Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Son de la autoría del genio Masashi Kishimoto.

Capítulo IV

¿Qué clase de monstruo es inmune al sexy jutsu?

El sol comenzaba a alumbrar brillantemente la apacible aldea de La Hoja, aún sumida en los cálidos brazos del Dios del Sueño. No obstante, dos inseparables amigos ya habían amanecido hace bastante, y se encontraban en uno de los lugares más apartados, en las proximidades de su hogar.

-¡Vamos a ver, teme!- exclamó Naruto, alzando los brazos al aire con una energía sencillamente envidiable.

El aludido levantó con absoluta pereza su oscura mirada, pestañeando en repetidas ocasiones para espantar el sueño que luchaba tozudamente por dominarlo.

Y es que eran nada más y nada menos que apenas las seis de la mañana; y aproximadamente una hora atrás, Naruto había entrado en su pequeña vivienda cerca del destruido sector de su familia, armando un alboroto de proporciones un tanto considerables. Ante su negativa de levantarse a perder el tiempo a aquella hora, el ninja lo jaló de los tobillos hasta que consiguió sacarlo de la cama que se le antojaba de pronto más cómoda que nunca.

Se encontraban vagueando por el campo de entrenamiento, enrumbándose al lugar que el rubio calificó como "el punto de control de operaciones encubiertas, dattebayo", que era en simples palabras el lugar donde Kakashi los evaluó para formar posteriormente su tan singular equipo. Aún Naruto no le había dado ningún motivo o explicación para irrumpir en su morada tan temprano y con suma violencia, por lo que Sasuke caminaba detrás, observándole sumamente resentido.

Una vez frente a los tres palos de madera anclados en la tierra, Naruto le dijo con suma solemnidad:

-Ahora seré tu sensei, 'ttebayo. Así que trátame con respeto.

-Hmp- contestó Sasuke, escuetamente. Giró la cabeza hacia el horizonte y se negó a brindar el respeto solicitado por su compañero, quien infló un moflete por el disgusto que la inconfundible cara de estreñido de Sasuke le provocaba. Sin embargo, decidió controlar sus impulsos infantiles y procedió a explicar su plan con algo que quería hacer pasar por paciencia.

-El día de hoy te enseñaré una táctica de ligoteo fundamental- declaró, alzando sumamente inspirado el dedo índice. Y así continúo dando detalles de todo tipo mientras que Sasuke roncaba, encorvado sobre sí mismo, completamente ajeno a las frases que salían con pasión de la boca de su amigo.

Cuando Naruto terminó con toda su cháchara, le observó furioso. Se acercó los pasos que les separaban con las manos empuñadas a los costados, preparándose para darle un puñetazo que lo despertaría encrespado sin duda alguna. A punto de dejar caer el golpe, tuvo una mejor idea.

Una sonrisa diabólica se estiró en sus labios. –Así aprenderá este maldito.- pensó. Concentró chakra en su cuerpo para transformarlo y realizó los sellos necesarios para adoptar la forma que deseaba, visualizándola con lujo de detalles en su mente.

Una humedad lasciva le recorrió el cuerpo desnudo. –Ya está, 'ttebayo.

Extendió su mano, pequeña y delicada, y acarició la mejilla de Sasuke con tranquilidad; esperaba impaciente que se despertara para poder burlarse por el resto de su vida de la expresión catatónica que seguramente pondría. El ceño del moreno se crispó por el disgusto al sentir el roce. Sujetó la mano e impidió que siguiera con el arrumaco.

-Deja de joder, Naruto. Me levantaste temprano para nada; no has hecho nada más que hablar mierdas sin sentido sobre ese pervertido libro de Kakashi. Deberías saber a estas alturas que…

Los pálidos párpados se alzaron para lanzarle una huraña mirada al lugar en el que se suponía estaba el rubio. Sin embargo, allí él no se encontraba. Sus orbes se ampliaron ante la fisionomía escultural que se hallaba de pie frente a él. Una estratégica niebla ocultaba las partes nobles de la muchacha, pero aún así podía distinguir con claridad la forma redondeada de los pechos, la curva de la cintura, la prolongación de sus caderas… Por todos los cielos, había llegado al Paraíso.

