Los personajes son de Stephenie Meyer. Solo la trama es de mi autoría.
Capítulo beteado por Manue Peralta, Betas FFAD;www facebook com / groups / betasffaddiction
Summary: Cuando el rumor de un triángulo amoroso estalla en el pequeño pueblo de Forks, lo que menos se imaginó Bella era que ella también se encontraba incluida en aquel embrollo. —Dime que mi ex novia y mi ex amiga no están compartiendo la misma polla. ¡Dímelo! —rugió colérico provocando una ola de miedo en cada entraña de mi cuerpo, sus ojos verdes me atravesaron cual guillotinas afiladas esperando una respuesta; y, sin embargo, no pude defenderme, porque eso sería aún peor.
Hola chicas :* esta es una historia que ha tomado fuerza desde hace una par de semanas, y que me ha dejado un mareo de cabeza terrible. Antes que nada quiero que sepan que esta historia se encuentra basada en algo personal y por eso es que se me ha dado tan duro ignorar la idea. Más allá de todo, espero de corazón que lean esto para que no les pase lo que me pasó a mí. En medio de la vida se presentan diferentes circunstancias que de una u otra forma nos terminan de alejar de amistades genuinas y únicas. Yo perdí a alguien muy especial cuando tenía catorce años de edad y no alucinen que no murió… XD él está muy vivo todavía. A lo que quiero llegar es que no luche por nuestra amistad- al menos no lo suficiente- y eso es algo que me pesa realmente hoy día. Así que chicas esta es una historia donde quiero remedir aquello aunque sea en la ficción; y espero con toda el alma que no les suceda a ninguna de ustedes. Es un sentimiento desgarrador. Porque además, él fue mi primer amor.
¿Horrible?
No tienen idea.
Perception.
By
MarieelizabethCS
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La plenitud del olvido.
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—No puedo creer que los dejaras invadirnos de esta manera. —Jessica resopló con cara amargada para luego desviar la vista a la revista de cotilleos mediáticos que sostenía entre las manos.
—A mí no me incomoda que se nos hayan unido. —Ángela se encogió de hombros sin apartar la vista de los chicos, que de alguna forma, se habían auto incluido en nuestra "tarde de chicas". Bueno, con ellos aquí no era más tarde de chicas; era más bien pasar el tiempo como en la escuela, solo que sin el tedio de tener las clases de por medio.
Durante varias semanas Jessica estuvo insistiendo sobre un tiempo de solo chicas, lo cual era justo, ya que nos la pasábamos en grupo todo el día junto con Mike, Seth y Eric como si fuésemos una especie de manada. A mí en realidad no me molestaba eso, es más, disfrutaba demasiado con las tonterías de mis amigos; pero también era cierto que no podíamos hablar de nuestras cosas con ellos allí, más si Jessica y Ángela morían por Mike y Eric.
Suspiré sintiéndome decepcionada y me giré en el banquillo de la mesada, desde donde los veíamos tontear con su estúpido video juego de soccer. ¿Cuántos años tenían, acaso? ¿Diez? Resoplé, eso parecían al mirarlos reír, maldecir e insultarse entre zapes en la nuca; me percaté que seguían siendo los mismos pubertos de siempre, lo cual era bastante deprimente teniendo en cuenta que uno tenía diecisiete y el otro dieciséis años. Mike era el que peor gesticulaba y manoteaba de los dos, parecía que Seth le estaba dando la paliza de su vida, cosa que me divertía mucho.
Bufé rodando los ojos.
—Lo siento, chicas, pero ya saben que no puedo negarle algo a Seth. —Jessica me miró con una ceja alzada, claramente diciéndome lo boba que sonaba y que me odiaba un poco por arruinar la tarde al aceptar a los chicos en mi casa; resopló con más fuerza y de nuevo se enfrascó en su revista. Por su parte, Ángela me sonrió comprendiéndome y no dijo nada que me hiciera sentir mal, al contrario, se entretuvo mirándolos joderse uno al otro por alguna mala jugada.
—Sí, ya sabemos que Seth es como un hermano pequeño para ti —murmuró Jessica de manera cansina mientras pasaba otra hoja de la revista.
Suspiré, ella iba a ser una perra conmigo lo que restaba del día.
Dejé las chicas en los banquillos y me dispuse a buscar los bocadillos en la nevera, lo que sea para bajarle a la mala vibra a Jessica. Había preparado el día de ayer unos pastelillos de vainilla con relleno de fresas para nosotras; sin embargo, ahora tendríamos que compartirlos con Mike y Seth, que eran unos tragones sin conciencia. Razón por la cual les ofrecí primero a las chicas antes de ir a la sala, de lo contrario ellos se comerían todo sin vacilación.
—Hey, ¿quieren pastelillos? —dije acercándome a la mesa pequeña que estaba en medio de la sala. Ellos estaban desparramados en el piso frente a la pantalla plana propiedad de Big Swan, mi papá. Seth puso pausa en el juego de inmediato y asintió erráticamente, tomó dos con sus manazas y se las embutió al tiempo dejándome un poco perpleja—. A veces me pregunto cómo te mantiene el pobre Billy con ese apetito que te gastas.
Mike se rió fuerte y Seth frunció el ceño sin poder contestarle, pues tenía la boca llena de comida.
—Eso siempre será un misterio. —Mike tomó un pastelillo mientras me sonreía de forma extraña—. Gracias, Bella.
Parpadeé confundida, pero sin ánimos de averiguar qué se traía entre manos mi rubio amigo. No era ingenua, y sabía que algo se tramaba en su cabeza cada vez que me dirigía esa sonrisa… ¿Coqueta, pícara? En definitiva era sin dudas una de sus sonrisas coquetas; y lo peor, no era la primera vez que lo hacía, porque haciendo un recuento mental, ya con esta era como la quinta vez que notaba ese cambio intencional en Mike cuando yo me encontraba cerca de él. Me asusté brevemente, lo último que deseaba era enredar las cosas con él.
Además de que Jessica estaba enganchada con él desde que la conozco.
Carraspeé y dejé la bandeja para ellos sobre la mesita.
