DISCLAIMER: Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, son propiedad de Kyoko Mizuki, Yumiko Igarashi y Toei Animation, yo solo los tomo prestaditos a veces para inventar con ellos románticas historias sin fines de lucro y con finales felices, como éste a continuación.

Hola amigas (os) bellas (os) hemos llegado al final del camino y les agradezco de todo corazón a todas (os) y cada una (o) por acompañarme en cada aventura y cada frase de este humilde fic. Espero así mismo poder seguirles compartiendo más ideas sobre el Candymundo en el futuro.

No me despido sin enviarles un saludo especial a AnMonCer1708, Sandy Sánchez, Stormaw, Yagui Fun y Valerie por dejarme sus comentarios en el capítulo anterior. Mil gracias chicas por haber estado pendiente de esta historia durante todo este tiempo y por sus opiniones. Me animan a seguir escribiendo, ¡son geniales!

Por último, de igual forma, a todos quienes lean esto desde el anonimato, en cualquier lugar del mundo donde se encuentren, un gran abrazo.

Belén

CAPÍTULO XII: Un amor para toda la vida

"…Me gustas a rabiar, yo te deseo

me llegas a desesperar,

es tan grande lo que siento por ti

que tenerte no bastará.

¿Qué es esto que me invita a vivir,

que me da la ilusión?,

¿Qué será esa fuerza que a todos

nos une de dos en dos,

será la fuerza del corazón?...

No puedo dormir

robas mi tranquilidad,

alguien ha bordado tu cuerpo

con hilos de mi ansiedad.

De cinturón tus piernas cruzadas,

en mi espalda un reloj,

donde tus dedos son las agujas

que dan cuerda a este motor,

que es la Fuerza del Corazón.

Es la fuerza que te lleva
que te empuja y que te llena,
que te arrastra y que te acerca a Dios,
es un sentimiento, casi una obsesión,
si la fuerza es del corazón.
Es algo que te lía, una descarga de energía
que te va quitando la razón,
te hace tropezar o te crea confusión
seguro que es la fuerza del corazón.

Es la fuerza que te lleva."

("La fuerza del corazón" –Alejandro Sanz)


Habían pasado dos años y la fecha ansiada de la boda de Stear y Candy se acercaba, lo curioso era que a él a veces, después incluso de todo lo que habían vivido, todavía le resultaba irreal el poder disfrutar de tanta felicidad al lado de ella, la mujer que amaba.

Si bien los planes durante el compromiso no habían salido iguales a como los idearan en un principio sino como del cielo querían, mientras el mundo se había convulsionado, debiendo ellos y todo su grupo huir de Europa, abandonando el colegio en pleno periodo lectivo; no claudicaron en ninguna de sus metas y continuaron sus estudios tranquilamente en América, el continente que los vio crecer, hasta conseguir graduarse con honores.

Y para entonces siendo el joven inventor ya un flamante estudiante condecorado de la carrera de Ingeniería Mecánica en la Universidad de Chicago, veía cada vez más cerca su sueño de ingresar a laborar una vez concluyera su educación superior en el Departamento de Defensa e Invenciones del Gobierno, organismo que necesitaba en demasía la colaboración de personas con cerebros e ingenios como el suyo debido a la época bélica. Era una oportunidad que se le presentaba al ser buen amigo de catedráticos quienes trabajaban o tenían conexiones en dicho lugar, y cuya realización constituiría el complemento perfecto para su proyecto de vida de crear su propia familia. Sin embargo por lapsos no dejaba de cuestionarse por el mismo hecho de que se tratase de una institución militar, que de haberse dado de otros modos las situaciones en su existencia o de hallarse en una realidad paralela donde no tuviese a su Candy a su lado, su estrellita guía, hubiese con probabilidad seguido a su espíritu idealista y terminado enlistándose para ir a combatir en el frente, en defensa de la Triple Entente, buscando participar en la gloria del derrocamiento de aquellos imperios que tanto mal le hacían al mundo. Más las cosas para alivio no eran así, y gracias a la divina fortuna tenía un amor que le inundaba el corazón y que era ampliamente correspondido, una mejor razón por la que luchar. Su verdadera razón de vivir.

Candy por su parte ni bien graduarse había decidido especializarse en las ramas de las Ciencias Médicas y a esas alturas, ya asistía a un curso de Enfermería que le permitiría mediante futuras prácticas, ejercer la profesión en el Hospital más importante de la ciudad. Orgulloso de ella y apoyándola siempre, Stear nunca perdía la oportunidad de recordarle lo maravillosa que era, así como por igual lo hermosa y provocativa que lucía en su uniforme blanco, haciéndola sonrojar y sonreír a la vez. Su risa de campanitas siempre le parecería el sonido más bello del mundo.

Al contrario de todo lo que pasaba día a día, se encontraban viviendo un momento muy dulce. El preámbulo de lo que en pocas semanas sería su gran día y junto con Archie y Annie siguiéndoles los talones en su romántica meta para el próximo verano, pasaban sus ratos libres inmersos en la algarabía de felicidad de la juventud…

Por todo ello, Alistear agradecía con cada despertar, consciente de que no podía ser más dichoso.

