Impredecible.

Era verano, en los días donde el calor fundía todo a su paso sin misericordia. La señora Ackerman estaba muy ocupada ese catorce de enero para cuidar a su pequeño retoño que gozaba de sus merecidas vacaciones escolares.

Fue un día accidental, un pequeño acuerdo de confianza entre vecinos. La mujer delgada y tan blanca como una muñeca de porcelana habló durante unos cuarenta y cinco minutos con el científico que era bendecido aquella tarde de su único día libre.

Suspiró, algo cansado, escuchando a la mujer Omega explicar su problema y el cómo no podía confiarle a nadie más el cuidado de su pequeño bebé, Levi, de tan solo nueve años y un metro veinte de estatura.

—Está bien —aceptó el hombre frotando un poco sus sienes para acabar emitiendo una sonrisa quizás un tanto forzada y cansada—. Tengo un pequeño, Eren… Es un Alfa, pero no ha llegado a su madurez sexual, así que dudo que perciba algo en Levi, a quien le faltan más de cuatro años para que siquiera empiece su primer celo —el hombre no supuso eso del todo, él más bien lo afirmó.

Era un científico, y aquellos comportamientos para ese sujeto no eran más que conocimiento general que todo el mundo debería conocer. No hay problema en dejar que un niño Omega y Alfa se conozcan o jueguen, es solo un prejuicio infundado y primitivo. Ambos chicos no estaban en madurez sexual para sentirse atraídos de esa forma; por lo tanto, eran casi idénticos en condiciones. Además, que se dé el caso particular en que ellos dos sean "compatibles" es incluso más exclusivo e improbable, sin mencionar, que deberían llegar igualmente a la madurez sexual para llegar a ser considerado un "riesgo" el hecho de que los pequeños estén juntos.

—Entonces… lo dejaré esta tarde con usted, ¿bien? —susurró la mujer mientras el hombre asentía con seriedad—. Muchas gracias, señor Grisha, ojalá algún día pueda pagárselo.

El hombre suspiró, pensando en que no necesitaba una recompensa por el trabajo. Lo hacía de buena voluntad, aunque sin mucho ánimo de ello. Además… esa Omega… su esposo falleció hace dos meses y apenas se mantiene en aquel barrio vendiéndose como prostituta de semi-lujo al ser una Omega que perdió a su pareja.

¿Cómo podría exigirle algo a esa mujer?

Eren se quejó desganado en su grisácea habitación, terminando su tarea de lenguaje. Odiaba estudiar, levantarse, el lenguaje, la vida; a su corta edad quería desaparecer, pero no podía tomarle el peso realmente a lo que aquello significaba. Odiaba incluso las ciencias a las que se atenía su aburrido y complicado padre, todo. Aquel chico llamado Eren Jaeger era un completo perezoso.

No tenía la actitud de ninguna de las castas que dominaban el mundo. No era delicado, grácil y ni siquiera un poco hogareño y protector como un Omega.

Tampoco era sumiso y fácil de subordinar como un Beta. Era fiero, a veces muy peleador y parecía querer ir en contra de todo el mundo, hasta llegaba a contradecirse a sí mismo.

Mucho menos podía ser del todo un Alfa. No tenía liderazgo, o no el correcto, no podía liderar a la gente por algo en común, sino para fines tontos y más infantiles de lo que deberían ser para sus doce años. Era aplicado, pero desinteresado en ello. Y repudiaba por completo el trabajo que le esperaba por herencia de su padre. No se imaginaba siendo un completo nerd encerrado con una bata blanca combinando coloridas sustancias entre sí intentando que no explotaran.

Por eso, odió bajar, esos tontos y aburridos escalones y el día libre de su padre en que ni siquiera jugaría con él, sino que se quedaría a ver cómo su invento ayudaba el mundo y sus ventas subían mientras se regocijaba viendo esa estupidez en la televisión.

Miró a una mujer sentada frente a su padre. Hizo un suave gesto con la boca, y la mujer le sonrió de manera tan dulce e inocente a pesar del trabajo del que todo el mundo estaba enterado. El muchacho desvió un poco el rostro, avergonzado de la belleza de esa mujer.

Algunos de sus amigos le habían dicho que era una señora mala que tienta a los hombres y mujeres para quedarse con todos los Betas y Alfas que ya tenían una familia. Sí, ese concepto al que denominan "puta" sus compañeros y "prostituta" como profesión.

No debía pensar que era linda, no debía.

