BUENO CHICOS, HASTA AQUÍ! OFICIALMENTE TERMINARÁ ESTA HISTORIA… Aunque se podría decir que no tiene final…

Bueno, les advierto que a diferencia de otros capítulos, este es sumamente corto, así que, lo siento.

VAYAMOS AL EPÍLOGO.

Sin vida.

Pasos lentos, otros rápidos, risas burlonas.

Se dejó caer en el suelo y abrazó sus piernas, llorando con desesperación.

No quería más.

Estaba harto.

Sabía que él era alguien extraño.

Sentía algo más, pero a la vez algo menos.

Quería morir, dormir de una vez.

Su madre se había divorciado de su padre, quien pocas veces aparecía, y las veces que lo hacía, estaba ebrio. De su madre nunca volvió a saber algo. Y su hermano…

Su hermano mayor tenía ese maldito hábito de querer destrozarlo junto con sus amigos.

¿Qué tenía de genial querer herir a alguien?

Sentía que esto había pasado antes.

Que él ya tenía una idea de qué sería de él si no hacía algo para frenar esa desesperación.

. . .

Agarró sus peluches y los abrazó con fuerza.

De día ellos eran tan buenos…

Pero de noche…-

— Buenas noches, hermanito.

Dio un respingo cuando el joven lo agarró con violencia del brazo y lo obligó a ponerse de pie.

Miró con miedo al mayor, quien le sonrió.

— No me digas que tienes miedo. Me ofendes. — Bufó para luego soltarlo sin delicadeza y este cayó al suelo.

—… L-Lo siento…-

— Un lo siento no es suficiente. — Lo agarró del cabello y lo obligó a ponerse de pie. Miró al mayor con ojos suplicantes y llorosos. El adolescente hizo una mueca de asco y lo golpeó. El pequeño comenzó a llorar de dolor mientras su hermano mayor le miraba con satisfacción. — Eres taaaaaaan débil. Y patético, una basura. Sin embargo… Es muy divertido verte sufrir.

—…

— Mereces toooooooooodo el dolor del mundo, tan solo mírate. Tu cara muestra una miseria tan notable, y no hay nada que decir cuando lloras. — Bufó. — Esta noche vienen mis amigos a jugar contigo, hermanito.

El castaño menor abrió enormemente los ojos, aterrorizado.

—… N-No quiero jugar…

— Qué lástima, te aseguro que ellos encontrarán la forma de convencerte. De lo contrario… Yo lo haré. — Le dirigió una sádica mirada a través de su pacífica expresión.

Sin más, le apagó las luces.

.

.

.

.

.

.

No, no de nuevo.

Era de noche.

Nuevamente…

Pero ya no podía más.

Llevaba noches así.

¿Qué había hecho?

—… Lo siento… Lo siento, lo siento… ¡No me hagan daño! — Sollozó silenciosamente mientras se abrazaba las piernas.

¡No podía huir! Si trataba de irse por ambas puertas, lo atraparían de todos modos.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

Miró de reojo los oscuros pasillos. Frunció el ceño y se adentró en ellos. De repente, escuchó unos casi inaudibles pasos. Se detuvo rápidamente y apretó los puños.

—… ¿Por qué lo haces? Ni siquiera te ha hecho algo como para que le hagas esto.

Una sonrisa demacrada se alumbró con la luz de la luna. Un peluche de un conejo con ojos saltones y escalofriantes y una ancha sonrisa que lograba espantar a cualquiera se sentó cómodamente en la pequeña silla.

Es divertido. Se parece a ti.

—… Pero es un niño. NO soy yo.

Él decidió estar conmigo.

Porque creía que eras algo normal.

Pues… No es así.

Desde el incendio, algunas cosas se salvaron, entre ellas, unos cuantos peluches de la pizzería antigua que se situaban en los cuartos personalizados. Y curiosamente, un niño los compró todos en una tienda de garaje. Amy lo hubiera ignorado, de no ser porque sintió su presencia.

