Los personajes no son míos, si lo fueran, habría muchas Crackparings, mucho de todo (?) Hetalia es de Himaruya.

Esta obra de arte es creación del gran George deValier.

Y ni siquiera la traducción me pertenece, es de onee, yo solo reviso la ortografía .3. ¡Alábenla simples mortales! (¿?


Saltarse este "Apartado" Por si quiere ir a las notas sobre la historia, saltarse lo negrito para pasar directamente al final de esta historia.

Decidí subirlo antes de entrar a la escuela, además de que senpai estaba feliz porque al parecer los vinilos que le regalé son viejísimos -78 revoluciones si no me equivoco y medían menos de 9 pulgadas, como 13 cm aprox (?- y no se encontraban en existencia, además de que costaban entre 600 y 800 pesos mexicanos cada uno, le regalé ocho, aparte una cámara instantánea que él deseaba y no me había dicho, me dijo que gritaría llegando a su casa y estuvo más de media hora intentando calmarse porque estaba muy emocionado. Sólo quería compartir la experiencia, quería alegrar el día a más personas subiendo lo que falta. Es decir, a mi me alegraría que actualizaran cualquier fic que me guste antes de entrar a clases para aminorar el dolor.

Dejando eso de lado (? ¡Este es el final de la historia! Disfruten de ella, con cariño y esfuerzo para ustedes .3.

Según yo lo subí temprano, es decir, sí cumplí (?


Decidí que sí iba a reeditar los demás chaps, por si demás personas quieren leerlo cuando diga "Completo/Terminado", o simplemente releerlo, para que sus ojos y mentes estén sanos por nuestra parte -Amor- (?

*Me confundí y no supe si cambiarlo por "Español", pero se supone que hablan inglés y son estadounidenses, Onee lo dejó así y confío en ella

¿Pañuelos? Sabe dónde encontrarlos


Capítulo 18: Epilogue

Auf wiedersehen, auf wiedersehen, we'll meet again, sweetheart…

.

Principios de 1974

Italia

Era un ocupado, soleado, y glorioso día en el pueblo. Feliciano paseaba por las calles con sus manos metidas en sus bolsillos, silbando para si mismo, ocasionalmente inclinando su sombrero y dedicándole una sonrisa a las chicas bonitas que pasaban por los rayos del sol. La mayoría lo conocían bien y solo se reían, pasando por un lado con brillantes sonrisas y ligeros movimientos de manos. Pero Feliciano estaba sorprendido ante la cantidad de rostros desconocidos que había en la ciudad últimamente. Extranjeros en uniformes desconocidos llenaban las cantinas, *inglés podía ser escuchado en cada esquina, y ahí en la plaza del pueblo una gran plataforma se había colocado al lado de un nuevo monumento de concreto. Feliciano había escuchado que habría algún tipo de ceremonia, pero no estaba seguro de que tenía que ver con todos esos americanos. Sabía que tenía algo que ver con la guerra, así que no se había molestado en investigar más. A Feliciano no le gustaba recordar la guerra. Mientras pasaba por un grupo grande amontonado alrededor de la fuente, se dio cuenta de que varias de las personas en la multitud eran de hecho demasiado jóvenes como para recordarla por sí mismos. Se encogió de hombros para sí mismo, continuando su camino para encontrarse con Ludwig en la vieja Cantina Rossa al lado de la plaza. Su corazón inmediatamente se aligeró ante el pensamiento.

Mientras se dirigía hacia el borde la plaza, Feliciano notó a un hombre de pie separado de la multitud, parecía ambos confundido y frustrado mientras observaba todo alrededor de él. Estaba usando un traje de tweed y parecía un poco mayor que Feliciano, a la mitad de sus 50's tal vez, con canoso cabello rubio y posiblemente las cejas más grandes que Feliciano hubiera visto jamás.

"¡Buen día!" dijo Feliciano alegremente, caminando hasta pararse enfrente del desconcertado extranjero. No estaba convencido con todos esos americanos, pero esa no era razón para no ayudar a uno si podía hacerlo. "¿Estás bien? ¿Puedo ayudarte?"

