N.A: Cuando felicité el Año Nuevo en el anterior capítulo no pensé realmente que fuera a tardar tantísimo en actualizar xDDD Soy odiosa. ;; Lo peor de este mundo, lo sé. PERO AQUÍ TRAIGO NUEVO CAPÍTULO HUEHUEHUE. Más largo de lo habitual —esta vez es serio, son 15 páginas de word a letra enana xDasí que espero que os guste. *corason corason*

Además, este capítulo cuenta con una escena que LaBandida me pidió en una de sus review, así que va por ti. (? ) [Me siento guay y todo dedicando algo a alguien, que pena doy :(]

Y... ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS POR VUESTROS REVIEW! En serio, son todos geniales y me anima muchísimo para continuar escribiendo esta historia sin sentido. También mil amor a aquellos que dan fav/follow.

En fin, muchísimas gracias por vuestro apoyo, deseadme suerte que el lunes tengo examen de Matemáticas. (?)

Pairing: SouHaru [SousukexHaruka]

Advertencias: BxB, si te desagrada el género, mejor escapar ahora. Un poco OoC. (?) No beta tester así que puede haber algún horror ortográfico.

Disclaimer: Free! y sus personajes le pertenecen a Kyoto Animation y Ohji Kouji.


-Friendship-


—Si soy sincero, esto está siendo más incómodo de lo que me esperaba.

El de ojos turquesa le fulminó con la mirada, ¿aquello iba en serio?

—¿De verdad lo piensas? —Cuestionó Yamazaki, clavando los ojos en Rin—, ¿Pero quién se podía imaginar que algo así podía pasar? ¿Quién podría imaginar que sería incómodo juntar a cuatro personas que tiene en común poco más que su género y entre las que hay, además, ciertos individuos que invierten su tiempo de estudio en emparejar homosexualmente a sus amigos? ¡Imposible que eso sea incómodo, por favor!

Makoto se retorció en su asiento aguantándose la risa; él era el apoyo de Rin, su camarada, no podía reírse ahora; pero el pelirrojo no podía culparle, nadie se esperaba que el mal humor que Yamazaki se había traído consigo también afectase al tiburón, que hasta ahora había sido el niño de los ojos de Sousuke. Incluso Haruka se había sorprendido ante el comportamiento del moreno; parece que el chico de ojos turquesa había hecho un descanso en esa relación de adoración y veneración a Rin —el delfín supuso que también habría dejado de rezarle cada noche—, para poder hablar con él de forma normal y no como si le hablase a una criatura divina.

—Eh, cálmate un poco, Sousuke sarcasmo Yamazaki —dijo el pelirrojo, con una cara de profunda ofensa—, estás de muy mal humor últimamente.

—¿Y de quién crees que es la culpa? —Contraatacó el de orbes turquesa, que no trataba en lo absoluto de ocultar su enfado—. Comprende que después de una doble sesión de rehabilitación lo que menos me apetece es contribuir a tus desvaríos mentales de temática homosexual en un ambiente más que incómodo para todos.

Hasta Haruka sintió algo de pena por Sousuke en ese momento; el pobre se había encolerizado tanto tras el descubrimiento de las aficiones literarias de Rin que había decidido saltarse su sesión de rehabilitación el día anterior para poder avisar al delfín de los estupideces del tiburón. Sobra decir que "mi compañero de habitación ha desarrollado un trastorno impulsivo-compulsivo no muy agradable, y tenía que informar a las víctimas" no sirvió para convencer a su doctor de que la ausencia estaba totalmente justificada —según Yamazaki—, por lo que el hombre decidió que si tenía tiempo para esas tonterías también lo tendría para una doble sesión ese día. Puede que para el de orbes turquesa aquello hubiese sido la hecatombe —sobre todo si se tenía en cuenta que después de la probablemente complicada sesión con su doctor tendría que acudir a una "cita" patrocinada por su demente y compañero de cuarto preferido—, pero gracias a su desgracia Haruka había contado con el tiempo suficiente como para poder ir al mercado a comprar caballa —todo un logro, teniendo en cuenta lo desdichado de su vida últimamente —.

Claro que la vida de Nanase seguía siendo una serie de catástrofes, así que pronto la euforia por haber sido capaz de comprar una caballa de primera calidad dio paso a la sensación de desasosiego cuando Makoto —que se había decidido a acompañarlo a por la caballa después del desastre de la vida anterior—, se ofreció a ayudarle con el vestuario para la "cita" con Sousuke. Por aquel entonces el de ojos océano había pensada que por alguna intervención divina podría librarse de aquello, pero la suerte no estaba de su lado. El castaño se coló en su casa como si fuera la suya y antes de que Haruka pudiese llegar a su habitación Tachibana ya había sacado del armario todo lo que él consideraba "adecuado" para la "cita". El de orbes marino trató de ser lo más positivo posible, buscando aunque fuese una mínima cosa buena en ese encuentro del diablo, pero nada salía de su mente que pudiese ser considerado beneficioso; y las cosas empeoraron cuando su mejor amigo, de entre toda la pila de ropa que había sacado, escogió un esmoquin —que sus padres le habían enviado de algún país europeo en el que habían estado de visita—, como la vestimenta definitiva para el encuentro.

Y dios era testigo de que Haruka Nanase no era muy exquisito con su vestuario, que poco le importaba lo que los demás pensasen sobre su sentido de la moda; que incluso una vez se había puesto un bañador de chica para ayudar al pequeño Nagisa —no era culpa del rubio tener a las hijas de Satanás como hermanas—, pero había cosas que simplemente el delfín no podía aceptar. Y una de esas cosas era ponerse un esmoquin de boda para ir a verse con Sousuke Yamazaki. Makoto tenía un problema mental serio si pensaba que siquiera iba a pensar en la posibilidad de ponerse eso. El traje no era feo —de hecho era una de las pocas cosas que no atentaban contra la vista de forma directa de los muchos regalos que le habían hecho sus padres—, pero había ocasiones y ocasiones para ponerse ese tipo de prendas, y aquel no era el día ni tendría la compañía propicia para hacerlo.