Eren giró un poco el rostro, sintiendo un pequeño sonido de la boca de su padre, que carraspeó la garganta. Los ojos del menor volvieron a ver a la mujer, deduciendo el significado a través de la conducta de ese viejo científico.

—Mi nombre es Eren Jaeger… —susurró sin mirar tanto a la mujer, pero alcanzó a atrapar una de sus sonrisas con la mirada, lo que logró estremecerlo con suavidad.

—Hola, Eren, mi nombre es Kuschel Ackerman.

—Como… ¿Mikasa? ¿Mikasa Ackerman? —atinó a decir el pequeño, abriendo sutilmente uno de sus ojos y elevando su ceja derecha.

—Podría decirse que somos parientes un tanto distantes de la pequeña Mika —la mujer miró hacia atrás, quedándose allí por un segundo.

Eren no entendió qué miraba detrás del sillón, pero luego lo comprendió, cuando la mujer dijo: "Preséntate, cariño".

Ante sus ojos, un pequeño chico salió detrás del sillón, que debía medir apenas un metro y unos cuantos centímetros. Era tan pequeño que el amueblado de su casa podía taparlo. Aunque, bueno, su amueblado era un tanto alto por gusto de su padre y el deseo de gloria y poder que poseía. Sentarse en uno de esos sillones quizás lo hacían sentir inmensamente poderoso como uno de esos asquerosos y gordos reyes de la antigüedad.

—Levi… —susurró el pequeño de cabellera increíblemente negruzca, sujetando una de las mangas de su madre al salir de detrás del sillón—. Me llamo… Levi Ackerman.

Eren sintió algo extraño al verlo, similar a la vergüenza que recorrió su cuerpo al mirar a esa mujer llamada Kuschel. El muchacho, ahora frente suyo a unos cuantos metros, le pareció inusualmente hermoso al igual que su madre. Sus labios pequeños, su rostro tan pálido, sus extraños ojos que parecían observar sin mucha emoción la situación. Su extraño corte de cabello. Poseía el cabello rapado en la parte posterior de su cabeza, mientras arriba se centraba su travieso cabello, que parecía junto a ese rapado militar un poco más largo de lo que debería, quizás en estos días tendría que estar cortándoselo.

Eren sonrió, de forma extraña, mientras una sensación inusual de querer fanfarronear de algunas de sus habilidades con el chico se hacían presente. Quería mostrarle lo bueno que era en el fútbol, también la excelente puntuación que sacó en un juego de video, tal vez el cómo escalaba su gran casa del árbol para luego arrojarse en el canopy que colgaba de ella.

Eren no supo a qué se debía, quizás… a esa expresión incluso más inexpresiva que la suya, quizás a esa sencilla y linda ropa que traía. Sus calcetines negros y esos cortos shorts con una camisa blanca de manga corta junto a unos suspensores negros y un pañuelo blanco adornando su pequeño cuello. No, Eren no era inexpresivo, sólo pasaba su vida molesto. Y bueno… tenía mucho dinero, pero parecía más cómodo estando con un polo ancho de olor vino y unos pantalones negros junto a unas zapatillas sencillas.

Eren lo miró otra vez, observando cómo el chico apretó el ceño y le rehuyó la mirada, pero ninguna expresión más. Quizás por eso, un interés extraño a ver otra expresión en aquel pequeño invadió su cuerpo.

—¿Podrás cuidar de él, Eren? —le cuestionó su padre, al conocer el desgano del muchacho frente a todo.

Pero aquella vez fue diferente.

—¡Por supuesto, déjamelo a mí! —asintió alegre, mientras extendía la mano hacia el pequeño Omega para enseñarle la casa.

Porque Levi en ese momento resultó mejor que cualquier juguete.

…Limpieza (눈‸눈) Limpieza…

Eren lo miró fijamente en su habitación. Levi estaba sentado sobre la cama de plaza y media del mayor, sin decir palabra alguna, ni siquiera interesado en lo más mínimo por los grandiosos juguetes que tenía alrededor el pequeño castaño, los cuales presumía como trofeos.

El castaño tosió, haciendo más ruido con su increíble pista de autos, para que el más pequeño sólo siguiera viendo el piso como el suceso más impresionante en aquel lugar.

Enarcó una ceja, terminando por fruncirlas parar tomar uno de los coches en su mano izquierda. El chico Alfa se acercó a ese inexpresivo infante, para tomarle de la muñeca y poder llevarlo a jugar con sus coches. Pero antes de que lograra empujarlo fuera del colchón, Levi apartó su brazo con brusquedad.

—No me toques… asqueroso Alfa —gruñó el chiquillo, por primera vez cambiando su apacible expresión sin vida.

