DISCLAIMER: Naruto no me pertenece.

ADVERTENCIA: Muerte de personajes/ Leve OoC/ Universo Alterno.

AVISO IMPORTANTE: Leer notas de autor al final.

Espero que lo disfruten.


La tormenta perfecta

...

Etapa I: Negación

...

En el panorama general de madurar, admitir tus sentimientos es un pequeño paso en comparación a superar la pérdida de un amor. Sin embargo, yo aún no estaba lista para dar ese paso. Antes tenía que sobrellevar mi duelo. Solo entonces, si contaba con suerte, hallaría el valor para aceptar mi destino.

Afuera seguía lloviendo a borbotones. Era la tercera tormenta de la semana y yo estaba por completo hastiada del estúpido clima de Tokio. Siempre odié el invierno, pero debido a las circunstancias en las que me encontraba, ese odio se había convertido en una especie de ira endemoniada, que me causaría un ataque al corazón si no lograba drenarla.

¿Quién dijo que la lluvia era idílica? ¿Quién le dijo que podía besarme?, pensaba esto al tiempo que miraba por la ventana, cuyo cristal escurría el agua de la misma forma que mis ojos supuraban llanto. Estaba liando una a una las cosas que aún conservaba de Neji y las lágrimas seguían sin ser un atenuante suficiente para purgar la pena que su repentina muerte me había dejado.

Sobre mi cama dejé la caja, donde a partir de hoy enclaustraría mi pasado mientras iba por la cinta adhesiva para sellarla. Tal vez era un plan tonto creer que podía confinar a una caja todos mis sentimientos, pero, por ahora, era el único plan que tenía. No podía seguir siendo la chica, eternamente, triste que perdió a su novio en un accidente de tránsito (al que milagrosamente logré sobrevivir). Tenía que avanzar, pero lo más difícil de seguir hacia delante es, precisamente, no mirar hacia atrás.

Cuando abrí la gaveta de la cómoda, lo primero que saltó a mi vista fue la imagen de la última fotografía que me tomé con Neji. Allí abrazados, parecíamos tan felices. A veces me cuesta recordar si realmente lo estábamos, lo que sí está grabado con tinta indeleble en mi cabeza, es que ese día comenzaría la cuenta regresiva de nuestra vida juntos. Una semana después, Neji estrelló su camioneta contra un árbol, conmigo a bordo.

Durante tres semanas estuve en el hospital, inconsciente. Mi amiga Sakura me contó que entré en estado de COMA a las pocas horas de ingresar al quirófano, tras sufrir un Edema Cerebral. Neji, en cambio, falleció instantáneamente. Su necropsia reveló que la causa de muerte fue un Traumatismo Craneoencefálico Severo. En pocas palabras, se reventó la cabeza.

Desperté veinte días después conectada a un montón de máquinas, mientras que mi cuerpo estaba rodeado de tubos y mangueras traslucidas, que hacían de mi estado algo demasiado doloroso, físicamente hablando. Estaba por completo desorientada. Sorpresivamente, a la primera persona que vi al abrir los ojos fue a mi madrasta. Kushina había pasado las últimas horas conmigo en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital. Siempre nos habíamos llevado bien, pero hasta ese día no supe lo que yo significaba para ella.

Después de innumerables estudios para comprobar que mi cerebro estuviera en condiciones, me dieron de alta. Todos los días preguntaba por Neji y nunca nadie me daba respuesta, así empezaron mis sospechas. Al enterarme de que mi novio no había sobrevivido, unas absurdas ganas de morir, me estremecieron. Por poco lo logro.

Seguía observando la fotografía cuando un rumor apresurado de pasos hizo que mis ojos se giraran de forma instintiva hacia la puerta. Un segundo después, esta se abrió. En el umbral estaba apostado Naruto Uzumaki, mi hermanastro, y la razón por la que hoy mi vida se había tornado inllevable. Me escrutaba con sus grandes ojos azules y tuve que aspirar una gran bocanada de aire para deshacer la trabazón en mi garganta.