Con mucho esfuerzo, el de ojos océanos le enumeró al de orbes esmeralda algunas de las numerosas razones por las que llevar un esmoquin de boda a aquel encuentro no era adecuado. La principal era la posibilidad de que Rin se tomase aquello como una declaración de intenciones por parte del delfín y exigiese un casamiento allí mismo; parecía un escenario imposible, pero no había que subestimar los desequilibrios mentales del pelirrojo. Incluso Makoto sabía que aquello era perfectamente plausible cuando se trataba de Rin, por lo que comprendió el punto de vista de Haruka y le permitió salirse con la suya esa vez.

Aquella era la razón por la que ahora Haruka podía estar sentado cómodamente en su sitio —dentro de lo cómodo que se podía estar en una situación como aquella—, con una ropa medianamente normal —oscura, porque Tachibana le había obligado bajo el pretexto de que aquello hacía destacar su palidez natural y sus ojos; aunque al delfín le parecía un despropósito, por culpa de aquella estupidez se estaba asando, pero por lo menos no era el esmoquin—, en un ambiente que no estaba tan cargado como él había pensado que estaría; probablemente porque el mal humor que Sousuke había expresado desde el comienzo, y más concretamente las consecuencias de éste sobre Rin, habían convertido la experiencia en algo ligeramente cómico.

—¿Seguro que es eso lo que te pone de mal humor, Sousuke? —Comentó Rin, con una sonrisa inquietante—. Yo creo que te enerva más el hecho de que esta vez no estés solo con Haruka.

Para ninguno pasó desapercibido como el nombrado apretaba sus puños en un intento bastante gráfico de tratar de retener su furia. El pelirrojo debía de haberse pasado veinticuatro horas al día, siete días a la semana insistiendo con el tema para que el de orbes turquesa hubiese alcanzado tal nivel de estrés hacia su persona. Nanase se preocupó por la integridad del mobiliario del lugar.

—Creo que ya hemos aclarado ese tema, Rin —Insistió el más alto—. No pienses que ahora la caballa y yo somos amigos del alma; solo nos reunimos porque tú tienes problemas mentales muy graves que nos atañen a los dos.

—Voy a ignorar esa definición ofensiva de mi gran y maravillosa capacidad como escritor, porque entiendo que el shock de haber descubierto que tu primer amor verdadero es un hombre te está pasando una mala jugada —Continuó el de dientes afilados—. Pero deberías saber que si lo único que te preocupaba era decirle que probablemente en un mes exista una novela best-seller sobre vosotros dos, podrías haberlo hecho en el momento. No era necesaria esa cita privada.

Sousuke se preguntó entonces en qué lugar de su pasado había perdido a su amigo de la infancia, a ese chico que lloraba cuando perdía, que se sonrojaba cuando alguien nombraba un tema vergonzoso. ¿Dónde estaba el Rin del pasado y por qué había sido sustituido por uno que solo pensaba en pornografía en su círculo social? Y peor aún, ¿quién le diría a este nuevo Rin que sus aptitudes para la escritura seguían siendo igual —o más— patéticas que cuando tenía 4 años? ¿Quién le diría que debería considerarse afortunado si al presentar esa "cosa" a una editorial no se decidieran a quemarla? Dudas existenciales nacían en la mente privilegiada del de cabello oscuro, que trataba por todos medios de mantener su agresividad de macho de pelo en pecho en su sitio.

—No era una cita privada —Aclaró, felicitándose a sí mismo por no haber tirado la mesa abajo en ese mismo momento.

—Si no era una cita, ¿cómo llamarías a eso?

—Reunión de dos personas que necesitan hablar sobre una tercera.

—En resumen: una cita —Insistió el tiburón.

—No, no era una cita —Yamazaki no se rindió, no dejaría que Rin siguiese con esa estupidez—. Era una reunión de amigos, eso es todo.

El de orbes ardientes levantó una ceja en señal de incomprensión. Luego esa sonrisa maquiavélica volvió a instalarse en su rostro y Sousuke temió haber dicho algo mal.

—Ajá, ¿y desde cuándo dices que sois amigos?

Ahí le has dado. Tocado y hundido. ¿Nanase y él siendo amigos? ¿De dónde había salido eso? Era como decir que el agua y el aceite se habían unido en matrimonio. No tenía sentido. Pero ahora no podía echarse atrás; si lo hacía, Rin respondería con un "jaja Sousuke tonto era una cita ya lo sabía" y por todos los santos, dudaba de poder mantener el mobiliario en su sitio si eso pasaba. El control de su temperamento todavía era una asignatura pendiente. Pero ahora no debía estar pensando en eso, no; su mente maestra debía estar centrada en otra cosa, en una salida a esa propia encerrona que se había hecho a sí mismo.

Si negaba la existencia de una amistad entre Nanase y él —que era la verdad—, le estaría sirviendo su cabeza al tiburón en bandeja de plata; y no quería bajo ningún contexto que el próximo tema de conversación entre cambios de hora en Samezuka fuera su "cita" con la caballa por haber pasado tan solo 3 minutos seguidos con su persona. Se negaba a ello, totalmente; aunque aquello le obligaba a tomar medidas desesperadas.

Se encargó de coger aire, insuflándose fuerzas, antes de llevar a cabo lo que podía ser su salvación o una temprana sentencia de muerte.

—En realidad —Comenzó, y advirtió la mirada de su compañero de cuarto sobre su persona, lo que solo le animó a continuar—, Nanase y yo nos hemos hecho amigos desde ayer.

Haruka se giró entonces como un resorte hacía Sousuke, que también le miraba con una sonrisa que si bien podría seducir a una camarera con un cierto desajuste neuronal, no provocaba más que escalofríos de puro pavor en el delfín. Y la cosa no fue mucho mejor cuando Yamazaki, en un intento patético de demostrar y fortalecer su teoría sobre la reciente pero fuerte amistad creada con el de Iwatobi, se dispuso a pasar su brazo por los hombros del otro en un gesto de pura hermandad americana.

