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La calle de los árboles retorcidos y donde se mezclan cielo y mar

IV. Tan diferentes

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Las personas nos unimos para perseguir juntos verdades. Y para que nunca se acabe la búsqueda.

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—Ahora tenemos que mirarnos a los ojos durante cuatro minutos —dice Hikari, leyendo la pantalla.

—Sí, vamos, que ha empezado una cuenta atrás.

Takeru se pone muy recto.

Sus ojos, azules y cobrizos, se encuentran.

La mirada de él es limpia. No tiene nada que esconder, no quiere hacerlo tampoco. Quiere que ella mire dentro y se quede allí, que lo acompañe en todos los caminos que decida emprender, como ha hecho siempre. O, quizá, de una forma nueva y más fuerte, a la vez que más frágil.

La mirada de ella es suave. Con mucho cuidado, estudia a su amigo. Como si tuviera miedo de las cosas nuevas que puede encontrar, o como si no quisiera perderse ninguna de ellas.

Piensan, ambos, en las respuestas que han dado y escuchado. Sienten, por encima del calor de la pequeña habitación y del hambre, que hay algo nuevo latiendo.

Casi es tangible. T.K cree que si extiende el brazo podrá atraparlo y pedir a Kari que lo acepte. Es por eso que se levanta, sin perder el contacto visual, y atrapa las manos de la chica entre las suyas.

El apretón es firme, real, placentero. Ella se sonroja.

El minutero llega a cero pero ninguno se da cuenta, perdido en esos ojos que siempre conoció tan bien.

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Ken espera un minuto entero antes de hablar, por lo último que ha aparecido en el monitor.

—Pone que debemos mirarnos cuatro minutos.

—Lo sé. —Solo es un susurro.

A Hikari le tiemblan los labios, parecen arder por decir algo más. Pero no lo hace. Solo espera a que el otro levante la mirada, mientras une las manos sobre la mesa.

Los ojos de él son azules. Oscuros, reflejan más sombras que brillos, llenos de secretos. Y están atentos. Se lee en ellos fascinación, algo mucho más fuerte de lo que se habría atrevido a imaginar cuando accedió al experimento.

Los ojos de ella están vidriosos. Quizá, porque ha dejado de parpadear en cuanto se ha visto atrapada. Está asustada. Por la intensidad que ve, por la que siente. Porque no puede ser correcto lo que nota, cuando algo igual de fuerte se ha despertado al mirar a Takeru.

Recuerdan, ambos, todo lo que han hablado. Las verdades, tanto enteras como medias, las preguntas que se han hecho el uno al otro. Pasando de ser dos extraños a estar conectados. ¿Cómo? Ninguno podría decirlo.

Pero es algo real. Por eso Ken se inclina hacia ella. Con el dedo índice, deja una pequeña caricia en la muñeca de Kari. Ella se pone pálida.

Dos gestos tan parecidos y distintos. El contacto firme de T.K. El roce delicado de Ken.

Adictivos por igual. Aterradores también.

La cuenta atrás acaba pero ninguno aparta la mirada.

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—¿Cómo te sientes? —pregunta Sora.

—Confusa —dice Hikari—. Creo que habéis jugado conmigo.

Koushiro se ríe.

—Los estudios sociológicos van un poco de eso. Te preguntábamos por tu relación con los sujetos B y C.

—Sujetos… Sí, ya. Bueno. No sé qué decir.

—Algo habrá.

—Es que ha sido… —Su voz se pierde.

Los pelirrojos toman notas mientras el sujeto A intenta formar frases coherentes. Se siente colorada y también blanca. Tiene la mano derecha, donde Ken la ha rozado, completamente helada. Y la izquierda, que Takeru ha apretado, está ardiendo.

—Ha sido extraño. Primero, pensaba que solo eran preguntas para averiguar gustos. Luego ha quedado claro que era para que nos conociéramos. He aprendido cosas nuevas de mi mejor amigo, me he sentido más lejana y cercana a él que en toda la vida. No sé explicarlo. Casi podía tocar nuestro vínculo, fuerte y reforzado.

»Y, después, Ken ha entrado en la habitación. Desde el principio me ha intrigado, su actitud, sus palabras, todo. Y conforme hemos hablado más, me ha dado la sensación de que hay algo mal en el mundo si unos desconocidos como nosotros pueden entenderse de una forma tan profunda.

—Así que, ¿te sientes más unida a los dos? —Sora intenta mantener un tono profesional.

—Sí. ¿Cómo es posible tener una conexión tan fuerte dos veces y de formas tan distintas? Ellos son tan diferentes…

—Quizá por eso te atraen de maneras diferentes.

Kari parece preocupada. No llega a responder nada. Y suelta un suspiro de alivio cuando Koushiro le dice que ya puede marcharse. No quiere hablar más, no quiere pensar más, es demasiado complicado.

