Hola chicas, bien, como lo dije éste es el último capítulo de ésta historia pequeñita.

Ya se la saben nada de esto me pertenece solo la idea, el resto son de la Warner y de J.K. Rowling. Escribo sin ánimos de lucro y bla, bla, bla.

Que lo disfruten.

EPÍLOGO

Un mes después…

Llegó temprano deslizándose por medio de la red flu, miró el departamento, prefería sus habitaciones en Hogwarts pero ella era reacia a mudarse a las mazmorras. Snape sabía que en parte era porque aun no confiaba plenamente en él. Era doloroso, pero no podía decir que no lo mereciera.

Ella llegaría en cualquier momento. Se dirigió hacia la cocina y empezó a preparar la cena según el menú que ella mantenía pegado en el refrigerador.

Después de un rato de pelar patatas y zanahorias la escuchó.

—Soy yo —se escuchó su voz desde la salita.

Él sonrió, claro que era ella, quién mas podría ser, la red flu estaba hechizada para que solo ellos dos pudieran pasar. Entró en la cocina, él se volvió.

— ¿Qué tal tu día? —le dijo dándole un fugaz beso en los labios.

—Bien —respondió ella solamente. Luego dio media vuelta y se fue a la habitación.

Puso las patatas y las zanahorias en una enorme olla y fue a buscarla. Algo andaba mal.

La encontró quitándose la ropa y poniéndose una horrenda playera y unos pantalones de deporte. Era increíble lo muy atractiva que le parecía aun vestida así

— ¿Estás bien? —se sentó en la cama junto a ella, casi en el mismo instante ella se puso de pie y se alejó fingiendo buscar un listón para sujetarse el cabello.

—Si.

— ¿Estás segura?

—Si. —Fue de nuevo la escueta respuesta, pero casi de inmediato ella dijo —no.

Él se puso de pie y la abrazó por la espalda.

— ¿Qué sucede?

— ¿Y si un día cambias de opinión?

Al menos una vez por semana ella se ponía triste y se preguntaba si él cambiaría de opinión.

—Eso no va a pasar.

—Pero y si pasa.

—No va a pasar —respondió él.

—No lo puedes saber.

Él respiró profundo. Lo agobiaba su actitud, su inseguridad y aun mas lo agobiaba la culpabilidad, sabía que todo el dolor que ella había acumulado era su culpa, totalmente su culpa.

—No puedo saber lo que ocurrirá mañana —no la soltaba, no quería soltarla. —No voy a dejarte.

—No podría —respondió ella —no podría levantarme de nuevo, no podría intentar otra vez.

—No va a pasar.

Ella se revolvió en sus brazos intentando soltarse.

—Espera, espera —el la apretaba contra si —escucha. No va a pasar. No voy a perderte otra vez. Si es necesario repetírtelo por los próximos cien años no tengo problema, lo haré.

Ella se volvió y se abrazó a él aun llorando silenciosamente.

—No importa lo que tenga que hacer.

— ¿Y si nunca te perdono? —le preguntó Hermione.

—No importa —dijo él aunque dolía, — ¿me amas? —Ella asintió con la cabeza, incapaz de decir palabra —eso es suficiente para mi.


Un año después…

El reloj despertador empezó a sonar, muy al fondo de su cerebro, lo escuchaba, pip pip pip, pero no quería abrir los ojos, estaba demasiado cómodo.

—Es domingo —dijo Severus con la voz ronca cerca del oído de Hermione —dejaste puesta la alarma… de nuevo.

—Apágala —respondió Hermione con la voz adormilada su consciencia aun estaba vagamente perdida en el sueño.

—Apágala tú —respondió él pero sin soltarla un ápice. Sus manos aprisionaban la joven espalda fuertemente y su erección matutina se clavaba en una de las piernas de la chica.

—Tendrías que soltarme.

Snape soltó un gruñido, sin abrir los ojos, dirigió una de sus manos hacía el buró donde estaba el escandaloso despertador, luego, se escuchó como el aparato golpeaba contra el suelo y se quedaba callado.

—Lo tiraste de nuevo.

—Lo repararé —dijo y volvió a abrazarse a Hermione.

—Un día vas a asfixiarme —le dijo Granger acercándose más a su cuerpo. Él sonrió de medio lado, y la apretó aun más. — ¿Porqué lo haces?

— ¿Qué cosa?

—No soltarme.

Un año atrás el habría dicho algún sarcasmo, pero ahora se había prometido nunca mentirle.

—Porque tengo miedo.

Ella abrió los ojos de golpe y se acomodó para mirarlo a la cara.

— ¿Miedo?, ¿de que?

