Disclaimer |Nope, Shingeki no Kyojin no es mío. Todos sus derechos están reservados al gran Isayama Hajime.


Departamento de Soltero
•·.·´¯`·.·•

Capítulo 1 A lo que llevan las copas

"Lo que más admiro en los demás es la ironía,
la capacidad de verse lejos y no tomarse en serio"
—Jorge Luis Borges—


Nunca me gustaron las despedidas. En lo personal, las odio. Mis razones variaban en muchas cosas, desde ver a las personas llorar descomunalmente hasta mi expresión de póker por no saber cómo reaccionar.

Hace días me encontraba así, en el momento de mi graduación de secundaria. Fue entonces que entendí mis motivos hacia las despedidas.

Mis compañeros tenían emociones encontradas a medida que subían a recibir el título de bachiller y se dejaban colocar las medallas. Yo por mi parte estaba nerviosa. Fui acompañada por mi madre y mi padre a ambos lados de mí. Me llevaron hasta las escalerillas del escenario y de ahí en adelante todo lo hacía sola. En todo el camino tenía una cara tan seria que parecía que en vez de graduarme, iría a la guillotina. Pero después sonreí, estaba feliz. Las manos me temblaban sosteniendo el diploma y la medalla en mi cuello tintineaba con cada paso.

Al ubicarme en mi lugar correspondiente en el público junto a toda la promo y exactamente entre mis mejores amigas, Sasha e Ymir, finalmente pude suspirar. Ellas estaban vueltas un manojo de nervios ya que todavía no les tocaba recibir el título, pero eso no les bastó para abrazarme y felicitarme. Christa, que estaba del otro lado de Ymir, también se nos unió; entre todas ella era la que estaba más relajada y ansiosa.

Pero como fui una de las primeras en graduarse oficialmente, esperar a que el resto de los setenta alumnos de mi promoción terminaran de hacer el acto protocolar, fue un martirio. Sentí que la toga ceremonial se ceñía a mi cuerpo por el calor, que estaba empezando a sudar a pesar de que el día fue fresco, que todo me picaba… ¡hasta la cabeza bajo el birrete!

Una de las partes memorables de ese horrible día de —comezón— graduación fue ver a Annie Leonhartd sacarle el dedo al director una vez recibió el título y medalla de los presentes. Todo el mundo se había quedado de piedra; sus padres se veían, menos que indignados, irónicamente satíricos. La multitud estudiantil de graduandos se había echado a reír, sobre todo Reiner Braun, quien había sido novio y posteriormente exnovio de Annie en todo el tramo de secundaria. Ellos eran una larga historia, pero luego se las resumiré. No estamos hablando de ellos.

El director Fritz ni siquiera tuvo ánimos de romper el ciclo protocolar del acto de grado. No estaba en su autoridad, a pesar de lo que había hecho Annie. Todo se iría al garete si hacía una innecesaria pausa, pues a cada poco estaban convocando a los graduandos a subir al escenario.

Pareció que se había olvidado el incidente de Annie más tarde, o eso querían hacer creer. Todos nos habíamos graduado ya, teníamos nuestras hermosas medallas colgando del cuello y los títulos en las manos. Lo siguiente fue la entrega de reconocimientos a los alumnos de mayor índice académico en toda la secundaria.

Y mientras tanto, yo con una desesperación porque el acto terminara pronto.

Primero convocaron a Reiner, como el segundo mejor índice. Recibió una pequeña placa de madera con la inscripción del reconocimiento que se le hacía. La siguiente fui yo, claro. El mejor promedio de toda la secundaria, un jodido diez cerrado.

Desde el lugar de los representantes e invitados podía escuchar los gritos alaridos de Hanji Zoë, la mejor amiga y compañera de trabajado de mi hermano; ambos habían venido. Ella estaba incluso más emocionada que mi propia familia.

Yo no hice mucho arriba. Solo recibí la placa, dejé que me tomaran algunas fotos del paquete de álbum que mis padres estaban pagando, y volví serenamente a mi lugar entre los ahora bachilleres del distrito.

