¡He volvido! (?) Lo siento, es que me deprimí terrible, me fui de mi ciudad escapando de los estragos de mi cuarentena y mi computador se murió en el proceso, además tuve que trabajar en lo real. Así que comprenderé que comprendan mis excusas (?) Quiero darle las gracias a todas las que han leído y se declaran fan de la historia (y de Anko), ¡las amooo!

Como estuve tanto tiempo sin interactuar con Reina, volví con todo y escribí casi 7,5 mil palabras. Aún no entiendo cómo pasó esto.

Películas cuyos soundtrack usé para inspirarme, cosa que nadie pidió: La La Land, Dr. Strange, Birds of Prey, Orgullo y Prejuicio, para que se hagan una idea de lo esquizofrenico que es este cap.


La Reina de los Fracasados.

Capítulo XVI: Yamanaka Inoichi II


—Despierta, dormilona —oyó de pronto, abrió un ojo para comprobar que ya había amanecido por completo. Los sonidos la mañana empezaron a llegarle a los oídos y los olores de un balanceado desayuno le acariciaron la nariz para invitarla a la cocina, su entrecejo se frunció molesto y se quitó las sabanas de encima para ir a descubrir en qué realidad se encontraba inmersa—. Shizune —la llamó nuevamente esa voz masculina que tanto conocía. La morena entornó los ojos y frunció la boca mirando a su alrededor, era una réplica ridícula de su habitación, por lo que no había nada conocido con que golpear a Anko. Sí, Anko, porque no había nadie más psicópata que ella capaz de torturarla con una réplica de Genma en sus propios sueños. Tomó una estatuilla dorada de Tonton que estaba sobre una mesita, la cual no existía en la realidad, y aguardó hasta que el hombre apareciera en el umbral de la puerta—. ¿Shizune? Las niñas te están esperando.

¿Niñas? Shizune quedó pasmada. El brazo que sostenía la falsa estatuilla de Tonton cayó pesadamente a un costado. Genma apareció y le sonrió. Lástima que era muy parecido al real, porque era una lástima romperle los dientes. Volvió a empuñar con fuerza al Tonton de oro, pero dos niñas aparecieron y le abrazaron cada pierna.

—¡Shizune! —gritó una. La morena notó las marcas Inuzuka en cada mejilla de cada niña. Anko esta vez se había sobrepasado en todos los límites con creces—. Papá dice que nos apuremos, mamá vendrá por nosotras luego del almuerzo.

—¿Mamá? —dijo incrédula, claramente Anko quiso darle ese toque realista a esa visión que estaba teniendo, y como sabía que ella era infértil, y a su amiga le gustaba golpearla directo en las tetas, había decidido que Hana sería la madre de las esperadas hijas de Genma.

—Sabes que Hana es muy estricta en los horarios… —dijo Genma falso encogiéndose falsamente de hombros. Ella decidió que era el momento de patear a cada niña tan lejos como sus fuerzas se lo permitieron y golpear a Genma en la mejilla con el Tonton dorado, toda la familia de Hana desapareció en una nube de humo en un segundo. La estatuilla se hizo polvo entre sus dedos y ella volvió a despertar con la mejilla descansando en su almohada. O al menos eso creía. Estaba todo oscuro y estaba todavía confundida y aturdida. No le había agradado patear a unas niñas inocentes, por muy inexistentes que fuesen. Puso sus pies en el suelo, estaba helado y supo que no estaba en su hogar. Su piso era de madera y este era de una fría cerámica que le provocó un escalofrío profundo que terminó por despertarla por completo. Se preguntó dónde estaba y si era real o no, si Anko realmente estaba detrás de esa ilusión, o si solo había sido una pesadilla. Y si fuese este último caso, Shizune estaba detestándose a sí misma si soñaba tal estupidez sin ayuda de su amiga. Frunció la boca y decidió que mejor debía investigar, y decidir si era real o no sobre la marcha. Se acercó a la puerta sigilosa y espió, estaba en un amplio apartamento y con bastante estilo, un lugar donde jamás había estado. Se asomó y decidió adentrarse en este mundo extraño.

—¿Anko? —la llamó con un susurro, con la esperanza de encontrársela riéndose de ella.

—¿Shizune? —le respondió en cambio una nueva voz masculina—. Disculpa si te desperté, no suelo dormir mucho durante las noches.

Inoichi estaba sentado en un amplio sofá negro el cual contrastaba en demasía con los tonos madera oscuro que moraban su apartamento. Imaginaba que el rubio maduro había despertado a causa de un dolor de espalda por la forma tan recta de sentarse, además de estar frotarse la nuca con insistencia. Quiso sonreír, era agradable estar bajo el hechizo de un hombre maduro, pero no sabía si estaría sonriéndole a una falsa visión de lo que sería el rubio o realmente había llegado allá. Piensa, Shizune, ¿cómo diablos había llegado allí? Debía encontrar una pista que le indicara que estaba dentro de un sueño. Aunque ya había despertado una vez, ¿es que podía haber sueños dentro de otros sueños?

—¿Quieres agua o algo?

