¡Hola! Aquí su queridísima onee-chan reportándose! Les había prometido una nueva historia apenas terminara con "El enemigo más poderoso" y aquí está. Aunque... no es la que tenía pensada subir, no me atrevo a hacerlo todavía... me da algo de miedito :P


Pero bueno, mientras tanto les traigo esta nueva historia.

La verdad es la adaptación de la película "La propuesta" jejeje. Cada vez que la veía, me imaginaba a nuestra parejita estrella en esa situación y pues, mientras intento armarme de valor para subir la otra historia, los entretendré con esta :D

Es la primera adaptación que hago, así que espero resulte bien. Obviamente cambiaré algunas cosas :D

Por cierto, ya tengo un año y cinco días en este mundillo! Wiii... soy tan feliz, me siento grande jajaja... y lo celebré comiendo torta :D

Bueno, a leer se ha dicho, ojalá les guste.


Bleach no me pertenece...


CAPITULO 1: UN TRABAJO AGOTADOR

La estridente alarma de aquel despertador con forma de oso panda resonó por toda la habitación, siendo apagada casi al instante por una furiosa mano que asomó entre las sábanas blancas.

Al cabo de dos minutos otra alarma sonó, esta vez ubicada en una repisa al otro extremo del dormitorio.

Ya no quedaba otra, tenía que levantarse.

A regañadientes se sentó en el borde de la cama y se estiró escandalosamente. Permaneció así por unos segundos y se rascó la cabeza, desordenando sus cabellos naranjas mientras la odiosa alarma no le permitía ni siquiera pensar.

Frunciendo el ceño caminó hasta la repisa para silenciar el despertador de vez por todas.

Miró la hora; 5:47 a.m.

"Es muy temprano" se dijo a sí mismo mientras bostezaba. Odiaba levantarse tan temprano, pero sabía que no le quedaba de otra pues siempre tenía muchas cosas que hacer antes de ir a la oficina.

Ya casi no recordaba la última vez que durmió hasta las 8 de la mañana.

- o -

Después de su acostumbrada ducha fría, la cual era la única forma de despertarse totalmente, se vistió y desayunó algo rápido para luego salir de su departamento.

- o -

Apenas eran las 7:00 de la mañana, el cielo de Tokio todavía estaba algo oscuro.

Algunas personas ya comenzaban a salir de sus casas para tomar el tren subterráneo y llegar a sus trabajos, mientras que otros seguían durmiendo plácidamente.

Ichigo caminaba cargando varias bolsas de compras, agradeciendo y a la vez maldiciendo el hecho que aquellas tiendas abrieran tan descabelladamente temprano. Dio un bostezo y siguió caminando con destino a la cafetería de aquel horrible y estúpido nombre. Todavía le avergonzaba que lo vieran entrar a ese lugar y ni siquiera después de tres años con la misma rutina se acostumbraba.

¡Maldito sea el día que inauguraron ese local!

- o -

El pelinaranja entró a la cafetería y se acercó al mesón donde para su sorpresa, ya había una enorme fila esperando pagar y ordenar sus compras. Eso era muy extraño, pues la mayoría de los clientes llegaban después de las 8 de la mañana.

Volvió a mirar su reloj; ya eran las 7:30. Siendo optimista y calculando dos minutos por cliente, terminaría cerca de las 8:15, lo que significaba que… ¡no llegaría a tiempo!

Su cara palideció al pensar lo que su jefe le diría si no llegaba puntualmente a la oficina con su estúpido café caliente. Tenía que hacer algo para apurarse, pero ¿qué?

¿Empujar a las personas que estaban delante de él? ¿Fingir una repentina enfermedad para que lo hicieran pasar? ¿O gritar el nombre de un famoso y apuntar hacia afuera para que todos los curiosos salieran a verlo?

Ninguna de esas opciones era buena. Ni modo, tendría que soportar ser regañado, total una vez más tampoco lo mataría.

Habían pasado unos minutos cuando escuchó su nombre. Asomó la cabeza entre la fila y pudo distinguir a una chica de cabello fucsia que atendía la caja registradora.

—Ven aquí. —dijo ella, llamándolo con un movimiento de la mano.

Ichigo le encargó su lugar por un momento a la mujer que estaba tras él y luego caminó hacia el mesón, algo confundido y preocupado en caso que los demás clientes pensaran que iba a colarse. Sin embargo, nadie dijo nada, al parecer todavía estaban semi dormidos por lo que ni siquiera se percataron.

—Hola, Riruka. —la saludó amablemente. —¿Qué pasa?

—Toma. —la chica le entregó dos vasos de café recién salido de la máquina. —Café con leche descremada, con canela y sin azúcar. —agregó con una gran sonrisa, describiendo el producto que el pelinaranja compraba todas las mañanas. —Ahora vete o llegarás tarde.

A Ichigo le brillaron los ojos de gratitud. Definitivamente Riruka era alguien increíble y algún haría algo para compensarla.

—Gracias Riruka. —dijo Ichigo con una gran sonrisa que contrastaba con su habitual ceño fruncido. —Te debo una. —y dejando unos billetes sobre el mesón salió de la cafetería a toda prisa.

- o -

"¡Maldición! ¡Son las 8:15!" gritó en su interior cuando se encontró una marcha a favor del ejercicio y la vida sana que le bloqueaba el paso.

