Hola.

Me voy disculpando porque actualización no hay (ni en plan) para ninguno de los trabajos que tengo en espera.

A decir verdad yo quería adelantar un poco de trabajo para algunos de los dos fics, pero tenía abierto Word y los dos archivos que planeaba tocar más no me fluía nada. Así que me puse a hacer otra cosa, no recuerdo bien que, entre tanto cerebro trabaja en segundo plano pero en lugar de ponerse juicioso y darme lo que quería me dio lo que se le ocurrió. No tenía un objetivo fijo cuando comencé, solo tenía presente el deseo de que fuera algo que me gustara y a la par que estuviera escrito de una manera interesante (que no rimara era otro de mis objetivos). Con ello en mente empecé a digitar, a medida que avanzaba visualice más o menos lo que quería leer (es que esta corta historia la escribí para mí pero aunque solo la lean unos poquitos me gusta la idea de compartir), procuré no dejarme llevar mucho ya que deseaba que fuera algo dramático, cosa que no creo haya logrado, parece más un poco de melancolía y hasta mejor que no me dio por forzarlo con un clásico y muy usado giro. No sé si lo que escribí le gustará a alguien que no sea pro OTP pero a mi me gustó.

Si están leyendo esto sin saber sobre los personajes quizá estén un poco pedidos y perdidas, pero creo que es bastante leíble (y disfrutable) sin necesidad de ser un erudito en el lore de LoL.

Solari

-Solari

De nuevo, Leona cerró los ojos y aspiró tanto aire como podían sus pulmones y súbitamente soltó sus armas quedando desprotegida ante su enemiga; el pálido rostro de su némesis se contrajo sin entender aquella reacción. Durante segundos solo el chapoteo de la lluvia lleno sus oídos, Diana sin embargo, no relajó su postura: sus dedos se aferraron incluso con más fuerza al mango de su arma, todo su cuerpo listo para un embate final pero permaneció quieta hasta que lentamente el avatar del sol abrió los ojos.

-Solari, Solari… Es todo lo que escucho de ti –su voz cansada y triste-. ¿Es que no soy más que esas seis letras? –preguntó fijando la vista en los otrora celestes ojos de Diana.

El avatar de la luna la miró con una expresión indescifrable en sus ojos, su rostro pálido e inexpresivo como siempre hacía perfecto juego con su voz fría y lejana.

-Sí y no. Toma tu arma, Solari, no vas a quitarme la gloría de arrebatarte la vida en justo combate – sentenció levantando su arma, sin embargo al ver que Leona no hacía esfuerzo alguno por alcanzar la suya volvió a bajarla-. ¡Levántate, Solari!

-No.

Irritada pero sin perder la compostura se acercó y con el pie le acercó el arma, pero Leona seguía quieta, sus ojos fijos en los suyos y no era difícil ver en ellos que era una decisión definitiva. La Solari no retomaría la batalla, Diana gruñó molesta. Qué pasaba por la mente de esa mujer era un misterio para ella, o así quería creerlo, ¿Qué razón la llevaba a dejar la lucha? Quería fingir con todo su ser que no tenía idea, pero en realidad, últimamente durante cada batalla llegaban siempre al mismo punto muerto: Leona se rehusaba a luchar luego de haberse limitado a resistir sus golpes. Entonces Diana se iba dejándola allí tirada, esperando que otro día sus provocaciones surgieran mejor efecto y pudiera cumplir su objetivo. Entonces dio media vuelta dispuesta a partir, no había caso en matarla allí, no así. Leona moriría, si, por su mano, si, pero no porque así lo hubiera escogido.

-Ni siquiera soy Solari -refunfuñó Leona lo suficiente fuerte para que la otra mujer la escuchara.

Diana se detuvo, giró la cabeza apenas para encontrarse con su insistente mirada. Giró todo el cuerpo, clavó su espada en la tierra rojiza y se cruzó de brazos. Una de las raras ocasiones en que se dignaba a escuchar lo que ella tuviera para decir, sabía que pronto la conversación llegaría también al mismo punto muerto.

-No nací entre los Solari, nunca fui muy religiosa tampoco. Ni mis padres, ni mis camaradas ni nadie que conociera. Solo Rakkorianos, solo un pueblo de bárbaros en la montaña. No soy Solari – repitió con gran convicción-. Hablas de la verdad pero la misión de tu vida es una mentira, ¿Quieres matarme porque soy Solari, porque soy el avatar del sol? Sí, el sol salvó mi vida y me bendijo, para luchar y proteger…

-A los Solari – completó Diana con desprecio.

