Moi, Lolita.

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"No importa cómo una mujer se vea, si tiene confianza, es sexy."

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No podía simplemente disfrutar de mi soda en paz, no. Y tampoco podía pegarle una patada en el trasero a Armin, a Jean tal vez, pero no a Armin. Suspiré por décima vez, con aires de rendición. Era en vano discutir con él, ya que siempre encontraba las palabras adecuadas para convencerme de lo que fuera. Yo sólo agradecía el hecho de que Mikasa se encontraba aún en el trabajo.

-Verás que te gustará, Eren. Yo fui un par de veces y siempre me trataron bien.

-Tú no tienes novia.

-¿Y? ¿A qué viene éso? Haces sonar este lugar como un prostíbulo...

-Déjalo. Iré yo si el pollerudo no quiere.

Le dediqué la mirada más filosa que pude al cara de caballo, y tomé el ticket de las manos de Armin, casi con furia.-Iré.-Sentencié.

Mi amigo me sonrió.-No te arrepentirás.-Eso espero, Armin, eso espero.

-Si Mikasa se llega a enterar de ésto,-Señalé el papel que sujetaba entre mis dedos.-soy hombre muerto.

-Hey, primero que no tiene por qué enterarse, además, ya te digo, Eren, es tan sólo un Spa, nada más. Te darán masajes, no sexo oral. De verdad, no es para tanto.

-¿Y segundo?

-Y segundo, te mereces un descanso de todo ésto, de tu trabajo, de la Universidad, de Mikasa.

Respiré profundo conteniendo el aire en mis pulmones lo más que pude, para después soltarlo de golpe. En cualquier momento llegaría Mika con una torta y disculpándose por no poder haber suspendido su día laboral para pasarlo conmigo. Como si yo quisiera éso... No que no disfrute de su compañía. Amo a Mikasa, nos llevamos bien, y somos novios desde la primaria, es sólo que, precisamente éso, somos novios desde la primaria. No hubo día desde entonces que no nos viésemos. Sin mencionar que, al terminar la secundaria, ella insistió en que me mudara a su apartamento, lugar donde actualmente estoy viviendo. No sé si puedo decir que así es como imaginaba mi vida. Quiero decir, es lindo tener a alguien que te quiera y te cuide, pero también es lindo tener tiempo con uno mismo, estar solo, sin saber de nadie, por el tiempo que uno quiera. Y extraño éso. Mikasa es muy dulce y todo, pero no me deja respirar sin estar detrás mío, y ya van siete años.-Siete años...

-¿Eh?

-¿Qué?

-¿Qué andas murmurando? ¿Siete años de qué?

-¿Eh?

-Tsk, nada. Definitivamente necesitas despejar tu cabeza, idiota.

Jean tenía razón, lo necesito.

-Me voy a dar una ducha antes de que Mika llegue.

Tanto Armin como cara de caballo asintieron con su mirada clavada en la computadora, estaban concentrados en un estúpido video al mejor estilo Jackass. Cómo extrañaba ver esos videos con ellos, perder el tiempo en mi habitación con mis amigos, dejar mi ropa tirada por donde quisiera. Ah... Pero ya no podía hacerlo. Mikasa se encargó de corregirme. A mis veintidós años soy todo un perro amaestrado.

Abrí la ducha, y mientras esperaba a que el agua se regularice, comencé a quitarme la remera. Hice un bollo con ella, y la arrojé al cesto de la ropa sucia. Iba a seguir con mis pantalones, pero la puerta del baño se abrió logrando exaltarme por completo.

-¡Diablos, Mikasa! ¡Me asust-

-¡Feliz cumpleaños, Eren!-Sus brazos envolvieron mi cintura desnuda y dí un pequeño respingo al sentir sus manos frías posarse en mi espalda. Parecía un puto koala.

-M-Mikasa.

-Lo siento, ¡feliz cumpleaños!

-Sí, g-gracias.-Era la ¿décima vez que me lo decía? Lo había hecho hoy por la mañana al despertarme con el desayuno en la cama, luego me llamó al celular para saludarme nuevamente, más tarde lo volvió a hacer desde su trabajo, ahora otra vez. Ya habían sido suficientes saludos de una misma persona. Jodidamente asfixiante.

-Tu torta te espera, amor. ¡¿Quieres que me duche contigo?!

-¡No! Quiero decir... estoy muy sucio, además, Armin y Jean están en el living, no queda bien dejarlos solos.

