N/a: Antes de empezar quiero comunicarles algo: He incluido en cada historia el summary correspondiente, esto es en virtud de nuevos lectores para que tengan la completa libertad de decidir si les interesa o no leer la historia a la que corresponda.

Ahora bien, aclaro que la imagen en que se inspiró esto está situada en un AU, pero yo preferí desarrollar la trama en el universo ninja que tanto amamos, así que supongo que esto lo vuelve un Semi-AU, ya verán por qué.

Le quiero dedicar este one-shot a Raihué, por compartir conmigo esa aplicación chulísima que me ayudó tanto con mi bloqueo a la hora de escribir. Por cierto, ¿ya leyeron el último capítulo de Shadows's Wanderer? ¿No? ¡¿Entonces qué están esperando?!

Espero que te guste, bella (:


Summary: Hace más de una década atrás, nuevas tecnologías llegaron a Konoha, y ni siquiera Sasuke Uchiha logró evita sucumbir ante ellas. Sarada lo descubre un día, su querido Nanadaime contribuirá en el proceso.


Disclaimer aplicado.


| InstaFamous |


¿Que papá tiene…? ¡¿Pero cómo?!

Despegando la mirada de su portátil, el Séptimo Hokage miró a la primogénita de sus dos mejores amigos con interés. Sus ojos fatigados inspeccionaron su rostro con una minuciosidad que había adquirido con los años. Había aprendido a leer los gestos, señales y posturas de la mayoría de la gente, pero viendo a Sarada solo podía estar seguro que nada grave sucedía; lucía perturbada, y aunque Naruto no tenía idea de por qué, con certeza podía afirmar que no era algo por lo que preocuparse realmente.

Sin embargo se moría por saber.

—¿Qué sucede, Sarada-chan?—preguntó entonces.

La niña—«Que ya no soy una niña, Nanadaime»—, fijó sus oscuros ojos en él pero casi al instante los devolvió hacia el pequeño artefacto en sus manos. Fruncía el ceño y lo acercaba a su rostro como para verlo mejor, luego volvía a alejarlo de su cara y su labio inferior se adelantaba en un adorable puchero que la hacía ver más niña todavía—«Por quincuagésima vez, Nanadaime, ya no soy una niña, ¡tengo la misma edad que Boruto!»—; era todo un espectáculo de presenciar, había heredado la expresividad de su madre.

Olvidándose del informe que debía redactar, del papeleo que el pesado de Shikamaru le urgía a firmar para esa misma tarde y de su deber como Hokage en general, se echó hacia atrás en su silla rodante y concentró su completa atención en la chiquilla que parecía ni siquiera haberlo escuchado.

—¿Tiene que ver con Sasuke? —continuó insistiendo de todas formas.

Al escuchar el nombre de su enigmático padre, la muchacha finalmente centró su mirada en él y en dos largas zancadas se había plantado frente a su escritorio, estirando la mano que tenía el móvil en ella hasta posarlo frente a sus narices. Naruto parpadeó un par de veces y se vio en la necesidad de restregarse los ojos para lograr enfocar mejor, tantas horas despierto causaban que estos se irritaran y resecaran cada vez más a menudo; Sakura le había recomendado un par de marcas de colirios pero él prefería ignorarla por el simple hecho que comenzar a aplicarse gotas para los ojos podría significar que estaba envejeciendo muy rápido—«No estarás entrando en la crisis de la mediana edad, ¿verdad, Naruto?» —; después de conseguir visualizar mejor la brillante pantalla y darse por enterado de lo que le estaba mostrando, le enseñó la expresión más confundida que tenía. Seguía sin pillarlo.

Sarada soltó un bufido.

—¿Qué no lo ve, Nanadaime? ¡Es el Instagram de papá!

—¿Ajá…?

—¡Es imposible! —exclamó ella, estampando el móvil sobre la mesa con tanta fuerza que él temió que lo hubiera roto.

—¿Por qué dices eso, dattebayo?

—Papá es incapaz de enviar un mensaje de texto, ¡mucho menos podría ser capaz de publicar una foto! Creo que ni siquiera sabe cómo hacer una con el móvil.

Naruto entornó los ojos y se rascó la cabeza, en un gesto muy suyo.

—Claro que puede, Sarada-chan.

La pequeña Uchiha lo miró con auténtico desconcierto.

—¿Qué quiere decir?

—Creo que subestimas a tu viejo—sonrió él, mostrando una perfecta hilera de dientes blanquecinos—. ¿Crees que mandaría en largas misiones de espionaje a un shinobi que no sepa manejar tecnología? Ten esto en cuenta: «A veces poder no es querer»—citó.