—Agua está bien —le respondió quedamente al padre de Ino. Lo vio adentrarse en la cocina con paso sereno, como se imaginaba que un padre se comportara luego de criar a su hija en completa soledad. Así que estaba en casa de Yamanaka, si esto fuese real, debería sentirse halagada de haber sido invitada a sus aposentos. No vio ninguna estatuilla de un cerdo dorado en ninguna de las mesas, por lo que debía estar en la realidad. Suspiró un poco más tranquila, ahora solo debía recordar qué había pasado antes de caer en ese lugar, así que se abrazó a sí misma como si estuviera dando ánimos…, notó una tela distinta envolviendo su cuerpo, era más gruesa de lo normal. Miró hacia abajo y notó que llevaba una camisa blanca con un pequeño cerdito estampado en el pecho. Era Inoichi, ese cerdo amarillo podía ser una mera coincidencia y no un indicio que estaba soñando o viviendo una ilusión de su mejor amiga psicópata. Lo siguió hacia la cocina y vio su espalda ancha frente al grifo, le dieron ganas de ir y tirarle de esa larga cola de pelo rubio, no sin antes jugar con las hebras entre sus dedos, concéntrate Shizune; se dijo, algo debía decirle qué era real y qué no. Inoichi pareció leerle los pensamientos y se volteó con el vaso lleno de agua que contenía una rodaja de limón flotando elegantemente; no, seguramente no había leído nada—. Hoy no estás sensible, ¿verdad?

—No —replicó risueño—. No he tenido turno desde la otra noche. No te pareció importar esa vez, según recuerdo.

La morena apuró el agua saborizada con limón. Al día al que se refería, ella había mezclado el desamor hacia Genma y su licor favorito como si estuviera haciendo un ritual para poseerse con la esencia del castaño y poder así comportarse como él.

—¿Ino?

—Está de viaje, no te preocupes —la respuesta no la dejó tan contenta. Si bien no iría a ver a la rubia llegar y encontrársela como su nueva madrastra, y definitivamente no tendría que explicarle que no era novia de su padre ni lo sería en un futuro cercano, no le servía que el silencio se hubiese cernido nuevamente sobre ellos. Inoichi era demasiado para ella, sus ojos azules intensos, su porte y altura, y su voz. No, debía salir corriendo de allí. Había algo en su década de diferencia y en su paternidad que la hacía incompatible con él. La mala suerte era darse cuenta de eso ahora que había despertado en su habitación. ¿O era todo un truco de Anko para que se diera cuenta?

—No recuerdo mucho. —Obviamente él la había secuestrado y le había puesto esa camisa con un cerdito—. ¿Podrías refrescarme la memoria? Realmente quiero saber por qué estoy vestida así.

—¿Quieres que te lo diga o que te lo muestre? —Claro, Inoichi era el jefe de la División de Espionaje y podía meterse a tu mente y jugar con sus neuronas como se le diera la gana. Shizune sonrió, aun si él también viera todo lo que había pasado entre los dos y todos los acontecimientos que la llevaron a este lugar, prefería que fuese sin palabras. Con un gesto le indicó que podía acercarse a jugar con su mente—. No te dolerá si me dejas entrar —dijo con una voz conciliadora y se le acercó y cubrió su frente con una de sus grandes manos. Se estremeció ante su tacto.

—¿Está bien así? —dijo refiriéndose a que si realmente estaba dejándolo entrar como él pidió, porque no sabía qué estaba haciendo.

—Sí, está bien —respondió divertido, sus ojos visitaron rápidamente sus labios antes de volver a verla a los ojos, y finalmente los cerró, concentrándose para hacer una lectura como las que hacía en el Cuartel. Sintió que ese movimiento había sido bastante erótico como para que Anko estuviera detrás de él. Si no estuviera dentro de un control mental, seguramente se lanzaría a los brazos y lo besaría. Inoichi rio con la boca cerrada—. Podría hacerlo si quieres.

Mierda. No, sigue; le dijo entre pensamientos. Shizune se quedó en blanco, sin ganas de contaminar su lectura en demasía. Su mente maldita pensó en el día que salió a juntarse con Izumo a ver su nuevo apartamento en el Complejo de Fracasados, sus manos sudaron; pésima elección de pensamientos cuando quería apagar su mente, puesto a que le estaba diciendo directamente de sus intenciones de ser la señora de Yamanaka en sus inicios como persona sexual. De pronto, la atacó un sueño profundo, y aunque sintió que el fuerte agarre de Inoichi la sostenía, también sintió vértigo y una sensación de caer desde un precipicio. Shizune volvió a despertar, esta vez iba caminando por un pasillo oscuro y lo único que sonaba era el paso continuo de sus tacones resonar en las paredes húmedas, le llevaba unos documentos a Anko desde la Morgue. En su mente sus neuronas se tomaron de sus dendritas para mandarle un impulso nervioso y hacerla recordar. Anko había rechazado todos los informes que ella le había enviado con el fin de hacerla venir ella misma. Shizune no era capaz de hacer tantas cosas en un día, por lo que las exigencias de su amiga estaban hartándola. La había acompañado a la redada en la Casa del Té, la había llevado a comer a la casa de los Akimichi para que evitara a toda costa no poner ojos sobre el rubio, pero luego de unas semanas, Shizune había dejado de contestarle los recados y mensajes porque se había abstraído de todos y todo. No quería salir al mundo exterior porque Anko siempre llegaba y le recordaba que: —Genma está con Hana en la Arena y ¿tú no estás acostándote con nadie?

—Estoy trabajando —resolvió seria, las ojeras debajo de cada ojo eran prueba de ello—. ¿Qué tienen de malo los informes que te mando?

—No los traes tú. Te extraño, ¿sabías? He visto más a la amargada que a ti, y eso que viene novio. No como tú.

—Suzume no tiene novio —replicó—, que salga a veces con Baki de la Arena no significa que tenga novio, déjala tranquila.

—Eso no es lo que me dicen mis informantes.

—¡Vivo con ella!

—No te está diciendo todo…, y eso que le das hospedaje, ¿qué clase de amiga es?

—Solo toma el informe —dijo cansada, sabía que debía dejar de esconderse detrás de una pila de trabajo y salir al mundo otra vez. Y entendía que los métodos de su amiga eran literalmente sádicos, así que luego de ese percance iría a dormir e invitaría a Suzume a comer algo en la Casa de Muñecas. Saldría de su cascarón de a poco, con lo vulnerable que estaba podría abalanzarse sobre Iwashi si se pasaba de copas, aún si a él se le saliera la cerveza por la nariz de la impresión.

