NdT: Advertencia: No apto para diabeticos.

Disclaimer: No me pertenece nada que reconozcas. Todo le pertenece a J.K Rowling.


Décimo capítulo


—Entonces, ¿qué te parece? —preguntó Teddy, inclinando su cabeza para que su padre, que lo miraba desde su biblioteca pudiera ver más de cerca la última adicción a su atuendo. Una pequeña luna creciente de plata en forma de arete, colgaba de su oreja.

—Muy genial —comentó Sirius—. Tendré que hacerme uno de esos.

—Sólo asegúrate de que los profesores no te vean usándolo —le advirtió Remus—. La mayoría de ellos no están particularmente a favor de los aretes en hombres.

—No lo harán —prometió Teddy, cubriendo su oreja con su larga y desgreñada cabellera.

—Tu última Navidad en Hogwarts —dijo Remus con una sonrisa triste—. No será lo mismo sin ti aquí el próximo año.

Sirius asintió de acuerdo.

—Pero vayamos a los asuntos menos deprimentes, ¿qué broma has decidido para tu última Navidad aquí?

—Una pista de hielo en el gran salón —declaró.

—Un verdadero clásico —meditó Sirius—. Hecho muchas veces, y siempre vale unas cuantas risas.

—¿Crees que es una buena idea? —preguntó Remus—. Eres un poco… ya sabes…

—Lo que tu padre está tratando de decir, es que eres un torpe idiota —gritó James, desde el otro lado de la habitación. Él y Lily estaban en camino a visitar su segundo retrato, localizado en la sala de estar de Harry. Ambos estaban ansiosos por ver a sus tres nietos nuevamente, incluso cuando James había regresado de allí hace unos días después de pasar las fiestas navideñas. Por supuesto que Teddy también fue invitado, pero decidió pasar las fiestas en la escuela junto a su padre.

—Definitivamente eres hijo de tu madre —añadió Sirius a Teddy—. Y estoy seguro de que no querrás pasar tu última Navidad aquí en la enfermería.

—Estaré bien —Teddy disipó sus preocupaciones con un gesto de su mano—. He estado practicando como transfigurar mis zapatos en patines. Mira esto.

Teddy se sentó en uno de los pufs y sacó su varita.

—No me quiero caer de nuevo —dijo. Dos giros y un golpecito después los zapatos se convirtieron en patines para hielo.

—Será mejor que tengas cuidado con esas cuchillas —le advirtió Remus—. Se ven afiladas.

Desafortunadamente, la advertencia llegó muy tarde. Teddy bajó sus patines en el puf al frente de él, cortando pulcramente a través de la tela y derramando los frijoles que lo rellenaban al suelo.

—Muy tarde —dijo Sirius riendo.

—Bueno, se los dejo a ustedes —gritó James, despidiéndose y dando un paso hacia el marco que lo dirigía a la casa de Harry.

—Feliz navidad —añadió Lily, volviéndose para irse también.

—¿Estás seguro que no hay nada que puedas hacer para ayudar desde ahí? —preguntó Teddy, empezando a señalar con su varita los frijoles desparramados, los cuales parecían determinados en evitar su puntería.

—Lo siento —dijo Sirius, no sonando nada arrepentido—. Aunque deberías regresar tus zapatos a su forma original, no querrás romper otro.

Teddy aún estaba intentando limpiar el desastre, cuando la puerta de la Sala de Menesteres se abrió para revelar a Fred Weasley.

—¿Qué has estado haciendo? —preguntó, tan pronto como vio el desorden. Pateó un par de frijoles fuera de su camino riéndose.

—Podrías tratar de ayudarme —sugirió Teddy.

Fred rió nuevamente, pero al menos sacó su varita para ayudar.

Fred Weasley había hecho historia al ser el primer Weasley que se recuerde que terminara en una casa distinta a la de Gryffindor. El Sombrero Seleccionador rompió la tradición al colocarlo en Ravenclaw, para sorpresa del resto de su familia. Como si eso no fuera lo suficiente para encanecer los cabellos de su padre, al principio de su anterior año fue seleccionado prefecto.

Fred normalmente hubiera regresado a casa para las fiestas a unirse al resto de su familia. Sin embargo, había persuadido a su padre para que lo dejara quedarse en la escuela para "estudiar para sus TIMOS", lo cual se traducía en: planear travesuras y hacerle compañía a Teddy.

