Chapter 1: El motivo

Caza de Brujas

El motivo.

Odia su cuerpo, nunca había sentido algo tan intenso por nadie, mucho menos por ella misma. Y es que entre más se vive más se aprende y ella tiene clara una cosa: Un cuerpo que no muere pero siente dolor es la peor pesadilla. La memoria olvida pero el cuerpo siempre recuerda. Ella es solo una pieza más en el enorme plan del mundo. Su inmortalidad hasta ese momento aún no afecta a nadie, ella misma desconoce el alcance de sus poderes, después de todo no lleva el suficiente tiempo maldita como para entender y actuar.

Hasta ese momento vivía sin comprender su misión o asimilar si por el contrario el pecado que cargaba consigo no tuviera un significado más profundo que ser una patética observadora de la humanidad. Si ese era el caso entendía por qué aquella maldita monja la había utilizado de la forma más cruel para al final poder morir.

A nadie le gusta ver sin participar. O eso es lo que Celine pensaba cuando apenas llevaba un par de siglos viviendo una vida inmortal. Ya había meditado conocería las diferentes etapas del desarrollo humano, vería el flujo del tiempo correr y cambiar de forma constante hasta que consiguiera ser capaz de lograr lo mismo que le hicieron a ella.

Y es que justo ahora maldice más que nada tener que ser inmortal en un mundo que ha llegado a la conclusión de la existencia de brujas. Podrida situación bajo el yugo de la Iglesia Católica y su desaforada obsesión con homogenizar el poder. Había logrado sobrevivir casi sin percances más de 200 años y de pronto en menos de medio siglo una cruel batalla contra lo que ellos llamaban "magia del infierno" se desataba por encima de su cabeza.

Su vida pacífica dio un giro de 180° y debido a un descuido ahora estaba pagando las insanas consecuencias. Atada a un mástil Celine sabe que será quemada. Se recrimina el ser una desgraciada bruja que no puede morir pero sí sentir el dolor. Porque la leña verde que se ha encendido la consumirá poco a poco, la hará gritar cada vez más fuerte e incluso la forzará a rogar perdón. Va a morir, no por primera ni última vez, pero sí de la manera más dolorosa y desesperanzadora hasta ahora.

Mientras comienza a sentir el dolor de las llamas en sus pies, el miedo la invade. Estaba tratando de concentrarse tanto en su trágico destino que por un momento estuvo sorda al inmenso griterío del pueblo que la quiere ver arder. El terror se refleja en sus orbes ámbar. Su cuerpo pierde la conciencia después de la "muerte" por un lapso que dependiendo de la gravedad tardará más o menos, pero esta vez va a quedar calcinada ¿Y a dónde será llevada después? Probablemente los restos de su corporalidad serán arrojados a una fosa común. Despertará entre cadáveres, enterrada 3 metros bajo tierra. ¿Cómo va a salir? Tendrá que soportar una eternidad entre cuerpos putrefactos, con nulo oxígeno que la hará sentir un infierno en vida. No quiere eso, no quiere nada. Solo quiere morir.

Comienza a gritar de forma desgarradora, por el dolor sí, pero también por la angustia de su futuro. Se forcejea entre las cuerdas y el mástil, patalea y las lágrimas empapan todo su rostro. Pero es inútil, nadie va a salvarla de eso, todos quieren ver arder a la bruja de cabello verde. Súplica por perdón, se siente humillada por tener que alzar plegarias por un pecado que no pidió cometer. El golpe de una roca en su rostro la devuelve a la realidad de su ahora agonizante castigo. Está sola.

Las llamas son inmensas y abrumadoras. El dolor es indescriptible y ruega por una muerte rápida. De pronto las llamas se extinguen. ¡Maldita leña verde! Su verdugo vuelve a encenderla y su agonía parece infinita. ¿Cuánto tiempo tardará en morir quemada de esa forma? Intenta continuar su lucha pero su motivación está casi extinta. La gente no deja de gritar. "Muerte a la Bruja" Si supieran que es lo que más quiere ¡Morir! Maldita sea, morir de una vez por todas. No tiene un propósito en la vida y ahora además tiene que ser quemada por algo que no pidió tener.

Tiembla esperando que ese cuerpo malditamente sensible sea rápido en regenerarse porque de otra forma ese infierno podrá empeorar. El escozor acaba poco a poco con la vitalidad del órgano más grande del humano: la piel. Pierde fuerzas hasta para gritar y comienza a morir. Se deja caer en los brazos del Dios de la muerte, aunque sabe que entre ellos hay un juego de nunca acabar.