Eren lo miró incrédulo, sin comprender del todo esa actitud tan repentina y altanera de ese chico. O sea, se había lavado las manos hace una hora.

—¿Qué te sucede, niño? —increpó Eren cabreado, viendo cómo el pálido muchacho se ponía a la defensiva.

—Ustedes siempre… juegan con los Omegas para luego desecharlos. No quiero que un sujeto tan repugnante como tú me toque —repitió aún a la defensiva.

El pequeño llamado Eren recordó cómo todos esos Alfas diferentes a Papá le decían cosas lindas a su madre y al día después no se volvía a saber de ellos. Inclusos unos se quedaban semanas… y su madre lloraba cuando dejaban de venir. Sólo la engañaban y ya, nadie se quedó. Todos los Alfas son manipuladores y creen que pueden conseguir todo lo que quieran para divertirse.

Eren abrió los ojos mientras su ceño se fruncía ardiendo en rabia. Aquello dolió… de verdad dolió. Recibir tal rechazo y muestra de asco de alguien a quien en verdad le interesó impresionar para llevarse bien con él.

El mayor de los niños chasqueó la lengua, haciendo un sonido molesto para luego soltar una carcajada burda y fría.

—Qué raro que seas tan arisco con un Alfa… cuando a tu madre le encanta ser la puta de varios de ellos.

El más pequeño frunció el ceño, mientras su quijada se apretaba por las palabras de ese maldito adolecente Alfa. Tenía razón, todos eran unos bastardos.

—No hables de Mamá… —susurró con la voz filosa y asesina.

—¿Pero no es eso lo que es ella? Todo el mundo lo dice, una Omega "prostituta" —susurró sin medir sus palabras, viendo cómo el pequeño agachó su cabeza.

Eren bajó también la cabeza, quizás pensando en que se había excedido un poco, pero la rabia le hizo decirlo… y ese niño había comenzado con ello, llamándolo asqueroso sin siquiera conocerlo. Cuando Jaeger levantó la cabeza, pudo ver la pequeña figura acercándose a él con un puño apretado tan cerca de la cara, que quizás ya no podría evitar que el golpe acertara.

…Limpieza (눈‸눈) Limpieza…

Su padre vino a separarlos poco después cuando sintió ruidos molestos arriba. Regañó mucho más a Eren, ya que con Levi no tenía semejante confianza. Además, sabía o creía quizás arbitrariamente que el niño problema en esa ocasión era claramente su hijo. Cosa que era en parte correcta y en parte equivocada.

Eren sentía aún un pequeño dolorcito en su mejilla. Para ser un Omega, ese chico pegaba muy fuerte, incluso como otros chicos Alfas que había conocido.

El chico de doce años se levantó. Se había mantenido en la pista de autos por más de treinta minutos, y hace unos cinco su padre recibió un reporte urgente que lo hizo volver a su raro laboratorio. Mientras no liberará un virus bacteriológico que volviera a todo el mundo en zombi, todo estaría bien.

Eren pensó observando sus autitos que quizás se había excedido un poco… No quería que ese muchacho lo odiara, en serio no quería eso. Pero Levi también había dicho algo malo de él y no se disculpó… ¿Por qué tendría que hacerlo él?

Su figura de acción de tamaño real a un costado del cuarto lo observó con reproche, o eso le pareció a Eren. La figura lo observó como diciéndole: "Deja tu maldito orgullo si quieres que sea tu amigo".

Eren se frotó el cabello y lo removió mientras se paraba y miraba a varios lados para evitar la vergüenza de tener que hacer aquello. Era difícil, simplemente difícil llegar y disculparse, todo su orgullo estaba en juego.

El más pequeño, por unos veintitrés centímetros al menos, estaba en el rincón de la cama de Eren, en una posición un tanto extraña con una mantita, pues según él, comenzó a tener un poco de frío. Por el bultito tan pequeño en que se había vuelto al estar acobijado, Eren dio por hecho que estaba en posición fetal o algo parecido, agarrándose las rodillas con los brazos tal vez.

—¿Sabes? Creo que… me excedí un poco —comenzó, mientras sentía que el pecho le dolía al tratar de aguantar su orgullo enorme que le negaba el disculparse de una manera más suave—. Es sólo que… fuiste un completo idiota —no, no podía ser del todo amable—. Y yo… quería ser tu amigo.

La pequeña cabeza envuelta en la mantita de color rojizo se levantó un poco, haciendo que Eren tragara grueso y nervioso.

