Epilogo

Una risa rebotaba por cada pared de aquella casa, nacía en una habitación y se transportaba a los saltos de su autor por cada pasillo, subiendo las escaleras, hasta lo más recóndito de las gruesas paredes.
Scorpius Malfoy, Snitch para los íntimos, no cabía en sí de gozo. Al fin había llegado. Hacia unos meses la esperaba y por fin estaba ahí, apretada entre sus labios mientras reía con una mueca dantesca para que no se le soltara, montado en la escoba que el tío Blaise le había regalado, recorriendo la gran mansión que era su casa. No podía esperar a encontrar a su madre para mostrársela, y es que en su ansia de mostrarle a su madre la carta, prefirió montar en escoba dentro de la casa rompiendo unas diez o veinte reglas.
Dio la vuelta en otro pasillo y escuchó suavemente la voz de su madre. Descendió de la escoba, y después de dejarla apoyada en una pared fue caminando lentamente a la puerta entornada de donde provenía la voz de su madre.

—No Draco. —la voz de su madre sonaba tensa, pero no llegaba a escuchar que es lo que su padre le respondía. —Te he dicho más de un centenar de veces que no pienso dejar que Blaise se encarga de organizar el baby shower. —Oh, de eso hablaban. Scorpius no pudo evitar soltar una risita. El tío Blaise era y será siempre todo un personaje. Sus padres le habían contado que Blaise había sido dama de honor en la boda de ellos, vestido a tono como las demás damas. Y que tiempo después mientras su padre solucionaba asuntos en Inglaterra, su madre y él se habían quedado en casa de los tíos Luna y Theo; y el tío Blaise también, porque la modista que le alquiló el vestido de dama de honor lo buscaba para desollarlo en su casa y él decía que era un fantasma.
El tío Blaise era fantástico, para su ultimo cumpleaños le había regalado una escoba que aunque su madre había confiscado, el moreno había hechizado para que apareciera exactamente donde Scorpius quisiera. La risa de su padre lo arrastró fuera de su mente. Si mamá estaba cabreada porque el tío Blaise quería organizar el babi soler, entonces quizás se pondría peor si supiera que ya había mandado a comprar las decoraciones para el cuarto del bebe en tonos verdes y plateados.
Suspiró, los adultos eran muy complicados. Pero vaya que eran divertidos.

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10 años antes.

Al fin los había localizado. Le había tomado 3 meses dar con su paradero e investigarlos. Cruzó la calle desierta con paso firme, con la mirada al frente y los ojos escaneando los alrededores. Era un barrio bastante tranquilo, llegó a la verja de la casa que ocupaban, una casita de un piso, bastante sencilla y decente, de paredes blancas y techo de tejas bordo. Cruzó el sendero de piedra, notando el césped pulcramente cortado, y un pequeño jardín de flores. La puerta blanca lo recibió con sombría admiración, un león grabado en ella lo hizo sonreír. Típico.

Tocó la puerta 3 veces, y espero, mentalizando una máscara de hastió que ocultara los nervios. Los latidos de su corazón retumbaban desaforados en sus oídos, ya no recordaba la cantidad de veces que había pensado en que decirle, sentía un fuerte deja va, como si todo volviera a comenzar, como si esto estuviera pasando poco después de cruzarla en el pub. Ensimismado en su mente, no notó como la puerta se abrió, y sólo atinó a boquear como un pez fuera del agua cuando sus ojos se encontraron con los de ella.

Ahí estaba, hermosa como siempre, con su melena indomable, con sus ojos brillantes coronados con sus delicadas cejas fruncidas. La amaba, merlín, la amaba como jamás había amado a alguien, la amaba más de lo que alguna vez se amó a sí mismo, y esto, lo hizo sonreír, ajeno a la mirada interrogante y fastidiada de ella. Solo el carraspeo áspero le borró la sonrisa de la cara.

— ¿Y bien?—dijo ella mientras sostenía el filo de la puerta con ambas manos, sus dedos finos estaban presionando con demasiada fuerza notó, sus nudillos estaban blancos.

— ¿Puedo pasar?—

—No es un buen momento—respondió esquivando mi mirada, y la ira comenzó a bullir en mis venas, ¿ómo se atrevía?.
—Quiero ver a mi hijo—solté, sin disimular la rabia en mi voz. Ella suspiró cansada, y se movió dándome paso.

