XXVI.

—Máteme —dijo Bo aguantando su risa— deje caer todos estos bloques de concreto sobre mi cabeza.

Joon Pyo se pasó las palmas por los ojos.

—No tengo tiempo para esta mierda —dijo Joon Pyo con lágrimas a punto de escapar del coraje—, solo estira tu malparida mano para que yo pueda sacarte de allí.

Pero el abogado solo volvió a reírse. Joon Pyo gruñó furioso. Reacomodó la palanca y le pidió al hombre que le continuara ayudando para liberar a Ji Hoo.

—Joon Pyo, vas a matarlo si haces esto —insistió Ji Hoo negando con la expresión contraída en dolor.

—¡Ya sé que voy a matarlo! —le gritó desesperado— ¿¡Y qué más quieres que haga?! ¡Esto va a colapsar, tengo que sacarte de aquí ahora mismo! ¿¡Por qué puta madre lo estás defendiendo?!

—Porque si tú lo matas…

—¡¿Qué?! ¡¿Si lo mato qué?! —bramó furioso, sus brazos temblaban— ¿No seré mejor que él? ¿Los medios deben de justificarse por su propios méritos? —negó enérgicamente agitando la cabeza—?¿En serio vamos a discutir filosofía en este momento?!. Matarlo beneficia al bien mayor; si no lo eliminamos nuestra familia nunca estará en paz.

—No me importa él, me importas tú —gimió Ji Hoo. Incluso respirar le era doloroso—. Una vez que matas a alguien ya no hay vuelta atrás, tu vida cambiará para siempre… nunca vas a poder olvidarlo…

—¡Tengo que hacerlo! —gritó enrojeciendo de rabia, apretando tan fuerte el trozo de hierro que era doloroso— Yo lo prometí... —tomó una profunda bocanada de aire e intentó que su voz no temblara—. Tú sabes que mi deseo es no prometer cosas que no pueda cumplir. Tengo que hacerlo.

—No vas a poder con la culpa… tú no quieres sentir lo que Jan Di siente por Nina Frei...

—¡Nina Frei era inocente! —interrumpió furioso, cerrando los párpados— ¡No puedes comparar su muerte con la de esta basura! ¡Y si tengo que cargar con la muerte de alguien sobre mi consciencia, va a ser la de esta escoria, no la tuya! ¡Así que cierra la boca!

Jae Kyung apareció, había estado corriendo por los pasillos buscándolos después de que la entrada principal se derrumbara. Joon Pyo la miró rápidamente y se alegró internamente de contar con más ayuda. Si salían vivos de ésta, ya habría tiempo para regañarla por meterse a la mansión cuando se suponía que debía quedarse fuera. Le explicó rápidamente la situación; el estúpido abogado no parecía estar atrapado bajo ningún escombro, pero se negaba a salir.

—Voy a entrar por él —decidió Jae Kyung debido a que su tamaño era más pequeño y estaba segura de que era capaz de introducirse en la abertura y arrastrar al abogado fuera—. Puedo sacarlo.

Pero un nuevo crujido hizo temblar la débil estructura y ambos se echaron hacia atrás. Joon Pyo supo en ese mismo segundo que todo iba a colapsar al siguiente instante y que se le había acabado el tiempo. Gruñó frustrado y pidió tanto al hombre como a Jae Kyung intentar entre los tres empujar la improvisada palanca.

A Ji Hoo ya no le quedaban fuerzas para protestar, claro que quería que lo sacaran de allí, es solo que no quería que Joon Pyo realmente matara a una persona, ni siquiera a su enemigo; él ya lo había vivido cuando creyó haber matado al mismo Masaaki, había sido una carga de culpabilidad demasiado pesada. Se estaba asfixiando al respirar tanto polvo y el dolor de su brazo ya se había extendido a todo su cuerpo en horribles punzadas.

La viga se levantó un poco, ya casi lo tenía. Le ordenó a Jae Kyung que tomara la mano libre de Ji Hoo para que pudiera tirar de él y así lo hizo.

