Disclaimer: Ni los Juegos del Hambre ni sus personajes me pertenecen, son propiedad de Suzanne Collins. Este fic participa en el foro El Diente de León en el reto Pidiendo teselas. Reto propuesto por JSLaws.


Capítulo tres: Más que amigos

Trabajar en el libro nos hace bien. Es una terapia demasiado dolorosa a veces, pero nos mantiene cuerdos a los dos. También a Haymitch, cuando una tarde, semanas después de que hemos comenzado, decide unirse a nosotros. Peeta y yo no conocemos su historia, pero ponemos nuestro mejor esfuerzo y pronto las páginas del libro también se llenan de tributos a los que nuestro mentor no pudo salvar.

Prim, Rue, Finnick, mi padre, la familia de Peeta, Boggs, Madge y su familia ocupan varias páginas de nuestras memorias. También gente con la que nunca hablamos o con la que no convivimos mucho tiempo como Marvel, Cato, Clove, Glimmer y muchos otros tributos, de todos recordamos algo, por nimio que sea. Todos los que no deben ser olvidados tienen un lugar en las páginas amarillentas.

A menudo lloramos mientras escribimos o dibujamos. Cuando sentimos que no podemos soportarlo más tomamos nuestras manos y nos concentramos en los recuerdos felices sobre aquellos de los que estamos escribiendo, eso nos da fortaleza para seguir. De otra forma ya hubiéramos tirado el libro a la basura y nos hubiéramos hundido en la miseria.

Una vez que nos sobreponemos a la escritura nuestros días se hacen más llevaderos. Las pesadillas nunca disminuyen, pero es más fácil levantarse día a día si luego puedes escribir sobre ello. Supongo que para Peeta funciona igual, pero dibujando. Sigue sorprendiéndome lo reales que pueden ser sus dibujos, incluso cuando para hacerlos no usa más que un lápiz. Haymitch sigue embriagándose, pero no con tanta frecuencia. Poco a poco mejoramos.

En las tardes ayudo a Peeta en la panadería. Resulta ser que soy pésima haciendo pan o galletas o cualquier cosa, pero llevo bandejas de un lado a otro y si estoy de muy buen humor hasta me siento capaz de atender al público. Peeta encuentra particularmente gracioso cada vez que olvido los precios de algo o me confundo. Yo lo encuentro sumamente irritante, pero en el fondo me gusta cada vez que ríe.

Me he acostumbrado al nuevo Peeta. Costó mucho trabajo, pero cuando dejé de buscar bajo las capas del secuestro al antiguo Peeta me encontré con que el nuevo es una versión mucho más adecuada para mí, que estoy rota hasta límites insospechables. La solución era tan simple como aceptar que ya no somos los mismos que antes, luego todo empezó a mejorar. Creo que a él le pasó lo mismo conmigo. La clave era la aceptación. Luego de ella empezaron los sentimientos confusos.

Nunca tuve experiencia en temas amorosos, pero esto que me está pasando me está excediendo de todas las formas posibles. Al principio pensé que era la necesidad de recuperarlo, que necesitaba algo de compañía, que estaba muy sola. Ahora, viéndolo en retrospectiva, sé que no es solo eso. Él es lo que realmente necesito, en todas sus versiones.

Solo que todavía no sé cómo expresárselo.

He pensado en pedirle consejo a Haymitch, pero estoy segura de que se burlaría de mí. También pensé en Effie, que de tanto en tanto se pasa por el doce a saludar, aunque en realidad se que pasa a comprobar con sus propios ojos que nuestro mentor no murió alcoholizado, pero ella haría un drama enorme y todo el distrito se terminaría enterando. Johanna totalmente descartada, mucho sarcasmo para mi gusto. Annie está totalmente dedicada al pequeño Finnick, y de todas formas no creo que tenga mucha experiencia en esto. Mi madre no, moriría de vergüenza antes que llamarla.

No quiero forzar las cosas, pero el tiempo sigue pasando.

.

