(Notas acerca de mi hiatus y qué pienso hacer con este fic están en el capítulo anterior, el cual borraré en un tiempo)

El libro de la joya coreana

Disclaimer: Supongo que los derechos de Boys Over Flowers le pertenecen a la mangaka Yoko Kamio y a la KBS. En cualquier caso, no soy yo la dueña y no he escrito nada con fines de lucro.

I.

La noche era muy oscura debido a que era Luna nueva y el frío de otoño ya estaba anunciando el invierno próximo. La clínica del Doctor Yoon hacía horas que había cerrado y la calle, siempre llena de vida durante el día, estaba ahora completamente vacía excepto por el hombre en traje que caminaba con confianza y tranquilidad.

Jan Di saló por la puerta de la clínica y se abalanzó calle abajo.

—¡Espere! —gritó para que él detuviera sus pasos y se girara a verla— Tengo tres millones de dólares americanos aquí y ahora.

Él la miró fijamente y Jan Di tragó saliva, ansiosa y asustada, sin embargo, hizo todo lo posible por hablar con firmeza mientras extendía su puño y mostraba el collar de Zafiro que Joon Pyo le había dado.

—Puedo vender esto por la cantidad que quiera, así que negociemos.

—¿Ese es el famoso collar que tiene una leyenda a cuestas? —preguntó él después de un largo y tenso silencio.

—Así es; codiciado y buscado en todo el mundo.

—No le pertenece.

—Fue un regalo de mi prometido —mintió a pesar de saber que el abogado probablemente no le creería, pero tenía que arriesgarse, tenía que hacerlo ceder.

—No tiene idea del problema en que se metería si se atreve a vender esa joya, señorita, le sugiero que busque otra manera de obtener el dinero, no será difícil para usted, tan sólo... pídalo.

Jan Di frunció los labios y por un momento quiso huir, pero se mantuvo firme en su decisión. Estaba temblando de frío y de miedo.

—No hay manera de que yo pueda pedir a mis amigos tanto dinero sin que me detengan y me obliguen a darles una razón. Vayamos al grano abogado; usted ha estado al pendiente de mí desde hace años, significa que quiere que yo haga algo y para haber esperado tanto tiempo debe de ser algo muy importante y en vista de que ahora sé quién es usted y quién es su familia haré lo que quiera con una sola condición —dijo escondiendo de nuevo el Zafiro en su puño—; no hará absolutamente nada en contra de Ji Hoo...

—Lo curioso es que usted cree que está en posición de negociar.

—¿No lo estoy? ¿Por qué vino a buscarme entonces?

Él sonrió y la irritó muchísimo. Odiaba su sonrisa complacida sobre todas las cosas.

—Camine a mi lado —La invitó y Jan Di, sin dar un segundo pensamiento, lo siguió.

—¿Son otras personas más importantes que su sueño de ser médico? ¿que su libertad? ¿que su propia vida?

—Si mi vida va a servir de algo, servirá para proteger a la gente que amo.

—¿De dónde saca ese valor?

Jan Di se tomó un momento para pensar en su respuesta, pero sinceramente no tenía una respuesta clara. Ni siquiera sabía si de hecho tenía el valor de sacrificarse por sus amigos, pero su corazón le decía en ese instante que estaba haciendo lo correcto; la persona frente a ella había ocultado secretos tenebrosos y peligrosos, por lo que ella no podía dejarlo ir así, mucho menos cuando sospechaba que la seguridad de su persona más querida estaba comprometida.

—No lo sé...

—Mañana irá a Jeolla a vender el collar que luego será revendido en el mercado negro. No se preocupe, no será difícil, al contrario, será divertido.

—Si es revendido en el mercado negro, Woo Bin no tardará en enterarse.

—Por eso dije que será divertido. Dígame, ¿cómo van a encontrarla si no les dejamos pistas?

