Hola, hola lindas niñas. Esta vez traigo algo diferente, ligeramente basado en el género del suspenso policiaco y de uno de mis escritores favoritos el Sr. John Katzenbach. Es… diferente y sé que muchos dejaran de leer nada más con esta nota xD, los entiendo. A los valientes que continúen, gracias de antemano, espero lo disfruten y me dejen un mensaje con su opinión, o sus antorchas.

Quiero dedicar este FF, sea fracaso o éxito a Rossiechan y Luchan, porque ellas inspiraron en parte el rumbo que tomé con la historia. Y a Izziechan y a Andy porque escuchan mis divagaciones y leen mis spoilers sin quejarse. Las quiero niñas! Prometo nunca asesinarlas de manera violenta (¿?).

Bueno, comencemos…


Sombra de una Mente Obsesionada

Capítulo 1: A Puertas de una Obsesión

¿Acaso alguna vez conocemos a alguien?

Nos cruzamos con personas a cada segundo de nuestra existencia. 7000 millones de personas toman aire al mismo tiempo que lo hago yo ahora, y aún así, en este enorme planeta, la gran mayoría de nosotros siempre se siente solo.

Salimos del vientre de nuestra madre solos, nos vamos a la tumba solos, y pasamos todo el tiempo que se nos da en esta tierra buscando algún sentimiento de consuelo que nos haga sentir menos perdidos.

Y aún así, solos estamos, cada minuto de nuestra existencia, porque sin importar que pase en el exterior, y quién nos acompañe físicamente, realmente no tenemos a nadie dentro de nosotros más que al propio ser.

Nuestra existencia, es lo único que podemos dar fe de conocer a cabalidad, y muchas veces ni siquiera es así. Nos engañamos, nos intentamos hacer creer que somos diferentes, intentamos mejorar. Nos vemos en el espejo a diario, intentando mejorar nuestra apariencia. O intentando llenar el vacío en nuestros corazones con familia, amigos o trabajo. Tratamos de ser mejores de lo que somos, de proyectar una imagen al mundo que nos haga ser respetados, incluso si esa imagen es diferente a lo que somos cuando las luces se apagan y el mundo se aleja.

Muchas veces no nos conocemos realmente, o no queremos hacerlo, o simplemente creemos que somos mejores de lo que somos. Pero muy dentro, indiferentemente de lo que el mundo piense de nosotros, sabemos lo que somos. Y eso es lo único que sabemos con seguridad…

¿Acaso alguna vez conocemos a alguien, a cabalidad?

Puede que los veamos todos los días, que escuchemos sus confesiones más oscuras y que veamos a través del velo que proyectan al mundo. Los entendemos, les abrimos el camino hacia nosotros, y decidimos compartir el e tiempo que tenemos en este mundo a su lado.

Pero…. ¿los conocemos realmente?

Esa persona que se ríe de tus chistes, ¿le dirías si pensaras suicidarte?

Ese amigo con el que lloras un rompimiento, ¿lo llamarías a media noche para que te ayudara a cargar un cadáver?

Ese hermano al que ves todos los días, ¿serías capaz de confesarle algo horrible y confiar que guardaría el secreto?

O ese padre que curaba tus heridas de bicicleta, ¿serías capaz de decepcionarlo más allá de tus peores pesadillas?

¿Acaso hay alguien, quien sea, en tu vida en quien confiarías plenamente?

¿A quién le mostrarías cada pensamiento oscuro que cruzase tu mente sin miedo a ser juzgado?

¿Existe alguien a quien le abrirías tu alma sin pudor?

O mejor aún, ¿existe alguien que lo haría contigo? Y aún si es así, ¿podrías confiar en esa persona entonces?

Puede que pienses conocer a alguien, pero en realidad no conocemos nada más que a nosotros mismos, y no somos capaces de entender a alguien más allá de nuestros propios paradigmas y experiencias.

Un instante, eso es todo lo que toma pasar de lo ordinario a lo extraordinario. Un instante después del cual nada vuelve a ser igual.