-Jajaja, ¿de qué hablas? Armin y Jean viven en este apartamento prácticamente. Podríamos permanecer por horas encerrados en el baño y ellos no lo notarían.

Pero yo sí.

-Es que, hoy tuve un día algo agotador, estoy cansado, ¿sabes?

-Huh hu. Se nota, bebé. Déjame que te lave la espalda por ti.

Claramente Mikasa no entiende de indirectas. Ni de directas tampoco.

Tuve que aguantarme una ducha compartida, con sus tetas en mi espalda mientras "me lavaba". Pero no le dí el gusto de tener siquiera un rapidín. Mi pene estaba tan o más exhausto que mi cerebro, y la verdad es que no podía excitarme aún si la hubiera visto en lencería erótica. Claro que tuve que pretender que me gustó su "baño". Nos besamos y todo, hasta intentó masturbarme desde atrás, estando aferrada a mi espalda, ambos de parado. Realmente incómodo. Pero, gracias a los cielos, el timbre sonó en medio de una de sus caricias, y eso pareció hacerla entrar en razón de que pronto llegarían más amigos míos y que en verdad no era momento para tener sexo.

Nos terminamos de enjugar y secar lo más rápido que pudimos, y nos vestimos. Yo con ropa que había previamente agarrado, y Mikasa con la ropa que había traído todo el día, ya que su baño conmigo no fue algo premeditado.

-A la noche te daré tu regalo de cumpleaños.-Me dijo en forma de susurro en mi oreja, y sabía lo que me esperaba. Fingí mi mejor sonrisa y salí del baño lo más veloz que pude, dejándola sola a que terminara de arreglarse. Me preocuparía por su "regalo" más tarde, ahora me encargaría de pasar un buen rato con mis amigos.

Entré al living y estaba Ymir con su nueva novia, Christa, una pequeña rubia que no hacía más que generar ternura. Vi también a Annie, que de seguro había llegado junto con Mikasa, y sentados en uno de los sillones enfrentados a la TV, estaban Bert, Reiner, y Connie. Me sorprendió ver que Connie no estuviese con Natasha, la molesta de su novia, y a juzgar por la cara que traía, era más que seguro que se habían peleado por milésima vez. Se lo notaba cansado, y su cara me recordó a la mía. Ambos estábamos cansados.

Saludé a todos y me senté -desplomé- en uno de los puff, Ymir me alcanzó una cerveza, y pude por fin relajarme. Mikasa se entretuvo por unas horas con Armin y su amiga, Annie. Yo no me llevaba de lo mejor con ella, pero bueno, era amiga de Mika, y después de todo, este era su apartamento. Tampoco es que odiase a Annie, es sólo que... desde el día en que la conocí, que no dejó de mirarme mal, casi como con celos y envidia. Siempre supuse que tenía ganas de estar en mi lugar y ser ella quien estuviese de novia con Mikasa. O tal vez sean ideas mías, pero eso no importaba ahora, estaba disfrutando de un rato con los chicos, y todo iba bien.

Cuando todos por fin se fueron, dejándonos solos, ayudé a recoger lo último que quedaba del desorden de la noche. Nos llevó menos de media hora terminar de limpiar, y al hacerlo, fui directo a nuestro cuarto. Revisé los mensajes de mi celular. Uno de papá, y tres de mamá. Ambos deseándome nuevamente feliz cumpleaños, lo cual era gracioso, ya que esa mañana los había ido a saludar, pero así son mis padres. No me molesta, sin embargo. A veces hasta los extraño. Extraño vivir con ellos como un adolescente normal. Suspiré y sacudí mi cabeza para evitar afligirme. Me despojé de mi ropa quedando sólo en mis boxers negros. Busqué unos pantalones de chándal que uso siempre para dormir, y no llegué a ponérmelos, que Mikasa entró vestida -o desnuda, mejor dicho- con un babydoll negro translúcido. Se le notaban sus perfectas tetas y su entrepierna sin ropa interior.

Ahora, soy hombre, y claramente no soy de piedra. Sí, a veces siento ganas de huir de su lado porque suele ser muy sofocante, pero nadie puede negar el hecho de que Mikasa está simplemente buena.