—¿Puedes moverte? —le preguntó ella, asiéndolo con fuerza. El negó apretando los ojos, apenas aguantando— Es el último esfuerzo, tienes que hacerlo.

Joon Pyo intercambió una mirada con el hombre que lo ayudaba y asintió. Pusieron toda la fuerza que tenían y la viga se movió, liberando a Ji Hoo, pero rompiendo el equilibrio que impedía que el cuarto terminara de derrumbarse.

Ella giró la cabeza a un lado para no ver mientras echaba todo su cuerpo atrás para sacar a Ji Hoo de un tirón. Joon Pyo soltó la palanca y se abalanzó a tomar a su amigo de los hombros de su chaqueta y levantarlo.

—Te tengo —le aseguró al sentir como se aferraba a él, dando pasos hacia atrás, apenas evitando que los bloques de concreto les cayeran encima—, te tengo…

La loza cayó con todo su peso sobre el abogado y, efectivamente, fue una imagen que Joon Pyo no se sacaría de la cabeza por el resto de su vida. Fue también un crujido espantoso, de huesos rotos y miembros reventados.

Salieron al pasillo justo a tiempo. Necesitaban tomar aire pero era imposible por todo el polvo que se había levantado.

Ji Hoo se desvaneció, Joon Pyo lo sostuvo para que no cayera al suelo.

—No, no, no —le dijo sacudiéndolo para despertarlo— ¡Tenemos que salir! ¡Ya casi lo logramos!

—No puedo moverme…

Su brazo estaba colgando, no era capaz de moverlo y sangraba copiosamente. Ahora que estaba libre sentía mucho más dolor, era tanto que incluso la vista se le nublaba y las rodillas se le doblaban. Otra explosión detrás de ellos los sacudió y los hizo estrellarse contra el muro más cercano.

—Vamos —insistió Joon Pyo pasando el otro brazo de Ji Hoo por detrás de su cuello, apretando su mano fuertemente alrededor de la muñeca de él—. Sí puedes, la salida está cerca.

—La entrada principal está derrumbada —dijo Jae Kyung rápidamente. Ayudando a sostenerlo—. No podremos salir por allí.

La expresión de Joon Pyo se contrajo en desesperación. Le faltaba el aire, le ardían los ojos, el corazón le latía tan rápido que sentía que se le salía por la garganta. La imagen de la cabeza aplastada del abogado se estaba repitiendo vertiginosamente en su cabeza.

—¡Joon! —le gritó Jae Kyung y lo sacó de su momentáneo trance— ¡Por acá!

0o0o0o0

Jan Di, de rodillas, sostenía el cuerpo sin vida de Kate. Estaba temblando por la rabia y por el sentimiento de fracaso, queriendo exasperadamente volver tan solo unos segundos en el tiempo para evitar que le dispararan. Se sentía responsable. ¿Qué le iba a decir ahora a Ji Hoo? ¿Y a la familia de Kathleen en Alemania? Cerró con fuerza los ojos, orando para que no fuera más que una pesadilla.

Masaaki arrugó la nariz por el dolor; su pierna sangraba mucho, se tocó la herida con las manos y luego las observó como si le fascinara verlas teñidas de rojo. Levantó la vista y miró a Woo Bin. Le sonrió complacido.

Woo Bin dio un paso atrás. Ese tipo era un monstruo, no podía ser humano. Lo estaba disfrutando, realmente lo estaba disfrutando, se estaba riendo, sus ojos brillaban. De verdad estaba emocionado.

¿Por qué un sujeto así se tenía que cruzar en sus vidas? No era justo. A Woo Bin se le cerró la traquea. Siempre supo que no iba a ser fácil, pero aun así, odiaba no poder dejar atrás el sentimiento de temor que el líder le ocasionaba.

Masaaki se irguió nuevamente en pie. El príncipe Song no lo dudó y disparó otra vez, ahora dándole en el otro muslo y lo hizo caer de bruces en el suelo. Le disparó por tercera vez, ahora en el hombro, cuidando de no dañarlo mortalmente y, por fin, lo dejó fuera de combate.