Solo entonces el más alto de Samezuka se encontró a sí mismo valorando positivamente la excéntrica colocación que les había puesto el pelirrojo en el local. Rin había elegido una mesa que se enfrentara a una esquina del lugar, de modo que los ocupantes de las dos sillas que quedasen en ese lugar —pegados a la pared—, no pudiesen salir excepto que los que estaban al otro lado lo hiciesen primero —también estaba la opción de saltar por encima de la mesa, y aunque Haruka no la veía muy factible, nunca se sabía con Yamazaki—. Por si esto fuera poco, Matsuoka había decidido que esos dos lugares fuesen ocupados, como no, por los dos chicos de cabello oscuro, a los que buscó incomodar aún más colocando a Makoto delante de Yamazaki, y a el mismo delante de Haruka. Claro que no pensaba que Sousuke fuera a utilizar dicho colocación en su contra.

Y aunque el de Samezuka luciese ahora una radiante sonrisa al sentir que había vencido a Rin en su propio terreno —según él—, Nanase estaba lejos de la felicidad. No entendía ese contacto físico innecesario con su persona —amigos o no, el no andaba toqueteando por ahí a la gente, en serio—, y menos le gustaba que cada vez que intentaba apartarse, el de ojos turquesa le apretase más; es decir, estaba bien saber que el otro estaba en buen estado físico y contaba con fuerza, pero nunca se había ofrecido voluntario para esas comprobaciones. Nunca. Y eso no era lo peor, ¡ojalá lo fuera! ¿Pero cómo iba a ser eso peor cuando estaban en presencia de Rin? El pelirrojo había sacado su teléfono en un intento de inspirarse a sí mismo retratando el "abrazo-no-homosexual" ajeno —Haruka estaba seguro que de preguntarle a Yamazaki, éste se lo definiría de esa forma—; y no es que el de dientes afilados estuviese disimulando mucho a la hora de captarlos —no precisamente, Matsuoka desconocía algo llamado "quitar flash", así que todas las fotos brillaban con luz propia—, pero Sousuke estaba en esa fase de "oh dios mío mi mente privilegiada ha vuelto a tener razón, ¿se puede ser más puto amo?" por la que anteriormente también había pasado Makoto con el tema del teléfono —aunque habría que rebajarle 4637839 puntos de ego para que los pensamientos se acercasen—, y estaba tan extasiado disfrutando del haber tenido razón por una vez que no era capaz de notar el flash que le estaba jodiendo los ojos. Ni eso ni los murmullos insanos de Rin actuando como un animal en época de apareamiento.

Por fortuna para Haruka —si a eso se le podía llamar fortuna—, tanto los sonidos guturales del Matsuoka como los viajes espirituales al país del ego de Yamazaki finalizaron rápidamente; lo que le permitió ser liberado no solo de ese brazo demoníaco que lo había mantenido con el de ojos turquesa, sino también de ese odioso flash que a poco le deja ciego.

—Oh, así que sois amigos —Continuó el pelirrojo, Haruka podría haber jurado que se le había caído la baba al guardar el teléfono, sabiéndose poseedor de esas desgraciadas fotografías—, ¿entonces por qué lo negaste antes?

Sousuke rememoró sus comentarios anteriores antes de responder, teniendo en cuenta que un solo fallo en su respuesta podría suponer la muerte. Se giró hacía el delfín en busca de alguna idea, pero Haruka le miraba —desde el punto de vista del de ojos turquesa—, con lo más parecido a una cara de asco que podía poner. Wow, eso era un poco hiriente. Entendía que el abrazo de camaradas no había sido lo mejor del día, pero tampoco era para tanto.

—Bueno —comenzó, la cara de repugnancia de Nanase no le había servido de demasiada inspiración, pero su privilegiado cerebro se bastaba y sobraba el solo—, no queríamos que mancillaras una amistad tan hermosa y sin derecho a ningún tipo de roce como la nuestra con tus desvaríos mentales.

Haruka rodó los ojos. ¿Dónde estaba ese "sin derecho a ningún tipo de roce" hace un momento, cuando el de Samezuka había decidido usarle como test de fuerza? Yamazaki era incomprensible, sin duda; y sus cambios de humor no eran mejores. Podía estar gritando y al segundo disculpándose —no literalmente, no sabía decir "lo siento" —, o podía asegurar que no eran amigos y al rato exigir un pacto de sangre para jurar su hermandad. Además, Nanase estaba seguro de que tendría que explicarle está novedosa y floreciente amistad a Makoto, que si bien no estaba en frente suyo —cosas de Rin—, le taladraba con la mirada en busca de unas explicaciones. ¡Cómo si Haruka pudiese explicar los arrebatos ilógicos de Sousuke!

—Ah, vaya… —la sonrisa de Rin solo se ensanchaba, ¿cómo podía ser eso una buena señal? —, siendo tan buenos amigos supongo que ya habréis quedado para otro día, ¿no?

Ambos tragaron fuerte; y Haruka desvió la mirada dándole a entender a Yamazaki que si él se había metido en ese jardín, que se las arreglara él solo; el delfín ya hacía bastante aguantando las miradas asesinas de Makoto. Así que Sousuke se quedó con tan solo con dos opciones —algo que últimamente le pasaba mucho cuando hablaba con el de dientes afilados—; por una parte podía decir que no habían tenido tiempo para eso, lo cual suponía que Rin se ofrecería, con toda seguridad, a arreglarles una "cita", probablemente en algún restaurante de lujo bajo el pretexto de una cena romántica que le sirviese al de orbes ardientes como modelo para un próximo capítulo de su cosa. No resultaba muy tentador, la verdad. Por otra parte podía inventarse un encuentro con Nanase; lo cual además le permitía fastidiar un poco al delfín, que se había tomado las libertades de dejarle a él el marrón —independientemente de que hubiese sido Sousuke el que se hubiese metido en el lío, le parecía injusto que el de orbes marinos no le ayudase—.