Aunque Sarada estaba suficientemente segura que la frase no iba así, entendía lo que estaba queriéndole decir. Con su buen humor acostumbrado, Naruto se estiró en su silla para alcanzar su propio móvil olvidado bajo unos papeles en el extremo del escritorio. Tecleó un par de veces, haciendo un esfuerzo sobrehumano para ignorar el sinfín de notificaciones—ser una figura pública no era sencillo— y cuando encontró lo que buscaba le ofreció el teléfono a la niña—«Por amor a Kami, Nanadaime, ya no soy una… Oh, ¿sabe qué? Olvídelo».

Sarada lo tomó en sus manos, una parte de ella preguntándose cuántas personas en el mundo podían alardear de haberse hecho con el teléfono celular de un Kage. Viendo la pantalla, comprobó que por medio de la cuenta del Séptimo—¡Madre mía! ¡Cuando se lo contara a Chōchō iba a alucinar!—el perfil privado de su padre era completamente visible. Decir que estaba sorprendida era poco, probablemente no hubiera palabra que lograra definir su shock de descubrir que su papá poseía una cuenta en una red social, y más importante aún, que había hecho uso de ella en reiteradas ocasiones.

—No puedo creerlo…—dijo en un hilo de voz.

—Lamento decepcionarte, Sarada-chan, pero ha dejado de usarla desde hace años.

¡Tenía un montón de fotos! ¡Y más de un millón de seguidores!

—Como notarás, era bastante popular—como si hubiera leído sus pensamientos, el Hokage sonrió pícaramente—. Es gracioso, porque como bien sabes, Sasuke es un tipo reservado, así que el que todo el mundo pudiera observar el uso que le daba a su perfil lo molestaba. Naturalmente, al principio se negó en rotundo a abrirse una cuenta, pero supongo que Sakura-chan tiene sus propios métodos de convencimiento que, si te soy franco, son bastante efectivos—se encogió de hombros, ajeno al hecho de que posiblemente acababa de lanzar una indirecta de índole sexual sobre los padres de la chica. Sarada se estremeció—. En aquel tiempo ninguno de nosotros sabíamos que podíamos restringir el acceso a nuestros perfiles, así que las chicas se aprovechaban de nuestra ignorancia—al parecer hablaba desde la experiencia, su madre una vez le había comentado que luego de la guerra Naruto Uzumaki se había vuelto muy codiciado entre la población femenina de las Cinco Naciones Ninja.

—Es increíble…

—¿Verdad que sí? Fueron buenos tiempos, cuando estalló todo ese boom de la tecnología en Konoha nos atrapó a todos. También…

Pero Sarada había dejado de escucharle. Permanecía de pie sosteniendo el teléfono en ambas manos mirándolo con absoluta devoción. Quizás ahora no, pero en su momento Sasuke Uchiha había sido un entusiasta del Instagram, podía apostar sus posesiones más preciadas a que era así, la prueba estaba allí, evidenciándose en una pequeña pantalla que mostraba un número considerable de fotografías. Ni corta ni perezosa, la kunoichi comenzó a indagar más por el perfil. Sasuke—uchiha.s.k para los cibernautas—tenía como foto de perfil el símbolo del clan. Su biografía estaba en blanco al igual que el espacio para su nombre. Mientras deslizaba el pulgar por la pantalla, con el corazón latiéndole muy fuerte dentro de pecho, Sarada rápidamente estuvo segura de tres cosas:

La primera, que no era fanático de tomarse fotografías—aunque eso era algo que ya sabía—, pues no había una sola foto en donde saliera su rostro, puede que sus manos, sus pies o máximo la parte posterior de su cabeza, pero al parecer se negaba en rotundo a publicar su cara.

La segunda cosa, es que era un apasionado del paisajismo y la naturaleza—aunque, de nuevo, esto no era una sorpresa. Había aprovechado sus muchas travesías para fotografiar cualquier cosa que le llamara la atención en su entorno, desde montañas y prados colmados de flores o nieve, hasta de exóticas plantas o diminutos insectos. Las fotos eran bastante buenas, Sarada admitió con cierto deje de envidia—a ella se le daba fatal—; él ni siquiera había hecho uso de filtros para embellecerlas—ni falta que le hacía.

Y la tercera, y más importante era que… A su padre le fascinaba fotografiar a su madre. Había un montón de fotos de ella, el doble o quizás el triple que las demás. En ellas se podía apreciar a una Sakura sonriendo a la cámara, a veces distraída mirando hacia otra parte, en otras con el pelo tan revuelto que hacían testigo a Sarada—y a sus demás seguidores—de la intimidad que había entre ellos por esa época y otras de espaldas o de perfil. Había una bastante graciosa donde su madre salía con la nariz embarrada de chocolate, mirando hacia el lente con evidente confusión; Sarada podía imaginar la expresión divertida de su padre en ese momento—las pupilas negras brillándole y una media sonrisa asomando por la comisura de sus labios.