[…]

Despierta esa misma noche con quemaduras de tercer grado en todo el cuerpo. Duele, pero por lo menos ya puede moverse. Se percata que hay peso muerto sobre su cuerpo y más tarde que temprano se nota entre una pila de cadáveres. Todos los acusados de tener pactos con el diablo. Se arrastra con mucho esfuerzo fuera de la escabrosa escena, su piel expuesta a los roces la hacen gemir de dolor y al mismo tiempo agradecer que no hubiera personas en la plaza, todos debería estar plácidamente dormidos pensando que habían expulsado al diablo de su aldea.

Mira los cuerpos con un deje de tristeza y furia. Seguramente muchos de ellos no tenían contacto alguno con la brujería y aun así habían sido condenados de forma injusta. Se ve desnuda y no tiene más opción que rebuscar entre los cadáveres ropa que le sirva.

Aunque no es una tarea que le pareciese encantadora, tampoco puede decir que no esta acostumbrada a revolver entre muertos para hallar cosas de valor o simplemente quitarlos de los terrenos de quienes fuesen sus amos en ese momento. Entre los cadáveres solo una mujer no fue quemada en la hoguera, es una chica rubia con claras marcas de la dama de hierro. Aunque incómoda, Celine la despoja de su vestido blanco con rojo y se lo acomoda a la velocidad del rayo.

De su cabello verde solo quedan pequeños mechones adheridos a su piel como por "magia" ríe ante su propio pensamiento. En un par de días estaría como antes de ser quemada, porque eso también era importante mencionarlo. No importa qué pasara, ella volvería a la misma forma que tenía en el momento en que consiguió la inmortalidad.

Y cómo lo tiene muy claro entiende que no puede permanecer mucho tiempo en ningún lugar. Pone marcha a través del bosque que divide esa aldea de otra. Camina lo que queda de la noche y al amanecer por fin llega al nuevo poblado. Sin detenerse avanza decidida en línea recta, tropezando con la bulliciosa cantidad de gente que se abarrota en el mercado ubicado en las calles. Aprovechándose de la situación la bruja coge una manzana y la come sin bajar su velocidad.

Necesita saberse segura para poder descansar. Y sabe que en ese pueblo no lo estará, se preocupaba por un lado por su apariencia, aún tiene restos de quemaduras en los brazos aunque muy ligeros y su cabello no crece del todo. Lo que más podía llamar la atención era su atuendo. Claro, no se podía poner exigente habiendo conseguido ese vestido de encaje blanco superior y una falda roja plisada entre los cuerpos sin vida de los enjuiciados por pactos con el diablo, herejía y blasfemia.

Cuando por fin logra salir de la comunidad y adentrarse en la continuación del bosque, el sueño la está venciendo, intenta mantener sus ojos abiertos, pero estos se cierran sin esperar permiso. Angustiada opta por dormir un momento bajo la sombra de uno de los árboles perenes.

Despierta sin saber exactamente cuánto tiempo ha descansado, se sorprende al ver que el atardecer se pone. Ahora tendrá que caminar a oscuras en el bosque… otra vez.

Durante su trayecto su mente no deja de darle vueltas al extraño sueño del que ha sido participe durante su siesta. La sensación de su sueño le parece ser algo más allá de creaciones involuntarias de su mente. Paisajes que nunca ha visto, casas que ni en los más locos delirios serían posibles, altas y resplandecientes. Pero todo se veía tan lejano que no logra comprender si es una escena del futuro, algo que tal vez sus poderes le permitiesen ver.

En lo primero que recuerda de su sueño, ella tiene puesto un vestido parecido al de ese momento, pero sin manchas de sangre, bien arreglado. Está sentda sobre pasto y a la lejanía percibe altas edificaciones sacadas de alguna mente retorcida, tan altas y brillantes. Detrás suyo hay una pequeña una pequeña cabaña, juega con sus piernas hasta que siente la presencia de alguien quien se sienta dándole la espalda. La sensación era reconfortante pero no podía ver a la otra persona.

La sensación de paz se desmorona de pronto, muchas imágenes violentas se aglutinaron sin darle tregua. Las que más podía recordar ahora era verse frente a muchos hombres y de pronto una muerte instantánea. La segunda era encontrarse en algún lugar alto que no pudo reconocer, un fuego abrazador se extendía a su alrededor y podía escuchar gritos de dolor. Sintió como su cuerpo cayó tras escuchar un ruido ensordecedor, luego un rostro que la mira y un cuerpo que la abraza.

La oscuridad no le dejó ver al contrario. La muerte le vuelve a llegar inoportuna.

Un frío le recorre su espalda. Y mientras va adentrándose en el tercer pueblo la salida del sol la alcanza y una pregunta le asalta la mente ¿Su vida iba a estar llena de muertes innecesarias? Si ella no fuera inmortal ¿Cuándo hubiera sido en el flujo normal del tiempo su verdadera muerte? Tal vez nunca sería capaz de contestar esa pregunta.

Durante el trayector de su segundo día de viaje supo que necesitaba descanso. No podía continuar caminando sin parar, la mataría el cansancio a mitad de la nada y sería presa de cualquier aprovechado.