La lluvia cae a montones cuando entro a la panadería por la puerta trasera. Siempre trato de evitar entrar por el frente porque casi siempre hay gente y siento que incomodo. Esta puerta me recuerda a los intercambios que realizábamos con el padre de Peeta, cuando intentábamos que la bruja (su madre) no nos viese.

Sin embargo hoy particularmente me recuerda a otro día, uno en el que no llegué a entrar a la panadería. El viejo manzano en el que me recosté esperando morir ya no está, pero la panadería está casi igual. En mi mente sigue vívida la imagen de Peeta arrojándome los panes que salvarían nuestras vidas. Me pregunto si él también recordará ese día hoy.

Lo encuentro llevando unas bandejas a la parte frontal de la panadería. Me sonríe y yo siento mis mejillas arder. Me siento estúpida, como una colegiala enamorada. Me reprendo mentalmente por mi comportamiento.

— ¿Te ayudo con esas? — Le pregunto.

— Sí, hay que llevar esos pasteles de ahí — Me señala una bandeja con dos pasteles. — Hay que ponerlos en el exhibidor. Si quieres llévalos uno por uno, por si acaso.

— De acuerdo.

Llevo los pasteles de a uno, tratando de no tropezar con nada en el camino. Esquivo a algunos clientes, y finalmente los tres pasteles nuevos están exhibidos junto al resto. Ahora que la población no vive para morir de hambre la demanda aumentó, muchos los compran para los cumpleaños y días especiales.

Regreso a la parte de atrás, no sin antes echarle un vistazo a Peeta, que está concentrado decorando unas galletas. Me vuelvo a reprender, nunca antes había actuado de esta forma y me molesta. No sé en qué momento me volví tan sensiblera. Ruego a los dioses que no se note demasiado.

— Ya he terminado. — Anuncio. — ¿Quieres ayuda con esas?

— No gracias. — Me sonríe con algo de burla. — No puedo permitirme quemarlas.

Le suelto un bufido parecido a los de Buttercup, lo que hace que suelte una carcajada. Mientras él sigue riéndose tomo otra bandeja con pan y la llevo al frente, donde el pan ya está terminándose. Lira, la empleada que atiende, me sonríe mientras acomodo todo.

Lira es una niña de dieciséis años, que vino con su familia del distrito tres. Conocí a sus padres una vez que la vinieron a buscar luego de terminar su turno en la panadería. Son personas reservadas, igual que ella. Me cae bien sobre todo porque no habla mucho, sin embargo sé que es una buena muchacha.

No es una tarde muy concurrida, debe ser por la lluvia. Conforme va pasando el tiempo la cantidad de clientes va disminuyendo, es más sensato quedarse en sus casas que salir con este aguacero. Cuando veo que más que ayudar estoy estorbando a Peeta en su trabajo me voy al mostrador junto a Lira. Permanecemos en silencio observando la lluvia un buen rato. Hasta que…

— ¿Quieres un pan de queso? — Me dice. — Peeta me dijo que son tus favoritos.

— Gracias. — Tomo un pan de los que me ofrece, tratando de ignorar el doble sentido de sus palabras. Menos mal que creía que era una chica tímida.

— Deberías decirle a Peeta lo que sientes, si no otra se te podría adelantar y…

Me atraganto con el pan y ella se interrumpe. Me da unas palmaditas en la espalda y se ríe. Al menos con eso consigo que deje de hablar del tema, por un rato.

— Ahora lo veo en tus ojos. — Susurra para que Peeta no nos escuche.

— ¿Qué ves?

— Amor. — Responde y yo me sonrojo. — Antes veía cariño, pero sólo eso. Ahora te ves diferente, él también lo hace. Los observé mucho en los juegos y después también.

— ¿Tú crees que debería decirle? — Me sorprendo a mi misma preguntando. Ahora resulta que una cría de dieciséis años me da consejos sentimentales.

— Claro. De hecho este es un buen momento. — Sonríe maquiavélicamente antes de gritar. — ¡Peeta!

