Nota: Digimon no me pertenece y escribo esto sin fines de lucro. Las Pastillas del Abuelo tampoco.


"Y si vos me preguntas hoy que carajo es el amor, yo te contesto: miralos a ellos dos."

Qué carajo es el amor, Las Pastillas del Abuelo


Guantes blancos

No me gustan los libros.

No me molesta leer, lo hago. Además, creo que no soy tonta ni superflua: tengo grandes notas y sé hacer en la computadora cosas que hasta a un estudiante de primer año de ingeniería en sistemas le resultarían difíciles. Así que no es por eso que no me gusten los libros.

Creo que es por su forma: su peso (siempre son pesados), que nunca haya suficiente lugar donde guardarlos, que sean todos de distinto tamaño y desordenen las bibliotecas…

También hay actitudes respecto a los libros que me molestan. No me gustan esas conversaciones pseudo-filosóficas que tiene la gente sobre los poemas. ¿Qué si escribió que las cortinas eran azules era para demostrar melancolía? ¿Qué si puso rosas rojas era como metáfora de amor? ¡No! ¡Simplemente, las cortinas eran azules y las rosas rojas!

Otra, cuando analizan si la obra de J. R. R. Tolkien es su manera de crear un folklore autóctono para Gran Bretaña… ¡Simplemente escribió obras de ficción! Me molesta que no se pueda disfrutar un buen libro o un buen poema así, tal cual es, y deban buscarle el pelo al huevo siempre. Eso, un poco es porque soy temperamental.

Es por esto que no sé porqué decidí conquistar a Ken Ichijouji hablándole de libros.

A él, le encantan. Los tiene todos: de los bien grandes, de las ediciones de bolsillo, los ilustrados y los de letra bien bien chiquita. Ediciones de lujo, compendios, libros publicados en forma independiente…

Y lo peor de todo, ama comprar más libros. ¡Y que yo vaya con él! Esa, me la tengo merecida por haber elegido tan mal mi estrategia de conquista.

A veces me lleva a librerías de usados: ¡eso es lo peor que me puede pasar! Hay personas que aman el olor de un buen libro viejo, Takeru es de esos. Pero yo, no. Siento que tienen un olor rancio, amargo. Tampoco me gustan sus hojas, apolilladas, desarmadas en los extremos… ni hablar de ese color amarillo tan poco agraciado, de las inscripciones que los dueños anteriores les dejaron… (eso, fundamentalmente, no me gusta porque de nueva cuenta comienza esa manía de las personas de analizar palabra por palabra en vez de dejar fluir la lectura y disfrutar. ¡Si la frase es buena, la recordarás sin necesidad de subrayarla!).

Pero lo que más detesto de esos días, es tener que tocar los libros… como agarrar una tiza, o talco: ¡polvo! Las manos me quedan resecas y no hay crema humectante que alcance. La sensación me acompaña todo el día. El olor también.

Por eso cuando Ken me invita a una librería, llevo un par de guantes blancos largos hasta el codo. ¡Ya sé que es verano! Por eso los elijo largos y blancos. Siempre le explico que es una nueva moda en Norteamérica de la que me habló Mimí, que yo quiero imitar.

Claro que es mentira. ¡Pero no quiero tocarlos con mis dedos! Él, se da cuenta, creo. Pero es muy educado para comentar.

Tampoco me gusta que me lleve a librerías de libros nuevos. Es que yo respeto a la literatura y a sus autores. No me gusta ver, semana a semana, como las estanterías de best-sellers cambian y como grandes autores son relegados a los estantes de abajo, esos que nadie se agacha a mirar, porque Danielle Steel escribió una nueva novela romántica o, ¡peor aún! a causa de 50 sombras de Grey.

¿Quién se lo explica a Honoré de Balzac o a Hermann Hesse?

De esas librerías, tampoco me gustan los precios. La cultura debería ser accesible.

Ken compra libros en ambas, y después de leerlos, me los presta para que los comentemos. Yo sonrío, con mis guantes blancos, mis mejillas sonrosadas y mis ojos bien grandes y brillantes, además de mi corazón latiendo fuerte y mi respiración escapando atropelladamente de mis pulmones. Ken me provoca todo eso. Me da los libros, yo sonrío, los llevo conmigo y, ya en casa, los descargo en internet y los devoro. ¡Tiene un gusto excelente!

No sé si él se dio cuenta, o si fueron mis guantes blancos los que entraron por sus ojos y se estacionaron en su corazón. O tal vez es solo un nuevo gusto que no tiene nada que ver conmigo.

(Aunque espero que esa no sea la razón.)

Pero ahora, leemos juntos. Me pasa a buscar, siempre caballero, con el libro bajo el brazo. Elige él, jamás protesté.

Me acompaña a una plaza, a un café o a un centro comercial. Elijo yo, jamás protestó.

Y nos sentamos, bien juntitos, pegaditos. Él sostiene el libro y yo ya no uso mis guantes blancos. Lee un poquito más rápido que yo, pero luego del tercer libro, ya se acomodó a mi ritmo y me espera.

Y así, mientras él mueve las hojas, yo un poco leo, otro poco lo miro a él.

Por eso demoro en leer unos segundos más que Ken, pero de eso sí que no se dio cuenta.

FIN

Notas: ¡Hola! Este es mi primer drabble o viñeta para la actividad "Escribe a partir de una imagen" del foro Proyecto 1-8. Pensé en no participar, pero esta imagen (dos personas leyendo, bien juntitos. No se ven sus caras) me inspiró instantáneamente. Es la imagen 24, propuesta por Carrie Summertime. ¡Espero les haya gustado!

A los demás los voy a colgar en este mismo fic, como capítulos, aunque no tengan nada que ver. Van a ser lindas historias de amor y probablemente todas o casi todas sean Kenyako y Sorato. Pero tal vez sorprenda.

¡Gracias por leer y déjenme un review que los amo!