Y pensaba en eso mismo aquella tarde, arrimado a un gran árbol de un bonito parque cerca de donde Candy estudiaba, en el cual solía ir a esperarla al término de su jornada de clases, cuando ella acercándose a sus espaldas sigilosa, sin que la notara, le cubrió los ojos como acostumbraba, regalándole a la par un dulce beso en la mejilla pero sin permitir para molestarlo que lo profundizara. Causa por la que salió de inmediato detrás de ella cuando traviesa y riendo se echó a correr.

-¡Oye!-

-¡Atrápame si puedes!- le desafió incentivándolo a continuar el reto, y aquello a Stear le trajo sin poder evitarlo tiernas remembranzas de la vez en que se conocieran, su aparatoso accidente en el lago, por suerte sin consecuencias y su travesía posterior a través de los árboles de Lakewood, donde ella le permitió atisbar una rápida demostración de sus mágicas habilidades de Amazona. En aquel tiempo en que pasara a convertirse en su sueño más sublime. Un sueño que como reiteraba hasta la fecha, le resultaba increíble de haber sido capaz de alcanzar.

-¡No te escaparás, te tengo!- exclamó al lograr atraparla rodeándola con los brazos por la cintura. Más lo hizo cuando llegaban al declive de una pequeña loma, por donde ella pensaba escabullirse, y el repentino agarre por lo tanto les hizo perder a ambos el equilibrio y rodar abrazados la pendiente en un remolino de otoñales hojas multicolores y ramillas, hasta quedar acostados al detenerse, contemplándose el uno al otro y acariciándose con ternura los rostros para después proceder a besarse cargados de pasión.

El amor se les escapaba por los poros como decían todos, así a veces se comportaran tal cual niños como entonces. A simple vista tan jóvenes que algunos llegaban a pensar que estaban tomando una decisión apresurada al caminar hacia el matrimonio, pero en el fondo tan maduros para saber que querían estar juntos para siempre.

Separándose un poco para poder disfrutar de observar el dulce rubor de su amada que tanto le encantaba, y de deslizar el dorso de sus dedos por la piel de manzana de su rostro hasta llegar a sus bellos labios hinchados entonces a causa de sus besos, todo mientras ella con los ojos cerrados era capaz de que la deshiciera en caricias, tal como ya había ocurrido en otras ocasiones que guardaban entre ellos en el más absoluto secreto, Stear conteniendo la respiración oró para que transcurrieran rápido las semanas y llegara por fin la noche en que debían volverse uno, la fecha que tanto ansiaba al tiempo que ponía su mejor esfuerzo para respetar su castidad con su palabra de caballero y en que por fin sería completamente suya, pero principalmente por sobre todas las cosas rezó para que el pasar de los años les mantuviera así. No siempre jóvenes, pero sí igual de enamorados.

Su dulce ángel que lo tenía embelesado, en esos momentos reaccionó abriendo sus ojos de piedras preciosas y en uno de sus impulsos a veces demasiado alegres y bruscos, le lanzó un puñado de hojas secas a la cara, muchas de las cuales hasta terminaron colándosele bajo los lentes, consiguiendo en medio de risas escapar y recordándole así que no era una entidad celestial en absoluto sino una chica normal, con sus problemas y altibajos a veces pero también con una bondad, una sencillez y una fuerza interior que le fascinaban, al punto de lograr abstraerlo de la realidad. Para él toda ella era magia y por eso la amaba.

-¡Ya verás pequeña traviesa, me las pagarás!- le advirtió mientras se limpiaba los anteojos con rapidez y sacudiéndose se levantaba para salir tras ella, que no estaba muy lejos.

Y al final, analizando muy profundo en el interior de sí mismo, sí encontró la respuesta a una de sus mayores preguntas existenciales, el cómo pudo hacer realidad su más hermoso anhelo, su fantasía de estar a su lado… la respuesta fue que se arriesgó confiando en sí mismo sin importarle que nadie hubiese apostado un centavo a que podría ganar su corazón, haciéndole caso omiso incluso a su propia voz del miedo que le decía que no era para él, tratando de amilanarlo… La había adorado en silencio siguiendo los instintos de su alma hasta considerar que era el momento adecuado para revelárselo. Siendo él mismo, amable, dulce y sin apariencias pero demostrando a la vez que era todo un hombre lleno de energía que luchaba por ese objetivo tal como lo hacía al perseguir con ilusión que sus inventos funcionaran, le había mostrado que intentarlo valdría la pena, haciéndose de tal forma merecedor de su amor.

Su conclusión fue que jamás se dio por vencido y persistió.

FIN


Nota: ¡A todos quienes pasen por aquí, mil gracias! Nos leemos en una próxima aventura.

¡Hasta pronto!

Moonlight86