Aunque es algo obvio, voy a decir que ninguno de los personajes del fanfic me pertenecen. Todos son propiedad de Metro Godwyn Meyer Animation.

Las películas y la serie de "Todos los perros van al cielo" me encantaban de pequeño; sin embargo, ahora que las veo de mayor le encuentro un toque bastante oscuro que no había percibido de más pequeño, y, precisamente eso quiero relatar en este fanfiction. No pienso suavizar nada, les ofrezco una historia con violencia, algo de lenguaje adulto y alguna escena sexual.

Para aquel que hable bien inglés dejaré al final un link para ver capítulos en inglés (no lo encontré en español, lo siento)

Importante: Los capítulos impares son narrados por Charlie, y los pares por Itchy. Más adelante esta historia será yaoi, así que si no te gusta mejor que no lo leas.


Capítulo 1. Perro callejero

Me llamo Charlie Barkin. Soy un pastor alemán de color marrón, y permítanme decirlo, bastante atractivo.

Se podría decir que desde pequeño he llevado una vida de ratero.

Mi padre abandonó a mi madre, y ella sola se hizo cargo de mí y mis hermanos.

Vivíamos en un sucio almacén abandonado, y repleto de cartones.

Como éramos muchos, había poca comida y siempre me quedaba con hambre, por suerte mi encanto de cachorro permitía que la gente más ingenua siempre me diese de comer al ver mi linda carita de hambre.

Sin embargo, a la vida le gusta jugar a un juego llamado ¡Que te jodan, Charlie! ¡Y vaya si lo hizo! Una noche, el almacén comenzó a arder. El humo me despertó y pude avisar a dos de mis cinco hermanos, con los que pude escapar del lugar.

Mi madre y tres de mis hermanos sin embargo no tuvieron tanta suerte y perecieron en aquel lugar. Yo y mis hermanos que habíamos logrado sobrevivir nos pasamos la noche aullando de pena. A la mañana siguiente, cada uno se fue por un lado. Esa fue la última vez que los vi, aún sigo sin saber algo acerca de su paradero.

¿Qué podía hacer? La vía rápida sería buscar un lugar donde vivir. El problema era que cada vez tenía menos de cachorro y ya no era tan fácil engañar a la gente.

No tuve suerte, por lo que pasé tiempo en la calle. En húmedos callejones infestados de sucias ratas, de las que uno tenía que huir si estaban de mala hostia.

También las calles estaban llenas de perros callejeros súper cabrones, de los que no dudaban en atacar a cachorros o perras jóvenes si eso les aportaba beneficio alguno.

El tiempo siguió pasando hasta que me alcancé mi máxima estatura. Ya no crecería más a partir de aquel momento, y también se habían acabado mis esperanzas de encontrar lugar alguno donde vivir; era propiedad de la calle y tendría que apañármelas para sobrevivir solo.

Por fin encontré algo a lo que dedicarme.

Un día vinieron a lo que consideraba mi terreno dos perros. Uno era un bulldog y el otro un mestizo; los dos llevaban sombreros sobre sus cabezas. Al parecer querían inspeccionar el basurero que tenía allí.

Estaba vació por supuesto, pero no iba a dejar que aquellos caraduras camparan a sus anchas por allí.

"¡LÁRGATE!" me gritó uno de los chuchos enseñándome los dientes.

Un profundo gruñido salido de mi interior fue la respuesta. Cogí por sorpresa a mi oponente, que acojonado cayó al suelo de culo.

Su compañero se rio como un idiota de él y luego le ayudó a levantarse.

"¡Oye, esa ha sido buena! ¿Cómo te llamas, figura?"

"Charlie Barkin"

"¡Aparta de ahí!" gritó el estúpido chucho al que había ladrado "¡Voy a hacerle picadillo!"

No le tenía ningún miedo; de hecho, yo era más grande que él. Pero no pasó nada porque su compañero le sujeto de la cola.

"¡Déjale! ¡Me cae bien!"

Vale, le caía bien a un chucho arrogante ¿Y eso qué me importaba?

Los dos chuchos hicieron corro para hablar a mis espaldas, pero aún podía oír lo que decían.

