Capítulo IX

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No sabía cómo debía actuar con respecto a Elsa y a su situación –o mejor dicho, su no relación– quería que lo aceptara, que se abriera a él y con Anna fuera del camino por el momento pensó que sería más sencillo. Sin embargo para su mala fortuna fue todo lo contrario. Ese viaje la había hecho cerrarse más, puso toda su concentración a entablar buenas relaciones con sus súbditos, la gente de su pueblo y atender a sus necesidades.

Hans era ignorado por completo, no le dirigía palabra si no era absolutamente necesario y aún que frente al público se comportaba como una digna esposa y dejaba que le diera demostraciones de afectos apropiadas de un caballero, él sabía la verdad. Elsa estaba actuado su papel acordado.

Lo vio de primera mano en la cena en su honor que organizo Algot, la cual fue para su sorpresa bastante buena a pesar de los pocos recursos que tenían.

Pudo fijarse a detalle e interpretar cada uno de sus rasgos, como el frío que reflejaba en sus ojos azules cada vez que se cruzaba en su campo de visión. Era como el juego de frío, frío, caliente.

Miraba al señor de la casa con respeto y cortesía, se le iluminaban los ojos con su hija, la cual por cierto le hizo un dibujo que le dio antes de bajar al gran salón a comer, aprobación y gentileza con los sirvientes; y por último y al parecer menos importante él, con una clara frialdad muy bien disimulada con una ligera sonrisa que se ponía como una máscara para engañar al público.

Si, si, si damas y caballeros; para él solo estaba reservada la indiferencia.

Por fin había aceptado que era su esposo y no iba a rechazarlo, pero tampoco aceptarlo. Le daba igual, era el equivalente a una piedra en el zapato que no podía sacarse, pero después de unos cuantos golpecitos lograbas acomodar en el calzado para seguir caminando.

Lo único con lo que había conseguido llamar su atención era cuando estaban discutiendo en el camino al pueblo; cuando la desafío y comenzaron a jugar a quien tiene sabe más. Y debía confesar que hacer eso fue bastante agotador, reconocía que Elsa era más cultivada que él y obviamente eso nunca se lo diría. Hería su orgullo y es muy probable que Elsa le perdiera el poco interés que tenía sobre su persona.

"Supongo que pasar toda su vida encerrada en un castillo le daba clara ventaja a su erudición." Termino pensando Hans de mala gana y una mueca de disgusto.

En resumen no había noches cálidas y cómodas para él. Solo el frío y duro suelo de madera en el que se encontraba ahora, en su habitación con un estilo muy, mmm… rustico, digamos por ser amable.

Rodó los ojos, mirando al techo de madera envejecida con sus grandes y pesada vigas que sostenía la estructura con desprecio, decidiendo, que era mejor levantarse avivar el fuego de la chimenea de piedra, la cual estaba al centro de la habitación, por qué Elsa-cubo-de-hielo hacia de las suyas de nuevo.

Hecho veloz más leña al poco fuego que quedaba y se agacho a calentar sus manos un poco, viendo el vapor que le salía por la boca pensando que era demasiado injusto sufrir esto. Si a Elsa no le afectaba el frío, pues que ella fuera a dormir en el piso, no él que era un ser humano normal y sin magia.

El frío no era parte de él, de acuerdo; su corazón era frío pero su cuerpo no. Se negaba a seguir sufriendo, si Elsa no quería dormir en la misma cama era su problema, no el suyo. Ya había sido lo suficientemente caballeroso con ella, tenía un límite y el suyo había llegado.

Se levanto de un salto y fue directo al lecho donde Elsa estaba y se metió a su lado disfrutando de las mantas calientitas y el calor.

En cuanto su cabeza toco el mullido y cómodo cojín escucho el grito de Elsa la cual brinco y salió rauda con las manos en alto.

— ¡Salgase de mi cama! —alego señalándolo, enfundada en su camisón blanco de algodón.

—No —se acomodo al lado izquierdo de la cama y se extendió a su gusto sin Elsa en el camino. Le gustaba dormir de lado y en dirección a la puerta.

— ¿Cómo se atreve? —sonó ultrajada y con los brazos en jarra.

—Así como me vez, tengo frío. El cual es culpa tuya —señalo con los ojos cerrados y acurrucándose a espaldas de su mujer— esta cama es tan mía como tuya y si no quieres dormir a mi lado —saco su mano y con su poderoso dedo índice apunto hacia abajo— ahí está el suelo que tan amablemente me cediste desde un principio —se hizo notar todo su sarcasmo.