El hombre parecía un poco ansioso ante el saludo. "Non... Oh mierda... Non italiano..."

"¡Oh, Perdón, por supuesto!" Feliciano cambió de idioma. "Eres estadounidense."

"¿Disculpa?" ahora el hombre parecía genuinamente insultado. "Dios no, soy inglés."

Feliciano estaba inmensamente deleitado. "¡Por supuesto que lo eres! ¡Debí haberlo adivinado por el traje! Tweed en este clima, Dios mío, ustedes los ingleses son maravillosos. Apuesto a que citas a Shakespeare todo el tiempo. ¿Estás perdido?"

"¿Qué? yo…" El inglés frunció el seño con una confundida sorpresa, luego continuó observando alrededor de la plaza buscando algo. "No estoy perdido. Él es el que está bastante perdido."

Feliciano trató de seguir la mirada escrutadora del inglés, luego simplemente volvió a observarlo. Siempre había estado fascinado por Inglaterra y los ingleses, así que era una maravillosa sorpresa encontrarse a uno en la plaza del pueblo. "¿Estas de vacaciones? Hay muchas personas que visitan Italia, últimamente. Bueno, esta parte de ella, como sea."

"Estoy aquí para la ceremonia, con mi, uh, amigo." El hombre se tropezó con la palabra, luego trató de ocultarlo rápidamente. "Si, mi amigo, un viejo amigo mío. Peleó aquí, durante la guerra."

"¡Oh! Mi…" Feliciano se inclinó hacia delante y le guiñó, " 'Amigo' peleó aquí durante la guerra también. ¿Estaba su 'amigo' en el ejercito británico?"

El inglés parecía completamente anonadado ante aquello. Feliciano sólo sonrió, hasta que el hombre intento sonreírle inseguramente de vuelta. "No, es americano. Era un piloto de combate."

Feliciano jadeó sorprendido. "¡No! ¿De verdad? ¡Igual lo era Ludwig! voy a reunirme con el ahora, ¡Ven a beber algo con nosotros! La cantina esta justo en esta calle, y estoy seguro de que tu americano va a encontrarte con más facilidad si te quedas en un solo lugar. Mi nombre es Feliciano, ¿Cuál es el tuyo?"

El hombre terminó parado al lado de Feliciano, aunque no parecía seguro de como había pasado. "Uh... Arthur. Arthur Kirkland. Encantado de conocerte."

"¿Arthur? ¿Como el rey Arthur? Siempre he pensado que las historias inglesas son las mejores. Ludwig es alemán, así que sus historias son oscuras y extrañas y oh, espero que no te moleste conocerlo, incluso si es alemán él no..."

"La guerra fue hace muchos años atrás." Arthur le dedicó a Feliciano otra sonrisa. "Me pregunto porque se nos recuerda frecuentemente de ella."

Feliciano suspiró aliviado, después rió ligeramente. "¡Es bueno escuchar eso! Pareces ser un buen sujeto, Arthur. ¡Oh! ¡Ludwig!"

Feliciano se apresuró hacia donde Ludwig estaba sentado, una mesa con vista a la calle, una cafetera y dos tazas colocadas en la mesa ante él. Ludwig levantó la mirada y sonrió, sus ojos brillantemente azules como siempre, su sombrero jalado hacia enfrente sobre aquella pequeña sección calva que odiaba tanto pero que Feliciano pensaba que era tierno. "Feliciano."

Feliciano amaba el sonido de Ludwig diciendo su nombre con aquel profundo, e inmarcesible acento alemán. Todos los demás lo llamaban Feli - todos a excepción de Ludwig. Para Ludwig, siempre había sido Feliciano, y siempre lo sería.

"Mira, Ludwig, ¡Encontré un inglés!"

Arthur parecía un poco sorprendido ante la introducción. Ludwig solo asintió educadamente. "Buenas tardes. Espero que Feliciano no te haya asustado, tiende a hacerlo."

Arthur sacudió su cabeza y dejó salir un corto respiro entretenido. "Buenas tardes. Y no para nada, te lo aseguro. De hecho... Casi me recuerda a alguien."

