El contrato.

Capítulo 1.- Tan fácil como respirar.

Abrió los ojos lentamente, su mente estaba en blanco, los segundos pasaban uno a uno sin tregua y literalmente recodaba nada; absolutamente nada, el cómo había llegado a su cama era una incógnita magnánima, tanto como la de quien dormía a su lado, giró la cabeza en busca de respuestas, reprimiendo los deseos de agarrar a la insolente que yacía a su derecha y lanzarla a la calle sin ningún miramiento.

— …Sesshomaru…—La mujer se removió; de seguro incomoda ante la penetrante mirada, el aludido palideció al escucharla, su voz era algo difícil de olvidar, no por su tono agudo, más bien por lo familiar que le era su dueña— ¿Ya es de día? —Preguntó sin abrir un ojo, y la cara del hombre reacomodó cada uno de sus músculos.

—Que haces aquí. —No era una pregunta, más bien; una afirmación demandando una muy; pero muy buena explicación.

Abriendo los ojos de golpe para espantar el sueño, la mujer supo que su hora de descanso terminó, la rudeza de su inconsciente amante; era la señal para abandonar el lugar, no le dio importancia, después de todo tenía compromisos que cumplir. Enderezó su cuerpo; dejando la espalda al descubierto, se sabía dueña de una piel tersa, suave y apetitosa, recogió su cabello largo hacia el hombro izquierdo dejando por unos segundos con pérdida de conciencia a su confuso espectador.

—No me mires así Sesshomaru—dijo mientras buscaba con la vista su brassier—, te contesto en un minuto, sé que no te gusta repetir.

Su tono, odiaba su tono neutro, cuando lo deseaba; ella podía ser más parca que él mismo; escondiendo a la perfección el verdadero sentido de sus palabras, al no poder ver su rostro, no fue capaz de distinguir la burla o la sinceridad de sus intenciones. Pero ella conocía al hombre a quien evitaba enfrentar, era consciente de que jugar con él traía siempre consecuencias nefastas, fuera quien fuera, con Sesshomaru Taisho no existían amigos o enemigos; solo obstáculos en su camino.

Identificando toda su ropa en un mismo lugar, salió de la cama desnuda al encuentro de lo poco que salió intacto, maldijo por lo bajo, (aunque nunca lo suficiente como para no escucharla), el no haber llevado algo más para el término del "momento", ciertamente no estaba preparada, sin embargo corregiría ese detalle para los encuentros posteriores.

Sesshomaru no se permitió parpadear, quitarle los ojos de encima le provocaba la sensación de quedar nuevamente a su merced. Lo que sea que había hecho para caer en esa situación lo había planeado, manipulado, y ejecutado sola. Si su opinión hubiera sido tomada en cuenta; jamás habría aceptado verse involucrado en una situación así con ella.

Tortuosa fue la espera hasta que ella coloco cada prenda, en paralelo a esa vigilia, su mente trabajaba a full imaginando los distintos escenarios que lo habían llevado junto a tan peculiar personaje a la cama y solo Dios sabia las cosas que habían hecho… él no recordaba nada…

…Porque tenía que ser ella, no estaba en sus planes, ahora ni nunca…

—Nuestro acuerdo comienza ahora Sesshomaru—Habló atrayendo la atención del hombre—, es tu derecho elegir los días y los horarios, yo me encargo del resto —sentada en la cama reviso con cuidado que su aguja estuviera intacta, no se torcería el tobillo por lo brusco que podía ser su socio en el juego previo. Se colocó los zapatos de tacón como toque final, estaba lista para partir.

Sus músculos se tensaron nuevamente, ella hablaba y él seguía sin entender, sus pulmones se inundaron de aire para exigir una explicación; cuando las luces de un vehículo iluminaron su ventana, siguiendo la luz las miradas se cruzaron exponiendo lo peligroso de la situación. La de él ardía, volviendo aquel pasivo ámbar en oro liquido; bailando al compás del abrazador fuego que lo carcomía, estaba furioso, mientras que la de ella, aquel par de luceros se perdía en la infinidad del universo, para variar su cuerpo estaba presente pero su mente no, aquel estúpido vehículo llamaba demasiado su atención.

— ¡Rin! —Demando una explicación, ella no se marcharía hasta aclarar sus actos.