—No es para mí.

Shizune frunció el ceño.

—¿Para quién es?

—Lo quieren en el Cuartel de Espionaje y Tortura, solo fui la que lo mandó a pedir para ellos. Saben que soy tu mejor amiga, así que me pidieron el favor. —Shizune respiró hondo para no terminar metiéndole el informe por la boca—. ¿Y bien? Tengo trabajo por hacer.

—No tengo tiempo para ir hasta allá.

—Será fácil, solo tomas ese pasillo oscuro y luego doblas a la izquierda —indicó su amiga, señalando el pasillo más lúgubre de todos como si se tratara de un simple paseo por el parque. Sus entrañas se le apretaron con lo que le esperaba al final del túnel. Respiró hondo, era solo un pequeño desvío… No, era el problema de Anko—. No me mires a mí, yo no puedo ir… Sabes la historia que tengo con Ibiki.

—Pero yo…

—No pierdas más tiempo, solo anda… —le dijo su amiga, negándole su derecho a explicar sus propias razones del no querer ir, las cuales eran igual de válidas que las de su amiga psicópata ya que solo tenía que reemplazar el nombre de Ibiki por Inoichi. De esta forma, Anko la empujó hasta el pasillo lúgubre y la dejó allí, pero al ver que no se movía, su mejor amiga psicópata le pinchó un glúteo.

—¡Sabía que Anko estaba detrás de esto! —gritó la morena para sus adentros. Ese pinchazo debía significar algo.

—¿Qué hiciste? —le dijo en cambio la Shizune de sus recuerdos.

—Tenías una araña. —Sabía que mentía, pero no quiso decirle más. Debía tener cuidado con la cercanía que tenía con ella, era una loca con demasiado poder. Ese pensamiento lo recalcó la Shizune que ahora revisaba los recuerdos junto a Inoichi.

Empezó a caminar por el pasillo oscuro con un escalofrío recorriéndole la espalda, se volteó luego de un par de pasos, pero su amiga ya no estaba en la puerta del pasillo, se había esfumado como todo lo demás. ¿Arañas? Ni siquiera ellas moraban ese horrible lugar. Se enfocó en su respiración y en el sonido de sus tacones, no era nada más que el miedo que le generaba ver a Inoichi cuando estaba completamente cuerda y para nada poseída por la esencia de Genma y su gusto a licor de café. La luz al final del pasillo estaba a unos cuantos pasos cuando sintió la primera oleada de calor que le recorrió el cuerpo, en ese momento lo atribuyó a su nerviosismo, pero la Shizune que estaba reviviendo ese momento sabía que era a causa del pinchazo que había sentido anteriormente.

—Señorita Shizune, qué gusto verla. ¿A qué se debe su visita? —Vio que Aoba se le acercaba con una sonrisa. Shizune lo saludó con el mismo entusiasmo.

—Vengo a dejar un informe que pidieron en la Morgue.

—Por aquí, por favor. —Aoba la guio por otro pasillo y por otro, y por otro, hasta que a la morena le dio vueltas la cabeza. De pronto la envolvió un cansancio abrumador y los parpados le pesaron más de lo normal. Intentó seguir el hilo de la conversación con el fotosensible Aoba, pero él hablaba en un ritmo muy acelerado para sus neuronas drogadas. Terminó asintiendo a todo lo que él le decía—. ¡Deberíamos salir unos de estos días! —dijo él y ella asintió con la cabeza, él la miraba incrédulo—. ¿Entonces si quiere salir conmigo? —Sí, afirmó ella, enfocándose con todas sus fuerzas a no perder el pie y caerse con esa somnolencia repentina que estaba atacándola mientras pensaba que debía dejar de trabajar tanto—. Espero que a Genma no le parezca mal.

—¿Por qué si está con Hana? Sabemos cómo es Genma.

—Sí, tiene razón. Por aquí. —Aoba abrió una última puerta y reveló una habitación más oscura que el pasillo, con una única iluminación en el centro donde estaba siendo leído un prisionero, el cual estaba amarrado por cadenas gruesas desde todos los ángulos: cuello, torso, piernas y brazos. Se veía un prisionero bastante fornido, sus ojos estaban enmarcados con unos tatuajes difuminados por el tiempo y su cuerpo estaba tatuado por varios cortes mal cicatrizados. El prisionero aun seguía peleando contra los uniformados que lo rodeaba para extraerle los secretos a pesar de sus amarras, encabezando toda la parafernalia estaba Inoichi y ella le sonrió porque estaba repasando lo que había pasado entre ellos dos en ese baño sucio de aquella taberna. Estaba más serio de cómo lo recordaba, cuando estaba jadeando en su cuello y ella lo veía en el reflejo del espejo. Trató de mantener la compostura, a lo que se puso a mirar su informe escrito con letra poco prolija ya que era la cuarta versión de lo mismo—. La señorita Shizune trae el informe del otro prisionero.

Al decir el número del prisionero al que le había quitado todos los órganos, pesado y dejado cada uno en pequeñas bolsas de plástico, había concluido que su gran tamaño y fuerza eran a causa de una sustancia de origen desconocido y no a causa de su genética; el prisionero vivo que estaba mirándola gruñó, gritó que se trataba de su hermano y empezó a tirar de sus cadenas sin mucho éxito. Shizune no perdió el temple puesto a que algo en la droga que Anko le había inyectado estaba haciéndola reírse de todo. Incluso si era consciente de que los grilletes de las cadenas estaban debilitándose con cada provocación que recibía el prisionero, pero en ese momento estaba perdida en los ojos azules de Inoichi, en su porte y en ese uniforme que le enmarcaba el pecho de forma magistral. El resto de las personas estaban extrañados por la actitud relajada que había adquirido la asistente morena de la Quinta. Lo que el resto de los uniformados manejaba de ella era que Shizune normalmente era una persona bastante confiable y estricta en su trabajo, por ello era capaz de mantener tres trabajos distintos al tiempo, pero la persona que se había presentado ante ellos era una somnolienta y risueña que no se tomaba enserio su trabajo, y que se comía al jefe rubio con la mirada. Anko debía ser más precavida con las drogas que le inyectaba a su amiga.