Desde ese entonces, trató de acercarse. Y dio con él.

Con el espíritu de…

—… Y para colmo los estás controlando de nuevo.

¿Te sientes sola, princesita pirata? — Se mofó con gran diversión. — ¡Y no te preocupes! No te extrañan en absoluto. — La castaña sintió sus orbes mieles humedecerse. — Son muy felices encerrados aquí… Viniendo todas las noches para atormentarlo… Les encanta la forma en que lo aterrorizan.

Mentira. — Le cortó. — Ellos aman a los niños. TÚ los estás controlando. ¡Los estás obligando a hacer lo que más odian! ¡Y eso es herir a ese inocente!

Sabía que elevar la voz no servía de nada. Era un espíritu, nadie le oiría.

Excepto…

Sin más que decir, salió corriendo hacia la habitación del niño al oír un rugido sobrenaturalmente familiar que la había hecho temblar en medio de sus acelerados pasos.

Plushtrap solo sonrió aún más.

.

.

.

—… No lo hagan.

Los cuatro se detuvieron casi de forma automática y se giraron a mirarla. Amy casi soltó un grito de horror.

Sus apariencias eran muy distintas a cualquiera de las veces que los destruyeron… Esta vez…

Los pares de ojos de cada animatrónico eran salvajes, furiosos y sádicos, pero ahora mostraban una expresión de completa sorpresa.

Ella creyó que siempre estarían a su lado.

Pero repentinamente se desvanecieron.

Los trató de buscar por todos lados con la ayuda de Golden Freddy, pero este último cayó en las manos de él.

Y ahora que había dado con ellos, los tenía en frente.

Cada uno sujetando a un niño por los brazos y piernas, este estuvo llorando desesperadamente hasta que escuchó la voz de ella. Todos la miraban en un silencio abrumador. El pequeño castaño tendió a cubrirse el rostro con sus manos llenas de cortes a causa de los agarres de las manos afiladas de sus animatrónicos.

—… Suéltenlo. — Ordenó suavemente.

Ellos seguían en silencio, indecisos.

—… Dijeron que no volverían a caer en sus manos. — Los miró a cada uno. Pronto ellos reaccionaron.

No podemos evitarlo. Estamos infectados con su alma.

Queremos matarlo.

Y era la verdad. Era una necesidad que sentían en lo más hondo que les quemaba las entrañas metálicas. Querían destruir algo, extinguir la luz de vida en los ojos de alguien.

De un inocente.

—…— Amy frunció el ceño. — Muy bien. Pero no lo van a hacer. Largo de aquí.

—… ¿Por qué? — Le desafió el conejo.

Porque una vez que vuelvan en sí, no lo soportarían tener esto en la conciencia.

¿Cómo estás tan segura? — Le preguntó esta vez el zorro.

—… — Suavizó su mirada. — Suéltenlo.

Nightmare Chica fue la primera en soltarlo. Después Freddy, seguido de Bonnie. Pero Foxy no tenía planes de querer soltar al pobre niño que seguía gimoteando, horrorizado.

Amy y el zorro se dirigieron miradas asesinas.

Suéltalo.

Quiero matarlo.

Pues es una lástima. No lo harás. — Se acercó al garfio que tiraba de la camisa del niño. — Déjalo ir.

Amy quitó el garfio, haciéndose daño en el proceso, pero no le importaba. Le dolía, pero no la mataría. Ella ya no tenía cuerpo como para volver a morir.

El zorro le gruñó en señal de advertencia de que le haría daño a ella.

Amy sonrió con tristeza.

¿Te empeñas en romperle la promesa a mi madre, Foxy?

Él se paralizó junto con los otros.

.

.

.

"Con el poder que tienen ustedes, les pido, suplico y ordeno… Que la amen y cuiden más de lo que yo podré hacerlo."

.

.

.

Lentamente retiró el garfio con sumo cuidado de su mano. Finalmente vio una chispa de luz en los ojos de los cuatro. Sus ojos brillaban de tristeza y arrepentimiento.