—Lee el contrato Sesshomaru… cuando estés más tranquilo, hablaremos. —No le temía, lo conocía lo suficiente para saber que no reaccionaba jamás sin pensar.

Sin mirar atrás; Rin abandonó la habitación, luego de cerrar la puerta el valor la abandonó, y como pudo corrió en puntas de pie agarrando su sobre en el camino y dejando el dichoso contrato en la mesa de centro, sabía que en cualquier momento Sesshomaru podía salir de la cama; obligarla a volver y sacarle a la fuerza todo lo que fuera información, pero ya había dado el paso más difícil, el primero, solo debía mantenerse firme, apegarse a su plan, volverse religiosa; para rezar mucho, y que el hombre cumpliera; después de todo , había sido el documento formulado para que ambos ganaran, él sin recordarlo; puso sus términos.

Corrió al vehículo y antes de subir; creyó verlo de pie en el ventanal, se subió y partieron de inmediato, llegaría a su departamento tomaría una ducha, recuperaría fuerza y al día siguiente enfrentaría la prueba más grande de todas.

…SXR…

No podía negarlo; estaba totalmente confundido, siempre pensó en ella como alguien ingenua, susceptible, frágil, con cierto desequilibrio emocional y psicológico; pero incapaz de hacer o desear mal, una niña de sueños locos; con unicornios azules, una mujer fuerte, centrada con carácter y principios.

…¿acaso se había equivocado?…

Se levantó de la cama, colocó un pantalón y pensó en salir a buscarla, tomarla del cabello, arrastrarla hasta la casa y sacarle la adivinanza a golpes… por un momento que lo dejó asqueado… se excitó.

Vio el documento en la mesa de centro, lo vio como si lo rodeara veneno, no pudo acercarse, lo que contenía el montón de papeles; era su cordura, ese límite que no deseaba cruzar y menos por culpa de ella.

Lo dejó en la mesa, no intentó tocarlo.

Se tiraría en su cama e intentaría recordar de a poco, si iba paso a paso, tal vez sabría; como llegó a esa situación.

El día en la empresa había sido duro, no más que otros días pero si lo suficiente para que al terminar la semana; fuera por una copa, odiaba el alcohol, todo lo que interviniera con el control de su yo; era un enemigo acérrimo. Ahora no podía confiar más que en su fiel control, pensó nuevamente en el dichoso contrato, eso había escapado a su control, ¿Cómo lo había hecho la mujer para que firmara? ¡Un momento! ¿Había firmado…?

Se levantó de golpe y en medio segundo llego a la sala, el veneno se había disipado, había recordado… el firmó.

No obstante se abstuvo de mirar, no quería confirmar la manipulación de la cual fue presa y al parecer; una muy fácil, cayó sentado en su sillón, preguntándose porque ella lo había manipulado, que ganaba, todas las respuestas estaban frente a él, tenía que leerlo pero no quería, ella no era así, al menos él no la conoció así, luego de que sus padres murieran y ella heredara todo a corta edad, desapareció en pro de sus estudios pero a su vuelta a Japón, era otra, una mujer… versión femenina de él.

Intentó levantarse; pero un agresivo flash de imágenes sin lógica se filtro en su pupila, desestabilizándolo.

Él de espaldas en la cama, mantenía a Rin afirmada de las caderas, marcándole de esa forma el ritmo a seguir, ella gemía dejándose llevar por el placer, sus ojos cerrados demostraban la entrega del momento, el éxtasis final llegaba a la par, ambos con los ojos cerrados exhalaban con fuerza antes de desfallecer.

Cayo sentado en su sofá, abrumado y confundido ante lo que vio, agradeció que en la oscuridad de su casa, podía moverse como un hombre ciego, camino sin problemas hasta la barra de su bar, odiaba los cambios y su casa desde el inicio lucia igual, un centímetro fuera de lugar y él veía su rutina desmoronarse.

No imaginaba que sucedería una vez que recordara el contenido de los papeles.

Se sirvió una copa de Nihonshu, y espero paciente su efecto de sopor, no quedaba mucha noche y no deseaba dormir, aguardaba por su cordura y si ella decidía volver; él estaría despierto para el desagradable encuentro.