ESTOY DE VUELTA! jajajajaj Hola niñas hermosas, ya las extrañaba! antes que nada Felices Pascuas a toda. Gracias por aguantarme en mis locuras, por ser pacientes y esperarme. Les comento que acabo de terminar la serie Sons Of Anarchy, si alguna no la vio veala porque es fabulosa e inspiro una proxima historia.

Es como que me estan dando ganas de escribir cosas locas, en lo posible que incluyan temas que no sean la regla normal del "Vampiro-Humana... Humana-Lobo. Vampiro-Lobo" entre otros, y a su vez quería algo diferente... Innovador (Échenle la culpa a mis profesor de universidad de "Innovación tecnologica) La cosa es... estaba en pileta, cuando mi hermano hace como que se cae y grita por "ayuda" y yo me tire sobre el borde como si el estuviera colgando en las alturas y de golpe tenia todo esta cosa loca dando vueltas por la cabeza. Casi como ver una película, así que dice ¿Por qué no? La cosa es... apareció Azul Extremo. Y yo fui feliz de poder terminarla para ustedes.

Quiero que sepan que son Mas que bienvenidas a pasar POR MIS OTRAS HISTORIAS, todas ellas. VOY A CONTINUAR BLACK VELVET. De hecho tengo una amiga (MI BETTA) trabajando en ello, vamos a reeditarla. En fin... no quiero aburrirlas más. Se que me olvido de decirles muchas cosas pero aquí ya es tarde y yo estoy muriendo de nonona.

LAS VEO MAÑANA, espero leer sus RR! Todos ellos, todos los comentarios son bienvenidos. La historia es un poco cruel jajajaja es de aventuras! espero que se animen y les guste.

Como siempre la historia es un producto de mi loca mente psicotica, los personajes pertenecen a Stephenie Meyer. Y fue beteada por Angelica Mercedes Bojorge Membreño, a quien dedico este capitulo!

NOS LEEMOS ABAJO ;)

Enjoy!


Azul Extremo:

CAPITULO 1:

TRES AÑOS ATRÁS

18 de noviembre 2011 en algún lugar de Nepal, en la India.

03:55 am

¡Beelzebub has a devil put aside for me, for me, for me… So you think you can stone me and spit in my eye. So you think you can love me and leave me to die. Oh, baby, can't do this to me, baby! —gritó siguiendo el ritmo de la pegajosa canción de Queen que sonaba de fondo, mientas levantaba su jarra de cerveza al aire como si brindara. Las palabras sonaban arrastradas en sus carnosos labios.

— ¡En dos días, Bella! En dos días nos convertiremos en malditos héroes. ¡Solo dos días, cariño! —Isabella miro al chico a su lado regalándole una enorme sonrisa marca registrada. Era como un hermano para ella no solo su mejor compañero. Pensándolo en retrospectiva, hoy en día deseaba que nunca se les hubiera ocurrido aquella terrorífica, estúpida y suicida idea.

—Años entrenándonos para esto, Bells —él tomó su rostro mirándola fijamente a los ojos y junto su frente con la de ella—. Eres lo mejor que me a pasado en la vida, nena.

— ¿Por qué no le dices eso a Thomas, Riley? Dile de una vez lo que sientes, antes de que sea tarde —su sonrisa se volvió melancólica.

—A propósito, ¿Cómo te sientes con respecto a Edward?

—No cambies de tema. No quiero hablar de ello, ¿Sabes? Estas evadiendo mi comentario al preguntar por ese pedazo de idiota.

—Bells, deberían sentarse como adultos y conversar sobre lo que sucedió. No solo discutir por teléfono sobre la tenencia del maldito perro —protestó mientras se llevaba la jarra de cerveza a la boca.

—No quiero hablar de ese idiota, Riley. Fue él quien decidió engañarme luego de estar casados durante cinco malditos años. Y mi pobre Layla no tiene nada que ver con el asunto, ella debería estar con su madre.