A su madre se le veía diferente, más jovial, menos madura; parecía ser más una cuestión de actitud que de apariencia—si es que apenas se notaban los años transcurridos en ella. El resplandor de su mirada era el mismo que veía en las chicas que iban de paseo con sus novios al parque los fines de semana, o en los ojos de la tía de Boruto y Himawari cuando contrajo nupcias hace apenas un mes atrás. En realidad, sí que había visto una vez esa expresión personalmente... cuando su padre volvió a la aldea. Resplandecía, toda ella, su rostro, sus ojos, su piel y su cabello, cual mariposa que recién sale de su capullo. El brillo seguía allí, naturalmente, pero parecía ser preservado por una discreción típica de la edad; Sarada bien sabía que a puertas cerradas, y cuando creían que nadie los estaba viendo, mamá y papá expresaban su amor hasta que este parecía rebosar y sumergirlos a ambos en una vorágine de intensos sentimientos que ella aún era muy chica para comprender del todo. El amor de su madre hacia su padre no había cambiado, simplemente había madurado.

El Séptimo seguía parloteando y ella continuaba inspeccionando el perfil, recreándose con cada una de las fotos—todas con mil, dos mil, ¡o más de cinco mil likes!—, enorgullecida con la belleza exótica de su madre y encantada con el hecho de que su padre no parecía cansarse de tomarle fotos sin importarle el momento: a mamá riendo, mamá comiendo, mamá haciendo pucheros, mamá con el ceño fruncido en aparente molestia hacia su fotógrafo—es decir él—, a mamá sonrojada… Era increíble, cualquiera podría pensar que la cuenta era de Sakura en realidad, pero no, Sarada conocía muy bien el Instagram de mamá—cherryblossomuchiha, bastante largo y un poco predecible, había que decirlo—y además, había algo que descalificaría completamente a la matriarca Uchiha como dueña de esta cuenta: Ninguna foto tenía descripción; a su madre, por otra parte, le encantaba comentar cada una de las cosas que publicaba, por más nimias que fueran estas, era su sello distintivo—«Tu madre siempre tiene algo que decir», solía mencionar papá siempre que la pillaba refunfuñando lo parlanchina que Sakura Uchiha era en casi todo momento.

—¡Oh, mira, es Sakura-chan!—el Hokage se había alzado de su silla y ahora se encontraba a su lado echando un vistazo a lo mismo que ella. Sarada dio un brinco al escuchar la estruendosa carcajada que él dejó escapar de súbito—: Sasuke estaba obsesionado con fotografiarla todo el tiempo. Era muy gracioso, ¿sabes, Sarada-chan? Porque él fingía que nada estaba pasando mientras la capturaba con su teléfono y ella simulaba enfadarse cada vez que se daba cuenta, pero lo cierto es que ambos lo disfrutaban. Tontos enamorados, dattebayo—sonrió.

Y Sarada imitó su sonrisa. Esa era una faceta de sus padres que definitivamente no conocía. Pero le encantaba, le encantaba saber que ellos también disfrutaron de esas pequeñas cosas que disfrutaban las parejas corrientes, que pese a lo que pudiera decir la gente, compartieron en su juventud más que reencuentros y despedidas.

Satisfecha con este nuevo conocimiento, deslizó los dedos de vuelta a la cabecera del perfil, releyendo nuevamente el nombre de usuario de papá, grabándolo a fuego en su memoria. Estaba a punto de devolverle el teléfono al hombre a su izquierda cuando se fijó en una fotografía en particular que no había apreciado antes, no entendía por qué si era de las últimas publicaciones; sus ojos se abrieron de par en par y la respiración se le cortó cuando tocó la pantalla para ampliarla.

—Oh… Kami… sama…

Era la foto más perfecta que había visto nunca. Si aseguraba hace segundos atrás que su padre nunca había mostrado su rostro, se equivocaba. Allí estaba él, mirando directo hacia la cámara, con su largo cabello negro azabache cayendo hacia adelante sobre sus penetrantes ojos, luciendo joven, atractivo y sensual. ¿Lo más impactante de todo? Estaba sonriendo, esa sonrisa típica que lo caracterizaba, sutil y tan significativa al mismo tiempo. Con el palpitar de su corazón martilleándole en los oídos, Sarada observó a la persona que estaba a su lado: Su madre. Su hermosa madre con los ojos cerrados, con su bonito cabello rosa bordeando su ovalada cara y con la expresión serena y relajada de quien confía ciegamente en la persona junto a ella como para atreverse a rendirse al sueño en su presencia. Estaba siendo rodeada por el brazo de su padre sobre sus hombros, y Sarada no tenía ni idea de cómo rayos se las había ingeniado este para capturarlos a ambos en una foto si la única mano que poseía estaba ocupada.