Sora sonríe, viéndola marchar. Kou tiene que reconocerse que está guapa con ese gesto ilusionado.

—Yo tenía razón —dice ella—. De alguna manera, ha surgido amor.

—Cada uno saca sus propias conclusiones.

—¿Y cuáles son las tuyas?

—No te las diré. Y, mientras tanto… ¿te gustaría que hiciéramos el test nosotros?

Él se atreve a devolverle la mirada. Sora asiente con la cabeza.

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Se escuchan pasos en el pasillo. Takeru se da la vuelta antes que ella. Cuando mira a Ken, hay algo en sus ojos que parece fuerte. Intimida.

Pero el otro no se amedrenta. Su mirada es más oscura, menos dura, pero impasible. También hay decisión.

Hikari los observa como si se encontrara muy lejos. Como si cada uno perteneciera a una realidad y ella fuera capaz de saltar de una a otra. No pueden ser reales los dos, no pueden existir al mismo tiempo en una habitación. Su corazón no lo soportará.

—¿Podemos hablar un momento? —pregunta Ken.

—Claro.

—A solas. —T.K aprieta los dientes.

—Te espero en la puerta, Kari.

—Sí, perdón, no tardaré.

Observa a su mejor amigo marchar, con un nudo en la garganta. Se le pone la carne de gallina cuando Ken se le acerca. Con un movimiento deliberadamente lento, él mete los dedos en el bolsillo del pantalón de la chica y le quita el teléfono. Marca un número y se escucha una vibración.

—Ahora tengo tu número —dice—, y tú el mío.

Ella no habla. No sabe qué decir. Vuelve a guardar su móvil.

—Voy a llamarte. —Suena a una advertencia—. Quiero volver a verte.

—¿Por qué?

—Porque no puedo dejar que lo nuestro se quede en treinta y seis preguntas.

Hikari se remoja los labios, pero no sale ni una palabra de ellos. El chico se va. Cuando pasa por su lado juraría que nota su aliento en el cuello.

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Se escuchan sonidos de vasos y cubiertos. También algunas conversaciones cotidianas, sobre cómo ha ido el día o sobre el tiempo. Están en su restaurante favorito, es barato y tiene comida internacional.

—Toma la última croqueta —dice Takeru, arrastrándola con el tenedor hasta el plato de su amiga.

—No, no quiero, cómela tú.

La manda callar. Ella se ríe, le da las gracias. Después dedican atención a su comida. T.K mira con disgusto su plato de arroz, parece que le ha hecho algo malo. A pesar del ruido de ambiente, hay silencio.

No es incómodo, pero está vacío, no como otros. Ambos están lejos.

—¿Sientes algo por él?

Kari no parece reaccionar. Él espera, paciente.

—¿Qué? —consigue decir.

—Que si sientes algo por Ken Ichijouji.

Ella boquea, le cuesta tragar aire. Su esófago arde, de pronto retener el almuerzo es una tarea difícil. Deja el tenedor en la mesa.

—¿Por qué me preguntas eso?

—Porque yo siento algo por ti.

Takeru la mira a los ojos con intensidad. Parecen más azules de lo normal. Brillan de determinación, sus pupilas están dilatadas. Y Hikari sabe que las suyas están igual.

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«El psicólogo Arthur Aron elaboró una lista de treinta y seis preguntas para que las personas pudiesen intimar entre ellas de forma gradual. Una reportera decidió utilizar estas preguntas para enamorarse. Se supone que cuando dos extraños van respondiéndolas se conocen poco a poco de una forma muy íntima.

Nosotros nos hemos preguntado si siempre que intimas tanto con alguien acabas atraído de una manera u otra. Si, quizá, el prestar atención a los sentimientos y experiencias de otro hace que te guste. Y si eso puede evolucionar a amor.

Para ello escogimos a tres personas. El sujeto A, una chica de veinte años; el sujeto B, su mejor amigo de la misma edad; y el sujeto C, un completo desconocido de también veinte años.

Los resultados han sido reveladores. Ambos chicos han confesado sentir algo muy fuerte por ella. Y, a su vez, el sujeto A ha sentido lo mismo por ambos.

No se puede hablar de amor, pero sí de atracción y comprensión mutua. La intimidad fuerza a que se creen lazos entre las personas.

Eso lleva a que nos cuestionemos cosas. Quizá nuestra idea de amor no sea más que la intimidad más profunda fusionada con una atracción física. O tal vez podamos llegar a querer a más de una persona si la conocemos tan bien. O simplemente podemos sentirnos conectados con muchos, pero pocos hacen que los amemos.

Nuestra conclusión es que este experimento fuerza a las personas a plantearse sus sentimientos, crea una intimidad y atracción que no se pueden ignorar. Es la receta perfecta para que se dé pie a que surjan sentimientos. Pero eso último lo ponen las personas.