Feliciano cayó en la silla al lado de Ludwig y le hizo una seña a Arthur para que sentara al lado opuesto. "Su nombre es Arthur, Ludwig, ¿Puedes creerlo? Arthur, este es mi 'amigo', Ludwig." Feliciano guiñó de nuevo antes de hacerle señas a un mesero que estaba cerca. "Disculpe, joven, ¿Puede traernos algo de té por favor? él es ingles." Ludwig murmuró algo que sonaba sospechosamente como una disculpa. Arthur parecía tratar de no reír.

"Así que," Feliciano continuó, volteándose hacia la mesa alegremente. Siempre estaba feliz de conocer a alguien nuevo, especialmente alguien inglés. "¿Alguna vez habías visto tanta gente reunida en un solo lugar?" preguntó, señalando hacia la ajetreada cantina.

"De hecho, si, pero soy de Londres," explicó Arthur, descansando ligeramente su mano en la mesa. Observaba a Feliciano y después a Ludwig, como si estuviera tratando de estudiarlos discretamente. "Supongo que todos están aquí por el aniversario."

"¿El aniversario?" Feliciano no estaba completamente seguro de que se trataba aquella celebración.

Ludwig le pasó a Feliciano una taza de café. "Feliciano, ¿No sabes que día es hoy?"

"Si, es martes."

"No…"

"Si lo es, Ludwig. Es martes, lo sé porque anoche cenamos boloñesa y siempre cenamos boloñesa los lunes así que hoy debe ser..."

Ludwig interrumpió rápidamente. "Es el 30 aniversario del aterrizaje de los americanos."

Feliciano pausó por un segundo. "¿Lo es?"

"Si."

"Oh." Treinta años. Feliciano podía recordar los aterrizajes de hace treinta años como si hubieran sido el día anterior. Los aterrizajes de los cuales le había contado a Ludwig, en aquella horrible mañana en la lluvia, traicionando la Resistenza al hacerlo. Los aterrizajes que habían alejado a Ludwig de él. ¿Eso era lo que todos estaban celebrando? Feliciano se sintió bastante enfermo de repente. Antes de que supiera cómo reaccionar, una escandalosa voz interrumpió el silencio.

"¡Arthur!" Feliciano levantó la mirada para ver a un hombre rubio con lentes, vistiendo un uniforme militar, y un pequeño sombrero torcido correr hacia la mesa y sostenerse del respaldo de una silla sin aliento. "¡Creo que me perdí!"

Arthur se las arregló para fruncir el seño y parecer aliviado al mismo tiempo. "Claro que te perdiste, tonto."

"¡No puedo evitarlo! ¡Tanto ha cambiado desde que estuve aquí!" El hombre se giró hacia Feliciano y Ludwig y los saludó con la mano, sonriendo alegremente. "¡Hola! Er, lo siento, quiero decir..." El hombre tomó un pequeño libro de su bolsillo, le dio la vuelta a la primera pagina, y grito, "¡BUON GIORNO! ¿Arthur, quienes son estas personas?"

Feliciano rió un poco mientras Arthur murmuraba una disculpa. "Alfred, por amor a dios, hablan español. Este es Feliciano y Lud...wig..." Arthur se detuvo lentamente... Una mirada de comprensión se produjo en su rostro.

En ese momento, una extraña clase de tranquilidad cayó sobre la mesa. La sonrisa de Alfred titubeo mientras observaba atentamente a Ludwig, inmóvil, sus ojos abriéndose como platos y sus mejillas tornándose pálidas. Feliciano observaba entre la expresión atónita de Alfred, el rostro desconcertado de Arthur, y los ojos abiertos a más no poder de Ludwig. Tomó un par de momentos antes de que todo cayera en su lugar en la mente de Feliciano. Alfred, un piloto de combate americano quien había peleado ahí durante la guerra... Arthur, un inglés con grandes, cejas abundantes... Si fuera él, me cargaría a todos los militares Alemanes con una mano...

"¡Oh!" la sangre de Feliciano se disparó ante el recuerdo, y no pudo contener el escandaloso estallido de comprensión.