Seguidamente fue Reiner al podio a dar un largo discurso para todos nosotros. Y como era Reiner, el chico popular y ahora ex delegado de los cinco cursos por lo que pasamos en secundaria, todos le prestaron atención. Apuesto que hubiese sido cualquier otro y pocos le prestarían atención. Era triste pero cierto, aunque desmotivara. La promo nunca fue muy unida que se diga. Por esa razón yo no tenía tanta emoción después de que se me entregara el diploma.

En estos momentos solo recuerdo la parte final de todo el parlamento de Reiner.

—¡… Brindo por mis compañeros y los profesores que dejaremos atrás, el colegio que se convirtió en nuestro segundo hogar, porque en esta hermosa mañana nos congregamos como bachilleres del Distrito Shiganshina!

Me había llevado una de mis manos a la cara intentado con eso hacerme de cuenta de que no había una mueca avergonzada en mi rostro. Siempre que Reiner daba discursos se emocionaba demasiado y terminaba más inspirado que un cura hablándole a una comunidad eclesiástica. Comenzaba a cambiar su tono de voz, comparándose con esos políticos que estaban al borde de reemplazar barítonos de un coro de ópera, y movía las manos en gestos mímicos para con ello intentar expresarse de forma más ambigua. Pero lo peor de todo es que a mitad de su discurso más importante se había puesto a llorar.

¡A llorar!

El discurso de Reiner fue bastante cursi, pero es que si hablamos de Reiner Braun todo lo que salía de su boca tenía matices cursis. Esta vez, sin embargo, se destacó en hacerlo notar con ese llanto en medio del parlamento.

Desde que estábamos en penúltimo año, yo empecé a hartarme de la escuela. Quería graduarme en ese instante, pero tuve que seguir con la misma rutina hasta el final porque mi madre era maniática y exigente de mis calificaciones perfectas. Así que tuve que esforzarme igual que siempre, falsificando un sinfín de sonrisas para ella y mordiéndome duro la parte interna de las mejillas para no quedar mal y obtener lo que yo quería.

Si me preguntan, no funcionó, y ahí quiero llegar pero no ahora mismo. Sigamos primero con la graduación.

Aunque todos estábamos un poco más animados que antes durante los últimos meses de clases, Reiner nos opacaba a todos como un sol. No paraba de hacer colaboraciones con la escuela, chuparle las medias a los profesores y hacérselas del chico-guay-común-en-todo-curso. Nos sacaba a la promo de fiesta casi que cada semana. Y estaba bien, lo queríamos porque era nuestro amigo, pero a mí me tenía harta todo eso.

La razón por la que saqué a relucir que Annie y Reiner habían sido novios fue porque, en pleno discurso de él, miré hacia el lugar en el que Annie estaba sentada unos puestos delante de nosotras. Antes de que la ceremonia empezara, nosotros estábamos dispersos cerca del sitio que debíamos hacer entrada. Annie estaba con nosotras retocándose el maquillaje que se había hecho especialmente para ese día: un ahumado de día con bastante rímel.

Y ahora lo estaba perdiendo hecha un mar de lágrimas.

Conozco a Annie desde pequeñas por haber estudiado juntas casi siempre. La chica en cuestión tiene una personalidad fría, reservada y sarcástica, algo contradictorio a la que alcancé a ver durante la ceremonia de graduación, que estaba llorando.

—¡Sasha, mira hacia adelante! —le había susurrado a mi amiga. La voz de Reiner resonaba sobre la mía—. ¡Annie está llorando!

No sentí que Sasha me hiciera caso, por lo que me giré hacia ella. ¿Cuál fue mi sorpresa? Ella también tenía cascadas brotando de sus ojos ámbares.

Decidí contarle el chisme a Ymir, oh, pero Ymir estaba en las mismas. Y adivinen, todos estaban llorando hasta donde alcancé a ver. Reiner no era el único, más bien, yo era la única que no estaba llorando.

No me lo podía creer. No sabía si sentirme insensible o algo por el estilo, pero es que las lágrimas no me salían. ¿Qué me pasaba?

Afectada por el sentimentalismo del momento, Sasha se había puesto de pie alzando una mano que señalaba hasta el rubio sobre el podio una vez éste había culminado su discurso, para luego decir siendo seguida por el resto de los graduandos:

—¡Por el mejor delegado!