Elsa comenzó a boquear como pez fuera del agua.

—Soy una dama y me niego a "dormir" con usted —recalco enojada, ahora con los brazos cruzados a la altura del pecho, como protegiéndose.

—Por mucho que quiera tener sexo contigo Elsa, cuando digo dormir es solo eso, dormir. No seas mal pensada —comenzó a reírse a lo bajo—, a menos que hayas cambiado de opinión al respecto —volteo enseguida a verla con descaro—. Porque si ese es el caso, estoy muy dispuesto a que me tomes y abuses de mi todo lo que quieras, estoy seguro de que puede estar despierto un poco más si me lo pides —concluyo con cierta malicia reflejada en sus orbes verdes que miraban de arriba abajo a Elsa con deseo.

—Antes prefiero la incomodidad del piso —alzo el mentón muy digna ladeando su rostro con los párpados entre cerrados con el ceño fruncido.

—Como quieras —tomo un cojín y se lo aventó—, si cambias de opinión eres bienvenida a dormir, solo dormir a mi lado, Elsa —se giro de nuevo y cerró los ojos cansado. Esta noche iba a descansar con la comodidad que merecía.

Trabada en su lugar Elsa tomo la almohada que le lanzo Hans en el aire, dando media vuelta para recostarse en el improvisado lecho que Hans hizo junto al fogón.

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En la mañana Hans se removió entre las cobijas de la muy cómoda, caliente y mullida cama donde estaba. No quería abrir los párpados, no deseaba pararse. Entre las mantas cálidas y el seductor aroma de azafrán, con que Elsa había impregnado el lecho antes de abandonarlo; le hacían muy difícil tomar la decisión de levantarse.

El perfume natural de Elsa le encantaba, su aroma especiado y delicado era afrodisiaco que lo envolvía con sus toques de miel, un deje de heno, flores y metal.

Era muy agradable.

Con mucho pesar, pudo sentir la luz que se colaba tímida por la ventana, que decía que era la hora de salir de entre las sabanas que se le pegaban, y, dejar de respirar el complejo perfume de su esposa.

De mala gana abandono su cómodo lugar y comenzó a estirarse para desentumir sus músculos mientras buscaba a Elsa como la mirada, hasta que escucho a su espalda que la puerta del baño se abría. Vio de refilo como una muy adolorida Elsa salía con su cuello ladeado y lo observaba con un resentimiento reflejado en sus azules e intensos ojos.

Elsa por su parte, se había despertado de muy mal humor y mucho antes de que su despreciable marido despertara, para asearse y arreglase. No quería verlo, este terrible y punzante dolor que sentía a lo largo su cuello, el cual no podía mover era culpa de él.

Con los puños cerrados con todas sus fuerzas, la espalda y hombros dolidos que le pesaban, paso de largo a Hans, en un intento por mantenerse digna; por que no iba admitir que una noche en el duro suelo de madera era algo tan brutal y que comprendía porque su indeseable esposo, se había atrevido a invadir su cama.

—Buen día, querida ¿Cómo amaneciste hoy? —La miraba con burla en sus ojos verdes, tratando de no reírse. Estaba disfrutando demasiado el momento—. Porque yo dormí muy bien, esta cama es tan cómoda, aun que habría sido mucho más contigo a mi lado —señalo travieso mientras caminaba hacia Elsa y se colocaba detrás de ella.

—No se mofe de mi incordio —trató de girar para darle la cara, pero el punzante dolor de su cuello la hizo quejarte en alto y casi se le salieron las lágrimas.

—No te muevas —ordenó llevándola a sentarse en la silla de madera frente al tocador y tomó un aceite de clavo, puso un poco en sus manos y comenzó a frotarlas para darse calor.

— ¿Qué hace? —Desconfiaba de sus acciones, trato de pararse pero él no la dejo, colocando sus palmas tibias en sus hombros.

—Voy arreglar tu cuello, tengo que darte calor primero y para eso te tengo que tocarte —. No estaba pidiendo permiso, solo avisaba lo que iba hacer.

Sus manos se deslizaron primero lentas sobre su piel suave, buscando con sus dedos los nudos de tención que causaban que Elsa no pudiera moverse y una vez localizados se concentro en darles calor con sus yemas.