Un pesado silencio cayó de nuevo hasta que Ludwig hablo, firme y deliberadamente. "Encantado de conocerte, Alfred."

Alfred pasó la mirada de Ludwig a Feliciano, después soltó una corta e incrédula risa. Su cabello rubio estaba rayado con gris, y definitivamente llenaba mas su uniforme a como lo había hecho una vez - especialmente alrededor del medio- pero Feliciano podía ver al mismo alegre piloto americano de hacia tantos años atrás. El americano que lo había conducido hacia Ludwig; el americano cuya vida Ludwig había salvado como pago. La mirada incrédula de Alfred se convirtió en felicidad, y cayó en la silla al lado de Arthur, sonriendo brillantemente. "¡Realmente es un placer conocerlos! y seguramente será más agradable hablar con algunos lugareños, en vez de esos militares estirados que tratan de arrastrarme a todos lados. Excusi, mesero, ¡BUON GIORNO! café, per favore... ¡CA-FÉ!"

Rápidamente rompieron en una jovial, y desenfadada conversación, aunque Feliciano y Alfred eran quienes mantenían su mayor parte. No había necesidad de hablar del pasado; no había necesidad de explicar. Todos comprendían, y eso era suficiente. Feliciano ayudó a Alfred con su pronunciación en italiano, habló de su emoción y la de Ludwig por el próximo mundial de futbol, que sería organizado en Alemania ese año. Arthur les contó sobre Londres, con sus ocupadas calles, sus canchas de criquet y pequeños clubes de música. Alfred y Ludwig hablaron por un largo rato acerca de la nueva cuarta generación de aviones de combate, que Feliciano no entendía muy bien. Feliciano se enteró de que Arthur era dueño de un bar, que Alfred era un instructor de vuelo militar, y de que viajaban seguido de América a Inglaterra.

"Pero América está muy lejos de Inglaterra ¿no es así?" preguntó Feliciano, fascinado por todo lo que había aprendido acerca de aquellos extraños, y lejanos países.Él y Ludwig nunca habían sido capaces de viajar más allá de Alemania. América casi sonaba como otro planeta.

"Diez horas aproximadamente en un vuelo comercial." respondió Arthur, agitando mas azúcar en su té. "Aunque casi prefiero los días en los transatlánticos. Por lo menos así no tengo que lidiar con Alfred corriendo a la cabina de mando tratando de convencer a los pilotos de que lo dejen volar el maldito avión"

"Los pilotos Americanos me dejan." Murmuró Alfred. "Malditas aerolíneas británicas y sus estúpidas 'reglas'"

"Seguido visitamos Nueva York en el verano." Arthur continuó, ignorando fácilmente a Alfred.

"¡Nueva York, wow! nosotros vamos a Alemania en el verano, no es así Ludwig, porque no es tan frío entonces. A veces nos detenemos en Viena de camino a casa."

"¿Oh?" Arthur era muy educado, notó Feliciano, incluso si algunas veces pateaba el pie de Alfred debajo de la mesa. "¿No están Francis y Matthew en Viena, Alfred?"

"Aparentemente. Buena excusa de Matt para dejarme hacer esta ceremonia solo." Alfred resopló mientras se recargaba en su asiento. "Francis y Matt son amigos nuestros," explicó, "Estoy bastante seguro de que ya han viajado a todas partes."

Feliciano se preguntó si Alfred estaba hablando de su socio piloto Matthew Williams, el amable canadiense con el pequeño oso polar. "¿Han estado en la luna?"

Ludwig suspiró casi inaudiblemente. "Feliciano, ya te he dicho, solo porque un hombre fue a la luna no significa que cualquiera pueda ir."

"El ejercito me pidió que fuera a la luna," dijo Alfred orgullosamente.

Arthur tocó su frente brevemente. "Alfred, ya te he dicho, estaban siendo sarcásticos, y no era un cumplido."

"Yo y Ludwig vimos el aterrizaje lunar en la televisión en el pueblo, pero mi hermano Lovino dice que no pasó realmente, dice que lo fingieron."