La casa era pequeña, más pequeña que la casa donde vivía en Vancouver, un murmullo se escuchaba de la habitación a mi derecha y la miré con una ceja inclinada esperando alguna aclaración, ella solo pasó por mi lado y entró en esa habitación. Allí, en una mesa enorme, diez niños me devolvían la mirada asustados, una niña, que no tendría más de 10 años, alternaba la mirada entre Hermione y yo. Levantó la mano y no pude evitar recordar a cierta rata de biblioteca metomentodo responde preguntas.
—Señorita Mione—comenzó con la voz suave.
—Dime Susie—respondió Hermione mirándola con una sonrisa en sus labios.
— ¿Podemos ir a jugar al patio? Ya termine mis deberes. —dijo enseñándole una hoja con números. Hermione asintió y los niños se levantaron de sus sillas y abandonaron la habitación. Los siguió hasta una pequeña cocina con una puerta a un minúsculo patio.
Hermione se acercó a la cocina y colocó una tetera en el fuego.
— ¿Te o café?—preguntó dándome la espalda. Me senté en una silla de espaldas a la puerta de la cocina.
—Quiero ver a mi hijo—le respondí.
—Está durmiendo—dijo sacando dos tazas de una alacena, vertió el agua hervida en las tazas y rebuscó en una lata dos sacos de té. Tomó ambas tazas y caminó hacia la mesita dejando una taza frente a mí, para luego tomar asiento y acercar la taza a sus labios. Aspiró el aroma del té cerrando los ojos, mientras las risas de los niños llenaban el silencio. Sostenía la taza en sus manos con demasiada fuerza, negándose a abrir los ojos.
El silencio fue quebrado por el sonido del timbre y ella se levantó, dejándome allí solo, con la taza de té frio y la risa de los niños. Cuándo regresó dos mujeres venían con ella, ignorándome, pasó de largo, rumbo a la puerta del pequeño patio y llamando a los niños. Los condujó con las dos mujeres a la puerta de salida.
Pasaron 10 minutos y el sol comenzaba su procesión rumbo a su descanso, llenando la cocina de un tono anaranjado y calmo. Y Hermione no regresaba. Y el miedo reptaba por mi espalda, la duda y el temor de saberla perdida para siempre nuevamente. Después de largos meses de búsqueda.
Un gorjeó lo despertó de su desesperación, y miro por encima de su hombro, sintiendo el miedo alejarse de su piel. Se levantó torpemente y corrió hacia la imagen que se presentaba ante él. Su familia, su hermoso hijo y su esposa amada. Hermione intuyó su intención porque dio un paso atrás, dejándolo clavado en su lugar a pocos pasos de ellos.
—Aquí está tu hijo—le dijo, entregándole suavemente al bebé que se retorcía y lo miraba con los ojos abiertos de par en par. –Mañana a primera hora llamaré a mi abogado, supongo que puede redactar los documentos del divorcio y luego los firmamos con un acuerdo de tutela compartida. —Pero Draco no la oía. Había dejado de oírla cuando la palabra Divorcio salió de sus labios. Apretó a su hijo contra su pecho y la miró fijamente.

—No vamos a divorciarnos—sentenció con suma seguridad.
— ¿Disculpa? Yo no voy a seguir casada con un hombre que tiene un romance con otra mujer. —le reprochó mientras levantaba las tazas de la mesa y las llevaba a la pileta de la cocina. Scorpius balbuceó y Draco volvió a ignorar a la castaña.

— ¿La terquedad es algo inherente a los Gryffindor? ¿O es solamente uno más de tus encantos?—preguntó con sorna mientras se sentaba y le hacía morisquetas al pequeño.

—No estoy jugando Draco. No voy a ser la pobre mujer engañada que se queda en casa criando hijos mientras el marido testea faldas. —con brusquedad depositó las tazas lavadas en la encimera.

—Yo tampoco estoy jugando, tampoco estuve jugando estos malditos meses buscándolos por cielo y tierra, pensando lo peor sobre mi mujer y mi hijo. —la rabia en su voz sobresaltó al infante y antes de que su pequeño rostro se arrugara para llorar, Draco se levantó, meciéndolo y paseándolo por la cocina.

Los ojos de Hermione se anclaron a su figura, observando su espalda mientras caminaba lentamente y tarareaba en voz baja para calmar el gimoteo.