Reiner también alzó la mano tras el comentario de Sasha y arrugó la cara mientras lloraba.

—¡Promo! —invitaba después a que nos pusiéramos de pie. Todos estábamos conscientes, era el final del acto—. ¡Lancemos esos birretes hasta el cielo!

Colocándonos de pie cada uno, empezamos a contar hasta tres siendo guiados por Reiner, hasta por fin quitarnos esas molestas gorras ceremoniales y hacerlas volar por los aires. Los birretes levitaron por un segundo y luego cayeron como lluvia encima de nosotros. A nadie le importó si dolía, estábamos felices, era un día de júbilo, nostalgia y celebración.

Yo no podía contener tanta emoción cuando los birretes cayeron. Sasha estaba eufórica, todos lo estábamos. Teníamos un sinfín de emociones encontradas. Ella no tardó en envolvernos a Christa, Ymir y a mí en un absorbente abrazo grupal. Todas aprovecharon a llorar, manchándome la toga de rímel mientras saltábamos contentas.

Mi mente estaba ida por otro rumbo, solo podía pensar que era libre. Me veía como Elsa de Frozen soltando el guante y cantando «¡LIBRE SOOOY, LIBRE SOOOY…!». Pero estaba en shock.

En todo momento lo había estado.

No lo comprendí hasta entonces, y aquí venía lo que desde hace rato quería explicar.

Parecía que el mundo se había puesto en pausa cuando vi a mis padres, a Levi y a Hanji esperándome sonrientes unos cuantos metros lejos de nosotros. Era el momento de ir al almuerzo familiar y prepararnos para la fiesta de la noche. Las chicas balbuceaban cosas sin sentido mientras nos abrazábamos, pero entre tantas pude entender:

—¡Oh, chicaaaaas, las extrañaré tantooooo! ¡Aunque estemos lejos no nos olvidemos, por favoooor!

Y mierda. Mierda. Mierda y MÁS MIERDA.

¡¿Y AHORA QUÉ COÑO VOY A HACER YO CON MI VIDA?!

Tal vez crean que Doña Promedio Perfecto tenía todo resuelto, que una universidad increíble la había becado. Les seré sincera, no fue una universidad, fueron tres. ¡Pero, uuuggghhh! ¿Saben qué es lo más frustrante de ser la hija menor, la mujer y convivir con una madre loca como Misaki Ackerman? Que me tocaba resignarme porque ahora estaba sola.

Levi había hecho lo que se le dio en gana al graduarse. Se estudió en la mejor universidad del país, la de Sina. Se había quedado a vivir allá y, como estudió una carrera excelente, tenía un trabajo excelente en empresas trasnacionales. Eran raro oír de Levi en el país.

Por lo tanto no tenía apoyo. Levi apenas podía hablar poco con mamá porque Misaki era tan frustrante hasta para conversar. Y papá, por favor, era tan «lo que tu madre diga».

Y no, Misaki no quería dejarme hacer lo mismo que Levi porque no quería separarse de la única hija que le restaba, la menor y la mujer.

Era frustrante. Yo tenía el sueño de irme a estudiar periodismo fuera de Shiganshina, porque aceptémoslo, este pueblo cutre apenas tiene población. En las universidades no se puede escoger qué estudiar porque no hay nada interesante. Solo medicina, administración y educación. Odio las tres carreras, no van conmigo para nada.

El presente de aquel entonces volvió a reanudarse. Tuve que soportar el almuerzo familiar al que asistió parte de mi familia paterna haciendo sonrisas felizmente falsas. El raro tío Kenny degustó más de la comida de lo que yo hice, y eso que estaban celebrando por mí. Mi tía Kuchel de repente preguntó, como si nada:

—¿Dónde vas a estudiar, Miki?

Mi madre, cuyo tenedor estaba a punto de dirigir a su boca, había pausado la acción y prestado atención a lo que yo diría.

Admito que tartamudeé. Era inevitable, Misaki me ponía de los nervios.

—Tengo tres opciones universitarias pero todavía no me he decidido por una.