-No me mires de esa manera, Sasuke-kun- murmuró Sakura, enrollando un mechón de cabello rosa en su dedo. Deslizó su cohibida mirada hacia la hierba, y cruzó una pierna como si quisiera avanzar hacia su pasmado acompañante. Se mordió sus labios carnosos y cruzó las manos sobre su pecho, haciendo parecer aún más voluptuosos a sus atributos femeninos.

Sasuke seguía sin mediar palabra, demasiado estupefacto como para formar una oración coherente. Su atolondrado cerebro solo se hacía una pregunta que no podía ser respondida debido a la distracción ocasionada por la súbita aparición.

Sakura parpadeó con sus tupidas pestañas negras en repetidas ocasiones, exudando un irresistible halo de inocencia. Luego levantó sus luminosos ojos jade y los clavó en los del muchacho. Avanzó despacio. Cada uno de sus pasos era medido con sumo cuidado. Posó delicadamente sus manos sobre el pecho de Sasuke y soltó un suspiro que se asemejó más a un gemido; los vellos de los brazos de Uchiha se erizaron de regocijo.

Empezó a empinarse, entreabriendo los labios y acercándose cada vez más a la boca de Sasuke, pronto a sufrir un infarto. Cuando la distancia entre sus rostros era ínfima, el portador del sharingan sujetó con una mueca de desprecio la boca de la muchacha, que quedó estiradita en su dirección.

-¿Qué piensas que haces, bastardo?- gruñó. Sus cejas estaban tan fruncidas que casi se rozaban. Decepcionado porque su broma no había durado tanto tiempo como el esperado, Naruto decidió seguir con su actuación un poco más. Subiría de tono y haría que Sasuke despertara definitivamente sus hormonas.

-¡Ah!- gimió, estirando su cuello hasta que consiguió liberarse del agarre. –Sasuke-kun, no seas brusco; me lastimas.

Una venita en la frente del aludido comenzó a crecer a una velocidad alarmante a medida que iba perdiendo la poca paciencia que lo caracterizaba.

-Tienes menos de un minuto para volver a la normalidad, o te golpearé el culo de tal forma que te sentirás violado.

-¡Sasuke-kun, por favor no digas esas cosas!- exclamó, fingiendo un sonrojo, sin prestar atención a la amenaza del ninja. Convenía apresurarse si quería llevar a cabo la clase de aquel día. Tenía que jugar con sus sentimientos y su razón hasta llevarlo a la desesperación. Levantó con habilidad una de sus piernas y la enrolló en torno a la cintura del azabache, apretujándose lujuriosamente contra su cuerpo.

-Quiero estar contigo y ser tuya, Sasuke-kun.- canturreó en su oído, con una voz sumamente seductora. –Te ayudaré a revivir tu clan.

-¡YA ME TIENES HASTA LOS COJONES, NARUTO!- bramó, mandándolo de un empujón al suelo.

El rubio comenzó a pensar que se enfrentaba a una clase de ente invencible, pues ¿qué clase de monstruo es completamente inmune al sexy jutsu? De todas formas, se obligó a mantener la calma. Adoptó la resolución de mostrarle lo que seguramente más le aterraba; pero para ello necesitaba la ayuda involuntaria de una pobre alma que participaría del meollo como su víctima.

Paseó la vista por el desierto lugar, dándose contra alguna pared imaginaria por haber elegido un horario tan temprano para sus actividades indecentes. No obstante, la suerte le sonreía.

De espaldas a ellos, cerca de una tupida masa de árboles bajos, se hallaba Shino Aburame. Contemplaba absorto el nacimiento de una nueva generación de larvas, que ahora pasaban a su cuidado.

-¡Shino-kun!- exclamó Sakura con voz melosa, poniéndose rápidamente de pie y corriendo ostentosamente hacia donde se encontraba el muchacho; ignoraba con mucho énfasis las blasfemias que surgían con fluidez de la garganta de Sasuke.

Al escuchar la voz de quien pensó era la amable ninja médico, Shino levantó la vista sin ver dónde se encontraba su origen.

-¿Puedo ayudarla en algo, Sakura-san?- preguntó educadamente, manteniendo la compostura que le era inculcada a cada uno de los de su clan. Sin embargo, ninguna de sus más tempranas y tiernas lecciones pudo evitar que los ojos se le salieran de las órbitas y que la boca le llegara hasta el suelo al observar el cuerpo juvenil en todo su esplendor.

