Disclaimer: Haikyu no me pertenece, ojala, es de Haruichi Furudate.

Vuelvo del campo más inspirada que nunca (mentira, Nitta escribió en un cuaderno todo ratón porque no tenía computador, ni internet, ni nada). Uf. Esto es fluff, tan fluff que seguramente a alguien podría darle caries así que tengan sus cepillos de dientes a mano. Si alguien quiere mandarme la factura del dentista pues... ahí lo conversamos.


Cuatro razones para no salir con Oikawa Tooru.


CONTRA: Su fanatismo por los aliens.

Kageyama encontraba que el gusto, o hobby (si se podía contar investigar como eso) de su novio rayaba en lo obsesivo.

Estaba bien darse cuenta al pedir prestado su computador que sus páginas más visitada fueran Wikipedia y Escalofríos en vez de Facebook o cualquier red social que lograra subirle todavía más su ego. Podía tolerar que vez que se sentara a su lado e intentara ver televisión con él estuviera viendo los maratones interminables de Alienígenas ancestrales, como si fuera el único programa interesante del susodicho canal favorito de él. Solo asentía cuando sus citas eran al mirador, pero no para besarse o correrse mano (como sería lo más normal en tal situación) sino para mirar los astros y ver si captaba un ovni.

—¡Tobio-chan, un ovni! ¡Mira, mira!

—Creo que es una estrella fugaz.

—¡Argh! ¡Calla, tonto, arruinas el momento! Es un ovni. ¡Ayúdame a hacer señales! Toma la linterna; apágala y enciéndela.

(No muy romántico.)

Pero lo que sí comenzaba a pasarse de la raya es que sin importar qué estuvieran haciendo el tema de conversación fuera ese, y Tooru comenzando a despertarlo a mitad de la noche para decirle que irían a acampar al bosque en busca de los condenados extraterrestres había cruzado la línea de lo aguantable.

...

PRO: La ternura en sus acciones.

Si de algo no podía quejarse era de lo suave y amable que era con él cuando andaba meloso. Le gustaban las caricias en su piel que casi le causaban cosquillas, sus labios repartiendo besos y las palabras bañadas en miel que susurraba en su oído.

Aunque por fuera se viera enojado o avergonzado, le encantaban tales detalles; como que lo tomara de la mano de manera casual y entrelazara sus dedos mientras caminaban o conversaban. Que le robara besos a mitad de una frase o lo interrumpiera para decirle "Te amo". Que juntara sus narices en un beso esquimal o besara su frente para saludarlo después de un largo día. Agradecía que recordara cosas en las que él ni mismo reparaba, como que la taza que utilizaba en el desayuno era la de color verde, que primero le quitaba las orillas al pan o que las tostadas las comía medias quemadas.

No podía sentirse más a gusto después de un largo día ser cobijado por sus brazos y sentir las caricias en su espalda.

...

CONTRA: Iwaizumi-san.

No es que Kageyama odie a Hajime, aquello no podría estar más lejos de la verdad, de hecho siempre lo ha admirado mucho, desde que era un niño, pero nunca ha tenido la paciencia y seguramente nunca la tendrá para soportar la dupla insoportable que esos dos hacían.

Cuando aquello ocurría (que ambos se juntaran. Cosa muy seguida porque eran como uña y carne; inseparables), todas las dudas acerca de cómo personas tan diferentes seguían juntas tras años de amistad, se resolvían. Mejores amigos son por algo, piensa él.

—Entonces, estamos los dos sentados en los últimos asientos del cine, ¡en los últimos! Y Tobio-chan me dice "No, porque hay un guardia". Digo yo, ¿para qué existen las últimas filas si no es para que las parejas sacien su hambre de lujuria?

—Eres muy desagradable, no sé cómo Kageyama te soporta.

—Iwa-chan, ¡que malo! ¡Tobio-chan me ama!

—Le das pena, que es distinto, se cansó de que lo agobiaras tanto a cada hora y te dijo que sí para que lo dejaras tranquilo.

—¡No es cierto! ¡Me ama! ¿Verdad, Tobio-chan?

—Dile la verdad a este tonto, Kageyama. Yo no te juzgare.

En momentos como esos realmente no sabe qué responder y se siente entre la espada y la pared. Lo único que puede hacer a futuro es evitar en lo más posible cuando los dos amigos se encuentran para conversar, así no será objeto de sus conversaciones.

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PRO: Su cabello y ojos.

Tobio no es fanático de los dulces en general; el glaseado de las galletas le daba dolor de estómago, el azúcar arcadas, la crema nauseas e incluso los chocolates de San Valentín que le regalaban terminaba dándoselos al idiota de Hinata porque no pensaba comérselos. Claro, los recibía y agradecía, pero sería un desperdicio tenerlos. En gustos prefería las cosas saladas o picantes, aunque de todas formas las chucherías que consumía eran muy limitadas.

Pero le gustaban mucho el cabello y ojos de su novio. Parecían ir a juego, ambos con el color chocolate tan cálido que lo embarraba todo.

Le gustaba la forma en que aquellas irises lo miraban de una manera tan especial y como él podía observarlos mejor que nadie más cuando estaban a centímetros de distancia. Eran café claro, como el chocolate caliente con un poco de crema, y a veces se divertía contando los ligeros puntitos color miel que rodeaban su iris. También sentía fascinación por su cabello color hojas de otoño; tan suave y sedoso. Era fino, y cuando lo acariciaba en aquellas instancias de hacerle cariño mientras se hallaban acurrucados se resbalaba entre sus dedos como el agua. Le encantaba poder apoyar la mejilla en sus cabellos, porque eran tan suaves y diferentes al suyo. Había heredado el cabello seco de su papá y no el sedoso de su mamá.