Aquello llamó la atención de Alfred inmediatamente. Arthur gruñó mientras Alfred se levantaba entusiasmado. "No, no, fueron a la luna, pero era una distracción."

"¿Una distracción?" preguntó Feliciano, instantáneamente intrigado. "¿De qué?"

"Marte" Alfred respondió, sus ojos fijados e intensos.

Feliciano estaba confundido y fascinado al mismo tiempo. "¿Por qué Marte?"

Alfred se inclinó hacia delante en la mesa y gesturó firmemente mientras respondía. "Extraterrestres."

Feliciano dio un grito ahogado. "¡Por supuesto!"

Ludwig y Arthur intercambiaron una mirada de resignación y de mutuo entendimiento.

Otra ronda de café y eventualmente la abarrotada cantina comenzó a despejarse, todos filtrándose hacia la apretada plaza. "Parece que la ceremonia va a comenzar pronto." dijo Arthur, discretamente dándole un apretón al brazo de Alfred. "Deberíamos retirarnos."

Alfred parecía renuente, pero se encogió de hombros, suspiró, y empujó su silla hacia atrás. "Desafortunadamente, el deber llama."

Feliciano se sintió un poco triste al verlos partir. No podía dejar de preguntarse si los vería de nuevo. "¿Qué pasa en la ceremonia?"

Alfred se tomó un momento para responder, y observó brevemente a Ludwig mientras lo hacía. "Bueno, voy y me paro ahí sonriendo y pareciendo orgulloso mientras alguien estrecha mi mano, me agradece y probablemente me da otra medalla."

Feliciano se preguntaba por qué Alfred se veía tan incomodo mientras lo decía. "Bueno, ¡Eso suena bien!"

La sonrisa de Alfred parecía un poco forzada, y Arthur rápidamente cambio el tema. "Si alguna vez están en Londres, por favor busquen un bar llamado el León esmeralda. Estaremos encantados de verlos."

"El león esmeralda – ¡Suena muy bonito! ¿De verdad tienen un león?"

Arthur rió suavemente, y de nuevo intercambió una mirada empática con Ludwig. "No, pero tenemos ranas en el jardín."

Alfred le guiñó a Ludwig. "Aunque, no son venenosas." Ludwig casi se rio ante aquello. Alfred se levantó, estiró su mano hacia Ludwig, y Feliciano notó por primera vez que le hacían falta dos dedos. "Ha sido bueno encontrarse con ustedes." Alfred esperó, quieto e impaciente, hasta que eventualmente Arthur habló silenciosamente.

"Alfred."

Ludwig bajó muy brevemente la mirada hacia su silla, y después hacia Alfred. Con un repentino jadeo de comprensión, Alfred apretó su mano formando un puño y apartó la mirada, su expresión dolorosamente impactada y casi molesta. Sacudió su cabeza, cerro sus ojos, y maldijo por lo bajo. Pero Ludwig habló rápidamente. "Estoy agradecido de haberte encontrado de nuevo, teniente - ¿o es capitán ahora? y estoy contento de ver que eres feliz y que estas bien - igual que yo."

Era la primera vez en toda la tarde en que alguien había reconocido el hecho de que se habían conocido antes. Feliciano jamás pensó que volvería a ver al piloto Americano de nuevo, y ciertamente jamás esperó conocer al inglés cuya fotografía Alfred le había enseñado todos esos años atrás. De alguna manera se sentía liberador, ver que estaban viviendo un vida feliz juntos; se sentía como una resolución. El sacrificio de Ludwig no había sido en vano.

Alfred sonrió reflectivamente, observando entre Feliciano y Ludwig. Aun parecía un poco triste, pero había un tipo de felicidad sosegada en su rostro. Asintió, tomo un paso hacia enfrente, y de nuevo le ofreció su mano, esta vez de manera que Ludwig pudiera alcanzarla. "Eres tú quien merece estar parado ahí hoy, teniente. Tu eres un héroe de verdad."

Ludwig simplemente sacudió la mano de Alfred firmemente. "Buena suerte en la ceremonia."