—¿Ya has terminado tu ensayo de Defensa? —le preguntó Remus a Fred.

—Ni siquiera he empezado —contestó Fred con una sonrisa.

—Dale al muchacho un descanso, Lunático —le dijo Sirius—. Son días de fiesta.

—Lo terminaré a tiempo, profesor —bromeó Fred. Era una broma recurrente entre todos los estudiantes de Hogwarts de que el profesor Lunático era mucho mejor que cualquier otro profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que había tomado el puesto después de la Batalla de Hogwarts—. Aún no sé porque no nos puedes enseñar correctamente— añadió—. No puedes ser peor que Binns.

—Gracias —Remus arrastró las palabras—. Desafortunadamente, como soy un retrato, no puedo hacer completamente el trabajo de enseñar.

—¡Claro que sí puedes!

—No, no puedo. No puedo recoger ni corregir los deberes que deje.

—Bueno, ¿a quién le importa los deberes? —declaró Teddy—. Un profesor que no deje ninguno sería genial.

—Escuché que Rathbone se irá al final de este año —comentó Fred.

—Estoy seguro de que habrán numerosos aplicantes para el puesto, especialmente ahora que la maldición ya no existe —replicó Remus.

—Estuve en la oficina de Dumbledore la semana pasada —dijo Teddy, sin alzar la mirada de su trabajo.

—Lo sé —murmuró Remus—. Severus me contó que vio que te llamaron allí nuevamente, ¿por qué fue esta vez?

—No fue mi culpa —insistió Teddy.

—Nunca lo es.

—No hay muchas pinturas de directores allí —continuó Teddy.

—¿Las habrán movido? —preguntó Sirius.

—No, sólo que realmente no hay muchas. No están todos los directores que han estado aquí desde que la escuela se fundó. Después de todo, Hogwarts ha estado aquí por miles de años.

—No todos los directores tienen retratos —explicó Remus—. Sólo aquellos que fallecieron en el puesto obtienen uno. Algunos directores cambiaron de trabajo antes de fallecer. Ocasionalmente una excepción se hace, como la que se hizo con Severus, y un retrato se añade después; pero para la mayoría, sólo aquellos que fallecieron en el puesto están aquí. Tiene algo que ver con la verdadera entrega que se le dio a la escuela.

—¿Has escuchado la historia del director que murió cuando cayó de las escaleras de la lechucería en el siglo XVIII? —preguntó Teddy, con una sonrisa de lado que Remus pensó que era totalmente inapropiada para el tema del que estaba hablando—. Sucedió el día antes de su boda.

—Qué tema para más agradable de conversación en estas fiestas navideñas —comentó Sirius sarcásticamente—. No se me ocurre de donde conseguiste ese morbo…

Teddy rió y continuó contando su historia.

—Al parecer trató de mandar una petición al Ministerio para que le dejaran casarse de todas formas. Quería que su esposa heredara todo su dinero, era realmente rico. Fue él quien proporcionó todas las gemas de los relojes de arena de las cuatro casas.

—Obviamente tenía más dinero que sentido común —interrumpió Remus—. Hubiera sido mejor invertir en algunos hechizos permanentes de calefacción.

Teddy se encogió de hombros, recogiendo el último frijol y sentándose en su puf una vez más. Fred se dejó caer a su lado.

—Entonces, ¿los dejaron casarse?

Teddy le dio una mirada desdeñosa.

—Por supuesto que no, estamos hablando del Ministerio.

—Bueno, eso es deprimente —dijo Sirius—. ¿Alguna otra historia miserable que quieras contar?

—No he terminado —replicó Teddy.

—Oh, cuéntame. ¿La pobre bruja se tiró en frente de un carruaje o algo similar?

Teddy negó con la cabeza.

—¿Sabías que no tiene su retrato aquí?

—Tal vez la escuela se compadeció con ella —sugirió Remus—, y le entregaron el retrato. No la ayudaría a superarlo ni nada, pero puede que hayan hecho eso.

Teddy negó con la cabeza nuevamente.

—Nop, adivina de nuevo.

Remus le dio una mirada severa.

—Sé que te mueres por contárnoslo, así que vamos, deja de alargarlo.