—Luego de un examen toxicológico he concluido que no se trata más de un abuso de narcóticos, posiblemente desde la infancia. El gran tamaño se debe a un abuso de esteroides, pueden chequear el tamaño de sus genitales —añadió anecdóticamente—. Son pequeñitos —susurró a Aoba y se aguantó una risita. El aludido solo se rió un poco incómodo.

—Shizune, ¿te encuentras bien? —preguntó Inoichi, a su lado la morena notó que Tonbo estaba mirándola fijo desde el puesto de mando, él estaba encargado de mirar entre los recuerdos del prisionero y derivarlos hacia un detector para que el resto leyera lo que había visto. Tonbo parecía no dar crédito a la Shizune que estaba viendo en ese momento, tan ida y distinta a lo que él recordaba de la morena, en sus recuerdos era una mujer seria aun si también era serena. Ella se rió y saludó a su antiguo compañero del piso seis del Complejo de Fracasados con un gesto con la mano.

—Claro que sí.

Oyó las cadenas del prisionero una última vez, un segundo después los eslabones extremos de la cadena habían cedido y roto por completo. Shizune frunció el ceño y esquivó un barrido de la enorme mano del prisionero echándose burdamente hacia atrás, justificaba su actuar porque ella había sido la que había cortado en pedacitos al hermano del pobre y enorme hombre. Vio cómo los demás uniformados cargaban hacia el enorme prisionero del país de la nube con una rapidez que a ella le faltaba, en un segundo estaban en un lugar y en un pestañar ya habían desaparecido. Trató de concentrarse, cerrando varias veces los ojos fuertemente pero no pasaba nada cada vez que los abría, seguía igual de mareada y somnolienta, y el tipo cada vez estaba más cerca. Calculaba que, con un solo manotazo, el prisionero la mandaría a dormir, aunque luego de ver la cantidad de esteroides en la sangre de su hermano, dudó y se quedó parada esperando el golpe. El prisionero se ofendió cuando la morena se echó a reír, ya que seguramente estaba repasando los análisis del hombre idéntico a él en su mente. Según Shizune, con un conteo de esteroides tan alto, seguro no iba a hacerle daño. En el segundo que la mano gigante del sujeto iba a golpearla, todo el aire de sus pulmones salió expulsado. No había sido el prisionero, sino un ANBU salvaje que había aparecido para salvar el día.

—¿Te encuentras bien? —dijo una voz femenina, por el pelo morado lacio y largo supo que se trataba de una de las tantas exnovias que se le conocían a Genma, ella se llamaba Yuugao y era una de las pocas que había optado por cambiar de novio y unirse al enfermizo Hayate como novio definitivo. Decían que ella había elegido al amoroso maestro de las katanas al darse cuenta de que no sacaría nada con liarse con el mujeriego de Genma. Había elegido bien—. ¿Shizune?

—No necesito tu ayuda, tengo todo bajo control —dijo Shizune con una voz arrastrada, parecía ebria pero no lo estaba. Podía pensar claramente, pero tratar de verbalizarlo era su gran problema. La mujer era bellísima por lo que había visto en unos archivos, puesto a que al ser de una organización super secreta era imposible verla como civil en un día normal. Si le preguntara en ese momento por qué la conocía con tanto detalle, ella respondería sin pelos en la lengua que había pasado un día completo haciendo una investigación detallada de cada una de las exnovias de Genma. Necesitaba saber cuál era el tipo de mujer a la cual él se sentía atraído, el resultado: todas eran preciosas y voluptuosas, dejándola a ella sumida en una depresión profunda en la que solo se digno a salir de su cuarto a orinar.

—Estoy segura de que sí —le respondió ella por mera cortesía. Examinó rápidamente sus pupilas e informó a su superior la situación—. Está drogada.

—Claro que no —resolvió la morena entre los brazos de una novia más digna que ella para Genma.

Shizune se perdió en el diseño de la máscara de la mujer a pesar de que todo se estaba volviendo un caos a su alrededor. El prisionero tenía la habilidad con el rayo, por lo que con los ojos resplandecientes en ese lugar oscuro cargó contra los uniformados que tenía en frente y los electrocutó con un solo golpe de su puño. Tonbo había caído de los primeros al suelo y el hombre rabioso había puesto un pie sobre su espalda a modo de victoria. Fue en ese entonces que Inoichi paralizó al gigante con un certero movimiento de manos, y aun si el ambiente estaba repleto de rayos luminosos, Shizune era ajena a todo ese ajetreo. Tuvo la necesidad de quitarle el antifaz de cerámica a la exnovia de Genma para poder mirarla directo a los ojos y preguntarle cuál había sido la clave de cambiarlo por otro espécimen mucho más adecuado para la monogamia. La mujer cayó en cuenta de sus intenciones con su identidad secreta y le tomó la mano delicadamente a la morena. Shizune se contrarió y decidió irse por donde había venido: gateando por el túnel oscuro y lúgubre hasta Anko. Otros uniformados entraron a la habitación y comenzaron a encadenar al prisionero de vuelta a su lugar, aprovechando de que seguía aturdido y doblegado ante el rubio. Fue entonces cuando Shizune abrió los ojos y volvió al apartamento de Yamanaka. Ambos estaban sentados en el suelo.