Ella se sintió profundamente consternada y comenzaba a entender que no estaba más que jugando con ello, una vez más quiso flaquear, pero no lo hizo. Cuando se dio cuenta, él ya la había adelantado algunos pasos por lo que se aceleró para volver a alcanzarlo.

—Después irá conmigo a Japón por el tiempo que sea necesario—prosiguió—, pero no tiene nada qué temer, es mi protegida, nadie podrá tocarla, pero tampoco podrá comunicarse con sus amigos o familia, veremos cuánto tardan en dar con nosotros.

—¿Es un juego acaso?

—Nadie saldrá herido mientras usted no diga nada.

Jan Di ahogó un gruñido de frustración, absolutamente segura de que estaba frente a una trampa.

—¿Y eso es todo? no puede ser tan simple, no entiendo qué es lo que quieren ¿qué pasará después?

—Eso depende; depende de si se une a nuestro Clan o no.

—¿Por qué querrían que me una a su Clan?

Él detuvo su caminar y la miró profundamente. Jan Di sentía su corazón correr tan velozmente que probablemente su pecho podría estallar.

—No es cuestión de que nosotros lo queramos o no; es su derecho.

—Si voy con ustedes, ¿dejarán en paz a Ji Hoo?

—Depende.

Apretó el zafiro en su puño; ese hombre la disgustaba muchísimo. Ella hubiera querido molerlo a patadas en ese momento, pero estaba consciente de que desafiarlo sería una terrible movida en ese momento

—¿De qué?

—De usted —dijo con su tranquilidad perturbadora mientras alzaba el brazo para rozar la espalda de ella.

0o0o0

Jan Di se despertó bruscamente, llorando asustada y con la sensación de que su espalda se quemaba; arrojó sus cobijas al suelo y, acto seguido, con un tirón desesperado se arrancó la parte superior de su pijama, rasgándola en dos partes, quedando con el torso desnudo y se levantó a prisa para mirarse en el espejo.

No había ningún tatuaje de dragón; la piel de su blanca espalda seguía intacta.

—Maldita sea... —refunfuñó recuperando el aliento. Las pesadillas eran recurrentes, frustrantes y la ponían de mal humor con fuertes ganas de maldecir.

Los meses estaban pasando demasiado rápido y aún no había avances significativos; eso la ponía, sin duda, nerviosa y muy tensa, sobre todo por las noches. Durante el día, sin embargo, la mayor parte de las veces podía actuar con normalidad.

Entonces miró su reloj y notó que su alarma estaba a tan sólo unos minutos de sonar, suspiró agotada, se levantó y entró al baño para tomar una ducha de agua fría.

0o0o0

La sala de conferencias estaba repleta, la gente incluso estaba sentada en los pasillos y muchos más ni siquiera pudieron entrar. Toda la gente importante del Grupo Shinhwa estaba allí, aunque también había inversionistas, estudiantes de negocios, prensa y curiosos en general que se habían dado cita desde muy temprano para alcanzar a oír.

Sobre la tarima, Goo Joon Pyo hablaba elocuentemente señalando una serie de diapositivas proyectadas en la pantalla, hablando del crecimiento del Grupo desde que se había fusionado parcialmente con el Grupo JK, mostrando cómo, sin duda alguna, Shinhwa era una de las empresas más fuertes y mejor estructuradas del mundo entero.

Desde la primera fila, su madre lo observaba con satisfacción; había dudado muchas veces de la capacidad de Joon Pyo para manejar la empresa pero ahora veía complacida cómo él era, hasta ese momento, el mejor líder que habían tenido. No podía negar lo orgullosa que estaba de su hijo menor.

Al dar por finalizada la presentación, luego del aplauso, Joon Pyo se dirigió a la mesa y tomó una botella de agua.

—¿Alguien tiene alguna pregunta? —desenroscó la tapa y luego dio un trago.