Pero Leona lejos de molestarse sonrió aunque con amargura.

-A los Solari… eso fue lo que me hicieron creer.

Aún arrodillada, indefensa y expuesta se dio cuenta que no podía cargar más con el peso de lo que sabía, y estaba segura que la única persona que podía comprender era ella. Mejor hubiese sido jamás dudar de la palabra de sus mentores, pero su instinto, su corazón no podían aceptar esa verdad sin más, por ello hizo lo que le pareció en su momento apropiado y las consecuencias de aquel arrebato eran posiblemente más de lo que ella podía soportar sola. Necesitaba hablar, aunque lo que dijera a continuación tuviera consecuencias irreparables creía estar preparada para aceptar lo que viniera, como Rakkoriana la muerte no la asustaba y si venía de Diana la aceptaría con gusto.

-No podía creer que habías, sin provocación alguna, asesinado a todo el consejo; aunque me lo repitieran una y mil veces, incluso ante su irrefutable evidencia. Deseé poder dejar el templo atrás, buscarte, preguntarte… - hizo una pausa para intentar contener el nudo que empezaba a cerrarle la garganta-. Pero no podía, debía quedarme allí. Necesitaban que los guiara después de esa tragedia, era mi deber dijeron, era lo único que debía ocupar mi mente, mi tiempo; pero ¿Y mi corazón?.

Diana bufó molesta. En esta ocasión había empezado con el tema de siempre mucho antes de lo usual. Pero no hizo intento por detenerla pues era la primera vez que Leona reconocía haber dudado, era más de lo que había obtenido de algún otro Solari. Porque claro, para ella poca importancia tenía que no hubiera nacido entre ellos, era la elegida del sol y ese solo hecho la convertía en la peor de ellos. Si, así debía pensarlo, siempre.

-Por eso permanecí durante meses ayudando con la reconstrucción, procurando que la fé de los adeptos no fallara, era mi deber asegurarles que a pesar de lo ocurrido estaba todo bien, que el sol no dejaría de brillar y que con cada amanecer nos alentaba a continuar. A brillar – Rio sin ocultar la amargura y rabia que le producía recordar aquello -. Durante todo ese tiempo no hice más que callar mi instinto, no quería reconocer que no creía lo que debía, que dudaba de ellos y que me sentía también abandonada por el sol mismo. Más el tiempo pasó…

Por más que Diana no quisiera admitir ese algo que había encadenado y encerrado en lo más profundo de su ser, eso que quiso erradicar y no le fue posible comenzaba a despertar con cada palabra que abandonaba los labios de Leona. Pero sabía bien que esta última estaba en ese momento demasiado afectada para notar que también ella se turbaba con sus palabras, que no era su corazón el único que había sufrido durante esos largos meses, que también sus noches y días estaban llenos de enrarecidos pensamientos y que, seguramente, su deseo de venganza no era la única razón que la impulsaba hacía la elegida del sol.

-Regresé al instituto de guerra sin saber qué hacía allí, pero muy segura de que no podía permanecer más en el templo y entonces tuve, poco a poco, que asimilar los meses pasados. Había un nuevo consejo, las personas habían aceptado el desastre como una prueba más para su inquebrantable fe y nadie me culpó por no haber estado allí para cumplir mi deber. Nadie. Ni una pizca de reproche en sus miradas – bajó la mirada y contempló sus palmas laceradas antes de continuar con un profundo suspiro-. Nadie, salvo yo. Había fallado…

-No había nada que hubiera evitado sus muertes. Por completo cegados a la verdad, la salvación era imposible para ellos…

-Lo sé…

Diana no se molestó en ocultar la sorpresa que aquellas dos palabras le provocaron. ¿Acababa el avatar del sol, el campeón de los Solari, la viva representación de todo lo que debía odiar admitido que tenía ella razón? Quiso preguntar, pero los ojos castaños y tranquilos de Leona hicieron que el pecho se le comprimiera e inmediatamente frunció el ceño endureciendo su postura.

-Me hubiera gustado que esa culpa fuera por ellos, así que me mentí, me convencí de que así era. Que no podía evadir mi responsabilidad y que… debías quedar en un pasado que algún día seguramente vendría para atormentarme de nuevo, pero para ese entonces habría ya logrado sobreponerme. Una mañana tiempo después simplemente llegaste al instituto, me bastó con verte para que mi castillo de mentiras se desmoronara, pero cuando quise hablar contigo… fue imposible.