Una mirada, eso fue todo lo que hizo falta. Una mirada entre un sitio cubierto de gente donde se destacó un par de ojos igual de solitarios que los míos.

Un instante en el que las miradas se cruzaron en este mar de soledad existencial que llamamos vida, y después de lo cual mi vida cambió por completo.

La comida sabía diferente, de repente, el aire ya no era tan pesado, dormir era un enlace a un reencuentro, y el dolor de mi cabeza finalmente tenía un propósito.

Cada energía calórica en mi cuerpo se dirigía hacia un solo norte, a un solo objetivo, a un solo ser.

Una persona, y de repente ya no me sentía en completa soledad.

Una persona, y de repente mi vida tenía sentido.

Una persona, y de repente ya yo era diferente.

7000 millones de personas en la tierra… y la encontré a ella.


El olor metálico de la sangre invadía todo a su alrededor, reemplazando el olor cálido de la brisa de verano con restos fríos de terror. Estaba oscuro, más de lo que parecía lógico para la hora de la tarde, como si alguien hubiese tapiado cualquier esperanza de luz con brea, llenando cada grieta con su negro color.

Bajo sus zapatos el crujido del vidrio roto resonaba como burlas en la habitación. El brillo de la linterna recorrió su camino por el piso, alumbrando los escombros de lo que parecía ser una batalla épica. El camino frente a ella, era un sendero de vidrio roto, a pesar de que sabía que la ventana estaba muy lejos de la entrada de la habitación. Libros, ropa, adornos rotos y escombros de platos la rodeaban por doquier. Se preguntó, con seriedad, si esto era obra de una persona, o de un terremoto. Pero, sin duda, lo peor era el rastro de sangre que terminaba bajo sus pies.

Su respiración se cortó, y por un momento creyó que iba a vomitar. Su mano blanca tembló, debilitando el pulso de la mano con la que sostenía la linterna.

Por un instante, intentó convencerse de que era un error. Aquel no podía ser el lugar. Se había equivocado de apartamento. Sí, eso era.

Sus labios sonrosados, soltaron un suspiro de alivio, y sus talones fueron rápidos en girar para sacarla de aquel desastre. Desgraciadamente, al girar su visión periférica había captado algo que le había traído de vuelta a la realidad.

El borde del sofá de color verde manzana, manchado con restos de líquido negro y restos de cristal, contenía algo mucho peor que la post visión de un forcejeo: una trenza de cabello humano, de color púrpura brillante, con restos de sangre en ella. La mano de la muchacha se encogió y la linterna resbaló hasta caerse en el piso de madera antigua.

'Miyako…'

La voz de Mimi Tachikawa se rompió, al tiempo que sus piernas le fallaban y se desplomaba de bruces sobre el suelo.


'¿Por qué estás parada en el umbral como una tonta? Muévete' la voz del muchacho le resonó en el oído, haciéndole apretar los dientes con fuerza.

'Vete al demonio, Ishida'

'No puedo, porque estás atravesada en la maldita puerta'

Mimi Tachikawa giró los ojos con sorna, haciéndose a un lado, y mirándolo de manera asesina mientras el guapo rubio pasaba a su lado sin siquiera darle una mirada de despedida, colocándose la chaqueta negra y partiendo por el pasillo.

'Es un imbécil' dijo Mimi, mirando de reojo a su mejor amiga.

Miyako Inoue le envió una sonrisa condescendiente, sin levantar la mirada de las notas que reposaban sobre sus piernas.

'El agente Ishida es muy buena persona'

'Es rudo, agresivo y no le importa violar las normas del departamento para salirse con la suya'

'Le importa. Lo cual nunca es malo'

'Le importa… ¿qué? Llevarse por delante a sus compañeros, quizás'

'No me refería a eso, pero sí eso también'

Mimi giró los ojos, cruzando los brazos sobre su pecho, y observándose de reojo en el reflejo de la ventana. Nunca había pensado que el negro podía ser su color, sin embargo, la serie de vestidos ajustados se le veían asombrosos sin ser provocativos, ni poco femeninos, complementando su impecable maquillaje y su largo cabello castaño suelto.