—Después de eso te desmayaste —susurró el rubio, acariciando su rostro con las yemas de sus dedos—. Así que no tienes más recuerdos que te pueda mostrar. Aparentemente, Anko te dio una dosis más alta de lo recomendada.

—¿Qué pasará conmigo?

—Nada —dijo quedamente—. Se archivó como un caso aislado. Después de todo, tienes tres trabajos.

Shizune pasó saliva y se incorporó para salirse del tierno agarre del rubio que ya le había roto el corazón hacía mucho. Era lo que le había dicho Anko allá en la Casa del Té, no debía mirarlo a los ojos porque podría caer en sus juegos mentales fácilmente, además sería imposible para ella quitarse de la mente esa visión del patriarca Yamanaka siendo iluminado por los rayos en ese ambiente húmedo y oscuro, una imagen bastante galante de él que serviría posteriormente cuando estuviera sola en su habitación. Shizune trató de aclarar su mente con respecto al rubio cuando notó un detalle que no había sido explicado en detalle: la camisa con estampado de cerdo que llevaba puesta.

—¿Por qué estoy en tu apartamento y por qué llevo esta camisa?

—Es difícil de explicar —resolvió él—. Anko y yo te trajimos. Conozco el efecto psicotrópico de la droga, podía ayudarte fácilmente a pasar por los síntomas con las habilidades de mi clan, y Anko temía que se supiera que te había drogado. Ella salvaba su pellejo y yo podía verte dormir… —dijo con una sonrisa torcida—. La camisa te la puse cuando sudaste por completo tu ropa. La tengo en la secadora, si la quieres.

—Sí, por favor —resopló pasando la información como si se tratara de algo intragable. Maldita Anko y sus decisiones. Inoichi acató y fue a la secadora por las pertenencias de la morena, estaba claro que él seguía con sus pretensiones de cumplir los deseos de la señora Akimichi. Como la matriarca misma había dicho en la cena que había servido en el amplio patio de su casa campestre: ellos hacían una pareja de ensueño. Luego de ese comentario, ella había huido y deambulado por el bosque hasta que se sirvió el almuerzo. Sentó a Anko a su lado aún si las etiquetas de papel lo nombraban a él como su acompañante y había culpado al viento por la confusión y las etiquetas perdidas. Inoichi no había dejado de mirarla en lo que duró el almuerzo y era la misma mirada que habían compartido sentados en el suelo momentos atrás. Su mente volvió a imaginarlo a su lado, en uno de los tantos almuerzos de la señora Akimichi, pero como su esposa. En un sentido eran una pareja de ensueño: él se había hecho la vasectomía y ella era infértil, además de que la hija de él la veía como algo parecido a una figura materna. No tendría que preocuparse más de la renta y podría dejar que Suzume eligiera el tema de la boda. Su corazón se aceleró cuando se volteó y vio al dueño de casa aparecer con su ropa. Algo le decía que además de secarlas, también las había lavado. Tenía sentido si había criado solo a Ino. No era un fracasado, era un hombre maduro que quizás había pasado tanto tiempo solo que tenía un cierto rechazo a agregar más personas a su vida con su única hija. Shizune sabía que estaba entrando en un terreno de mucha especulación, pero ya no era la mujer del Complejo de Fracasados, por lo tanto, como Inoichi ya no era fracasada. Sabía que ya no temía de los poderes mentales de su clan. Si tan solo pudiera decirle lo que todavía no estaba claro para ella… Sintió el tímido piar de unas aves a la lejanía, el polen disuelto en el viento que le rosaba las mejillas al andar y las ramas de los pequeños arbustos que trataban de impedir que fuera a encontrarse con ese hombre rubio. No había llevado a Anko a la fiesta en casa de la señora Akimichi, y no había nadie más que ellos dos en el bosque. Inoichi le sonrió y ella sin dejar que él dijera algo, se abalanzó a sus labios. Lo besó colgada de su cuello mientras él envolvía si cintura con sus brazos.

—Shizune, despierta. —De pronto la cara de Inoichi entre sus brazos era la de Anko—. Ambas trasnochamos y nos emborrachamos, pero no te quedes dormida en la mesa. ¿No ves que me avergüenzas?

—¿Anko? —preguntó somnolienta. Estaban en el almuerzo dominical de los Akimichi y el papel que tenía escrito el nombre del rubio seguía arrugado en su bolsillo.

—Límpiate esa saliva. No volveré a poner alcohol en tu bebida, estás siendo imposible.

—Perdón —resolvió la morena con pesar, tomó una servilleta y se limpió la comisura de su boca como si estuviera limpiando rastros de comida. Esperaba que nadie la hubiese visto desmayada sobre la mesa mientras estaba en un interminable sueño que conectaba con una pesadilla. Hana estaba con Genma en la Arena, haciendo hijos o no, eso no era incumbencia de ella porque ella no era su novia y solo habían compartido un par de inolvidables días juntos, pero eso él lo hacía con todas. No iría a sorprenderse si estaba ilusionando a una nativa del desierto con sus encantos en este mismo momento. Sí, olvidar a Genma era su plan. Más allá estaba Inoichi, mirándola de cuando en cuando mientras conversaba con Shikaku. Entre ese momento y su encuentro en el baño de la taberna había transcurrido poco más de un día, y ninguna estatuilla o camisa con estampado de Tonton le indicaban que estuviera dentro de un sueño. Además, el que Tonton estuviera ausente le daba extremo realismo a su situación actual, puesto a que incluso si Chōza le hubiese prometido que no habría cerdo en el menú de aquella velada, nadie le podía asegurar que su esposa siguiera las indicaciones de alguien que no cocinaba y que solo comía. Sí, finalmente había despertado del encanto de Inoichi y Genma.