Woo Bin miró su reloj; tenían un poco más de dos minutos. Llenó sus pulmones y asintió dándose ánimos a sí mismo.

—Vamos, Jan Di.

Ella negó enterrando su rostro en el cuello de Kate.

—¡Jan Di, no hay tiempo!

—Ayúdame a cargarla —hipó Jan Di—. Saquémosla de aquí…

Él apretó los labios y suspiró con profunda tristeza. Lo consideró brevemente, pero decidió que tenía que sacar a Masaaki, quien aún estaba vivo y aún podía servirle. Lamentablemente ya no se podía hacer nada por Kate y le anunció a Jan Di que tendrían que dejar el cuerpo atrás mientras se echaba en la espalda al Maestro.

Jan Di renegó indignada y se aferró a Katheleen, pero Woo Bin estaba decidido.

—¡Te repito que no hay tiempo! —terminó de acomodarse a Masaaki a cuestas— ¡A menos de que puedas cargarla tú misma, debes dejarla!

Dos lágrimas brotaron de sus ojos y escurrieron por sus mejillas rojas de ira. Y tuvo que soltarla. El cuerpo de Kate cayó pesadamente al suelo, Jan Di se levantó y le dio alcance a Woo Bin, quien ya había echado a correr por el pasillo hacia la puerta principal.

Frenó y gruñó al ver la entrada derrumbada a los lejos. Claro, era obvio que iban a bloquear las salidas sus estúpidas explosiones, qué ingenuo se sentía al haber creído que ya estaba cerca de la salida.

—¡Por acá! —le gritó Jan Di, dando media vuelta y siguiendo su carrera.

Él la siguió, de regreso escaleras arriba hasta una amplia sala con un ventanal. Jan Di arrastró una silla y la arrojó contra el cristal para romperlo. Empujó con sus propias manos los trozos de vidrio que habían quedado aún en el marco para poder abrirse paso. Se hizo algunos cortes que ni siquiera sintió en ese momento.

Se asomó abajo, iban a tener que saltar. Tragó saliva sintiendo vértigo pero se convenció a sí misma que no estaba tan alto.

—¡Rápido! —la urgió Woo Bin. La cuenta ya casi llegaba a cero.

Ella saltó y al caer se torció el tobillo derecho, ahogó un grito de dolor y se puso de pie. Woo Bin cayó a su lado, todavía cargando el cuerpo semi inconsciente del Maestro, pero su aterrizaje no fue tan limpio y ambos terminaron mordiendo la tierra.

0o0o0o0

Del otro lado de la mansión, Jae Kyung, a base de patadas estaba tratando de tirar una cerradura; habían encontrado otra salida, pero todas habían sido bloqueadas; al principio había parecido que la orden de encerrarse era para no dejar al ejército de Jan Di, pero ahora era claro que había sido para encerrarlos a todos allí…

—¡A un lado! —ordenó un yakuza llegando a su lado con una pistola en la mano; era seguido por otros que se ayudaban mutuamente a caminar, algunos con sangre escurriendo de sus frentes.

Jae Kyung se echó para atrás de un salto y Joon Pyo, aún sosteniendo a Ji Hoo, se giró para interponerse y protegerlo.

El yakuza disparó dos veces a la cerradura. Jae Kyung se acercó otra vez, y usando absolutamente toda su fuerza, dio una última patada, abriendo la puerta estrepitosamente.

0o0o0o0

Ga Eul removía escombros con sus propias manos, ayudando a salir a la gente atrapada, pero rápidamente, el esfuerzo le provocó que la herida de bala que había recibido en su costado un par de días atrás, se abriera y empezara a sangrar profusamente.

Se arrodilló abrazándose a sí misma, apretando la mandíbula para aguantar el dolor. Respiró profundo y continuó con su labor. Movía piedras, ladrillos y trozos de madera tan rápido cómo podía y ya se había roto todas sus uñas.

—Ga Eul —Yi Jung se le acercó al notarla jadeando por aire y no tardó nada en darse cuenta de lo que le estaba pasando— Diablos… —masculló asustado— ¡deja de hacer tanto esfuerzo!