—¿Eric no va a venir? —pregunté a Seth a la vez que me sentaba en el mueble de dos plazas, quería apartar la incomodidad que me provocaba la actitud de Mike. Ángela vino en seguida con nosotros y tomó asiento a mi lado, tenía conocimiento de la estrecha relación que Eric tenía con Ángela desde pequeños; por eso no me sorprendió el interés poco disimulado de mi amiga. Sonreí para mis adentros. Era hasta tierno ver esa faceta en ella, aunque no lo demostrara mucho en público.
—Pues, él mencionó que tenía algo qué hacer en casa, pero que intentaría venir luego. —Mike me respondió, sobándose la parte posterior de la cabeza.
Me pareció que él estaba incómodo, pero no le di importancia, ya que después de todo los padres de Eric eran algo estrictos con las horas de llegada y así.
—Ojala pueda venir —dijo Ángela en voz alta, mirando hacia la pantalla congelada. Cuando se percató de ello, se sonrojó—. Es decir, sería genial que estuviésemos todos, ¿no? —terminó toda nerviosa y abochornada.
Jessica murmuró algo para ella misma desde su posición, tal vez una burla ácida para Ángela que gracias al cielo no alcanzó a oírse.
—Ahora que lo dices, hace tiempo que no hacemos nada divertido todos juntos —dije reflexionando. La última vez en la que estuvimos todos juntos —apartando el tiempo en la escuela— había sido en el verano, en la fiesta anual que siempre hacía Jessica para despedir las vacaciones. Después de allí, por alguna razón, siempre faltaba alguno de los seis en las salidas. Pero Eric era el que más faltaba por estos días.
—Deberíamos ir a Port Angels, la semana que viene estrenan una película de acción que se ve bastante buena —propuso Seth con los ojos azabaches increíblemente brillantes de la emoción. Ángela y Jessica hicieron sonidos disconformes, pero yo me uní de inmediato a mi pequeño Seth. Además, tampoco es que hubiese buenas películas en las taquillas últimamente, por lo que al menos esta era algo.
Mike secundó la moción estando de acuerdo con el plan.
—No puedo creer que esa sea la única opción. —Jessica dijo con fastidio, uniéndosenos en la sala. Se sentó en el suelo al lado de Mike, no sin antes pasar en medio de todos con un bamboleo de caderas premeditado. Él la miró con esa sonrisa que me tenía de nervios desde hacía dos semanas.
En definitiva, una sonrisa coqueta, pensé con un escalofrío tenebroso atravesándome el estómago.
—Pero deberíamos preguntarle a Eric, ¿no? Quizás no pueda venir con nosotros —intervino Ángela mientras miraba sus manos entrelazadas en su regazo, viéndose dolorosamente ansiosa por Eric.
El bicho de la curiosidad me picó de repente. Miré con disimulo a Jessica y ella me devolvió la mirada con las cejas alzadas, también intrigada por la actitud de nuestra amiga. ¿Algo había pasado entre Eric y Ángela, al fin?
Carajo, ahora de verdad sí que deseaba la tarde de chicas devuelta.
—Bueno, chicos, Big Swan viene en una hora así que lo mejor será que se vayan. —Me puse en pie al mismo tiempo que Jessica. Ángela, Mike y Seth me observaron con sorpresa. Vale, yo no era así de mal educada todos los días, pero esto era algo de suprema importancia y necesitaba hablar con Ángela a solas.
Seth puso su cara de cachorrito triste y enfermo. Suspiré mordiéndome el labio inferior.
—¿Me puedo quedar un ratito más, Belly? —Awww, su boquita temblaba un poco y sus ojitos lucían enormes y tristes. Era demasiado para mí, no podía resistirme a esa carita hermosa. Abrí la boca para retractarme, pero Jessica se me adelantó por un segundo.
—Serás débil, mujer —me reprendió meneando la cabeza de un lado a otro con desaprobación—. Ahora, ustedes, lárguense de aquí entrometidos. —Jessica prácticamente arrancó la consola de la tv y se la entregó a Seth junto con los controles colgando de esta. De seguro había deseado hacerlo desde el principio.
Mike y Seth soltaron un jadeo por la falta de tacto.
—Dime que se guardó la partida. —Seth sonaba preocupado, mirándola fijo.
Ella se encogió de hombros.
Mike no parecía nada afligido. Quizás porque de esa forma nadie sabría sobre la terrible paliza que le pegaron.
—Largo. —Jesica volvió a repetir sin contemplaciones, señalando la puerta principal.
—Espera un segundo, Jesica, no hay necesidad de que los trates así —dije algo rabiosa por la forma en que le hablaba a Seth.
—Si, Jesica, cálmate. —Ángela se puso a mi lado, viendo también a Jesica de mala forma.
Jesica rodó los ojos, viéndose caprichosa en exceso.
—Necesitamos tiempo de mujeres, solo mujeres —sentenció Jessica con las manos en las caderas—. A menos, claro, que nos quieran escuchar hablar sobre tampones, ciclo menstrual, granos, cremas vaginales, sangre…
Las caras de los chicos palidecieron con la sola mención de los tampones.
—Está bien, está bien, nos vamos. —Mike se adelantó a la puerta mientras Seth le seguía apresurado pisándole los talones. Demonios, Jessica los había aterrorizado en serio—. Hablamos por el Whats**. —Se despidieron con la mano y desaparecieron por la puerta.
Soltamos sendas carcajadas cuando estuvimos solas, riéndonos hasta doblarnos e incluso lloré un poco.
—Jessica, eres malvada. —La abracé entre las risas incontrolables que no me dejaban respirar.
—Soy práctica, que es diferente. Además —Jessica tiró de la mano de Ángela para que se nos uniera en el improvisado abrazo—, No hay peor agravio para un hombre que le hables de sangre y tampones.
Volvimos a partirnos de la risa por lo que fueron largos minutos. Jessica era tan ruda en algunas ocasiones, que me daba pesar por los que se atrevían a meterse en su camino; pero aun siendo así la quería, sin importarme que fuera una perra loca sin bozal. Ella y yo nos conocimos en la primaria cuando teníamos alrededor de ocho años, y desde que puedo recordar ella siempre ha sido dura, implacable, pero tan fiel como nadie. Sí, a veces teníamos algunos encontrones, sobre todo porque mi naturaleza era más pacífica y despreocupada que ella, no es de extrañarse de todos modos; pero Ángela siempre se encargaba de intervenir cuando la cosa se ponía realmente mala. Teníamos las tres esta extraña química que funcionaba, a pesar de ser polos opuestos en nuestra forma de ser.