'¿Por qué estas preocupada por Ishida, de todos modos?'

'No estoy preocupada, sólo constato el hecho de que es un imbécil'

'Claro, claro'

Mimi frunció el ceño ante la indumentaria de cuello de tortuga y falda larga, color beige, como una bandita gigante. Miyako y sus deseos de parecer mormona no dejaban de sorprenderla. Los lentes de la muchacha se resbalaban hasta la punta de la nariz, y el cabello morado reposaba amarrado en una trenza holandesa sobre su hombro izquierdo.

'Si tienes que saberlo me preocupa que maneje tu caso. Podría terminar engavetado simplemente porque él lo investiga'

'No todo lo que oyes en la fiscalía es verdad, encuentro que es muy capaz'

Mimi suspiró, dando un leve asentimiento.

'Eso espero, porque no es un juego'

Miyako se levantó del mueble color verde manzana, dejando las notas sobre el asiento y enviándole una sonrisa condescendiente a su amiga.

'No es la primera vez que me amenaza un paciente'

Mimi frunció el ceño, terminando de entrar y cerrando la puerta del departamento con estruendo.

'El que un loco que está condenado al pabellón de la muerte te grite que va a matarte en juicio mientras la policía lo arrastra a su hoyo no es lo mismo a esto' Mimi señaló la copia de la nota sobre la mesa de café de su mejor amiga. Miyako se encogió los hombros restándole importancia.

'Soy psiquiatra, una mente perturbada no puede asustarme'

Mimi le envió una mirada condescendiente, mientras tomaba la hoja de la mesa y leía con dramatismo excesivo.

'Dra. Inoue, bienvenida al primer día de su muerte' los ojos de Mimi se fijaron en ella con vehemencia.

'Puede que sea una broma' concordó Miyako, sonriendo. Mimi giró los ojos antes de continuar.

'Puede que no me recuerde, pero en algún punto de su vida usted destruyó la mía y he decidido que quiero destruir la suya'

Miyako se encogió los hombros, y caminó hasta la cocina, a lo cual su amiga la siguió continuando la lectura.

'Decidí que su vida es demasiado aburrida y rutinaria para que matarla sea satisfactorio. Atiende el mismo número de pacientes a diario, las horas en las que va y vuelve a casa son cronológicamente iguales. Cena en los mismos restaurantes y frecuenta los mismos amigos, todos los sábados en la tarde. Sólo almuerza con la castaña dos veces por semana en el juzgado, martes y jueves para pasar a comprar los alimentos más frescos en el mercado de granjeros. Va al cine, los segundos viernes de cada mes, y visita a sus padres los domingos en la mañana. Sería tan fácil matarla, que considero un insulto a mi inteligencia el siquiera intentarlo… así que he decidido que se suicide' continuó Mimi blandiendo la hoja 'Láncese de la torre de Tokio, beba un frasco de pastilla, ahórquese en su consultorio. No me importa, pero mátese. Le doy dos meses. O prepares para un destino mucho peor que la muerte'

Mimi blandió la carta frente a la mirada inexpresiva de su mejor amiga.

'Ira reprimida, sólo quiere atención'

Mimi dejó la carta sobre la mesa, soltando todo el aire de los pulmones de golpe.

'No parece un chiste para mí'

'Eso es porque eres hermosa y estás acostumbrada a que la atención no requerida se convierta en algo peligroso. Yo, en cambio, estoy bastante segura de que sólo es venganza de algún familiar en contra de quien testifiqué a lo largo del año. Por eso estaba acá el Agente Ishida, se llevó copias de los nombres particulares de mis pacientes, especialmente de los que terminaron en mi cuidado por orden del estado'

'Los criminales, nunca lo entenderé. Hay más dinero en trabajar por tu cuenta que para el gobierno'

'Trabajas para el gobierno también'

'Temporalmente'

Miyako sonrió, ofreciéndole un plato de galletas de chocolate. Mimi tomó una galleta, y se dejó caer en el sofá.