—Oh, por supuesto —añadió el de orbes turquesa con una sonrisa —, ya hemos quedado para el lunes. Tenemos tantísimo en común que un día en insuficiente.

Haruka se atragantó con la bebida. La sola idea de volver a quedar con Yamazaki una vez más le parecía horripilante. Había quedado demostrado que estar cerca del de Samezuka convertía su vida en una serie de desgracias, no quería comprobarlo de nuevo. De verdad que no. Sousuke, por su parte, se dignó a ayudar a su amigo en su atoramiento dándole unas cuantas caricias en la espalda que bien podrían haber supuesto la rotura de columna vertebral del mayor.

Y es que el de orbes turquesa sabía perfectamente que se había metido en un buen lio; más allá de conseguir molestar a Nanase —que además le había enseñado un abanico de emociones interesantes en alguien que no tendía a mover más de un centímetro una ceja—, no sabía que podía salir de esto. La idea de una amistad con el delfín había surgido en un intento suicida de evitar esa consideración de cita de su reunión anterior, pero no estaba seguro de si había sido peor el remedio que la enfermedad. Una cosa era tratar de fingir llevarse bien con Nanase unos minutos, pero sus personalidades eran totalmente contrarias y no había cosa en la que no discreparan, y si realmente tenían que seguir adelante con esto, las cosas serían muy complicadas. Mucho.

—Entonces no os importar-

—Si me disculpáis, iré al baño un momento —Anunció Makoto, interrumpiendo a Rin en lo que parecía otra pregunta incómoda.

Nunca Sousuke había agradecido tanto una intervención de mamá orca, aunque no estaba seguro de si ésta había sido en amparo de Nanase —la mirada que le había dedicado al delfín al levantarse le había recordando inevitablemente a las que le ponía su madre cuando se enteraba que otra vez le había escondido las malas notas—, o simplemente porque realmente se iba a mear ahí mismo. Prefería pensar que había sido un acto de piedad hacía sus personas, algo típico de Madre Makoto de Calcuta. Aunque el pequeño paréntesis que el castaño había creado con su espontánea intervención se cerró en cuanto la puerta al inodoro lo hizo.

—Bueno —comenzó de nuevo Rin, y el moreno lloró interiormente por lo hermosos que habían sido esos 6 segundos sin ninguna insinuación sobre Nanase y él—, ahora que Makoto se ha ido al baño, aprovecho para pediros opinión respecto a algo.

Ambos nadadores morenos se tensaron; un anuncio de Rin, de una forma tan seria, solo podía ser antónimo de tranquilidad. Sousuke trató de marcharse ahora que el castaño de Iwatobi le había facilitado una vía de escape al levantarse, pero la pierna del tiburón capturó la suya propia en una amenaza evidente que le instaba a permanecer en su lugar. Haruka, por su parte, sabía perfectamente que tipo de temas no debes tratar con Makoto Tachibana delante, y no le apetecía sostener una conversación que conllevase ninguno de ellos. Ninguno.

—No creo que sea el momento ni el lugar adecuado —Apuntó Nanase, en un intento de mantener el ambiente lo menos incómodo posible; cosa poca plausible, viendo el caso que el tiburón lo hacía.

—Perdóname Haru, tu primera intervención en toda la tarde, y no puedo atenderla —Continuó el de dientes afilados, suspirando—. No creas que lo hago a propósito, pero esto es grave y no creo tener muchas más oportunidades para tratarlo.

Sousuke lo vio venir. Habría apostado una mano en ese mismo instante a que el "grave" tema de Rin tenía mucho que ver con su afición a la escritura; y bajo ninguna circunstancia quería que algo así se convirtiera en objeto de debate en medio de una cafetería. El de ojos turquesa —aunque no gustase de admitirlo—, estaba al tanto de sus propias limitaciones; y el mantener su humor a raya era una de ellas. Había mantenido la compostura hasta ahora, pero no podía asegurar que pudiese continuar de esa forma si el pelirrojo comenzaba con sus desvaríos. Además, no quería imaginarse lo insufrible que sería aquello si Nanase estaba a su lado. Para nadie debía ser agradable escuchar ese tipo de cosas acompañado por tu pareja de ficción.

—Escucha, Rin —insistió el más alto de Samezuka; su tono había dejado atrás el enfado, pero no por ello tenía menor intensidad—, si lo que pretendes es discutir algo de tu obra aquí mejor no lo hagas. Hablo en serio, sería terriblemente incómodo para todos.

El de dientes afilados pareció valorar los argumentos de Sousuke durante un momento. Diez segundos, para ser exactos.

—Wow, Sousuke, me emociona saber que nuestro nivel de amistad ha llegado a ese punto en el que puedes leerme el pensamiento, pensé que ese era un poder especial exclusivo de Haru y Makoto —Bromeó el de dientes afilados—. Pero si hago lo que tú dices tendremos que discutir el asunto después, ya sabes, una vez lleguemos a Samezuka.

Yamazaki trató de apreciar aquel remedio. De alguna forma, siempre sería mejor que convertir aquella cafetería en un campo de guerra; pero Nanase le debería quinientas por esto. El de ojos océano estaba muy equivocado si creía que se iba a salir de rositas; Sousuke estaba cansado de aguantar en soledad los dislates de Rin. Quizás haría que el genio de Iwatobi le hiciese los deberes, o quizás podría excusar con esto lo del otro día y su reciente "amistad del alma".

—No creas que lo hago porque me agrada la idea, pero acepto.

—En serio, Sousuke, no sé si ofenderme porque con tal de defender a Haru de escuchar lo que tu consideras erróneamente una "abominación" eres capaz de sufrir ese destino tú solo y últimamente a mí solo me hablas para criticarme, o sentirme orgulloso porque por fin sigues los dictados de tu corazón —¿Alguien creía que Rin se estaba tomando en serio esto? ¿De verdad? —. De todas formas tenéis que estar los dos presentes para esto, así que tu idea se va por el caño; pero siempre es bueno saber cuánto estás dispuesto a sacrificar por tu amor. Estoy seguro de que después de todo esto Haru te perdonaría hasta lo más patético que hayas hecho.

