DISCLAIMER: Los personajes del anime y el manga de Candy Candy no me pertenecen, son propiedad de Kyoko Mizuki, Yumiko Igarashi y Toei Animation Co., yo solo los tomo prestaditos para crear con ellos estas historias que no dejan de rondarme en la cabeza, porque me inspiran y me encantan jejeje =).

Hola amigos, en esta ocasión les traigo un pequeño fanfic inspirado en el dulce inventor de la serie. Un regalito por su cumpleaños.

Los quiero,

¡Gracias por leer!

Belén

STEAR ESTÁ ENAMORADO

"Una historia sobre los sentimientos guardados del joven inventor por su eterno amor imposible. No precisamente Patty"

CAPÍTULO I: El sueño premonitorio

Un trueno retumbó en la lejanía como preámbulo del fuerte temporal que estaba por desatarse y pronto en un santiamén la grisácea y típica tarde londinense se vio envuelta en una torrencial lluvia que auguraba con continuar así toda la noche.

No era el clima más recomendable para que las personas estuviesen fuera de sus viviendas, sin embargo en los inmensos jardines del prestigioso colegio San Pablo, cerca del centro de la ciudad, a un grupo de jovencitos eso era lo que menos parecía importarles.

Los hermanos Cornwell y su prima Candice se encontraban preocupados por su amiga Annie Britter que había desaparecido desolada de clases, después de que se esparciera maliciosamente un rumor sobre ella y su origen, que afectaba su reputación.

Se habían dividido por ello para buscar por todo el colegio. Los puntos cardinales eran la referencia, exceptuando la parte este donde se localizaban los edificios de la institución. Así, quien primero le hallase se dirigiría hacia la Enfermería, donde atendía la Hermana Margareth (religiosa en quien tenían más confianza) para que ella se encargara de llamar por megáfono al resto.

Los chicos pensaban entre ellos que era una suerte que los profesores aún no se enteraran de lo acontecido o el escándalo iba a ser mayor. Por eso sabían que debían apresurarse.

En un determinado momento se separaron para empezar con la misión. Archibald, el menor de los hermanos, cubriría el lado oeste, Candy el sur y Alistear, el mayor y de quien había sido la idea, buscaría en la parte norte. El joven líder rogaba en su interior que tuviesen éxito pronto o de lo contrario más de uno terminaría pescando una pulmonía.

Stear, como simplemente le conocían, iba concentrado en su tarea, tratando de revisar en cada rincón que pudiese servir de escondite, aun cuando estaba en una situación complicada debido a que el agua empañaba sus anteojos y lo peor era que no podía prescindir de ellos.

Se había detenido por lo mismo para limpiarlos, no muy lejos del punto de partida, cuando escuchó un grito ahogado de Candy que le alarmó. Pensó de inmediato que algo malo le había pasado, quizá que la tenaz lluvia había derribado algún árbol cerca de ella o que tal vez la había mordido una ardilla. Sabía que eran absurdos pero no podía evitar igual que a la mente se le viniera cualquier cosa, ya que siempre se preocupaba por ella aunque no se lo dijera, la cuidaba y la quería.

"¡Candy!" gritó y corrió desaforado hacia el lugar donde había escuchado el grito.

Entonces la encontró para su alivio, sentada en el suelo porque se había enredado los pies con una hiedra. Ella al verlo no dijo nada, solo bajó la mirada apenada, como reprochándose a sí misma por su torpeza.

"Oh, permíteme ayudarte"

Él caballerosamente le ofreció, agachándose frente a ella entre la neblina que ya empezaba a formarse para liberar con rapidez su tobillo atascado entre las enredaderas que se extendían por el suelo, en ese lado de los arbustos.

"Gracias Stear, eres muy amable. Con toda esta bruma no vi donde pisaba, debo aprender a ser más cuidadosa la próxima vez". Admitió ella.

"¡Listo madeimoselle!" profirió Stear enderezándose con una sonrisa satisfecha y ofreciéndole las manos para ayudarla a levantarse. Estar así con ella le hacía olvidar hasta del mal tiempo que se cernía sobre ellos.

Candy sonrió en el acto y él notó que lo observaba con cariño, por lo que junto fuerzas para tratar de no demostrarse nervioso. Al fin de cuentas, estaba a solas con ella en ese momento particular.

"Sea por Dios, que vamos a hacer con esta lluvia que parece empeorar cada vez más" comentó por tener algo que decir mientras se quitaba por enésima vez los anteojos que le otorgaban siempre un distinguido aire intelectual para tratar de desempañarlos.

"¡Vaya!, luces muy bien sin anteojos, ¿lo sabías?" no se contuvo ella de pronto de elogiarle, con su acostumbrada espontaneidad, logrando desarmarlo por unos segundos.