—Hablando de negación. Él asumió ser un idiota, Bella. Estaba más borracho que una cuba y no todo fue su culpa. Lo sabes —murmuró rodando sus ojos al techo.

—Tú no quieres hablar de Thomas, yo no quiero hablar de Edward idiota Cullen —dijo señalándolos a ambos.

—No estoy preparado para ello aún, ¿sabes?

— ¡Tienes que admitirlo en algún momento! Llevan un año saliendo y todo una vida de conocerse, Riley —protestó tomando su mano callosa, por las actividades a las que se dedicaban.

—Lo intentaré… pero antes… —Riley tomó su cámara profesional quitándole el protector, primero sacándole una foto a ella, y luego sacándose una a los dos. Su sonrisa era tan brillante como el sol de primavera—. El viaje comienza ahora, cielo.

Aquel día sus sueños habían estado plagados de pesadillas, producto del alcohol que habían ingerido hasta hartarse. Sabían que estaba mal, pero era un ritual entre ellos el emborracharse antes de cada viaje. El mismo ritual que tenían la mayoría de los alpinistas antes de emprender una nueva locura.

De esa forma, se aseguraban de haber brindado la suficiente cantidad de veces a favor de ellos como para salir victoriosos. Esa noche fue la excepción. Una excepción de la que Isabella se arrepentiría toda la vida.

20 de noviembre 2011 distrito de Taplejung, Nepal. India.

05:00 am

— ¡Ya llegamos a la India! —gritó emocionado.

Estacionaron el enorme Jeep Hammer rojo entre medio de los árboles, cubriéndolo con una gruesa lona camuflada, para evitar que tanto las personas mal intencionadas como las inclemencias del tiempo en esas zonas, lo estropearan. Cada uno tomo su mochila de acampar, ambas color naranja brillante, para que pudieran identificarlos en caso de ser necesario. Hubiera deseado que no.

— ¿Brújula? —preguntó su compañero, mientras abrochaba en su cintura los ganchos de sujeción de la mochila.

—En mi muñeca —contestó señalando el reloj negro deportivo, mientras hacía lo suyo propio.

— ¡Perfecto! ¿Llevas la cámara?

—Sí, me pagan por ello, Riley. Además, con batería de repuesto y el cargador solar.

—Voltéate —Riley le tensó las sogas en la espalda, para que la parte baja de la mochila que contenía la ropa de recambio, golpeara justo en su cintura procurando no la lastimarla.

—Gracias —Isabella acarició su mejilla con cariño, luego tomo los cacharros y las grandes cantimploras para colgarlos en las abrazaderas de él.

—Soga.

Bella colgó los enormes metros de soga extra resistentes alrededor de sus hombros, cruzando por su pecho; la cámara profesional segura en la riñonera con todos sus cachivaches y documentos. Mientras ella cargaba las bolsas de dormir, Riley se había ofrecido a cargar con la comida y la mayoría de los arneses y mosquetones, ya que él iría primero, y era lo más pesado del equipo.

Hoy en día, recordaba haberse fijado en las negras nubes que colmaban el cielo, y en la llovizna de hielo que volaba alrededor de los picos. Estas debieron haberlos persuadido de cometer semejante locura, pero tercos como eran los dos, se arriesgaron igual. Tendrían que haber dado media vuelta y volver a Londres, de donde nunca debieron haber salido, así significara perder gran cantidad del dinero ahorrado; pero en su lugar… en su lugar empezaron a caminar hasta el helicóptero que esperaba para acercarlos los primeros tres mil metros de altura.

30 de noviembre 2011

—Mira eso, Bells —susurró mirando el amanecer.

—Es lo más hermoso que vi en mi vida —contestó tomando la cámara para sacar varias fotografías, observando con asombro como las aves revoloteaban a tantos metros de altura. Las águilas solían ser sus animales favoritos.