Ángela era la que más se asemejaba a mí de las dos, quizás por ello la cuidaba tanto.
—Bueno, ahora sí, a lo que vinimos. —Jessica fue a la cocina un momento y, al regresar, traía con ella una caja de cigarros y un encendedor rosa pálido. Nos miró con una sonrisa perversa—. Ya saben, la costumbre.
Reí un poco y la empujé. —Tus mañas nos van a provocar cáncer algún día.
Jessica rodó los ojos y Ángela dijo:
—Hace dos años que superamos esa etapa rebelde, Jess.
—¿Están jodiéndome? Charla de chicas sin cigarros, no es charla de chicas. —Jessica nos cogió de las manos y nos llevó afuera en el porche de la casa. Hacía frío pero no llovía, el sol estaba a punto de desaparecer en el horizonte, lo cual me decía que teníamos aproximadamente una hora de parloteo antes de que Big Swan regresara de la comisaría. Nos sentamos en las escaleras y nos pasó un cigarro a cada una a pesar de nuestras protestas—. Entonces, Ángela, ¿podrías decirnos cuándo exactamente perdiste la virginidad?
Ángela abrió los ojos como dos faroles marrones por la pregunta de Jessica, toda ella se convirtió en vergüenza y pudor de inmediato. Me quedé en un leve shock por la osadía de Jesica al preguntarle tal cosa inaudita. Pero cuando los segundos pasaron y la tensión de Ángela se hizo más palpable, todo conectó en mi cerebro con un gran estallido de incredulidad que me caló hondo.
—Oh por Dios, Ángela. No te lo puedo creer. ¿Cómo es que…? —le dije perpleja. Jamás, ni en un millón de años, podría imaginar que mi amiga —casi santa— iba a perder la virginidad antes que yo.
Ella carraspeó y Jesica sonrió con astucia. Ella tenía este don para desenmascarar a la gente.
—Préstame el encendedor. —Fue lo único que dijo con la cara toda rosada y con la frente perlada de sudor, a pesar de los doce grados de temperatura que hacía en el pueblo. Jessica le pasó el pequeño artefacto, encendió su cigarrillo y después me lo pasó a mí. Al final todas estábamos fumando.
—¿Por qué no nos habías dicho nada, joder? —le recriminé, porque cielos, esto era grande y ella lo había callado.
Ángela le dio una calada a su cigarro y me miró.
—¿No es obvio? —me dijo con el ceño fruncido—. No fue la gran cosa para Eric ni para mí.
La boca se me desencajó al escucharla, no solo porque había sido con Eric, ¿qué había pasado con todos esos escenarios tiernos, rosas que tanto me había dicho soñaba con que fuese su primera vez? ¿Y con Eric? Su único y verdadero amor platónico.
—¿Tan malo fue? —Ángela y yo la miramos con caras agrias—. ¿Qué?
—Eso no se pregunta, Jessica —le respondí entre dientes, ella a veces podía ser una perra sin sentimientos. Me volví a Ángela de nuevo y me concentré en mis siguientes palabras—. Angie, ¿por qué dices eso? La primera vez de una mujer siempre es importante.
Renée siempre me había recalcado eso una y otra vez, desde que tuvimos la conversación sobre hombres, sexo y prevención cuando tenía seis años. Ella siempre fue directa, nada de rodeos, malos entendidos ni dobles significados. Le agradecía eso y mucho, a pesar de todo, nunca me faltó su consejo de madre.
Ángela dejó ir un suspiro. —Sí, lo sé. Pero, chicas, creo que fue un error.
—¿Te obligó acaso? —rugió Jessica con la cara llena de ira contenida. A mí también me provocó náuseas la sola suposición.
Ángela negó con la cabeza. Bajó la mirada y sonrió con tristeza.
—Él no me quiere de esa forma y yo creo que confundí las cosas. —Se encogió de hombros, toda apesadumbrada—. Fue antes de reunirnos con ustedes, en tu fiesta, Jessica. En su auto. Él estaba triste por algo que no me podía decir, yo estaba desesperada por ser su consuelo y luego…sucedió.
Jessica y yo hablamos al mismo tiempo.
—¿Antes de ir a mi fiesta en el verano? —le preguntó Jessica con un gruñido.
—¿Usaron protección? —le pregunté yo más preocupada.
Ella levantó la cabeza y respondió. —Sí y sí.
Solté el aire que había estado reteniendo en mis pulmones y Jessica maldijo por lo bajo.
—Sabía que algo había pasado, estaban…no sé. Raros. Y tú no parabas de mirarlo en toda la noche. Fuiste bastante evidente, cariño.
—Pero, al menos, fue bueno. Quiero decir, ¿se portó bien contigo? —inquirí lanzando la colilla del cigarrillo en el césped.
Los ojos de Ángela brillaron un poco a pesar de su congoja.
—Fue tan lindo y tierno que me sentí en el cielo todo el tiempo que duró. Me hizo sentir amada, especial.
Fruncí el ceño al igual que Jessica.
—¿Entonces por qué dices que no fue la gran cosa? —No entendí, pero estaba claro que algo no nos había dicho.
—Para él no lo fue. —Se mordió el labio inferior—. Me ha estado evitando desde que sucedió. No me mira a los ojos y cuando por accidente lo hace, me mira como si le clavaran un puñal en la garganta. Así de malo fue para él.
¿Por qué no había visto eso venir? Es decir, nos sentábamos juntos cada día, compartíamos clases y en la cafetería todo el tiempo andábamos todos. Me acaricié la cien que empezaba a palpitarme.
Ángela estuvo sufriendo por Eric todo un mes, mientras nosotras no parábamos de alentarla para que le hablara sobres sus sentimientos.
—La hemos cagado todo este tiempo, ¿verdad? ¿Tratando de juntarlos? —pregunté sintiéndome nefasta conmigo misma. Ángela, la dulce y linda Ángela, estuvo pasando por esto completamente sola. Viendo a su amor —y con quien había compartido algo tan íntimo e importante— de toda una vida, cada día con nosotros, como si nada hubiese sucedido entre ellos. ¡Mierda! Empezaba a odiar ese inepto que no veía lo que tenía al frente.