¿Por qué demonios la hacían tan temprano? ¿Por qué precisamente el día en que él iba con el tiempo casi justo? ¿Y por qué esa señora le dio un folleto con algunos tips para perder peso? ¿Acaso le estaba diciendo gordo?

Obviamente esa anciana estaba ciega, pues cualquiera podía ver el escultural y atlético cuerpo que poseía el pelinaranja.

- o -

Ichigo caminó a todo lo rápido que dieron sus largas piernas y pudo llegar casi a tiempo. Eran las 8:23 cuando llegó a la entrada del edificio "Seireitei", donde los últimos cinco pisos correspondían a la compañía en donde trabajaba; la Editorial "Gotei 13", una de las más prestigiosas del país.

El ascensor se abrió y un hombre que salió con prisa chocó violentamente contra él, haciendo que uno de los cafés se derramara sobre su camisa blanca.

—¡Idiota! ¡Fíjate por donde vas! —le gritó furioso. Por un segundo quiso correr a golpearlo, pero si hacía eso entonces sí que llegaría tarde y todo su esfuerzo habría sido en vano.

- o -

El ascensor lo dejó en el piso 15 y un presuroso Ichigo se acercó a un compañero de trabajo, quien además era su mejor amigo.

—¡Ishida, préstame tu camisa! —le pidió al chico de lentes sentado en un cubículo.

—¿Qué? —lo miró fijamente. —¿Qué te pasó ahora, Kurosaki? —le preguntó alternando la vista entre Ichigo y su computadora.

—Un idiota me hizo derramar el café. —explicó, mostrando su camisa arruinada. —Rápido, antes que llegue. —pidió con temor.

—Estás loco. —le dijo y volvió la vista hacia su computador para abrir el e-mail que acababa de recibir. —No lo haré, no me pienso poner tu apestosa camisa.

—Te invitaré el almuerzo por lo que queda del mes. —era su mejor oferta.

—Lo haré. —aceptó levantándose.

"¡Gorrón!" pensó Ichigo, aunque algo aliviado. Rápidamente los chicos fueron al baño para intercambiar de ropa. Ahora Ichigo usaba una camisa de color gris con corbata negra, que también tuvo que pedirle a su amigo, mientras que él se quedó con una blanca manchada con café y una corbata azul.

—Te espero en la cafetería entonces. —dijo Ishida burlonamente. La verdad era que pensaba prestársela de cualquier forma, pues sabía que su jefe no toleraba la mala presentación. Sin embargo, como le ofreció comida gratis antes que pudiera responderle nuevamente, tuvo que aceptar, pues su abuelo siempre le decía que los que despreciaban la comida eran castigados por los dioses.

- o -

Una vez que estaba presentable corrió hasta su escritorio y encendió su computadora. Luego entró a la oficina de amplios ventanales que estaba frente a él y guardó algunas de las bolsas de compras en el armario, para luego regresar a su escritorio.

Bajo la mesa acomodó una bolsa que contenía dos paquetes medianos y sonrió levemente al recordar las cosas que había comprado.

"Creo que les gustará" pensó contento.

Al cabo de un minuto, un suave pitido llamó su atención.

"¡Llegó la enana!" leyó en un mensaje que apareció en el chat que siempre activaba apenas llegar, pues a través de él se comunicaba con el resto de sus colegas en la editorial.

"8:30 en punto" pensó el pelinaranja al verificar la hora en su reloj.

Ichigo se levantó y pudo ver como todos sus compañeros se sentaban en sus respectivos cubículos, fingiendo que escribían en sus computadoras, o que leían, o hablaban por teléfono; cualquier cosa que les evitara tener que cruzar miradas con aquella endemoniada editora en jefe, que ahora hablaba entretenidamente por celular.

—Buenos días, Rukia. —saludó Ichigo en cuanto apareció a su lado.

—Buenos días. —respondió ella una vez que colgó la llamada.

La mujer vestía una entallada falda negra que llegaba bajo sus rodillas, una camisa de seda violeta y una chaquetilla ligera de color negro. Sin duda un elegante conjunto que hacía lucir su pequeña figura.

Ichigo le abrió la puerta de la oficina para que pasara y le entregó uno de los cafés. Ella entró con gráciles movimientos y se sentó en su cómoda silla de cuero, mientras el chico sacaba su libreta para leer la agenda del día.

—Hoy tienes una reunión con Aizen-san, el dueño de la Editorial Hueco Mundo. —dijo Ichigo. —Necesita nuestra ayuda para el proyecto de "A la conquista de Japón con 100 títulos"

—Ah, sí. —dijo ella sin mayor interés. ¿Qué tenía ese sujeto que siempre salía con sus cosas de "conquistar esto" o "conquistar aquello" —¿Qué más?

—Llamaron de relaciones públicas. —dijo leyendo el memo del día anterior. —La rueda de prensa del último libro de "Icha Icha Paradise" está programada para hoy a las 7 de la tarde y el autor, Jiraiya-san, quiere que estés junto a él y su manager durante toda la entrevista. —informó, a lo que Rukia frunció el ceño. Al parecer no le agradaba mucho las mañas de ese viejo pervertido. —También, eehh…—Ichigo enrojeció un poco antes de seguir leyendo.

—¿Qué? ¿Hay algo más?