Tiré los pantalones en el rincón -ya que no los iba a necesitar- y me acerqué a ella algo excitado. Culpen al alcohol o a su sugestiva ropa, no sé. La tomé de su cintura y la empecé a besar. Comencé por su mentón, seguí con su cuello, sus clavículas. Subí mis manos, y con ellas la tela del babydoll, desnudándola poco a poco. La sentí estremecerse a medida que mis dedos rozaban su piel desnuda. Llegué hasta su pecho, y ahí hundí mi rostro. Con la prenda aún a medio quitar, dejé que mis manos descansaran en sus senos, dándole suaves caricias. Los besé, lamí, mordí. Los estujé con algo más de fuerza, ya que empezaba a sentir que mi cuerpo pedía más. La tiré a la cama y yo me puse encima de ella. Sin poder aguantar mucho más, me quité mi ropa interior.

Quince minutos después, estábamos durmiendo en posición de chuchara. Lo normal sería que yo la abrazase a ella y que ella estuviese acurrucada hecha una bolita debajo mío, pero no. Yo estaba dándole la espalda, y ella era quien me abrazaba por detrás, sin notar mis no-ganas de los mimos post-coito a los que a veces me sometía. Sé que suena rudo, pero no lo puedo evitar. Las cosas con Mikasa ya no funcionan. La quiero, la amo, pero ya no estoy enamorado de ella. Es raro. Es como si la viese como una hermana. Una hermana a la que me cojo de vez en cuando, sí, algo raro, pero después del sexo, todo vuelve a ser lo mismo; indiferencia de mi parte, desesperación de parte de ella. Ya no encajábamos de hacía rato. Y tampoco es como si el sexo fuese de lo mejor. Ya no es como solía ser hasta hace algunos años. Ya estoy más cansado, duro menos, a veces ni llego a terminar, a veces ella no llega a terminar... Créanme, los hombres se dan cuenta cuando una mujer finge su orgasmo. La verdad, apesta.

El despertador sonó a las seis en punto, como todas las mañanas. Me levanté con flojera, y busqué el pantalón que anoche había tirado. Me lo calcé sin ropa interior, ya que no pude encontrarla. Miré a Mikasa dormir sin nada de ropa, y la tapé con la sábana blanca algo arrugada. No hacía frío, pero por alguna razón que desconozco, yo, al menos, no puedo dormir sin estar tapado, así haga un calor infernal, simplemente no puedo.

Fui directo a la cocina a prepararme tostadas. Bostecé y me rasqué el abdomen mientras esperaba a que el café estuviese listo. Teniendo todo ya preparado, llevé las cosas a la pequeña mesa del comedor y me dispuse a disfrutar de mi desayuno. No era la gran cosa. Tostadas quemadas con mermelada bordó y café, pero me servía para despabilarme.

Mikasa no se despertaría hasta dentro de un par de horas. Era sábado y ella no trabajaba, así que ni se molestaba al escuchar mi alarma sonar, sabía que a mí me gustaba estar levantado desde temprano, sin importar que fuese día de semana o sábado. La verdad es que no tenía mucho para hacer. No trabajaba yo tampoco, y los sábados no me tocaba asisitir a clases. Leí el diario mientras terminaba mi cuarta rodaja de pan tostado -quemado-, y de pronto recordé el regalo que Jean y Armin me habían dado. Dejé el diario en la mesa y fui hasta mi campera de jean a buscar el vale que estaba en mi bolsillo. Lo saqué y lo observé dudoso. Era válido hasta el 31 de Marzo, justamente hoy era el último día. Decidí que lo aprovecharía, y decidí que Mikasa no tenía por qué enterarse de éso.

Fui hasta la ducha y tomé mi tiempo en limpiar mi cuerpo en paz. Olía a sexo y alcohol. No era desagradable, pero si pretendía ir a un Spa, quería al menos estar presentable. Era temprano, sin embargo. No tenía ganas de ir sino hasta más tarde. Me sequé y me vestí. Al salir, Mikasa estaba tomando uno de sus asquerosos batidos con proteínas.

-En diez salgo a correr.

Sólo asentí. Ya sabía cómo funcionaba su agenda. No me importaba, pero ya la conocía bien. Saldría a correr, iría luego al gimnasio de su amiga, comerían juntas, tal vez pensaba pasar la tarde conmigo, ir al cine y luego a comer, pero no hoy. Hoy debería entretenerse con algo más.