—Es perfecto —Concordó mientras se apoyaba contra la congelada piedra, calentando sus manos con el vapor de su boca.

—Está haciendo frío como el infierno —murmuró ella acurrucándose contra él.

—Tienes razón. Aunque supuestamente hace calor allí abajo, así que preferiría estar asándome en el infierno, que congelando mi maldito trasero a semejante altura —Riley pasó un brazo por los hombros de ella, y ambos se sentaron en silencio para admirar la belleza que les ofrecía la naturaleza.

Habían arrancado nuevamente el ascenso, antes de que salieran las primeras luces, con el fin de llegar a una saliente medianamente estable, para ver el espectáculo tranquilos, sin preocuparse por la caída mortal.

Ya llevaban buena parte del recorrido realizado. Habían decidido no llevar sherpas que cargaran con sus cosas, les gustaba hacer el viaje en la comodidad e intimidad que hacía años compartían. Estaban acostumbrados a eso; sabían cómo conseguir agua, comida o refugio en caso de necesitarlo. Llevaban carpas portables y mantas térmicas solares. Ninguno de los dos tendría que preocuparse si le pasaba algo a algún acompañante extra que llevaran.

Ella era una excelente guía de alpinismo reconocida mundialmente, y una fotógrafa profesional. En cambio, Él era escritor en la National Geographic. Ambos se complementaban. Habían compartido su gusto por los deportes extremos y de alto riesgo, desde que se habían conocido en una de las galas anuales de la revista, llevándolos a realizar muchas salidas en busca de nuevos retos de todos los estilos, pero siempre juntos.

Habían acampado infinidad de veces, saltado en paracaídas varias más. Juntos habían hecho rafting por los ríos más rápidos y peligrosos; ala delta en los acantilados más altos y los valles más profundos, siempre en busca de la acción. De la adrenalina que corría por sus venas como lava ardiente calentándoles el corazón y el alma. Llenándolos de una sensación de sentirse vivos. De sentirse infinitos.

En un primer momento había sido un problema con su marido, hasta que él se enterara que la preocupación de Isabella era más del estilo de que su compañero de aventuras gay, intentara quitárselo.

Era pasado el medio día cuando decidieron parar a descansar otra vez. Riley había asegurado los mosquetones, ya que ambos pendían de un saliente demasiado pequeño para que sus cuerpos cupieran sin riesgo. Se sentaron apretados hombro con hombro, y la soga alrededor de las cinturas para evitar la caída. Sus respiraciones eran agitadas por el ejercicio y la presión que ejercía la altura.

—Logre rescatar del último refugio algo que te va a gustar… —dijo revolviendo en su mochila.

— ¿Enserio? —Isabella le tendió un vaso con un preparado de proteínas, luego de derretir hielo para obtener agua limpia.

— ¡Taaaraaaaaaaann!… —Riley saco una barra de chocolate Milka, que a Bella se le antojo como una de las siete maravillas del mundo justo en ese mismo momento.

Pensándolo ahora luego de tanto tiempo, no había vuelto a comer chocolate de ningún tipo. Algo realmente triste, ya que antes había sido un gran vicio para ella.

Los dos se deleitaron repartiendo el chocolate en pequeños trozos para saborearlos mejor, junto con los batidos de proteínas. Riley se deshizo de sus botas frotándose los pies adoloridos para desentumecerlos del frío que los venía atormentando desde hacía días, dejando a la vista dos pares de medias; el de abajo manteniendo cubiertos los agujeros del primero. Sus medias de la suerte.

—Creo que deberíamos continuar —dijo riendo de cómo se veía su rostro, bastante aniñado para sus 28 años, con las marcas rojas quemadas de las gafas, que adornaban el contorno de sus ojos. Él le sonrió con cariño.

—Vamos pues. ¡Que no se diga más!