Su hostigado cuerpo le permite llegar hasta un callejón apestoso donde se desploma contra la pared, no siente las piernas. No le importaba la humedad ni tampoco la frialdad, solo quería paz.

¿Quieres cambiarte?

La voz la descoloca, da un brinco por la impresión y busca de dónde proviene el llamado. Arriba de ella, asomando la cabeza por una de las ventanas esta una mujer de cabello rojo y ojos azules. Tiene una dulce sonrisa pintada en su rostro, por un momento duda de que le hable a ella, pero la pelirroja afirma al ver su despiste. Celine solo atina a asentir con la cabeza. La chica desaparece y en unos minutos esta frente al callejón con una muda de ropa. Venía ataviada con un hermoso vestido.

Me gustaría que pasaras para poder cambiarte, pero mi jefe está ahí dentro y si te ve es posible que quiera abusar de ti — Celine tomó la ropa con muestra de gratitud y comenzó a cambiarse frente a una ruborizada pelirroja que prontamente se dio la media vuelta — Soy Koizuki ¿Y tú? — Solo hay silencio y la dama lo interpreta pronto como una negación a la intimación, vuelve a mirarla cuando ya esta vestida. La nobleza tenía buen gusto incluso para sus vestidos más sencillos, aquella única pieza se ceñía a su cuerpo casi a la perfección de no ser porque del busto le holgaba un poco. — ¡Te ha quedado genial! Bueno, espero te sirva un tiempo. Tengo que volver ¡Adiós!

Así como apareció, Koizuki se fue. Repentina y oportuna. Celine se siente feliz, parece ver con buenos ojos el haberse quedado un momento más en ese pueblo. La dura verdad es que durante el tiempo que llevaba viviendo, comprende que hay temporadas en que la humanidad camina con cierta pasividad, las cosas marchan bien y con calma pero de pronto el caos se desata y los humanos muestran sus peores lados. Justo ahora se vivía una temporada así de enloquecedora.

Podría seguir de observadora como su papel de inmortal se lo imponía, pero no era el caso. No cuando estaban detrás de personas como ella. Lo que más la entristecía era darse cuenta de que el Tribunal del Santo Oficio jamás encontraba de verdad a un brujo. Todos eran humanos normales culpados de forma ilógica. Y eso que en verdad ella ansiaba encontrar a alguien con sus mismas características. ¿La inmortalidad no sería más confortable de tener compañía?

Comienza a caminar por las calles tratando de verlas con detenimiento, el lugar no parece tan malo. Avanza a paso firme pero pausado cuando justo a su lado un carruaje sigue su marcha. Instintivamente alza la mirada y ve a la mujer que amablemente le había cedido sus ropas. El vehículo sale del pueblo. Probablemente su jefe y ella se dirigían a otro lado a seguir trabajando en lo que sea que hicieran. Va tan distraída que tropieza con una pequeña señorita que lleva flores en sus brazos. Estas salen desparramadas por el suelo y Celine se apena por su torpeza. Ayuda a levantarlas y cuando las tiene todas y se las entrega a la dueña se siente reconfortada por su linda sonrisa. Era una bella chica de cabello ondulado y largo color miel.

¡Disculpa! — Se excusa la niña — no me fijaba por dónde iba, soy Nunnally. — Celine solo asiente — ¿Tienes tiempo? — Y ella repite la acción — ¿Qué tal si compramos juntas?

Ambas se pasean entre los diversos puestos cuando la pequeña mira hacia la lejanía y comienza a alzar las manos esperando ser divisada. Celine no entiende a quién llama hasta que un joven de ojos violetas y cabello negro se planta frente a ellas con una evidente sorpresa.

Nunnally, debes volver. Sabes que hoy regresaremos a casa y tienes que empacar tus cosas

Vine por flores para ponerlas en la tumba de mamá. ¿Puedo ir antes de volver a casa? El chico asiente y la deja ir. — Gracias por hacerme compañía, fue un placer.

La niña le da un cálido abrazo antes de correr y perderse entre la multitud. Celine alza la mirada y la clava en la de él quien aparentemente no podía mirar hacia otro lado que no fuese ella. Parecía querer decir algo, pero no se atrevía. Y ella no tenía la paciencia del mundo, aunque sí el tiempo. Carraspea la garganta presionándolo a hablar. Él nota la acción y prefiere dar media vuelta para ir detrás de su hermana.

Es un placer volver a verte.

Dicho esto, sale corriendo, lo que ella interpretó como una vil huida. Trata de hacer memoria, pero la triste realidad es que hacía ya unos años comenzaba a pasar por alto muchos detalles. Probablemente su memoria se había vuelto exageradamente selectiva, aunque inmortal nada garantizaba que su cerebro soportase tanta información. Sin darle más vueltas al asunto se sigue paseando entre los puestos del mercado central.