En cuanto me encontré solo, llamé a Armin para pedirle que me cubriese. Mi plan era bastante sencillo, ir al Spa por la tarde, y luego dormir en lo de mi amigo. No dudó y me dijo que no había problema. Eran recién las nueve de la mañana, así que tenía tiempo de sobra. Las clases habían empezado hacía poco, por lo que no tenía demasiadas exigencias en cuanto al estudio. Me tiré en la el sofá con mi laptop en la falda y me puse a perder el tiempo en Facebook. No había nada divertido, así que opté por ver alguna película. Me bajé la última de Pesadilla en la Calle Elm. Minutos después la estaba pasando a mi pendrive para poder verla en el LCD del living.

Nadie, pero nadie, puede interpretar mejor a Freddy que Robert Englund, por eso mismo es que odié la porquería que había visto. Este nuevo Freddy era feo y para nada cínico como el viejo. Una pérdida de tiempo. Por algo fue que me negué a verla en cuanto salió. Sabía que iba a ser un fiasco. Me recliné para quedar recostado en el sofá hasta que poco a poco me fui quedando dormido. Tenía una pequeña manta y las cortinas corridas, nada podía interrumpir un perfecto sueño.

Bueno, nada... Alguien sí.

-Oye, despierta.

Abrí mis ojos y fruncí el ceño al ver tanta luz. Me quise tapar, pero Mikasa, que estaba parada en frente mío, había quitado mi manta dejándola a un lado.

-¿Por qué me destapaste?

-Hace veintitrés grados, Eren. Por éso.

-Tsk. A mí me gusta estar tapado.-Refunfuñé. Nunca comprendí por qué le molestaba tanto el que yo me tapase aún haciendo calor. Es mi cuerpo, maldita sea. Igual, como siempre, no dije nada.

-Además, ya es tarde.

-¿Mh? ¿Qué tan tarde?-Busqué mi celular para fijarme la hora, pero recordé haberlo dejado en el cuarto cargándole la batería.

-Las siete menos vei-

-¡¿Siete menos veinte?!

-Woh, sí. ¿Por qué el repentino apuro?

Diablos. Lo que quería que fuese una simple siesta, resultó ser un desmayo total. Si quería al menos pasar por el Spa, debía apurarme, ya que a las ocho de la noche cerraba.-No, nada, es que le prometí a Armin de juntarnos e ir a comer algo.

-Oh. Y... ¿planeas pasar la noche en su casa?

-Tal vez, sí. Te aviso más tarde, ¿sí?

-Okay.

No la noté precisamente conforme con su respuesta, pero poco me importó. Me cambié casi a la velocidad de la luz, y fui hasta el garaje del edificio en busca de mi auto.

No es la adquisición más lujosa del mundo, ni tampoco un 0K, pero estoy más que contento con mi Camaro amarillo. Me hace sentir que manejo un transformer. Oh, sí.

Estoy enamorado de Transformers desde que era un niño pequeño, y cuando salió la primera de Michael Bay en el cine -obviamente fui a verla, duh- simplemente me enamoré de Bumblebee. Y ¿quién no? ¿Quién no quisiera tener un transformer en su garaje? Y por qué omitirlo, ¿quién no quisiera tener una Megan Fox a su lado también, huh? Ah, ese fue un día difícil. Supe que Mikasa me jodería con el tan usual tema, los benditos celos. ¡Por Dios! Al salir del cine con la imagen de Megan aún rondando mi cabeza, sentí el aura maligna de mi novia escudriñándome de arriba a bajo. Pero supongo que ese problema lo tuvieron todos los tipos que fueron a ver Transformers con sus novias. Soportar las idioteces como "¿piensas que la actriz es más bonita que yo, no?" o, "no quiero saber más nada contigo, ¡baboso!". Tsk, como si las mujeres no hiciesen lo mismo. Además, al fin y al cabo, ¡es alguien que nos parece atractivo y sólo éso! No engañaría a Mikasa con una mujer por el sólo hecho que que me resulte atractiva. No engañaría a Mikasa bajo ninguna circunstancia y punto.

Como sea, estaba feliz con mi Camaro. Me subí y salí deprisa. Me tomó cuarenta minutos llegar hasta el condenado lugar y encontrar estacionamiento. Miré la hora y ya eran pasadas las siete. Dudaba que me quisieran atender siquiera, pero valía la pena intentar. Me acerqué al mostrador, donde una muy entusiasta mujer me recibió preguntándome en qué podía ayudarme. Miré su chaqueta, en donde tenía un prendedor con una ID, y por el nombré que leí, supuse que se llamaba Hanji. Le entregué el vale y me miró con algo de pena. Mierda.