—Según la bruja con la nariz que moquea, cerca de las cocinas, fue pintado fuera de su retrato.

Tres rostros confundidos lo observaron, preguntándose a que se refería exactamente.

—Fue pintado fuera de su retrato original —dijo Teddy nuevamente.

—No entiendo —dijo Sirius encogiendo sus hombros en confusión.

Teddy rodó sus ojos, se puso de pie y empezó a caminar mientras explicaba.

—Los retratos mágicos son… bueno… mágicos.

—¿De verdad? —preguntó Sirius—. ¡No sabía eso! ¿Sabías eso, Lunático? Que los retratos mágicos son mágicos… Caramba, se aprende algo nuevo cada día.

Teddy le dio una mirada asesina.

—Sabes, puede que quieras escuchar lo que tu sobrino tiene que decir, dado que te involucra.

La confusión de Sirius solamente se incrementó con ese comentario, pero se recostó en el sofá de la biblioteca para escuchar.

—Según Marissa, la bruja con la nariz que moquea, si un mago es pintado fuera de su retrato, vivirá de nuevo, completamente con vida.

Remus le sonrió a Teddy, negando con la cabeza.

—Estoy seguro que lo que te contó sólo es un mito; hablaré con ella después sobre lo mal que está poner ideas en la cabeza de jóvenes.

—Ella era estudiante de la escuela cuando eso sucedió —insistió Teddy—. Escuchó de ello cuando vivía. Dijo que volvió a la vida y se casó con su prometida. Me dijo que era posible.

Remus se acercó lo más que pudo al marco de la pintura.

—Sé porqué deseas esto tanto —dijo—. Créeme, lo sé. Pero, simplemente desear que sea realidad no lo hará. Si fuera posible engañar a la muerte tan fácil como eso, todos lo harían.

—No es fácil —corrigió Teddy—. Necesitas un artista que pueda pintar en un lienzo que se mueva, y que pueda pintar el fondo que no puede ver, con la mayor precisión que se pueda. Se supone que también es muy doloroso para la persona que es pintada.

Remus continuó negando con la cabeza, pero Sirius se había puesto de pie de su asiento y estaba buscando en los estantes detrás de ellos. Regresó al frente de la pintura con un libro muy grande, su rostro lleno de polvo.

—Dijiste que querías una biblioteca que lo tuviera todo —susurró—. ¡Lo tiene todo!

Remus tomó el libro y miró la página que Sirius había abierto. Mientras leía la página sintió sus rodillas temblar, y solamente el fuerte brazo de Sirius alrededor de su cintura lo detuvo de caer al piso.

—Sólo tres magos han sobrevivido —leyó en voz alta Remus—. Y uno de ellos murió un par de días después de regresar al mundo real.

—Pero es posible —insistió Teddy.

—Es peligroso.

—¿Más peligroso que chicos de quince años intentando transformarse en animagos? —contrarrestró Teddy—. De todas formas, tenemos la ventaja de la tecnología hoy en día. La tecnología moderna significa que podemos tomar fotos de una habitación vacía, así el artista no tiene que adivinar el fondo que está dibujando.

—Aún así se necesita un artista —le recordó Sirius.

—Y es muy riesgoso —añadió Remus siguiendo leyendo—. Si sale mal, las propiedades mágicas de la pintura se pierden y el ocupante…

—Muere —concluyó Sirius.

—Una pincelada mal hecha y se acabó. No estoy seguro de que valga el riesgo —dijo Remus, cerrando el libro y volviendo a colocarlo en la mesita de café.

—Pensé que te gustaría la idea —contestó Teddy con la mirada hacia abajo—. Creí que tal vez pensarías que yo valdría el riesgo.

Con eso, el joven de diecisiete años, giró sobre sus talones y se apresuró en salir de la habitación. Fred fue detrás de él.

—Maldición —murmuró Remus, apresurándose en salir de su pintura e intentar seguirlo a través de los pasillos. Desgraciadamente, Teddy había aprendido hace tiempo que si quería evitar a su padre, todo lo que tenía que hacer era pedirle a la Sala de Menesteres una habitación sin pinturas; y estaba justo entrando a una cuando Remus lo divisó.

Remus regresó a su pintura, donde Sirius lo esperaba. No se sorprendió al ver el libro una vez más abierto.

—Puedo ver porqué la idea le gusta —dijo Sirius, estudiando las hojas.