—… No podemos detenerlo… No podemos… Él nos hace esto… Nos hace desear esto, no queremos…-

Váyanse.

Los cuatro la miraron con una expresión desoladora.

La castaña dejó escapar todas las lágrimas que estuvo reteniendo.

—… No puedo permitir que le hagan daño a este niño. Si ustedes estarán de lado de ÉL… No tendré otra opción más que tener que luchar contra ustedes también.

—…

Yo lo voy a proteger.

.

.

.

"¿Puedes oírme?"

El pequeño se vio en un espacio completamente oscuro. Alzó la vista y se encontró con el peluche de oso dorado. Sostuvo su mirada en silencio y miró el suelo negro, cerrando los ojos con fuerza.

No confiaba en nada.

En nadie.

No quería más.

Quería convertirse en un monstruo como su hermano para protegerse.

Si se tenía que convertir en lo que era su hermano con tal de dejar de sufrir…-

"No sé si puedes oírme…"

Él siguió mirando el suelo, tratando de ignorarle.

"Lo siento…"

Él se tensó.

Nunca…

Nunca… NADIE… Había usado esas palabras con él.

"… Estás roto…"

Y tenía razón. Lo estaba, porque lo que él sentía… Es no era sentirse vivo.

Desde que había notado que él no era como los demás, desde que comenzó a tener pesadillas de un sujeto púrpura haciéndole daño…-

"Pero seguimos siendo tus amigos."

¿Cómo creerle?

Desde que compró esos malditos peluches… su vida se volvió un infierno…

Se arrepentía tanto…

No quería escuchar más…

No quería más.

"¿Puedes creer eso?"

No.

No podía.

"Sigo aquí."

Lo sabía.

Ya no podrían irse.

¿Él mismo se había condenado?

"… Te vamos a reparar."

Todas las lágrimas que contuvo salieron nuevamente de sus ojos rojos de tanto llorar. Alzó la vista para ahora darse cuenta de que no había nadie a su alrededor.

Solo…

¿No era eso lo que quería?

Cuando se iba a dejar caer nuevamente al suelo a llorar, escuchó unos pasos.

Suaves, calmados.

Pero… Tan confortantes.

.

.

.

Abrió los ojos y se vio en su habitación nuevamente. Sentía su cabeza apoyada en algo suave y cálido. Alzó la vista para encontrarse con una joven de ojos mieles como los suyos. Entonces se dio cuenta que estaba recostado en las piernas de ella.

Su mirada cálida le transmitió una paz tan anhelante para él, que no se dignó a desconfiar de ella. Pestañeó varias veces para ver si era real, además, sus ojos ardían bastante.

—… ¿Quién…?

Soy quien te transmite mis recuerdos.

—… ¿Eh?

—…— Su mirada se oscureció de tristeza. — No pude evitarlo. Sin intención, transmití mis recuerdos hacia ti.

—… ¿Recuerdos…?— Ella asintió. — ¿Cuáles…?

Tus pesadillas. De cada noche. Son mis recuerdos.

El castaño se horrorizó. Siempre soñaba que un sujeto le estaba despedazando con los cuchillazos que le daba. Ahora… Se daba cuenta de que esos recuerdos le pertenecían a ella.

—… ¿Cómo…?

—…— Negó con al cabeza. — Eso no importa. Lo importante es que de ahora en adelante, todas las noches, yo vendré a protegerte. No te garantizo que no te harán daño… Porque yo nunca pude detenerlos. Ahora menos.

El castaño la observó largos segundos sin decir nada… Hasta que se levantó para aferrarse a ella como si fuera su hermana.

— Piérdeme… Aléjame de mí… No quiero más… Déjame ir… Yo quiero desaparecer… Haz que acabe… No quiero…

La castaña lo estrechó en sus brazos sin decir nada.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

La luz del sol hizo presencia. Todo rastro de sombras y maldad desaparecieron como si nada. El pequeño castaño de ojos mieles bajo las escaleras lentamente con una expresión vacía.