—Eeehh... —Ichigo carraspeó. —También exige que uses un vestido negro o rojo, pero esta vez sin ningún tapado que te cubra el escote. Pide esas dos cosas o de lo contrario no hay entrevista.

Rukia volvió a fruncir el ceño. ¡Viejo mañoso! Ese escritor pervertido y su manager con pinta de vago, que al parecer no se aburría de leer el mismo libro y a quien nunca le faltaban las excusas estúpidas para llegar tarde a las reuniones, siempre le provocaban enormes dolores de cabeza. ¡Y ahora resulta que tendría que estar con los dos durante toda la entrevista!

—¿Eso es todo? —preguntó molesta.

—No, tu abogado llamó anoche poco después que te fuiste. —continuó él. —Dijo que lo llames urgentemente. También llamó una mujer llamada Unohana. —Rukia abrió los ojos al escuchar aquel nombre. —Solo dijo que te dijera "fecha límite" —Ichigo ladeó la cabeza, confundido. —¿A qué fecha se refiere? ¿Acaso es de algún manuscrito? ¿O tal vez…?

—Suficiente. —lo interrumpió, clavando sus ojos violetas en los ámbar de Ichigo. —Cambia la reunión con Aizen para mañana; adelanta la rueda de prensa del nuevo libro para las 6; el abogado que espere; y llama a ese presentador idiota del canal 5, necesito un anuncio en su programa. —cerró los ojos, pensando por un segundo y suspiró resignada. —Y necesito que vayas en la tarde al centro comercial a comprarme un vestido negro.

—¿Otro? —preguntó frunciendo el ceño. No le agradaba comprar ropa, menos cuando era ropa femenina y mucho menos para su odiosa jefa. —¿Por qué no usas…?

—Es demasiado corto. —respondió ella adelantándose a su pregunta. —Busca uno un poco más largo. Ya sabes mi talla. —agregó.

—¿Y qué hay de esa mujer? —preguntó finalmente, sabiendo que de nada servía reclamar. Lo único que podía hacer para calmarse era estrangular al bolígrafo con el que escribía.

—Me encargaré después de eso. —dijo ella con una voz calmada, pero Ichigo pudo vislumbrar un brillo de nerviosismo en sus ojos. Aunque probablemente era su imaginación. —Eso es todo. —agregó, acomodándose el mechón de cabello detrás de la oreja el cual al segundo volvió a su posición original, casi en medio de su cara.

Ichigo no pudo evitar dar una leve sonrisa ante la escena. Aquel mechón rebelde siempre ganaba y el verla hacerlo sin ningún resultado ya casi se le hacía gracioso.

—¿Qué es lo divertido? —preguntó ella con voz fría.

—N-nada.

—Entonces a trabajar. —le ordenó, apuntando con un dedo hacia la salida.

—Sí. —dijo Ichigo apretando los dientes y maldiciendo internamente.

Estuvo a punto de abrir la puerta para salir cuando ella lo llamó.

—¿Quién es Riruka? —preguntó de pronto.

—¿Eh?

—¿Quién es Riruka y por qué diablos quiere que la llame? —preguntó enseñándole el vaso de café a Ichigo, en donde estaba escrito el número de teléfono y el nombre de la chica, adornado con un corazón y un "llámame".

—Ah… eehh… —Ichigo se rascó la cabeza. —Es que… ese era mi café, el tuyo se… enfrió, sí, se enfrío, así que, pues… te di el mío.

Ella bebió del vaso y frunció un poco el ceño.

—¿Y desde cuando bebes el mismo café que yo?

—Desde siempre. —aseguró él. —Quizás no te diste cuenta, eso es todo.

—Apuesto a que compras dos solo en caso que derrames uno. —se burló. —¡Qué perdedor!

—¡C-claro que no! —exclamó, sintiéndose totalmente descubierto, esa pequeña endemoniada era sumamente inteligente. —Te digo que era mío, me gusta ese café, es más, voy seguido allá. —mintió.

—¿Ah sí? Pensé que odiabas la cafetería "El rincón de Chappy" —dijo arqueando una ceja y enseñando el dibujo de un conejo estampado en el vaso; el logotipo de esa cafetería tan popular entre las mujeres y jóvenes. —Si es así entonces te enviaré más seguido. —agregó con malicia.

—No hay problema. —respondió Ichigo fingiendo una sonrisa. —Cuando quieras.

—Seguro. —dijo ella sin creerle ninguna palabra. —Como sea, a trabajar. Y no me pases ninguna llamada. —dijo agitando la mano para que se fuera y la dejara sola.

"Bruja" pensó Ichigo antes de cerrar la puerta tras de sí.

- o -

El pelinaranja leía muy entusiasmado uno de los manuscritos que tenía sobre su escritorio cuando su celular comenzó a sonar. Apenas contestó la llamada, un escandaloso grito lo hizo ladear su cabeza y tuvo alejar el aparato de su oreja para no perder la audición.

Era su padre que llamaba para recordarle a gritos el próximo evento familiar al que no podía faltar esta vez.

El pelinaranja frunció el ceño. Siempre tenía esas discusiones con su padre, pero él no entendía que era su trabajo el que no le permitía viajar tan a menudo como deseaba.