—¡Vaya! —exclamó mi tía—. Eso está muy bien, te felicito.

Creo que Misaki estuvo de acuerdo con mi respuesta, queriendo agregar «no vas a decidirte por ninguna porque te quedarás aquí», pero se contuvo. No era acorde hablar de más siendo Misaki tan acomplejada y yo que no quería sentirme más miserable.

—Espero que sigas los pasos de Levi —añadió Kuchel—. ¡Mira lo bien que le va! Te felicito, cariño.

Mi tía adoraba a Levi como si fuera su propio hijo. Pero no era solo ella, también lo hacía mi madre y estaba más orgullosa que el retoño ingeniero exitoso era suyo.

Hanji, quien nos estaba acompañando también en el almuerzo, rió mientras le hacía mofas a Levi. Él la ignoró y yo casi me atraganto con tanta comida. Me hacía falta otra jarra de agua.

El resto del día fue tener que aguantar a mis amigas mientras nos arreglábamos en casa de Christa para ir a la fiesta de graduación. Pero más tarde fue una locura entre varios vasos de licor y tacones lanzados bajo las mesas.

Finalmente, es aquí donde llegamos a Eren Jaeger. El idiota impertinente.

•·.·´¯`·.·•

No fue difícil darme cuenta de que algo pasaba ahí.

Ya hace varios días de eso, pero es que lo recuerdo y no sé si reír o llorar. No tengo la menor idea de cómo fue que llegamos hasta acá, sin embargo, estoy consciente de lo raro del asunto y cómo fue que me dejé llevar.

Pero eso no importa, vayamos al grano.

Mi compañera de clases de toda la vida, esa de nombre japonés, había estado paseándose en los brazos de varios chicos que estudiaron con nosotros con ánimos de bailar. Entre cada uno iba despeinando ese cabello negro que seguramente mucho esfuerzo le había costado obtener ese recogido elegante. Eran solo las once de la noche, y tomando en cuenta que la fiesta inició a las nueve, cuando ya ella tenía el pelo suelto con el carácter salvaje de las ondas suaves dando vueltas al compás de los movimientos de su cuerpo.

Pude asegurar que con el único que no había bailado era conmigo, pues ella sólo estaba aceptando las propuestas de quienes le ofrecían un baile —que no eran pocos, por supuesto; ella no era fea— y yo no me había incorporado de mi mesa para invitarla precisamente a ella. Sí a otras cuantas, pero no a ella.

La razón de por qué pensaba que algo debía estar pasando por su mente para haber cambiado su personalidad de «soy una casta cerebrito con unas calificaciones que te cagas», era exactamente porque, en toda fiesta que coincidíamos, Mikasa Ackerman prefería mantenerse alejada tanto de las bebidas como de cualquier tipo que la invitara a bailar. Ella era de las que preferían sentarse en una mesa y conversar con sus amigas, aunque éstas, sobre todo esa idiota de Sasha Braus, no eran debidamente con las que contaba para pasarse una noche entera en una fiesta solo sentadas. Ellas iban a bailar también; Braus siempre era la primera. No digo tampoco que Ackerman no lo hiciera, porque de vez en cuando sí se paraba de su silla a mover el cuerpo en la pista, pero como dije, era de vez en cuando.

Por mi parte, bailé toda esa noche con un montón de chicas. La mayoría habían sido exnovias; dejé muchas en lo que fue de la preparatoria, cabe destacar. Pero ya cuando quería retomar las energías gastadas noté en la distancia a la morena asiática que estaba sentada en su mesa con una botella de licor de la que bebía directamente del pico y, lo más curioso, estaba llorando a cántaros como si la hubiese dejado el novio. Otra razón más para darme cuenta de que algo no estaba bien. En primer lugar, ella nunca tuvo novio. Lo digo yo, que me entero de todo sin quererlo.

Maldita sea por eso, quizás la historia hubiese seguido otro rumbo distinto.