—Le voy a arrancar las bolas —musitó sombríamente Jessica encendiendo una y otra vez el fuego en sus manos.
Ángela nos miró asustada y compungida.
—Nadie la ha cagado aquí; yo no les dije porque tenía vergüenza y porque no quería que esto sucediera. Eric también es nuestro amigo, y lo último que deseaba era que ustedes tomaran partido por mí.
—Pero es un cabrón de mier… —Jessica chilló interrumpiéndome.
—No ha tenido las jodidas bolas para enfrentar lo que hicieron los dos juntos, porque sola no lo hiciste, Ángela. ¡De eso estoy segura! Y créeme que desde mañana ya no quedarán rastros de sus miserablezas.
—¡Jessica! No digas esas cosas ni en broma. —Ángela se acomodó su larga cabellera, de seguro para mantener sus manos entretenidas en algo ya que su cigarrillo también había muerto.
—No es broma —replicó rabiosa.
—Bueno ya basta —dije para hacerlas detenerse un momento. Ángela seguía cogiéndose el cabello una y otra vez, nerviosa. Mientras Jessica encendía otro cigarrillo—. Te lastimó, Ángela, eso es algo que ni Jessica ni yo estamos dispuestas a ignorar. —Iba a defenderlo de seguro cuando le tomé la mano entre las mías—. Eric es nuestro amigo, pero tú eres nuestra hermana. Así de sencillo es esto. Punto.
Ella me miró a mí, y luego a Jessica con un leve temblor en su labio inferior, sus ojos brillaron por las lágrimas que trataba de retener.
—Yo no sé… ustedes son… —Tragó pesado y la jalé para abrazarla—. Yo no quiero ser motivo para que…
—Ya está, Ángela, todo estará bien.
Nos quedamos en silencio por largos minutos, yo la sostuve todo ese tiempo sintiéndome la peor amiga sobre la faz de la tierra. Es que, hombre, esto era bastante jodido. Ella había entregado lo más íntimo y valioso que poseía a una persona que no se lo merecía. Y, por duro que fuera, el pasado no se podía devolver.
El sonido de un auto acercándose nos alertó. Jessica botó el cigarrillo que tenía en las manos en el césped en un santiamén y escondió la cajetilla junto con el encendedor detrás de una matera. La patrulla apareció al doblar la esquina y las tres nos pusimos en pie.
—Hasta el cabello me debe oler a cigarrillo —dije entrando en pánico.
—Será mejor que nos vayamos ahora —dijo Jessica y yo asentí, era lo mejor—. Nos vemos mañana en la escuela. —Me dio un beso en la mejilla al igual que Ángela.
—Gracias, Bella. También a ti, Jess, por escucharme. —Sonrió con tristeza, pero una pizca más animada que antes.
—Ángela, más bien perdónanos por no prestar atención a lo que pasaba; no hay nada que agradecer.
—Todavía —dijo Jessica de manera maligna.
Ángela suspiró y me dijo:
—Nada ha sido su culpa, yo soy quien debería disculparme por no haber confiado en ustedes y decirles. —Negué con la cabeza y ella sonrió de manera dulce antes de irse junto con Jessica por la acera.
Dos minutos después, Big Swan se encontraba aparcando la patrulla frente a la casa. Me solté la cola de caballo para sacudirme el cabello que suponía hedía a nicotina y tabaco, en un intento por disipar el olor. A papá no le gustaba que fumara ni bebiera; bueno, ¿a qué buen padre de familia le gustaría?
Bajó de la patrulla cargando un bolso negro donde guardaba sus cosas personales y la comida que le preparaba cada día. Carraspeé cuando atravesó el camino de piedras en la entrada.
—Hola, pa…
—Estuviste fumando —dijo de mal humor en modo policía malo—, como lo llamaba Seth a veces. —Cerré la boca sin culminar el saludo y bajé la mirada, atrapada—. Bells, me vas a sacar canas violetas, ya te he dicho que no lo hagas. —Suspiró y caminó lo que faltaba del camino, subió las escaleras del porche y me dio un beso en la mejilla—. Ve a bañarte y después cenamos.
—Sí, Big Swan —dije bajito, sin réplicas y me metí a la casa siguiendo a mi papá. Sería una larga noche llena con reproches.
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Llegué a la escuela caminando a la siguiente mañana, sí, apestaba y más con este clima tan impredecible en Forks. Me acosté tarde pensando en Ángela y el basura de Eric, no pude conciliar el sueño hasta pasadas las dos de la mañana. Por consiguiente, me desperté tarde porque además de todo; oh sorpresa, había olvidado colocar el despertador antes de acostarme. En fin, apenas pude comer una manzana, vestirme decentemente y llevar el trasero adormilado a la escuela, como dije, caminando. El autobús ya había pasado cuando salí de casa.
Entré al enorme parqueadero que circundaba a la escuela; para ser un pueblo olvidado en medio de zona verde, verde y más verde, había muchos autos últimos modelos aparcados por el lugar. Sería feliz tan solo con una camioneta usada, la verdad; tanto lujo me espantaba. Me desplacé entre los autos y los estudiantes que llegaban apenas, como era mi caso, algo retrasados.
—¡Belly! Por acá estamos. —Si no me gritas, Seth, no me entero, pensé sarcásticamente por su inalcanzable entusiasmo mañanero. Todavía me preguntaba cómo lo alimentaba el viejo Billy día tras día.
—Hola, chicos. —Llegué junto a ellos al lado de la entrada del edifico principal, estaban todos menos Eric. Aleluya, señor. Un encuentro sin tensiones. Me devolvieron el saludo con menos entusiasmo que Seth, pero igual de cálidos.
Saludé a Jess y a Angie con un beso en la mejilla.
—¿Qué hacen afuera?
Seth rodó los ojos. —Esperándote, ¡dah! ¿Qué más podíamos hacer, sino? —dijo Seth irreverente como siempre.
Le pegué un puño en el brazo haciéndolo aullar de dolor.
—Buena esa. —Jess me sonrió, picando un ojo. Seth siseó una maldición en su dirección.
—¿Alguien hizo la tarea de inglés? —preguntó Mike mientras nos adentrábamos al edificio, deteniendo el jaleo de risas por un momento.
Nadie respondió. Todos la habíamos olvidado por completo.