Sousuke se habría tirado encima de Rin allí mismo; literalmente le habría lanzado la mesa encima —probablemente después la cuenta la tendrían que pagar entre Nanase y Tachibana, pero no era su culpa tener tanta fuerza—, y contra todo pronóstico de quién le conociese, le habría metido una taza en la boca con tal de que el pelirrojo dejase de decir estupideces. Sí, eso habría hecho, por muy poco civilizado que sonase —porque todos sabían que Sousuke era un hombre civilizado y de exquisita educación, pero también tenía un humor de perros—, si con esa última afirmación el Matsuoka no le hubiese dejado implícita una clara amenaza:

"¿Quieres que Haruka sepa que tan patético fuiste ayer arrastrándote como una sabandija para que te diese su número, eh? ¿Quieres que lo sepa?"

Puede —y solo puede—, que la cosa no fuese para tanto, y, que, dado el caso, Rin se abstuviera de decir ciertas cosas. ¿Pero quién podía asegurarlo? Sousuke no estaba dispuesto a que Nanase supiese aún más cosas humillantes sobre su persona —¿y había algo más humillante que el hecho de que la caballa supiese como había perdido casi en su totalidad su dignidad para obtener su maldito número de teléfono?—, ya era suficiente que conociese cuando mentía, que el pelirrojo no le contaba las cosas, que era ciertamente melodramático respecto a algunos temas, que no sabía controlar su mal humor y, que, además, sufría de viajes al nirvana delante de las puertas de los establecimientos.

Las cosas no estarían tan mal si al menos Sousuke tuviese en su poder algún dato vergonzoso sobre Haruka con el que contrarrestar, pero no era así. Si lo hubiese sido, cualquier cosa podría haber usada como moneda de cambio para el silencio de Nanase, y se podría ahorrar lo que parecía una inevitable e indecente sesión de Rin encuestándoles sobre su obra. ¿Pero acaso realmente existía algún dato bochornoso sobre el delfín? Yamazaki empezaba a dudar de que algo como eso tuviese lugar en el mundo —y si lo tenía, evidentemente sería de mano de mamá orca, y, vamos, estaba seguro de que Tachibana se mataría antes de confesar—, más que nada porque al de orbes océano todo le resbalaba. Si todo te daba igual, ¿qué llegarías a considerar vergonzoso? Nada. Ajá. ¿Cómo iba entonces a encontrar algo con lo que enfrentarse al temible poder que Nanase tenía ahora sobre su persona? Nunca lo encontraría, y era esa la razón por la que ahora ambos se tendrían que tragar lo que probablemente sería el momento más incómodo de sus vidas —y no era culpa de Sousuke, no, jamás, era culpa de Nanase por no pedirse un cola-cao para que Yamazaki pudiese reírse de él apropiadamente—.

—Tú ganas, Matsuoka —Admitió el de cabello oscuro—, fastídianos la tarde.

Haruka no ocultó su sorpresa ante el repentino cambio de opinión de Yamazaki —elevó una ceja dos centímetros—. El de ojos turquesa se había mostrado muy resolutivo minutos antes, cuando, sin su tono habitual de enfado pre-instalado, había instado al de orbes ardientes a buscar otro lugar y momento para dar rienda suelta a su imaginación; pero, de repente, parecía haber sufrido un cambio total. Nanase no era tonto, sabía que debía de haber algo, probablemente en lo que Rin había dicho, que había activado todos los sensores de alarma sousukesianos y le había hecho recular en su decisión. ¿Pero qué había sido? ¿Quizás un mensaje oculto mediante la jerga samezukiense en sus palabras? Si ese era el caso, él, como Iwatobiense, nunca sería capaz de descifrar el código secreto que el Matsuoka había usado para que toda la fuerza de macho en pecho que Yamazaki había mostrado segundos antes se fuese por el caño convirtiendo al menor en una hadita inofensiva de los bosques.

Independientemente de lo que hubiese pasado, Haruka sabía que ahora tendría que aguantar una charla sobre esa magnífica obra de la literatura contemporánea que tantos traumas había creado en Sousuke Yamazaki.

—Bueno, ya que todos estamos conformes, comenzaremos —Rin sacó rápidamente el teléfono de su bolsillo, era evidente que lo había planeado todo para que las cosas sucediesen exactamente como él quería—, quiero que entendáis que lo que voy a leer son páginas avanzadas, con mucho argumento detrás, no es algo fortuito, así que no lo juzguéis como si lo fuera.

Sousuke se llevó una mano a la cara; quizá habría sido mejor arriesgarse a que el apático Nanase conociese otro detalle patético de su existencia a tener que aguantar una lectura de esa cosa. Había pensado —pobre alma inocente—, que lo máximo que tendría que enfrentar era una charla sobre su supuesto desarrollo romántico. Nunca un recital directo de esas escrituras satánicas provenientes del inframundo. Pero temía que ya era demasiado tarde para retractarse.

—Me costó mucho redactar esta parte, por eso necesito vuestra ayuda —Anunció el pelirrojo—, quiero que vuestras reacciones sean lo más fieles posibles a como os sentiríais en realidad. Y… Limitad vuestras muecas cuando estéis escuchando, en serio. No queremos llamar la atención.

¿No queremos llamar la atención? ¿Es que acaso no habías pensado en eso antes de ofrecerles a tus amigos una maravillosa lectura sobre una historia homosexual que los tenía a ellos como protagonistas? Sousuke estaba cada vez más seguro de que el cerebro de Rin había sido sustituido por baba de caracol.