—También puedo verlo yo, pero ¿vale la pena el riesgo?

—Extraño comer —replicó Sirius—. Me refiero a comer de verdad.

—Lo sé.

—Mirar como el mundo vive está muy bien, pero a veces me gustaría ser parte de él nuevamente, ¿no te sientes así?

Remus se sentó al lado de Sirius y se acurrucó contra él.

—¿No lo sabes ya? Tú eres mi mundo...

—Podrías abrazar a tu hijo —susurró Sirius.

—O podría morir por completo, y perder la oportunidad siquiera de hablarle.

—No me puedes decir que no suena ni un poquito tentador.

—No, no puedo decir eso. Por supuesto que es tentador.

—Podrías aplicar al puesto de Defensa —le sugirió Sirius—. No tendrías más tu pequeño problema peludo contigo.

—No diría eso —murmuró Remus, golpeando con el dedo a Sirius—. Has estado llenando la cama de pelos nuevamente.

Sirius se rió entre dientes antes de ponerse serio de nuevo.

—Sé que estuviste decepcionado cuando el director te dijo que no podías enseñar desde un retrato.

—No estaba tan entusiasmado con la idea de todas formas.

—Mentiroso.

—Demasiado papeleo y no había manera de que me pagaran.

—Te encanta, y te podrían pagar si estuvieras vivo.

—El dinero es lo de menos.

—Tengo más que suficiente dinero.

—Se lo dejaste todo a Harry.

—Es prudente con sus gastos, me devolverá un poco de lo que le di.

—Sería descortés pedírselo.

—Me lo ofrecerá.

—No tendríamos donde vivir.

—Viviríamos aquí, en la habitación del profesor de Defensa.

—Los profesores no suelen tener a sus cónyuges viviendo con ellos. Incluso si es que se nos permite casarnos legalmente… lo cual, siendo ambos hombres, no es posible.

—Las uniones civiles entre parejas del mismo sexo ya son legales en Inglaterra —le dijo Sirius—. Si lo hacemos a la manera muggle. Los magos aún estamos un poco detrás en ese tipo de cosas.

—¿Cómo sabes sobre eso?

—Conocimiento común.

Remus resopló.

—Si te pasas todo el día cotilleando. Aún así no creo que nos dejarían vivir en la escuela.

—Hagrid tiene un perro. El profesor Lupin, y su perro fiel, Canuto. Nadie se opondría a eso.

—Todavía es muy arriesgado —susurró Remus—. Podría perderte nuevamente.

—Pero si funciona, mira lo que obtendremos en cambio… otra oportunidad.

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Teddy rápidamente se dio cuenta que la manera de convencer a su padre era primero convenciendo a Sirius de la idea. Sabía que entre los dos, Remus no tendría opción.

—Yo no me arriesgaría —dijo Lily después de conversar las cosas con los otros—. Ya hemos tenido nuestro momento.

Severus asintió.

—Mi deber está en la escuela; de todos modos, no tengo nada a lo que regresar en el mundo real.

James, por su parte, había estado interesado por la idea, pero obviamente no tenía intención de dejar a Lily sola. Estaban felices de ver a Harry y a su familia desde los retratos, y si en ocasiones estiraban una mano y encontraban solamente una barrera, trataban de no dejar que eso les molestara.

Peter, quien Remus pensó que estaría reacio a arriesgar su existencia, estaba en realidad bastante entusiasmado con la idea. Solamente que la popularidad de su posada y su nueva relación con una tímida brujita de la torre de Astronomía lo impidió seguir adelante con la idea.

Al final, fueron solamente Remus y Sirius quienes estaban considerando seriamente la posibilidad.

-o-xXx-o-

—Podríamos saborearnos el uno al otro de verdad, como solíamos hacerlo —susurró Sirius, lamiendo el cuello de Remus.

—Puedo saborearte perfectamente —replicó Remus, jalando a Sirius hacia atrás para besarlo.

—Podríamos tener una casa de verdad, no solamente un dormitorio y una biblioteca.

Remus volteó a Sirius sobre su espalda.

—Tú fuiste quien quería pasar la eternidad en una cama —le recordó.

Sirius negó con la cabeza.

—Quería pasar la eternidad junto a ti.

Remus suspiró y se besaron nuevamente.