Prácticamente todas las manos se levantaron, muchos se pusieron de pie y un maremoto de preguntas indistinguibles explotó. Él bufó girando los ojos, volviendo a dejar el agua sobre la mesa con cierta brusquedad, salpicando un poco el mantel.

—Como ya se ha explicado hasta la saciedad —comenzó con su tono de fastidio, remarcando sus palabras con las manos—, la explosión en el hotel de Ujiie del año pasado, es un asunto que corresponde a la policía de Japón. En el Grupo Shinhwa y el Grupo JK lamentamos terriblemente el hecho y reprobamos cualquier tipo de terrorismo —su voz empezó a enojarse cada vez más—, pero cualquiera en esta sala con un teléfono inteligente puede acceder al informe oficial, ya que es un caso resuelto y cerrado del cual no hay prueba alguna de que esté relacionado con la mafia japonesa, así como tampoco hay ninguna relación del Grupo Shinhwa con ningún Clan de...

Debajo de la tarima, Ha Jae Kyung articulaba exagerados gestos simulando cortar su cuello para indicarle a Joon Pyo que ya se callara; al verla, tomó aire y luego otra vez un trago a su agua. Al menos el público pareció tranquilizarse y una serie de murmullos inundó el recinto.

—Prosigamos —dijo Joon Pyo en el tono más calmado que tenía—, ¿alguien tiene alguna pregunta relacionada con la presentación que mostré?

El silencio fue absoluto.

—¡Estoy harto de tantos ociosos sin vida paranoicos conspiracionistas que no pueden quedarse conformes con el reporte de la policía! —gruñó Joon Pyo caminando con pasos largos y enojados por los pasillos con rumbo hacia las oficinas de los pisos superiores donde nadie podría molestarlo— ¡Si ya sabía que toda esa gente había venido a meterse aquí para preguntar tonterías! ¡No es normal que haya tanta gente en conferencias tan aburridas!

—¡Eh, Joon! —le gritó Jae Kyung detrás de él tratando de igualar su paso, pero con sus altísimos tacones le era difícil— ¡Espera!

Pero él no se detenía y murmuraba por lo bajo sabrá dios qué tantas maldiciones.

—¡Goo Joon Pyo!

—¿Sabes lo que se dice en Internet? —frenó bruscamente y Jae Kyung chocó con él.

—Ouch —exclamó a punto de irse de espaldas, pero Joon Pyo la sostuvo del brazo y lo evitó.

—Están obcecados con demostrar que Shinhwa está financiando una guerra contra la mafia japonesa.

—Sólo hay que mantenernos firmes en nuestra versión —se sobó el rostro.

—Hay que mandar cerrar todas las páginas que digan eso...

—Censurarlos sólo les dará la razón —Jae Kyung se llevó las manos a la cintura—. Los que debemos hacer es sembrar pistas falsas e irremediablemente chocarán con las paredes. A la larga se aburrirán.

—Pistas falsas, ¿eh? —él meditó un segundo...

—De hecho soy muy activa en esas páginas, llevo ya un buen tiempo confundiendo con información falsa de fuentes falsas... no es difícil...

—¿Por qué nunca me habías dicho esto?

—Bueno —se encogió de hombros—, pensé que me llamarías ociosa y maniática.

—Pues es que eres una ociosa y una maniática —tomó aire, Jae Kyung bajó la cabeza derrotada—. Si embargo eres malévola...¿sabes? he decidido agregarte a mi lista de personas que me caen bien.

—¿En serio? —sonrió con los ojitos brillantes— por fin, después de tantos años me puedo hacer un lugar junto a Jan Di y los F4...

—No te equivoques, mono, Jan Di jamás ha estado en mi lista de personas que me caen bien.

—Oh... pero eso es...

—¿Tienes hambre? —la cortó— Qué pregunta tan ofensiva, tú siempre tienes hambre. Anda, te invito a almorzar.