—Estoy bien —alegó limpiando el sudor de su frente—. Ayúdame, vamos.

Yi Jung empujó una pesada tabla para que Ga Eul pudiera tomar de la mano a mujer y ayudarla a salir.

—¡Se acabó el tiempo! —les gritó Woo Bin apareciendo tras la esquina del edificio— ¡Retírense todos! ¡Retírense ahora!

Ga Eul, todavía de rodillas, miró a las personas debajo de los escombros, quejándose y tratando de escapar. Yi Jung la tomó del brazo y la jaló sin delicadeza; ella se quejó del dolor y con su otro brazo señaló la casa, indicando que no quería dejar a esa gente allí.

Se alejaron pocos metros y, tal como lo había dicho Kate, una enorme explosión sacudió todo y terminó de derrumbar la hermosa mansión. Una densa nube de polvo se levantó y se expandió, cubriéndolo todo.

Luego solo hubo un gran silencio.

Jan Di, tosiendo a cause de la polvareda, se sostuvo con sus antebrazos; había caído al suelo debido a la fuerza de la onda expansiva. Se giró para caer boca arriba y luego se sentó. Movía sus ojos en todas direcciones, pero no veía nada. Había luces que todavía quedaban en pie del jardín, además de los faros de las camionetas que habían traído, pero lo único que divisaba era la nube blanquisca que se le metía en la garganta impidiéndole respirar con libertad.

¿Se había terminado ya? ¿Esa noche? ¿Esa guerra? Su pecho subía y bajaba erráticamente con esas preguntas revoloteándole la cabeza. ¿Podría volver a tener una vida? A veces le parecía imposible el pensamiento de que algún día saldrían de esa pelea, llegó a creer que no viviría para ver el final.

Estaba en shock, sintió los dedos de sus manos engarrotarse y le era doloroso tratar de moverlos. Cerró los ojos dándose cuenta de lo mucho que su presión sanguínea había descendido. Sacudió la cabeza cuando empezó a marearse…

Más preguntas le azotaron, ¿dónde estaban los demás? ¿dónde estaba Ji Hoo?. Con dificultad se levantó, aunque no pudo apoyarse en su tobillo lastimado. Apretó los dientes sabiendo que probablemente tenía un esguince. Ya se veía un poco más; frente a ella solo había una gran pila de escombros. La mansión había desaparecido por completo.

Al primero que vio fue a Woo Bin, al igual que ella, le era difícil respirar, sus ojos estaban nublados y agotados. Una de sus rodillas apresaba a Masaaki en el suelo.

Así que allí estaba el líder, pensó Jan Di, ¿ahora dónde estaría el abogado? Le daba terror imaginarlo emergiendo de la nada. Tosió, le ardía la garganta, tomó poco del aire a su alrededor y empezó a gritar los nombres de sus amigos…

Joon Pyo abrazaba con fuerza a Ji Hoo, lo había protegido con su cuerpo de la onda expansiva, que le había golpeado realmente fuerte; todos los huesos le dolían. Ambos estaban arrodillados luchando por jalar oxígeno a sus pulmones.

—¿Estás bien…? —le preguntó a su amigo mientras lo separaba.

Ji Hoo asintió, contestó que sí, pero su voz no salió de sus labios.

Joon Pyo se enterró las manos en el cabello y se dejó caer hacia atrás para sentarse. ¿Qué demonios había sido todo lo que acababa de pasar? Esos estúpidos habían hecho estallar su propia casa sin importarles que se podrían matar a ellos mismos. ¿Había sido un suicidio por su derrota? ¿Era una de esas cosas que venían junto a su delirio de ser samurái? No los entendía, jamás iba a entenderlos.

—¡Ji Hoo! —gritó Jan Di corriendo hacia él, cojeando bastante y al llegar, cayendo a su lado— ¿estás bien? ¿estás herido? ¡oh, dios mío! —sollozó al ver su brazo; aunque no podía apreciarlo bien, podía sentir las múltiples fracturas a todo su largo.