Estamos pasando la eternidad juntos.

Sirius estaba recogiendo la cubierta cuando volvió a hablar.

—Cuando estábamos en la escuela no tenía idea de lo que quería hacer con mi vida —dijo en voz baja—. Al menos hasta el día que te conocí. Sólo entonces lo supe.

—¿Qué supiste?

—Que quería envejecer junto a ti —dijo Sirius, recorriendo su mano por la mejilla de Remus, dibujando su mandíbula, y corriendo un dedo sobre su labio inferior.

—Oh.

—Todo salió mal tan rápido, ¿no lo crees? Perdimos mucho tiempo.

—Ahora tenemos todo ese tiempo de vuelta —dijo Remus—. Tanto tiempo como queramos.

—Pero no estamos viviendo —susurró Sirius—. Remus, quiero que nos casemos, o unamos o como lo llamen en el mundo muggle. Quiero verte enseñando una clase. Quiero estar a tu lado en la boda de tu hijo. Quiero verte sostener a tus nietos. Quiero una vida real, en vez de sólo ver a otros vivir. Aún quiero envejecer junto a ti, Remus.

Remus no respondió con palabras. Sabía que Sirius sabría su respuesta en cada beso y cada caricia que compartirían.

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—¿Estás listo? —preguntó Teddy desde donde estaba de pie en la Sala de Menesteres.

Remus lo miró.

—Si esto sale mal…

—Lo sé —interrumpió Teddy—. También te quiero, papá.

Remus se volvió hacia Sirius, quien estaba preparándose en retirarse de la biblioteca por última vez.

A través de un acuerdo silencioso. Remus y Sirius nunca se habían besado en frente de Teddy. Su hijo sabía de su relación, y lo había hecho desde que tuvo la edad suficiente de comprender porque Sirius se llamaba así mismo tío; pero se abstuvieron siempre de hacer más que caricias ocasionales, las cuales la mitad del tiempo no se daban cuenta que hacían, en frente de él.

—Funcionará —le aseguró Sirius, apretando su mano. Esta vez esa simple caricia no fue suficiente; Remus echó sus brazos alrededor del cuello de Sirius y capturó sus labios con los suyos. Había desesperación en el beso; ambos sabían que podría ser el último.

Cuando se separaron Sirius descansó su frente contra la de Remus.

—Lo siento, Teddy —dijo Remus tan pronto como recuperó el aliento.

—Está bien —dijo Teddy con una sonrisa—. No es como si no hubiera pensado nunca que se besaban o algo más.

Sirius rió.

—Simplemente pensábamos que no estarías emocionado de ver a tu padre besar a otro tío.

—A ningún niño le gusta ver a su padre besando a alguien —señaló Teddy riendo—. Incluso si besara a mi madre, probablemente me avergonzaría, ya sabes, los viejos no hacen ese tipo de cosas.

Remus rió y empujó a Sirius hacia su pintura.

—¿No se dirán un "Te amo" o algo? —preguntó Teddy.

Remus y Sirius negaron con la cabeza al mismo tiempo; ambos sabían que no había necesidad de decir palabras. Luego vieron la mirada de aparente desaprobación de Teddy. Remus intercambió una mirada con Sirius. No era como si nunca se hubieran dicho aquellas palabras. Cuando habían vuelto a estar juntos, e inmediatamente después de la reunión que tuvieron como retratos, se las dijeron a cada rato, solamente que ahora no sentían la necesidad de decir lo obvio desde hace bastante tiempo.

Sirius habló primero.

—Yo… ehm… ya sabes… ehm…

—Sí… yo también… ya sabes.

Teddy los observó totalmente decepcionado a los dos.

—Esas han debido ser las más patéticas declaraciones de amor que he escuchado —murmuró, antes de volverse hacia los dos artistas que había encontrado.

—¡Nos vemos, Cornamenta! —gritó Sirius—. Volveremos antes de que se den cuenta.

—¡Buena suerte! —gritó Lily.

Todos sabían que no se irían para siempre. El hechizo que los había hecho retratos cuando fallecieron, estaba, hasta donde ellos sabían, activo. Era muy probable que si tenían éxito en volver a la, esperemos que muy larga, vida, volverían al mundo del retrato una vez más cuando fallecieran.

—No nos extrañen demasiado —dijo Sirius, lanzándose a su cama y sentándose en la cabecera.