―¿Qué quieres? ―le pregunté sin siquiera mirarlo a la cara. Estaba demasiado turbada como para ser cortés.

―La cena está lista ―anunció en un murmuro, entrando, sin ser invitado, a mi habitación ―. ¿Qué es eso?

Naruto había tomado el portarretrato. A juzgar por su expresión, no le causaba ninguna gracia que todavía tuviese una fotografía de Neji y mía. Sus palabras siguientes me darían la razón:

―¡Ah! La parejita. ―Su voz contenía una nota de burla y desdén.

Lo fulminé con la mirada, pero él no lo notó; ya que no quitaba los ojos de la imagen.

―Voy enseguida ―repliqué, ignorando su último comentario y arrancándole de las manos la foto ―; ahora si eres tan amable, necesito ponerme presentable.

―¿Puedo ver mientras te cambias? ―preguntó con aire despreocupado, arrellanándose sobre el colchón. Se acomodó de medio lado y situó su mano izquierda de modo que pudiera sostener con ella su cabeza.

Hice rodar los ojos y esta vez sus labios se curvaron escondiendo una sonrisa. Siempre había odiado esa pose de chulo de Naruto.

Nuestros padres se casaron hace, casi, un lustro cuando yo tenía trece años y Naruto doce. Aunque no conocí a su papá, sé que eran idénticos: ambos rubios, de ojos azules y –para mi mala suerte- terriblemente guapos. Minato Namikaze había muerto cuando Naruto era apenas un recién nacido, en un operativo policial que resultó mal. Para despistar a la mafia Yakuza, que había prometido vengar la muerte de su líder, Kushina se mudó de Tsukuba a Tokio y se cambió el apellido de casada (Namikaze) para volver a usar el de soltera, por eso Naruto también se apellida Uzumaki. Ella aún recordaba con tristeza esos acontecimientos y es a razón de eso que rechaza tajantemente la idea de mi hermanastro de volverse oficial.

Basta con un héroe muerto en la familia, reitera cada vez que Naruto viene con el cuento de querer unirse a la División de Homicidios de la Policía de Tokio.

―¡Púdrete, Uzumaki! ―le espeté como toda respuesta.

Lo único bueno de tener a ese idiota en casa, es que él era la única persona que no me trataba con lastima. Muy por el contrario, en ocasiones, era bastante cruel. Como esta tarde cuando me besó bajo la lluvia… Necesitaba ir a la biblioteca por unos libros y kushina había insistido en que Naruto me acompañara. Acepté de mala gana; ya que no me apetecía pasar tres horas a solas con él. No después de las situaciones tan raras en las que nos habíamos visto envueltos y de las ideas tan extrañas que dichos escenarios habían producido en mi cabeza.

A diferencia de mi relación con su madre, Naruto y yo nunca nos llevamos bien. Supongo que ese fue el motivo por el que hace tres años él decidió mudarse a Kobe con su tío Jiraiya (en realidad él era su padrino, pero Naruto lo quería como a un padre). Sin embargo, tenía que soportar a Naruto cada verano. Aguantarlo tres meses al año era una cosa, pero después de mi accidente, él había decidido mudarse por tiempo indefinido con nosotros. Su madre no podía estar más feliz y, contra todo pronóstico, antes de hoy, a mí no me había molestado en absoluto su presencia.

Terminaba de caligrafiar los materiales que necesitaría para mi proyecto de ciencias cuando Naruto se sentó en mi mesa.

―¿Tenten? ―murmuró.

Alcé la vista y lo miré de soslayo. Tenía esa sonrisa malévola, que en un principio me producía arcadas, pero que ahora –no sabía el porqué- me robaba el aliento.

―¿Qué pasa? ―inquirí volviendo mi atención al cuaderno.