Sinceramente, no me acerqué a ella para ayudarla, sino para sacarla a bailar y dejar que pasara lo que tuviera que pasar, ¿sí me entienden? Había dejado el orgullo en unos tragos atrás y ya no me importaba bailar con la casta cerebrito de la Promo 104. Más bien, quería hacerlo. Nunca la había visto tan salvaje y eso me estaba atrayendo a ella. Podrá sonar todo lo idiota del mundo, pero fue así. Oigan, yo no soy un santurrón. Las circunstancias me hicieron, sin embargo.

A medida que me acercaba, me fijaba en el contenido exacto de la botella. Iba por menos de la mitad, tal vez no sólo ella había tomado de ahí, pero si no la detenía en ese momento sabía que terminaría lamentándolo después con una resaca de tres días que una «chica casta» como ella no aguantaría. Así que me atreví a intervenir en el momento en que iba a sorber una vez más del pico, consiguiendo entonces adueñarme de la botella.

—¡Oye! —protestaba ella arrastrando las palabras—. ¡Devuélveme eso, ingrato!

¿«Ingrato»? Pobrecilla, cómo se nota que en la primaria no jaló pelos ni mordió brazos. Me habían llamado de todas formas, pero esa vez fue la primera vez que recibí el calificativo de «ingrato». En lugar de afectarme, más bien me causó mucha gracia. Sabía que un buen léxico era propio de una «chica casta» como ella.

«Ingrato», prfff… La próxima vez que quiera insultar le recomendaría usar «gilipollas», no falla tanto como aquél.

—¿Nadie te ha dicho que tomar mucho a esta edad te convierte en una vieja prematura? —le repliqué en aquel momento.

Ella sólo atinó a rodar los ojos, prosiguiendo a tumbar su cara contra la mesa.

—Hey, no te duermas aquí —le decía moviéndola levemente del brazo. Estaba seguro de que si ella hubiese tenido más energías, me habría abofeteado y mandado a la coña. Pero no en ese entonces; estaba borracha, vulnerable, perfecta para que cualquiera se aprovechara y con cualquiera me refiero a mí. Era mi oportunidad con ella y debía impedir que se quedara dormida.

—Déjame en paz, Eren —sentenció luego, soltando un contrapunteo de llantos que me hizo extrañar cada vez más. También ralentizó completamente mis deseos.

—¿Qué ocurre?

—¡No es tu problema! —rugía.

Miré entonces los segundos que surcaban en el cronómetro de mi reloj de muñeca. Me había entrado la idea de que, si me quedaba ahí esperando por unos minutos, estaría presente cuando el alcohol terminase de subírsele para que me soltara las razones de sus lloriqueos o, con mi gran suerte, para presenciar el momento en que ésta cayese dormida. Lamentablemente, las probabilidades de que pudiera terminar la noche bailando con ella eran casi nulas.

Decidí quedarme; tampoco era que tuviese nada que perder. Si se dormía tenía la oportunidad de hacer lo que quisiera con ella, lo que de por sí deseaba. Pero eso no pasó, por suerte, ya que después hubiese tenido que soportar riñas con las locas de sus amigas, y más de Sasha Braus. Me cae de la patada, pero eso ya es otra historia que no entra en nada de esto.

Y mientras Ackerman estaba más vulnerable, yo estaba más desesperado. Al menos ya no estaba tomando del pico de la botella.

—Eren, siempre te he odiado —soltó de repente.

the fuck?

¿Y a ésta que le picó?

No me esperaba que lo dijera, tampoco me imaginé que yo fuera la razón de su llanto. Por un momento corto pensé y al mismo tiempo dudé que hubiese mantenido en secreto que estaba enamorada de mí. Ackerman y yo si nos hablamos en clase fue mucho. Jamás me interesé en ella, nunca en la «chica casta» con promedio de diez sobre diez y estaba seguro de que un tipo como yo no era la expectativa de novio que ella querría. Siempre vi a Ackerman como la que esperaría encontrar al «indicado» aun si quedaba virgen hasta casarse.

Vale, no negaré que ella me atraiga físicamente. Sobre todo ese día de la fiesta de graduación donde vi otro lado suyo que jamás demostró en otras fiestas y mucho menos en clases. Pero como dije, Ackerman no es mi estilo.

Ella había colocado una mano en mi hombro e hizo el esfuerzo de enderezarse. Pronto comenzó a reír psicóticamente recostándose de mi brazo.