—Allá voy, no me interrumpáis, o sabéis que armaré aquí un espectáculo. Lo digo en serio —Amenazó de nuevo el de dientes afilados, y Haruka solo deseaba que Makoto volviese de una vez para que esta locura se detuviese, ¿es que el castaño estaba picando el baño en piedra o qué? —: "Los exámenes habían pasado, por fin estaban libres de toda atadura. Sousuke solo podía pensar en una cosa tras haberse pasado tres días seguidos comiéndose los libros de las asignaturas a aprobar; en Haruka. ¡Oh, Haruka! Maldito delfín, hacía tanto que no le veía… Tres días sin él eran como una tortura, un sin vivir. No sabía cómo había sobrevivido a ello. Mentira. En realidad sí lo sabía, lo que lo había mantenido vivo había sido la promesa de Haruka de consumar su amor una vez los exámenes finalizaran, y Sousuke no podía esperar más. Quería sentir esa blanca piel sobre sus fuertes manos y ese cuerpo endiabladamente sexy retorciéndose debajo del suyo propio, quería oír esa suave voz gemir su nombre y…" Vale, esto es más vergonzoso de lo que había pensado. Fue difícil escribirlo, pero es peor leerlo en alto.

El Matsuoka se sorprendió de que nadie respondiera a su repentino paro en la lectura; por ello bloqueó el teléfono —donde estaba leyendo el documento—, levantando la vista, para encontrarse con un Sousuke Yamazaki, oh sí, un Sousuke macho pelo en pecho Yamazaki que se tapaba la cara con ambas manos en un patético intento de mantener a raya el inevitable color rojizo que había hecho acto de presencia en su cara. El tiburón se habría carcajeado allí mismo de su mejor amigo si no estuviese perfectamente consciente de que él mismo tenía el rostro del mismo color que su cabello. Lo reconocía, probablemente no había sido una buena idea pensar que aquellos dos podrían solucionar sus problemas en cuanto a esa parte de la historia.

¡Pero es que le costaba tanto escribirla! Escribir el primer beso de los dos nadadores se le había antojado prácticamente imposible y había tardado tres días en conseguir que fuera medianamente decente —según su criterio—. Dar el siguiente paso había sido todo un reto; caricias, chupetones y demás cosas típicas de parejas —según los conocimientos que San Google le aportaba—, eran asuntos cada vez más complejos, aumentando su dificultad a la hora de escribir sobre ellos proporcionalmente al aumento de intimidad que requerían entre ambos personajes. Había tardado un semana en mentalizarse para escribir una escena explícitamente sexual sobre ambos chicos, y había hecho falta un mes —¡un mes! — para que algo saliera de su prodigiosa mente escritora. Después de tanto esfuerzo, era normal que quisiera que los propios protagonistas le dieran el visto bueno a la obra, ¡era lo estándar! Aunque quizás no habían sido las mejores formas… Incluso Haruka, Haruka no-siento-emociones Nanase había tenido que desviar la mirada a la pared —que por lo visto debía ser increíblemente interesante— a mitad de la lectura, evidentemente avergonzado por lo que oía, a pesar de que su rostro no lo expresase mediante llamativos colores; y eso que Matsuoka se había abstenido de llegar a la parte en la que al acto tenía lugar realmente.

—Vale… Admito que puede, y solo puede, que no haya sido mi mejor idea en los últimos diez días, pero… —Comenzó el pelirrojo, una vez consideró que el ambiente bochornoso se había disipado lo suficiente—, ¿cuál es vuestra opinión? Me refiero a como está escrita y eso, creo que he mejorado mucho en ese aspecto con el paso del tiempo.

—Rin… —Sousuke fue el primero en hablar, ya se había apartado ambos manos de la cara, pero su color habitual no había vuelto totalmente; los otros dos chicos no sabían si se debía a que la vergüenza aún se mantenía en él o a que el enfado le hacía tornarse de ese tono también—, podrías haber elegido cualquier parte, cualquiera. Pero eso…

—Sé lo que vas a decir, Sousuke, pero déjame que te explique —Interrumpió el de dientes afilados—. Os consulté esta parte porque es la única con la que tengo problemas, ¿entiendes? ¿Para qué iba a mostraros otra parte si ya sé que está perfecta?

Haruka, que se había mantenido al margen de la conversación, pensó seriamente en ofrecerle su sitio al ego de Rin viendo que aparentemente Makoto había hecho lo propio con el de Sousuke. Evidentemente allí no había sitio para cuatro personas cuando el ego de dos ya ocupaba tres cuartos de la superficie total del local —estimación de Haruka el matemático—. Pero más allá de eso, lo que era realmente preocupante en este momento —aparte de la perturbadora lectura de Rin, en serio, qué era eso, el delfín se habría pegado un tiro de tener que seguir escuchando—, era saber la razón por la que Tachibana había decidido —supuestamente— establecer su primera vivienda en el baño del local.

Llevaba allí veinte minutos. Veinte minutos. Eso era como mil doscientos segundos. Y aquello solo le dejaba tres opciones; Makoto había convertido el inodoro en su casa, se había sacado el título de fontanero en secreto y estaba arreglando las tuberías o estaba expulsado todos sus órganos en ese mismo momento por el excusado. La primera parecía la más viable teniendo en cuenta las tendencias del castaño a convertir en habitable sitios que no lo son —véase el porche de Haruka—.

—¿Quieres que te dé mi opinión sobre esa "parte"? —Preguntó repentinamente Yamazaki, sacando a Haruka de sus trances espirituales patrocinados por la hermosa pared que tenía a un centímetro de su cara, cualquier cosa antes que mirar a Rin directamente a los ojos después de saber qué tipo de cosas escribía—. Tú mismo has dicho que daba vergüenza, mi veredicto sigue esa línea.

—¡Yo no dije que diera vergüenza! —Se defendió el pelirrojo—. Solo comenté que leer cosas con ese tipo de temática en voz alta era un poco bochornoso.

—Leerlo es bochornoso porque la obra en sí lo es. Entiéndelo, Rin, tienes muchísimos talentos, no lo dudo, eres bueno en tantísimas cosas… ¡Pero la escritura no es una de ellas!

—¿Cómo puedes decir eso sin haber leído lo que escribo? Eso es acusar sin criterio, deberías leerte la parte sexual, y no por lo que en ella sucede, pero, en serio, ¡me costó mucho escribirla y te haría comerte tus palabras! Incluso llamé a tu doctor para que fuera lo más realista posible en todos los aspectos.