―Ese chico de allá… ―Empezó, señalando a Kiba Inuzuka, un compañero de su mismo curso que estaba sentado a tres mesas de la mía, quien además era el hermano menor de Hana, mi antigua jefa en la tienda de mascota en la que trabajaba antes del accidente―, quiere saber si te gustaría salir con él.

Abandoné lo que estaba haciendo al tiempo que una mueca de ira cruzaba mi rostro. Mi expresión furibunda se acentuó cuando noté que Naruto se regodeaba con la idea de sacarme de quicio.

―¿Q-qué carajos…? ―Logré tartamudear, mirando alternativamente a Naruto y a su amigo; este último parecía expectante de mi respuesta.

―Le dije que dirías que no ―se excusó, todavía riéndose―, pero ya sabes como son. Creen que porque soy tu hermano puedo convencerte de hacer cosas que no quieres.

―Tú no eres mi hermano, Naruto ―le aclaré con más brusquedad de la que hubiese querido. Antes no me habría molestado que él dijera eso. Y no entendía porque ahora me irritaba tanto que todos quisieran emparentarnos. Él tampoco parecía comprenderlo―. Y, ciertamente, jamás podrías lograr que hiciera algo en contra de mi voluntad.

―Lo sé, yo sol…

―Estoy ocupada ―lo interrumpí ―. ¿Te importaría dejarme terminar?

Naruto asintió, pero en lugar de irse, como en secreto esperaba, se quedó en silencio, observándome. Después de un rato de lo que pareció un arduo debate interno, comentó:

―Ya pasaron cinco meses, ¿sabes?

―¿Qué?

Cuando busqué en su expresión algún rastro de burla (Naruto siempre se burlaba de mí) no encontré más que su cara adusta. Parecía molesto por algo.

―Ya puedes salir con chicos y no sentirte culpable por eso. ―Naruto volvió a guardar silencio, como a la espera de mi replica, pero yo estaba demasiado aturdida para responder.

¿Él me estaba dando permiso para salir con otros chicos? ¿Qué se creía? ¿Mi padre?

―La vida sigue, Tenten ―continuó, interrumpiendo mi análisis―. Neji está muerto y eso es algo con lo que tienes que aprender a vivir.

Sin darme cuenta había convertido mis manos en puños porque me temblaban de la rabia. Naruto se levantó con cuidado de no hacer ruido para irse porque había advertido la mirada amonestadora de la bibliotecaria. Yo en cambio, no tenía ninguna intención de pasar inadvertida. Me incorporé de un brinco y todos los presentes en la sección de Ciencias de la biblioteca –incluidos Sakura y su novio Sasuke, que estaban en la mesa contigua a la de Kiba- volvieron sus rostros en dirección a nosotros al escuchar el chirrido de mi silla.

―¡¿Eso crees?! ¡¿Qué no he seguido con mi vida?! ―Estaba gritando cada palabra como si las mismas hubiesen estado atascadas en mi pecho desde hace tiempo―. ¡Para tu información, Naruto, cada mañana cuando me levanto lo hago tratando de seguir adelante! ¡Tú no tienes ningún derec…!

―¡Jovencita! ―La voz de la señorita Shizune me cortó de forma abrupta ―. Este no es lugar para estar pegando gritos. Le agradecería que se calme o, mejor aún, que se retire.

El pecho se me movía de arriba abajo, al compás de mi sobreexcitado corazón. Empecé a hipar y a recoger torpemente mis cosas. Naruto se fue sin mediar palabras al tiempo que yo guardaba mis libros en la mochila.

―Lo siento ―me disculpé con la voz quebrada antes de abandonar la sala, sin reparar en las miradas que, curiosas, se posaban sobre mí.

Me detuve en el rellano de la escalera cuando vi a Naruto recostado contra la pared. Le puse cara de pocos amigos y él me miró de arriba abajo para después proferir con naturalidad:

―Ese fue todo un espectáculo.

―Algo más con lo que puedes torturarme.