—No, no. Estoy bien, no necesito que me haga nada, estaré bien —trataba de irse cuando Hans apretó de más y Elsa se paralizo dando otro pequeño grito.

—Si Elsa, te encuentras de maravilla —ataco de nuevo con sarcasmo. Hoy estaba en todo su esplendor— ¿Quieres que te de otra muestra de lo bien que estas? —La sutil amenaza surgió efecto de inmediato y ella volvió a sentarse de mala gana.

Ninguno hablo.

Hans miraba con atención la nuca de Elsa y su cabello platinado recogido en un moño muy elaborado con pequeñas trenzas. Pasaba sus manos una y otra vez por su nívea piel, aprendiéndose la localización de sus muy ligeras y sutiles pecas a lo largo de sus pequeños hombros, mientras pensaba como sería deslizarse por todo su cuerpo.

Esa fragancia de azafrán tan característica de ella se estaba volviendo más fuerte y rica entre más la acariciaba, y, junto con ese rojo de sus delgados labios que lo llamaban a besarla, provocándolo…

¡Sí! Lo incitaba con ese labial carmín, resaltando lo blanco de su piel sugerente que podía ver pero no tocar.

Si tan solo pudiera desviar su mano un poco más abajo…

Era inaudito poder ver, oler y no tocar más allá de la ropa.

¿Es que acaso lo provocaba apropósito, con su sensualidad de mujer, que finge la inocencia de una niña y que no sabe lo que hace?

Elsa por su lado tenía los ojos puestos en el espejo en frente, atendiendo el reflejo de él y sintiendo el agradable calor que migaba de poco a poco su molestia. Su piel no era ni fría, ni cálida y casi nunca era capaz de sentir el tacto de otra persona. Era una sensación satisfactoria, aun que el hombre no tanto.

Así decidió cerrar los ojos y pensar en otra cosa que no fuera Hans dándole un masaje.

Era una situación ridícula, sino fuera porque su cuello la tenía toda paralizada y con un ángulo anormal esta sería una historia muy distinta.

Los minutos pasaron muy rápidos para el gusto del pelirrojo, al ver que de poco a poco se relajaba entre sus hábiles manos, las molestias iban retrocediendo y ello lo alejaría de nuevo.

Tenía que hacer algo.

—Te sientes mejor —declaro suave a la altura de su oído.

—Sí, se lo agradezco —podía sentir la pausada y pesada respiración de Hans en su cuello que la incomodo y con algo de trabajo movió su cuello para alejarse un poco. Su cara adquirió una expresión de recelo al ver la forma en cómo la miraba. Esto era algo diferente que nunca había visto en él y no le gusto nada —. E…es… mejor que vaya al comedor, lo espero allá. Me siento mucho mejor —se levanto de inmediato y se fue antes de que pudiera reaccionar.

—Diablos —maldijo Hans en murmullo, al saber que había arruinado su oportunidad al hacerla sentir insegura—, es tu maldita culpa —miro con desprecio hacia sus pantalones, pensando que iba a tener que aliviarse solo.

Fue al baño para poder bañarse con agua fría, necesitaba atenderse rápido.

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Elsa salió muy rápido de su cuarto, aún tenía el cuello torcido pero por lo menos había recuperado algo de movilidad.

"Bien, bien tranquilízate. Hans en definitiva no te miraba como un pedazo de pastel de chocolate. No lo hacía" —se dijo para calmarse, con un claro auto-engaño muy consciente.

Se recargo en la pared del pasillo, pensando en lo incomodo que eso había sido y sabiendo que tarde o temprano iba a tener que ceder ante él para consumar el matrimonio. El problema no era que tuviera miedo a tener relaciones por no estar lista. No, la verdadera dificultad para ella era la persona con quien debía hacerlo y que no tenía ningún deseo sexual; de hecho y por raro que pareciera nunca había gustado de alguien de esa forma.

Y Hans, era el peor candidato posible. Le seguía pareciendo repelente, inhumano, carente de compasión y humanidad.

Tener que entregarse al acto con él le daba aversión.

Aún que para fines prácticos y menos molestos si accedía, lo único que tendría que hacer era acostarse, cerrar los ojos, esperar que él hiciera lo suyo unos cuantos minutos y fin, la dejaría en paz.

Y si lo hacía en su punto más alto de fertilidad se embarazaría pronto y no volvería a tener que pasar por esto jamás.