—Qué tú hiciste qué.

Haruka desvió su mirada de su amada pared, temiendo que la conversación se tornase seria con lo que el pelirrojo acababa de decir. No le tomó mucho tiempo notar que algunos clientes del local se habían girado cuando los dos nadadores de Samezuka habían comenzado a elevar el tono de voz; inclusive algunos comensales parecían haberle preguntado a los camareros por el alboroto —cómo si los pobres meseros pudieran explicar los desvaríos que tenían lugar en esa mesa—. Si ya habían llamado la atención antes, Nanase no estaba seguro de lo que pasaría ahora.

—Vamos, Sousuke, no me mires así… —Expresó Rin, parecía ligeramente nervioso, y no era para menos—. Seamos razonables.

—No, Rin, no vamos a ser razonables. ¿Por qué llamaste a mi médico? Veo a ese hombre todos los días, Rin, todos los días.

—Ya te lo he dicho, quería consultarle algunas cosas, ¿vale? No te pongas así, tienes casi 17 años, no eres un niño. Él no se va a extrañar porque le hubiese hecho unas cuentas preguntas de ámbito sexual.

Bueno, Rin podía tener razón en eso. Yamazaki no era un niño —ninguno de ellos lo era—, y había ciertos temas que a esas alturas ya no deberían ser considerados vergonzosos. Pero el de ojos turquesa tenía una visión muy distinta de los hechos, por supuesto. Él mismo admitía que se había sonrojado violentamente al escuchar la "obra" de su compañero, pero la única razón por la que oír a Rin le provocaba esa subida en la escala de colores a su rostro era porque aquel tema con Nanase ya era pasar a otro nivel; nadie se sentiría cómodo cuando escucha como una tercera persona narra su actividad sexual con un enemigo jurado. Nadie. Era perturbador, mucho, sentía más vergüenza ajena que propia.

Aquello no le hacía un adolescente hormonado que reía como loco para ocultar el bochorno que estaba pasando en cuanto oía la palabra "pene", no, eso lo hacía con 12 años —y probablemente un poco hasta los 15—, no, porque era una reacción natural. Y entendía también como natural una relación sexual, por ello no le avergonzaba. Así que ese no era el problema, no. El problema no era que su médico, encargado de su terapia, supiese o no si era sexualmente activo o no lo era; aquello era un dato que al hombre le importaría bien poco, de hecho, si hubiese sido el caso de tener que aportar dicha información, Sousuke lo habría hecho.

La cuestión era que Rin había hecho esa llamada. Rin la había hecho. Él había llamado a SU médico para preguntarle cosas sobre SU vida sexual. ¿Y cuántas veces ese hombre habría recibido una llamada de alguien que probablemente se hubiese presentado como mejor amigo y famoso escritor en el futuro, preguntando sobre temas eróticos?

Exactamente, ninguna.

Yamazaki dudaba mucho que su doctor fuese a olvidar algo tan excéntrico, tan fuera de lo común. Su nombre en los papeles del facultativo pasaría de "Sousuke Yamazaki" a "El que tiene un amigo raro que pregunta sobre su vida sexual". Así le recordaría para siempre, así es como le vería el terapeuta cada vez que estuviesen en una sesión. Le quedaban muchos meses bajo la supervisión de ese hombre, y ahora cada uno de esos días sería más incómodo que el anterior.

Gracias, Rin. Siempre tan atento.

—Vamos a aclarar una cosa, ¿entiendes? —El tono de Yamazaki se había vuelto extrañamente calmado, aunque su lenguaje corporal delataba que se estaba conteniendo para no meterle la cuchara del café al pelirrojo por la nariz—. Yo no llamo a tu doctor para preguntarle sobre tu vida sexual, ¿verdad que no, Rin? No lo hago porque es TU doctor y no el mío. Así que tú deberías hacer lo mismo.

—Pero es que lo que quería pregunt-

—Yo no llamo a tu doctor, Rin. Tú no llamas al mío. Es muy sencillo. ¿Lo captas? —Cortó el moreno, parando durante unos segundos en lo que parecía un intento por insuflarse fuerzas y calmarse—. Ahora dime, y rezo para que sea así, que te limitaste a preguntarle sobre el ámbito sexual, haciendo que todas mis sesiones se vuelvan una tortura, sin adentrarte demasiado en el tema y sin, por supuesto, dar a entender que la otra persona era un hombre.

—Uh…

Haruka se encogió en su asiento; no quería estar presente en lo que venía a continuación. ¿Dónde estaba Makoto y por qué seguía fabricando el maldito váter en piedra, arena, hielo o demás materiales? Tenía que estar aquí, parando esta locura. Nanase estaba de parte de Sousuke, entendía el enfado del menor porque Rin —que estaba un poco trastornado, aparentemente—, se había metido donde no lo llamaban y ahora era el de orbes turquesa quién tendría lidiar con la caótica situación que había creado. Pero eso no significaba que quisiera estar presente en el campo de guerra que acababa de crearse en ese mismo momento, con esa especie de sonido gutural de animal siendo atacado que el pelirrojo habría proferido como respuesta.

—Dime que no lo has hecho —Inquirió Sousuke.

—La verdad… —Rin jugueteaba con sus dedos, ahora sí que la había jodido—. No estaba seguro de si la fuerza que uno usa en esos temas era la misma si la pareja es chico o chica, así que hoy, antes de que llegaras después de la rehabilitación…

No. El mundo se paró en ese momento para Yamazaki.

Él no era homófobo. No lo era, le daban igual esas cosas. Pero su terapeuta tenía por lo menos sesenta años. Estaba chapado a la antigua. El hombre aún pensaba que llevar sombrero estaba a la moda, y eso era de antes de la guerra. ¿Cómo iba a mirarle entonces a la cara? Estaba seguro de que su nombre en la carpeta ya no sería "El que tiene un amigo raro que pregunta sobre su vida sexual" si no más bien "El ¿marica? que tiene un """""amigo""""" raro que pregunta por su vida sexual".