Esta vez el orgulloso y frío avatar de la luna se sintió culpable. Recordaba perfectamente el momento: Apenas el segundo día desde su llegada al instituto, caminaba con grandes zancadas por uno de los pasillos que apenas empezaba a conocer, de repente sintió ser observada y giró con tal brusquedad que su rostro sufrió una serie de peligrosas transformaciones antes de poder disfrazar su turbación con una mueca de molestia. Aunque la mirada llena de rabia no había sido más que el exacto reflejo de sus emociones, no era tan clara la razón para su transparente reacción a su primer encuentro después de tanto tiempo.

-Diana, sé que mis palabras seguramente no son suficientes para que logres perdonar a los Solari, mucho menos para que puedas dejar de odiarme pero tenías razón: Ellos estaba ciegos, y por ende, también yo. Lo siento más de lo que puedo expresar con solo palabras, por eso, si mi muerte puede traer paz a tu corazón entonces no moveré un solo músculo para evitarlo.

Aunque prevenida no podía Diana actuar como esos hombres y mujeres que tanto había despreciado, Leona quería decirle más, eso estaba claro, entonces se acercó hasta agacharse frente a ella. No era consciente de que sus facciones se había suavizado un poco, su mirada aunque aún fiera lucia menos fría. Su postura también se relajó, pero su voz apenas mostro variación.

-Muy bien avatar del sol, quieres hablar, hazlo entonces. Pero vale la advertencia: una sola mentira, solo una y será la última ofensa…

Leona asintió agradecida. Aunque Diana había pasado días enteros en los archivos y a pesar de comprender el lenguaje antiguo mejor que varios de los más fervientes acólitos, incluso mejor que varios miembros del alto consejo estaba segura que no sabía con detalle cómo había ocurrido la masacre, porque en verdad no había otra palabra para describir lo que los antiguos Solari habían hecho con los adoradores de la luna. Ella nunca se había interesado por aprender más que algunas palabras sueltas, era un guerrero y como tal pasaba sus días fortaleciendo su cuerpo, lo que ahora se daba cuenta había sido un error. Incluso cada vez que Diana le hablaba sobre sus pensamientos sobre esos míticos Lunari a ella no le parecía más que una lejana historia que no afectaría desconocer, más ahora comprendía que el pasado no puede simplemente ignorarse.

-Hace tiempo Solari y Lunari vivían en el monte Targon, los primeros como ahora habitaban en su parte más alta y los segundos se establecieron en la zona baja. Cada año la corriente del rio que nacía en lo más alto traía bonanza a las cosechas, ambos pueblos se beneficiaban aunque no de la misma manera pero las lluvias excesivas afectaban a los Lunari y un año estas fueron particularmente malas, luego una sequía azoto la tierra y el hielo de la montaña bajo en grandes avalanchas que acabaron con los pocos cultivos que sobrevivían – Leona hizo una pausa para sentarse, las rodillas le empezaban a doler -. No Vivían precisamente en paz, había siempre roces entre los miembros más radicales, parece que siempre hubo un interés en desmeritar el poder del astro opuesto pero en todo el tiempo que llevaban conviviendo no había sucedido nada más que discusiones esporádicas. Incluso los avatares se mantenían al margen. Sin embargo, ante la necesidad un grupo de emisarios viajo hasta la cima de la montaña buscando ayuda con tan mala suerte que la cabeza del consejo en ese momento era uno de esos miembros radicales. Por supuesto se negó a prestarles ayuda e incluso aseguro que era una castigo del sol a los herejes, no era la primera vez que él discutía con algún Lunari, pero dadas las circunstancias muchos Solari estaban también aterrados con la sola idea de que la desgracia cayera sobre su pueblo, por lo que el miedo fue su mejor aliado.

Diana bufó molesta, Leona sonrió con tristeza y negó levemente con la cabeza, más continuó relatando lo que había descubierto.