Peeta tarda unos segundos en venir, segundos en los que yo no dejo de lanzarle miradas asesinas a Lira. Cuando lo hace tiene el pelo revuelto y las manos llenas de harina. Nos lanza una mirada de reproche por interrumpirlo antes de sonreír.

— ¿Qué sucede Lira?

— Oh, simplemente pensaba que ya deberíamos cerrar, no va a venir más gente con este clima.

Observo su mirada de cachorro con los ojos entrecerrados. Quien lo hubiera dicho, ¡parecía tan calladita y tímida! Definitivamente no volveré a confiar en ella, resultó ser peor que Haymitch.

— Puedes irte Lira. Yo cerraré y en cuanto termine lo que estoy horneando me iré.

— Muchas gracias Peeta. — Le sonríe y me guiña un ojo — ¡Adios Katniss!

— Adiós. — Le respondo lanzándole una mirada acusadora.

Cerramos la panadería y luego vamos a la parte de atrás, donde Peeta se pone a terminar una masa. Lo observo fijamente, preguntándome si debería hacerle caso a Lira. No creo tener la suficiente entereza para hablar sobre lo que siento, nunca pude hacerlo.

Peeta termina de hornear lo que resultaron ser unos panes con pasas y nueces y empieza a apagar los hornos. Guarda algunos en una canasta y apaga las luces. Como ya cerramos en negocio tenemos que salir por la parte de atrás. La lluvia no ha cesado en todo el día y parece que no lo hará.

Salgo primero, una cascada de agua cae sobre mi cabeza. Doy unos pasos y me giro cuando me doy cuenta que Peeta no me está siguiendo. Se encuentra parado en la puerta, sosteniendo la canasta y mirándome fijamente. Temo que tenga un episodio, pero entonces sonríe.

— Hoy me recuerda al día que te arrojé esos panes, años atrás. — Me dice. — Por eso horneé panes con nueces.

— A mí también me lo ha recordado. — Admito.

— Nunca te he preguntado, ¿qué es lo que recuerdas, Katniss?

Mi mente se transporta a ese día, a esa época. Luego las palabras salen solas.

— Estaba muriendo de hambre. Pensé que moriría, pero eso no me aterraba. Lo que más me aterraba era saber que Prim moriría también. Cuando caí en el árbol. — Señalo donde estaba el viejo manzano antes. — Estaba segura de que este mundo era lo suficientemente cruel para dejarnos morir de hambre. Entonces apareciste tú. Ni siquiera te conocía, pero me tiraste los panes que nos salvaron la vida. Nos diste esperanza en un mundo donde la esperanza no existía. Me diste esperanza. — Me corrijo. — Aún sigues haciéndolo.

Doy unos pasos hacia él midiendo su reacción. Su mirada es intensa, azul brillante, como un cielo sin nubes. Él también da unos pasos en mi dirección, y la lluvia termina empapándolo. Debería sentir frío, pero cuando nuestros cuerpos se encuentran y se abrazan se siente como el lugar más cálido del mundo.

Lentamente levanto mi mano derecha y la coloco en su mejilla. Tiene las mejillas tan calientes como las debo tener yo. Estoy segura de que esta vez quiero ser yo quien tome la iniciativa.

Hemos compartido muchos besos a lo largo de estos años, todos diferentes entre sí. Pero cuando mis labios mojados encuentran los suyos estoy segura de que éste será el que recordaré años después. Un beso que sabe a lluvia, a pan de nueces y a esperanza.

Fin.


Y así es como termina :) Me demoré un poco en escribirlo, me costó bastante, más de lo que creía. Pero bueno, acá está el final. Supongo que va a pasar bastante tiempo hasta la escena del ¿real o no? Para mi esto es como un intermedio, algo que pasó antes. Quise pensar que Katniss no iba a ser para siempre un témpano de hielo en lo que respecta a sus sentimientos y salió esto.

Espero que les guste.

Muchas gracias por haberse pasado, ya sea dejando reviews, agregando la historia a favoritos y siguiéndola, o incluso simplemente leyendo.

Nos leemos en otra historia, próximamente.

Saludos!