—Quiero decir que… quería ser tu amigo y tú me trataste de asqueroso. Sólo… me enojé mucho y dije cosas que no debí. Lo siento mucho. Tu mamá es muy linda…

—No debiste… —murmuró bajito el chico entre la manta.

Eren sintió cómo una vena se le hinchaba en la cabeza. Estaba claro que no debió, pero él comenzó. ¿Acaso toda la maldita culpa tenía que caer en él? Jaeger suspiró con cansancio; quizás para conseguir que ese chico saliera de esa manta tendría que humillarse completamente.

Desde el día de hoy empezaría a usar una bolsa en la cabeza por la vergüenza.

—Perdón, Levi… —susurró bajito Eren, con las mejillas suavemente sonrojadas por la vergüenza de confesar aquello.

Aquel Alfa supo que ese chico lo había escuchado, porque al momento de hablarle, la mantita se removió un poco.

—T-Te perdono —susurró la voz suave del pequeño.

Eren casi sonrió, pero se contuvo mientras se cruzaba de brazos y asentía por el acuerdo. Aun así, Levi no dijo palabra alguna después de medio-perdonarlo. Incluso pareció quedarse más callado mientras la manta se removía.

—¿Levi? —se acercó un poco el castaño, alcanzando a distinguir esos extraños y filosos ojos entre la manta que le miraron de manera esquiva.

—N-No… —susurró removiéndose—. No vengas…

—¿Eh? Aún… ¿Te da asco que te toque…?

El menor de nueve años se encogió, ocultando su carita.

—No… –jadeó sutilmente.

Eren se acercó un poco más, creyendo en sus palabras y atreviéndose a acariciar ligeramente la mejilla descubierta del menor. Este tembló un poco cuando la mano del mayor frotó su piel; sin embargo, poco a poco se friccionó contra ella como si de un gatito se tratara, abriendo sutilmente la boca soltando jadeos suaves y húmedos.

El castaño abrió los ojos, extrañado por la singular reacción del muchacho, sintiendo el dorso de su mano con el cual acariciaba al muchacho suavemente caliente. La piel de Levi era suave, linda y tersa. Eren tragó grueso, sintiendo una extraña necesidad cuando su mano rozaba el pequeño rostro del contrario.

Eren deslizó su mano con cuidado, mientras el pequeño envuelto trataba de volver a frotar su rostro contra esta, a la vez que jadeaba suavemente agitando la respiración. Un suave olor empezó a recorrer la habitación. Era dulce, sin llegar a ser hostigoso del todo. Eren empezó a entrecerrar los ojos, sintiéndose atraído ante el pequeño de nueve años de alguna manera que desconocía.

Mientras seguía acariciando su rostro, despojó de a poco la manta que cubría a ese bello niño de porcelana.

Eren siguió con la mirada el rostro del menor. Levi se dejó caer en la cama, con las mejillas ardiendo y la respiración húmeda. Las palabras de aquel Ackerman se trabaron de forma adorable, mientras comenzaba a apretar sus delgadas piernas frotándose cada vez más desesperado, gimiendo cada vez en tonos más altos.

—¿L-Levi…? —susurró el muchacho acercándose, resguardando el pequeño cuerpo que alejaba debajo suyo, aspirando ese electrizante aroma que le causaba cosquillas en el estómago.

El olor de Levi estaba endureciéndolo allí abajo. Eren entrecerró los ojos, haciendo que su mano tímidamente tocara sobre la camisa del chico.

El muchacho empezó a gemir cortito y ronco cuando Eren comenzó a acariciar por sobre la tela. Los dedos del menor se encorvaron y Levi aprisionó más sus piernas.

—Me siento ra-raro, Eren… —susurró mirando al chico que estaba sobre él, frotando los pezones del muchacho superficialmente—. Dile a tu papá… que me siento algo mal…

—¿Raro? —preguntó el castaño, mientras bajaba sutilmente el rostro, percibiendo el olor más fuerte y nítido más abajo cuando rozaba su nariz contra la ropa del estómago del menor, hasta llegar al ombligo sin poder avanzar, ya que el pequeño de nueve años insistía en cerrar sus pequeñas y finas piernas al frotarse con la parte interior de sus muslos.

Eren le acarició el rostro, mientras el chico abrió su pequeña boca y lamió sutilmente los dedos de aquel Alfa de doce años. Las manos de Levi temblaron en la cama, mientras sujetaba las sábanas a ratos y las volvía a soltar.

—M-Mierda… —gimió el menor.

Eren abrió los ojos, riéndose un poco de que un niño más pequeño que él usara ese tipo de palabras y a él aún le dé miedo pronunciarlas.