'Estoy preocupada por ti, al menos empieza a quedarte en mi casa. Nos haremos compañía'

'Estoy bien, Mimi'

La castaña mordió la galleta con una sonrisa condescendiente.

'Aún voy a llevarte de compras. Si un psicópata aparece a matarte, al menos debes verte fabulosa'

El sonido de la risa de Miyako se esparció por el lugar, y Mimi supo que ya no hablaba con la Psiquiatra Inoue, sino con su amiga Miya-chan. Eso le hizo sentir tranquila, tomaría más que una carta escalofriante para romper el espíritu de su mejor amiga.


Yamato Ishida pasó su dedo sobre la lista de nombres que le había suministrado la Dra. Inoue, con suspicacia. Era realmente asombroso que para una mujer tan joven, la fiscalía de Tokio le confiase criminales de renombre y con tan alto índice de peligrosidad. No pudo evitar sentir una punzada de odio al claro nepotismo al que influía el hecho de que la muchacha fuese amiga de Mimi Tachikawa, la hija del Fiscal de Distrito. Era una coincidencia extraordinaria que aquella amistad pudiese ser la causa de su ascenso profesional, y de su muerte a la vez.

Los ojos zafiro de Yamato Ishida pasaron por los nombres intentando notar alguna conexión de odio directo con la víctima. Cuando eso no arrojó resultados, entró a la base de datos del sistema penitenciario para al menos cruzar nombres de criminales ya encarcelados, con ningún familiar ilícito conocido.

Una bola babosa de papel se estrelló en su sien, haciéndole tomar la engrapadora y lanzarla al lugar de origen sin siquiera voltear a ver al infractor.

'Auch… maldición…'

La voz de Taichi Yagami le hizo fruncir el ceño. Con una mirada asesina, giró la vista hacia su molesto compañero.

'Crece, Tai'

Taichi Yagami sobaba su mejilla con una sonrisa condescendiente.

'Jamás. Seré como Peter Pan'

'¿Rodeado de hadas?

'Empezando por ti, Campanita'

Taichi se levantó de su escritorio y lo alcanzó en el suyo.

'¿Esa es el acosador de la doctora?'

'Sí'

'Eso probablemente no es nada'

'Quizás no, pero no puedo estar seguro'

Taichi se sentó en el escritorio, mordisqueando un bolígrafo azul.

'Me cuesta creer que alguien pudiera querer matar a alguien tan agradable'

Yamato se encogió los hombros.

'No lo sé… Si buscas con demasiado ahínco, hay razones para matar a todo el mundo'

'Bueno, los gatos de cerámica son prueba de que está loca, así que quien sabe'

Yamato giró los ojos, negando con la cabeza.

'Tachikawa te llamó dos veces'

'Dile que estoy trabajando'

'Sabes que si no contestas a la tercera llamada, aparecerá aquí con la carta con P' dijo Taichi.

'Papi' completaron los dos con una mirada condescendiente.

Yamato se empujó hacia atrás en la silla.

'Sé que está preocupada, pero más que colocarle guardias a Inoue junto a su puerta, no sé que pretende qué haga'

Taichi le envió una sonrisa pícara.

'Siempre me ha parecido amable de su parte que no llame al Jefe directamente para acusarte por tu mala gestión… Te llama directamente a ti'

Yamato giró los ojos, moviendo el dedo índice en forma circular.

'Suerte por mi' soltó con sarcasmo.


Miyako Inoue acomodó sus lentes sobre su nariz, con un gesto de cansancio.

'Parece cansada, Doctora' la voz suave y aterciopelada del joven muchacho se le antojaba casi como un susurro.

'No es nada, Sr. Ichijouji' aseguró, enviándole una pequeña sonrisa al muchacho.