—Mantendremos tu cama tibia —gritó James—. Vamos a darle mucha acción… a diferencia de ustedes.

Sirius le lanzó el dedo medio.

Después de eso, Teddy pidió a los otros ocupantes que se retiraran de la Sala de Menesteres. Sirius y Remus necesitaban estar lo más quietos posible mientras los artistas trabajaban, y eso sería lo suficientemente difícil, incluso sin la camaradería habitual de los merodeadores.

Se había decidido por todos que sería lo mejor si los retratos se trabajaran al mismo tiempo. Habían obtenido la promesa de ambos artistas de que si algo salía mal con alguna de las pinturas, ellos no dirían nada al respecto y simplemente se haría el mismo error nuevamente. Cualquier cosa que ocurriera, ambos pasarían por lo mismo.

Remus hace mucho había perfeccionado como permanecer sentado, para alivio del artista que trabajaba en su retrato. El artista de Sirius, por el otro lado, tenía una tarea mucho más difícil, debido a la constante energía que desbordaba por naturaleza.

—Sr. Black, debes permanecer lo más inmóvil posible —le avisó una vez más. Remus se sintió tentado a decirle algo a Sirius, pero sabía que eso solamente dificultaría a su artista. Afortunadamente, Teddy estaba allí para ordenar a todos, incluso a Sirius.

Remus no estaba seguro de cuando el dolor empezó. Al principio fue solamente una sensación de cosquilleo sobre sus extremidades, algo así como el comienzo de la punta de un alfiler, pero gradualmente se volvió más y más intenso, como si cada parte de su cuerpo estuviera siendo jalada en una dirección distinta.

Los tirones continuaron hasta que Remus estaba seguro de que no podría resistir ni un minuto más. Pero sabía que no había manera de detener el proceso una vez que se había iniciado. Ahora sabía porque pocos magos habían intentado esto, y porque tantos intentos habían fracasado.

Por otra parte, ninguno de esos magos tenía a Sirius Black esperándole cuando todo hubiera terminado. Apretando los dientes se protegió a sí mismo contra el dolor.

-o-xXx-o-

—Lunático.

Remus podía escuchar el susurro de Sirius, pero no podía descifrar de dónde provenía su voz.

—¿Remus?

Oyó una voz de un lugar cercano.

—¿Estoy muerto? —murmuró Remus—. Si no, mátenme ahora mismo, por favor.

—El dolor se disipará pronto —prometió Sirius—. Ya verás.

—Nunca pensé que existiría algo peor que la transformación a hombre lobo —dijo Remus.

Luego sintió la calidez de otro cuerpo a su lado, y aunque el dolor aún estaba ahí, de repente no estaba tan mal como antes.

-o-xXx-o-

Cuando Remus finalmente abrió sus ojos, vio una vista familiar, pero una que no había visto desde esa perspectiva desde hace muchos años. Madame Pomfrey no estaba a la vista, pero siempre estaba cerca. La enfermería era su dominio, y ella nunca estuvo lejos de sus pacientes.

Al volver su cabeza a un lado, pudo ver a Sirius tendido en la cama vecina.

—¿Papá?

Remus volvió en otra dirección y vio a Teddy, sentando en una de las sillas.

—¿Teddy?

—¿Quién si no?

—¿Está bien Sirius? —preguntó.

Teddy asintió.

—Él apareció primero, unos minutos antes que tú. Estuvo a tu lado casi al instante que regresaste, pero el dolor fue demasiado y cayó inconsciente casi inmediatamente.

Remus dejó escapar un suspiro de alivio.

—¿Qué hay de ti? —preguntó Teddy—. ¿Cómo te sientes?

—Estoy bien, creo —Remus se esforzó en sentarse y sintió la sangre correr a su cabeza. Era una sensación que había olvidado desde que se volvió un retrato.

—Tómalo con calma —le aconsejó Teddy, saltando para atrapar a Remus cuando empezó a caerse de la cama. Fueron unos minutos más tarde cuando Remus se dio cuenta que su hijo lo estaba tocando, que podía sentirlo. Tan pronto como se dio cuenta, le dio un abrazo muy fuerte, las lágrimas corriendo por su rostro al sostenerlo por primera vez desde que había sido un bebé.