—Me imaginé; entonces la hacemos en la cafetería a la hora del almuerzo, ¿les parece? —Mike me miró fijo, a pesar de que preguntaba de manera general. Miré a otro lado incómoda y encogí los hombros en clara señal de "como sea".
Teníamos horarios similares, inglés era una de las clases que compartíamos después del almuerzo, lo que era genial en estos casos, por ejemplo.
Al llegar a los casilleros nos despedimos como cada mañana de jueves; Mike se fue a la izquierda hacia el aula de matemáticas, Jessica y Seth cruzaron al otro lado del edificio, casi a la salida de este para la clase de literatura. Ángela y yo caminamos hacia la derecha para la gran clase de biología con el señor Banner, nótese el sarcasmo.
—¿Cómo te sientes, Ángela? —Ella se veía un poco pálida hoy, y de verdad me preocupaba que se estuviese enfermando por pensar tanto en lo sucedido con Eric.
Ella sonrió.
—Me encuentro bien, solo un poco descompuesta por los cólicos.
Asentí más tranquila con su respuesta.
Estábamos por entrar cuando un pequeño torbellino salió del aula de biología, golpeándome con gran fuerza en el hombro. Jadeé de dolor y vi cómo mi mochila volaba por los aires debido al impacto.
Ángela me agarró de la blusa para impedir que me cayera, el golpe había sido bastante fuerte.
—Lo siento, yo no estaba mirando hacia donde… —La chica, menuda y pequeña, sonó afligida por el golpe que me dio, sin embargo, se detuvo en cuanto me miró a la cara, y me reconoció—. Ah, eres tú —dijo de forma despectiva, a la vez que se enderezaba todo lo que su estatura le permitió, como si yo representara alguna clase de amenaza. Su rostro antes avergonzado, cambió drásticamente a uno inexpresivo en cuestión de segundos—. Lo siento —terminó de decir entre dientes. Llevé mi mano a mi hombro haciendo una mueca.
La miré a los ojos verdes azulados por unos segundos, asentí y Ángela recogió mi mochila del piso muy amablemente. Ahogué el nudo de sensaciones que sentí de solo verla tan cerca, ella poco había cambiado, aun parecía una pequeña hada, hermosa y delicada. Alice estaba viéndome con desazón ahora, como hastiada con todo y cada uno de los seres vivos en el universo entero. Me acomodé la mochila en el otro hombro y aparté la vista de ella.
—Está bien, no fue nada —respondí esquivándola para poder entrar al aula o laboratorio de ciencias. Ella resopló y se fue en dirección contraria a la de nosotras pisando fuerte.
Ángela me siguió hasta nuestros asientos en la primera mesa de mármol.
—¿Esa no era Alice Cullen? —preguntó indecisa, sin saber qué decirme o no. Asentí y ella suspiró—. Es un poco rara, ¿no crees?
—Sí, está algo fuera de serie.
—Ya lo creo. —Ángela me observó de reojo, como queriendo decirme algo más. Abrió la boca y después la cerró negando con la cabeza.
Fue lo mejor, no deseaba empezar a hablar sobre Alice Cullen o los Cullen en general. Miré un punto fijo en el tablero y esperé que el sentimiento de vacío se disipara un poco. Todavía dolía a pesar de los años que habían transcurrido, la escabrosa separación que tuvimos. Ya eran casi cuatro años desde la última vez en que…bueno…desde que Alice y yo dejamos de ser mejores amigas. Parece mentira, pero los años y las circunstancias sí tenían mucho que ver con la fortaleza de las relaciones; Alice, Edward, Emmett y yo éramos fieles muestras de ello.
Nada duraba para siempre.
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Era hora del almuerzo por fin, lo cual quería decir que dentro de poco la tortura acabaría. Ángela y yo nos encontramos de camino a la cafetería, los demás de seguro ya se hallaban reunidos allá. La cafetería de la escuela no era más que un gran recinto techado con cientos de mesas y un pequeño local al fondo donde servían la comida. Sin nada más que paredes blancas a medio rayar con marcadores y lapiceros.
Al acercarnos a la mesa de siempre, solo Seth se encontraba sentado.
—¿Qué me trajiste de almuerzo, Belly? —Seth me preguntó, estaba a punto de decirle que no le había traído nada el día de hoy cuando saltó de su asiento y me tomó de la cintura alzándome en el aire. Chillé del susto, ese niño malcriado me las iba a pagar algún día. Demonios, ¿qué sucedía con él?
—Déjala ya, que la mareas. —Ángela se colocó a mi lado con las manos en jarras, enviándole la mirada del mal que Jessica le había enseñado; si no fuese porque estaba siendo lanzada por los aires una y otra vez, me hubiese carcajeado de su expresión "furiosa".
—¡Fue suficiente, Seth! —grité al fin, encontrando mi propia voz. Seth se carcajeó un montón y me dejó sobre el firme piso en menos de dos segundos. Whoao… me agarré de su camiseta para sostenerme, en serio me había mareado.
—¿Ves lo que haces, troglodita? —Jessica llegó a la mesa, dejó algunos libros sobre esta y se apresuró a mi lado—. Serás idiota, mira cómo la dejaste.
—No lo riñas más, Jessica —le dije mientras me ayudaba a sentarme.
—Un día de estos te va a matar, te lo juro —dijo cruzándose de brazos a la vez que aniquilaba a Seth con su mirada rompe bolas.
—Jamás le haría daño a propósito —se defendió, y acto seguido le sacó la lengua. Las tres rodamos los ojos. ¿Ven por qué lo trato como un indefenso cachorrito? Porque es un cachorrito.
Jessica le ladró que fuera a comprarme algo de comer, la miró feo antes de darme un sonoro beso en la coronilla y se fue a buscar algo al servicio de comidas dejándonos solas.
—¿Dónde estará Mike? Quedamos en venir rápido para hacer la tarea de inglés —preguntó Ángela sentándose a mi lado, mirando por el lugar atestado de gente—. ¿Te sientes mejor?
Le sonreí por su preocupación y asentí, aunque todavía me daba vueltas la cabeza.
—¿Qué carajos están mirando? —murmuró Jessica, mientras observaba detrás de mi cabeza.
—¿Quiénes? —preguntó Ángela.
—Los Cullen.
La respiración se me atascó en la garganta y la cien me palpitó furiosamente. ¿Los Cullen, dijo? Apreté los labios en una fina línea.
