaban de pie, uno frente al otro, y aunque Arnold era bastante alto, Helga casi le igualaba la estatura. Las palabras parecían arremolinarse en la garganta del cabeza de balón, que con grandes y asustados ojos, aun le sostenía la mirada a la chica; aunque ella parecía estar perdida en sus pensamientos. La fuerte y acelerada respiración de él, chocaba sin piedad en los labios de Helga – eh… ah… y-y-yo…

Una inesperada y cálida suavidad arribo de golpe en la boca del rubio, que atraganto un exasperado gemido. Con firmes y apasionados movimientos, Helga se adueño de la boca de Arnold, dejando todo su dulce y amoroso ser en cada milímetro que conformaba la sensible piel de sus labios. La falta de aire por parte de ella, fue lo que deshizo esta inesperada conexión. Se separo en forma suave y con ojos entrecerrados, Helga susurro en los labios del chico – mmmh… me gustas…

Antes de que terminara por entender lo que había sucedido, Helga se desplomo sobre su cama, mostrando una tierna sonrisa en sus labios – …mantecado – finalizó y comenzó a roncar, aunque más bien parecía el ronroneo de un gatito.

En penumbras, Arnold aún no daba crédito a lo acontecido. Continuaba observando absorto a Helga, que ahora dormía plácidamente en su cama, como si nada hubiera pasado – ¿p-pero qué…? Dios… ¿qué rayos acaba de pasar aquí?

Definitivamente, esa noche Arnold no iba a conciliar el sueño.

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ConTinUarA…

Helga se ha aparecido en la habitación de Arnold, y no parece estar consciente de lo que acaba de hacerle al rubio. Arnold por su parte, no sabe como o porque ella llego ahí con él y mucho menos, que esto sería el inicio de muchos extraños y fortuitos encuentros.

Se que este capítulo es corto a diferencia de los que siempre escribo. Si les gusta o no les gusta, o tienen alguna idea de lo que puede pasar, me encantaría que me lo dijeran con un review, que son los que me estimulan a seguir adelante.

MaRyMoRaNTe:)