"Tú también… ehm quiero decir…que siempre luces preciosa" respondió corrigiéndose y titubeando, sin poder dejar de mirarla "…en especial ahora"

"¿Ahora?" preguntó ella extrañada y con gracia "pero si estoy empapada"

"Eso no importa" Stear tuvo que reprimir en ese momento las ganas de acariciar con ternura uno de los mechones del flequillo que se le pegaba a la mejilla. Casi nunca se permitía pensar mucho en ello para que no le resultara doloroso pero la llevaba muy dentro del corazón desde la primera vez que la viera y era frustrante saber que no podía dar ni un paso hacia ella, por falta de esperanzas.

El potente estallido de un rayo de súbito alcanzó la copa de un gran roble cercano y los hizo sobresaltar aterrados, haciéndolos abrazar del susto. Juntos y atónitos entonces vieron como en un dos por tres el coloso árbol se venía abajo.

"¡Santo cielo!" exclamó Candy llevándose las manos a la boca.

"¡Vámonos de aquí!" decretó Stear sin soltarla y rápidamente, llevándola de la mano, corrió con ella a campo traviesa en contra de la intensa lluvia, en busca de un refugio.

Fue así como llegaron a la pequeña cueva junto a la "Segunda Colina de Pony" que era un lugar seguro para guarecerse mientras amainaba la tormenta y sin pensarlo dos veces, ingresaron.

"Ya comenzó la tempestad" advirtió Stear, observando las oscuras nubes de tormenta desde el agujero de la entrada "si no se debilita en algunos minutos propongo que nos calmemos un poco y regresemos a los edificios antes de que empeore" añadió con la respiración todavía agitada después del susto y la carrera. Más Candy, había estado observando desde que llegaran el interior de la pequeña caverna en lugar de prestarle atención, por lo que se dio cuenta primero de algo.

"¡Oh por Dios! ¡Annie estuvo aquí!" exclamó agachándose a recoger el listón favorito que su amiga al parecer había dejado olvidado "¿Crees que Archie le haya encontrado?" se volteó a preguntarle a él

Stear examinó con la vista el sitio y no tardó en percatarse de que la aludida no había estado sola.

"Creo que sí" opinó señalando varias huellas que yacían sobre la tierra mojada, en una parte que no habían pisado ellos "son huellas de zapatos masculinos" indicó

"Qué alivio, ahora estoy más tranquila" exhaló Candy levantándose y volviendo frente a él "No es tan malo soportar una situación como esta, estando al lado del joven Sherlock Holmes" añadió para halagarlo con su infaltable buen humor y maravillado, Stear la vio sonreír como siempre en medio de toda aquella oscuridad.

"¿Crees que estén bien?" preguntó Candy sacándolo de su ensoñación

"Si está con Archie, de seguro está bien" opinó él "confío en mi hermano"

Candy volvió a sonreírle de forma confortable y luego volteó a mirar hacia afuera, a la lluvia.

"¿Tú cómo estás?" quiso saber Stear

"Bien, superando el susto" reconoció ella "Todo esto ha sido como una aventura, ¿no crees?"

"Sí, una hermosa aventura… en la que estoy contigo" Se atrevió a decirle él por fin. Qué más daba ya, lanzarse de cabeza al pozo ya no le resultaba tan atemorizante después sobrevivir al tremendo susto del inoportuno rayo.

Sus palabras lograron capturar la atención de Candy que volteó a mirarlo sorprendida pero esta vez Stear no rehuyó. En lugar de eso, empezó con valentía a aproximarse, a acortar la distancia entre ambos y ella para su asombro o quizá por el asombro (como en su interior pensó) no se retiró.

La oscuridad alrededor cada vez más densa invitaba a un momento de intimidad y Stear decidió aprovecharlo.

Se vio reflejado entonces en los hermosos ojos esmeraldas de Candy y ya no pudo pensar con claridad nada más, fue acercando despacio su rostro al suyo, a sus bellos labios rojos lo atraían como un imán hasta que sus respiraciones se confundieron y se atrevió a rozarlos delicadamente con los suyos. Para su extrema dicha, Candy impávida no se movió.

No podía creerlo, era como estar dentro de su más ansiado sueño. Solos los dos en un lugar alejado, descubriendo la pasión. Lentamente, encandilado en el momento, le atrajo de la cintura más hacia su cuerpo y decidió profundizar el beso apropiándose de toda su boca despacio, se dio el tiempo para disfrutarlo y para que ella lo hiciera también. La sintió temblar y colocar sus manos sobre su pecho pero sin ejercer la presión suficiente para apartarlo y él le acarició los brazos, emocionado, incentivándola a que los colocara alrededor de su cuello mientras a su vez la rodeaba con los suyos.

El momento le resultó atemporal y eso era lo que él ansiaba, que no terminase jamás. Casi al borde de la euforia y reconociéndose alucinado, extendió sus besos por la barbilla y el cuello de la chica de sus sueños; los subió por sus mejillas y de allí de nuevo a sus rosados labios que tenían una esencia de dulce de fresa que casi le hizo perder la razón, dándole ganas de mordisquearlos. Se atrevió a hacerlo suavemente para no asustarla, consciente de que tal vez era su primer beso, tal como el suyo, solo que él llevaba años fantaseando con poder estar con ella así.