Porque el sujeto A, eligió a uno de los dos.

Y porque nosotros, Koushiro Izumi y Sora Takenouchi, también respondimos el cuestionario. Si se lo preguntan, sí, estamos juntos ahora.

Adjuntamos los documentos, escritos y visuales, con todos los datos, las pruebas empíricas para las conclusiones y las respuestas de los sujetos a las preguntas…».

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Hikari se reunió con Ken en la calle de los árboles de troncos retorcidos. Parecía que habían intentado escapar de algo, antes de darse cuenta de que sus raíces los ataban al suelo.

Era casi de noche. Todavía el cielo no había oscurecido del todo, tras los edificios debía haber algún rastro de la puesta de sol.

Él había cumplido su palabra. La llamó. Y ella tuvo que acudir.

Le pidió que se vieran en esa calle, cercana a un viejo parque, porque le hacía sentir igual que Ken. Las cortezas de los árboles eran grises con rastros negruzcos, como si en algún momento hubieran intentado quemarlos.

Esa pinta creía que tenía su corazón cuando estaba con él. Cenizas recubriendo un fuego que no llegó a arder, que no sabía si trataba de hacerlo.

—Estoy confundida —dijo ella, sincera.

—Yo no.

—Tú no estás en mi situación.

—Takaishi ha estado siempre a tu lado. ¿Por qué es diferente ahora?

—Nada ha cambiado pero… todo lo ha hecho. No sabría explicarlo.

—¿Tan mágicas son esas preguntas? —Ken sonrió, pero no era un gesto alegre.

—No creo. Solo que te hacen pensar. Y solemos escapar de eso de forma inconsciente.

Él avanzó un paso. Ella no retrocedió. Sintieron lo mismo que en esos cuatro minutos del final del experimento.

Algo intenso, poderoso, oscuro.

Fue natural que llevara a un beso.

Suave, apenas un roce, pero sentían que era apasionado y descontrolado. No se separaron cuando sus labios dejaron de tocarse. Hikari lo miró, buscando respuestas a sus propias preguntas.

Los ojos de Ken eran del mismo color que había sobre sus cabezas, entre las copas de los árboles de troncos retorcidos.

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Hikari encontró a Takeru en el lugar donde la lluvia mañanera empezaba a marcharse. Donde, en el horizonte, se confundían el cielo y el mar.

Apoyó la mejilla en su espalda. Él no se sobresaltó, tardó en hablar.

—Cuando veo lugares como este me gustaría ser capaz de pintar. —El agua tenía muchos tonos de azul, parecían pinceladas desperdigadas aquí y allá, las nubes hacían que el cielo tuviera el mismo aspecto. Y allí, al fondo, el sol lanzaba rayos de luz que se acercaban poco a poco—. O querría ser capaz de describir una imagen tan bonita, pero nunca puedo. Es lo que me pasa cuando intento escribir sobre ti.

Ella sonrió. Agarró su mano, se puso de puntillas y lo besó. Fue un gesto cariñoso y firme pero algo desesperado, como si el contacto de sus bocas no fuera suficiente.

Cuando se separaron, T.K no soltó sus dedos.

—¿Por qué me has elegido a mí?

—Porque a ti te quiero. Solo que he necesitado saber de qué manera. Y porque hace mucho que te encargas de enseñarme el lado bonito de la vida.

Se miraron. Igual que muchas otras veces y al mismo tiempo como si por fin fueran capaces de verse de verdad.

Los ojos de Takeru eran del mismo color que aquel punto del horizonte donde se mezclaban el cielo y el mar.

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Tal vez amar, en parte, sea una elección. Decidir qué podemos querer, o qué no podemos perder. Entendernos a nosotros mismos. Saber que, pase lo que pase, merecerá la pena.

Es elegir a la persona cuya felicidad es necesaria para la nuestra propia.

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Podría, quizá, haber elaborado más el porqué Hikari elige a uno en vez de al otro, pero eso ya está contado antes, en las respuestas a las 36 preguntas. Ahí está su relación con los dos, y ahora sabemos qué valora más. Espero que su elección no os decepcione.

¡Dos años ya del foro! Recuerdo los comienzos y todo lo que ha pasado después, ha estado lleno de actividades, de charlas, de amistades. Soy muy feliz en el foro, creo que no solo me aporta el haber aprendido muchísimo de la escritura o tener grandes historias para leer, sino que he conocido a un montón de personas fantásticas y cada día llegan más. ¡Somos como una gran familia! Y espero que este solo sea el segundo aniversario de muchos más :)

Y, de nuevo, feliz no cumpleaños a Takari95, una de esas personitas maravillosas que se merece lo mejor. Espero de todo corazón que te haya gustado este doble regalo.