—Emmett está mirándote, Bella —musitó Ángela que también había girado a ver. Me quedé petrificada de la impresión. No hice ni dije nada al respecto, aunque me dolió el cuello de la tensión. ¿Por qué me miraba? Sería por el episodio con Alice—. Y también Edward.
Apreté las manos y me obligué a tomar profundas respiraciones para detener la tórrida desesperación que me invadió, deseaba girar la cabeza también para ver qué era lo que sucedía. Una avalancha de recuerdos amenazó con ahogarme en silencio. ¿Por qué me tenía que afectar tanto? Es decir, yo los veía esporádicamente ya que estudiábamos en la misma escuela, sería algo imposible de evitar de cualquier modo. Pero lo que me sacudió en realidad, era que estuviesen mirándome con atención, sin razón aparente, a mí; cosa que nunca sucedía. Jamás. Para ellos era como si yo no existiera.
Jessica me volteó a ver a mí y de nuevo a ellos, frunció el ceño. —¿De qué va su teatro?
—¿Qué está pasando? —pregunté antes de poder detenerme, la curiosidad me carcomía por dentro.
—Ahora parece que discuten. ¡Oh! Emmett empujó a Edward contra la mesa —dijo Ángela sobresaltada poniéndose las manos en su boca por la impresión. Ya no pude aguantar más y me giré a verlos al fin.
Al otro lado de la cafetería, se podía ver con claridad cómo la gran figura de Emmett sostenía de la camiseta a Edward, dejándolo inmóvil contra la mesa; estaban forcejeando uno contra el otro. Se estaban gritando cosas al mismo tiempo, que por el bullicio del lugar no se alcanzaban a escuchar. La imagen me pegó fuerte y, por un segundo, solo uno, casi me levanto del asiento para ir a ellos e intervenir. Un impulso arraigado, me dije, nada más que eso. De pronto dos rubias se abalanzaron contra Emmett para separarlo de su primo.
—Yo no me metería en medio de esos dos —dijo Ángela asustada.
—Son sus novias, claro que se iban a meter. —Jessica dijo encogiéndose de hombros.
Las reconocí antes de que Jess dijera de quienes se trataba. Tanya Denali y Rosalie Hale. Las chicas más hermosas de la escuela y posiblemente de todo el pueblo. Yo había tenido la oportunidad de hablar con Tanya hace algunos años, cuando iniciamos la secundaria, en el tiempo en el que todavía me consideraba amiga de la familia Cullen. En ese entonces, Tanya era una recién llegada al pueblo; era extrovertida, hermosa, dinámica y explosiva con los chicos, no tardó demasiado en llamar la atención de Edward, menos se demoró en tomar mi lugar en el grupo. Era la chica nueva que todos querían conocer. Me mordí el labio ansiosa de pronto por ese mal recuerdo; no andes por ahí, Bella.
A Rosalie Hale no la conocía de nada, aparte de verla junto a mis ex amigos todo el tiempo sabía que era la novia de Emmett.
Tanya agarró a Emmett de un brazo, mientras Rosalie desprendía las manos de su novio que sujetaban la camiseta de Edward ferozmente; hasta que al fin los separaron. Emmett lo señaló con furia mientras se alejaba de la mesa, como amenazándole. Tenía una expresión peligrosa en su rostro.
—¿De qué me perdí? —Seth llegó de nuevo, cargando dos bandejas con ensaladas y dos jugos naturales. Miró hacia donde venía el jaleo—. Puta mierda, ¿qué fue lo que pasó?
Edward se puso en pie bajo la atenta mirada de todos, se sacudió la ropa y Tanya adivinando su próximo movimiento lo sostuvo del brazo para impedir un segundo ataque entre los dos. Su cabello cobrizo apuntaba a todos lados, más desordenado de lo que recordaba, la camiseta verde arrugada y tenía los músculos del cuello tensionados al igual que Emmett. A la final Rosalie se interpuso entre los dos poniendo una mano sobre el pecho de su novio, dijo algo para los dos y se llevó a Emmett, jalándolo todo el camino afuera.
—Quién sabe. —Jess me miró con una ceja alzada a lo que me encogí de hombros, sin tenerle una respuesta. ¿Qué iba a saber yo sobre eso?
Ella me miró suspicaz.
Me obligué a sentarme bien derecha, dirigí mis ojos a la comida porque necesitaba olvidar la escena anterior como fuese. Jessica y Ángela me imitaron luego de un momento, supuse que todo había acabado por completo allá atrás con los Cullen. Me sentí morir un poco por lo que vimos. Ellos no eran así de violentos el uno con el otro, ¿cierto? Por lo menos los chicos gentiles y traviesos que tenía en mis memorias no lo eran.
Suspiré y le agradecí a Seth por el almuerzo.
—¿Vamos a hacer la tarea de inglés o no? —preguntó Ángela, sacando sus apuntes y de esa forma dando por olvidado lo sucedido. Los siguientes veinte minutos me obligué a realizar la tarea, a la vez que comíamos nuestros almuerzos. Jessi no paró de mirarme de forma extraña durante un buen rato, a lo que yo, por supuesto, me hice la desentendida.
Eric y Mike aparecieron casi al finalizar el descanso, venían riéndose por algo todos relajados.
—Perdón por el retraso. —dijo Mike con una mueca nada creíble. Típico de él venirse a copiar en el último momento, ahss me enfurecía a veces su falta de palabra. Eric, por su parte, nos saludó como si nada, tomó asiento al lado mío y abrió sus apuntes. De verdad empezaba a odiar su sola presencia. Jessica siseó algo inentendible agarrando el lapicero con más fuerza de la necesaria cuando lo vio y Ángela bajó la mirada toda sonrosada. Le envié una mirada de advertencia a Jessica; aquí no era el lugar para una confrontación, había demasiada gente y lo último que quería era que se enteraran de algo tan íntimo para Ángela.
—No te vimos esta mañana —comentó Seth a Eric a manera relajada. Cogió mi libreta y empezó a transcribir lo que había hecho. No sé por qué lo quería tanto, en serio que era un parásito en ocasiones.
—Uhg, sí… es que me levanté tarde, sí, eso… me levanté tarde —aseguró viéndose nervioso. Para lo que me importa lo que hagas, amigo, pensé terminándome la ensalada de pollo.