Cuando Alfred se giró hacia él, Feliciano sintió su pecho llenarse con un viejo sentimiento conocido y gratitud. Treinta años atrás ese hombre le había dicho a Feliciano la Locación de Ludwig en una base americana. Haciendo a un lado las consecuencias, aun era la cosa más sorprendente, y altruista que un extraño hubiera hecho jamás por Feliciano. En vez de estrechar su mano, Feliciano jaló a Alfred en un fuerte abrazo. Al mismo tiempo Arthur tomó la mano de Ludwig para estrecharla, sosteniéndola por unos cuantos minutos con una intensa, e indescifrable mirada en sus ojos. Finalmente dijo una sola palabra, su voz quebrándose ligeramente. "Gracias."

Ludwig le asintió a Arthur mientras Alfred reía felizmente, palmeando a Feliciano en la espalda. Feliciano los despidió con la mano mientras finalmente se dividían, Arthur y Alfred presionándose a través de la multitud hacia la plaza. "Auf wierdersehen," dijo radiantemente.

Arthur se giro y sonrió. "Nos veremos otra vez."

Después, mientras Feliciano empujaba la silla de Ludwig a través de la plaza central, eran saludados por los acordes de una vieja canción conocida que cantaba la multitud.

Una mattina mi son svegliato, o bella, ciao, bella, ciao, bella, ciao, ciao, ciao! Una mattina mi son svegliato, e ho trovato l'invasor.

Feliciano se detuvo lentamente en la parte trasera de la multitud, observando a través del mar de banderas americanas e italianas. El nuevo monumento de concreto había sido revelado en la plaza, para conmemorar a las tropas aéreas americanas que habían liberado el pueblo. Se erguía al lado del viejo monumento, el que estaba inscrito con nombres de miembros asesinados de la resistencia italiana. Alfred estaba parado al frente de la multitud cantante, una hilera de brillantes medallas en su pecho, mientras que varios hombres que parecían oficiales en trajes estaban parados al lado de él y un lugareño preparaba un gran micrófono en un alto estante. Feliciano solo podía ver a Arthur a un lado observando. Alfred esperaba parado ser aclamado como un héroe; Ludwig estaba sentado en el fondo, inadvertido. Pero los cuatro sabían: los cuatro comprendían.

Feliciano y Ludwig observaron la ceremonia por unos cuantos minutos, mientras un oficial italiano comenzaba a hablar acerca de los héroes de la resistencia y los sacrificios del pueblo y de la gratitud de todos hacia la derrota de las fuerzas alemanas por parte de los militares americanos. Mientras el hombre hablaba, un recuerdo fugaz pasó por la mente de Feliciano: de ese momento treinta años atrás en que casi presencio la ejecución de dos miembros de la resistencia en esa misma plaza. Recordaba la firme determinación del abuelo Roma de pelear por una Italia libre; recordaba el tormento y los años de agonía por los que había pasado Antonio después de ser interrogado por la Gestapo. Luego Feliciano tocó el hombro de Ludwig. El había sido un miembro de esa ocupación militar alemana, y aun así sin él, Alfred no estaría parado en aquel pódium. Feliciano se preguntó si alguien en la multitud tenía alguna idea de lo complicado que toda la situación era en realidad. No había blanco y negro cuando se trataba de la guerra: nada de buenos y malos como los había en los libros de cuentos.

Feliciano observó de nuevo a Alfred con sus medallas y la admiración de la multitud. "¿Ludwig, tienes medallas brillantes como esas?"

Ludwig se tomó un momento para responder. "Una vez tuve muchas, Feliciano. Pero pelear por tu país no siempre es lo mismo que pelear por lo que es correcto."

Feliciano entendía eso, pero aun así le parecía difícil aceptarlo. Ludwig era bueno, y noble, y en todos esos años atrás como un oficial alemán, lo único que siempre había tratado de hacer era lo correcto. Pero Ludwig estaba en el bando perdedor, así que nunca sería un héroe.