—Dije que iré. — el chico ya quería terminar la llamada, pues estaba seguro que los gritos de su padre se oían por toda la oficina. —Nos veremos... ¡sigues con eso! —contestó a lo que fuera que su padre le había dicho. —¡Dije que nadie! ¡Ya deja de fastidiar! ¡Adiós! —muchas venitas aparecieron en su cabeza y colgó el celular con fuerza.

Ichigo se masajeó el puente de la nariz y contó hasta diez. El viejo tenía una facilidad impresionante para enfurecerlo y volverlo loco.

Suspiró profundamente y volvió a concentrarse en leer el manuscrito, esa era la única medicina que tenía para calmarse.

Tenía muchas historias que ya habían sido leídas apiladas sobre su escritorio. Algunas eran muy buenas; en cambio, otras eran tan malas que incluso sentía pena por el árbol que tuvo que morir para fabricar todo ese papel desperdiciado en aquella tontería.

En eso recordó el manuscrito que había leído hace unas semanas, el cual recibió a través del amigo del amigo de un amigo, o mejor dicho de un conocido. Era una buena historia y estaba seguro que sería un éxito si la compañía decidía comprarla, pero para que eso ocurriera primero tenía que pasar a través de Rukia, la editora en jefe. Y eso no sería nada fácil. Aunque ya se lo había entregado a la pelinegra, todavía no estaba seguro de si lo había leído ya.

Estaba pensando en una forma para preguntarle discretamente cuando ella lo llamó y le indicó que pasara.

—¿Era tu padre al teléfono? —le preguntó, levantando la vista de su computadora, Ichigo asintió, entre avergonzado y molesto. —¿Todavía te pide que renuncies? —agregó con una sonrisa burlona.

—Siempre lo hace. —respondió sincero. —No entiende que…

—Bueno, como sea. —interrumpió ella sin más interés. —Quiero que vayas donde… eehh… ya sabes, la robot antisocial de recepción. —no pudo recordar el nombre de la chica. —Llévale esto y dile que lo envíe de inmediato. —y le extendió un sobre amarillo.

—¿Por qué le dices antisocial?

—Nunca habla con nadie. —respondió sin más. —Al menos conmigo no lo hace, aunque tampoco es que me interese.

"Tonta, es contigo con quien nunca quiere hablar. Aunque lo de robot sí es cierto." pensó el pelinaranja.

En eso el teléfono de la oficina sonó, Ichigo contestó la llamada con un par de monosílabos y luego colgó.

—¿Quién era? —preguntó Rukia.

—Omaeda. —respondió.

—¡Idiota! ¿Por qué no me lo pasaste? —lo regañó.

—¡Tú me dijiste que no te pasara llamadas! —respondió, sin poder evitar gritarle.

—Vamos, acompáñame. —gruñó, mientras bloqueaba la pantalla de su notebook y se levantaba.

—¿A dónde vamos? —preguntó confundido.

—Solo cállate y mueve tu trasero. —respondió ella.

Ichigo frunció el ceño y contó hasta diez. Muchas veces se preguntaba cómo era que esa mujer podía dedicarse a algo tan hermoso como lo era el mundo literario y peor, ser tan exitosa y querida por todos, cuando en la oficina trataba a su personal como esclavos y solo sabía gruñir.

Aprovechó que Rukia se quitaba la chaqueta para correr a su escritorio y escribir un mensaje en el chat.

"¡La enana en el pasillo!" escribió y de inmediato, todo el personal regresó a sus escritorios y ocultaron la cabeza.

Rukia salió de la oficina y caminó delante de Ichigo.

Una empleada que apenas llevaba unas semanas, pasó frente a ella y tropezó dejando caer varios papeles. La chica se agachó a recogerlos y levantó la vista hacia Rukia, pensando que tal vez la ayudaría, pero la pelinegra solo la miró desde arriba y siguió su camino.

—¿Estás bien Hinamori? —preguntó Ichigo ayudándola a levantarse y a recoger algunos papeles. —Debes tener más cuidado. —le aconsejó.

—S-sí, gracias. —respondió apenada. —Deberías alcanzarla. —agregó al ver que Rukia seguía caminando, Ichigo asintió y apuró sus pasos.

Cuando llegó a su lado, la pelinegra le dio una mirada de reojo.

—¿Tratando de ser amable? —preguntó burlona. —Creo que no te queda, Ichigo. —y se adelantó aún más.

El pelinaranja apretó los dientes, tratando de controlar su mal genio. ¿Cómo era que alguien tan pequeña lo irritara tanto? ¿Y cómo era que él aguantaba también? A veces ni él mismo lo entendía.

Dio un suspiro preguntándose si la pequeña malhumorada que caminaba delante de él tuvo alguna vez algo parecido a un corazón. Tal vez la presión de su puesto fue lo que la volvió de esa manera y no podía evitar preguntarse si algún día él también se transformaría en algo similar.

Aunque claro, su personalidad tampoco era la más amable del mundo, ni la más comunicativa. Siendo sincero, tenía que reconocer que también era malhumorado y gruñón y que no tenía muchos amigos. En la oficina solo hablaba lo justo y necesario con sus demás compañeros, aunque siempre en un ambiente relajado y sólo Ishida, un amigo desde sus años de escuela, lo conocía en su estado de destrucción masiva.

Volvió a suspirar mientras arrastraba sus pasos, todavía sin saber a dónde diablos se dirigían.