—De que recapacites —le respondió Snape con sencillez, como si aquella fuera la cosa mas obvia del mundo.

— ¿De que hablas?

—Bueno, sé que McLaggen sigue rondándote —Hermione rodó los ojos —dicen que será ministro antes de los cuarenta, y luego está Weasley a quien por fin han llamado a la selección de Inglaterra.

—Que tontería —murmuró Hermione.

—Y tú, sin embargo, por algún motivo misterioso has decidido liarte con tu viejo profesor de pociones. Es incomprensible.

—Tu, eres incomprensible —le respondió Hermione, acomodándose de nuevo en torno a su cuerpo.


Cinco años después…

Snape la acariciaba, mientras besaba sus hombros, calmadamente, con ese sosiego que sigue al sexo. Ella respiraba con tranquilidad, mientras las manos de él la recorrían, despertando de nuevo a su cuerpo cansado, sabía que antes de dormir harían el amor de nuevo, sabía que una vez nunca sería suficiente.

Aun así tenía que decírselo. Aun y cuando tenía miedo.

No quería llorar, hacía un par de años había pasado la etapa en que lloraba una vez por semana por miedo a que él la dejara y solo lo pensaba, esos pensamientos molestos que algunas veces zumbaban en su cabeza como abejas.

Pero hoy, hoy era diferente y si lo que tenía que decirle lo hacía enojar tanto que se iba.

Mejor hoy que mañana, le susurró una voz en su cabeza, mientras Severus jugueteaba con uno de sus pezones.

—Espera —le dijo.

— ¿Qué cosa? —preguntó él apretando entre el pulgar y el índice hasta que fue casi doloroso, casi.

—Espera —Hermione jadeó y se volvió para mirarlo pero el no perdió tiempo en cuanto los pechos de ella estuvieron al alcance de su boca los atrapó.

—Severus —jadeó.

Él se detuvo de inmediato, era extraño que ella lo llamara por su nombre.

—Tengo que decirte algo.

Snape la miró.

— ¿Qué pasa?

—Por favor, no te molestes —empezó ella, vio como los ojos de Severus se oscurecieron —yo no, me lo esperaba, solo sucedió —hizo una pausa en espera que él dijera algo, pero solo siguió en silencio mirándola con esos ojos que quemaban —yo entiendo que estés molesto, quiero que entiendas que yo no lo busqué…

Un silencio, siguió a aquella declaración, espero a que murmurara algo, gritara, dijera algo hiriente pero él no dijo nada.

—… ahora ya no puedo deshacerlo, quiero quedarme con él.

Snape se puso de pie, furioso, aun así volteó a mirarla.

—Creí que estábamos bien, creí que todo estaba saliendo bien.

Si no fuera ésta la situación resultaría graciosa la forma en que se había puesto de pie, completamente enfadado y completamente desnudo.

—Y lo está, es solo que… bueno, pasó. Solo eso.

— ¿Desde cuándo?

—Me enteré esta mañana.

— ¿Cómo que te enteraste esta mañana? Por Merlín Hermione, acabo de hacerte el amor, mientras tú te enterabas que quieres estar con otro —Hermione abrió los ojos como platos — ¿es alguien de tu oficina?

— ¿Alguien de la oficina? —ella estaba perdida ante aquella pregunta.

—Dame solo un par de días mientras vuelvo a acondicionar las mazmorras, van a vivir aquí.

— ¿De que hablas?

— ¿De que hablas tu? —preguntó Severus aun a la defensiva.

—Estoy embarazada.

Severus se quedó estático, la miró con cara de desconcierto, pasaron unos segundos hasta que aquellas palabras penetraron en su cabeza. Se acercó a la cama donde Hermione estaba sentada cubriendo su desnudez con las sábanas. Jaló las sábanas y la admiró desnuda, su vientre estaba plano, igual que siempre. Tocó ese lugar, bajo su ombligo donde a pesar no verse había algo más.

—Un hijo —murmuró tragó saliva ruidosamente, —nunca lo había pensado.

— ¿Vas a irte? —le preguntó Hermione.

—Creí que hablabas de dejarme, creí que estabas diciendo que estabas enamorada de alguien más —su rostro muy cerca rozando su nariz con la propia y su mano aun descansando en el vientre de ella con posesividad.

—Para ser tan inteligente eres bastante tonto —le dijo ella con las palabras plagadas de risa.

—Bastante —murmuró besándola de nuevo.


Diez años…

Ella rondaba el final de sus veintes, él se acercaba peligrosamente a los cincuenta.

—No puedo creerlo.

— ¿Por qué no? —Ella estaba sentada ante un escritorio, él en otro, al frente.