—¡Crees que tienes el mundo en tus manos! —espetaba entre lágrimas y pellizcándome con sus uñas de gata. Comencé plantearme posibilidades de que esta chica tuviese problemas de personalidad—. Yo quisiera tenerlo en mis manos. Sería muy satisfactorio, ¿no crees? Podría ir adonde yo quisiese sin tener que ser aprehendida por una madre loca que no quiere dejarme crecer. Podría ser feliz con mi título universitario. ¡Pero estoy condenada a pasar el resto de mis patéticos días de bachiller en este… pueblo!

Como pudo, logró quitarme la botella de las manos y la había alzado en medio de ambos.

—Brindo por… ti. Porque serás tan libre como un pájaro y podrás largarte de aquí. Siempre haces lo que te da la gana —decía mientras se llevaba la botella a la boca y tomaba un gran contenido que no supe cómo su garganta logró traspasar. Había tosido después de eso, pero no fue nada que unas palmaditas en la espalda no le calmaron.

Por supuesto, yo no entendía ni pepa de lo que ella me estaba hablando, pero cuando la depresión se hartó más y más de ella, terminó soltándome toda la historia y la razón de por qué se convirtió en una despechada de la noche a la mañana. Todo era gracias a su madre, la mujer de origen japonés que le había dado la vida y el nombre, que parecía no querer darse cuenta de que a su hija le había crecido el pecho y utilizaba toallas y tampones.

Agradecí que ella estuviese demasiado ebria para fijarse en mí, pero yo había comenzado a reír como un desquiciado mientras ella lloraba. Muchos habrían pensado que le estaba haciendo daño, pero en realidad tenía su jodida gracia. Si supiera, por Dios.

Esto era tan malditamente irónico.

Por supuesto, para intentar animarla y hacer volver a la «chica casta», le dije que dejara el miedo de enfrentarse a su madre —Misuki… Miyuki… Mi-algo… como se llame— y que no rechazara ninguna de las propuestas universitarias, que más bien sólo se decidiera por la que estaba más cerca, para así no terminar por darle una patatús a la Sra. Ackerman. Pero ella estaba tan ebria que dudo que me prestara atención.

Es aquí como llegamos al trepidante momento en que no entendí qué mierda hice.


¡HEY! ¿Notas algo distinto? No te preocupes, el fic está siendo editado para mejorar su redacción.


HOOOOLIIIIIS, GENTE.

Lo cierto es que sí pues, subí el fic (loco, no me lo puedo creer todavía, o sea...). JAJA, bueno en fin... ¿qué les pareció? Esta idea me viene carcomiendo las neuronas desde que unos amigos y yo estábamos hablando de qué hacer con nuestras vidas para cuando nos graduáramos, entonces uno saltó hacia el tema de dónde viviríamos si a la final todos nos vamos al mismo lugar, y llegaron los "roommates" de ese modo.

Claro, lo mío fue tan eeeequis. Aquí habrá acción, beibe. Prometo (si la cabecita-súper-angelita mía me da) lemon. Así que el rate T será temporal, no se encariñen mucho con ella xD. Oh, también he publicado el fic en Wattpad, para el que se la pase por ahí y quiera echarle una ojeada. El link de mi cuenta está en mi perfil-unicorniado *U*.

Bue, fue corto. Los otros capítulos tampoco son tan... a lo Dear Stranger, pero me gusta como está, la verdad. Se me hará más cómodo continuarlo y tal vez lo suba con un poco más de regularidad. O, bueno, conmigo al mando nunca se sabe xD. Los que me leen en DS sabrán.

Como sea, espero les haya gustado. En serio, no sé si la comedia me quedó bien. Desde que crecí(¿?) no me sale como antes, idk. Pero ustedes son los que juzgan. ¡Dejen reviews con sus opiniones, si lo amaron, si lo odiaron, si quieren que lo siga, venga!

PD: me divorcié de la Mikasa de la serie. ¡SÍIIII, QUÉ LIBRE SE SIENTE EL OoC!

Nos vemos pronto, ¡no se olviden de comentar!

Los quiere, Ayu.