Seguí bajando las escaleras y no advertí que Naruto me seguía hasta que salimos a la calzada. El cielo estaba encapotado, para variar. Crucé la calle hacia la estación del metro y antes de entrar, Naruto me alcanzó.

―¿No quieres salir con Kiba…? ―Él me tomaba del brazo. Su cercanía me producía una extraña sensación en la boca del estomago, que en ese instante era incapaz de nombrar―. ¿O no quieres salir con ningún chico?

―¡Suéltame! ―chillé, tratando de desasirme de su agarre y haciendo un esfuerzo ímprobo por no empezar a temblar. Naruto susurró algo ininteligible, demasiado afín a una maldición. No presté atención al tono incomodo de su voz por lo que sus siguientes palabras me pillaron con la guardia baja:

―Si yo te pidiera que salieras conmigo ¿aceptarías?

―¿Cómo? ―pregunté al borde del desmayo, pero la respuesta de Naruto no vino en palabras.

Me tomó la cara entre sus manos y antes de que pudiera caer en la cuenta me besó en la boca. En un principio, todo podía definirse en una ligera succión con un movimiento de lengua natural, pero un segundo después algo pasó.

No había besado a ningún chico en cinco meses, veinte tres días y algo más de dieciséis horas. Sí, había computado cada segundo. El último beso que Neji me dio fue cuarenta y cinco minutos antes de su muerte y lo hizo para que aceptara entrar a la camioneta con él. Estábamos en la fiesta de cumpleaños de su prima Hinata, y Neji había tomado de más. Como yo ya quería irme, por razones que ahora mismo no vienen al caso, le pedí a Hinata que me llamara un taxi. Cuando Neji se enteró de que planeaba irme sin él, se enojó. Empezamos a discutir y al final logró convencerme de dejarlo llevarme. A veces pienso que si hubiese sido lo suficientemente firme, nada de esto hubiera pasado y Naruto no tendría por qué estar besándome ahora.

En mi mente traté de negar que eso fuera real (Naruto no podía estar… haciendo lo que hacía) pero la presencia de su lengua recorriendo mi paladar era una prueba irrefutable de que eso verdaderamente estaba pasando. Mi impulso orgánico fue empujarlo, sin embargo, su pasión me contagió como si de un virus intravenoso se tratase. Yo, cuya principal manía consiste en computarizar el tiempo, en ese momento, no supe cuanto duró nuestro primer beso. Cuando nos separamos estábamos completamente empapados. Naruto me miraba a los ojos a la espera de mi reacción mientras la lluvia seguía cayendo. Después de procesar la información y convencerme de que en efecto no se trataba –como otras tantas veces- de un sueño, le pregunté porque lo había hecho, a lo que el muy cabrón me contestó que sentía curiosidad y que además quería demostrarme que besaba mejor que Neji. Mi puño voló a su rostro y en respuesta él volvió a besarme.

Cuando llegamos a la casa -cada uno por su lado- me encerré en mi cuarto y no había hablado con nadie hasta ahora.

―¿Sigues enojada? ―me preguntó recostándose pansa arriba sobre el futón.

―¿Tú qué crees?

―Que sí, pero no por las razones que piensas.

―¡Vaya que eres brillante! ―siseé, haciendo un mohín de enfado―. No solo besas mejor que Neji, sino que además sabes mejor que yo las razones por las que estoy molesta.

Naruto se levantó de la cama sin decir nada y caminó hacia la puerta. Pocas veces lo había visto enojado. Él era un chico, normalmente, alegre, pero esta era la segunda vez que lo veía enfadarse en el mismo día. Podrán adivinar mi sorpresa.

―Tus palabras, no las mías y si tanto te molesta mi presencia, mañana mismo me voy. ―Diciendo esto, salió de la habitación.