Según sus cuentas era el día 16 de su periodo*, así que estaba en estado fértil porque desde que lo tuvo a los catorce era como reloj suizo. Nunca se había retrasado, ni adelantado.

Pensándolo con frialdad, sacrificar unos minutos de incomodidad para embarazarse y que no volviera a tocarse el asunto no sonaba tan mal.

El único inconveniente es que no se encontraba lista para ser madre, no sentía esa necesidad y pensar quien iba a ser el padre, hacia que le pesara más el mundo.

Podía aceptar el hecho de estar casada con él, fue algo necesario sin embargo arrastrar otra vida inocente a esto le parecía incorrecto. Un hijo era una gran responsabilidad, ya no viviría para ser una reina primero sino una madre primero y tendría que impedir que Hans fuera una mala influencia para ese bebé.

No, en definitiva se negaba a ser madre si él era el padre.

Demasiado conflictos y odio de por medio.

¿Qué le iba a decir cuando su bebé se diera cuenta que no quería a su padre? ¿Qué le iba a decir cuando se diera cuenta de los enfrentamientos entre su hermana y su padre?

"¿Mamá porque tía Anna odia a papá?

¡Oh!...—silencio incomodo— por nada en particular cariño, tú padre casi deja morir congelada a tú tía y casi me asesina a mi dos veces. Si dos, con un candelabro y su espada. "

Claro, iba a ser una gran conversación.

"Sería más fácil explicarle mis poderes y como aprendí a controlarlo" —termino pensando hasta que se dio cuenta que esa historia involucraba a Hans como el gran villano.

Y lo peor, y más temido ¿En qué forma Hans iba ayudar a criarlo?

¿Lo convertiría en un pequeño psicópata que desprecia al mundo como él? ¿O sería un pequeño tirano? ¿Un dictador? ¿Amaría a su pueblo, a su reino?

Respiro profundo con el ceño fruncido, mirando la puerta de su habitación.

"Tal vez si uso un anticonceptivo y accedo a estar con él en los días que no soy fértil, jamás me embarace" pensó Elsa por primera vez enserio, por que seguir evitando esto no iba a evitar que el tiempo siga corriendo y el plazo que le puso Hans para estar con él llegue.

Además la incomodidad de sus insinuaciones le afectaba. Era mucha la tensión que se respiraba en el aire y no podía vivir así. El estrés descontrolaba sus poderes.

Sacrificar unos minutos por dos o tres días al mes y que le dejara en paz el resto parecía una solución adecuada a su situación, tenía que considerar muy bien todas sus opciones.

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El desayuno transcurrió con mucha tranquilidad, el comedor era grande y cálido con su enorme mesa de madera rectangular y sus altas sillas.

Hans y Elsa se sentaron juntos, ella se situó a la cabeza en el puesto de honor como le correspondía por ser la Reina, Hans fue colocado a la derecha y enfrente Algot junto a su pequeña hija Astrid que jugaba con su comida dibujado caritas felices con sus dedos, en los otros asientos se pusieron algunos otros nobles y comerciantes, que fueron invitados de las casas vecinas deseando hablar con la pareja regente antes de la audiencia oficial que estaba programada por la tarde.

El pelirrojo vio con disimulo que Elsa se encontraba lo más apartado de él que podía permitirse, ladeaba su cuerpo hacia Algot y platicaba con él sobre las tierras y los problemas que tenían para darse un mejor panorama de la situación y el hombre respondía a grandes rasgos todo lo que su reina le preguntaba.

Podía reconocer que disimulaba muy bien el dolor que su torcedura le causaba. Sus pupilas ligeramente dilatas, su ligero temblor en su labio superior y una casi imperceptible capa de sudor en su nuca, que le decían lo incomodo que era tratar de mover su cuello del lado contrario a su luxación.

Suspiro pensativo, y concluyo que lo mejor era seguir actuando como si nada hubiera pasado. Por salud a su libido y a la comodidad mental de ella.

En cuanto la comida se dio por terminada oficialmente y los invitados pasaban a retirarse, Algot pasó a escoltarlos con el pastor Elof.

El stavkirke* no quedaba muy lejos en carruaje, de hecho era el establecimiento más alto y vistoso que tenía el pueblo con su característica construcción de madera de pino entramada, su techo escalonado y grandes pilares que la sostenían.