—Estoy bien… —murmuró él con un hilo de voz sumamente débil— no te preocupes… ¿lograron salir todos…?

Jan Di apretó los labios y su mandíbula tembló. Ji Hoo abrió los ojos lo más que pudo y la miró expectante. Ella ya estaba negando conteniendo su llanto…

—Lo siento… —hipo angustiada— lo siento… pero Kate… él la mató…

Ji Hoo ahogó una expresión de sorpresa y lo invadió una profunda culpa y tristeza. Había planeado cuidadosamente todos y cada uno de sus movimientos por meses, pero jamás contó con la última de jugada con la que saldrían, pudo imaginarse muchas cosas, pero no incluyó que se harían estallar ellos mismos. Realmente trató de no subestimarlos, pero lo hizo al final.

Se suponía que no tendría bajas en su equipo. Les había fallado.

Con su brazo sano, jaló a su esposa y la abrazó. Ella, por su puesto, no se resistió y enterró su rostro en su pecho mientras se disculpaba una y otra y otra vez.

—Solo yo tengo la culpa —le murmuró Ji Hoo besándole la frente repetidas veces—, esto es mi culpa…

Joon Pyo se puso de pie, estaba muy pálido. Ahora que ya sabía que no tenía que seguir corriendo, el torrente de adrenalina estaba desapareciendo velozmente, dejándole solo las imágenes de la cabeza del abogado Bo siendo aplastada por un bloque de concreto. Los oídos le zumbaban y seguía escuchando cómo los huesos de su enemigo habían crujido horriblemente al ser aplastados.

Verlo fue grotesco e impresionante; había quedado destruido y cubierto en sangre, como un muñeco de cartílagos.

A trompicones, se alejó hasta llegar el muro exterior del jardín. Todo el perímetro que rodeaba a la mansión seguía intacto. Allí, cayó sobre el pasto, entre lindos arbustos y flores bien cuidadas y vomitó todo cuanto había en su estómago y, aun después de expulsar todo, su cuerpo seguía retorciéndose en dolorosas arcadas.

—Joon… —le dijo Jae Kyung llegando por su espalda y tomándolo de los brazos— ¿estás bien?

Él jadeó y negó con la cabeza, luchando por jalar aire a sus pulmones.

—No puedo respirar…

—Vamos, respira conmigo —le susurró abrazándolo por detrás, inhalando y exhalando con lentitud, guiándolo para que se tranquilizara—. Todo ha terminado, ¿sí? —dijo cuando lo sintió más estable— Ya quedó todo atrás…

Joon Pyo negó.

—¿Sabes lo que dicen…? —murmuró débil y asqueado, ahora sentado sobre el pasto— Que nunca olvidas el rostro de la primera persona que matas… nunca voy a olvidarlo…

—Pero tú no has matado a nadie —le aseguró frotando sus antebrazos para transmitirle calor, ya que comenzaba a temblar de frío—, al contrario, salvaste la vida de varias personas, incluyendo a Ji Hoo…

Joon Pyo continuó negando, pasándose las palmas por los ojos una y otra vez; le dolían muchísimo y le escurrían lágrimas, tanto por la sustancia que se había puesto para obligarse a llorar por la supuesta muerte de Jan Di, como por el polvo de las explosiones y porque no podía sacarse la imagen de la cabeza aplastada del abogado. Es cierto que se merecía ese destino después de todo lo que les había hecho, pero no dejaba der una imagen horrible y un cargo a su conciencia.

Rayos, pensó, iba a echarse a llorar, no quería; no había llorado lágrimas genuinas en mucho tiempo y no quería que cambiara. Se cubrió el rostro con ambas manos tratando de reprimir todas sus emociones y todo el dolor físico que sentía.