Me senté en la cama para dejar de hiperventilar ¿De cuándo acá Naruto podía destrozar así mis nervios? Yo me lo seguía negando hasta la lasitud, pero si no resolvía pronto la revolución de sentimientos que se agolpaban en mi pecho, esta situación se iba a volver insoportable.

...

Cuando bajé al comedor Naruto y Kushina ya estaban sentados en la mesa. Tomé asiento sin mirar al susodicho, pero aún así pude sentir su mirada azulina clavada en mí. Me resultaba difícil concentrarme en la ensalada de algas que supuestamente sería mi cena; ya que nada me pasaba por la garganta.

―Tu padre llega mañana ―comentó mi madrasta, dirigiéndose a mí; un vano intento por amenizar el incómodo y pesado silencio.

―Lo sé. ―Asentí sin levantar la vista―. ¿Vas a ir por él al aeropuerto?

―Ese es el plan. Solo espero que mañana haga mejor tiempo.

Pensaba hacer un comentario trivial sobre la impertinencia del clima, pero en ese momento la voz de Naruto me distrajo.

―Mamá, mañana pienso quedarme en casa de Sasuke después de clases para estudiar… ya sabes que estamos en semanas de exámenes y el teme prometió ayudarme con mis problemas de matemática y física.

―¿Por qué no le dices a Tenten que te ayude? ―sugirió Kushina, provocando que un espasmo me atravesara la espina dorsal, después mirándome, agregó―. El vuelo de tu papá llega a las seis y no es recomendable que te quedes sola en casa, no con este clima.

Miré a Naruto que parecía divertirse con mi expresión estupefacta.

―Por mí no hay problema ―le aseguré―. Puedo subir a casa de Sakura y quedarme con ella hasta que ustedes lleguen.

―De ninguna manera ―sentenció ella―. Naruto puede estudiar otro día con Sasuke, por lo que a mí respecta, trataré de que tu papá y yo lleguemos a casa antes de la cena.

Ninguno volvió a replicar. Las órdenes de Kushina siempre han sido irrefutables, a menos que planees tener una muerte dolorosa. Después de ese incidente, la comida transcurrió con parsimonia y cotidianidad.

Estaba lavando los platos de la cena -que no probé- cuando las pisadas de Naruto me advirtieron de su presencia. Pasó detrás de mí, tan cerca de mi espalda, que la brisa que levantó con sus movimientos, me erizó la piel.

―Conste que quería complacerte ―comentó con sorna, haciendo que mi pilo erección se convirtiera en auténtico furor―, pero sabrás que a mi mamá nadie puede llevarle la contraria.

No, no me molestaba que se quedara, me hacía rabiar que yo –muy en el fondo- quisiera que así fuese. No me molestaba que me hubiese besado, lo que realmente me hervía la sangre es que desde que lo hizo no había podido dejar de pensar en ello y pese a todo, quería que lo volviera hacer. Ansiaba que sus labios volvieran a devorar los míos, pero no. Mil veces no. ¡Eso NO puede ser!

Maldito seas Uzumaki ¿Cómo te atreves?


*N/A: Este fic es un desafío propuesto por Kaito J y Kaede T en el Foro 'Retos'. A continuación, las especificaciones: Anime: Naruto /Titulo: no importa realmente. /Duración: A saber por el escritor (One shot, novela fugaz)/Pareja: Naruten. /Situación: Tenten perdió a Neji, por lo que la depresión lleva a Naruto a tranquilizarla. Termina enamorada... de allí como quieran continuar.*

Para los que me conocen, sabrán que esta es de las parejas más Crack que he escrito, pero es una historia que lleva años/meses olvidada en el laberinto de archivos de mi computadora y hoy, por fin, me he animado a publicarla. Surgió como respuesta a un reto que mencioné en el párrafo anterior. Espero que les haya gustado y que se animen a darle una oportunidad. Serán solo cinco capítulos y muy cortos, nombrados como cada etapa de un duelo.

¡Espero me hagan saber su opinión y les deseo feliz existencia!