Miró lo que tenía en el plato de enfrente y sintió ganas de vomitar. Veía cómo los Akimichi seguían engullendo como si aún tuvieran hambre, por lo que los platos seguían saliendo de la cocina en un desfile infinito de opciones culinarias. Shizune apartó su plato y vió cómo Anko se entretenía con la langosta que estaba cercenando.

—¿Te diviertes?

—Creo que me casaré con un Akimichi: tienen dinero y comida. La belleza pronto será algo inexistente.

—Me parece un buen plan… —replicó su amiga con una sonrisa. Si Anko era feliz, ella era feliz.

—¿Tú seguirás huyendo de Inoichi? También es rico, y además es bello, aunque ya dejamos claro que eso no importa. Lo malo es que no puedes amarrarlo para toda la vida con un pequeño hijo rubio. Ya sabes, por su vasectomía…, bueno, eso no te importa a ti, tú eres infértil —resopló corrigiéndose a sí misma—. En fin… Quizás la señora Akimichi tenía razón y sí son una pareja de ensueño. Además, el sueño de Ino es que te folles a su padre permanentemente.

—Creo que es tiempo de probar a alguien más —dijo sirviéndose agua y mirando de reojo al rubio. Estar con el jefe del Cuartel de Espionaje y Tortura debía ser algo demasiado cansador, ya que constantemente tenía turnos de noche y cuidar de su sensibilidad luego debía ser estresante. También tenía esa gran familia junto a él de la que ella jamás se sentiría parte. Nunca iría a compartir una comida con la señora Akimichi o un té con la señora Nara. Sus temas de conversación serían respecto a los hijos de todos y cómo todo calzaba y tenía sentido por la antigüedad de sus clanes. Ella no venía de una tradición ni linaje importantes. Se imaginó a sí misma callada en una gran mesa sin nada que decir. Era una extranjera. Se sonrió a sí misma, prefería pasar sus días con Anko y Suzume, y comentar el nuevo chisme que la primera traería.

—Te felicito, perra. Es lo mejor que puedes hacer —ronroneó su amiga, cortando la cola de la langosta como si se tratada de un palillo. La morena podía ver que su amiga disfrutaba de todo lo relativo a lo sádico. Y no sabía si lo había sacado de su maestro o su exnovio, y hablando de Ibiki, se preguntó qué era lo que le faltaba a ella para olvidarlo. Tenía a Iruka, o eso pensaba. Abrió la boca para preguntarle, pero su amiga cambió de semblante en un segundo—. ¡Rápido! Tómame la mano que viene la señora Akimichi —indicó Anko a lo que Shizune acató con urgencia. Ella se recostó en el hombro de la maestra psicótica de las serpientes y se rio sonoramente. Anko a su vez le tomó la mano mientras que con la otra mano masajeaba la mejilla de la morena con restos de interiores de langosta.

—¿Todo bien por aquí? —preguntó la señora con una sonrisa. Sin importar lo que hicieran ellas dos, la señora de Chōza haría caso omiso de la proximidad de las dos mujeres y lanzaría uno que otro comentario con respecto a Inoichi—. Esta por salir el postre de la cocina, espero que todavía tengan espacio para él, es uno bastante dulce así que serviremos café con él… Querida Shizune, ¿aún no has hablado con Inoichi? Sé que él se muere por hablar contigo.

—No he tenido la oportunidad —resolvió ella con una risita nerviosa.

—Sí, no sé por qué no se nos ha acercado —indicó su compañera con una sonrisa amplia, acariciando más de la cuenta a la pierna de la médica. La señora Akimichi eligió no ver esa demostración clara de cariño.

—Haré que lo haga, no se preocupen —dijo la mujer mayor con determinación—. Nadie se va de estos almuerzos sin su respectiva pareja.

—Estoy segura de que nosotras no lo haremos —remarcó Anko a lo que Akimichi solo le dedicó una sonrisa incómoda.

—Disculpa, ¿qué? —dijo la señora.

—¿Qué? —dijo la psicópata.

—Bueno, si están por servir el postre, iré a caminar un poco. Estoy encantada con los terrenos que tienen —dijo la morena para suavizar el ambiente. Supo enseguida que la señora le estaba agradecida y casi podía leerle los pensamientos entorno a la otra mujer, ya que nadie la había invitado y estaba ahí sentada comiéndose una langosta.

—Claro que sí, claro que sí. Te puedo recomendar que vayas en esa dirección —dijo la señora—. ¡Es muy romántico cuando está atardeciendo! Pasará dentro de poco, quizás podrías ir acompañada más tarde. Sé de alguien que podría ir contigo… —completó muy coqueta.

—Pues…

—¡No se diga más! Iré inmediatamente a decirle a Inoichi que…

—¿Cómo se cocina una langosta? Está muy rica —dijo la intrusa, pasando groseramente la lengua sobre sus dientes delanteros. No tenía modales, o si los tenía, no estaba interesada en seguirlos al pie de la letra. Solo un hombre estricto y cuadrado podría quizás encontrarlo sorpresivamente atractivo. Shizune imaginó que Ibiki estaría igualmente asqueado y excitado al verla destrozar esa pobre langosta puercamente; tomando este último pensamiento, reemplazó a Ibiki por Iruka y pensó que el maestro no sería capaz de ver esas actitudes obscenas porque la estaría viendo a ella como persona completa. Deseaba que su amiga se diera cuenta y regresara a los brazos del maestro.

—¡Oh! Podría mandarte la receta si quieres —respondió la señora, tenía urgencia por irse a chismosear y darle información esencial a Inoichi, como si ella fuese una espía que trabajaba para él.

—¿Y el guiso? Me gustaría preparar algo así algún día.