Los ojos azul índigo de Ken Ichijouji estaban fijos en ella con innata curiosidad. El joven genio del conglomerado Ichijouji era una persona muy peculiar. Con un coeficiente intelectual de renombre mundial, y una familia adinerada, el cielo podía ser el límite para sus ambiciones. Sin embargo, Ken Ichijouji prefería llevar una vida aislada y solitaria, dedicándose a escribir un libro que parecía nunca terminar. Mientras su hermano mayor era uno de los genios de negocios más reconocidos de Japón, Ken pasaba días enteros en el piso de su habitación, en un intento de pelear los demonios de su cabeza. Era su hermano quien pagaba por las sesiones, y la mayoría del tiempo el oji-azul prefería no asistir.

'¿Por qué no conversamos de su hermano? Escuché que estaban experimentando con una nueva tecnología de plasma…'

Ken suspiró con sorna.

'No puede ser hecho. Sus investigadores son demasiado estúpidos para darse cuenta aún'

Miyako alzó las cejas.

'Seguro que a tu hermano le encantaría tenerte involucrado en el proyecto'

'Estoy seguro de que mi hermano eventualmente se dará cuenta de que es un proyecto estúpido'

Miyako alzó las cejas, haciendo una pequeña anotación sobre el modo en el que el muchacho golpeteaba el borde de la silla con los nudillos.

'¿Has estado durmiendo bien?'

Los ojos de Ken se entornaron hacia ella.

'No me gustan los calmantes, ya sabe eso' contestó a la pregunta implícita.

'Sr. Ichijouji…'

'Si volvemos a la discusión de los fármacos sabe cómo va a terminar, me los va a recetar y yo le diré que los estoy tomando, pero no lo hare, y luego me tragaré la botella y terminaré en el fondo del canal de Hikarigaoka'

'Si estas teniendo pensamientos suicidas, sería bueno conversarlo'

'Siempre he tenido pensamientos suicidas, y aquí estoy'

'Es común pensar en la muerte, es una de esas cosas tan tácitas como respirar, es muy difícil alejarla de la mente. Sin embargo, gastar energía de vida pensando en apresurar su llegada no es normal'

'Tengo un IQ de 182. Nada sobre mí es normal'

Miyako no podía discutir con eso.

'Sr. Ichijouji, la inteligencia no esta intrínsecamente ligada a inestabilidad mental'

Ken soltó una risa corta.

'Mi hermano invierte en compañías americanas que bombean el medio oriente, y el loco soy yo. Realmente la diferencia entre el genio y la locura es el éxito… ¿verdad, Doctora?'

Miyako iba a replicar, sin embargo el zumbido del timbre de la puerta la silenció.

'Pensé que era el ultimo paciente del día. No me gusta que venga alguien después de mí. Siempre debo ser el primero, o el último. Sé cómo funciona el ciclo de atención en los psiquiatras, si me voy a venir al menos espero tener su atención'

'Sí es mi último paciente del día, Sr. Ichijouji' contestó Miyako extrañada, y se colocó de pie.

La muchacha abrió la puerta para encontrar una caja de cartón a sus pies, y ninguna persona del otro lado. Se asomó por el pasillo, encontrándolo completamente desierto. Miyako frunció el ceño, arrodillándose frente a la caja y quitándole la tapa.

El chillido de sorpresa quedó atorado en su garganta, y su respiración se aceleró hasta hiperventilar. Frente a ella se alzaba un gran número de revistas sadomasoquistas, con una nota que rezaba únicamente 'Feliz viernes, Dra. Inoue, nos vemos en el cine'. Miyako tapó la caja nuevamente y se colocó de pie.

'Sr. Ichijouji, temo que debo terminar la sesión'


Mimi Tachikawa movió la copa de vino en su mano derecha, mientras vigilaba desde la esquina. Miyako Inoue hablaba con rapidez, al tiempo que gesticulaba con las manos y señalaba la caja de cartón.

'Se está metiendo con mis pacientes ¡Mis pacientes! ¡Trajo esto mientras estaba en consulta!'

Yamato Ishida pateó levemente la caja.

'Srta. Inoue, esto sigue pareciéndome un chiste. Alguien esta jugándole una broma'

'¡Esto no es una broma, es pornografía!' soltó Miyako.