—Ven aquí… —le dijo en voz baja atrayéndolo para que colocara su cabeza en su pecho. Él no puso resistencia y dejó que le pasara los dedos entre sus cabello— Todo terminó… Lo hiciste bien…

0o0o0o0

Gae Eul se quejó apretándose la herida mientras Yi Jung la sostenía para que se recargara en él. Ambos sentían todo el cuerpo temblar; la onda expansiva literalmente se había sentido como si hubieran sido golpeados por un duro objeto, con tal fuerza que los había arrojado a la tierra. Pero claro, lo que a ella más le dolía era pensar en los rostros de las personas que había dejado atrás por no haber sido lo suficientemente rápida para ayudarlas, qué importaba que eran sus "enemigos"; no eran más que gente siguiendo órdenes, no le deseaba el mal a nadie que no conociera personalmente…

—Estás sangrando mucho… —masculló Yi Jung, asustado y sin tener cabeza para pensar qué hacer.

Ella negó y estiró su brazo para tomarlo de la mejilla…

—Estaré bien…

0o0o0o0

—No te preocupes —le susurró Jan Di a Ji Hoo, nerviosa por la gravedad de sus heridas. Llorando de tantas impresiones en tan cortos minutos—, te llevaré al hospital, estarás bien…

Miraba en todas direcciones, tratando de ubicar a todos sus amigos, ya se podía ver mucho mejor. Tragaba saliva sin parar porque sentía la garganta llena de ese polvo, mataría por beber un trago de agua.

—¡Busquen sobrevivientes! —ordenó cuando uno de los hombres que la había escoltado desde el inicio se acercó. Él asintió y ordenó a todos los que no estaban heridos que comenzaran con la búsqueda.

Woo Bin amarró las manos de Masaaki por detrás. Éste recuperaba lentamente la conciencia, por lo que hizo más presión en su espalda con su rodilla para impedirle hacer cualquier movimiento.

—Jan Di… —murmuró Woo Bin, su voz no fue clara, también tenía la garganta raspada por todo lo que había respirado. Tosió— Jan Di.

—¿Qué pasa? —contestó ella levantando la cabeza y se le fue el aire.

Los yakuza que habían logrado escapar de la mansión estaban todos de pie, caminando hacia ella. Un momento después, Woo Bin ya se había levantado y se había interpuesto.

Joon Pyo, desde más lejos, vio como los yakuza se estaban agrupando y acercando a Jan Di, gruñó otra vez, harto de que no pudiera acabarse esa noche.

—No se rinden… —se separó del abrazo de Jae Kyung, se levantó con su última ola de fuerza y se acercó, ella lo siguió.

—Malditos sean… —dijo Yi Jung después de toser, desprendió a su esposa de él, quien quedó sentada sobre sus muslos, para poder ponerse de pie y acercarse a sus amigos.

Ambos, Joon Pyo y Yi Jung, llegaron junto a Ji Hoo quien luchaba por levantarse.

—Háganse para atrás —les ordenó Woo Bin, Jan Di, sostenida en la fuerza de una sola de sus piernas, avanzó unos pasos—. ¡Jan Di! ¡atrás te dije!

Pero ella levantó una palma para pedirle que guardara silencio y la dejara. Miró fijamente al grupo de japoneses frente a ella por larguísimos segundos, el ejército de Ni Eun les apuntaba con sus armas, esperando por alguna orden. Entonces, los que hasta hace unos minutos atrás eran sus enemigos, se inclinaron en una reverencia

Woo Bin perdió la fuerza de sus piernas y cayó sentado, suspiró aliviado y pudo destensar los músculos de sus hombros.

—¿Qué pasa…? —repitió Jan Di.

—Hemos… has ganado —Woo Bin sonrió abatido—; toda esta gente ahora será leal a ti.

—No quiero —masculló contrayendo su gesto en angustia—. No quiero saber nada de ellos… ¡no quiero ser parte de esto! —protestó a pesar de que sabía que así sería, con el ataque a las demás casas y la caída de Masaaki, ella era la siguiente en la línea…

—Está bien, Jan Di… —le aseguró— No puedes escapar del tatuaje que tienes, eres parte de ellos… —Jan Di negó, él la miró con bondad— No te preocupes, mi familia se hará cargo de esto… pero jamás podrás huir por completo.

La guerra, que habían iniciado los abuelos de tres de ellos junto a Park Ni Eun, después de tantos años, por fin había terminado.