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La clínica del abuelo Yoon había sido reconstruida y ampliada; era bastante más moderna ahora, tenía más consultorios y enfermeras y por fin, una secretaria. Había tomado algunos meses, pero desde que era funcional, todos sus viejos pacientes habían regresado sin tener dudas.

—¿Cómo es que se dice? —preguntó una mujer a su niño pequeño.

—Gracias, doctora —sonrió el niño, de unos cinco años, haciendo una reverencia y luego llevándose la paleta a la boca.

—Eres un niño valiente —sonrió Jan Di reverenciando también y luego abriendo la puerta para dejar salir a la madre e hijo de su consultorio—, no te olvides de recordarle a tu mamá que te dé tu medicina...

El pequeño paciente sonrió otra vez y se retiraron.

Jan Di se recargó en el marco de la puerta, metió las manos a su bata y suspiró con cansancio, luego se frotó los ojos. La espalda aún le quemaba; la pesadilla de ese día había sido tan real que seguía sintiendo la aguja dibujando sobre su piel

—Te ves tan cansada... —se acercó Ji Hoo a ella, en sus manos traía un sobre bolsa amarillo de radiografías— ¿Sigues sin poder dormir?

—Ji Hoo... —sonrió Jan Di con dulzura incorporándose— sí, este insomnio me está matando... —se encogió de hombros.

Él levantó su mano para acariciar su mejilla y Jan Di, inmediatamente se lanzó a rodearlo con sus brazos y enterrar su rostro en su pecho. Respirar su aroma, como siempre, se sentía bien.

—Estoy hartándome...

—Anda, tranquila —le susurró acariciando un poco su cabello—. Todo estará bien.

Jan Di asintió con una sonrisa y rompió el abrazo.

—Ah, qué molesta soy —sacudió la cabeza y rió tantito—, parezco una niña. Hay trabajo que hacer.

—Toma —Ji Hoo le extendió el sobre y Jan Di, al tomarlo, miró con curiosidad la etiqueta.

—Oh —exclamó abriéndolo—, son las radiografías de Yi Jung sunbae. ¿Están aquí?

Ji Hoo asintió y empezaron a caminar para salir a la sala de espera, allí, Yi Jung y Ga Eul estaban sentados, hablando en voz baja y al ver a sus amigos acercarse, se levantaron.

—¡Jan Di! —Ga Eul la abrazó sonriente— ¿cómo estás? Ya tiene rato que no salimos por ahí...

—Los días se han pasado volando y he estado algo estresada, salgamos un día de esta semana que necesito atascarme de comida rápida, grasosa e insalubre... —se dirigió a Yi Jung— Hola, sunbae, ¿qué tal va todo?.

—Hola, Jan Di —Yi Jung torció la boca con desgano—, ¿podemos ir al grano? ¿cuánto tiempo más voy a estar convaleciente?

—Bueno, sunbae... —Jan Di sacó las radiografías del sobre e hizo caminar a los demás unos pasos hasta un negatoscopio incrustado en la pared, prendió la luz y puso las placas— veamos... —las observó detenidamente con el ceño fruncido y negando un poco y luego dirigió sus ojos a Ji Hoo— ¿cómo ves?

Ji Hoo resopló.

—¿Qué? —Yi Jung agrió el gesto— ¿Están jugando a ser graciosos? No son graciosos, ya digan algo.

—Puedes considerar que has salido de esto —Jan Di levantó su pulgar—. Sé que ha sido desesperante, Yi Jung sunbae, pero ya puedes volver a tu vida normal...

—¿De verdad? —Yi Jung se señaló el pecho incrédulo, los dos médicos asintieron— ¿puedo cargar cosas ya? —volvieron a asentir— ¿Puedo cargar a mi esposa?

—Puedes —Jan Di pareció emocionarse con esa pregunta aunque a Ga Eul no le hizo mucha gracia.