Se dieron la vuelta y se dirigieron a la salida de la plaza, dejando la ceremonia detrás de ellos; a través del pueblo y fuera hacia el campo. La tranquilidad del aire del campo era un alivio después del calor y el ruido de la plaza del pueblo. Edificios habían comenzado a aparecer alrededor del pueblo en los últimos años, y siempre parecía que la carretera del campo se hacía más corta. Pero mas allá en los prados aun estaba callado y vacio: el alto pasto susurraba gentilmente, la familiar esencia de flores y hierbas vagaba por el viento. Caminaban en silencio, Ludwig permitiéndole a Feliciano empujar su silla por la estrecha y polvorienta carretera; Feliciano deteniéndose brevemente por el viejo tanque completamente descuidado para recoger un ramito de romero de su lado.

El viejo campo no había cambiado en años, aunque entonces había un largo camino hecho a través del pasto hacia el roble. Mientras Feliciano empujaba lentamente la silla de Ludwig a lo largo del camino, aquel viejo y familiar sentimiento lo envolvió. Aquella misma paz sencilla, la misma quietud tranquila, como si fueran las únicas personas en el mundo; como si estuvieran en otro lugar. Aunque entonces tomaba un poco mas alcanzar el roble, y las rodillas de Feliciano rechinaban mientras se detenían, y le tomaba un poco mas sentarse en el pasto. Se sentó al lado de la silla de Ludwig. Recargando su cabeza contra las rodillas de Ludwig y jugando con la ramita de romero. "Voy a colocar esto en el monumento. Cuando no haya tantas personas."

Ludwig recorrió su mano por el cabello de Feliciano. "Rosmarino, para conmemorar."

A Feliciano usualmente no le gustaba recordar aquellos días, incluso aunque estuvieran grabados en su memoria, y en la de Ludwig también. Sus vidas eran mucho mas entonces que aquellos cuantos días en que comenzaron. Sus vidas eran tardes soleadas en el campo italiano, tomándose todo el día para caminar por el pueblo o simplemente observar las nubes. Eran mañanas en su pequeño jardín, recolectando hierbas y flores para vender en el mercado. Era largos, y cálidos veranos en Alemania, aunque tuvieran que tomar el tren hacia Múnich ya que un gran muro había sido construido en Berlín. Feliciano suponía que según la medida de éxito de algunas personas no había logrado mucho en su vida. No podía escribir grandiosas melodías como Roderich, o maravillosos libros como Lovino. Nunca fue un héroe nacional como el abuelo Roma o Antonio. Ni siquiera pudo trabajar en los campos como el abuelo Roma solía hacerlo, no con el dolor en su pecho. Pero podía amar. Podía pasar sus días con Ludwig, y cuidar de él, y eso es todo lo que quería. Eso es lo que hacia la vida de Feliciano importante.

"¿Que vamos a hacer mañana, Ludwig?"

"Podemos ir a dar un paseo en coche por los viñedos. Si prometes recordar que no estás en una pista de carreras."

Feliciano rió. "Conduzco perfectamente, Ludwig."

"Si. Para un piloto de carreras."

Feliciano ignoró aquello. "Los viñedos estarían bien. Podemos conseguir algo de vino para cuando Lovino regrese. ¿Puedes creer que va a tocar su guitarra en Viena? ¡Y Roderich dijo que su orquesta va a tocar nuestra canción! Incluso será cantada por una soprano famosa, pero no puedo recordar su nombre..."

Ludwig acaricio la mejilla de Feliciano con una mano fría. "Preferiría por mucho escucharte cantar a ti Feliciano."

Feliciano le sonrió. No, no pensaba seguido en aquellos días, pero a veces era importante recordar. Ya se cumplían treinta años desde que se habían encontrado. Treinta años, y aquel podría haber sido cualquier momento que pasaron juntos. Porque aquellos sentimientos nunca cambiaban. Así que Feliciano cantó para recordar, torciendo el romero entre sus dedos, mientras el viento sacudía las hojas sobre ellos y el sol comenzaba a descender en el cielo.

Pero Feliciano no cantó la última línea. Sólo tarareó la melodía, sintiendo la mano de Ludwig a través de su cabello, su fuerte, y firme calidez detrás de él. Si, algunas veces era importante recordar. Pero no había necesidad de cantar aquella última línea de nuevo.

Auf wiedersehen, sweetheart.