-Cariño, lo siento pero te haz perdido todo el día de Spa, y esto vence... en media hora.-La miré con resignación. Era mi culpa después de todo. Si no me hubiese quedado dormido... Creo que en mi inconsciente me sentía culpable por venir aquí a escondidas de mi novia. Sep, era el karma.

-Está bien, Grac-

-¡Espera! ¿Sabes qué? Te diré lo que haremos. Pasa por esa puerta,-Señaló una puerta de vidrio que daba a otro salón.-y espera en aquel pasillo, le diré a una de las masajistas que se encargue de tí. Al menos podrás obtener un masaje. La próxima no vengas cuando ya estemos por cerrar.-La miré a través de sus lentes y le sonreí.-Necesito que firmes con tu nombre aquí.-Hice como me indicó, y luego me senté a esperar tras haber cruzado dicha puerta.

La mujer de la recepción entró después de mí y se metió en uno de los box. A los segundos salió sonriendo y buscándome con la mirada.-¡Eren! Ella se encargará de ti.-Exclamó casi demasiado feliz para mi gusto. Una joven apareció detrás de ella, y entonces le indicó algo que no logré escuchar.-Bien, entonces Eren será tu último turno.

Juro que pude oír a la masajista chasquear su lengua con fastidio. ¿Qué clase de servicio podía esperar de esa tipa? Dios, ya me estaba arrepintiendo.

-Te dejo en manos de Bettie, lo mejor de este Spa.-Dijo en tono coqueto y guiñándome un ojo. Yo tragué saliva sintiéndome un tanto intimidado.

Sin hacer contacto visual, entré, y esta... Bettie, cerró la puerta detrás mío. El lugar era pequeño, no tenía mucha decoración, pero era agradable. Había un cesto de basura vacío, un escritorio con una notebook encima, una silla, algunas repisas con velas aromáticas, y una camilla de esas que usas los masajistas. Duh.

Cuando terminé mi inspección, volteé para ver a la mujer, y...

Wow.

Simplemente... Wow.

Traté de concentrarme en cualquier cosa que encontrase en el cuarto para evitar verme como un baboso. Miré la notebook, y me percaté de la canción que sonaba a modo de ambientación (-Ciel Errant/Alcest-). Se escuchaba muy hermoso, aunque no conocía la melodía, fue uno de esos amores a primera vista, pero con los oídos. Traté de memorizar la letra para googlear la canción más tarde, pero estaba en francés, así que eso no iba a poder ser. Entonces volví mi mirada a la masajista porque por mi cerebro cruzó la maravillosa idea de preguntarle el nombre de la banda, pero al mirarla, olvidé de inmediato lo que iba a decir. Le presté completa atención a su cara. Era bellísima. Tenía el cabello negro y corto, contrastando con una pálida tez. Tal vez le llegaba hasta los hombros, un poco menos. Flequillo recto, el cual dejaba asomar apenas unas delgadas pero alargadas cejas negras. Sus ojos eran creo que grises, porque no eran ni celestes, ni verdes, quizá una mezcla, pero entre el delineado que tenía, y la sombra oscura, me fue difícil decir. El puente de su nariz era fino, delicado y recto, y tenía un pequeño respingue en la punta, casi imperceptible, pero estaba allí. Cuando me detuve es sus labios, noté que eran finos y de un color rosa pálido, y sólo pude pensar que quería besarlos. Y ver con más detalle lo que llevaba puesto, fue lo que me hizo recordar que yo estaba por morir por un desangrado nasal. Estaba usando una camisa blanca algo entreabierta, la cual dejaba ver el comienzo de sus clavículas. Debajo tenía un pantalón chino negro al cuerpo, y supuse que sería de satín debido al brillo. También llevaba unos tacos del mismo color. Me recordó un poco a Mía Wallace, pero más hermosa, y me tuve que morder el interior de mi mejilla para evitar que mis labios temblasen.

Bettie se acercó a mí con la ferocidad de un gato, y cuando puso sus delicadas y pálidas manos en mi cintura, yo me quedé inmóvil. Era estúpido esperar que se me tirase encima como podría tranquilamente pasar en una película porno, pero cuando me quitó la remera, ya no estaba tan seguro de cuán ridícula era esa idea. Entonces siguió por mi pantalón, y yo tuve que apoyar ambas manos en la camilla para no caerme.

Técnicamente no estaba engañando a Mikasa.

Técnicamente eso era una tarde común en un Spa.