"¿No has visto su tamaño? ¡Uno así en nuestro equipo nos vendría genial!"

"¿En serio? ¿No crees que llamaría la atención?"

"¿Siempre tienes que ser una mosca cojonera?"

El insultado se limitó a soltar un gruñido como respuesta.

"Escucha, le haremos una pequeña prueba y si la supera que venga con nosotros"

¿Una prueba? Bueno, que ese par me propusiese lo que fuera, que yo lo superaría.

La prueba básicamente era robarles una galleta a unos indefensos cachorros que pasaban por allí. Al parecer aquellos chuchos querían saber si tenía principios; no todos los perros son capaces de robar a cachorros. Pero yo sí fui capaz (¡No me juzguéis, si vivierais en la calle también lo haríais!) por lo que aquellos chuchos me dejaron entrar en su banda.

Nos identificábamos por llevar sombreros. Ellos levaban unos elegantes bombines robados, mientras que yo me quede con una gorra roja, naturalmente también robada.

Vivíamos básicamente de robar alimentos. No importaba si era a humanos u otros perros. No era vida, pero era mejor que morirse lentamente de hambre.

Poco a poco nos fuimos haciendo un hueco entre la lista de las bandas de perros más famosos; lo cual tenía ventajas, como que algunos perros nos temían y nos ofrecían por la cara parte de su alimento; pero también sus desventajas, como enemistarse con otras bandas caninas o estar siempre corriendo delante de los laceros.

Sin embargo, nuestra forma de operar cambió un día en la que un hombre sin escrúpulos que tenía una tienda nos vio operar y vio en nosotros una oportunidad para forrarse.

El muy cabrón nos sobornaba con comida a cambio del botín de nuestros atracos, que ahora se concentraba en objetos de calidad como carteras, bolsos o anillos. El curro estaba pagado de puta pena. Por un anillo no te daba más que una rodaja de jamón.

Aquel día, llevamos a cabo un nuevo golpe. Fijamos nuestro objetivo en un bolso. La víctima, una señora gorda. Para lograrlo, mis compañeros comenzaron a despistarla fingiendo robar su bocadillo mientras yo, sigilosamente me agenciaba su bolso.

Se dio cuenta, pero para entonces yo estaba lejos de su alcance y solo pude oír sus insultos.

Como bien había dicho, nuestro jefe era un cabronazo, y no nos dio más que un pequeño trozo de carne. Nos dijo que si queríamos la gran pieza le teníamos que traer algo verdaderamente valioso.

Deseaba esa gran pieza. Ya no tanto por calmar el hambre, sino por orgullo. Demostrarme a mí mismo y a los otros que podía hacerlo.

Cuando caminábamos por la calle vi lo que me iba a permitir conseguir mi objetivo: Una joyería. En su escaparate había un colgante hecho con diamantes. El problema era que solo podía abrirse desde dentro.

"¡Ríndete, Charlie!" me dijo uno de los chuchos "Ese listón está demasiado alto"

Le ignoré, y encontré una pequeña abertura que llevaba al interior. El problema es que era demasiado grande para cualquiera de nosotros tres.

En aquel momento, la gorda a la que habíamos robado iba acompañada por un poli.

"¡Ellos robaron mi collar!"

"¡Alto en nombre de la Ley!"

Cada uno de nosotros se fue corriendo por su camino, y, como siempre, mi suerte de mierda hizo que me persiguiese a mí.

Entonces vi unos arbustos en el patio de una casa y me escondí allí. Seguramente no me encontrase en aquel lugar… solo que no conté con la presencia de un estúpido chucho enano.

"¡Estás en mi césped!" me gritó, y comenzó a ladrar.

Si aquel imbécil no cerraba el hocico, mi perseguidor que andaba cerca me descubriría.


Confieso que he cambiado un poco la historia. En la original, Charlie decía que había huido de casa, pero en fin, yo creo que es un detalle menor.

La mayoría de la trama ha sido inspirado en el capítulo "When hairy meet silly"

Aquí el link: /Cartoon/All-Dogs-Go-to-Heaven-The-Series/Season-03-Episode-011-When-Hairy-Met-Silly?id=33730