—Oye, Rukia. —la llamó, ella siguió caminando sin voltear a verlo. —¿Qué te pareció el manuscrito que te di hace dos semanas? —preguntó apurándose hasta quedar a su lado.

—Ah, eso. —cerró los ojos tranquilamente. —Pues…nada especial. —dijo sin más. —Creí que sería algo espectacular después de todo lo que me dijiste. ¡Qué decepción! —movió la cabeza negativamente.

—¡¿Qué?! —chilló Ichigo. —¿Cómo puedes decir eso? Es una gran historia.

—Es de acción. —señaló ella.

—Precisamente. —afirmó él. —El mercado casi no cuenta con historias de ese tipo y hace mucho tiempo que no publicamos algo parecido. Creo que sería muy bueno.

—Yo creo que no. —rebatió ella. —Además no me agradó el protagonista, era un idiota. ¡Mira que ignorarla completamente en el puente después de haber hecho todo ese viaje para salvarla! Además se demoró demasiado en aceptar algo que era evidente para todos. —dijo arreglándose el cabello y encogiéndose de hombros. —Cambiando de tema, dile a Ishida que no quiero verlo usando tu horrible camisa manchada en mis pasillos. —y le dio una fija mirada al pelinaranja a su lado. —Y a la próxima no derrames mi café, tonto.

—¿Qué…? —la cara de Ichigo estaba roja. ¿Cómo supo todo eso?

—Bueno, ya llegamos. —dijo deteniéndose frente a la oficina de Omaeda. —Ichigo, serás mi apoyo.

—¿Apoyo para qué? —preguntó confuso.

—No te importa, solo mantente detrás de mí con esa cara de delincuente que siempre tienes. —dijo burlonamente.

—Maldita. —murmuró por lo bajo.

—¿Qué dijiste?

—Nada.

Ambos entraron a la oficina de Omaeda, quien comía un enorme sándwich en su escritorio y no le importaba llenar de migas y manchas los preciados manuscritos.

—Vaya, pero si es nuestra talentosa jefecita y su fiel lacayo. —se burló.

Una venita apareció en la cabeza de Ichigo. ¡Cómo le gustaría golpear a ese gordo inútil! Obviamente no podía hacerlo, pero en su mente tenía la libertad para matarlo.

—Omaeda. —lo llamó Rukia. —¡Oh, vaya!, ¿es un cuadro de Sai? —se interrumpió a sí misma, fijándose en una hermosa pintura colgada en la pared. —Reconozco su trabajo. —al parecer estaba emocionada, sus ojos brillaban de una forma que Ichigo rara vez podía ver.

—Eso es imposible. —respondió Omaeda con burla. —Las obras de Sai solo circulan entre las familias más selectas de Japón. Ese cuadro "Día con conejos" acaba de llegar después de una gira por toda Asia. —dijo rascándose una oreja. —No hay manera que puedas conocerlo, Sai solo se relaciona con japoneses importantes. —se jactó, remarcando lo último.

Rukia frunció un poco el ceño al oírlo. Ese sujeto siempre soltaba ese tipo de cosas para fastidiarla. ¡Cómo se notaba que no tenía otra cosa con qué atacarla!

—Supongo que ese cuadro salió del dinero que te dio la compañía para la decoración de tu oficina, ¿verdad? — preguntó ella y Omaeda asintió.

Rukia dio una sonrisa de satisfacción, pero no dijo nada más.

—Kurosaki, ¿tú conoces el trabajo de este pintor? —preguntó Omaeda.

—Eehh… no. —respondió con sinceridad. Lo suyo eran las letras, no las pinturas.

—¿Lo ves? Una respuesta aceptable para un plebeyo. —dijo dando grandes carcajadas. —No intentes pasarte de lista, Kuchiki. —se burló.

Omaeda Marechiyo era un gordo inútil que por alguna razón desconocida tenía un alto cargo, quedando solo por debajo de Rukia. Todos pensaban que era por el simple hecho de las conexiones de su familia con algunos de los accionistas de la empresa, pues nada más explicaba que ese hombre pudiera escalar de posición en una compañía tan importante como lo era la editorial "Gotei 13". Sin embargo, el hecho que ya no pudiera subir más allá de su puesto; el tener que recibir órdenes de alguien a quien él consideraba "plebeya"; el que su voz se perdiera cada vez que Rukia hablaba; y el simple hecho que fuera una mujer y que fuera muchísimo más inteligente que él, le disgustaban en extremo, por lo que siempre buscaba una forma de meterse con ella.

Y lo más fácil era ventilar los orígenes de la pequeña pelinegra, cosa de la que nadie estaba seguro completamente. De hecho, había varias apuestas acerca del misterioso pasado y origen de la ojivioleta, con algunas teorías que casi rozaban la locura.

—Omaeda. —lo llamó Rukia con una voz glacial, a lo que el gordo retrocedió asustado. —Estás despedido. —dijo sin más.

Omaeda abrió los ojos por la sorpresa y miró las dos personas frente a él. Ichigo se sintió incómodo y cerró la puerta de la oficina para que ninguna de las personas de afuera pudiera oír la conversación, aunque claro, de igual forma podían verlos pues las paredes eran de vidrio.

—¿Qué?

—Lo que oíste. Estás despedido.

—¿P-por qué?