Mientras atardecía los comerciantes comenzaban a recogerse, cuando al pasar frente a un puesto de frutas que estaba por guardar todo… un grito la estremece.

¡Bruja! ¡Bruja! ¡Una maldita Bruja!

No otra vez. Por favor no. El tipo grita como poseso mientras la señala y la gente se amontona a su alrededor, piensa en huir cuando siente la fuerte mano de un hombre sosteniéndola. O un estúpido civil o –lo que más temía- parte del Tribunal inquisitivo.

¿Existen pruebas para acusar a la forastera? — Inquiere el hombre más por protocolo que por una verdadera preocupación, el comerciante afirma — ¿Estaría dispuesto a ir al Juramento para declarar?

¡Por supuesto! Esa Bruja fue quemada hace un par de días en la Villa Vieja. Lo vi con mis propios ojos, incluso cuando su cuerpo fue arrojado entre los otros.

La cara de terror del tipo le parecía divertida a Celine, pero sin duda tenía más miedo que preocupación. No quería hablar del asunto pero esa muerte le había resultado traumática. ¿Revivirlo? No, esta vez no. Si su caso llegaba a juicio perdería cualquier oportunidad de escapar. El alto hombre la lleva a la pequeña prisión y la encierra en la mazmorra más profunda. Maldijo el momento en que se permitió descansar en ese lugar ¡Un día de plaza! Estúpidos comerciantes ambulantes.

Su cuerpo se estremece ante el pensamiento de volver a ser enjuiciada, obligada a golpes a declarar un pacto con el diablo y más tarde a ser quemada en vida frente a una muchedumbre ardiente de "justicia" ¡Asquerosos puristas! Escupe Celine en su celda fría, húmeda y apestosa. No podía siquiera pensar mejores insultos.

Después del arrebato de cólera, cuando cae la noche comprende que el asunto va ser peor que la vez anterior. Ahora hay un testigo que con mucha seguridad afirma haberla visto arder y si el asunto era corroborado en Villa Vieja… probablemente la Inquisición se jactaría de haber encontrado una verdadera bruja; y experimentarían con ella todos sus aparatos de tortura a sabiendas de su cuerpo inmortal.

Sería quemada más de una vez, obligada a permanecer quieta en el potro, pasar noches enteras en la dama de hierro. Su futuro se veía muy muy poco esperanzador. Maldita sea la Santa Inquisición y su creatividad sin iguales para atormentar a los demás. No quería un futuro así por nada del mundo, daría lo que fuera por poder evitar su aterrorizante y cruel destino en manos de la Iglesia Católica.

Cuando escucha una voz un tanto conocida venir desde la entrada. Sus ojos se abren casi inmensamente grandes al ver al chico de la mañana justo frente a ella y con la llave de la mazmorra en sus dedos haciéndola girar.

Mi nombre es Lelouch Vi Britannia, soy hijo de un Duque. ¿Quieres salir de aquí?

Celine aprieta los dientes y los puños. Siendo una inmortal tendría que ser rescatada por un maldito aristócrata. Pero entre una muerte dolorosa o doblegar parte de su orgullo no hubo mucha discusión. Asiente.

Te vi morir Bruja. Te vi arder atada a un mástil y eso fue hace solo un par de días. Sin duda eres una extraordinaria hechicera ¿Cuál es tu nombre?

C… — se detuvo, a sabiendas de su condición, siendo una bruja, ese chico la estaba salvando y probablemente no sería de a gratis, no iba a perder algo más de su dignidad esa noche, en definitiva no. Tal vez su propósito como Bruja apenas iba a ser dictado, pero entonces su nombre, su verdadero nombre, el que la hacía humana no debía volver a ser repetido. — C.

¿C.C? Tal vez entre las brujas eso sea lo habitual — el chico introduce la llave en la cerradura y una sonrisa un tanto perversa se dibuja en su rostro — Para salir tendrás que darme algo a cambio, hagamos un contrato. Yo prometo salvarte ahora y protegerte de la Santa Inquisición si tú cumples mi deseo.

No soy un genio, y aunque Bruja no hago magia como tal.

En el eco de la mazmorra se repetía un fuerte grito, el de un hombre joven. "Lelouch, Lelouch" Parecía angustiado. Y su angustia se traspasaba a C.C

Ser inmortal es algo más allá de la normalidad ¿Aceptas o no?

Acepto tu contrato, Lelouch Vi Britannia. — El pelinegro gira la llave y la mujer sale por cuenta propia. Ella lo mira y él no aparta la vista, no hay una sola chispa de emoción. — A partir de ahora somos cómplices — ella extiede su mano y él la estrecha en señal de sellar una promesa que aún no entendía bien en qué consiste. Lo haría muy pronto.