Rápidamente volvieron a guardar sus cosas, tomaron las mochilas y Riley se colgó de la pared para clavar la siguiente leva en la roca. Luego, como si de una araña se tratara; comenzó a trepar por la ladera de la montaña, la tercera cima más alta del mundo: el Kanchenjunga.

Muy pocos exploradores se habían atrevido a escalarla. Con sus cinco picos formando una "X" la montaña era considerada sagrada. Hecho por el cual, varios de los alpinistas que habían conseguido llegar lo suficientemente alto como para colocar su bandera, se habían detenido muchos metros antes de la cima.

Así y todo, a pesar de las advertencias, cuando se les presentó la oportunidad de hacerlo, quisieron intentarlo por su cuenta. Temerarios como ellos solos, creyeron que su entrenamiento era suficiente para llegar tan alto como a la cima, por sobre las nubes, a 8.500 metros de altura.

Tras estar asegurados continuaron subiendo por la ladera sudoeste de aquel monstruo: Yalung. Se decía que era una de los caminos más difíciles de los cinco picos, debido a que gran parte se realizaba sobre nieve y cascadas de hielo. Esa parte concreta de la montaña, estaba coronada por un glaciar colgante, en una meseta de al menos 7.500 metros llamada "Gran Cornisa". Esa era una de las principales razones de porque ambos cargaban el doble de peso del que normalmente llevarían a una escalada cualquiera. El equipo para la nieve no era el mismo que para la roca.

El ascenso siguió un camino continuo y tranquilo. Cada pocos metros de altura, paraban a consultar la brújula; sacar fotos, alimentarse y sobre todo hidratarse, algo sumamente importante teniendo en cuenta todo lo que estaban sudando con el esfuerzo físico.

Al caer la noche las temperaturas descendieron más de lo que ambos esperaban, tomándolos por sorpresa. Debían dormir colgados, ya que no fueron capaces de encontrar una saliente apropiada para pasar la noche. Y ninguno de los dos quería admitir lo exhaustos que se encontraban.

—No me gusta esto —dijo Riley, mientras miraba como Bella colocaba otro arnés para sostener las mochilas—. Asegúralo bien, cielo. No quiero llevarme la sorpresa de que se desprendió durante la noche.

—Sí, eso intento —gruñó mientras se estiraba para ajustar la soga.

Riley estiró las bolsas de dormir y se envolvió con ella cerrándola bien. Silenciosamente, agradeció que fueran lo suficientemente térmicas para aguantar el clima y mantener caliente su adolorido cuerpo. El trabajo físico comenzaba a pasarle factura antes de tiempo, debido a la vida de excesos que vivía cuando no estaba preparándose para escalar.

— ¡Listo!

Una vez que ella también estuvo acomodada en su bolsa, ambos se quedaron en silencio observando las estrellas que bañaban la cúpula del cielo. Bella pidió un deseo al ver pasar una estrella fugaz. Deseó que ambos salieran con vida de esto, y los dos suspiraron a la vez arrancando carcajadas suaves.

—Descansa, cielo —susurró Riley mirándola con cariño.

—Tu también.

Los dos permanecieron callados por lo que pareció una eternidad, pero al final decidieron dormirse. El día que les aguardaba en pocas horas iba a ser de los más complicados de la caminata. En breve estarían enfrentándose a la tan temida pared de hielo. Un glaciar colgante bastante peligroso que atravesaba gran parte de la montaña.

No era la primera vez que se enfrentaban a un reto semejante. Hacía dos años ellos habían escalado rápidamente tanto el Perito Moreno como el Spegazzini, siendo este último un maravilloso glaciar colgante en el sur de Argentina, durante uno de sus tantos viajes por "trabajo". Pero nada se igualaba al reto que les tocaba ahora.

Cuando las primeras luces salieron, ambos se estiraron en sus bolsas de dormir. Riley gimió frotando su cuello endurecido por la mala posición, mientras veía como Bella tomaba las barras energéticas que conformaban su desayuno. Tendrían que aguantarse un poco más para hacer sus necesidades, ya que estar colgados a miles de metros de altura no era cómodo.