— ¿Me darás la oportunidad de explicarme, antes de sentenciarme?—pidió conciliador una vez que Scorpius se había calmado.

—Adelante—suspiró, sabiendo que no se iría si no decía lo que quería decir. Pero ella no caería, no, su confianza se había rotó como su corazón muchos meses atrás.

—Marcus Greengrass es un maldito cerdo. Usó a su hija, Astoria, como cebo y disfrazó una trampa en una cena de negocios. Al día siguiente de esa cena, me llegaron los primeros sobres con imágenes para chantajearme. Como me negué a caer en su trampa, publicaron las imágenes y esas notas amarillistas. Cuando regresé a Vancouver, tú ya no estabas. ¿De verdad crees que te hubiera dejado a ti y a Snitch por Astoria? ¿O por cualquier otra mujer? ¿De verdad pensaste que a la primera oportunidad les daría la espalda? ¿Tan poco me conoces?—el dolor en su voz era palpable, y a Hermione se le cerró la garganta por la angustia. Quería decirle que no, que confiaba y lo conocía, pero el dolor, su silencio y aquellas imágenes eran cuchillas atravesando su pecho.
—Yo… no… yo...—balbuceó. Draco le entregó a Scorpius que se había vuelto a dormir. Y rebuscó en sus bolsillos un sobre. Con la mirada fija en ella, dejó el sobre en la mesa.

—Ya no importa, en este sobre, está la demanda por extorción, las pruebas, el resumen del juicio a Greengrass y la sentencia que ambos recibieron en el Wizengamot. Si no quieres o no puedes creerme a mí, tu cerebro puede creer en la evidencia. –Sacó de otro bolsillo una tarjeta. —Estoy alojado en este hotel, si aún quieres llamar a tu abogado por la mañana, llámame y vendré a firmar lo que sea que quieras que firme. –Aturdida, Hermione no notó como él se había acercado a ella, pero si sintió sus labios en su frente y oyó las dos palabras que él susurró. Cerró sus ojos con fuerza, aspirando su aroma y evitando que las lágrimas escaparan. Cuando los abrió Draco había desaparecido.
Acunó a Snitch contra su pecho, y mientras las lágrimas caían por su rostro, caminó hacia su habitación para recostarlo. Lloró en silencio frente a la cuna de su hijo, con la horrible certeza de que Draco había sido inocente de cualquier sospecha que ella hubiera tenido; pero ya era muy tarde, Draco se había rendido. Draco haría lo que ella quisiera. Caminó lentamente rumbo a la cocina, se sentó en la mesa y abrió el sobre. Absorbió cada palabra de esos documentos. Memorizó cada nombre, cada persona, jueces, juzgados, testigos, todo se almacenó en su memoria. La tarde dio paso a la noche, y la noche devoró a Hermione leyendo en su pequeña cocina.

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—La he encontrado Theo—suspiró Draco en su celular. Al otro lado de la línea Theo suspiró de dicha. —Mañana llamará a su abogado. Va a divorciarse de mí. La perdí Theo, la perdí realmente. —decía, mientras se tiraba de espaldas sobre la cama, su mirada gris recorría el cielo raso. —No, ella simplemente ya no me ama. No Theo, no se lo pregunté, lo vi en sus ojos. Vi el dolor en ellos. Yo, no. No. —se interrumpió para oír a su amigo. —No Theo, está bien. Mañana te llamo. Si, cuídate. —y cortó la comunicación. Tiró su celular a un lado y se quedó con la mirada perdida en el techo y su mente en los ojos de la castaña.

El sol matutino quemó sus retinas, sus ojos se sentían como dos huevos fritos, había parpadeado por inercia durante toda la noche, pero no había dormido y no recordaba haber estado pensando en nada puntual. Su mente era una tormenta de dolor. Cada momento vivió con Hermione había tomado parte en su mente, desde la noche del bar, hasta el secuestro, Scorp. Cada instante compartido, cada sonrisa, la textura de su piel, sus labios, su risa, sus lágrimas, y el agujero en su pecho se ensanchaba como si cada memoria fuera un puñal envenenado, aguijoneando sus mejores días con la sonrisa de Astoria, con las fotos, con su engaño.

EL teléfono de la habitación sonó, y como un resorte se incorporó del colchón, sintiendo todos sus músculos entumecidos.