—Te pedí muchísimas veces que llevaras a Tite a ese programa y no lo hiciste, así que estás despedido. Así de simple.

—¡Estás loca! —le gritó. —Te dije que era imposible, Tite no ha dado entrevistas en años y menos en un programa de ese tipo.

—Pues fíjate que yo ya lo conseguí. —la voz de Rukia sonó con satisfacción. —Hablé con él anoche y me dijo que jamás había hablado contigo. —sus ojos violetas brillaban intensamente. —Me mentiste diciendo que habías hablado con él, ¿verdad? —preguntó mirándolo con fiereza. —Pues bien, ahora te largas. Te daré un mes para que busques otro trabajo y si quieres puedes decir que renunciaste, por mí da igual. —dicho esto se dio media vuelta y salió de la oficina.

Apenas dio un par de pasos cuando Omaeda salió de la oficina y se acercó a ella totalmente fuera de sí. Ahora Ichigo entendía a qué se refería cuando dijo que hiciera de apoyo para ella, pues obviamente Omaeda enfurecería y quién sabe si intentaría alguna locura. Y contra un gordo enorme como él, alguien tan pequeña como Rukia no tendría oportunidad.

Ichigo se puso frente a ella, pero Rukia lo apartó con la mano.

—¡Tú! ¡Maldita enana despreciable! —gritó Omaeda, haciendo que todos voltearan a verlo, totalmente impactados. —¡Maldita! ¡No puedes despedirme! ¿No sabes quién soy? ¡Soy Omaeda Marechiyo! —gritó. —A mí nadie me despide, menos porque solo te sientes amenazada por mí.

Rukia esbozó una pequeña sonrisa.

—¡Te crees la gran cosa y no eres nadie! —siguió el gordo. —¡¿Crees que puedes tratar a todos como se te antoje?! —escupió con furia. —¡No es mi culpa que estés amargada porque no tengas vida social fuera de esta oficina! —ya casi botaba humo por la nariz. —¡Solo te desquitas conmigo porque sabes que soy más importante y más popular que tú! ¡Y tú estás completamente sola! Es por eso que cuando mueras tu tumba estará totalmente vacía, sin nada ni nadie. ¡Ni siquiera las arañas querrán visitarte, bruja! ¡Y…!

—Omaeda. —dijo Rukia levantando la mano frente a él y mirando a sus subordinados que regresaron de inmediato a lo que estaban haciendo. —Sé que ni tú mismo crees las tonterías que acabas de decir. —dijo con voz calmada. —No te despedí porque me sienta amenazada por ti, tonto. ¡Como si eso pudiera ocurrir! —sonrió. —Te despedí porque eres inútil, holgazán y gastas más tiempo comiendo y ensuciando los manuscritos que haciendo tu trabajo. —al ver que Omaeda iba a replicar, volvió a levantar la mano. —Ahora, si dices algo más, me olvidaré de lo que te ofrecí en un principio e Ichigo, aquí presente, tendrá que golpearte y arrastrar tu pesado cuerpo hasta la salida.

Ichigo se sorprendió y la miró confundido. Omaeda otra vez iba a abrir la boca.

—Otra palabra más y no sólo será él. —le advirtió. —También llamaré a seguridad para que lo ayuden a sacarte a rastras de este edificio. De hecho, eso sería mejor porque dudo que pudiera hacerlo él solo. —sonrió. —Ichigo lo grabará todo con su celular, lo subirá a esa web de los videos y luego haré que escriba un fanfic sobre tu vergonzoso espectáculo y que lo suba a internet. ¿Eso quieres? —le preguntó.

Silencio.

—Eso pensé. —dijo acomodando su cabello y dándose media vuelta. —Recoge tus cosas. —le ordenó. —Y por cierto, ese cuadro se llama "Tarde de Conejos", gordo ignorante. —agregó antes de seguir caminando hacia su oficina.

Todos los presentes miraban la escena boquiabiertos.

Ella avanzaba a paso decidido, Ichigo tuvo que correr para alcanzarla.

—Ichigo, lleva ese cuadro de Sai a mi oficina. —ordenó acomodándose el mechón de cabello una y otra vez, sin siquiera darle tiempo a que volviera a su posición original.

El pelinaranja la miró algo extrañado.

—¿Estás bien? — le preguntó.

—Dije que llevaras ese cuadro a mi oficina. —repitió con voz grave. —Muévete.

"Maldita" pensó Ichigo y se alejó dando pasos pesados.

Una vez quedó sola, Rukia entró al baño y se encerró.

- o -

—¿Es verdad que despidió a Omaeda? —preguntó Ishida sentado en la mesa del casino durante su hora de almuerzo.

—Sí. — respondió Ichigo mordiendo su sándwich. —Fue algo muy incómodo.

—Pero bueno, ya me extrañaba que no lo hubiera hecho antes. —agregó Ishida. —Ese tipo era un completo inútil. Dudo que alguien lo extrañe. —se burló.

—Tienes razón. —Ichigo iba a beber de su jugo, cuando su celular sonó con un mensaje. El chico lo abrió y de inmediato frunció el ceño.

—¿Es ella? —preguntó el chico de lentes, a lo que Ichigo asintió. —Me sorprende lo mucho que has aguantado, Kurosaki. —dijo con una gran sonrisa. —Recuerdo al antiguo "tú" que golpeaba a cualquiera que lo fastidiara.