—También te la podría mandar… —dijo un poco más exasperada y tomó asiento frente a la mujer cuando Anko empezó a explicarle cómo creía que se cocinaba, pero al comprobar que sus habilidades culinarias eran tan extensas como su conocimiento médico, decidió que era mejor salvar a esa pobre alma en desgracia y hacerla comer mejor, aún si sus intenciones celestinas se vieran retrasadas. Shizune podía visualizar a Anko como la hija adoptiva de la esposa de Chōza, encajando mejor que ella como la esposa de Inoichi. Aunque no supiera si Anko estaba actuando, o sobreactuando, su ineptitud en la cocina; sabía que lo estaba haciendo para que Inoichi no cumpliera con el cometido de la señora y Shizune así podría ser capaz de comer a otro plato, más joven y feo que el bello Yamanaka, porque a Anko le gustaban así.

Aprovechó el despiste y se adentró en silencio en los terrenos del clan. Paso a paso se alejó del bullicio de ese almuerzo tan largo que había logrado fusionar las horas de almuerzo y cena, donde había tanta gente invitada que había perdido la cuenta de todas las personas que la señora había invitado. Incluso había personas que en su vida había visto, todas pertenecientes al mismo clan. Según le había explicado la señora, ellos contaban con su propio universo dentro de la Aldea, y que ella hubiese tratado a su marido enfermo fue porque estaba con sus dos amigos y ellos decidieron llevarlo al Hospital, en vez de llamar a su médico Akimichi de cabecera. De todas formas, según sus propias palabras, había sido para mejor porque ella la había conocido. Shizune suspiró con ese último pensamiento, solo quería que la dejaran tranquila por un momento para poder respirar y entender hacia dónde quería ir ahora. No estaba acostumbrada a recibir tanta atención y ciertamente el que Genma se hubiese ido con Hana a la Arena había suscitado demasiada atención. Incluso empujándola a caer nuevamente en las redes de Yamanaka.

La morena decidió tomar un sendero distinto al que la señora le había indicado como medida de precaución, ya que no sabía si Anko habría podido cumplir su cometido por tanto tiempo. Saludó a un par de señores Akimichi que volvían por el postre luego de una caminata tranquila y encontró un pequeño lago donde varias parejas rollizas disfrutaban de los peces que chapoteaban ahí. La señora Akimichi debía ser la celestina por excelencia de su clan y la causante de que decenas de niños corpulentos nacieran todos los años. Shizune se sorprendió de las habilidades de la señora y decidió que debía darles crédito a todos sus esfuerzos de unirla a Yamanaka, puesto a que era una profesional. Y allí, en medio de todas esas parejas grandes, vio una cara conocida que la hizo sonreír. Raidō estaba sentado en una banca a un lado del sendero y alimentaba a unos gorriones con migajas de un pan que lentamente iba desmenuzando. Shizune sonrió, era normal para ella verlo retraído, e incluso un poco aburrido, intentando jugar sin mucho éxito al juego social.

—¡Raidō! —lo llamó cuando estuvo a unos pocos metros de la banca, cuando lo vio sobresaltarse se arrepintió de la efusividad con la que lo había saludado. Seguramente estaba decidido a pasar desapercibido por un par de horas más y poder irse sin pena ni gloria luego del postre—. Qué sorpresa, ¿qué haces aquí?

—Shizune —dijo él, los gorriones ya se habían echado a volar cuando ella tomó asiento junto a él—. Me invitó la señora Akimichi.

—A mí también —reconoció ella, se sentía bien estar junto a él en esa situación un tanto incómoda, y aunque ella había traído consigo a Anko para poder pasar mejor esa velada y estaba segura de que él habría traído con él a Genma de haber podido; ni Anko ni Genma habrían sido invitados directamente, por lo tanto, no tenían algo que la señora Akimichi quisiera enmendar. Notó que poco a poco las demás personas que estaba ocupando los asientos vecinos comenzaban a hacer la retirada para disfrutar del postre, lo que la llenó de una sensación más íntima en ese casi atardecer junto a su compañero de equipo, ya que podrían hablar con más libertades—. ¿Vienes seguido a estos almuerzos?

—Solía venir con Asuma y Kurenai, luego empecé a traer a Suzume… y después de eso dejé de venir. Estaba más ocupado. —Shizune notó que su voz estaba más relajada de lo normal, cosa que atribuyó al alcohol que corría sin parar a la par de los platos de comida. Además, hablaba tranquilamente de su excompañera como si ya no le doliese haberla perdido. No debería sentirse tan mal cuando el cuento con Baki saliera a la luz, punto positivo—. De alguna forma supo que rompí con Suzume, y como soy el único estudiante de Chōza que sigue soltero, quiso hacer de celestina y encontrarme una buena chica Akimichi de caderas amplias.

A Raidō le pareció gracioso esto último.

—A la señora Akimichi deberían contratarla como casamentera —dijo la morena como si estuviese diciéndoselo a sí misma y con un tono conspirativo. Un pez chapoteó en el estanque como si quisiera una miga de pan ya que los gorriones se habían ido a dormir y Shizune salió de su trance—. Tiene esta extraña obsesión de unir parejas.

—Creo que lo fue en su juventud. —afirmó él con lo poco que podía recordar de su infancia con Chōza—. ¿También quiere presentarte a un apuesto y grande Akimichi?

—No exactamente —respondió la morena para sorpresa del quemado—, quiere que sea esposa de Inoichi.

—¿Y eso es posible? —preguntó con una sonrisa torcida. Quizás recordaba la conversación que habían tenido a las afueras del Complejo de Fracasados, cuando él esperaba que Suzume llegara a pasar una velada con él en su apartamento y Shizune le comentaba lo confundida y ahogada que estaba con respecto al rubio, al castaño y al buen capitán Yamato. Seguramente había pensado que al fin la morena tendría una respuesta.