Un hombre alto, muy delgado, con ojos bastante hundidos, con una ligera calvicie, manos con dedos largos y huesudos se encontraba en el púlpito, dando los últimos retoques a su sermón que daría al día siguiente a su congregación.

El tema a tratar era la brujería y las tentaciones que arrastraban lejos la fe en Dios, haciendo que uno caiga en pecado.

Y así citando a Lutero con voz en alto llena de pasión y ademanes con sus manos dijo:

—Las brujas deben ser muertas, pues provocan, mediante brebajes, odio en los hombres. Producen tormentas, traen pestes, producen deformaciones corporales. Las brujas deben ser muertas pues ellas están en contacto con el diablo y montas en escobas u otros objetos cabalgan en las alturas* —alzo sus manos al cielo con convicción—. El Éxodo dice muy claro: No dejarás que los hechiceros queden con vida.*—remato señalando al frente.

Eso fue lo que escucho la reina Elsa a un paso de que le abrieran la puerta principal del recinto, dejándole muy claro cómo iban a ser las cosas con este hombre y que debía actuar con extrema cautela.

Tembló por dentro y su corazón comenzó a latir muy rápido, podía escuchar y sentir el resonar del pum, pum en sus oídos. Sabía que ese sermón en contra de la brujería era dirigido a ella y que lo que sus padres tanto temían al obligarla a esconder sus poderes era por esta razón. Una cacería de brujas, que amenazaría su reinado y vida.

Inhaló todo el oxigeno que pudo, llenando su pecho y con la cabeza en alto entro al templo en cuanto le abrieron las puertas. Una vez adentro soltó todo el aire que tenía y con las manos cerradas avanzo con decisión, ella era la Reina de Arendelle y no dejaría que nada, ni nadie la amedrentara.

Espero a que los guardias y el propio Algot los presentara de forma adecuada, paciente y con su perfecta máscara de frialdad espero a que el hombre que clamaba su cabeza, tuviera el valor de decirle en su cara que era un monstruo y que debía ser asesinada, porque ya había pasado por ese tormento y se negaba a volver a caer en el mismo juego.

—Reina Elsa, bienvenida —escupió su titulo como si fuera basura, mientras la examinaba a conciencia con sus pequeños y ponzoñosos ojos juzgones.

Respondió el hostil saludo con indiferencia, recorriendo con su mirar la estructura interna del templo buscando daños que necesiten ser atendidos.

—Veo que la iglesia se encuentra en excelentes condiciones y no necesita ninguna reparación.

—Este es un lugar fuerte, lleno de fe. La gran helada del verano producto de la maliciosa hechicería no iba a destruir la casa del Señor —miro hacia el techo extendiendo sus manos y brazos en forma de cruz.

—Fue magia sí, pero sin malicia se lo aseguro.

—Así que admite que es bruja —exclamó señalándola con saña—. Admita sus pecados y arrepiéntanse, para que la ira de Dios Padre sea piadosa con su castigo.

—Este don es parte de mi y de lo único que me arrepiento, es de no haber sabido cómo controlarlo antes —respondió lento, disimulando muy bien su molestia por aquellas palabras hirientes.

—Una hechicera y un hijo bastardo marcado con el número de Satán no merecen ser soberanos. Son impuros.

Elsa callo mirando a Hans, el cual soltó una risa cínica enseguida.

—Bastardo sin duda, pero hijo reconocido por el Rey Henrik Westergard de las Islas del Sur elegido por Dios para gobernar, al igual que mí esposa, La Reina de Arendelle. No se olvide de su lugar inferior —amenazo el pelirrojo recargando su diestra en la empuñadora de su espada.

—Un hombre que quedo viudo de forma bastante sospechosa e hijo, reconocido o no nacido fuera de la santidad del matrimonio, no tiene el derecho, ni la autoridad de hablar sobre Dios.

Esas respuestas sorprendieron mucho a la joven reina, la verdad es que no tenía ni idea de lo mucho que ignoraba de la vida de Hans.

—No de oídos a calumnias, ni preste atención a falsos testimonios a favor de impíos* —dijo Hans citando la biblia para molestar más al hombre frente a él—. Padre podría caerá en pecado y no se puede permitir que un hombre así, ocupe semejante puesto en este lugar sagrado —advirtió con los ojos entrecerrados.

Fue en ese momento que Elsa decidió intervenir, porque no podía darse el lujo de estar en malos términos con el guía espiritual del poblado.