Al sonar el timbre que daba por finalizada la hora del almuerzo, volamos al aula correspondiente. Todos habíamos decidido compartir a principio de año esta materia; bueno, esa y arte fueron las únicas que pudimos ubicar todos en el mismo horario para los jueves. Ahora ya no me parecía tan buena idea eso, menos viendo a Ángela tan incómoda por Eric.
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Eran alrededor de las cuatro de la tarde cuando empecé a lavar los trastes amontonados en el lavaplatos. Recién había llegado de la escuela; con los chicos habíamos quedado en salir mañana después de clases a tontear un rato por el mini market de la señora Springs, ya saben, a charlar y a beber alguna que otra cerveza, nada serio. No teníamos demasiadas opciones de donde escoger, era eso o ir a la Push nuevamente, y ya estábamos hastiados de la segunda opción. En realidad yo deseaba quedarme en mi casa y leer algo de mi colección de libros; sin embargo, a Mike se le metió en la cabeza eso de tener una integración grupal.
Hasta hizo prometer a Eric de que fuera. Jessica y yo solo rodamos los ojos.
Canturreé un rato la letra de Pretty Hurts de Beyonce que sonaba desde el pequeño radio de la cocina, no era muy amante de esa música en particular pero tenía que admitir que esa sí que tenía un fondo real.
Escuché mi celular sonar desde la sala de estar, donde lo había dejado junto a mi mochila. Fruncí el ceño y dejé que se fuera a buzón. Tenía las manos llenas de espuma y no quería arruinar el aparato tan pronto. Era nuevo y recién lo había comprado.
De nuevo empezó a sonar, lo ignoré y me dediqué a finalizar la tarea de enjuagar la porcelana durante los siguientes cinco minutos. El teléfono no dejó de sonar.
¿Quién será?, me pregunté ya fastidiada por la insistencia.
Unos minutos después, un estruendoso e incesante golpeteo se escuchó en la puerta principal, sobresaltándome tanto que dejé caer el plato de mis manos. ¡Dios! El corazón me pulso a diez contracciones por segundo del susto.
—¡Ya voy! —grité mirando el desastre sobre la moqueta. El plato se había hecho trizas a mis pies. ¿Qué persona normal aporrea la puerta de esa forma salvaje? Maldije bajo mi aliento, apagué la radio y con cuidado de no pisar algún trozo afilado me encaminé a la entrada.
Ya después tendría que levantar los restos.
Los golpes se reanudaron con más fuerza produciendo un crujido en la madera.
—¡Por todo lo santo! Un segundo, carajo. ¿Quién es…? —pregunté abriendo por fin la puerta. Nada me preparó para enfrentar a la muralla de metro con noventa plantada en el porche de mi propia casa.
Edward estaba allí, tan cerca de mí que pude reconocer su olor bajo la fragancia masculina que usaba. La confusión me dominó desde el segundo uno. ¿Estaba delirando, acaso? No podía ser que Edward estuviese en mi casa, no después tantos años ignorándonos mutuamente. Dudé entre encontrarme dormida y haberme golpeado la cabeza en algún punto de día.
No tenía ningún sentido que estuviese allí delante de mí.
Pero entonces lo miré, es decir, realmente lo estudié con atención. Y si antes confusión fue lo que sentí, ahora ciertamente lo que explotaba en mi pecho era terror.
Su cara, Dios… de solo ver la ira en su rostro retrocedí un paso hacia atrás, todo él exudaba peligro tangible. Él tenía esta expresión furiosa, no, era más que furia, era como si el mismo demonio se le hubiese metido dentro, endureciendo cada rasgo de su cara, incluso sus ojos siempre verdes poseían un matiz oscuro que no me dio buena espina. Tragué saliva con dificultad mientras lo miraba mirarme.
Me tardé un minuto en construir una frase coherente.
—¿Q-Qué sucede? —Fue lo máximo que pude reunir.
Él frunció más el ceño, metió la mano en el bolsillo de su pantalón para luego aventarme algo contra el pecho con toda su fuerza.
—¡¿Te haces la inocente ahora?! —gruñó furibundo y yo jadeé por la punzada de dolor que me produjo el material contra mi esternón.
—¡¿Qué está mal contigo, idiota?! —bramé adolorida. ¿Estaba loco? ¿Cómo se le ocurre lanzarme de esa forma… un…un celular? ¿Eh?
Despegué la mirada del aparato y miré a Edward sin entender qué jodidos quería de mí.
Auch, el dolor era de consideración, de seguro me iba a salir un moretón. Escocía al respirar.
—Les gustó, ¿no? Dejarme en ridículo frente a todo el mundo. ¡Lo que hiciste es bajo, Swan, incluso para ti! —Manoteó al aire, gritando como un loco, mientras yo estuve allí sin entender ni saber de qué estaba hablándome, viéndolo retorcerse en su propia ira descontrolada.
—Espérame un segundo, Edward, no sé por qué me estás diciendo todo esto, pero no te permito que me hables en ese tono y mucho menos que me trates así. —Incluso yo misma me sorprendí de la manera segura en la que hablé. Él dejó de pasarse las manos sobre su cabello desordenado y me miró todavía más violento.
—Así que no sabes lo que hiciste —dijo entre dientes, se acercó y me arrebató el aparato de las manos. Hizo algo brusco sobre la pantalla y me lo devolvió tirándomelo de vuelta. Por poco no lo alcanzo a atrapar—. Eso fue lo que hiciste, virgencita —dijo con toda la intención de herirme.
Arrugué el ceño e hice un gesto desentendido para que no se me notara el pesar que me produjeron sus palabras; estaba sonrojada, lo sabía pero eso no me iba a dejar amilanar ahora como de seguro él deseaba. Era más la ira y la confusión que la vergüenza y el dolor.
Con un suspiro volví la mirada a lo que me mostraba en el teléfono celular. Era la aplicación del Whats**, en la ventana abierta había un mensaje viral de esos que se envían a todo el mundo con emoticones de estrellas adornando el mensaje.
Al parecer los nerds están de moda hoy en día, todas caen como moscas por ellos. ¡Ninguna se salva de ese mal!