—Sr. Lupin, ¿no deberías estar castigado? —preguntó madame Pomfrey cuando entró a la habitación.

—¿Castigado? —preguntó Remus cuando Teddy se alejó y bajó su cabeza tímidamente—. ¿Qué has hecho ahora?

—¿Qué es lo que ha hecho ahora? —repitió madame Pomfrey—. Manipuló su pintura y la del Sr. Black y arriesgó sus existencias. Invitó a hombres de dudosa reputación dentro de la escuela sin permiso.

—¿Qué? —preguntó Remus.

—Los artistas —aclaró Teddy—. La mayoría de artistas no tocan retratos mágicos, fue difícil encontrar uno, y mucho más, dos.

—Puedes considerarte afortunado de que nada salió mal —le regañó madame Pomfrey.

—No fue su culpa —interrumpió Remus—. Sirius y yo tomamos la decisión de seguir con esto. Fue nuestra elección.

—Pensé que tenías más sentido común —murmuró madame Pomfrey—. Siempre dije que el Sr. Black era una mala influencia para ti.

—¿Están difamando mi reputación nuevamente? —preguntó Sirius desde su cama—. ¿No puede un tío conseguir descansar por aquí sin ser insultado?

Remus quiso saltar de su cama y tirarse encima de Sirius, y una simple mirada al otro joven fue suficiente para saber que él quería hacer lo mismo. Era una pena que ninguno de los dos tuviera la energía suficiente para hacerlo. Remus pensó que era irónico que la edad de dieciocho años era el pico sexual de un hombre joven, sin embargo ninguno de ellos podía llegar a la cama del otro.

—Castigado —le recordó madame Pomfrey a Teddy, espantándolo fuera de la habitación—. En cuanto a ustedes, les aconsejo descansar un poco más mientras puedan. Vendrá alguien del Ministerio de Magia para hablar con ustedes por la mañana.

—¿Sobre qué? —preguntó Sirius.

—Sobre qué es lo que sucede cuando los magos deciden volver de entre los muertos. Tengo entendido que tienen que hacer un montón de papeleo.

Sirius gruñó, mientras que Remus trató de reprimir una sonrisa.

—Descansen —repitió madame Pomfrey.

—¿Dónde están nuestras varitas? —preguntó Remus cuando Pomfrey se dirigía nuevamente a su oficina.

—En la mesita de noche —le dijo madame Pomfrey, señalando la mesita en cuestión—. Aunque te sugiero que no hagas magia hasta que estés completamente recuperado.

Remus asintió, esperó a que se retirara de la habitación y alcanzó su varita.

—Dijo que no hicieras ningún hechizo —le recordó Sirius.

—Sólo haré uno pequeño —dijo Remus.

—Sólo trata de no aparecerte aún.

—No necesito aparecerme para llegar a donde quiero estar —contestó Remus. Un giro y golpe después, y la mesita de noche tomó vida y se hizo a un lado. Un giro y golpe más, y la cama de Remus se movió hacia el lugar que ahora estaba libre.

—Eso fueron dos hechizos —comentó Sirius mientras Remus se acurrucaba a su lado.

—¿Quién está llevando la cuenta? —murmuró Remus.

—Yo —susurró en respuesta—. Estoy contando cada minuto que pasamos juntos, y esta vez no voy a desperdiciar ninguno.


FIN


Nota de la Autora: Espero que hayan disfrutado de esta historia, incluso si no estuvo llena de broma detrás de broma de los merodeadores. Pero vamos… todo el mundo escribe sobre eso… Si la disfrutaste, por favor considera revisar alguna otra historia mía. Y por supuesto, sus reviews son siempre bienvenidos. Louisa.


Nota de la Traductora: ¡Se acabó, c'est fini! El final no fue apto para diabeticos, pero fue perfecto. Estoy muy feliz de traducir los fics de FullMoonDreams, sobretodo porque me lo ha permitido :'3... Y estoy más feliz aun de recibir tanta acogida en mis primeras traducciones, nada sería posible sin Kristy que me betea incluso cuando la atosigo noche y día ...
¡Muchas gracias por los reviews, sé que no soy la autora pero me encanta conversar del fic cuando los dejan!
Ya empecé a traducir otro fic en unos días lo subiré, será largo y espero que lo sigan y disfruten como este de acá, muchos abrazotes :)