-No fue una guerra limpia, los radicales se aseguraron por meses que la mala fortuna afectara a sus enemigos y con el hambre vinieron las enfermedades, los Solari, incluso aquellos que no parecían querer tomar parte aterrados se refugiaron en lo más alto de la montaña e incluso el avatar del sol fue forzado a creer que en verdad era un castigo divino - Suspiró, lo que seguía le había costado semanas de sueño-. Cuando estaban ya débiles… atacaron, acabaron con cada Lunari que se cruzó en su camino, hombres, mujeres e incluso niños fueron asesinados en nombre del sol…

Entonces Diana se levantó de repente, incapaz de contener la ira que la embargaba. Por mucho tiempo había deseado tener razón, entonces descubrió que en efecto había existido un pueblo cuyo poder provenía de la luna y fue feliz, deseó compartir ese conocimiento con sus mayores, pensó tontamente que ante la evidencia no tendrían opción más que aceptarla y encajaría finalmente como quién había descubierto una civilización perdida, más al llegar al templo de los Solari fue acusada de herejía y condenada a ser quemada viva de inmediato. Ahora Leona le revelaba como exactamente habían los Solari acabado con esos misteriosos adoradores de la luna, por supuesto que imaginó muchas veces que razón los llevó a cometer tal crimen pero saber que tanta sangre se derramó únicamente por un grupo de recalcitrantes acólitos le hacía hervir la sangre.

-¿Qué sucedió con el elegido de la luna? – preguntó haciendo un enorme esfuerzo para que Leona no pudiera malinterpretar su malestar.

-Murió… ¿Te suena de algo el nombre de Methai? – dijo preparándose para lo peor.

-¡El primer gran maestro…!

-El primer gran mártir – complemento Leona con una carcajada burlona -. Pues bien, el avatar de la Luna lo asesinó, aunque eso no es lo que se nos cuenta, fue durante la guerra santa es la mentira que nos dicen. Y luego claro, fue perseguido y murió luchando contra…

-El avatar del Sol – concluyó Diana.

Por un segundo temió Leona que la antigua Solari fuere a descargar la visible ira que sentía en ella. Más la mujer se quedó mirándola con gran interés, casi como si pudiera adivinar lo que pensaba la aguerrida guerrera Rakkoniana habló.

-El acolito y gran Maestro Marcus tenía un montón de pergaminos muy, pero muy antiguos en una bóveda secreta en sus aposentos…

-¿La robaste?- preguntó Diana incrédula. Era difícil imaginarse a la siempre correcta Leona como una vil ladrona.

-Si, creo que si. Aunque no supe que decían hasta que lleve los manuscritos a Piltover y encontré un grupo de personas que aceptó traducirlos para mí - Se le ocurrió entonces otra idea-. Los manuscritos originales están en Piltover, la Sheriff los tiene en una caja fuerte, independiente de lo que ocurra conmigo ve con ella y pide que te los entregue.

Asintiendo Diana permaneció en silencio asimilando la información.

-Diana, me temo que el pasado no lo puedo cambiar. Ni todos estos siglos de mentira, pero aun si el nuevo consejo se opone y me acusa de hereje no dejaré que sigan engañando las nuevas generaciones de Solari – Se tomó unos segundos para mirar los plateados ojos de Diana y sonrió -. Bueno, eso es si puede la Luna permitirme mi vida para procurar un cambio en los Solari.

En esta ocasión no fue posible para Diana ocultar la sorpresa, pero Leona no le dio demasiado tiempo pues continuó hablando, esta vez con un tono familiar (hasta cariñoso) que desde hace años no escuchaba.

-Mi vida es insignificante en comparación con todo un pueblo asesinado, mi sangre no pudiera cubrir más que una parte mínima de toda la que se derramó pero es decisión tuya. No voy a luchar, no me voy a oponer, no tomaré mi arma y mi escudo más que para procurar remediar el futuro.

Levantándose el orgulloso avatar de la luna comprendió que no bastaba con vengarse, durante más de quinientos años no hubo un elegido del sol. Quizá los mismos desde que el elegido de la luna había vivido por última vez seguramente sin saber su destino, pero ahora, estaban las dos allí, ambas conocían la verdad de sus pueblos y estaban las dos dispuestas a reivindicar a los Lunari. Incluso a pesar de la distancia, los años, el odio y resentimiento que había ella volcado en Leona la mujer venía ahora a ofrecerle su vida a ella, al pueblo que sus mentores y antepasados habían extinguido. La venganza había sido su motivación pero ahora tenía que ver más allá, si existía una oportunidad de restaurar una civilización, de limpiar el nombre de la Luna y los Lunari, pueda que hasta el suyo propio, bien valía la pena perdonar de momento la vida al avatar del sol.