—No —dijo rotundamente—, creo que ya no quiero algo serio. Si pasa algo, pasará; si no, bueno, abriré una pequeña botica y me retiraré prontamente.

—Me parece un buen plan —replicó él y ambos se sumieron en un silencio que no les pareció incómodo. Finalmente, Raidō decidió hablar cuando vio que la última pareja Akimichi emprendía su camino de regreso—. ¿Quieres volver?

—Si veo otro plato, vomitaré —le confesó Shizune con una sonrisa.

—Por eso debes aparecer al principio y al final —le dijo Raidō quedamente—. Eso siempre funciona para mí.

—Lo tendré en mente para la próxima —le dijo con la esperanza de que no hubiese una próxima vez. Había algo tranquilo en la expresión del quemado que no se la había visto antes, algo en sus facciones que se veían más relajadas que de costumbre. Sus ojos se anclaron en su cicatriz facial y sus ganas de hablar se volvieron imparables: los dos estaban solos en aquella extraña situación en un jardín Akimichi, no había mejor momento que ese—. Oye, Raidō…, siempre quise preguntarte: ¿por qué no quisiste tener hijos con Suzume?

—Nunca quise ser padre —resolvió extrañamente tranquilo, contrario a lo que esperaba ante una pregunta como esa—. He visto mucha gente morir en misiones, creo que sería injusto para ellos que su padre no volviera. Tampoco quería que Suzume quedara viuda, por eso nunca fuimos abiertamente novios.

—No te preocupes, mi trabajo es mantenerte vivo… —le aseguró la morena entre susurros, como si estuviera confiándole un secreto, y había terminado al posar una mano sobre su rodilla para reconformarlo. Después de todo, ella ya lo había salvado en una oportunidad y esperaba que lo tuviera presente la próxima vez. Para su sorpresa, Raidō envolvió su mano con la suya. Shizune vio esta acción en una peligrosa cámara lenta y, en cuanto su piel rosó la del quemado, sintió que cada una de las dendritas de sus neuronas se tocaron a la vez causando una reacción en cadena electrizante. Ella sostuvo el aire de sus pulmones sin saber qué hacer. No sabía si era la atmósfera romántica que la señora Akimichi había montado y afinado a través de los años, o si era ella misma la que estaba vulnerable y, como Raidō, también podía ser Iwashi o Aoba el que podía desencadenar esa reacción eléctrica en ella. Quizás también influía el hecho de que el quemado fuese el mejor amigo de Genma causando que fuese aún más electrizante su rose. O tal vez le habían puesto algo en la comida. Shizune jadeó al mismo tiempo que apretaba con fuerza sus piernas para no dejar salir a esas mariposas satánicas, esas mismas que la habían llevado a invitar a un baño sucio a Inoichi unas noches atrás. Al menos sabía que no podía culpar al licor de café por sus impuras decisiones. El uniformado, igual de soltero que ella, frunció la boca cuando reposó sus ojos sobre los labios de ella. Era el permiso que ella necesitaba para dar rienda suelta a sus instintos de viuda negra. La pregunta del momento era la siguiente: irían a perderse el bosque para dar rienda suelta a sus feromonas o lo harían ahí mismo en esa banca con los peces chapoteando de cuando en cuando. Shizune se inclinó un poco para acotar la distancia que los separaba, puesto que sabía que él no sería el que hiciera el primer movimiento. Notó su respiración pausada, lo que la hizo sonreír y se lubricó los labios antes de depositar un pequeño y tímido beso sobre los labios del mejor amigo de Genma.

—¡Señorita Shizune! —se oyó a la lejanía. A la señora Akimichi se le había perdido una de sus invitadas especiales y ahora la buscaba perdida en los senderos.

—No puedo —dijo él entre susurro—, Genma es mi mejor amigo.

—Y Suzume es mi mejor amiga —respondió ella.

Los dos estaban en problemas.


¡PERDON! Este cap del fic realmente se escribió solo y, como ustedes seguramente (?), había momentos en que no sabía qué estaba pasando jajaja, pero como ya había vomitado casi todo un capítulo cuando recapacité, no hubo vuelta atrás. Incluso pensé en traer de vuelta a Inoichi como pretendiente oficial, tan convencida que estaba por la historia D:, pero como dije: recapacité y no lo hice. Eso me pasa por mezclar el soundtrack de La La Land y Dr. Strange, jaja. Había momentos en que quería hacer un fic de terror en las partes de Inoichi.

Lo de Rai, perdón, sé que todas amamos la evolución que había tenido Genma y que era preciso que él se fuera lejos para seguir jugando con las emociones de Shizune, pero esta vez me poseyó Anko y me pasé: AHORA SI QUE HAY DRAMA BITCHES. Aunque por ahí por el cap 9 ya se me había ocurrido la posibilidad de un RaiShizu, no sé por qué, bueno sí, desde el principio Rai se mostró como un verdadero amigo con Shizune, más atento que todos los que la rodeaban. Mostraré una evidencia que demuestra esa última aseveración: fue a buscarla a la fila del baño cuando la vio mal y su amigo estaba en medio de maniobras evasivas, o esa vez que la acompañó al sexto piso porque la notó incomoda, en fin… Que conste que él se escribió así solo (Prueba de mis ganas de esta pareja desde el cap 9: quería ver arder a Troya). Y eso que quería volver al juego a Yamato jiji. Perdón.

Muchas veces pensé que este cap no era digno, pero mi estupidez pudo más: siento que o lo amarán o lo odiarán, porque no se parece mucho los capítulos anteriores... Solo tiene una escena D: En otras palabras, conté de corrido todo.

Perd0n, Syb.