¿Quién lo diría? La chica más sexy de la escuela, novia del tan conocido señior Edward Cullen, la hermosa Tanya Denali, se encuentra bajo una fuerte pelea con la dulce y virginal Isabella Swan. ¿El motivo? Ninguna de las dos quiere dejar ir al hombre de sus sueños: el genio informático Eric Yorkie; muy buen amigo y también amante de esta última. ¡Como lo escuchan! Existe todo un drama romántico bajo los pasillos de la escuela.
Si no me creen, entonces miren:
Para este punto bajé de forma errática la pantalla para ver la evidencia.
Oh, cielo santo.
Me quedé ida por un momento al ver las imágenes.
La primera era de Eric y Tanya detrás del gimnasio de la escuela; en la imagen se estaban besando tórridamente mientras él la sostenía de las caderas, pegándola a la pared. Se veía la cara de los dos claramente así como sus lenguas jugueteando una con la otra. Asco. Ahogué la necesidad de maldecirlo, por mi amiga, que aun tenía sentimientos por ese bueno para nada. No podía creer que fuese capaz de eso. Menos lo creería de Tanya si no lo estuviese viendo con mis propios ojos, engañaba a Edward con ese… ese idiota.
Gemí bajito y bajé a la siguiente fotografía.
La segunda estaba bastante oscura, quizás debido a que era de noche. Eric estaba en su auto, en la parte trasera para ser más exactos. Una morena estaba debajo de él mientras la besaba y yacía acostada sobre la cojinería, enroscada a él de las caderas. Cerré los ojos por un momento tragándome la imagen. Se trataba de Ángela, no de mí. Lo supe en seguida. Lo peor del caso es que esto no era photoshop, esto en realidad si había ocurrido. Con todo oscuro, y teniendo las dos facciones parecidas, fue fácil confundirnos. ¿Pero en realidad se trataba de una confusión, o alguien intentaba hundirme con esto?
—¿Me lo piensas negar ahora? —preguntó irónico, quitándome el teléfono de las manos, casi que arañándome en el proceso. No supe qué hacer, mientras lo observaba y el sudor frío se deslizaba por mi espalda, yo no tuve cómo defenderme sin poner a mi amiga en evidencia. No porque no pudiese, sino por lo que implicaba, hacerlo sería ir más allá de la deslealtad.
No pronuncié un solo sonido durante largos segundos. Aunque el instinto me gritaba que debía desmentir aquello pronto, sin embargo no pude.
—¡Mierda, di algo! No puede ser que no tengas nada que decirme. —Se cogió de los cabellos con brusquedad mientras se alejaba caminando de un lado al otro en el pequeño espacio del porche. No podía respirar bien con el nudo que tenía aferrado a la garganta. ¿Qué es lo que debo hacer? ¿Ángela ya se habrá enterado de esto? Me mordí el labio inferior y me pasé las manos por mi cara, desesperada por el enorme malentendido que me había puesto en guinda frente a Edward y quien sabe frente a cuanta gente más.
En menos de nada él estuvo de nuevo frente a mí, su cara estaba igual de deformada, pero a pesar de ello noté la profunda decepción al mirarme. Las siguientes palabras que salieron de su boca, me humillaron, por completo.
—Dime que mi ex novia y mi ex amiga no están compartiendo la misma polla. ¡Dímelo! —rugió con esa cadencia de su voz tildada con odio, clavando la saña en lo más profundo de mi alma. Parpadeé y dejé de respirar aniquilada por el dolor y el miedo que sentí. Lo siguiente que supe era que lo había abofeteado con tanta fuerza que la mano se me entumeció.
—Cree lo que quieras, Edward—dije con la voz estrangulada. Él llevó su mano a la mejilla golpeada y me observó con una mezcla de sorpresa e ira. Me pregunté de repente por qué le afectaba tanto lo que yo hacía o no. Abrí y cerré la mano, sin apartar la mirada de la suya—. No tengo por qué darte explicaciones de mis actos.
—Estoy involucrado en esto en parte por tu culpa, tus actos me están afectando. ¡Genia! Soy el hazmerreír del pueblo entero. —Maldijo una y otra vez y yo lo único en lo que podía pensar era en el infierno que alguien había desatado sobre nosotros. Dios… ¿Y si papá se enteraba de algo de esto? ¿O los profesores…?
—¿Quién hizo esto? —Lo miré seria, apartando los sentimientos de angustia, dolor y terror dentro de mí—. ¿Quién se atrevió a enviar ese mensaje?
Sus ojos se clavaron en los míos intensos, negó con la cabeza y dejo ir una risa macabra.
—¿Crees que si lo supiera estuviese aquí contigo? Claro que no —bufó y se cruzó de brazos.
Eric, Tanya, Edward y yo estábamos enlodados de pies a cabeza.
—¿Es o no es cierto?
—¿Qué cosa?
Gruñó y me cogió del brazo obligándome a acercarme a él. —¿Te acostaste con Eric Yorkie sí o no?
Rodeé los ojos hastiada con la sola idea de tener sexo con Eric Yorkie.
—¿No deberías preguntarle a tu novia mejor, en vez de estar presionándome a mí para que te diga algo que no te incumbe?
Edward apretó los labios pero no me dejó ir, al contrario, me sujetó con más fuerza.
—Lo haré en cuanto tú me digas la verdad. —Respiré profundo sintiendo todavía molestia al inspirar—. Responde.
Lo reté con la mirada mientras él me veía entornando los ojos.
—Tú viniste aquí a constatarlo, pero no veo porqué si ya creíste en esas fotos, ¿no? — Haciendo acopio de toda mi fortaleza, me zafé de su agarre—. No hay nada qué decir, Edward.
La furia regresó a él de nuevo, dio dos pasos hacia atrás y escupió:
—Eres una jodida perra como todas las demás —dijo como si yo le diera asco. Dio media vuelta para irse casi corriendo de mi casa.
Dejé de respirar mientras lo veía bajar las escaleras de dos en dos. Subió a su auto sin voltear a verme de nuevo y con un suave ronroneo del auto al encender, desapareció por la calle. Los ojos me picaron por querer llorar. Nadie jamás me había tratado de esa forma nunca, la humillación barrió con cualquier cosa en mi mente y en lo único que pude pensar fue en encerrarme en mi habitación y llorar lo que restaba del día.
Hola chicas, desde hacía tiiiiempos que deseaba escribir algo como esto...
Gracias por leer.
MarieLizCS