A Kageyama le gustaba mucho en invierno cuando utilizaba bufandas gruesas de lana color blanco y solo podía mirar sus ojos y cabello.

CONTRA: Su narcicismo.

Lo que nunca podría tolerar es el egocentrismo que tiene. Parecía más sencillo detener la lluvia con las manos que disminuir el amor hacia sí mismo que sentía. De vez en cuando, al verlo, no puede evitar recordar la historia que Yamaguchi alguna vez les contó sobre un tipo llamado Narciso que terminó ahogándose en un lago.

Todo es él y él.

Siempre es él quien es mejor que todos, en cada ámbito que pueda o no existir. Por supuesto le diría algo al respecto, pero Oikawa no lo escucha y la única persona que no se detiene intentando debatirlo es Iwaizumi-san, él simplemente lo golpea muy fuerte.

—Yo soy quien hace funcionar lo nuestro —dice algunas veces, cuando se pasa de idiota, y en esas ocasiones no le habla hasta que se disculpe. En eso puede tomar días.

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PRO: Que sea dos años mayor.

Kageyama ve más ventajas en la diferencia de edad que cosas negativas. El hecho que Oikawa sea mayor le trae cosas muy positivas, como que él no tiene la obligación de tomar la iniciativa en cosas vergonzosas (su excusa de siempre es la falta de experiencia), sacó la licencia antes y sus salidas eran más sencillas porque no tenían que caminar y algo que dejó de molestarle hace mucho era el hecho que fuera más alto que él. En momentos se sentía bastante bueno encontrar a una persona que lo superara en estatura.

Aunque lo más importante es que puede prestarle las tareas o ayudarlo a estudiar porque toda la materia es algo que ya ha visto.

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CONTRA: Su club de fans (locas).

Si existe algo que lo saca de quicio (y no es Hinata o Tsukishima) eso sería las admiradoras de su pareja. Todo respecto al tema le molesta y debe admitir que le pone más huraño de lo normal. Detesta la forma en que las chicas (muy lindas, ¡maldición!) se lo comen con la mirada, usan la falda más corta o muestran todo lo que pueden de escote para llamar su atención. Odia la manera en que él les responde; tan amable y galante para no herir sus sentimientos, pero al mismo tiempo tan diferente al Tooru normal. Le da jaqueca que cuando él se acerca y acapara su atención sin esfuerzos (son novios, después de todo, es prioridad a ojos del mayor) las chicas lo fulminan con la mirada.

No le gusta cómo se acercan a él y le toman el brazo o aplastan los pechos contra su costado. Tampoco como le desean buena suerte en sus partidos o cualquier cosa, ese debería ser solo su trabajo.

Le pone nervioso y rabioso que ellas le entreguen el almuerzo o dulces porque él mismo no sabe cocinar. No puede competir. Es inevitable el apretar la mandíbula al escuchar la manera melosa en que las chicas lo llaman por su nombre ("Oikawaaa-kuun") porque le hace comparar la manera seca en que él lo dice, sin ningún brillo adorable que consiguen las féminas. Le pone enfermo.

Un día todo explota igual que una olla a presión que estuvo mucho tiempo al fuego. Oikawa lo presiona con sus palabras exigiendo una explicación a su manera tan esquiva que adapta algunos días y termina diciéndole todo, hasta el último detalle. Le comenta sobre su club de fans, los almuerzos caseros que él no puede hacer, la manera en que le miran el trasero (o su máquina, ya que estamos), lo bonito de sus peinados y el tono en que dicen su nombre.

Su novio lo observa unos segundos sin inmutarse, en silencio, y tras los momentos de tensión fuera de lógica en que solo el tic-tac del reloj se escucha a su alrededor, sonríe con dulzura. No hay razón para una sonrisa como esa. Sus bonitos hoyuelos se marcan en sus mejillas de niño malo con aspecto de ángel y sus dientes blancos contrastan con el rosa de sus labios.

A pesar de sus objeciones de gato empapado, lo abraza. Esa acción lo descoloca y de pronto se encuentra sin saber qué hacer con su enojo o por qué diablos se ha enfadado, para empezar.

—Son celos —musita él para darle un dulce beso en la mejilla. No necesita verlo para saber que está sonriendo a su costa, de nuevo. Su voz se escucha muy cerca de él, golpea su lóbulo y pasa por la cavidad auditiva. Crea espasmos ahí por donde transita y las personitas que seguramente trabajan en su cerebro cunden al pánico porque no saben qué botón presionar a continuación para mantener la compostura.

¿Qué?

—¡Tobio-chan, estás celoso! Que adorable eres.

...

PRO: Ser Oikawa Tooru.

Al final piensa que por ser él es que lo quiere. Podría haberse enamorado de una chica bonita con buenas curvas y un cabello largo con el cual se podían hacer trenzas además de decorar con flores, quizás la chica tendría unas habilidades culinarias increíbles. No se consideraba gay porque no sentía atracción por ningún otro hombre salvo su antiguo sempai. Con que fuera él era suficiente.

Estaba bien con todo, las cosas malas y buenas. Se encontraba perfecto con su cabello y ojos de color del chocolate, su forma narcisista que tenía a veces, sus acciones amables, sus palabras bobas, la manera galante natural que adquiría, los hoyuelos en sus mejillas, las páginas de ñoño que guardaba en su computador, los fondos de pantalla vergonzosos acerca de ellos dos, que utilizara la taza de color negro para dejarle la de color verde a él y que lo despertara a mitad de la noche para sugerencias estúpidas.

Todo eso se mezclaba para crear a la persona de la cual estaba enamorado, y eso estaba bien.

Porque es él a quien quiere y todas esas cosas hacen que lo ame. Con eso es más que suficiente. No hay que seguir buscando más razones al respecto.