—¡No! ¡Yi Jung! —Ga Eul trató de echarse para atrás, pero su esposo la atrapó entre sus brazos, pasando uno de ellos por debajo de sus rodillas y el otro por la espalda y la levantó, ella primero gritó y le dio golpecitos con los puños, pero pronto empezó a reír también— ¡Bájame! ¡Bájame!

Finalmente él la dejó de nuevo en el suelo.

—Vaya que has engordado, Ga Eul —se quejó masajeándose uno de sus hombros—, pesas mucho.

—¿Cómo que he engordado? —Ga Eul fingió estar ofendida— ¡de ninguna manera! Al contrario; eres tú el que está mucho más gordo.

—Naturalmente has perdido mucha fuerza, sunbae —rió Jan Di mirándolos con ternura—, pero a partir de ahora puedes comenzar a hacer ejercicio de nuevo para recuperar tu tono muscular... —frunció el ceño y lo señaló amenazante, levantando un poquito la voz— ¡pero no te excedas!

—Sí, doctora —Yi Jung dio un paso atrás algo intimidado y los demás se soltaron a reír.

Jan Di se llevó las manos a la cintura satisfecha. Ji Hoo miró su reloj y sonrió brevemente.

—Ya me voy al hospital —dijo a sus amigos y luego se dirigió sólo a Jan Di—, nos vemos, te mandaré mensajes cuando termine.

—¿Eh? —Jan Di parpadeó— ¿tan temprano?

—Sí —Ji Hoo sonrió más—. Hoy por fin conoceré a Kyung Gyeong Yi; empezaré a trabajar con él en adelante. Es... —tomó aire buscando como explicarse— impresionante, totalmente impresionante. Sabes que llevaba tiempo esperando esto.

—Oh... —Jan Di torció un poco las cejas— ¿es hoy...? Pensé que... pensé que no se te concedería el permiso hasta más adelante...

—Yo también pensaba eso, pero les ha gustado lo que he escrito; dijeron que yo tenía todo lo necesario para integrarme a su equipo.

—Qué bien —Jan Di forzó una sonrisa—. Felicidades...

—Sí. Adiós —Ji Hoo ondeó su mano con ánimo y se retiró rápidamente...

Jan Di se masajeó las sienes y resolló.

—Creo que nunca había visto a Ji Hoo tan entusiasmado —comentó Yi Jung contagiado del optimismo de su amigo de la infancia—; se veía realmente feliz. ¿Seguro es Ji Hoo?

En respuesta, Jan Di sólo alzó las cejas.

—¿Kyung Gyeong Yi? —preguntó Ga Eul al aire— Me parece haber escuchado alguna vez ese nombre...

—Sí —Jan Di contestó—, es algo famoso.

—¿Quién es? —Yi Jung la interrogó con curiosidad— Supongo que será alguien de verdad importante para que a Ji Hoo le entusiasme la idea de trabajar con él, ¿es algún médico famoso?

Jan Di lo miró fijamente por algunos segundos.

—Kyung Gyeong Yi... —dijo al fin la joven médico— es un caníbal.

La pareja se miró interrogante entre sí y luego dirigieron sus miradas a Jan Di otra vez.

—¿Caníbal? —Yi Jung parpadeó— ¿a qué te refieres con caníbal?

—Bueno, el termino correcto es antropófago —Jan Di se encogió de hombros—. Es decir una persona que come... personas —ante el silencio estupefacto de los otros dos, continuó—. Fue un caso sonado hace cinco años que fue capturado, tal vez por eso habías oído el nombre, Ga Eul, estaba en todos los noticieros... Kyung Gyeong Yi fue atrapado en una casa llena de congeladores repleta de restos humanos que él cocinaba y comía, se le han imputado ochenta y tantas víctimas, incluyendo su mujer y su hijo, además es sospechoso de la desaparición de al menos doscientas personas aunque no se le han podido comprobar aún... Se le considera el criminal vivo y capturado más peligroso del país; pero no está en la cárcel, está en el hospital mental, en una celda que fue construida para especialmente para él... De hecho ha herido a varios médicos ya que se les lanza... a mordidas...