Se acercó a la cocina cuando sintió una oscura presencia a sus espaldas.

— Vaya, hermanito… ¿Tan temprano?

Sin embargo, no notó temblores ni lloriqueos de su parte. Lo vio girarse lentamente para dirigirle una mirada glacial.

Entonces comprendió.

Ambos se quedaron mirando de forma desafiante.

Pero… ¿Realmente eran ellos?

Los del mayor eran oscuros y aterradores, parecían negros.

Como los de Vincent antes de morir.

Los del pequeño eran mieles y brillaban de rencor hacia la persona que tenía en frente.

Como los ojos de Amy antes de dejar al sujeto púrpura morir.

.

.

.

Porque de esto se trataba.

Su espíritu había controlado todo en la casa para destruir la vida de ese niño. Controló a los espíritus que acompañaban a Amy, sus amados animatrónicos, y al hermano del mocoso. Creyó que así tendría una grata diversión.

Pero Amy había hecho también su jugada.

El niño, destrozado, le brindó su cuerpo a Amy para que hiciera lo que tenía que hacer.

¿Pero qué haría?

¿Matarlo?

¿Hacer otro incendio?

. . .

Lo que sea que tuviese que hacer… No cambiaría nada.

El alma del niño dormía profundamente porque no quería volver a despertar, por eso ella tomó el control.

Pero, ¿qué hacer?

Se repetiría.

Iría por otras víctimas.

Y ella lo seguiría.

Y seguiría protegiendo a los niños.

Y también…

Seguiría en contra de sus animatrónicos.

. . .

El menor cerró los ojos. Y detrás de él, el adolescente poseído por el hombre púrpura pudo visualizar la silueta de Amy, mirándole fijamente.

—… Cinco noches.

El mayor frunció el ceño.

Dale cinco noches a este niño. Dejaré que lo ataques con todo lo que tengas cada noche y yo lo protegeré. Si no logro salvarlo, harás lo que quieras con él. Pero si cumplo las cinco noches, quiero que te largues.

—… Debes estar bromeando. No serías capaz de enfrentarte con esas máquinas. Eres demasiado buena. Perderás este juego apenas comience.

—…— Ella sonrió. — No estés tan seguro. Te lo demostraré.

Él solo soltó una sonora carcajada.

— ¿Quién te crees que eres? ¿Quién eres para enfrentarme, ah?

¿Y quién te crees tú para destruir la vida de cada niño… Y la mía?

El espíritu del hombre púrpura solo tendió a sonreír macabramente.

¿Quería jugar?

Bien.

Sabía que si ella se lo proponía, terminaría lográndolo.

Pero él se encargaría de despedazar al niño.

No tenía por qué mantener una promesa con la mujer que lo mató.

Dejaría a cada ser que quisiera proteger SIN VIDA, y NADIE se lo iba a impedir.

Así que…

¿Quién se creía que era?

¿Quién era él?

Él le sonrió, mostrando los dientes.

Con la voz ronca, fascinado con su nuevo plan de destruir a esa joven, le contestó la pregunta.

Who are you?

—… IT'S ME.

.

.

.

.

.

.

"Hay dos maneras de llegar al desastre: Una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable."

.

.

.

There's no more happily ever after…

Ya está.

Está terminado.

Ignoraré cada crítica ofensiva, insisto que mis razones están en el capítulo anterior:

No siempre hay finales felices.

Espero que les haya gustado, como dije antes, el epílogo es MUCHO más trágico y sombrío de lo que se esperaba en el final.

ME BASO EN TEORÍAS, ESPECULACIONES y me inclino bajo lo que en MI CRITERIO ES POSIBLE.

Pero este epílogo fue un poco AU, si lo hubiera seguido como en el juego, no hubiera tenido sentido.

Nos veremos pronto!

No se preocupen, volveré a escribir fics de FNAF, pero eso llevará MUUUCHO tiempo XD

Paséense por mi página de Facebook, de todo los dibujos que llevo, la mayoría son de este fic