—Idiota, ¡cómo si pudiera golpear a una mujer! —exclamó.

—Es cierto. —dijo burlón. —Supongo que eso demuestra lo mucho que amas este mundo. —agregó refiriéndose al mundo literario.

—Al igual que tú. —le recordó.

Ambos chicos se miraron y sonrieron levemente, recordando todas las discusiones que tuvieron con sus familias por haberse alejado de casa y dedicarse a un trabajo tan extraño como leer libros.

Los dos estudiaron Literatura en la Universidad y ambos dejaron su ciudad natal para radicarse en la intensa ciudad de Tokio y entrar a una de las editoriales más prestigiosas del país. Claro que Ishida tuvo más suerte que Ichigo, pues el quedó en un puesto de corrector primario, que era uno de los cargos que venían antes de pasar a editor, mientras que a Ichigo lo asignaron como asistente de la insufrible editora en jefe.

El celular de Ichigo volvió a sonar, anunciando otro mensaje.

—Deberías irte ya. —le aconsejó. —No sea que te quiera cortar la cabeza después. — dijo riendo.

Ichigo frunció el ceño y se levantó de la mesa, arrojando al bote de la basura todas las cosas que no alcanzó a comer, pero al levantarse se percató de algo importante.

—¡Oye! ¡¿Por qué tienes otra camisa?! —le reclamó apuntándolo con el dedo, pues ahora su amigo usaba una de color celeste muy tenue. —¿Qué pasó con la mía?

—Ah sí, l-lo siento, había olvidado decirte que siempre tengo otra en mi casillero, ya sabes en caso de emergencia. —respondió nervioso.

—¡Maldito! ¡Solo querías que te invitara a comer gratis! ¡Gorrón!

—¡Claro que no! De verdad lo había olvidado. —agregó sincero. En ese momento estaba algo distraído pues acababa de recibir un e-mail importante. —Pero... ¿recién te diste cuenta? —lo miró extrañado. —¡Vaya que eres despistado Kurosaki!

—Cállate.

El celular de Ichigo volvió a sonar anunciando un tercer mensaje. El chico frunció el ceño y se alejó dando pasos pesados, sintiéndose estafado y pensando en como vengarse de su amigo.

- o -

—¿Dónde estabas? —preguntó Rukia molesta, una vez que Ichigo llegó a su oficina.

—En la cafetería.

—¿Y por qué tardaste tanto?

—Es mi hora de almuerzo, la gente normal almuerza, ¿lo sabías? —le informó frunciendo un poco el ceño.

—La gente que no tiene nada que hacer. —rebatió Rukia. —Fíjate que yo todavía no almuerzo. —y comenzó a rebuscar algo en su bolso.

"Si comieras apropiadamente tal vez crecerías un poco más, tonta." pensó Ichigo mirando en otra dirección. Al volver la vista al frente se encontró con los glaciales ojos de Rukia que lo miraban fijamente, casi atravesando su cabeza.

—¿Tienes algo que decir? —preguntó ella con voz de hielo.

"¿Qué diablos…?" Ichigo sintió una gota de sudor frío recorrer su espalda. ¿Acaso ahora leía sus pensamientos también?

—N-no. —y negó con la cabeza.

—Eso pensé. —dijo ella con una sonrisa de satisfacción. —Ahora toma, ve de inmediato al centro comercial. —le ordenó, entregándole una tarjeta de crédito que Ichigo recibió algo confundido.

—¿Al centro comercial? ¿Para qué?

Ella volvió a fruncir el ceño.

—¿Cómo que para qué? ¡Mira la hora que es y todavía no tengo el vestido! ¡Vete ahora a comprarlo! —le ordenó. —Y que no sea corto, no quiero que ese viejo me mire las piernas. —se estremeció con solo imaginarlo.

"¡Diablos! El estúpido vestido" pensó Ichigo, lo había olvidado por completo.

—¿Y si no encuentro nada?

—Ese no es mi problema. Arréglatelas. —respondió ella girando en su silla y dándole la espalda. —Tienes una hora, Ichigo.

"Maldita" gruñó Ichigo internamente.

El pelinaranja apretó los dientes y salió de la oficina sin decir nada más.

- o -

—¿Puedo ayudarlo en algo? —preguntó una mujer al ver a Ichigo.

El chico negó con la cabeza y se alejó sin decir nada más, pero al poco rato regresó.

"Ese se ve muy grande" pensó al ver un hermoso vestido negro de tirantes. "Daría la impresión de estar usando un saco de dormir" sonrió ante la imagen de Rukia envuelta en aquel vestido.

Luego se fijó en otro; era muy ajustado y provocativo, con un escote en forma de corazón. Imaginó a Rukia vistiéndolo y un calor extraño le subió hasta la cara. ¡No podía llevarle ese! Enseñaba demasiado y estaba seguro que el escritor pervertido se le lanzaría encima si la veía usando esa cosa.

"Aunque tal vez sea una buena idea" se dijo a sí mismo, pues en su mente siempre buscaba vengarse de ella. Sin embargo, sus principios no se lo permitían.

Siguió buscando algunos con la vista, sin siquiera atreverse a tocarlos, hasta que reparó en algo importante.

"¡¿Cómo diablos voy a saber la talla?!" se rascó la cabeza, desesperado y con ganas de gritar. A pesar que muchas veces ya había comprado ropa para ella, siempre se le olvidaba la talla.