Yi Jung y Ga Eul no dijeron nada, solo parpadearon repetidas veces mirándola, esperando el momento en que se echara a reír y les dijera que era una broma, pero no sucedió.

0o0o0

El Hospital de Salud Mental estaba a las afueras de Seúl, resguardado en el bosque y era dividido en dos, ese día, Ji Hoo se dirigió a la parte en donde los enfermos de alta peligrosidad eran separados.

Un médico que rondaría unos cuarenta años salió a recibir a Ji Hoo, acompañándolo por los controles de seguridad en donde tuvo que dejar su celular y demás artículos, ambos mostraron sus credenciales y al fin entraron.

Los jardines eran amplios y las paredes eran muy altas con baluartes desde los que se asomaban oficiales armados; una auténtica y moderna fortaleza. Los pacientes paseaban de un lado a otro en el césped siendo fuertemente vigilados por enfermeros. Ji Hoo caminó siguiendo al médico por un puente de piedra que atravesaba el jardín y los dirigía hasta otro edificio donde fueron recibidos por otro par de médicos con quienes intercambiaron saludos y reverencias.

—El profesor Rhee ha hablado bastante de ti, Ji Hoo —dijo uno de ellos mientras caminaban por los pasillos—, me da gusto conocerte al fin, leí tu trabajo sobre la carencia de empatía en el trastorno antisocial de la personalidad —se detuvo y lo miró—; es muy bueno.

—Gracias —Ji Hoo hizo una leve reverencia con la cabeza.

—Y estoy totalmente de acuerdo contigo —volvieron a caminar mientras un guardia se unía a ellos—; es una malformación en el cerebro, aunque el Colegio de Médicos difiera mucho en opiniones; muchos insisten en culpar a los factores socio-psicológicos en cada uno de los casos, pero concuerdo en tus conclusiones —se detuvieron todos frente a una puerta de metal con seguros electrónicos—; hay seres humanos que simplemente son maldad.

Pasó su credencial por el lector, luego tecleó una contraseña y la puerta se abrió dando paso a otro pasillo.

—Está medicado es por eso que no está amarrado en estos momentos, aún así no te acerques demasiado.

Ji Hoo asintió y finalmente, luego de otra puerta electrónica, avanzaron hasta una habitación blanca, con una cama, un armario, un escritorio, una silla, un librero repleto de libros y una ventana que dejaba pasar la luz natural. Sobre el suelo, sentado en flor de loto y recibiendo los rayos del sol, Kyung Gyeong Yi parecía meditar. Abrió los ojos segundos después de que la puerta se cerrara y sonrió.

—Buen día, doctores —saludó amablemente—, hace un hermoso día afuera.

—Buen día, Gyeong Yi, ¿qué tal te sientes?

—Excelente —estiró sus brazos arriba mientras exhalaba—, totalmente relajado y con ánimos para un té de jazmín... —detuvo su mirada en Ji Hoo y lo observó de pies a cabeza—. ¿Y este niño quién es?.

—Te presento a Yoon Ji Hoo —dijo el médico que lo había recibido primero—, es mi alumno en la especialidad de psiquiatría, va a estar trabajando con nosotros en el estudio de tu caso.

—Sí, sí, Ji Hoo —asintió Gyeong Yi—, por su puesto, sí fui informado, qué descortés he sido —reverenció con la cabeza, Ji Hoo hizo lo mismo—. Pero muchacho, eres realmente joven. Pues, bienvenido a mi humilde hogar —señaló con las palmas el lugar— y me da curiosidad; la medicina es loable, reconocida y remunerada, ¿por que no en vez de trabajar con niños y amables viejecitas estás estudiando algo tan... peligroso?