—Diga—su voz estaba pastosa. La recepcionista le dijo que una persona lo buscaba, pensando que se trataría del abogado de Hermione murmuró—dígale que suba. —y volvió a dejar el teléfono en su base.

Sentado en la cama, con los brazos colgando de sus rodillas metió su cabeza entre ellas, sintiendo la rabia y el dolor quemar su corazón. Queriendo gritar como un león enjaulado. Una sonrisa sin humor se dibujó en sus labios y dos rítmicos golpes en la puerta se la borraron.

Caminó despacio, alargando el momento mientras arrastraba los pies. Tomó el pomo de la puerta, y lo giró, volteándose para dejar paso al abogado.

—Adelante—dijo con la mirada en el suelo. Suaves pasos se adentraron en la habitación y él cerró la puerta de espaldas al intruso.

—Draco. —su cabeza se disparó hacia el frente como un resorte, allí, frente a él con Scorpius en brazos estaba Hermione. Y en sus ojos, en sus ojos rojos e hinchados, sobre dos oscuras bolsas, no había dolor. Solo amor. El mismo amor que él recordaba ver en sus ojos muchos meses atrás.

—Hermione. —susurró pensando que quizás, fuera solo un invento de su cansada mente. Dio un paso hacia ella, esperando que se desvaneciera en el aire, pero ella no se movió. Otro paso, y su aroma invadió sus fosas nasales. Otro paso más, y la sostuvo entre sus brazos, con Scorp entre ellos. Besó su frente, sus mejillas, su nariz mientras acariciaba su espalda y su cabello, demorando el momento, acaricio sus labios con los suyos, dejando que con aquella caricia, el dolor se alejara para siempre de ellos.

—Te amo—musitó ella entre beso y beso, con la voz enronquecida por el cansancio y la pasión. Snitch gorjeó , desviando la atención de los adultos.

—Pa… pa— balbuceó con su manito en la boca. Draco lo tomó en brazos, besando su pequeña cabeza. Lo giró en sus brazos, riendo y provocando risitas del bebe. Se acercó a su mujer, tomándola de la cintura.

—Y yo te amo a ti, mi paraíso. —susurró él besando nuevamente su frente.

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—Mamá, Papá—dijo Scorpius entrando en la habitación con sus manos escondidas en su espalda. —Ha llegado una lechuza. —su sonrisa se amplió mientras veía a su padre abrazando a su madre por la espalda, con sus manos en la cima de su vientre abultado, ahí, donde nadaba su hermanito. Sus padres tenían momentos así, donde discutían por nimiedades y luego compartían un silencio cargado de amor. La tía Luna le había contado que ambos habían sufrido mucho para conseguir aquel paraíso, que muchas veces la vida les sumaba escalones; pruebas para demostrar que su amor valía. Y ellos habían aprendido, de cada escalón, de cada caída, juntos habían luchado por subir cada escalón, y ahora, allí, los contemplaba en su trigésimo escalón. Esperando que mostrará lo que ocultaba a su espalda.

FIN.-

Dejando en claro que no tengo el perdón de ninguna deidad. Voy a simplemente contarles las dos razones por las que no lograba finiquitar estos 30 escalones.
La primer razón, y la que fue la culpable, es que me robaron la mochila con la Tablet donde escribía, por ende los archivos del capítulo 30 y del epilogo se fueron. (Por esa razón, este capítulo no me termina de convencer pero es, en este momento de mi vida, lo mejor que puedo ofrecerles.)
La segunda razón, es que a finales del año pasado escribí una historia original, y en marzo de este año la publique aquí en Argentina de modo independiente (sin editorial). Si gustan buscarla está en Facebook bajo el nombre de "Espejo Roto: Nebun" o en Amazon del mismo modo. Es el primer tomo de una saga de 4 libros, y estoy próxima a publicar el 2do tomo. Por eso tampoco podía sentarme a escribir sobre Draco y Hermione, porque mi cabeza estaba en otra historia.

Dicho lo dicho, Me disculpo nuevamente y vuelvo a mi retiro dramionero, al menos hasta que libere un poco más la mente y pueda acomodar una idea que tengo dando vueltas en la pc. Quien sabe, quizás me lean más pronto que tarde.

PD; estoy reeditando este fic, corrigiendo las faltas y los acentos (sus faltas) asi que si les llegan notificaciones es por eso xD-
gracias por el cariño que siempre me brindaron!
Maiastra.-