Bella miro a Riley, su compañero fiel de aventuras, con la aprensión palpando en sus ojos en el momento en que el primer pico golpeo el hielo del glaciar. Poco a poco hicieron el camino, cual hormigas. Cerca de las cuatro de la tarde pararon en una pequeña saliente a descansar, relajarse un poco e hidratarse lo suficiente para poder seguir el recorrido.

Ella nunca olvidaría lo que sucedió luego.

El viento comenzó a soplar de buenas a primeras con una fuerza increíble, cuando tras cambiarse las medias y ponerse las botas, decidieron continuar su ascenso. Isabella sintió el miedo correr por sus venas, aunque nunca lo admitiría en voz alta. El hielo podía ser muy traicionero y más a esa altura con la gravedad en contra.

En el momento en que Riley se volvió, con su mochila a cuestas y clavo el pico en el gran capa blanca un crujido resonó tan duro y crudo como si fuera un tren de carga estrellándose contra otro. Los bellos de su nuca se erizaron provocándole escalofríos como nunca antes los había sentido.

Estaba segura que nunca olvidaría esa escena.

No les dio tiempo a nada. Los ojos de Bella se abrieron con pánico, en el momento justo en que aquel ruido hizo eco a lo largo de un gran bloque del glaciar reverberando en erupción. Riley se volvió sobre su eje tan rápido, que fue un borrón para su vista. Clavando duro los pinches de sus botas en el suelo, él la arrincono dentro de la saliente, apuntalando el pico contra la pared. Los brazos de ella envolvieron con fuerza a su cuerpo, cuando todo a su alrededor se desmoronó sin pausa.

El grito de terror quedo atravesado en la garganta de Bella, por culpa de la gran cantidad de nieve que les caía encima.

— ¡No te muevas! —vagamente escuchó los gritos de Riley dentro de todo el estrepito que los rodeaba.

Para acrecentar el horror que ya la dominaba, Bella sintió con gran impotencia, como Riley; su mejor amigo, era arrancado con fuerza de sus brazos. La expresión en su rostro, era algo con lo que ella tendría que vivir por el resto de su vida.

Sus brazos y piernas agitándose con brío en un vano intento por aferrarse a algo, fue lo último que vio ella de él. El tirón en la cuerda, que casi la hizo caer también, le dio a entender que la mochila de su compañero estaba colgando en algún lado. Bella se aferró aún más apretada a la pared, sintiendo como las pequeñas piedras y ramas cortaban sus manos, sus brazos y su rostro en el camino de su descenso.

Gimió y lloró por lo que pareció una eternidad. En el momento en que todo parecía estar llegando a su fin, donde parecía que todo el infierno había pasado, un gran bloque de nieve terminó por caer encima de ella arrastrándola en el proceso.

Algunas de sus uñas se arrancaron de raíz por el tirón brusco que aquel aplastante peso ejerció en su cuerpo. Gritó mientras la roca bajo sus pies desgarraba la carne de su pierna. Sintió liquido corriendo por su costado a la altura del muslo, pero no sabía si era agua de deshielo, sangre u orina. A este paso podría ser cualquiera de ellos, ya que poco importaba. Lo único que quería y rogaba era salir con vida.

Odió con todas sus fuerzas haber perdido tanto. Se arrepentía de tantísimas cosas, tantas malas decisiones a lo largo de su vida. Su mejor amigo probablemente estaba muerto ya, y quizás tardarían días hasta que alguien se diera cuenta de su falta y saliera a buscarlos.

— ¡EDWARD! —no sabía que tenía que ver él con esto que estaba sucediendo, pero su nombre fue lo último que pudo pronunciar, antes que un fuerte golpe en su cabeza hiciera que todo se oscureciera.