Ji Hoo sonrió de lado.

—Ya trabajo con niños y amables viejecitas —contestó sin dejar de mirarlo, admirado—. Sólo quiero aprender de ti porque me ayudará mucho.

—¿En serio? —el asesino pareció sorprendido y halagado por igual —¿cómo?

—Muy pronto voy a traerte a un amigo para que no estés tan solo aquí y puedas jugar ajedrez —continuó Ji Hoo acercándose unos centímetros más—. Mientras eso sucede, ¿te gustaría jugar un juego?.

0o0o0

—¿Ya se te pasó el coraje? —preguntó Jae Kyung con su sonrisa traviesa.

—Sí. Calla. Estoy comiendo —dijo empujándola levemente con la mano con la boca llena de brochetas de pescado—. No molestes.

Ella se rió mirándolo enamorada, ignorando su propia brocheta. Estaban los dos sentados en el puesto callejero, que, por cierto, estaba lleno de gente y desentonaban bastante con sus carísimos trajes ejecutivos; detrás de ellos, el tráfico, los claxon y la multitud apurada eran un escándalo, pero aún así, la atmósfera del pequeño local lograba sentirse íntima y cálida.

—¿No te vas a comer eso? —Joon Pyo gruñó señalando la comida de ella— Trae acá —y se la quitó para morderla.

—¡Hey! Pero... yo sí la quería...

—Veinte para llevar —él se dirigió al dueño del puesto, quien sonrió complacido e hizo una reverencia—. —Aish... —se llevó la mano al estómago y agrió su gesto dolorosamente— comí demasiado...

—¿Volverás al trabajo?

—Claro que no. Iré a casa a dormir. Despediré a quien me moleste —la miró de reojo—. Te incluye.

—¡No puedes despedirme!

—Claro que puedo, soy tu jefe.

—Algún día yo seré tu jefa —lo desafió con la mirada—, y ya verás quién despedirá a quién.

Joon Pyo bufó una risa irónica y su frente cayó sobre la mesa, lanzó más quejidos acerca de que no podía ni moverse. Entonces su celular sonó con el tono de mensajes varias veces, uno tras otro.

—Está despedido... —se incorporó y buscó el móvil en su pantalón— dije que no me molestaran...

Jae Kyung se rió otra vez.

—Es Woo Bin, me está mandando fotografías —comentó Joon Pyo alzando las cejas mientras abría los mensajes con desgano—, más le vale que sea algo bueno, que se haya descalabrado y tenga sangre escurriendo por la cabeza o algo así para que valga la pena...

—Eres sádico —ella lo reprendió aún con su sonrisa, dando un trago a su bebida— ¿Qué clase de amigo se supone que eres?

Joon Pyo la miró y le sonrió, pero al regresar los ojos a la pantalla del celular, en un segundo, su gesto se transformó en uno sombrío y frío, sus ojos se achicaron y sus dientes rechinaron levemente...

—¿Pasa algo...? —Jae Kyung parpadeó varias veces al notar el cambio de aura.

Él, sin decir nada, le pasó el celular para que ella pudiera ver.

Jae Kyung abrió la boca y sus mejillas perdieron repentinamente el color; en las fotografías, Masaaki Takeru y su medio hermano Bo Joo Rok se veían fuera de una elegante casa y varias más los mostraban en un soleado pueblo que claramente parecía estar en occidente, aparentando tener una vida tranquila. Ella se tapó la boca con una mano y se encorvó ligeramente al tiempo que su garganta se cerraba, pasando el móvil de regreso a él.

Joon Pyo marcó.

—¿Dónde? —exigió saber en el momento que Woo Bin contestó.

—Spiekeroog, es una isla que le pertenece a Alemania.

—¿Ya le has dicho esto a Ji Hoo?

—Aún no.

—Anda, mándale un mensaje... ¿qué tal si cenamos los cuatro hoy en mi casa?