-¡Ha caído ante mis encantos, dattebayo!- pensó Naruto, alegre por lo que consideraba su triunfo. -¡Ero-sennin estaría orgulloso de mí! Sin duda soy un alumno maravilloso.

Tan pronto tuvo a Shino al alcance de sus brazos, lo rodeó en un apretado abrazo, lo que provocó que sus pechos de tamaño desproporcionado se oprimieran contra su tórax. Los colores se le subieron prontamente al rostro ante la colérica mirada de un Uchiha sacado totalmente de sus casillas.

-¡AQUÍ MISMO TE MATO, BASTARDO!- rugió, activando de manera automática su Sharingan. El grito sacó con violencia al desprevenido muchacho de la apasionada ensoñación a la cual había sido inducido. Pestañeó un par de veces y enfocó, tras el tinte de sus gafas, como un enloquecido Sasuke iniciaba una frenética carrera hacia su posición.

-¡MIL AÑOS DE DOLOR!- dijo, utilizando la técnica de su maestro para dejar a Naruto totalmente fuera de combate.

Shino se quedó de piedra, rígido cuando Sasuke le dirigió una mirada sencillamente intimidante. El Sharingan bailaba con vida en sus ojos.

-Como le digas a alguien lo que viste aquí, el siguiente en estar en ese aborrecible estado serás tú.

El muchacho asintió, comprendiendo instintivamente la gravedad de todo el asunto para Sasuke. Definitivamente, no deseaba volver a sentir esa mirada desquiciada característica de todo su clan puesta sobre él.

-Me alegra que quedes conforme.- masculló, sonriendo con ironía. Sujetó a Naruto de ambos tobillos y emprendió un viaje de regreso a la aldea con el cuerpo a rastras, golpeándole la cabeza con cada bache, roca, o cualquier elemento contundente que encontrara en el camino de manera intencional. Sasuke se prometió en ese mismo instante que esta vez no lo iba a perdonar con facilidad y que se vengaría.

Una vez los hubo perdido indiscutiblemente de vista, pudo volver a respirar tranquilo. Gritó de terror cuando alguien posó sorpresivamente la mano en su hombro.

-¿A ti qué carajo te pasa, Shino?- preguntó Kiba, mirándolo confundido. Akamaru acompañó la interrogante de su dueño con un par de entusiastas ladridos mientras movía de un lado a otro su rabo.

El aludido suspiró cansinamente.

-Por primera vez en mi vida podemos decir que me alegro de tenerte precisamente a ti de compañero de equipo, Kiba.

Hinata instó a su acompañante a entrar a su hogar, manteniendo la puerta abierta para que entrara.

Sirvió té en unos prácticos vasos de cerámica y la invitó a tomar asiento en la cama que ella y Naruto compartían. Procedió a relatarle con lujo de detalles la conversación que su novio y Sasuke habían mantenido días atrás sobre Sakura; preguntándole posteriormente si pensaba que sería una buena idea comunicárselo a ella. Eso era, según la chica de dulces orbes perladas, lo que debía hacer una buena amiga.

Los labios de la mujer, pintados de un elegante y coqueto color carmín, se estiraron en una sonrisa que pronto sacó a relucir todos sus inmaculados dientes.

-No, Hinata.- dijo, no sin malicia en su tono ciertamente acaramelado. –Haremos algo mucho mejor. ¡Las kunoichis entrarán en acción!

¡HOLA, MUY BUENAS A TODOS! Desde que estaba en clase de biología comencé a darle vueltas en la cabeza a este capítulo. Apenas llegué a mi casa, y luego de almorzar una rica comida preparada por las celestiales manos de mi madre, ¡salió esto!

Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo al escribirlo. ¿Quién será esta chica que habla con Hinata? ¿Qué estarán tramando para unir a Sasuke y Sakura? ¿Sobrevivirá Shino a las pesadillas que tendrá por el resto de su vida? Me gustaría un montón que me dejaran lo que piensan de la historia. Es un verdadero gusto leerlas siempre. ¡Muchas gracias por pasarse por aquí!

Las adoro. Besos, Manzana.