Dio un vistazo a su alrededor para ver si había alguien con la complexión de Rukia, pero no. Todas eran más altas y con más… cuerpo que ella.

Las dependientas lo miraban divertidas; el chico caminaba de un lado a otro, con la cara algo sonrojada y nervioso, además miraba las prendas colgadas como si estuviera disgustado con ellas.

"Debe estar comprando para su novia y no sabe la talla" pensó una vendedora sonriendo.

"Qué lindo. Los hombres no hacen esas cosas" pensó otra.

—Permítame ayudarlo. —se ofreció la misma mujer, que ya lo veía desesperado. —¿Es para su novia? —preguntó sonriendo.

Ichigo enrojeció hasta las orejas y negó enérgicamente.

—Ya veo. —respondió sonriente. "Así que aun no se declara" —¿Te parece este? —y le enseñó uno negro de encaje, el pelinaranja volvió a negar pues era demasiado corto. —Mmm… veamos, ¿qué tipo de persona es? —le preguntó.

—Una enana de pelo negro, bruja, gruñona, plana y sin sentimientos. —le respondió al instante, mirándola fijamente. —Deme cualquier cosa, estoy apurado.

La dependienta quedó en silencio por unos segundos y después se enfureció. ¿Cómo podía tratar así a esa pobre chica? Aunque ella no la conocía, la empatía hacia su género la hacía apoyar a la pequeña.

"¡Monstruo!" gritó en su interior, alejándose de aquel insensible pelinaranja.

—¿Eh? ¿No me va a dar ninguno? —preguntó Ichigo, la mujer volteó a verlo con un brillo furioso en los ojos que lo hizo retroceder asustado.

- o -

Ichigo llegó corriendo al penúltimo piso de la Editorial, en donde se encontraba el auditorio. Eran las 17:45, se había tardado demasiado, pero confiaba en que la eficiente Rukia podía estar lista en quince minutos.

Al llegar al auditorio vio que Jiraiya ya estaba en su lugar, rodeado de varios periodistas que tomaban muchas fotografías de su arrugada y pervertida cara. A su lado estaba su manager, como siempre, leyendo uno de sus libros sin prestarle atención a nada más y con su típica manía de cubrir la parte inferior de su cara con la bufanda que usaba. Un poco más lejos estaba Rukia, hablando entretenidamente con el editor en jefe de otra compañía y…¡vistiendo un estúpido vestido rojo!

Ella vio al agitado y perplejo Ichigo parado en la entrada y sonrió burlona. Se acercó a él con un caminar suave y pausado y lo miró fijamente.

—Ah, no lo necesitaré después de todo. —dijo mirando la bolsa que Ichigo cargaba. —No recordaba que acababa de comprar este. —agregó recorriendo el borde de su vestido con la mano. —Ve y devuélvelo, ¿quieres? —dicho esto se alejó y se sentó en su lugar, a la derecha del escritor.

Muchas venitas furiosas aparecieron en la cabeza de Ichigo, quien solo apretó los dientes y giró violentamente antes que le diera por destruir todo el lugar, o arrojar a Rukia por la ventana.

"¡Perra!" gritó furioso en su interior, mientras se alejaba.

No podía creer que toda aventura en el centro comercial escapando de esas indignadas dependientas que parecían querer matarlo, y a la vez tratando de buscar a algún hombre para que le cobrara el dichoso vestido no hubiera servido para nada.

"Maldita" volvió a maldecir mientras bajaba en el ascensor. Por lo menos el fin de semana estaba por llegar y podría descansar de la loca de su jefa. Cuando visitara a su familia en su ciudad natal podría relajarse en su compañía, aunque estaba seguro que volvería a discutir con su papá.

Trataba de aliviarse con ese pensamiento cuando un mensaje llegó a su celular.

"A propósito, despídete de tu reunión familiar. Te necesito aquí el fin de semana para que me ayudes a terminar el trabajo que dejó pendiente el gordo de Omaeda.

Dale saludos a tu familia cuanto te llamen.

Bye bye ;)"

Ichigo leyó el mensaje y todos sus planes se arruinaron, otra vez.

"¡Maldita enana!" gritó en su interior por milésima vez.

Dio un suspiro para tratar de calmarse y contó hasta diez, como su hermana le había dicho una vez. Ni modo, tenía que soportarlo si algún día quería cumplir su sueño de ser editor. Era un peldaño de la enorme escalera que tenía que recorrer, aunque algunas veces se le hacía interminable.

Volvió a suspirar, ya recuperando su calma. De pronto, otro mensaje llegó a su celular.

"Ichigo, tráeme un café. Tienes diez minutos antes que comience la rueda de prensa."

Y así fue que la calma se hizo pedazos, al igual que el celular de Ichigo que salió volando por los aires y se estrelló contra una pared.

El pelinaranja frunció el ceño y apretó los puños.

¡Ahora tendría que comprar dos cosas! Un estúpido café y un celular que fuera indestructible.


chan chan! ¿Qué les pareció? Rukia es la jefa loca! jejeje... ya veremos que pasa, jojo.

Matta ;)

pd: Jiraiya me pidió trabajo y lo acepté en este fic... ¿quién es su manager? El que adivina le doy una galletita! :D