—Padre Elof, admito que mis poderes y su naturaleza se pueden prestar a dar miedo y confusión; pero le aseguro que no tengo intención de causar mal con ellos. Vine atender a las necesidades de mi pueblo y eso incluye las suyas. El señor Håkonsson me ha informado con lujo de detalles su preocupación por sus ovejas y la falta de suministro para el invierno, la cual será atendida a la brevedad. En cuanto a las habladurías que se dicen, le aseguro que la mayoría fueron dichas por ignorancia o malicia. Lo mejor es dar camino a la verdad y perdonar, ahora nos retiramos; si tiene alguna petición que hacer, puede hacerla llegar por medios adecuados. Que tenga un buen día.

Elsa se retiro tomando a Hans del abrazo para conducirlo a la salida, podía ver su rostro real de odio, que dejaba atrás la fachada de buen hombre.

El padre había tocado fibras muy sensibles.

—Jamás debiste dejarlo tan fácil, ese hombre va a ser un problema. Debes deshacerte de él —dijo entre dientes Hans con clara molestia mientras caminaban rumbo a la carroza.

—No voy a despedir al hombre, ha estado en ese puesto por más de veinte años. Tiene una congregación bastante fiel y la mayoría de los nobles de la región lo apoyan —respondió Elsa ejerciendo un poco mas de presión a su agarre, para hacerle entender a Hans.

— ¿Viste el libro que traía en sus manos? —No espero a que respondiera—. Era el Malleus Maleficarum, Martillo de Brujas*; es una guía para cazar, torturar y juzgar a brujas. Lo usaban en la Inquisición ¿Es que acaso quieres que ese loco vaya por ahí predicando y convenciendo al pueblo de que su Reina es una enviada de Satán?

—Por supuesto que no, pero es un hombre con influencias y este problema debe tratarse con delicadeza. No se debe caer ante la provocación, como notoriamente usted hizo.

Hans se libero de la mano de la rubia en cuanto llegaron al vehículo, espero a que Elsa subiera primero y azoto la puerta dejándola sola.

Estaba bastante molesto como para seguir discutiendo sobre el asunto, era mejor que despejara su mente y decidió que lo mejor era regresar por su cuenta montado a caballo.

La aflicción que demostró, por esas verdades que descocía de su esposo le hicieron ver por primera vez a Elsa, que después de todo Hans si era un ser humano; haciendo que la semilla de la curiosidad se plantara en su mente.

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N/A: Hola gente sensual ¿Cómo están? Espero que muy bien, porque yo tengo sueño por tratar de terminar este cap.

Me costó algo de trabajo plasmar la idea de este episodio, el cual contiene muchas cosas bastante interesantes. Hans desea cada vez más los huesitos de Elsa, ella está pensando si quiere tener o no un bebé con Hans, conocieron al horrible Elof y se revelaron importantes datos sobre Hans que tendrán gran peso en la trama.

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Ahora paso aclarar mis asteriscos (*) o como yo llamo: El dato inútil y no tanto (para más información busca en la santa wiki).

* Método anticonceptivo natural del ritmo, que consiste en contar los días del periodo para calcular cuando se es fértil y cuando no.

* Stavkirke es la palabra noruega con la que se nombra a un tipo particular de templo.

* Cita de Martin Lutero que saque del libro El dossier histórico del Apu-Mallq´u de Jorge Llaguno Soler.

* Cita de la Biblia Exodo 22:18

* Cita de la Biblia Exodo 23: 1

* El Martillo de Brujas es un libro alemán del año 1487, que trata de la caza de brujas.

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Bien, ahora los comentarios sin cuenta.

Guest: ¡Qué genial que entendieras todo! No pongas carita triste, al contrario festeja tu bello cerebro y quiero mucho :D.

Mello: Me alegra que te quitara el escepticismo, el helsa es bello y súper sensualon. Yo nunca lo dude, desde que vi la película los junte, aun que no me cierro a otras parejas ;D ¿Por cierto te gusta Death Note o La leyenda de Korra? Lo digo por tu Nick, me gusta el nombre y los personajes.

Rose: Gracias, la idea del bebé sigue su curso como debe. Elsa no es tan fácil, aun que Hans esta loquito por sus huesitos.

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Muchas gracias por animarse a leer y muchas más por comentar.

Recuerden quejas, comentarios, observaciones, muñecos de princesos Hans acá abajo.