DISCLAIMER: Los personajes del anime y el manga de Candy Candy no me pertenecen, son propiedad de la grandiosa imaginación de Kyoko Mizuki, de Yumiko Igarashi, quien con su arte los plasmó en papel y de Toei Animation Co. que llevó esa maravillosa serie a la televisión para hacernos soñar a todos los fans. Bueno, yo solo quería decir, que los tomo prestaditos algunas veces (en esencia) para crear con ellos historias de amor porque me encanta escribir jejeje.

Agradezco al comenzar este nuevo fanfic, a mis amigas lectoras Nathaly, Lukyta y Skarllet Northman, por haberme compartido sus escenas favoritas entre Albert y Candy, las cuales me han servido para ir dando forma a esta historia que ya tenía varios meses en mi cabeza. Espero sea de su agrado. A todos quienes la lean, un gran abrazo.

Atte.

Belén

REGALO DEL TIEMPO

"Una historia de amor contada a través de saltos en el tiempo en la vida de William Albert Ardley"

CAPÍTULO I

Hay a quienes les toca enfrentarse a la vida solos desde muy temprano… Podría decirse que ella y yo somos de esas personas.

Cuando era niño mi nana solía decirme con compasión que era un "mártir" y yo en mi limitado entendimiento infantil que aún no alcanzaba a comprender a totalidad la magnitud del significado de la palabra, me enorgullecía pensando que eso me comparaba con los grandes héroes nacionales de la Guerra de Independencia… más con el tiempo aquella ilusión se desvaneció y descubrí la realidad.

Comprendí que aquello no era un halago sino una expresión de pena, de lástima ante mis desgracias después de que mis padres fallecieran en un naufragio al regresar a Estados Unidos de un viaje de negocios en América del Sur, cuando yo contaba tan solo con ocho años y por lo que quedara también a cargo de mi estricta tía (hermana de mi padre) y de mi hermana adolescente, quien con exactitud un año después se involucró con quien sería su esposo, un marino mercante.

Nuestra tía a causa de ello, puso el grito en el cielo pues no aceptaba que alguien de esa profesión ingresara en la familia, según decía porque los marineros no era personas en las cuales se pudiera confiar o capaces de brindar una estabilidad dentro de un matrimonio, aunque con el pasar de los años comprendí también que se debía a que culpaba a todos lo que pertenecían a esa rama del accidente de nuestros padres. La tía Elroy con el papel de tutora que había caído sobre ella, se empecinaba en nuestra protección y educación sometiéndonos a severas normas que consideraba eran las correctas para nuestra adecuada formación. Solo que en el proceso olvidó a la vez que éramos tan solo niños.

Rosemary, mi hermana, era más rebelde que yo y no temía enfrentársele. Como el día en que recibió una bofetada en plena sala por gritarle que no le importaba lo que hiciera porque iba a casarse de todas maneras con su gran amor.

Sintiéndome impotente, la vi llorar y corrí a consolarla pero era muy pequeño y no podía ir en contra de las órdenes de nuestra tutora.

-¡William Ardley, ve a tu habitación ahora mismo!- fue el decreto de tía Elroy y no pude más que obedecer. Rosemary, cubriéndose la mejilla golpeada me regaló una débil sonrisa de agradecimiento aún en medio de su congoja mientras yo incapaz como ratón asustado me resigné a subir la escalera, pero en la parte más alta me senté para observar lo que sucedía. Me preocupaba mi hermana y no quería dejarla sola, aun cuando confiaba que de alguna forma se sabría defender.

Ella tenía quince años entonces, seis más que yo en ventaja y era la fuerte, quien no temía decir lo que pensaba, yo en cambio era del tipo pasivo y si alguien mayor me regañaba por algo, así no estuviera de acuerdo, simplemente guardaba silencio y me alejaba, prefiriendo llevar mi calvario por dentro.

Años después me di cuenta de que tal vez esa actitud no había sido lo mejor cuando mi aventurera personalidad contenida decidió explotar al no encontrar mis alas espacio suficiente para mantenerme cautivo dentro de aquella jaula, que rompí para ser capaz de volar. Y ya lejos y en paz conmigo mismo, supe que aquello era lo que había deseado siempre y lo que siempre había sido, un ave de rapiña en busca de libertad.