Técnicamente Bettie era una masajista.

Y técnicamente yo era un idiota por estar seguro de que tendría sexo con ella, ya que al dejarme sólo en mis calzoncillos, chocó sus palmas en la camilla para darme a entender que me acostara, pinchando mi burbuja de fantasía.

Sí, un idiota. Pero este idiota tenía una semi erección en sus pantalones. Gracias a los cielos que me hizo un gesto para que me pusiera de espalda, lo que me recordaba que no había oído su voz en ningún momento, y quería hacerlo, entonces le pregunté por la bendita banda que sonaba de fondo, al fin. Pero ella me respondió con un shhh a centímetros de mi oreja, y tuve que forzarme a pensar en Jean en ropa interior para matar cualquier bulto prominente que ahora empezaba a hacerse notar con furia y sin disimulo alguno, aún estando de espaldas.

Después de creo que una hora de sufrimiento -y digo sufrimiento porque me vi obligado a llevar mi mente a cualquier imagen desagradable si no quería tomar a Bettie y restregarla por encima mío-, la diosa por masajista me estaba alcanzando mi ropa. Le agradecí con el rostro aún rojo, y me vestí en un santiamén. Me incorporé y me puse mis zapatillas. Al dirigirnos hasta la puerta, cuando Bettie la abrió, Hanji, la recepcionista, estaba con su mano en forma de puño a punto de golpear.

-¡Oh! ¡Justo a tiempo! Venía para decirte que ya hablé con Erwin. Dijo que te espera en Sin-A a las diez, y dijo también que no te des prisa.

Miré a las dos algo confundido, y me golpeé mentalmente al darme cuenta que esta mujer, Bettie, había tenido que suspender lo que asumo era una cita, por quedarse conmigo un tiempo extra. En parte me alegré, ¿a quién engaño?

Hanji me dijo que la acompañara y asentí, saludando a Bettie con un leve adiós que nunca devolvió. Suspiré entre frustrado y aliviado. Frustrado porque Bettie de verdad me había gustado, y aliviado porque no me dio ni la hora. A ver, tengo novia, por el amor de Dios, ¿en qué estaba pensando siquiera?

La alegre voz de la mujer que tenía ahora en frente me alejó de todo pensamiento pecaminoso que podía llegar a inundar mi estúpida cabeza. Me preguntó si estaba interesado en llenar una ficha con mis datos para convertirme en socio del lugar, y, no pregunten por qué, pero acepté.

Noté que ya no quedaba nadie a mi alrededor. Sólo yo y la recepcionista. Me pregunté dónde se había metido Bettie, si tal vez saldría por alguna puerta trasera, ya que no la había visto abandonar el Spa. Le entregué la ficha con todos mis datos, y Hanji sacó una tarjeta con el nombre Recon Spa en ella. Cuando estaba por entregármela, oí la puerta que daba a los boxes abrirse. Miré con la esperanza de que sea Bettie, pero era un hombre. Tenía una estatura baja y una mirada intimidante. Su cabello lucía un corte militar, flequillo separado, y un rapado a los costados. Cuando pasó por al lado mío me miró serio y fijo a los ojos, y noté que los suyos tenían un color similar a los de Bettie, claro que no tenía maquillaje ni nada.

Volví mi mirada a la recepcionista, y en eso veo que el pequeño hombre la saluda con un pico en los labios. Primero pensé que serían pareja, pero ese beso parecía uno de amigos, ya que no vi ninguna chispa de pasión. Entonces dejé de pensar. Ya había hecho demasiadas suposiciones vanas.

-Adiós, Levi, cariño. Dile a Erwin que mañana iré a su casa.-Escuché que le dijo al sujeto. Él agitó su mano como despidiéndose, y así como así, se marchó.

Mientras guardaba la tarjeta en mi billetera, me quedé pensando en el nombre que había mencionado antes la mujer de recepción. Erwin, y no sólo ese nombre, sino Sin-A. Si mi memoria no fallaba, y no lo hacía, recordaba haber pasado un par de veces por la puerta de un club nocturno llamado Sin-A, lo que no recordaba era el lugar exacto.

Me despedí por fin y salí en busca de mi auto. Al llegar hasta éste, y subirme en él, otra de mis locas ideas invadió mi mente. Le mandé un mensaje a Armin diciéndole que si Mikasa llegaba a preguntar por mí, le dijese que estaba durmiendo o algo. Por suerte él no preguntó nada, sabía que luego le explicaría todo. A todo ésto, se habían hecho las nueve. Busqué la dirección del club en mi celular, y a los segundo me estaba dirigiendo allí sin miramientos.