Sin embargo era más que la lógica lo que la empujaba a aceptar la oferta de Leona, ahora que podía verla sin la venda que los Solari colocaron sobre sus ojos era obvio que también ella no hubo podido erradicar los sentimientos del pasado. Si, no era el momento para pensar en ello, pero era un hecho innegable y más temprano que tarde Leona empezaría a insistir. Era una testaruda guerrera Rakkoniana, para quién el amor era un campo de batalla y cuando cayera en la cuenta que podía tener una oportunidad no dudaría un segundo en lanzarse de cabeza al pozo. Diana rió al recordar cuantas veces había sido castigada Leona por arrancar las flores de los jardines, salvo que, los acólitos jamás descubrieron que eran para ella.

-Leona regresa al monte Targon.

Leona se levantó, tomó su escudo y espada. Antes de partir se detuvo frente a Diana y en un impulso intentó abrazarla, más diana fue mucho más rápida e interpuso sus brazos con una medio sonrisa contagiosa.

-No será sencillo, fácil y mucho menos pacífico pero espera manteniendo la boca cerrada. De momento no deben saber, solo espera.

-Muy bien – contestó pasando por su lado, se detuvo un par de metros y añadió -. Esperaré todo el tiempo que haga falta.

Ahora que no podía Leona verle Diana sonrió y esperó hasta que no escuchó más el eco de sus pasos para ponerse en marcha.

Los días en el monte Targon eran largos y ociosos, los acólitos se oponían a que ayudara en las tareas físicas pues era ella la elegida del sol y no podía rebajarse a tales labores, más Leona había crecido entre polvo y rocas, sucia y agotada por las larguísimas jornadas de entrenamiento y las igualmente largas expediciones de cacería. Su pueblo poco entendía de agricultura pero vio Leona una oportunidad de aprender, ahora pensaba que quizá no eran solo los Solari quienes debían sufrir un cambio radical sino también los Rakkor. Por ello a pesar de las protestas del consejo se dedicó a cosechar junto a los campesinos como cualquiera de ellos, al principio le miraban con recelo pero con el correr de los días la elegida del sol se ganó el cariño de los granjeros y pasaba más tiempo con esos hombres y mujeres del común que en el hermoso templo. Si, los días se transformaron en semanas y a pesar de que la paciencia era un virtud que no poseía hizo un esfuerzo enorme para mantenerse calmada, tal y como Diana se lo había pedido.

Finalmente, una tarde un gran alboroto sacudió el poblado, la gente exclamaba oraciones y el corazón empezó a latirle con tal fuerza que el zumbido en sus oídos por poco le hizo perder el equilibrio, los tres hombres con quienes había estado recogiendo patatas se asustaron con la prisa con que abandonó ella la granja. Corrió como no había corrido en meses, quizá años y pronto llegó a la entrada del poblado donde ya un grupo de gente se congregaba para mirar a la recién llegada con una mezcla de curiosidad y sorpresa, Leona saltó por la ladera e invocando su poder sagrado evito romperse la cabeza al caer. Poco le importó que los aldeanos la miraren como si estuviera loca, porque quizá lo estaba, corrió de nuevo y cuando llegó frente a ella notó que llevaba Diana las manos ocupadas por lo que esta vez no iba a poder empujarla así que se lanzó a abrazarla levantándola varios centímetros del suelo en el proceso. Diana gruñó y demandó que la bajara de inmediato. Algo que Leona ignoró reteniéndola solo unos segundos, para luego retomar la compostura y con una larga reverencia que hizo sonrojar a Diana por un particular recuerdo habló.

-Bienvenida.

En lo personal… I ship this so hard!.

La verdad es que hay tanto shippeo en LoL que no hay como aburrirse, pero este par en especial son mi shippeo favorito. Creo que en el papel (que ya sabemos que lo aguanta todo) pueden tener una dinámica interesante como rivales y la vez interés romántico, como enemigas no me termina de gustar. Creo que el carácter de Leona da pie para que puedan al menos quedar en términos neutrales, bueno, es que hay mucha tela de dónde cortar también por el lado de Diana. Yo la veo más allá de su deseo de venganza y reivindicación, me parece que cuando aún era acólito tenía un purísimo espíritu académico, por tanto veo muy factible que ante la posibilidad de restaurar una civilización ó simple venganza escoja la primera. Quizá solo sean delirios de fan, pero con fundamento.

Gracias por leer.