Quería pegarse un tiro.

—¿¡Tienes idea de lo qu-!?

—Un poco de calma, chicos —Anunció una voz mucho más amable que la de Haruka, Makoto de Calcuta había hecho su aparición, apaciguando todas las intenciones asesinas que rodeaban su mesa.

Oh, sí, Tachibana había vuelto tras años de viaje en el país del váter. Prácticamente había pasado media hora allí metido. Eso daba para cocinar dos caballas. Dos caballas.

—Me despisto un momento y ya estáis peleando, ¿Qué ha pasado?

Haruka decidió entonces que hablaría más tarde con Makoto de lo que significaba "momento". Estaba pensando en ello, con su mirada sobre el castaño —que se sentaba en ese momento, volviendo a cerrar cualquier tipo de paso a Sousuke—, cuando notó un pequeño detalle; Rin guardaba su teléfono con una pequeña sonrisa —que para nada se correspondía con la mueca nerviosa que había llevado en su rostro minutos atrás—.

Haruka recordaba que el pelirrojo también había estado toqueteando su móvil antes, cuando le había confirmado a Yamazaki que sí había dado cierta información sobre el sexo de su posible pareja al doctor; cuando dijo eso, y también apenas momentos antes de que Makoto por fin saliera del lavabo. ¿Estaba siendo muy paranoico? Pero no podía ser tanta casualidad que Makoto decidiera salir del cubículo al que tanto aprecio parecía profesarle en el momento justo para evitar que un homicidio tuviera lugar.

Haruka fue consciente entonces de en qué punto había quedado la conversación. Si bien Sousuke había dejado de golpear como un enfermo mental la pata de la silla, en busca de una forma de calmarse, la tensión seguía presente. Bastaba una sola pregunta por parte del castaño para que todo volviese a explotar. Nanase sabía que temas no debes tratar con Makoto delante, lo sabía él, y Rin también era consciente de ello. Lo que ahora les atenía entraba en esa clasificación, y el pelirrojo, si realmente había convocado al de ojos verdes desde el país de los váteres para que acudiera, tenía que haberlo tenido en cuenta.

Matsuoka no había dejado nada al azar en esa reunión. Colocación, lugar, incluso el momento en el que Makoto tenía que ir al lavabo, parecía estar todo bajo el control del de orbes ardientes. Inclusive el pelirrojo había pedido sus bebidas antes de que llegaran, alegando que así estarían perfectas para cuando arribaran. Y el café del castaño aún descansaba sobre la mesa, inacabado.

Los temas que no debes tratar con Makoto delante —que eran los que ahora les ocupaban—, las reacciones de éste cuando esta advertencia no era atendida, y el café sin acabar, dispuesto a que alguien lo liquidara.

—Bueno, ¿de qué estabais hablando para estar tan alterados? —Comentó Makoto, llevándose su bebida a la boca.

Oh, no. Haruka fue consciente de lo que iba a suceder demasiado tarde.

—Le estaba comentando a Sousuke que para la escena en la que Haruka y él tienen sexo llamé a su doctor para saber si la lesión de su hombro le supondría algún problema a la hora de dar. —Aclaró Rin, los colores se le habían subido a la cara, y Nanase decidió ignorar el desagradable contenido de la respuesta, porque inclusive el pelirrojo se había avergonzado de lo que estaba diciendo, pero lo había hecho, ¿la razón? Muy simple.

Había varios temas que no debías tratar con Makoto Tachibana. Uno de ellos es cualquier cosa relacionado con la temática de terror —ya que es terriblemente miedoso—, y el otro, cualquier cosa relacionada con la temática sexual, porque, pese a su edad, el castaño seguía manteniendo cierta inocencia respecto al tema que le hacía enrojecer violentamente cuando cualquiera cosa erótica era nombrada. Puede que esta reacción fuese más notoria por el hecho de que el de orbes esmeralda es, además, muy expresivo con lo que siente.

Por supuesto, la reacción era mucho peor si lo erótico alcance niveles prácticamente pornográficos. Y muchísimo peor si está protagonizada por tu mejor amigo y su némesis.

Lo suficientemente mala como para escupir cualquier cosa que estés ingiriendo, pensó el delfín en ese momento, mientras Makoto escupía de pronto todo el café que había tratado de acabarse. No es como si pudiese culparlo por ello, el mismo se había sentido indispuesto cada vez que escuchaba a Rin. Rin, que, si había procedido tal y como pensaba Haruka, tenía un exceso de tiempo libre.

Sobra decir que todo el café fue directo a la persona situada en frente de Makoto, véase, Yamazaki. Si Nanase pensaba que su vida era una serie de desgracias, no se imaginaba lo que podía ser la de Sousuke Yamazaki.

—¡Oh, dios! ¿Quién podía imaginar que algo como esto ocurriría? —Vociferó Rin, centrando aún más atención en ellos de la que Makoto había conseguido al escupir sonoramente todo el café, que no era poca—. ¡Te ha manchado por completo, Sousuke! Y Samezuka está tan lejos… No puedes ir con este calor hasta allí, la camisa se te pegaría…

El nombrado aún seguía recuperándose del shock. Acababan de escupirle una taza de café a la cara. Una taza de café, a la cara.

—¡Oh, las casas de Haru y Makoto están mucho más cerca! —Continuó el pelirrojo, y sus palabras solo confirmaban lo que Haruka había temido—. Pero los hermanos de Makoto están durmiendo, y no podemos molestarlos, y la ropa de Haru no creo que te sirva… ¡Pero tiene ropa de Makoto en su casa, así que solo tenemos que ir allí!

Oh, sí. Que mágico todo. Sousuke levantó la mirada y a Rin se le congelaron los pelos hasta de las zonas que no veían el Sol. Los orbes turquesa juraban una amenaza de muerte no solo al pelirrojo, a cualquiera que estuviera en un radio de doscientos metros. Qué conveniente todo, tener que ir a la casa de Nanase en ese mismo momento.

O Rin era un genio del mal, o un loco con mucho tiempo libre.