Tal vez esto era una locura. Más que probable que sería una estupidez. Yo estaba actuando por inercia, yendo a un lugar que no conocía, con la esperanza de ver a una mujer que ni me registraba, y que encima iba a encontrarse con otro hombre. Si Jean estuviese aquí, ahora estaría riéndose como una hiena de mi patética persona. Pero no me importó una mierda y fui igual.

El hombre de la entrada, un sujeto con mirada antipática, me pidió identificación. Sí, tengo cara de niño bonito pero tengo suficiente bello púbico en mis pelotas como para entrar un club nocturno, muchas gracias.

Entré dejando que el sonido envolvente a jazz se apodere de mis oídos (-Chambermaid swing/Parov Stelar). Me senté en una mesa cercana a un escenario. Había varias, la mayoría llena de hombres. Me sorprendió que siendo aún relativamente temprano, el lugar estuviese tan repleto. Una camarera me preguntó qué quería, y yo tan sólo le pedí una cerveza. Me miró como si fuese un adolescente pre púber -muy desorientada no estaba- y se fue para minutos más tarde traer mi pedido.

No sé qué estaba esperando que pasara. Tampoco sé por qué me sentía tan extrañamente cómo en ese lugar. Aposté que era porque estaba solo, sin Mikasa, sin vida casi matrimonial, sin restricciones, solos yo y mi cerveza. Comenzaba a pensar que no fue una pérdida de tiempo venir hasta este lugar, después de todo. Y aunque no llegase a ver a esta chica, Bettie, podría decir que mi noche había sido buena.

Estuve así un rato más, hasta que llamé a la camarera para pedir la cuenta. Necesitaba terminar la noche con un cigarrillo. No era un fumador empedernido ni mucho menos, de hecho, si Mikasa se llegase a enterar de que fumo, lo más seguro es que me castre con una cuchara de plástico.

La chica me trajo la cuenta y yo le dí el dinero. Estaba ya encaminándome a la salida, cuando un sujeto se subió al escenario y empezó a anunciar.

-Con ustedes, la diosa que tanto esperaban, la alucinante... ¡Bettie!

Frené mi caminar de golpe. En Alemania no hay muchas mujeres llamadas Bettie. Retomé mi asiento casi a las corridas, y concentré mis ojos en el espectáculo que estaba por presenciar.

Una canción diferente acorde al ambiente empezó a llenar el lugar (-Moi Lolita/Alizée-). Las luces y el humo blanco impedían ver bien a la figura que comenzaba a asomarse. A medida que fueron esfumándose, una mujer pequeña se vio emerger de los restos de humo.

Abrí los ojos hasta donde pude. ¡Era Bettie! Lucía algo diferente, sin embargo. Su cabello era distinto. Ahora se veía castaño, cuando antes era negro, y lo tenía un poco más largo, no me quedó otra que suponer que se trataba de una peluca.

Moi je m'appelle Lolita (Yo me llamo Lolita)

Lo ou bien Lola (Lo o solo Lola)

Du pareil au meme (es lo mismo)

Moi je m'appelle Lolita (Yo me llamo Lolita)

Quand je reve aux loups (cuando veo mis errores)

C'est Lola qui saigne (es Lola la que sufre)

Quand fourche ma langue, (Cuando se me escapa la lengua,)

j'ai là un fou rire aussi fou (pongo una sonrisa, soy un poco alocada.)

Estaba haciendo playback mientras hacía cortos pero sensuales pasos de baile. Bailaba sola mientras simulaba cantar. Era... Era una visión vestida de colegiala, y yo casi me muero. Zapatos negros estilo muñeca de porcelana, con medias blancas traslúcidas, largas hasta los muslos, medias que abrazaban esas piernas de tal forma que me hacía sentir envidia de la tela. Una kilt a cuadros blancos y azules se movía de manera grácil cuando daba pequeños brincos, dejando ver unas pantis blancas que llamaban a la perdición. Y entonces llegué hasta su torso, el cual vestía la misma camisa que llevaba en el Spa, pero ahora atada a su pequeña cintura, permitiendo la pecaminosa vista de un ombligo adornado por la joya destellante de un piercing.