Yamato se encogió los hombros.

'Es vulgar, lo admito, pero no cuenta como una amenaza a su integridad física'

'Sabía que iba a ir al cine' añadió Mimi desde la esquina.

'Quizás la invitaba a salir. No tienen idea de cuantos imbéciles hay por el mundo creyendo que estas cosas funcionan'

Mimi dejó la copa de vino sobre la mesa con estruendo.

'Ishida, si no pones una patrulla en la puerta de su casa, Dios me ayude, voy a tener tu placa en mi escritorio para la mañana'

Yamato cruzó los brazos sobre su pecho.

'Me confundes con un carro patrulla. Soy detective'

'Eres un vigilante glorificado, eso eres'

'Al menos soy algo sin mi padre'

Miyako se atravesó entre ellos antes de que la discusión continuara.

'Mimi, el Agente Ishida tiene razón. Esto es un evento muy desagradable. Pero no cuenta como un ataque o amenaza a mi vida'

'El Agente Ishida espera encontrar al loco con un cuchillo en tu cuello para hacer su trabajo'

Yamato tomó su chaqueta frunciendo levemente el ceño.

'Srta. Inoue, ponga a la Srta. Tachikawa en su puerta, ningún hombre que tenga que soportarla por más de 10 minutos se quedaría. Buenas noches'

La puerta se cerró a tiempo para que la copa de Mimi se estrellara en la puerta de madera. Miyako giró hacia ella sorprendida.

'¡Mimi! ¿Te volviste loca?'

Mimi se sonrojó, dejando las manos frente a ella.

'Lo siento…'

Miyako suspiró, arrodillándose a recoger los pedazos de cristal roto.

'Está tratando de ayudar, otro no hubiera venido hasta acá, la nota ni siquiera está firmada, puede que no sea la misma persona'

Mimi se mordió el labio, tenía que admitir que eso era verdad. Pero aún si no le importaba.

'Debería tenerte rodeada de policías, estás en peligro'

'¿Lo estoy? Quizás es sólo una broma…'

Mimi se arrodilló a su lado, y le haló del brazo.

'No quiero arriesgarme. Si algo te pasa voy a colapsar. Miya-chan… tú eres todo lo que tengo'

Miyako sintió el dolor en las palabras de su amiga, y se acercó a darle un abrazo corto.

'No pasará nada'

'Voy a contratar un escolta….'

'Mimi…'

'¡Mañana!'


Yamato Ishida salió al frío de la noche de invierno, con la sangre aún caliente de ira. El muchacho maldijo por lo bajo, mientras caminaba alejándose de la zona residencial lujosa de Tokio, lo más lejos de Mimi Tachikawa que le fuese posible.

'Estúpida niña malcriada…'

Sus ojos azules giraron con sorna. Se sentía mal por la Dra. Inoue, era una mujer decente y amable, que no tenía por qué estar sufriendo esa clase de bromas pesadas, pero era incapaz de hacer algo por ella cuando técnicamente quien quiera que fuera el que estuviese obsesionado con ella no había roto la ley… todavía.

Era una de las cosas que le frustraban del sistema penal, protegían demasiado a los criminales. Un policía no tendría por qué conseguir al asesino sobre el cuerpo para aprender al perpetuado.

Un escalofrió le recorrió, y negó con la cabeza, intentando convencerse de que ese no sería el caso con la muchacha, quien además de ser su trabajo, era amiga de su hermano menor, quien la quería de una manera casi tan protectora como Mimi Tachikawa. Pero sin la cualidad molesta de querer manejar su trabajo.

Yamato suspiró, alzando la vista al cielo sin luna sobre su cabeza. Su experiencia le decía que este tipo de casos de índole obsesivo nunca denigraba hasta que el sujeto era aprendido, todo lo contrario iban creciendo exponencialmente, y en unas semanas el tipo no tendría suficiente con asustarla con pornografía, sino que intentaría irrumpir en su casa.