Fue indescriptible para Stear el momento en que ella empezó a corresponderle, se reconoció entonces totalmente rendido a sus pies, como si fuera su diosa. Se extravió en la calidez y humedad del roce de su boca, en la tibieza que le profería sentir su cuerpo apretado al suyo, haciéndolo olvidar por completo del frío que empezaba a imperar y la pasión lo envolvió consumiéndolo, arrastrándola a ella también.

Los besos se volvieron más desesperados, dando paso a las caricias y al nacimiento del éxtasis, logrando se olvidasen de todo, del clima, de la hora, de que con probabilidad alguien debía estarlos buscando afuera, solo importaba en esos momentos la compenetración de ambos… y en medio de aquel lívido que iba en aumento, él le escuchó pronunciar su nombre en voz baja, en medio de un suspiro, una delicada súplica para que se detuviera porque aquello no estaba bien después de todo.

"Stear…"

-¡Stear!- volvió a escucharle en esta ocasión más fuerte pero entonces sintió un zamarreo. Era ella que le halaba del brazo para sacarlo del mundo de los sueños y atraerlo de regreso al real. Percibió así de a poco, que la niebla de su cabeza comenzaba a despejarse y pudo notar el calor del sol sobre su cara mientras abría los ojos y como visión celestial la encontraba a contraluz, con su bello rostro sonriente a la espera de que terminara de despertar.

Prudente al volver de lleno en sí, se sentó de inmediato, cubriendo al disimulo con su abrigo la parte baja de su cuerpo para que no notara los humanos estragos entonces hacían presa de él y se acomodó los lentes, pasándose también una mano por el cabello un tanto incómodo. No quería que se diera cuenta que había tenido un sueño, de esos casi prohibidos, pensando en ella.

Recordó al instante, donde estaban, era un "Quinto domingo", de los pocos días verdaderamente libres que les permitían en el colegio y habían salido a pasear junto con Annie y su hermano a los Jardines de Kew.

Había sido un día precioso, movido y muy divertido, tanto que en algún momento de la tarde, cansado de tanto pasear, se había recostado en el césped, cerca de la cesta del picnic, mientras observaba jugar croquet a lo lejos al resto del grupo y sin querer el dios del sueño lo había alcanzado. Había sido solo eso, un sueño nada más pero le había parecido tan real. Un recuerdo tergiversado de lo que días antes había ocurrido con Annie y que gracias al cielo había terminado bien. Ahora Archie y ella disfrutaban del dulce inicio de su noviazgo mientras él temía empezar a sufrir de a poco por el tortuoso peso de un cariño no correspondido.

-Ya levántate dormilón, es hora de irnos- dijo Candy sonriendo y grácil como un hada, la vio incorporarse y correr hacia donde estaba el resto para ayudarles a recoger todo.

Se tomó un minuto entonces para recapacitar en lo que le había pasado. Aquello escapaba a toda su lógica. Se había empeñado tanto en no fijarse en Candy, en no pensar en ella que casi se había obligado a bloquear cualquier tipo de sentimiento que le inspirara, a no ser que fuera el cariño fraternal que como ley le correspondía, pero ahora caía en cuenta de que había fracasado y que aunque podía ejercer control sobre su mente, no lograba hacerlo con su corazón, llegando a entender de esa forma que en alguna parte de su inconsciente, al saberla libre (después de empezar a superar con el tiempo la tragedia de su primo), se había enamorado de ella.


-Ha sido un bonito día, no puedo esperar a llegar y contarle a Patty todo lo que hemos vivido- comentó Annie emocionada por la noche, durante el trayecto de regreso al colegio en el carruaje familiar.

-Es una pena que su familia no le haya permitido venir con nosotros esta vez, pero esperemos que la próxima sí- agregó Candy, que se encontraba sentada frente a ella

-Sí…- concordó Archie, que a su vez estaba sentado al lado de Candy –cada vez tengo mayor curiosidad por conocer a mi futura cuñada-

Todos enseguida comenzaron a reírse y hacerle bromas a Stear, quien desde el frente, en el mismo asiento que Annie, se había mantenido ocupado hasta entonces contemplando las calles a través de la ventana, taciturno sin participar en las conversaciones y oírles mencionar su nombre, apenas los miró.

-Candy va a ser la encargada de presentarlos- agregó Annie con una pizca de picardía y la mencionada de buena gana lo corroboró

-Por supuesto, ese asunto déjenmelo a mí. ¡Sé que congeniarán al máximo!-

Alistear entonces la contempló en silencio con un dejo de melancolía del que ella pareció no darse cuenta o lo disimuló. La veía entusiasmada, haciéndole planes para su vida, sin saber que era ella misma su dulce tormento, la única que quería a su lado.


Continuará…