Levi no entendió por qué el tacto de ese chico que acaba de conocer le gustaba tanto, por qué su olor era tan embriagante y deseaba lamerlo. El olor debajo de su estómago, quería lamer… ¿Qué diría ese Alfa si le dijera que le gustaba el olor que desprendía? ¿Se asustaría? ¿Ahora él era extraño y asqueroso?

Y ese dolor… ese molesto dolor en su entrepierna. Levi cerró los ojos, a punto de lagrimear, frustrado. No quería ir al baño, pero se sentía húmedo… su trasero estaba húmedo, algo se escurría allí, traspasando su ropa interior y sus shorts negros. Si Eren lo veía…

—Abre un poco las piernas, Levi.

—No… —gimió bajito frunciendo el ceño tratando de verse autoritario, bajando la cadera para que el mayor no lo viera. Si era así, Eren lo vería como un mocoso que aún moja los pañales, y no quería verse inferior sólo porque él era un Omega.

Su madre siempre le dijo que aunque vinieran de castas diferentes, tenía que darse a respetar.

—Por favor… —rogó Eren, con las mejillas de su rostro calientes aún cerca del estómago del pequeñito Omega.

Levi sintió otro pequeño dolor en su entrepierna ante la súplica del mayor. No sabía por qué, pero terminó abriendo las piernas poco a poco, sintiendo como su ano latía humedecido y su entrepierna le seguía molestando. El pequeño Eren tuvo un escalofrío al posarse entremedio de las pequeñas y níveas piernas, percibiendo el delicioso aroma y observando cómo los shorts del pequeño guardaban un endurecido miembro.

Había demasiada liquido… estaba muy húmedo. ¿Qué era eso? ¿Y por qué olía tan bien? Al menos, el alemán sabía de qué se trataba ese apretado bulto, esa necesidad. Hace un año que supo lo que era masturbarse, pero esto… esto nunca le pasó.

—¿Te has masturbado… Levi?

—¿Eh? —gimió bajito el chico, mientras las piernas le temblaban para terminar jadeando cuando Eren friccionó su cadera contra la suya—. Ahh… Mal-maldita sea…

—¿No? ¿No sabes…? —cuestionó inocente. Ayudarlo en esas cosas… Eren no sabía que era malo y extraño.

Quizás, porque nunca había conversado esas cosas con su padre…

—Yo… —susurró, sin comprender. Tenía nueve años, aún no experimentaba el explorarse. Además, nunca le sobraba demasiado tiempo para pensar en ello.

—Yo sé qué te pasa… —susurró Eren, bajando su mano desde el ombligo al apretado short negro del pequeño Levi, quien tembló y apartó el rostro, abriendo la boca y entrecerrando los ojos, jadeando y gimiendo—. Puedo hacer que no duela… —susurró el mayor, acariciando el azabache cabello del menor.

—Q-Que no duela… —repitió temblando.

—¿Quieres jugar un poco, Levi? —sonrió Eren, mientras los ojos pequeños y entrecerrados seguían confusos.

Levi asintió, sin medir el peso de sus palabras y las consecuencias futuras al desconocer qué le sucedía a su cuerpo. Incluso Eren, que se hacía el gran conocedor, no sabía en plenitud el acontecimiento extraño e inusual que Levi presentaba.

Pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás.

Y las circunstancias… eran demasiado perfectas.

N/A: Hasta aquí lo dejo. Feliz cumpleaños atrasado, Mik :3, ella me pidió un lemon con dos shotas, Eren es un Alfa de doce años de 1.37, y Levi un pequeño Omega de nueve años de 1.15. Muchas gracias también a Mabo por querer corregir este capítulo, eres un encanto… espero que no te molestara mucho.

Los niños, por lo regular, comienzan a masturbarse desde los doce años, algunos antes… desde los diez. Suele darse cuando les sobra mucho tiempo. Y bueno… Levi no sabe nada de nada. Su madre, a pesar de su trabajo, lo ha cuidado mucho en esos ámbitos para conservar su inocencia… Aunque Eren más que masturbarse tampoco sabe, pero el instinto los guiará. ¿Odiaron esto, no? Soy enferma, ¿verdad? Quizás no debería seguirlo x'DDDD

Por cierto, Levi no debería tener su primer celo hasta los catorce años, pero este es un caso especial… y muy raro, y no es un celo en su totalidad, no puede embarazarse ni nada… pero ya verán por qué se produjo… -si es que no me matan y lo sigo-.

Sólo tendrá dos capítulos.