C'est pas ma faute (No es mi culpa)

et quand je donne (si cuando me rindo,)

ma langue aux chats (los veo preparados)

je vois les autres (para lanzarse)

tout prêts à se jeter sur moi. (sobre mí)

C'est pas ma faute (No es mi culpa)

si j'entends tout (si oigo)

autour de moi (a mí alrededor)

hello, helli, t'es A (L.O.L.I.T.A.) (hola, hola, eres L.O.L.I.T.A.)

Moi Lolita (Yo, Lolita.)

Bettie bailaba de una forma tan sensual y delicada a la vez, que me hacía sentir un pedófilo al verla en ese atuendo de colegiala. Nunca llegué a creer que pudiese sentirme excitado al ver a una mujer así vestida, más cuando hacía unos años atrás, estaba rodeado de ellas en mi escuela. Pero esto era diferente. Era diferente a todo. Bettie tenía algo que me generaba un no sé qué en mi interior. Serían sus feromonas, tal vez. No lo sé, yo sólo sé que estaba hipnotizado.

Moi je m'appelle Lolita (Yo me llamo Lolita)

collégienne aux bas (mala estudiante,)

bleus de méthylène. (con pantalones apretados)

Moi je m'appelle Lolita (Yo me llamo Lolita)

coléreuse et pas (enojada a veces)

mi-coton, mi-laine. (mitad, y mitad)

Motus et bouche qui ne dis pas (Callada y con una boca que no dice)

à maman que je (a mamá que soy)

suis un phénomène. (un fenómeno)

Me perdí viendo sus labios moverse para simular cantar, no oyendo ya nada, más que los latidos de mi corazón, debidos a la exaltación. Me sentía un niño de cinco años esperando a que Santa bajase por la chimenea. Nada importaba, sólo el desenlace.

Cuando la canción llegó a su fin, las luces se apagaron, para cuando, al prenderse nuevamente, no fuese Bettie quien estuviese allí, sino otra mujer que ni perdí tiempo en mirar.

De pronto me encontraba algo desesperado. Necesitaba ver a Bettie.

Salí del club rogando a los cielos de encontrarla afuera más tarde. Pero nunca salió. Vi salir a varias mujeres y hombres, pero ninguna de esas personas era Bettie. Algo resignado, saqué un cigarrillo de mi bolsillo trasero. Solía llevarlos conmigo cada vez que salía con mis amigos y permanecía lejos de Mikasa. Hoy servirían para aplacar mi frustración. Me llevé uno a la boca y palmeé mi jean en búsqueda de un encendedor. Encendedor que había olvidado de traer porque soy un puto genio -nótese el sarcasmo-. Maldije con el tubo de cáncer aún entre mis labios, y entonces un par de delicadas manos se acercaron a mi boca con fuego entre ellas. Lo acepté y encendí mi cigarro, quitándolo de mi rostro para poder agradecerle a quien sea que haya tenido la amabilidad de compartir su fuego.

-Gracias.-El hombre no respondió con palabras, sólo con una diminuta, casi inexistente, sonrisa ladina.

Al observarlo mejor, noté que era el mismo sujeto que había saludado a la recepcionista momentos atrás.

Los días pasaban y yo seguía yendo a Sin-A. Disfrutaba de cada show que Bettie me regalaba, y después iba afuera a buscarla. Intenté por la puerta delantera, me fijé si había una atrás, pero no, sólo podía salir por adelante, pero nunca lo hacía. Era como si desapareciese del mapa luego de una de sus performance. Por otro lado, a quien me sí seguía encontrando seguido, noche tras noche, era a ese tipo, ¿Levi, era su nombre?

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Huehuehuehuehue. :Se frota las manos: Vine escribiendo ésto desde hace semanas, ya tengo el segundo capítulo casi terminado. Recién el lunes tuve mi notebook, por lo que Y YA YA me voy a poner al día con Destinados, mi otra historia.

No sé qué decir, no quiero ser obvia, pero Bettie parece que tiene bulto entre las piernas. Duh-hu. Espero no ser el único ser de la tierra que muere por ver a Levi de Drag Queen. O sea... C'mon, Levi vestido de mujer? Hell yeah.

Quejas, preguntas, lo que sea, en un review.

Ah! Escuchen las canciones, de verdad que no me rompo los sesos (?) pensando en las canciones perfectas sólo para que ustedes las ignoren TT_TT, así que escúchenlas. Más que nada Moi Lolita, e imagínense a Levi de COLEGIALA cantándola. (De nada).