El sistema judicial debería proteger mejor a las mujeres. No sólo tratar de convertirlas en ejemplos cuando lo peor ocurría. No deberían permitir que eso ocurriera. Si dependiera de él, haría lo que Tachikawa sugirió y pondría guardias en la entrada de Inoue. Pero sus jefes jamás lo permitirían, diciendo que pronto toda mujer en Tokio que tuviese un mal rompimiento querría dos policías en su puerta.

Sin embargo, él no podía sacarse la sensación de que el acosador de Miyako Inoue no era un simple ex novio vengativo. Quien quiera que fuera, Yamato Ishida estaba seguro de que este caso era diferente.

Su hombro se impulsó hacia atrás de repente, había tropezado con alguien.

Sus ojos azul zafiro se cruzaron con un par de azul índigo. Un muchacho de cabello negro azulado había tropezado con él, pero había seguido caminando sin siquiera detenerse a disculparse, en la dirección desde la cual Yamato acababa de pasar.

Encogiéndose los hombros, el muchacho decidió que era hora de volver a casa.


Ken Ichijouji frotó su frente con manía compulsiva, al tiempo que se detenía en el borde de la entrada del edificio.

¿Por qué estaba aquí si ella le había dicho que se marchara?

Su mano se cerró con un tic, mientras inhalaba aire con fuerza.

Debería marcharse. Estaba siendo estúpido. No era cosa suya actuar como un estúpido. Pero desde que había partido de la oficina de la Dra. Inoue, sus pies se negaban a caminar a cualquier lado que no fuera en círculos alrededor del edificio de su consultorio.

'¿Por qué estoy aquí?'

La pregunta vagó en sus labios unos segundos apenas, antes de que girara sobre sus talones para alejarse nuevamente.

'Sr. Ichijouji'

Se detuvo, volviendo la cabeza hacia la puerta, para encontrar a Miyako Inoue mirándolo con curiosidad, con Mimi Tachikawa a un lado y al portero del edificio del otro.

'Dra. Inoue, me quedé preocupado por la manera abrupta en la que me pidió que me fuera. He estado merodeando por aquí, preguntándome si debería preguntarle cómo está o si eso es demasiado raro'

Miyako ladeó la cabeza, enviándole una sonrisa.

'Muestras interés en el bienestar de alguien, es un gran avance'

Ken giró los ojos con sorna.

'No me interesa. Pero si desaparece, me enviarán con otro loquero peor que usted'

Miyako soltó una pequeña risa. Negando con la cabeza.

'Miya-chan, ya llegó el taxi' llamó Mimi, halándola por un brazo.

'Está bien. Nos vemos el próximo martes, Sr. Ichijouji. Gracias por preocuparse'

Ken asintió, haciendo una leve reverencia.

'Cuídese, Dra. Inoue, hay muchos locos en la calle'

Miyako soltó una pequeña risa al chiste, despidiéndose con la mano. Ken la observó partir dejando las manos en los bolsillos de su chaqueta. Cerrando los ojos y respirando con profundidad.

Allí iba ella, y aquí se quedaba él. Era hora de volver a su realidad. Sus ojos índigo se fijaron en el cielo sin luna, y no pudo sino reflexionar en cómo las estrellas se escondían de su vista cuando caminaba en la noche. Como si fuera un veneno para la luz que ellas desprendían tan majestuosamente en el cielo. Eran algo parecido a su hermano, temiendo que su inestabilidad se contagiara la imagen del clan Ichijouji.

A lo largo de su vida, se había acostumbrado a que los demás escaparan de él, por miedo al contagio. Como si su personalidad melancólica fuese un hoyo negro que se tragase todo a su alrededor. Tenía que admitir que muchas veces eso era cierto, y se había acostumbrado a la distancia.

Sin embargo, no había nada más efectivo para hacer sentir a alguien solo en el vasto universo, como una noche sin estrellas.

'Tiempo de volver a la jaula, Ken…' soltó el muchacho, comenzando a caminar a casa.


Ok... espero opiniones. Saludos :)