Jamás habían podido ponerse de acuerdo, él quería ir a vivir a Hogwarts, ella quedarse en el departamento en Londres. Él quería que ella fuera a enseñar pociones ahora que él sería director, ella estaba a punto de aceptar un puesto en el departamento de inefables.

Al final habían comprado una pequeña casita en Hogsmade, lo suficientemente cerca de Hogwarts, con la red flu conectada al ministerio.

Ella siguió mirando papeles y más papeles que traía de la oficina, él tachoneaba aquí y allá ensayos de los zoquetes a los que enseñaba.

En el espacio abierto entre ambos escritorios su hijo jugaba con una varita de juguete y un juego de pociones para principiantes.

Aunque ambos parecían haber superado las inseguridades pasadas a ella aun le preocupaba que alguna alumna demasiado atrevida se acercara demasiado, a él aun lo molestaba que la oficina en la que McLaggen fingía trabajar estuviera a solo unos pasos de la de Hermione.

Sobre la enorme chimenea descansaban las fotografías de su único hijo y entre los portarretratos un vial irrompible que contenía las memorias de sus primeros encuentros, ambos lo guardaban como un tesoro, el recordatorio de lo que los había unido, del enorme sufrimiento que había atraído su separación.

—Es solo que eres muy joven para estar rodeada de esos imbéciles.

Ella negó sonriendo.

— ¿Imbéciles?

— ¿Sabes las cosas con las que experimentan en ese departamento?

—Sé que experimentan con pociones.

— ¿Por qué no vienes a Hogwarts conmigo?

— ¿Por qué no vienes al Ministerio conmigo?

—Porque no toleraría estar rodeado de imbéciles.

—Siempre has dicho que tus alumnos lo son.

—Bueno, son pequeños imbéciles, los imbéciles que trabajan contigo son enormes.

El rasgueó de la pluma de Hermione se detuvo, de pronto el sintió el faltante de ese sonido, levantó la vista, ella lo miraba.

—Creo que aceptaré tu oferta.

— ¿Ir a Hogwarts? —Ella asintió, —excelente.

—Estamos esperando otro hijo —soltó ella de improviso, Snape casi se atraganta con su propia saliva.

Luego se puso de pie y se acercó a Hermione.

— ¿Estás segura?

—Ese es el motivo por el que voy a Hogwarts —Severus frunció el entrecejo, —no quiero separarme de ellos, cuando vayan al colegio yo estaré ahí.

—Eres una pequeña sabelotodo manipuladora.

Ella solo le sonrió.


En un tiempo indefinido…

El tiempo había pasado demasiado rápido para ambos el cabello de él había dejado de ser negro hacía tiempo para convertirse en plata. En el de ella aún se veían algunos rizos castaños entremezclados con otros de color paja, un día serían plateados también. Había en los ojos de ambos el conocimiento que solo da la edad, también había el amor sereno que traen los años.

Ya no ardían en pasión, ni en celos, ni en desconfianza, la vida les había proveído de todas las vivencias necesarias para dejarlos atrás. Ahora solo había la compañía tranquila y el amor incondicional de aquellos que han compartido la vida.

— ¿Aun lo dudas? —preguntó él, su voz había dejado de ser seda líquida y se había convertido en algo más rasposo.

— ¿Qué cosa? —después de muchos años lo había convencido de abandonar las mazmorras para instalarse en el despacho del director, la vista era inigualable, las montañas de Escocia a la vista en todo momento.

—Que siempre voy a estar aquí —ella no respondió no quería darle el gusto de aceptar que había estado equivocada. —Cuando muera espero que aceptes que yo tenía razón —le dijo él.

—Falta mucho para eso —respondió —aún pueden pasar muchas cosas.

—A nuestra edad solo falta una cosa por pasar —le murmuró, la apretó aún más contra sí, no con ese abrazo asfixiante que solía aplicar en su juventud, sino solo en cercanía, —cuando eso pase estaré aquí.

—También yo —respondió ella.


Bien terminamos, si, ya sé que es enmielado, cursi, de color rosa pastel y que solo faltó que tuvieran unas enormes letras doradas que dijeran "FIN" como si fuera un vulgar culebrón, pero sería una hipócrita si no acepto que me ha gustado como quedó, espero que concuerden conmigo, y si no, pues ya saben en donde pueden mandar sus maldiciones.

De penumbra, ya lo se que esperan que actualice y de verdad no quiero dejar esa historia inconclusa, solo estoy muy liada, sé lo que sigue y sé como termina, pero no encuentro la manera de escribirlo, supongo que las que hayan escrito alguna vez me entenderán.

Un Abrazo de:

Adrel Black