Era lo de menos. Lo que realmente interesaba era lo que había escrito en la descripción: La Sra. Uchiha capturada durmiendo. Simple, claro, a simple vista cero extravagante; pero sacando cuentas al leer la fecha de publicación, Sarada advirtió algo importante.

—Pero ellos en ese momento…

—… no estaban casados. Así es—terminó Naruto por ella, mirándola con ojos paternales—. Eres bastante lista, Sarada-chan.

—Pero entonces, ¿por qué…?

—Porque tu padre es el bastardo más arrogante y presumido que conocerás jamás.

—¡Nanadaime!

—Lo siento, lo siento. Me ha salido del alma—se carcajeó.

Le acarició la coronilla de la cabeza con afecto para después alejarse de ella hasta situarse cerca de la ventana, observando el horizonte con ambas manos a su espalda.

—¿Te digo un secreto?

Parpadeando con turbación, Sarada asintió, después debió responder verbalmente ya que él no la estaba viendo.

—También es un tipo celoso.

—¿C-Celoso?

—Ajá.

—No lo estoy entendiendo nada, Nanadaime. ¿Qué tiene eso que ver con la foto?

Naruto volteó entonces, su expresión contradecía totalmente la formalidad de su voz, era socarrona, traviesa, haciéndole honor al animal que caracterizaba a su Bijū.

Frunció el ceño, recelosa.

—No estará burlándose de mí, ¿verdad?

—¿Cómo? ¡Por supuesto que no, dattebayo!

—¿Entonces?

Él meneó la cabeza de un lado a otro.

—Supongo que también es difícil para ti entenderlo—hizo una pausa—. Lo fue para mí e incluso para Kakashi en su momento. Casi ni se le notaba, ¿sabes? Lo celos a tu padre, quiero decir. Pero estaban allí, y si mirabas por más tiempo, los podías ver claramente: el entrecejo más fruncido de lo usual, la mirada aguda, la mandíbula apretada, el aumento de su chakra y ese humor de mierda después que revisaba sus notificaciones.

—¿Sus notificaciones?

—Sí. Los comentarios en las fotos de Sakura-chan. Siempre había algún pobre diablo que decía algo fuera de tono—soltó una risita entre dientes, divertido con su propio recuerdo—. Sasuke ardía de celos, podíamos imaginarlo maquinando en su cabeza la manera de deshacerse de esa persona. Era bastante entretenido, el Rokudaime y yo hacíamos apuestas a su costa: ¿Cuánto le tomaría a Sasuke encontrar al sinvergüenza? O, ¿cuánto sería el momento en que Sasuke destrozaría su teléfono de tan fuerte que lo apretaba siempre que se daban esas situaciones? O también estaba esta: ¿Cuándo Sakura-chan se daría cuenta? Para esta última nunca hubo ganador.

—Qué cruel.

—No era cruel, ¡era divertido! —hizo un puchero.

Sarada suspiró y negó varias veces con la cabeza. A veces el Hokage se comportaba como todo un niño, casi tan infantil como el propio Boruto.

—Así que, para resumir: Papá se tomó esa foto con mamá y la subió a la red solo para presumir delante de esos pervertidos que ella estaba con él, y no le bastó con eso que necesitó hacer uso de una pequeña mentira para desalentarlos en sus intenciones.

—Correcto.

La chica apretó los labios.

—Eso es tan… ridículo.

—Pero gracioso, tienes que aceptarlo.

—Y tan… tan… lindo.

—¿De veras? —arqueó una ceja en su dirección.

Asintió, caminó hacia él y le entregó el teléfono.

—Debo irme.

—¿Eh? ¿Qué? Pero si Boruto y Mitsuki llegarán en cualquier momento, dattebayo.

—Volveré pronto, Hokage-sama.

—¿Qué vas a hacer?

Girando el cuerpo, Sarada tomó su propio teléfono en un ágil movimiento y se dirigió hacia la salida del gran despacho. Abrió la puerta y cuando ya estuvo fuera y a punto de cerrar, lo miró por última vez, sus ojos brillaban con una picardía propia.

—A contarle una muy interesante anécdota a mamá.

Cerró la puerta. Naruto sonrió. Necesitaba comunicarse con Kakashi lo más pronto, quizás ya era tiempo de recuperar viejos hábitos.

Sasuke no iba a estar nada contento.


Inspirada en la siguiente imagen:

strawberry-senpaiii. tumblr.

com/post/139102627056/au-where-sasuke-

is-insta-famous-and-takes-selfies (sin espacios)